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Jóvenes vidas vocacionadas

MANUEL RUPÉREZ:

“Ser salesiano coadjutor es apostar por la vida religiosa, la fraternidad y la entrega total a los jóvenes”

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Manuel nació en Madrid, en el año 1980. Es hijo único. Perdió a sus padres siendo aún muy joven, experiencia que marcó intensamente su corazón. Estudió en los Salesianos de Atocha, para posteriormente licenciarse en Ingeniería Industrial. Le gusta leer, pasear, la poesía y el teatro. Después de varios años buscando cómo vivir la fe con más autenticidad, un retiro con los monjes benedictinos y una experiencia de voluntariado misionero en la República Dominicana, fueron decisivos para plantearse ser religioso.

Hizo el noviciado en Granada, profesando como salesiano coadjutor el 16 de agosto de 2012. Recuerda con especial cariño los tres años de tirocinio en el Colegio San José (Pizarrales), en Salamanca.

Desde el curso 2019-2020, Manuel se encuentra en Martí-Codolar (Barcelona), donde empezó la andadura de una casa para la formación específica de salesianos coadjutores de diversas partes del mundo, antes de realizar la profesión perpetua. Aquí fue destinado para ejercer el servicio de formador y colabora, además, en la Plataforma Social de la obra.

Cuando a Manuel le preguntan por qué es salesiano coadjutor, con frecuencia responde así: “Don Bosco creó una familia grande, y cuando decidió fundar la congregación salesiana, quiso que todos, laicos y sacerdotes, pudieran seguir el estilo de vida religiosa que él había pensado. Ser coadjutor significa apostar por la vida religiosa, la fraternidad y la entrega total a los jóvenes. Y yo vivo todo esto de manera plena desde mi opción como consagrado laico”.

Sobre cómo surgió su vocación, Manuel asegura que, en sus años como alumno de Atocha, llegó a descubrir una manera de vivir y de educar que le dejó una huella profunda en su propia persona. Él sentía que Dios lo llamaba a dedicar su vida a los jóvenes, como había visto que habían hecho aquellos salesianos que ahora eran sus hermanos.

Manuel Rupérez (a la izquierda) junto a otros salesianos coadjutores de otros países en Barcelona.

Y además, su experiencia como voluntario en América le hizo pensar que esa llamada iba más allá de su lugar habitual de vida para llevarle a otros continentes. Por eso, al terminar el primer año en el Teologado, marchó para Filipinas-Malasia. Aprendió mucho de aquella gente y sigue deseando formar parte del proyecto misionero de la Congregación.

Manuel admira de Don Bosco su pasión pastoral y su capacidad incansable de trabajo. Por eso, cada día se esfuerza por responder a la llamada de Dios, emulando la bondad y la entrega del Buen Pastor, tal como reflejan las Constituciones salesianas. Considera que su opción de vida merece la pena y anima a todos los jóvenes a descubrir la llamada que Dios tiene para cada uno: una vocación personal, un camino hacia Dios haciendo que este mundo sea un poco mejor cada día.

Jorge Juan Reyes, sdb ief@salesianos.edu