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Los límites de las tecnologías agrícolas al servicio del capital

Alonso Ojeda Falcón. Especial para TP Doctor en Ecología

Cuando un agricultor inicia un fomento agrícola, además de las consideraciones técnicas y ambientales, por ejemplo, necesita decidir a quién tributará finalmente su esfuerzo.

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En los últimos sesenta años, el esfuerzo de muchos agricultores ha terminado enriqueciendo más a los más ricos, a los dueños de las grandes corporaciones trasnacionales, porque la agricultura «moderna» (otros la llaman «de precisión») es un conjunto de tecnologías dependientes de los fertilizantes solubles, de los agroquímicos, los agrotóxicos, las semillas transgénicas y otros numerosos insumos agroindustriales.

La ruta agroecológica provee a los agricultores de tecnologías limpias, libres de agrotóxicos, con altos rendimientos agrícolas y bajos costos de producción. Estas tecnologías tienen su base en la conservación y la calidad de los activos y los procesos biológicos, lo que permite, por una parte, maximizar el aprovechamiento de la radiación solar y, al mismo tiempo, inducir eficientes procesos de descomposición que proveen a los cultivos de crecientes cantidades de nutrientes y de sustancias promotoras del crecimiento, independientemente de la extensión de la unidad de producción.

Por estas razones, es crucial el carácter de la tecnología agrícola que se elija, particularmente si se apuesta a la emancipación, a romper las cadenas de la dependencia derivadas de la ló- gica capitalista, y con ello, lograr mejores condiciones de producción, rentabilidad y autogestión familiar o asociada.

Agroecolog A Y Pol Tica

Lo anterior también tiene consecuencias similares en términos de las políticas públicas para el sector agrícola, especialmente en los países llamados «de la periferia», pues las tecnologías agroecológicas constituyen un ahorro para la nación y tributan a favor de la soberanía alimentaria, pero sobre todo tienen un impacto decisivo en el crecimiento y conservación de los ecosistemas, las fuentes de agua y en general sobre la calidad de los bienes comunes de aguas y suelos.

Las tecnologías capitalistas, hoy devenidas en fuerzas destructivas de la naturaleza, ya no