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Cómo vivir la Navidad hoy

“Ven, ven, ya escucho tus señales...”.

Cuando el Viento de Navidad comienza a soplar; cuando el cielo se inclina una vez más sobre la faz de la tierra, uno no puede permanecer indiferente. Ciertamente, vivimos en una época de corazones petrificados e indiferentes, de negación y egoísmo, de sordera. Vivimos como nunca la dura realidad de una sociedad que se ha cerrado al diálogo, al uso de la Palabra de Dios y a la fe misma, con un corazón humano muy frío.

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Celebrar la Navidad, en este momento, es tener una fuerte reacción contra todo esto. Es necesario recoger las pajas del pesebre que calentaron al Niño Jesús para avivar nuestros corazones con el fuego del amor que se encarna en Emanuel. Es necesario creer que luchar por la justicia, por la paz, nunca ha sido ni será en vano. Es necesario retomar el pincel de la esperanza para colorear el horizonte de la humanidad, tan necesitada de redención y de nuevas formas de convivencia.

En un universo marcado por el odio y la violencia, por tantas agresiones al ser humano y al medio ambiente, la sacralidad de la Navidad debe hablar con elocuencia a través de nuestro testimonio de fe y esperanza de que un mundo nuevo es posible.

Celebrar bien la Navidad hoy es mantener viva nuestra existencia de peregrinos y misioneros. Significa no perder la oportunidad de hacer arder el corazón y emprender un camino (Lc. 24, 32-33). Es hacer arder el corazón de nuestras familias y miembros de la comunidad, promoviendo y participando en los encuentros de preparación a la Navidad. No debe omitirse de cara a la Campaña de Evangelización. Es volver a recordar que hay un ejemplo extraordinario a seguir, convirtiéndolo en un referente para toda nuestra forma de ser y actuar. Es tener un profundo sentimiento de pertenencia a la Iglesia sinodal, de participación, de comunión y de misión.

Así como el nacimiento de Jesús dividió el calendario humano en dos tiempos notables, la Navidad de este año también debe marcar nuestra vida como un tiempo de vida nueva, en el que no se tratará sólo de poesía, de luces, de bellos pesebres, de festejos, sino de gozosos recuerdos que nunca hemos sido olvidados por nuestro Dios que no está por encima de nosotros, sino en medio de nosotros, hasta el punto de convertirse en nuestro compañero en nuestra vida y en nuestra lucha, en la cual, la primera causa será siempre Él y Su Reino.

Cada Navidad tiene un significado vocacional, este año no puede ser diferente, porque estamos en el año vocacional. Ciertamente, la Navidad es gracia y misión, es un tiempo especial para sentirnos y vivir como discípulos misioneros del Señor Jesús que sopla sobre nosotros y nos envía como lo hizo en el pasado con los primeros apóstoles y discípulos.