¿Por qué las cosas se llaman como se llaman?

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Saber hablar implica saber dominar ciertos sonidos,

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y estos a su vez se convierten, con la práctica, la imitación y el tiempo, en fonemas, es decir, sonidos que representan cosas, conceptos, sensaciones... ¡lo que sea! Gracias a ellos podemos hacernos entender y decirle al otro si algo nos gusta o no. Por ejemplo: ¡guácala! A medida que vamos creciendo, nos hacemos más conscientes sobre el poder de las palabras .

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De pequeños, ni siquiera lo sabemos, pero son capaces de crear (por ejemplo, una amistad) o hasta destruir (las palabras no indicadas pueden llevar a perder la confianza de alguien, o hasta un empleo). Las palabras tienen el poder de hacernos sentir, vivir y hasta soñar; de construir historias junto con la imaginación o hacernos volar hasta lugares ficticios. Pero quizá el poder más grande de las palabras es el de significar. Sí, ¡significar! ¿Por qué las cosas se llaman como se llaman?


En este punto te preguntarás, ¿qué es significar? Pues es asignarle a algo un nombre, un conjunto de sonidos, de fonemas, a algo. Sin embargo, dar nombre a una cosa no es tarea fácil y no se puede hacer de la nada. Imagínate que hay un grupo de personas en un salón y al parecer, ninguno sabe hablar. En cierto momento, uno de ellos comienza a señalar un rectángulo de madera que está ubicado en uno de los lados del salón. Las otras personas comienzan a hacer lo mismo, pero como ninguno sabe hablar, no pueden ni decir lo que están pensando, ni entender lo que los otros quieren expresar. En poco tiempo algunos comienzan a desesperarse, mientras que otros, impotentes, se molestan. Pero la historia no puede terminar ahí. Una de las personas que aún queda, que llamaremos Juana, comprende lo que tratan de preguntar: todos quieren saber qué hay detrás de ese rectángulo de madera.

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Con esto en mente, Juana decide reunir a todos los que aún permanecen en el lugar y con calma y paciencia, trata de explicarles la situación valiéndose de señas, gestos y uno que otro movimiento de manos. Una vez todos comprenden, uno de los presentes vuelve a señalar el lugar en cuestión y con tono decidido suelta algunos sonidos de su boca para decir: "PUERTA". Asombrados, todos se miran en lo que parece ser un común acuerdo, y de un momento a otro, comienzan a decir la palabra varias veces. ¡Qué emoción! Ya hay una forma de llamar al rectángulo café. Aquel grupo salió del lugar y a cada familiar o amigo le señalan la puerta para repetir la palabra, difundiéndola por todas partes, haciendo de ella un convenio.

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¿Convenio? Sí, porque desde ese día todos acordaron usar la palabra puerta para referirse al mismo objeto. Esto les permitió incluso hablar de ella cuando no tenían una puerta cerca.

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Con esta historia, podemos darnos cuenta de dos cosas: Primero, la palabra (a la que llamaremos

"signo"), es arbitraria.

Es decir, la relación entre objeto y signo es el resultado de un acuerdo, lo que implica que depende de una convención.

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Dicho de otra manera, las palabras no -se seleccionan a través de un proceso racional para determinar si una "puerta" se debe llamar así y no, por ejemplo, "lechuga". teniendo en cuenta todo lo anterior, para nombrar algo las personas tienen que ponerse de acuerdo, o sea, deben hacer acuerdos o convenios. No podemos ir por ahí bautizando cada cosa que vemos como se nos ocurra, o como nos suene mejor. Segundo,

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Estos acuerdos nos demuestran que nosotros, los seres humanos, no estamos necesariamente motivados por la realidad, porque si lo estuviéramos, todas las cosas en este mundo tendrían el mismo nombre en todas las lenguas y sería imposible saber de qué hablan los otros.

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Además, también hay que tener en cuenta que ningún objeto, persona o animal nacen con la palabra con la que se les nombra. ¿Acaso han visto algún niño salir del vientre de su madre con una manilla que diga, por ejemplo, Samuel? Por eso hacemos los acuerdos.

¿Por qué las cosas se llaman como se llaman?

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En conclusión, ¿cómo las cosas adquieren su nombre? Lo único que se necesita es un grupo de personas que estén de acuerdo en que algo se llame de determinada manera y que algunas otras usen esa palabra y la acepten. Por cierto, ¿ya encontraste alguna cosa que aún no tenga nombre? ¿Qué tal inventar uno?


¡Preguntas y actividades! En algún momento el ser humano ideó una forma de utilizar su voz para comunicarse, pero ¿cómo piensas que se creó el primer idioma?

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