Octava Planta número 36

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19/05/2008

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Cena Mexicana Bárbara y Aida México lindo... Auque sólo sea un día al año, los alfonsinos cruzamos el gran océano para hermanarnos (al menos gastronómicamente) con este exótico país. Sus costumbres y tradiciones (jalapeños y tequila) nos calaron hasta el corazón ( y a algunos hasta la úlcera). El 15 de marzo, nuestro amigo Homero (el mexicano por si alguien no se sabía el nombre) se debió de sentir un poquito más en casa. Todo gracias a que ese día se celebró en la Delibes una fiesta mexicana. Después de poner la sala a punto, con los arreglos necesarios para la ocasión, algunos fueron a por la comida a un restaurante mexicano, de cuyo nombre no conseguimos acordarnos.

Por suerte, en su lugar aparecieron más botellas de güisqui y demás bebidas alcohólicas, conocidas ya por todos, compradas especialmente para la ocasión. Todo esto, sumado a la comida, que también era bastante fuerte, hizo que la gente fuera calentándose, o puede que esto solo fuera una excusa, pues ha habido otras fiestas sin comida tan fuerte y que tambien estuvieron caldeaditas.

Homero “el mexicano”

Mientras tanto, los demás intentábamos hacer tiempo escuchando música y jugando algún que otro futbolín, (¡menuda sorpresa!, cómo si necesitaramos alguna excusa para jugar). Cuando llegaron los suculentos manjares, por los que todos estábamos esperando ansiosamente, algunos no pudimos reprimir las ganas de darle un bocado a la comida. Unos cuantos caímos en la trampa y terminamos, por orgullo, probando un jalapeño... y lo extraño es que luego Efecto jalapeño algunos repitiéramos. Otros no se atrevieron pero bueno, tampoco puedo culparles por ello dado que no es un acto muy inteligente destrozarte la lengua y el estómago con fuego mexicano. A medida que la comida se iba acabando, también lo hacía el tequila, bebida por excelencia del país al que honrábamos y por supuesto de nuestra cena. Ya sabemos que siempre es mejor cuando va acompañada de limón y sal. Entre una cosa y otra, las botellas fueron desapareciendo de la mesa, bueno en realidad las botellas era lo único que quedaba, pero vacías.

Octava l a n t a

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Y así es como acabamos todos jugando a Furor... ganaron los chicos... (no hay comentarios). Más tarde, algunos chicos se animaron a demostrar sus dotes artísticas (o más bien cómicas) y, micrófono en mano, nos “obsequiaron” con algunos gallos, muy sentidos ellos, porque otra cosa no pero en el Alfonso si hacemos algo lo hacemos con sentimiento y con todas las de la ley. Pero como buena fiesta universitaria que se precie, la cosa no podía acabar ahí. Algunos se fueron de marcha y otros se quedaron en la Residencia para continuar la fiesta. Al final, unos antes y otros después, todos nos fuimos a dormir (o a ver la Fórmula 1, que ese día empezaba bien tempranito). Las caras de los residentes, al día siguiente, no dejaban lugar a dudas: la fiesta se alargó hasta muy tarde (o muy pronto, según cómo se mire). Pero, después de todo, que nos quiten lo bailao o lo bebido, pues los recuerdos que guardamos de esa noche (unos más y otros menos), son de fiesta y alegría y eso es lo más importante.

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