El Legado - Aldo Puig

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despacito y ordenada siguiendo las terrazas y salía al canal, donde se atropellaba y a borbotones y con fuerza se iba al arroyo. Pasaban a veces personas de otros lugares y decían que estábamos locos los aldeanos porque rompíamos el campo llenándolo de puros surcos y encima volcábamos el agua a un canal empastado”. Fertilizaron y sistematizaron todos los lotes hasta completar sus 120 hectáreas. Y el cambio no se hizo esperar. Lo que sembraban daba. “Falleció mi padre en el año 1991 pero alcanzo a ver como el campo era otro y eso lo hizo inmensamente feliz. No fue fácil convencerlo pero luego se reía porque no podía entender que el agua iba por donde estaban construidas las terrazas a pesar que él veía que subían para la loma. Nos empezó a ir bien y arrendamos campo y esas tierras que arrendamos también las sistematizamos, primero porque nosotros ya no queremos andar renegando y trabajando entre los zanjones y segundo porque la gente tiene que tomar conciencia que esta es la forma de trabajar, cuidando el suelo”. Antes y después de las terrazas Y los Rauch siempre fueron agricultores y aún hoy lo siguen siendo. Pero en un momento muy crítico y cuando ya parecía que no quedaba nada de que aferrarse y cuando los hijos se estaban yendo uno a uno buscando otros destinos, apareció el tambo. Y el tambo fue otra historia y merece ser contada porque arrancaron, pero arrancaron. Un tachito de 20 litros que llevaban en un sulky a la ruta, fue el comienzo. Lenta pero progresivamente llenaron primero uno de cincuenta y luego ya fueron dos y tres y ordeñaron de pronto 300 litros que trasladaban en un carro ruso. “Y luego se aumentó mucho y ya vino el camión a casa. Y ese sí que fue un logro, dice complacido Alcides y continúa relatando, “Ahora estamos más allá de los 3000 litros por día. Somos tres hermanos, socios. Les compramos la parte a los otros que se fueron. Ahora la diferencia es más que notable. Se puede vivir de vuelta. Tenemos casa, auto, camionetas para el trabajo y estamos bien”. Se le cortan las palabras de emoción a este gringo grandote y lleno de energía. Sus ojos cargados de lágrimas riegan gota a gota el suelo que lo protegió y amparó. Se recompone y agradecido dice:

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