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Olga Margarita Luzardo Finol: Pasión e ideología

Jorge Pérez Mancebo Economista

La querida Olga nació en Paraguaipoa, estado Zulia, el 29 de febrero de 1916. Aunque su hija Yguaraya tiene una partida de nacimiento datada en 1918, hay tres datos que hacen que la primera fecha sea más probablemente la correcta: en primer lugar, la propia Olga siempre se refirió a 1916 como su año de nacimiento; además, en esos tiempos era muy usual no registrar a los niños por años; y, quizás lo determinante, no hay dudas de que su día de cumpleaños era el 29 de febrero, y el año 1918 no fue bisiesto.

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Si algo caracterizó a Olga era la pasión. Pasión por todo lo que hacía, desde que inició sus estudios con su hermana en un colegio para varones (por lo que siempre agradeció a su padre), pasando por obrera, sindicalista, luchadora por los derechos de la mujer (no le gustaba que le dijeran feminista), periodista, poeta, militante, líder política y hasta educadora en la Escuela Nacional de Cuadros «Ho Chi Minh» del Partido Comunista de Venezuela (PCV), ente que dirigió mientras sus fuerzas se lo permitieron.

Conocí a Olga en su faceta de educadora ideológica. Disciplinada, constante, metódica, dedicada y rigurosa; pero también comprensiva y, a pesar de su regio aspecto, afable y apacible en el proceso de formación. Recuerdo el cariño y empeño que ponía a los cursos organizados por módulos, «¿Qué es el PCV?», «Trabajo de masas», «Línea política», y «Economía Política», entre otros. A esta labor ella la llamaba «alfabetización política», título que a algunos no les gustaba.

También le imprimía dedicación a la sede de la escuela, ubicada en los altos mirandinos. Allí se impartían cursos de fin de semana y en ocasiones «retiros» de cuatro o cinco días, durante los cuales el traslado y la logística, dada la escasez de recursos, eran toda una proeza.

Se dedicó asimismo a la recopilación de libros, materiales y documentos para la creación de la biblioteca del PCV, abierta para militantes y estudiantes en la sede de Cantaclaro, sueño que hizo realidad.

Cuando Olga le «ponía el ojo» a alguien para que fuera candidato a instructor de la Escuela de Cuadros, lo mandaba a estudiar los materiales, a preparar una clase, a ordenar la exposición y a «meterla en tiempo» (cada módulo era de cuatro horas de 45 minutos). Luego, el candidato debía dictarle la clase a ella, con rotafolio, en tiempo real, ajustado al contenido estipulado, ni más ni menos.

Posteriormente, Olga asistía a los primeros cursos que el aspirante dictaba para corregir, complementar o aclarar cualquier error del aprendiz de instructor. Sólo lo «soltaba» cuando lo consideraba totalmente apto.

Ninguna de sus limitaciones de salud, ni siquiera su lesión de cadera, la detuvieron para viajar e impartir sus enseñanzas, sin importar lo retirado y agreste del sitio. Su trabajo en la Secretaría de Ideología del PCV y en la Dirección de la Escuela de Cuadros era diario, incansable.

La recuerdo en su oficina leyendo, revisando documentos, hablando por teléfono y recibiendo gente constantemente. Ahí se programaban los cursos con las regiones, se planeaban los traslados, se buscaban los recursos. Ni en esa oficina ni en su casa faltaba una foto de su gran referente: Gustavo Machado.

Olga pudo haber ocupado las más altas responsabilidades en el PCV; sus fuertes y firmes opiniones en el ámbito político e ideológico, así como su condición de mujer que no se amilanaba, son prueba de ello. No obstante, su vocación como formadora de cuadros marcó su vida militante. La mayor de sus pasiones fue siempre su partido.