Crónicas Suecas I. La llegada

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Crónicas Suecas: Capítulo I - La Llegada Si alguna vez tenéis que coger un vuelo en Barajas a las seis de la mañana, no os merece la pena que os toméis la molestia de presentaros en el aeropuerto dos horas antes con la esperanza de que te dejen facturar veinte kilos de más... Cual garito de Huertas, todos los guiris de Madrid están haciendo cola para tomar el mismo avión que tú y, por supuesto, te toca pagar sobrepeso. La despedida de los papás y hermanos fue más sencilla de lo previsto. Como quien ve un documental de la 2: "El joven pajarillo remonta el vuelo y abandona la jaula de oro...". Después lucecitas y especulaciones... Amanecer sobre Francia... Normandía cubierta de nubes y soñolienta escala en Amsterdam. Puntual como sólo puede serlo un avión allende nuestras fronteras, a las 10:05 en punto ya estamos rumbo a Estocolmo. - ¡¡Hay nieve... Aún hay nieve!!, me despierta Elsa gritando. En efecto, entre masas boscosas y límpidos lagos, a través de la ventanilla alcanzamos de nuevo a un invierno derrotado en otras latitudes que aquí aún amenaza con alguna escaramuza. En el aeropuerto estocolmeño de Arlanda nos espera un señor chileno de unos 60 años suecos que al cambio vendrían a ser como 50 bien llevados en España. Se llama Igor y es nuestro tutor. En su Volvo ranchera estándar (aquí todo el mundo tiene un Volvo ranchera estándar), cabe todo el equipaje para el que en Madrid fueron necesarios los dos coches familiares de nuestros viejos. En la radio suena "clandestino" de Manu Chao y uno no puede evitar sentir una cierta sensación de camaradería del ostracismo para con nuestro receptor. Durante el trayecto hasta nuestra nueva casa no aparto la vista del retrovisor sin salir de mi asombro: vamos a 80 por el centro de una autopista de tres carriles sin nadie iluminando nuestro trasero. Pese a que el asfalto es de buena calidad, por el sonido da la sensación de que vamos por un camino de grava. "Son los neumáticos de clavos -nos explica Igor-. La semana que viene como muy tarde he de mudarlos". Llegamos a Rinkeby, nuestro barrio. No se parece a nada que hayamos visto antes: se coge una comuna de apartamentos estudiantiles con la estructura de los bloques de apartamentos playeros de Benidorm, se pone todo a fuego lento con vastas áreas de bosques colindantes y se vierte en su interior una


cantidad ingente de inmigrantes de hasta 170 nacionalidades diferentes, a todo ello le sumas dos españolitos más y lo dejas reposar. Número 71 de, al loro con la calle, Rinkebysvärgen (la curva de Rinkeby, traducción literal). En la puerta número 101, o sea la nuestro, se oyen voces. Se supone que el apartamento está vacío pero no; en realidad hay cuatro mendas de buen rollo que se acaban de levantar y nos ofrecen café como si nos estuviesen esperando. Igor que no sale de su asombro necesita sentarse y nosotros nos ponemos a hablar con los tipos y declinamos amablemente su oferta. Una vez reestablecido, el chileno anima a los jóvenes a abandonar la estancia y se disculpa pues esto no estaba en los planes. "En el apartamento vive otra chica francesa, Audrey, que ahora mismo está de vacaciones en su país -nos explica Igor- y ella me dijo que un amigo suyo pasaría una noche en el piso..., pero no me esperaba nada de esto". El caso es que, entre la francesa y sus "colegas", el apartamento que habría de ser nuestro nuevo hogar tenía más mierda que el palo un gallinero, por emplear una expresión castiza. Dos jergones, a todas luces empleados para el amor o sus derivados hace pocas horas, serían nuestras camas esa noche... Sinceramente, cuando Igor salió por la puerta poco después, Elsa y yo nos planteamos seriamente si deshacer las maletas. Afortunadamente, por ahora, uno de los dos descorrió la primera cremallera. Esa misma noche, conocimos a Kårin, la tercera mujer de Igor y a los dos últimos de sus seis o siete hijos: Nils y Hanna. Nos invitaron a cenar en su casa tacos mexicanos y, entre copa y copa de vino, nos dedicamos a hacer lo que universalmente se hace en la sobremesa: solucionar el mundo. Las casas suecas son un poco como ellos: funcionales. Son más bien cuadradas, la cocina es el centro de la misma y desde ella se accede tanto al salón como a las habitaciones y al recibidor. Disponen de doble cristal blindado como el de la caja de ahorros y nunca de persianas. Cada miembro de la familia tiene su propio cuarto con su propia cama, su propia tele, su propio ordenador, su propio todo... Dicen que si no se frustran. Al entrar has de dejar tu calzado en el hall y ponerte unas zapatillas de andar por casa o, en su defecto, caminar en calcetines por el suelo que habitualmente es de madera. El baño es muy gracioso: el suelo es de sintasol y tiene un sumidero en medio. El bater no tiene tapa y el lavabo carece de utilidad porque no está incrustado en la pared y todo el agua se sale por los bordes, entonces entra en juego el sumidero. Es una gozada lavarte la cara como en los anuncios de la tele, salpicándolo todo sin problemas y sin que tu madre se vuelva loca por el "espergis". Los suecos se saludan diciendo "jei" como Julio Iglesias. Exactamente igual. Y los más eufóricos dicen "jei-jei" que es cuando se alegran mucho de verte.


Son muy buena gente y dice Elsa que tiene cara de gnomos. Sonríen mucho y les gusta verte sonreír y hacer el ganso. Pero también son muy serios a veces y su cara te aclara que aquí no valen medias verónicas. No se les entiende un carajo pero lo que dicen suena bien. El sueco no es como el alemán. Es más cantarín y melódico. Cuando te escuchan aspiran como si tuviesen asma para darte a entender que te están prestado toda su atención. Vendría a ser el "ajá" español, sólo que ellos te miran a los ojos mientras aspiran. Luego están lo nombres de los sitios; no te creas que se quiebran la cabeza ni alardean de creatividad, pero de vez en cuando se les pira un poco... Claro que para darte cuanta de esto necesitas ir diccionario en mano. Por ejemplo, vas en el metro y lees las estaciones: Kunsträgården, Rådhuset... traduzco literalmente: Rey-Árbol-Jardín-El (El Bosque del Rey), Consejo-Casa-La (El Ayuntamiento). Hasta ahí todo más o menos bien, pero luego les da el venazo y le ponen a una estación Duvbo (Nido de Paloma). Imagínate en Madrid: "Próxima estación Nido de Paloma, correspondencia con Nieve Derretida y Arrenque al Eneldo (plato nacional). Estocolmo es muy bonito desde la ventanilla del autobús. Dadnos tiempo y os contaremos cómo es a pie. Ya hemos conseguido arañar un poco de tiempo para visitar un par de museos. El museo biológico es una especie de zoo con animales disecados. Está chulo aunque es un poco estático. Dicen que es el único de su género y lo creemos. Está dentro de un enorme edificio con forma de iglesia noruega que queda delante de la embajada española, ya lo veréis en foto. El otro museo que hemos visto es el Nórdico: se trata de un palacio renacestista reconvertido en sede de una especie de cajón de sastre sueco. Aquí se guardan objetos desde 1500 hasta hoy. Te puedes encontrar igual un manuscrito original de Strindberg que una caja vacía de un Predictor... Hay un ala entera dedicada únicamente a zapatos usados... Mú friqui. La vida aquí no parece tan complicada como en Madrid. Aún no he visto a nadie correr ni subir las escaleras mecánicas del metro con prisas. La gente se toma su tiempo para sentarse en un banco de camino al trabajo si sale un rayo de sol, como si precisasen de él para recargar la batería y continuar su trayecto. Ayer Kårin nos decía que estaba estresada porque tenía burocracia que hacer y a los cinco minutos se estaba tomando un café con una compañera del curro. Nosotros aún no hemos empezado a trabajar en el centro cultural pero cada día se perfila más y más nuestra tarea. Elsa comenzará por aglutinar todas las obras de los artistas chilenos exiliados en Suecia para, posteriormente catalogarlas y exponerlas, lo que lleva mucho más trabajo y papeleo que lo que cuesta escribirlo aquí. Y, en lo referente a mi labor, toma cada día más peso la elaboración de una página web de la Casa Sandino (Sandino Hus) que así se llama el centro cultural para publicitar e informar acerca de las


diversas actividades que se lleven a cabo, así como de los componentes que conforman Sandino Hus. La semana que viene comenzaremos con las clases de sueco y a tramitar nuestros papeles para obtener la residencia acá. La casa se parece cada día más a su nombre (también veréis las fotos). Antesdeayer cogimos al Igor por banda y nos le llevamos a misa, o lo que es lo mismo aquí, al IKEA: compramos una cama de 1´60, sábanas, cortinas, mesas, sartenes, cacerolas, cubertería... Y amenazamos con volver otro día. Si hasta se nos quedaba pequeño el Volvo ranchera... Ahora nos sentimos bastante cómodos en nuestro "hogar" y comenzamos a hacer una vida de pareja normal. Cerca de nosotros vive Alí, un refugiado político iraní que mira con buenos ojos la incursión yankee en Iraq y espera su momento para regresar a su patria. Es muy buena gente, vive aquí con Shade, una de las dos hijas que tiene. Es muy buen cocinero y se pilota el barrio mejor que nadie, sabe cuando hay una silla de segunda mano a buen precio en el mercado negro o dónde podemos conseguir el pollo más barato. Al fin y al cabo no tiene más preocupaciones pues, como todos los inmigrantes que habitan en nuestro barrio, está parado y mantenido por el Estado. Jamás ha trabajado desde que llegó hace 14 años y no porque no quiera, sino porque en el INEM de aquí no son muy tolerantes con los no-arios, lo que no quiere decir que los suecos sean unos nazis ni unos xenófobos, únicamente que prefieren que sean los hijos de estos inmigrantes quienes se incorporen en un futuro al mercado laboral. Pero volvamos a Alí: con él nuestro mayor problema es que no nos podemos comunicar más que con gestos porque él chapurrea el sueco y no entiende nada de otro idioma que no sea iraní, que no es como el árabe. Cuando nos oye hablar en español nos dice que hablamos "gamla arabenska" (árabe antiguo) y hemos de darle la razón si tenemos en cuenta que casi una cuarta parte de nuestro acervo cultural se lo debemos a ellos. Son tantas las impresiones que se reciben cuando se llega por primera vez a un lugar que uno ni se da cuenta hasta que se pone a relatarlas. Por eso estoy aquí, porque deseo preservarlas y de una u otra manera revivirlas, repaladearlas, regurgitarlas si me apuras... Y, de paso, aprovecho y pongo a prueba vuestra amistad, tenacidad y paciencia. Muchos besos y abrazos para tod@s. Os queremos aunque aún no os echemos mucho de menos. Con gran afecto, Elsa & Rubén.


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