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Misión en Kuare, Papua Nueva Guinea

Recuerdo durante mi primera misión en Kuare, viví la Navidad con mis feligreses. También, fue mi primera Navidad en Papúa. En lo profundo de la selva, una misión lejos de la carretera principal esconde la belleza de la comunidad de personas reunidas en torno a Jesús, y la vida sencilla y ordinaria de una aldea tribal, con todos los problemas a los que se enfrenta la comunidad. Bellamente situada en el valle la misión al pie del monte Keresa, que durante siglos había sido la montaña sagrada de los antepasados de las tribus Kewabi y Wiru, con los fieles de esta zona, se ha convertido en mi Belén.

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La Iglesia parroquial sufrió graves daños a lo largo de los años. También se encuentra aquí la escuela y el pequeño hospital, unas cuantas tiendas con productos básicos como arroz, sopas chinas o latas de atún. No tenían un pesebre tradicional a nuestro entender, así que tan pronto como logré conseguir y traer figuras bastante grandes, estaba anhelando que llegara la Navidad. Nadie supo lo que escondía en mi casa durante casi medio año. Y todos los días miraba estas figuras y esperaba la primera estrella en el cielo como un niño. Había llegado el momento y, al amparo de la noche, trasladé las figuras de mi casa a la Iglesia. Nadie sabía lo que estaba planeando. La noche anterior de Nochebuena, decoré la Iglesia a la luz de la luna y una pequeña antorcha. Cuando terminé, cerré las ventanas y la puerta de la Iglesia por primera vez. Por la mañana, cuando la gente llegó a la Iglesia, se sorprendieron mucho porque por primera vez en la historia de la misión en este pueblo, la Iglesia estaba cerrada. Sólo anuncié la Adoración del Santísimo y la Misa vespertina. Pedí también, que cada familia preparara alguna comida. Sabían solamente que íbamos a rezar y que habría la Misa.

Al anochecer, cuando todo el pueblo estaba reunido, orábamos en la vigilia de Nochebuena. Leí un fragmento de la Biblia y bendije la comida. Nuestra Nochebuena fue muy sencilla, nos sentamos en el césped compartiendo la comida que habíamos traído. Cada familia compartió algo conmigo, y tuve la mayor cantidad de alimentos de todos, para la alegría de los niños y los ancianos con quienes pude compartirlos. Un gozo tremendo llenó nuestros corazones, pero yo estaba esperando que se ponga el sol. Cuando oscureció, comenzamos rezar los misterios gozosos del

Rosario, relacionados con la Navidad. Encendimos el generador y cantando fuimos hacia la Iglesia. Todos estaban alegres por la Natividad de Jesús. La Iglesia estaba oscura, tan solo pequeñas lámparas iluminaban el pesebre y las figuras de Jesús, María y José.

Cuando abrí la Iglesia y vieron el pesebre con las figuras de la Sagrada Familia, pastores, animales y el Ángel, no podían creer lo que veían. La sorpresa y la alegría hicieron callar el canto y se escucharon gritos de alegría y aplausos a Jesús. Su vista asombrosa y su alegría, todo parecía muy real y los niños se acercaron para enseñar con los dedos a los camellos y los Reyes Magos. Nunca olvidaré lo que estaba pasando en mi corazón, lloré con ellos, disfrutando de lo que estaba viendo. Igual, cuando era niño, miraba con deleite el mundo colorido del Misterio de la Navidad. Comenzamos la Adoración y luego la Santa Misa. Largo tiempo después de la Misa, la gente adoraba a Jesús rezando en silencio.

Y así, durante todo el tiempo de Navidad, nos reuníamos por la noche para quedarnos con la Sagrada Familia en nuestro Belén de Papúa a la luz de las velas y las pequeñas luces navideñas. Fue divertido, cuando los feligreses me dijeron que no querían desmontar el Belén después de Navidad, pero me pidieron que se quedara todo el año. Les dije que a mí también me encanta la Navidad, pero debemos perder este Misterio y prepararnos de nuevo durante el Adviento del próximo año. Fueron mis fiestas de Navidad más hermosas, no solo en Papúa, sino probablemente en mi vida adulta. Vi que debo volverme como un niño para alegrarme de la Natividad del Señor, que debo anhelar y prepararme cada año para este misterio extraordinario de la presencia de Jesús entre nosotros.

Los papúes me enseñaron la alegría de la Navidad, alegría y lágrimas en mi rostro y un corazón lleno de gratitud a Dios porque en esta oscuridad nació una Luz que ilumina toda oscuridad hasta el día de hoy.

Dios nos llama a partir de nuestra realidad, desde nuestro contexto histórico. A Dios no le importa la condición de vida que cada uno asuma en su camino de vida. No mira el tipo de familia que tenemos, sino el corazón de quienes se sienten llamados a esta misión de evangelización. La invitación de Jesús siempre ha sido y sigue estando abierta a todos, es decir, a los hombres y mujeres de buena voluntad y libre espontaneidad para asumir tal misión. Jesús nos llama para que estemos todos en la misma barca, pero cada uno con su remo, colaborando en el funcionamiento de la misma barca que es su Iglesia. "¡Vaya! ¡Señor Yahvé, he aquí que no sé hablar, porque todavía soy un niño! (Jeremías 1, 6). Como el joven Jeremías, aún antes de salir de la casa de mis padres, me sentía pequeño, ante una misión tan grande que Dios me preparaba, me sentía como un niño que aún no sabía hablar. Pero ahora me doy cuenta de que Dios nos conoce incluso antes de que fuéramos creados, nos elige y nos consagra para su gran misión, por eso Dios usa nuestra pequeñez para realizar su obra.

De hecho, me sentí llamado a una misión desde que era adolescente. Entré al grupo vocacional en 2005, acompañado por los misioneros de Boa Nova, y las hermanitas de la Inmaculada Concepción, de Santa Paulina, y del animador parroquial de las vocaciones, en la parroquia de San Miguel Arcángel de Malema.

En 2010, después de un largo camino vocacional, conocí a los Misioneros de la Sagrada Familia. En 2011 me despedí por primera vez de mis padres, para la misión en Mecubúri. Fue el 4 de mayo de 2013 que partí de tierras mozambiqueñas rumbo a Brasil, para continuar con mi formación. De 2014 a 2016 recibí formación filosófica, y en 2017 tuve la gracia de hacer el noviciado en Santiago de Chile.

El 24 de febrero de 2018 hice mi primera consagración a Dios, a través de los votos religiosos. De 2018 a 2020 tomé el curso de Teología en Minas Gerais. En diciembre de 2020, después de terminar el tercer año de Teología, fui destinado a la misión en Mozambique, específicamente a la casa de formación en la ciudad de Nampula, para ayudar con el trabajo ahí iniciado. En esta perspectiva, comparto la alegría de mi experiencia misionera en tierras mozambiqueñas. La misión es ardua, pero posible de realizar en la medida que nos entreguemos a la misma causa. Me gustaría destacar aquí la buena convivencia entre los formadores y los formandos, creo que estamos comprometidos a concretizar los ideales de nuestro fundador, P. Juan Berthier, de construir comunidades fraternas, en estas tierras mozambiqueñas.

Por eso, después de la hermosa experiencia del camino vocacional, me entrego definitivamente a Dios y a su Iglesia, a través de mis Votos Perpetuos. Mi Sí a Dios es una respuesta positiva al proyecto de los Misioneros de la Sagrada Familia en Mozambique. Esta misión, que comenzó en 2007, llega hoy con los 15 años que los MSF llevan trabajando en Mozambique. Es una misión desafiante, pero muy atractiva y llena de amor. Como es sabido, los misioneros insertos en esta realidad no sólo se dedican a servir a las comunidades, sino a los diversos proyectos sociales: proyecto del Instituto agrario, proyecto el niño aprende, la Aldea Infantil, entre otros. La comunidad local de Mozambique busca corresponder al carisma de la “Misión” en sus tres tareas específicas: atender las comunidades, animar a las Familias y animación vocacional. Como primera vocación de los MSF en este país, comparto la alegría de ser acogido y de creer en mi vocación.

La misión de Mecubúri es uno de los ejemplos de buena organización, dedicación y celo por el Evangelio, en unidad y comunión con la Arquidiócesis de Nampula. La presencia de los misioneros es muy significativa y muy importante para el pueblo. Por tanto, la misión debe ser alimentada por cada uno de los que formamos parte de este proyecto, a través de la oración y diversas formas de colaboración. Actualmente, la misión cuenta con 9 formandos, de los cuales 6 son aspirantes y 3 postulantes. Esto nos alegra mucho, ya que podemos ver los frutos del trabajo misionero realizado aquí, por lo que creemos en la colaboración y disponibilidad de todos los miembros. La misión de Mozambique está contenta con la presencia de un miembro más, la presencia del Padre Adilson Assmann, quien será un refuerzo para esta gran misión, que incluye más de 300 comunidades, como también la animación y fortalecimiento en la casa de formación de Nampula. En vista de ello, nos queda agradecer al señor de la mies, al cultivador de vocaciones que nos motiva cada día a responder Sí al compromiso asumido. Que el Dios de la vida siga inspirándonos en el Espíritu de la misión. Fuerza a los enviados más allá de sus fronteras.

25 años de misión de los MSF en Bolivia

Proyectos y Acciones

Este año la misión en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra cumplió 25 años. Misión concebida desde un deseo común de las ex provincias MSF de América Latina como espíritu de congregación y acción por el centenario de nuestra fundación (1895-1995). En 1993, durante el VII Encuentro Interamericano de los MSF, se elaboró el Proyecto Misionero Interamericano, en el que se destaca que este

"“Proyecto Misionero de la Región Americana de los Misioneros de la Sagrada Familia fue concebido como un servicio al pueblo concreto con su Iglesia local donde encontramos mayor urgencia y nos invita a acompañarlos; como una modesta contribución de nuestras provincias a la celebración del Centenario de la Congregación; y como medio para dinamizar nuestro carisma y espiritualidad de manera encarnada”.

En estos 25 años, mirando las urgencias, hemos desarrollado servicios concretos a la Iglesia cruceña. Hoy contamos con la Guardería Nazareth, Proyecto Padre Juan Berthier, Centro de Espiritualidad Nazaret. Asimismo, contribuimos a un modelo de comunidad parroquial de Comunidades, prestando especial atención a las Comunidades Eclesiásticas de Base - CEB's.

La Guardería Nazareth es un Centro Infantil creado el año 2000, que acoge a infantes desde los seis meses hasta los cinco años y tiene capacidad para atender hasta 80 menores, ofreciendo un buen desarrollo físico e intelectual, permitiendo así a los padres trabajar sin preocupaciones, sabiendo que sus hijos/as están bajo el cuidado de profesionales.

Con interés en la Congregación, en nuestra misión e inspirados por nuestro fundador, un grupo de feligreses creó, en 2015, el Proyecto Padre Juan Berthier, que atiende hasta 20 menores, adolescentes y jóvenes con capacidades diferentes, así como a sus familias, brindando así un seguimiento integral de la persona.

Y para la asistencia espiritual se construyó el Centro de Espiritualidad Nazaret, un espacio que alberga cómodamente hasta 60 personas para encuentros pastorales o retiros espirituales. El Centro de Espiritualidad es una oportunidad para que los feligreses disfruten de un lugar de formación cristiana y mística. Sin embargo, es un espacio abierto que también acoge actividades y grupos de toda la arquidiócesis y de toda la Iglesia en Bolivia, es un espacio mayoritariamente misionero.

Nuestras parroquias María Reina de las Américas y Nuestra Señora del Rosario se encuentran ambas ubicadas en el espacio geográfico de distribución urbana que se denomina anillo. Estamos ubicados en el último, que es el octavo, que está alejado del centro y tiene una gran área geográfica. Esta realidad nos ha favorecido para promover Comunidades Eclesiásticas de Base - CEB's, donde en los barrios más alejados de la matriz parroquial, las familias se reúnen periódicamente en los hogares, para celebrar la fe y compartir entre sí la realidad de sus vidas y, así, contribuir solidariamente unos con otros en el espíritu de las primeras comunidades cristianas. Al menos una vez al mes, en casas o plazas, celebramos con ellos la Eucaristía, animándolos en la unidad y caridad de la Iglesia.

Estas son algunas de nuestras áreas de misión que hemos desarrollado durante estos 25 años. Con la protección de la Virgen de la Salette y el espíritu de la Sagrada Familia, seguimos animados y animando la misión a la llamada de “estar siempre cerca de los que están lejos”.