Octava Planta número 38

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Se encontraba atrapado en esa habitación, más allá aún, atrapado en la vida. Él ya no era solo él, él era soledad, y su alma se extendía desde su cuerpo hasta el infinito de la penuria. Ya todo era banal, él era tan intrascendente para el mundo como el mundo lo era para él. Y cuando al fin alguien percibió que él se había ido para siempre, ese alguien se preguntó: - ¿Por qué nunca intenté acercarme a él?, cambiando por completo el argumento que había sostenido hasta entonces, aquel de: “Es él quien debe acercarse a los demás.” Nos damos cuenta de lo que tenemos cuando lo hemos perdido, y lo sufrimos. Otras veces, sufrimos simplemente porque sabemos que lo vamos a perder, o que ya lo hemos perdido aunque, aún nadie más lo sepa. Ruth Fernández Castaño

HÉCTOR: UN AMIGO, POR SIEMPRE EN NUESTRO RECUERDO Héctor nos dejó el pasado mes de enero. La noticia nos afectó a los que lo conocíamos y habíamos vivido con él emotivos momentos. Ahora, el espacio de unos cuantos párrafos se hace escaso para rendirle homenaje y hacer memoria de alguno de los momentos que pudimos compartir con él. Tras casi cinco años conviviendo en el Alfonso VIII, uno se cruza en su camino gente con la que comparte momentos difíciles de olvidar. Y entre esas personas se encontraba Héctor. Con su particular y a la vez especial carácter, Héctor nos daba una lección en más de una ocasión, por no decir continuamente, de valores que, por desgracia, se pierden en esta sociedad de prisas. Así, Héctor siempre te brindaba su afectuoso saludo cada vez que pasaba a tu lado por los a veces fríos pasillos de nuestra Residencia, o te preguntaba por tu rutina diaria o cualquier cosa que por banal que pareciera conseguía sacarte una sonrisa. Muchos residentes llegaron a conocerlo, a ser sus amigos, aunque la mayoría ya se han ido. Los que firmamos estos párrafos hablamos en nombre de todos los que hubiesen querido sumar sus voces a este homenaje, dedicarle unas palabras a esa persona que siempre tenía tanto que contarnos. Algo se muere en el alma cuando un amigo se va, dice la canción. Más que nunca esta letra es tremendamente apropiada para lo que pensamos en estos momentos. Cada uno en un rincón de España, otros en algún piso en Valladolid y unos pocos aún en el Alfonso nos conmocionamos tras enterarnos de lo ocurrido, y sabemos que más de uno de nosotros visualizó mentalmente, como si de una sucesión de fotogramas se tratara, muchas de las escenas y situaciones que pasamos con él. Repasando ahora viejas fotos o viendo viejos vídeos de eventos y fiestas ocurridas en este tiempo, vemos a Héctor mostrando su apoyo y ofrecimiento para que cualquier actividad que se realizara en esta Residencia saliera adelante. Con su intensa participación en diferentes comisiones durante sus años de estancia en el Alfonso, Héctor siempre estaba dispuesto a colaborar en cuanto hiciera falta; sólo había que pedírselo. Concluyendo, creemos que esto nos debe servir de lección para demostrar en cada momento nuestra amistad a los que tenemos cerca día a día, molestarnos un poco en conocer a fondo a la gente con la que convivimos tratando de aprender unos de otros para ser un poquito mejores. De Héctor se podía aprender cada día. Héctor: gracias por estar a nuestro lado, gracias por brindarnos tu amistad y ofrecernos tu especial forma de ver el mundo, gracias por tu espontaneidad y sencillez, por compartir con nosotros tu sabiduría e inteligencia. Esperemos que allá donde estés nos tengas en el recuerdo como nosotros, los que tuvimos la suerte de conocerte, te tenemos. Hasta siempre, amigo. Borja Merino Díaz y Diego Sotillo Ramos

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