Octava Planta número 38

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dir. Cuando éstas acaban, hay que presentar una que nos contará para nota (como suele ser normal). Entonces, para la presentación de dicha práctica, el profesor pone un calendario de presentación para cada grupo. Casualmente, este horario viene determinado por los números de parejas, no por los nombres. Al ver esto, mi amigo corre a mi habitación y me dice: ”Tío, ¿cuál es mi número? Es que no me acuerdo porque de no ir a las prácticas se me ha olvidado”. Yo en este momento me empiezo a reír de él y, claro, yo tampoco me acordaba de su número. Él se desespera porque no sabe cuál es y decide enviar un e-mail al profesor, pero este hombre no lee su correo muy a menudo, así que no recibe contestación. Finalmente decide ir a una tutoría y aquí llega lo gracioso. Mi amigo entra al despacho (con cara de bueno) y le dice al profesor que no recuerda su número y que lo necesita para presentar la práctica (hay que decir que a este profesor le importa mucho el tema de los números). Entonces el profesor se dispone a echarle un sermón de media hora (según mi amigo): “¡Pero cómo que no te sabes el número! ¡Para una cosa que os tenéis que saber!...”, ya sabéis cómo son los sermones. A mitad de su charla, el profesor le dice que su número es el 27 y

sigue echándole la bronca. Al acabar, mi amigo sale del despacho y cuando ha dado diez pasos hacia la salida piensa: “Pero, ¿qué número me ha dicho?” Después de hacerse esa pregunta y no encontrar respuesta, se arma de valor y decide volver a entrar al despacho. Llama sigilosamente, abre la puerta, asoma la cabeza y le dice: “Oye, perdona, ¿cuál era el número?” Ante esta pregunta el profesor se indigna y salta:

“¡¡¡¡¡JOOOOOOOOOODEEERRR...el veintisiete!!!!!” Ante tal contestación, mi amigo puso pies en polvorosa y se marchó de la facultad. Al llegar a la Residencia me contó todo esto y yo no me pude aguantar las ganas de reirme y de contárselo a la gente (él también lo iba contando). En ese momento de dispersión de la anécdota, se empezó a sembrar una semilla que fue creciendo sin control. Actualmente, todos aquellos que conocen el suceso siempre que dicen “joder” (perdón, pero la historia lo exige), lo dicen exactamente igual que el profesor se lo dijo a Villa (vaya, se me escapó). Al principio era de broma y para hacer la gracia pero ahora lo decimos todos sin querer.

La ablación por Bárbara Valgañón La ablación, o mutilación genital femenina, es una práctica muy extendida en algunas zonas del África subsahariana. Consiste en eliminar tejido de partes de los genitales femeninos. Se realiza en unos veintiocho países africanos, como Etiopía, Kenia, Nigeria, Somalia o Sudán, y en los últimos años se está extendiendo a países de Europa y Norteamérica debido a la inmigración. La ablación se suele practicar a niñas de entre cuatro y diez años. Hay diferentes tipos de mutilación genital. El primer tipo es denominado circuncisión sunna. Es la escisión del prepucio del clítoris. Un segundo tipo, es aquel en el que se amputa el prepucio, el clítoris y los labios menores. Por último, está la infibulación o circuncisión faraónica, que es la forma más agresiva. Consiste en la extirpación del clítoris y los labios mayores y menores. Después se cosen ambos lados de la vulva y se deja un pequeño orificio para la orina y la sangre menstrual. Los cortes se realizan con cuchillas, navajas e incluso con trozos de cristal, y la higiene brilla por su ausencia. Hay niñas que mueren desangradas o por una infección en las semanas poste-

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riores a la intervención. Otras quedan estériles. ¿Por qué se realiza? Las razones son básicamente culturales. Una mujer a la que le han practicado la ablación es sinónimo de fidelidad. La ablación asegura al futuro marido que su mujer es virgen. Desgraciadamente, esta práctica sigue siendo muy popular en algunos países africanos. Gambia es uno de ellos. Allí nació Mama Samateh, una mujer de tribu mandinga que llegó a Barcelona en 1983, y que, desde entonces, trabaja para hacer desaparecer esta lacra. Preside la Asociación de Mujeres Antimutilación, (AMAM), fundada en 1998 y con sede en la capital condal. Otras muchas asociaciones luchan para combatir una práctica que lastra de por vida a demasiadas mujeres. La Organización Mundial de la Salud, la ONU o la Unión Europea son algunas de las muchas administraciones que también rechazan esta salvajada. Habrá que ver si el esfuerzo de tantas personas consigue acabar con esta 'tradición'.

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