Octava Planta número 38

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En el último estante Laura Hernández Para celebrar que la sección de libros vuelve a ser mía y sólo mía (salvo colaboraciones ocasionales que quedan bajo mi radio de influencia vaginal), voy a recomendaros que leáis, cacho cazurros, que la biblioteca está más vacía que el último concierto de Borja 305. En fin, me dispongo a escribir la sección y para ello renuncio a mi jueves noche de desparrame etílico y social; todo por vuestro bien cultural, para que luego me contéis que esta sección no la lee ni el portero del turno de noche en sus descansos de actividad onanista. Hala, presionada, ingiero el primer chupito vodkiano, a fin de ser más locuaz y persuasiva.

Germinal de Émile Zola A ver, veamos, ¿por qué leer Germinal? Francamente, merece mucho más la pena que la película, porque Gerard Depardieu no tiene mucho donde rascar, a menos que os gusten gordos y gabachos, ejem ejem. Pues eso, que además, el libro tiene muchos más matices ambientales y de penetración psicológica que permiten al lector adentrarse profundamente en la realidad francesa del siglo XIX. Todo es perfectamente reflejado por la prosa brillante de Zola: la dureza del trabajo en la mina, la tensión entre el obrero y el poderoso, los inicios del movimiento obrero, el hambre, el frío, la huelga… Zola, un verdadero naturalista y no esas mariconadas que tenemos aquí, como doña Emilia (la que se follaba a Galdós y debía ser más burra que un camionero, aunque ahora a todas las feministas se les llene la boca haciéndole ediciones críticas), es capaz de transmitir con inusitada fuerza poética la tragedia del obrero decimonónico, sin caer en el maniqueísmo ni en la sensiblería barata. A lo que íbamos, que os leáis Germinal, que hay algo de sexo ahí, campo a través y también mucho de reflexión social, que es un libro capaz de engancharos aunque estudiéis Físicas (lo cual implica no tener ni puta idea de escribir una sección como ésta y recomendar El Camino, que ya nos lo hemos leído todos en el “cole”, que sí, que conocemos al Mochuelo).

La Odisea Seguro que no os habéis leído el libro básico para todo buen filólogo (yo me quedé en la Telemaquia por falta de tiempo), pero hay que decir que la edición de Cátedra (la de color blanco) es bastante cojonuda, básicamente porque se deja de florituras, va al meollo y cuenta una historia fascinante, que ha servido de inspiración a generaciones y generaciones de escritores y poetas, cimentando las bases de la literatura occidental tal y como hoy la conocemos. La Odisea es una obra tan básica para comprender las raíces de nuestra cultura y nuestra literatura que debería ser de lectura obligada en los institutos, pero claro, es mucho mejor leer El Camino, obra que nos mochuelará indefectiblemente, a juicio de cualquier futuro físico. La Odisea es la historia de un héroe, Ulises u Odiseo, según la tradición que adoptéis, que regresa junto a la paciente Penélope, que lo espera tejiendo y destejiendo una interminable labor. La Odisea es el viaje de la imaginación, es nuestro viaje, el que hemos emprendido cada uno de nosotros, es esa gran peregrinación a nuestra Ítaca personal.

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