Revista Octava Planta Nº 43

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Jorge Espada & Aythami Pérez

HALLOWEEN Una vez más llegaba la terrorífica noche de Halloween al Alfonso VIII. Todo comenzaba una tarde fría del jueves 29 de octubre, con la Comisión de Actividades Culturales transformando por completo la sala Miguel Delibes en un aterrador y tétrico lugar, ambientándolo con todo tipo de detalles y rompiendo más de una espalda con la puerta para los enanitos del bosque. Poco a poco fueron bajando los asistentes a la fiesta, cada uno con su disfraz personalizado por ellos mismos. No faltaba de nada, desde un matrimonio cadáver -que más que de una boda parecía sacado de un funeral-, pasando por médicos chiflados, los mineros de Chile y los clásicos vampiros y muertos vivientes que nos visitan en estas fechas. A diferencia del “truco o trato” del típico Halloween americano, en vez de golosinas, los terroríficos alfonsinos habían sacado sus más selectos brebajes (al fin y al cabo es una fiesta, y el Don Rodrigo y la cerveza no pueden faltar), lo cual ayudaría a más de un residente a realizar algún truco para cerrar algún trato... La música animó al personal para calmar sus corazones de tanto susto, incluso se pudo ver a cierto payaso de pelo naranja animando a todos con una cálida sonrisa. La nota de humor la puso, sobre todo, cierto hombre ahorcado cuyos chistes no se le van de la cabeza ni aun colgado de un árbol. Después de los grandes momentos en la Delibes, los alfonsinos se desperdigaron para sembrar el terror por la ciudad de Valladolid, concretamente en Mambo (¿por qué iba a parar la fiesta?), donde el suministro de alcohol era bastante más variado que en la Delibes. Ni que decir tiene que allí no quedó ni una gota de bebida, al menos que se pudiera beber sin miedo a morir. La fiesta finalizó, y llegó el último momento aterrador: dejar todo como estaba. Los valientes que se atrevieron a recoger los desechos que habían dejado las múltiples criaturas que habitaron la noche se merecen una condecoración; a saber qué encontrarían, desde restos de sangre que algún vampiro derramó por allí, algún cerebro de un zombie olvidadizo o alguna muñeca de aquellas siniestras niñas cuya mirada congelaría a cualquiera de nosotros. Pero, al final, nos quedan los buenos recuerdos de lo que fue una gran fiesta, como muchas otras que ha habido y habrá en el Alfonso, aunque esperemos que no estén plagadas de seres tan espantosos como los de esta noche de Halloween que no se nos irá de la cabeza (aunque más de uno ni recordará que era Halloween debido a la sangre con whisky o a saber qué otras bebidas…).

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