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EPÍLOGO: JAPÓN FRENTE A UNA ERA DE DESENCANTO

Por Alejandro Carlos Uscanga Prieto

Japón se encuentra en zozobra y, pensaría que también drenado de energía. Es decir, esa fortaleza que demostró durante su proceso de modernización durante el periodo Meiji, o la misma fuerza que le permitió recuperarse después de ser una potencia perdedora durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Dónde está ese ímpetu que marcó la historia de Japón desde finales del siglo XIX?

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El sentido de la “Era de Desencanto” se percibe cómo la naturaleza de la Sociedad Internacional y la gestión propia del Estado Nacional han cambiado (de manera abrupta pero también paulatina) al incursar en la tercera década del siglo XX y que ha generado rupturas en los principios de la gobernanza global; y en lo particular, ha ampliado las fisuras del contrato social que había permitido el funcionamiento y reproducción de las sociedades con márgenes de certeza y certidumbre durante la Posguerra.

De manera independiente de la forma en que cada país escogió en su organización política y social, se pudo observar que había credibilidad por parte de sus ciudadanos de las políticas gubernamentales, que las estrategias políticas y económicas generaban beneficios (en muchas ocasiones no distribuidos equitativamente) produciendo optimismo y una visión hacia un futuro.

Fuente: https://bit ly/3C9191k

Fuente: https://bit ly/3I5EPJD

Los anteriores ejemplos reflejan a una sociedad japonesa cambiante, que ha encontrado a su modelo social y económico carente de funcionalidad por estar ya caducado para garantizar su bienestar presente y para generar certidumbre a las próximas generaciones.

Sin lugar a duda, Japón enfrenta está en una disyuntiva sobre qué camino emprender y las rutas no son claras frente al incremento de las presiones internacionales ante la mayor volatibilidad del este de Asia y frente a su propia sociedad más abierta y vocal.

Sin lugar duda, la pandemia del COVID 19 incrementó las expresiones de malestar en todo el mundo por las políticas restrictivas que implicó graves daños económicos y fracturas de la convivencia social. Japón no fue la excepción. Además, esa situación, se profundizó por el compromiso de la organización de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos que en otros tiempos hubiera permitido, como sucedió en 1964, hacer visible a Japón en la escena mundial por organizar un evento deportivo haciendo despliegue de los avances tecnológicos. Empero, el escrutinio público se concentró en cuestionar su viabilidad frente a la emergencia sanitaria. Indudablemente son signos de otros tiempos con percepciones menos optimistas donde Japón busca encontrar un lugar en la palestra mundial que indudablemente ha perdido.