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YES, WE CAN! Bárbara Valgañón Cada año supone un nuevo reto para el grupo de teatro del Alfonso VIII. Al comienzo de este curso surgieron muchas dudas sobre cómo saldría del paso tras la marcha de Héctor y de algunos pesos pesados dentro del grupo. El primer obstáculo fue el de elegir una obra con suficientes personajes, treinta y tres concretamente, para no dejar a nadie sin papel. Pasaron la primera criba dos obras de Shakespeare y una de Cervantes. Finalmente, y después de mucho meditar, “Como gustéis” se llevó el gato al agua. Llegaba la hora de bajar a los ensayos y dejar la vergüenza a un lado. A unos les costó más y a otros menos. A medida que se acercaba el gran día, los nervios iban haciendo mella en la tropa. Como viene siendo habitual, el día anterior al estreno hubo overbooking en el gimnasio. Apareció la televisión autonómica para grabar parte de los ensayos y Don Vito tuvo un pequeño incidente con un puf. Nada grave, afortunadamente, ya que además la poltrona no sufrió daño alguno, como pudo atestiguar el encargado de atrezzo. El caso es que llegó el gran día. El escenario parecía más grande que de costumbre, y los camerinos igual de pequeños. No tuvimos la ocasión de ver la bandera ni el crucifijo que muchos dicen haberse encontrado. No sabemos si realmente existen o es como cierta ciudad de España... Lo que sí es cierto es que el árbol, que tantos quebraderos de cabeza nos había dado, lució realmente bien. Jony se afanaba en colocar cada pelo en su sitio correspondiente, la laca Nelly se masticaba en el ambiente. El primer ensayo general tuvo lugar el mismo día del estreno. Podríamos decir que, salvando la hiperventilación inicial de la protagonista provocada por su gran profesionalidad, el ensayo no tuvo demasiados contratiempos. Aunque quien os dice esto no pudo decir su frase ya que se encontraba con el pelo en erección y a medio hacer. Lo más esperado fue el encuentro con el público y con el hermano. El grito de rigor nos dio algo de aire y nos quitó nervios. Los tutús, los leggins de vinilo, los cardados en honor a la gran Cindy y las ojeras a lo estudiante de Arquitectura nos ayudaron a darle más fuerza a nuestra interpretación y, de paso dejaron al público al borde de un ataque de nervios.
la noche. A esto último ayudó bastante la consabida y tradicional sangría en el Chino, más tarde de lo habitual, dada la laaaaarga duración de la obra. En esta Residencia todo se basa en ciertas tradiciones. Como ya sabréis, es difícil cambiarlas. La primera noche está dedicada al licor de flores y al arroz. Los residentes, algo contentos, suelen acudir a cierto bar con buen ambiente y muchas divas. El segundo día está dedicado a la comida italiana: pizzas para todos en el gimnasio. Un año más, todos los teatreros nos reunimos alrededor de las mesas para comer con las manos en honor a nuestros antepasados. El tercer y último día nos deparó sorpresas. Después de la cena de gala, bien regada por los residentes y el vino de Duero, todos nos dirigimos de nuevo al Libertad 3, cual habitantes de Castro, para celebrar que, sorprendentemente, la obra había salido adelante. El gimnasio era nuestra tierra prometida, pero, desgraciadamente, las fuerzas del orden decidieron que es más importante la disciplina que las buenas tradiciones. El éxodo a las habitaciones no se hizo esperar. Algunos valientes recuperaron el gimnasio a altas horas de la mañana y se encontraron con el personal de limpieza, al cual agradezco desde aquí su paciencia infinita. Pocos fueron los que, desoyendo a su voz interior, consiguieron llegar a la Sala Borja y recoger todos los bártulos. Desde aquí también se lo agradezco.¡Un hurra por los valientes! Así acaba la función de este año. Quiero agradecer en nombre de todos el esfuerzo para llevar todo a buen puerto y hacer buena la frase que cierto personaje, al otro lado del charco, ha puesto de moda: YES, WE CAN!
Tres días de obra pasaron volando. Pasamos en cuestión de segundos del miedo escénico a la euforia de
Octava l a n t a
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