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De la prohibición de existencia al delirio de usurpación

Fernando Rodríguez del Toro

Difícil ha sido el tránsito del Partido Comunista de Venezuela (PCV), desde la prisión de Pío Tamayo, uno de los pioneros del marxismo durante la dictadura de Gómez, preludio de la conformación de la primera célula del PCV en el país en 1931, hasta el delirio por la usurpación que se intenta ejecutar contra el partido actualmente. No obstante, a pesar de las heridas, el Gallo Rojo siempre ha salido con la frente en alto. Nada ha podido borrarlo, ni de la historia nacional, ni de su presente.

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No pudo contra él la constitución de López Contreras, que prohibía expresamente las actividades comunistas en Venezuela, ni tampoco el asalto al poder de Acción Democrática en 1945, que incluyó la embestida e intento de cooptación absoluta de las organizaciones sindicales y campesinas (parece una premonición de lo que han vuelto a intentar algunos en el pasado más reciente).

Siguió a continuación la dictadura de Pérez Jiménez y con ella la persecución implacable de la militancia comunista, y sin embargo el PCV fue decisivo para la caída de la tiranía a través de la construcción de la Junta Patriótica. Entonces vino de nuevo ¿la traición? (bueno, habría que dudar); llegó la represión destinada a aniquilar la actividad de los comunistas de la manera más brutal.

Llegó luego la lucha armada en los años sesenta, y con ella, asesinados, heridos, tortura- dos y desparecidos. Y de nuevo el valor para enfrentarlo todo, para resistir. Recordemos que el PCV fue ilegalizado por los adecos y sus parlamentarios desaforados.

El enemigo contaba con todo el respaldo logístico y material proveniente de Washington, y cómo obviar un factor que poco se menciona: la maquinaria mediática hegemónica, que demonizaba a los que pensaban distinto, y que logró de cierto modo imponer el modelo que el pacto de élites de Punto Fijo había acordado no sólo en contra del PCV, sino contra todo el movimiento popular surgido al calor de la victoria ante la dictadura.

Curando sus heridas, volvió el partido a la legalidad, y casi de inmediato sobrevino el zarpa- zo de la división más grande y notable sufrida por el PCV y sobre todo, por la Juventud Comunista. Pero tampoco pudieron los que, evidentemente, trataron de llevarse por medio a toda la organización, incluidos sus bienes.

Los siguientes años fueron un poco más calmados, pero no exentos de represión y persecuciones. ¿Era o no era Alí Primera un comunista perseguido?

Y así llegamos al período del chavismo y de expectativas que a partir de la década de 2010 se fueron diluyendo. Hasta estos días de delirantes e incluso ridículos (por los métodos y las formas) intentos de usurpación. La respuesta será la misma de siempre: ahora más que nunca, dar la cara.