Octava Planta número 37

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25/11/2008

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Alfonsita la lo v ita Querida Alfonsita: Mis actividades de integración han sido de órdago. Tanto me ha penetrado el espíritu residencial que me he ganado el apelativo de chochito loco en los corrillos de la Cafetería. En total, creo que han caído alrededor de docena y media, pero los números me bailan porque me encontraba bajo los efectos de El Conquistador. Además, ahora no recuerdo muy bien qué penecillo se corresponde con cada cara, lo cual causa situaciones embarazosas en el ascensor, pues no puedo dejar de mirar cada petrina pensando si ya la habré catado. En particular busco un manubrio de tales dimensiones que sirve simultáneamente como toallero, calientaleches y artefacto del placer. Extasiada por tan poderoso instrumento fui incapaz de fijarme en la cara de su afortunado propietario. Andaba por ello inquieta, pensando que debería iniciar un periplo por las camas de la Residencia a fin de reencontrarme con el Falo de Oro. Por suerte, ayer volví a cruzarme con el prodigio de nuevo. Observé atentamente aquella bragueta, su contorno, su volumen y su peculiar olorcillo y supe que me encontraba ante mi futuro marido. Al alzar la vista no pude contener un grito. Aquel monumento a la virilidad estaba en poder del friki mayor de la Resi, ese que nunca sale los sábados, lleva pantalón de chándal y gafas de culo de vaso. Al verme me dirigió una mirada lasciva y la mejor sonrisa de sus brackets. Después de solucionarme los ejercicios de Estructuras de Piscinas II, se marchó meneando su culito prieto y dejándome con las bragas empantanadas. He aquí mi dilema, ¿cómo conseguir de nuevo los favores sexuales de nuestro empollón más dotado?

La verdad, querida, es que lo que Dios da por un lado, lo quita por otro. Te diré por experiencia que los mejores penecillos se encuentran casi siempre en poder de individuos pestilentes de físico peculiar. Podrás quitar el aparato y las gafas a tu empollón y cambiar sus zapatillas de baloncesto por unas ALL STAR, pero siempre seguirás avergonzándote al presentarte con él en la Delibes. He aquí un complicado dilema: sexo o reputación. Como reputa ya eres, opta por el sexo, anúdale una bolsa del Lupa al cuello y gime como una perra!!!!

Estimada Alfonsita: Estoy francamente indignado porque mi honra ha sido mancillada, pervertida y esquilmada por una visión horripilantemente pecaminosa. Ayer, mientras me enfundaba mis calzoncillos de pierna larga (en Ciencias todavía no han puesto la calefacción y nos calentamos los pies con braserillo) pude observar, a través de mi ventana, a una de las chicas del edificio de enfrente. Parecía acalorada, sudorosa, con los ojos fuera de las órbitas. Pensé que podía estar en peligro; quizá había cenado demasiadas albóndigas (a mí la salsilla me hace hacer la caquita suelta) y me saqué medio cuerpo, en paños menores como estaba, por la ventana. Entonces ella, hija de Satán, se sacó un peluche gigante de Bugs Bunny, con zanahoria incluida, de entre las piernas, lo alzó sobre su cabeza y me lo lanzó. El presente, untado en flujos vaginales, quedó tendido en el suelo de mi habitación. Escandalizado, corrí las cortinas, apagué la luz e intenté dejar de visualizar la imagen que me condenaría al infierno eterno. Después recé 40 veces “Cuatro esquinitas tiene mi cama” para salvar el alma de aquella perdida y mi virginidad ocular. Desde ese día siento una quemazón

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