Revista Awen Número V

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AWEN REVISTA LITERARIA NÚMERO V DICIEMBRE 2018

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EDITOR EN JEFE

JORGE MORALES CORONA @JORGEMORALESCORONA

EDITORA ADJUNTA VERÓNICA VIDAL @VERONICAT2727

DIAGRAMACIÓN Y DISEÑO EDICIONES PALINDROMUS @EDICIONESPALINDROMUS

FOTO DE PORTADA

MARÍA SUSANA LÓPEZ

Los textos e imágenes que acompañan este número no pueden ser reproducidas bajo ningún motivo sin la autorización del propietario. El copyright pertenece a los creadores.


LOS PASOS DEL VIENTO

EDITORIAL

Si el hogar representa el signo de nuestra raíz, avejentada y estable con el paso de la gente y los sueños, entonces caminar lejos de él supone la puesta en escena de nuestro fuero interno, desnudo y salvaje, frente a un paisaje que a momentos es inquietante como un bosque y a la vez silencioso como los picos culminantes; aunque a nuestro alrededor hayan fieras despedazando días, calles y oportunidades mientras toman un café mañanero.

Las fronteras son las líneas, los gestos, los pasos que obligan a nuestras manos a violar sus códigos y a ensayar nuevas estrategias para crear, transformar o vivir. Se presentan con identidades que pueden resultar inquietantes o inesperadas: las hay físicas, circunscritas al estado o posición de nuestro cuerpo; emocionales, en una reacción donde ha terminado una caricia o un puñal envuelto en frases empieza; también las hay del arte, donde el enfoque del lenguaje puede variar para mostrar, denunciar y sufrir una nueva arista del gran polígono de la realidad o lo poco que conocemos de ella.


En este quinto número hemos tocado las caras del polígono-realidad que no conocíamos, las barreras de tiempo, espacio, código y conciencia que son transgredidas por estos colaboradores que demuestran un impecable entender de barreras y pasos hacia experiencias y lugares que guardan respuestas o tal vez aún más preguntas en presencia de la descomposición biopsicosocial que corroe la carcasa del alma hoy día.

Nuestros colaboradores con sus obras literarias y gráficas nos infunden el sentimiento y la idea de que, al movernos de sitio o derrumbar muros interculturales, hemos grabado las cicatrices de oro en las páginas de nuestro cuerpo, sin embargo ellas no cercenarán las raíces que someten nuestro pecho e inundan nuestras bocas.

Verónica Vidal

LOS PASOS DEL VIENTO

EDITORIAL

Ese reconocimiento de los límites propios también es un enfoque que devela la constitución de eso que llamamos camino. Por no ser tan instruidos en el arte del camino y el destino damos pasos de viento, trazamos un mapa y dibujamos estrategias que quizás no se cumplan en su totalidad. Como las aves, podemos idear nuevos lenguajes o aprender aquellos que dominan el territorio que no es nuestro y, a pesar de todo, apostamos por la cualidad de capturar alguno de esos pájaros llamados signos y descubrir ese trozo de realidad desconocida; el umbral que no habíamos cruzado.


SUMARIO

LA INVISIBLE FRONTERA DEL CUADRO «BLANCO SOBRE BLANCO». ROTURA DEL MURO CONCEPTUAL

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DONÍS ALBERT EGEA

LA MURALLA

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LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD DE FLORENCIA GARCÍA

16

LASCIATE OGNI SPERANZA

20

LA INSOSTENIBLE CUALIDAD DE LA LETRA

22

FRONTERAS: MUESTRA ARTÍSTICA

26

QE PICH’

34

CUANDO TODOS FUIMOS SAL

36

MUROS EN EL CIELO

38

EL SER HUMANO

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EN EL ALAMBRE

42

UMBRAL

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ALBERTO ARECCHI

ALESKA HERMOSO

DANIEL FRINI

FERNANDO GRACIANI

FRANCISCO TORO MARINA GONZÁLEZ CORNEJO JAVIER GONZÁLEZ MAZARÍAS GUILLERMO MONTEZANTI

WILSON LOAYES OROZCO

GISELEE NAVARRO DELGADO

ADOLFO RAMÍREZ

ALEXANDER BUITRAGO BOLIVAR

JORGE CAPPA

HANNI OSSOT


COLABORADORES

DONÍS ALBERT EGEA

(España 1981) Graduado en Estudios Hispánicos. Quedó tercero en el X EPLA, accésit en el Katharsis 2009, finalista en el Santa Ana 2018, y seleccionado en revistas de ensayo, como la nº23 Heraldos negros, la nº4 y 7 La sirena varada, la nº13 de Visor o el UNIR 2015. Ha colaborado en la Revista Awen.

ALBERTO ARECCHI

(Italia, 1947) Arquitecto, es presidente de la Asociación Cultural Liutprand, de Pavía, que pública estudios sobre la historia y las tradiciones locales, sin descuidar las relaciones inter culturales (https://www.liutprand.it). Es autor de libros sobre diferentes asuntos. Escribe cuentos y poemas en italiano, español, portugués y francés.

ALESKA HERMOSO

(Venezuela, 1995). Estudiante de Medicina, ganadora del 5to Concurso de cuentos “Día Internacional del Libro y Derechos de autor” y del I Concurso literario “Cartas de amor y desamor” otorgados por la Universidad de Carabobo. Amante de la literatura y las palabras, únicos recursos para salvar el alma.

DANIEL FRINI

(Argentina, 1963) Autor de “Poemas de Adriana” (2017), “Manual de autoayuda para fantasmas” (2015), “El Diluvio Universal y otros efectos especiales” (2016) y “Nueve hombres que murieron en Borneo” (2018). Obtuvo, entre otros premios, ‘La Oveja Negra’ (2009) y el Místico Literario del Festival Algeciras Fantastika 2017. Ha colaborado anteriormente en la Revista Awen.

FERNANDO GRACIANI

(Venezuela, 1994) Poeta y narrador venezolano, estudiante del Quinto Año de Medicina en LUZ (Maracaibo). Ha participado en diversos festivales de poesía en Venezuela, Francia y España; así como ha sido publicado en diversas antología en el mundo. Está pronto a editar su libro de cuentos Anteojos para hacerse el ciego.

WILSON LOAYES O.

(Guatemala, 1991) Poeta, escritor, editor. Entre sus publicaciones están: Panteón de Girasoles (2011), Poemas Muertos, caretas (Litoral Los Altos, 2013) y Sin vos, con voz (POE, 2018). Ha participado en varias antologías. Fundador y editor de la Pequeña Ostuncalco Editorial (POE). Sus poemas han sido traducidos al portugues, inglés e italiano.

GISELLE NAVARRO D.

(La Habana, 1995) Poeta, narradora y diseñadora. Miembro de la AHS. Graduada del Centro Onelio Jorge Cardoso. Dirige el Grupo Silvestre de Balboa. Obtuvo el Premio Viera-Clavijo (ensayo, 2010), Galdós (poesía, 2014), y Mención Pinos Nuevos (poesía, 2018). Ha publicado en antologías de España, México y Finlandia.

ADOLFO RAMÍREZ

(México, 1987) Latinoamericanista por la UNAM, poeta, narrador. Premio Cincuentenario de San Carlos, Sonora (2014). Ha publicado el libro de poemas Siento volando (2016) y la novela La locura y la pared (2015). Presentó su obra en el Instituto Cervantes Wien de la Universidad de Viena en 2016.


JORGE CAPPA

(Madrid, España, 1979) Licenciado en Sociología, con un máster en Gestión Cultural. Su primer libro de poesía se titula `Sueños en el aire´ (Chiado Editorial, 2017). Ha recibido más de 30 distinciones literarias, entre las que destacan los 1º Premios para sus poemas `Retumbos´, `El último bastión´ y `Ella´.

MARÍA SUSANA LÓPEZ

(Quilmes) Profesora de Ciencias Naturales y Enseñanza Primaria, artista plástica, ceramista, escritora amateur. Participó en varias muestras, exposiciones, concursos literarios y formó parte de la antología Confluencia Literaria Cen 2017. Actualmente, continúa con la Enseñanza y la expresión artística.

FRANCISCO TORO

(México, 1991). Técnico en Diseño Gráfico por la UDC. Ha publicado en revistas impresas y digitales, catálogos y antologías de México, EEUU y Venezuela. Ha expuesto su obra en Tijuana, Ensenada, Ciudad de México (Méx) y San Ysidro, Cal, (EEUU). Es miembro de la Sociedad Mexicana de Collagistas.

COLABORADORES

ALEXANDER BUITRAGO

(Colombia, 1977). Publicó el poemario Estación del fuego en 2007. En el año 2017 recibió el premio literario internacional David Mejía Velilla por su poemario Casa Habitada.

MARINA GONZÁLEZ C.

(México, 1967) Estudió la licenciatura de Diseño gráfico en la Universidad Nacional Autónoma de México. A la par de su profesión, compagina tanto el dibujo como la escritura. Sus trabajos han sido publicados en algunas revistas electrónicas: A buen puerto, Sin Fin, Monolito, Letralia, Tierra de letras.

GUILLERMO MONTEZANTI

(Argentina, 1973) Escritor, ilustrador, pintor, abogado. Diploma de Honor (Universidad de Buenos Aires, 1998). Ha publicado tres libros de poesía, uno de ensayo y uno de cuentos. Actualmente tiene en edición un poemario y otro libro de relatos. Obras suyas aparecen también en doce publicaciones colectivas en Argentina y España.

JAVIER GONZÁLEZ M.

(España, 1995) Graduado en Derecho y ADE por la Universidad de Valencia; estudiante de los Másteres Oficiales en Abogacía y en Derecho de la Empresa (ICAV) y becario del departamento de Filosofía del Derecho (UV). Ha publicado en revistas de análisis político y literario, así como en diversas antologías poéticas.


LA INVISIBLE FRONTERA EN EL CUADRO

«BLANCO SOBRE BLANCO» ROTURA DEL MURO CONCEPTUAL

Donís Albert Egea


~A Maruja y Paco

Para que la Historia interminable esté detrás del muro de la moral, hay que ser consciente de que la vida empieza antes. En los confines de la felicidad la inmediatez con que encontramos satisfacción en nosotros mismos, no depende de si lo derribamos, sino de si lo conseguimos. La felicidad solo está detrás del muro, si creemos que la vida empieza entonces, pues el que está encarcelado no puede notar los efectos beneficiosos de la libertad ya no recordada. Las ganas empiezan desde el momento en que intenta derribar el muro, traspasar la frontera del interés, situar el descubrimiento de la discontinuidad en lo que cree que es el origen de su esclavitud, cuando el desatino está en la indignación. Lo que para el esclavo supone un aumento de libertad, para el libre supone volver a la Cueva de Platón, o tal vez no, tal vez derribar el muro suponga también un beneplácito para el libre, un volver a la teta de su madre, un regresar al simio en reíros. Para lo largo que es el silencio, la prudencia respira aliviada, pues la violencia de nuestros tiempos sabe que, como dice Habermas, tal vez el progreso consista en volver atrás (habermas, Jürgen, 2006). Ya pintores como Kazimir Malevich, con su obra Blanco sobre blanco, supieron darle la vuelta al silencio de sus corazones, volver sobre los pasos de los filósofos para saber si

podemos saber, hasta dónde podemos conocer. Según Kazimir —y atención sobre Blanco sobre blanco, porque hay toda una filosofía sobre este cuadro—, el mismo presenta la particularidad de usar solo el color blanco. Pero, ¿cuál es el significado exacto de este cuadro? ¿Qué nos ha querido transmitir Kazimir en Blanco sobre blanco? Y sobre todo, ¿qué tiene que ver esto con las fronteras y su operatividad?... Pues al pronto lo veremos. En primer lugar, el blanco del objeto se confunde con el blanco del fondo, o tal vez no, porque ningún blanco es igual a otro blanco, y ninguna silla a otra silla. Por eso deberíamos hablar de «la» silla, y no de «una» silla, pues ante la imposibilidad de distinción al punto del ojo, aunque sea por otro de nuestros sentidos, debemos diferenciarlas. A donde se llega que ningún acto es extraño, lo que pasa es que el fenómeno no se ha entendido. No hay personas raras, sino incomprendidas, y sin duda alguna el karma de lo que hagamos repercute en lo demás y en los demás. Indefectiblemente, el dispositivo que garantiza la continuidad de la ignorancia, se convierte en descubrimiento cuando desplazamos nuestro ojo, a nuevos puntos de vista. Y es que para nosotros solo hay 1 tipo de blanco, pero para los esquimales hay hasta 30.


AWEN • número v De primera mano, y a modo de energía, la singularidad de indispensarse de los otros colores —como si el blanco no se viera influenciado por ellos—, es un intento desesperado de aislamiento sin ruido. Como si al intentar desentenderse de la profundidad o el volumen, consiguiera que el blanco no fuera un color, o que las personas de raza blanca fuéramos transparentes. Más aún no es posible no dar sensación de profundidad, pues la misma materialidad de la pintura es un pegote al óleo. Y eso supone que pintar un papel sin matices —o hablando a la torera, con una mesa con la que se confunda—, será hacer algo que solo el tacto pueda apreciar. Por otro lado, vistas las características de somaticidad de cuadro, prima el pasar del significante al significado –pues de lo que se trata es de que el espectador vea lo que hay detrás de la cabeza del pintor, mirando a través de la bola mágica del cuadro–. Ese es el camino para que el efecto inmediato haga que el espectador le explique el cuadro al pintor, para que sepa cosas que el pintor desconocía, cosas que estaban ahí y no las veía, pues el desprecio es el peor aliado de la transparencia, y no es posible no representar o verse influenciado por el imaginario social. La malinterpretación está por dentro mientras el fracaso no deje de mirarla, pues, como dice Piaget, cuando la realidad no se adapta a nuestros esquemas, tenemos que

adaptar nuestros esquemas a la realidad (piaget, Jean, 1991: 28-66). De lo que se trata —como dice Susan Sontag—, es de dejarnos influenciar por el cuadro y ver qué efecto nos provoca (alegría, tristeza, miedo, asco,…), y cuestionarnos cómo está hecho para que nos provoque esa alegría, qué efecto nos provocaría si estuviera hecho de otra manera. «Lo que ahora importa es recuperar nuestros sentidos», debemos juzgar el cuadro por nuestro tacto, y no por nuestros conocimientos sobre pintura (sontag, Susan, 1984: 27). Y es que los pintores están limitados por la frontera de la materialidad, y el desengaño —a baja moral—, es que todo lo que se puede hacer en calidad de pincel, ahora se puede hacer con el Photoshop. Una tecnología que acabará eliminando todas las profesiones, robótica para holgazanear con la crisis que se expande a nuestro alrededor. En nuestra mente se desliza el ruido y no su sombra. Existe en algún lugar de nuestro empeño, un hueco para la conservación, por no decir para la conversación.~

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REFERENCIAS [BIBLIOGRÁFICAS]

~HABERMAS, Jürgen (2006): Entre naturalismo y religión, Barcelona, Ed. Paidós. ~PIAGET, Jean (1991): Seis estudios de psicología, Barcelona, Ed. Labor. ~SONTAG, Susan (1984): Contra la interpretación, Barcelona, Ed. Seix Barral.


LA

MURALLA Alberto Arecchi


Llegué niño en esta ciudad. Las avenidas de los barrios eran flanqueadas por muros largos y sucios, cubiertos de vidrios rotos. Los muros eran las fronteras de las fábricas. Habían sido construidos en los primeros años del siglo xx. Todas las mañanas, sin importar el clima, miles de trabajadores, a pie o en bicicleta, se clausuraban detrás de esos muros. Cada noche, otras mujeres y otros hombres les daban el cambio. En los años sesenta y setenta, el recinto de las murallas se convirtió en la línea divisoria entre el movimiento de los estudiantes y los trabajadores con distribución de folletos, discusiones y contactos. Fuera, en la acera, corrían largas avenidas de tilos. Recuerdo las grandes gotas que condensaban y goteaban de las ramas desnudas, en las noches de niebla densa. Ahora que los tilos crecieron, las grandes fábricas han cerrado y están convertidas en «tierra de nadie». El Muro de Berlín ha caído y se plantearon otros muros; pero estos también permanecen, recuerdos sombríos de un mundo segregado, donde miles de hombres pequeños se convertían en autómatas para dedicar sus horas a la repetición monótona de

gestos que eran siempre los mismos. Era el precio de la supervivencia. Esos mismos gestos siguen repitiéndose hoy en día, en distintas partes del mundo, por otros hombres pequeños, pero aquí son una cosa del pasado. El muro que quiero recordar encerraba un kilómetro y medio de fábrica, a lo largo de la calle principal del barrio, siempre en la sombra, porque el sol nunca golpea la cara exterior, en el lado del paseo público. Las aceras, bajo los tilos, pasan justo al norte de la cerca, a unos metros del tráfico que fluye rápido y ruidoso. Un largo camino sin detenerse, polvoriento en el verano, húmedo y fangoso en el invierno, cuando la nieve no se derrite nunca. En el otro lado de la carretera pasaban una vez las pistas del tranvía que unía la estación de tren con los distritos orientales extremos. Otras pistas, por una rama del ferrocarril, entraban en una puerta de hierro para el transporte de productos químicos destinados a hacer la seda artificial. Era la única puerta que se abría en el muro recto, cubierto de vidrios rotos. La fábrica ha sido durante más de sesenta años uno de los motores palpitantes de la economía local. Sus vapores han envenenado el aire y los


AWEN • número v pulmones. Cada noche, la chimenea ha descargado vapores de ácido en el aire. Líquidos con olor nauseabundo se filtraban por debajo del muro e invadían el entorno circundante, tal como el cáncer que atacaba la vida de la ciudad. En los sótanos de las casas circundantes fluían líquidos malolientes y corrosivos. Ahora la fábrica es una ruina abandonada. Para la generación de los jóvenes, su existencia no es ni siquiera un recuerdo. Después de sueños y proyectos de recuperación cultural sigue pendiente un proyecto de demolición total para construir un nuevo barrio residencial. Se queda el muro, frontera entre cotidiano e irreal, entre la vida urbana y el sueño, pesadilla de lo que es la “negación” de la ciudad. Un agujero deja entrever cobertizos eviscerado, marcos de pilares y losas de concreto, pilas de escombros y chabolas. Ese muro es un sobreviviente. Hoy, treinta años después del cierre de la fábrica, no protege nada ni nadie, sólo separa el día a día de la pesadilla de su negación, la “irrealidad”. Detrás de sus ladrillos, hay ruinas impregnadas con productos químicos, almacenes abandonados, restos de arqueología industrial que nadie quiere restaurar. El muro protege veinte hectáreas de “nociudad” y “no-campo”, una cicatriz en el corazón del desarrollo urbano. Le falta sólo la palabra, porque los hombres no quieren dársela. Yo no creo que sea siempre necesario romper los muros. Me gustaría que esto se conserve

como memoria del siglo de las industrias; y detrás de él, los viejos almacenes restaurados podrían ofrecer el espacio para exposiciones de todo tipo. Un muro para todas las estaciones, dando sombra a los peatones en el lado norte, en los meses más cálidos del verano, y entonces, en el otro lado, acumulando y reverberando el calor sutil del sol de invierno para un nuevo camino para pasear, protegido del tráfico pesado. Detrás de ese muro, después del cierre de la fábrica, se encuentra la peor pesadilla de la ciudad moderna: un campamento precario para los nómadas desposeídos. La exclusión ha tomado el lugar de reclusión, la pobreza absoluta de los nuevos inmigrantes en lugar del trabajo asalariado. Un kilómetro de frontera, como una membrana osmótica, separando, en los últimos años, la vida urbana del cuarto mundo de los excluidos. Una barrera impermeable y opaca para los miles de automovilistas que cada día corren a lo largo del bulevar. Sin embargo, se deja un poco de privacidad a los que se han acampado más allá del muro, para poder ir todos los días a las fuentes del

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» Aún mi ciudad está llena de murallas, largas y altas, cubiertas de vidrios rotos«


» Ese muro es un sobreviviente. Hoy [...] no protege nada ni nadie«

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cementerio, en busca de agua, o a los semáforos para pedir limosna a los transeúntes, o para perseguir otros intereses marginales. Tal vez dentro de unos años, detrás de ese muro, nacerán viviendas y centros comerciales y finalmente la barrera será demolida. Un barrio entero, que ahora vive dividido en dos, como sitiado, sacaría un suspiro de alivio. Tal vez habría un poco de verde y unas fuentes de agua. El marginal se transferirá a algún otro “agujero negro” del territorio. La frontera de la humanidad se moverá, sólo unos pocos kilómetros de distancia. En la otra extremidad de la ciudad, una comunidad de intocables ya ha colonizado una isla casi inaccesible a lo largo del río. Se accede por un sendero estrecho que serpentea entre un pequeño cementerio en las afueras y la pendiente, bajo el puente de la autopista. Usted puede ir a pie o en bicicleta y llegar a un brazo de agua corriente cruzado por un puente: el heredero de los puentes levadizos medievales. Es como una iniciación, lo que vos haces es penetrar hasta el

La muralla • alberto arecchi descubrimiento de un mundo secreto. Más allá del puente, cuando el río no está en crecida, un pequeño grupo de personas vive como en el principio del mundo, incluidos los bosques, el agua y los mosquitos. Privados de todo, en una choza abandonada. No es la isla de Avalon, se parece más de las leproserías de antaño. No es nuevo, reemplazar una muralla con un puente levadizo... Recuerdo, cuando yo era pequeño, nuestros juegos de guerra recordando torneos de caballeros de las “edades oscuras”. Allí estaban los puentes levadizos y los castillos. Luego crecimos y los juegos se han vuelto más realistas. Los muros están de vuelta en Berlín, Chipre, Sahara Occidental y Jerusalén. Pocas de esas barreras han caído. Aún mi ciudad está llena de murallas, largas y altas, cubiertas de vidrios rotos, pero ahora ya son sólo restos del pasado, barreras innecesarias que se construyeron alrededor de las fábricas que ya no existen. Dicen que los antiguos retrasasen siempre más allá las Columnas de Hércules, a medida que el mundo conocido se ampliaba. Dicen que los campesinos construyeron sus casas con las ruinas de las murallas de fortificación, al fin de todas las guerras. Parece que mis conciudadanos no sepan derribar las murallas que se han vuelto inútiles. Las usan para ocultar las nuevas realidades marginales, como una casera cuando barre el piso y no limpia toda la casa, sino esconde la suciedad debajo de la alfombra.~


LA

ÚLTIMA

OPORTUNIDAD DE

FLORENCIA GARCÍA Aleska Hermoso


Tomó el autobús lila y se sentó tras el chofer. Envuelta en la esperanza de todos los días miró por la ventana como suplicando un viento frío mientras el bus arrancaba, guiado por la costumbre y las líneas en el asfalto. Recostó su cabeza en el asiento y vio cómo se llenaba de gente el pequeño autobús. De a poco se hizo imposible el espacio, estaban tan juntas las personas que se podían escuchar sus pensamientos pero de alguna u otra forma nunca dejó de entrar gente, tanto que los cuerpos se empezaron a confundir los unos con los otros y una señora se bajó con las piernas de un niño y el bigote de un viejo, dejando atrás a un confundido escolar de falda estampada y a un hombre extrañamente rejuvenecido por el apilamiento. Sentía que ya no había lugar ni para el aire y sacó la nariz para respirar, vio así su parada y gritó al conductor que detuviese el andar. Simplificó su salida para irse con su propio cuerpo y bajó por la ventana. Ya en la calle volteó hacia atrás y miró cómo el puesto que había ocupado se rellenaba inmediatamente con más gente, tanta que el techo del autobús se curveó y los tornillos se aflojaron, A un estornudo de ser una bomba, pensó;

pero éste siguió andando, como todas las cosas en el tiempo de lo absurdo: por milagro divino. Se encontró ya frente donde se dirigía: un edificio que se alzaba imponente e impenetrable. Se juntó con la gente que la esperaba abajo, sacó una gorra y una camisa del mismo color que ellos y se las calzó, ahora era parte del grupo, como en el autobús se ligaron sus seres y comenzaron a hablar al unísono. Algo dijo uno, dijeron todos, algo gritó uno, gritaron todos. Dejó de ser Florencia García y se convirtió en tumulto, ya no era la mujer de 47 años, madre de 3 y viuda de 1, que planchaba ajeno y comía dos veces al día, que vivía en un rincón de un cuarto prestado y sonreía al ver los finales de las novelas, como soñando ser la del velo, ahora era masa, era pueblo. Esperaron fuera media mañana, de a ratos gritaban una consigna al viento, parecían querer indicar que estaban vivos y anhelantes. El mediodía llegó y los miró sonriendo, dedicándoles sus más bonitos rayos, que volvían a la masa sudorosa y aun así seguían rectos y firmes, convencidos de que la tarde traería respuesta a su presencia y


AWEN • número v quizás una leída a sus peticiones, pero el sol se puso y la masa se desinfló en un suspiro largo que terminó al mismo tiempo, guardaron sus gorras y volvieron a ser contados de a uno. Florencia se despidió y subió al bus de retorno, convencida de que regresaría a casa por lo menos con el pulgar de otro. Besó a sus hijos y los mandó a dormir haciéndoles con sus dedos una cruz en la boca, planchó la camisa del día siguiente suavizándola con agua bendita y se durmió a mitad de una plegaría, despertó con un Amén en los labios y partió de nuevo. Cuando fue bulto una vez más frente al mismo edificio pidieron ser atendidos como siempre y fueron diferidos como de costumbre. Toda la masa pretendía el mismo sueño, una ayuda, media pensión, un cupo, un juego de llaves, una respuesta, un par de oídos que atendieran sus demandas… y estarían allí, sostenidos en la esperanza de ser escuchados y en la certeza de no conocer nada más hasta que el día se los permitiese, hasta que el sol fuese benevolente. Regresaban cada mañana y partían cada anochecer,

»Nadie nunca supo adivinar cómo el artista logró tal realismo en las lágrimas de la mujer que grita«

felices porque ese sería el día. En muchas ocasiones una ligereza del destino los apartó de su meta: un bolígrafo sin tinta, un apagón de luz, el resfriado de la secretaria o una reunión en la capital, pero esto sólo indicaba que estaban más cerca, a sólo un poco más de espera.

Transcurrió el tiempo y la esperanza seguía allí, menguada pero firme. Decían entre sí que las convicciones no flaqueaban. Sin embargo, una noche Florencia comenzó a sentir las rodillas entumecidas y el cuello rígido, se tomó una infusión y lo dejó pasar. Llegó a su lugar y fue tumulto, cuando ya no había luz y decidieron marcharse le dijo adiós a un compañero pero este no le correspondió, lo notó inmóvil con los ojos puestos en otro lugar, le movió el brazo para traerlo de vuelta pero no fue posible, era duro como piedra. Lo haló por los hombros y le gritó al oído, quedó sin voz y ni un cabello pudo moverle, giró a su alrededor pidiendo ayuda y cayó al piso horrorizada: estaba sola en una plaza de estatuas. Todos los que estuvieron con ella esa mañana y tantas otras ahora no eran más que roca. Quedaron en la misma posición con la que llegaron: firmes y anhelantes; algunos de boca abierta y ceño fruncido, con una consigna petrificada en la eternidad. Otros, más afortunados, tenían la vista hacia el cielo que les daba un aspecto apacible y un tanto enternecedor, pero la mayoría simplemente no tenia cara porque Florencia ni nadie nunca se las vio.

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La última oportunidad de Florencia García • maría angélica hermoso

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Corrió con rumbo torpe por sus coyunturas pesadas y la mente turbia, abrazó tan fuerte a sus hijos en la cama que temió que despertaran amarrados por siempre a ella, al abrir los ojos se maravilló de verlos libres y supuso que todo había sido un truco del hambre. Volvió a tomar el autobús lila y salió por la ventana, llegó al edificio imponente y se colocó la gorra, se acercó al grupo y lloró a raudales. Eran piedra pura, fría por la noche y el rocío. Gritó a la gente que pasaba pero sus labios se endurecían con cada palabra, sentía que su pecho no se inflaba, cómo sus parpadeos se detenían, sus facciones se hacían yeso y dejó de sentir la brisa. Oyó el crujir de su corazón al latir y quiso correr pero sus pies eran concreto, estaba siendo atada al lugar donde siempre estuvo, a las respuestas que nunca encontró y al futuro que eligió.

Ahora caminaban extrañados los peatones por la nueva adquisición de la ciudad: una obra sin nombre y de autor absurdo que compaginaba con el paisaje, una oda al arte moderno que muchos críticos consideraron impecable por la majestuosidad de sus siluetas y lo grácil de sus semblantes pero a quienes intrigaba su realización porque, a pesar de los años que sucedieron a su montaje, nadie nunca supo adivinar cómo el artista logró tal realismo en las lágrimas de la mujer que grita.


L A S C I AT E

O

G

N

I

S P E R A N Z A Daniel Frini


Me asomé a la Puerta del Inframundo. Vi una campiña soleada y montañas nevadas al fondo —la nieve, iridiscente—; un viejo segando trigo y fumando en pipa; unos niños riendo mientras corrían carreras de bicicletas en un camino bordeado de cipreses; una mujer joven, hermosa, en un descanso de tender la ropa, con la cara vuelta al sol, los ojos cerrados, la sonrisa plácida. De la chimenea, en la casa pequeña, salía una columna de humo que mezclaba los olores de la leña calentando el hogar y el pan recién horneado. Algo no funciona como yo lo había imaginado.~


LA

INSOSTENIBLE CUALIDAD

DE LA LETRA Fernando Graciani


~Una ofrenda de amor: dedicado a V.T.

Siento que la próxima vez que vire la mirada encontraré el borde del abismo. Mi madre comentaba que uno nacía para quebrar todo lo que se le pusiera enfrente. Ahora, viéndome en este espejo horrible, dudo mucho que yo haya llegado a quebrar algo más que mi propia existencia. Pero todo quiebre es interno, la piel poco sabe de fisuras o grietas. Mi madre sabría desde que me parió que yo había nacido quebrada. Yo era una niña dañada. Miro una segunda vez mi boca, luego el cuello y por último consigo el doble filo de mis ojos para cerciorarme que sigo aquí, congelada, esperando algo que no va a ocurrir. La cama deshecha aguarda por mí con el olor del último amante que se fue. El aroma de las despedidas se ha acumulado tanto en mí que usualmente me siento asquerosa. Eso es lo que te hace ganar millones, siempre dice mi editor que, últimamente he pensado, me ve más como su puta más solicitada que como una escritora. Sé que pronto llamará y no contestaré. Me repasaré el cuerpo

con las manos para tratar de contener la grieta que sentí abrirse hoy apenas experimenté el último orgasmo antes del amanecer; una grieta interna que se hizo externa, que me partió el pubis en dos y que me hizo recordar el mar. El mar y ella. Ella y el viento deslizando su nombre en el recuerdo. Creo que ella es mi grieta, la que amenaza con quebrarme al completo. Quiero volver al mar, allí puedo tener una respuesta más certera que en esta cárcel de litigio y desesperanza. No quiero ver de nuevo el abismo en el que me he confinado. Por años me mantuve en una nube que me hacía rozar la perfección: historia que creaba, historia que se vendía. No importaba para qué: libro, película o ficción seriada de televisión. Las letras eran el opio que me hacía sobrevivir a esa cualidad que tiene el humano de soltar cualquier conexión con la pertenencia. Atrás dejé a mis padres que murieron sin volver a verme, la hija que sobrevivió con una condición cardíaca genética por seis meses y que murió mientras yo dormía, el marido que decidió irse con la cliente que había sido acusada


AWEN • número v de homicidio pero que lo hacía sentir joven por tener diez años menos que él. Toda grieta de mi vida fue abriéndose adentro, nunca comunicándose con ese exterior sombrío del desapego. Las historias fueron el único aliciente para el derrumbe paulatino de la oportunidad de sobrevivir al naufragio de mis despedidas. Por eso hiedo al aroma que dejan los adioses.

inventar falacias disfrazadas de erudición para ocultar el verdadero vacío de lo que soy. Mientras vuelvo a mirarme al espejo siento que la grieta asciende un poco más al pensar en la llamada que está próxima a llegar. Será él pidiendo una pieza que nunca escribí, que por meses estuve escondiendo detrás de mentiras creativas pero jamás permitiendo que se enterara de mi aventura con la procrastinación.

Por ello el mar. El mar y ella. El viento rozándome los labios mientras le contaba que había sido feliz, que había sanado. Pero de eso hace tantos años que ahora mi cuerpo tiembla y no es por el frío proveniente de la mañana recién levantada sino de la incapacidad de poder colocar una palabra más en una hoja. El encargo que me hiciera un amigo hace un par de meses parece ser el némesis de esta mujer quebrada, de cuerpo ambivalente para las tormentas de las despedidas. Siento que ello es mi condena de muerte: soy incapaz de escribir una pieza de ópera.

Mientras miro de nuevo mi cuerpo mudo pienso en el ser humano que siempre busca el modo de evitar la confrontación con aquello que lo destruirá, pero lo que ignoramos (o nos decidimos a ignorar) es que somos el resultado de nuestra propia destrucción paulatina. Por ello esa grieta que se asoma por encima de los labios mayores y que ha hecho que mi clítoris se haya partido en dos.

Me enclaustré en lo que me separaba del mundo. Fui desesperada. Cualquier intento de sobrevivir me hizo apertrecharme en la comodidad de

»El mar es ella. Algún día lo encontraremos, le contestaré. Lo que no sé es si sobreviviremos antes de hacerlo.«

Somos dos mitades, dos cuerpos. Así son las letras. Son tan ambivalentes como yo pero decidí darles un solo cariz, uno que me hiciera conformarme con lo que podía tener. En el mar sí lo pude ser todo, con ella pude hacer lo que mi amigo exige. Pero al parecer no lo amo tanto como a ella. En el mar conocí que las letras tienen la insostenible cualidad de estar ligadas a un recuerdo que va haciendo poco a poco un terremoto en tu interior. Los recuerdos me impiden escribir una vez más, me hacen sentir un jarrón desparramado por el suelo: el mismo que habito viendo al techo esperando de nuevo la llamada. A las nueve horas

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La insostenible cualidad de la letra • fernando graciani llamará. Le diré que no hay nada, que estoy a punto de quebrarme y morirme. Que no es el mar, que no es ella, que no somos nadie. Que las letras no son una forma de mercantilismo, que el recuerdo es algo que sigue ardiendo y temblando piel adentro. Él cortará enojado y en seguida llamará mi editor para reclamar la inutilidad de mi creatividad, la vagancia que disfrazo como falta de inspiración y quién sabe qué otra cosa. Yo mandaré el mundo al carajo y me quedaré a esperar el quiebre.

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El mar podrá llegar de improviso y rebatirme en sus olas. Luego ella llegará y volverá a llamarme por el nombre que nadie ha utilizado nunca: Susana. Reclamará la pertenencia, hará círculos con la música en mi piel y quizás, solo quizás, pueda detener el quiebre y restaurarme. Ella está ansiosa por llamarme y yo por llamarla. Fuimos dos mujeres que hicimos del arte la forma en que nos amamos en silencio. Ella, el mar y la música. Yo, el oleaje y la literatura. Ella: exilio. Yo: insilio. Creo que el miedo a rompernos la piel reside en la verdadera forma de

» Las historias fueron el único aliciente para [...] sobrevivir al naufragio de mis despedidas. «

amar, de aceptar que fuimos felices lejos del país donde crecimos, que hace tantos años que los labios nos llaman que la adultez significa un signo de luz entre nosotras. Necesito su recuerdo para poder escribir, una llamada que pueda llevarme al mar y a ella. El sol me ilumina el pubis, la grieta se ha hecho más grande y el resto del cuerpo me sigue hediendo a despedidas. Marco con tranquilidad sintiendo el temblor de mis adentros. Ella está a unos segundos. Comienzo a escuchar el oleaje. Comienzo a escuchar la música y la historia. Comienzo a quebrarme. «¿Has encontrado el mar?», preguntará apenas atienda la llamada. Le diré que no. El mar es ella. Algún día lo encontraremos, le contestaré. Lo que no sé es si sobreviviremos antes de hacerlo. Pero ella no lo entenderá. No se dará cuenta de que habitamos dos cuerpos: el quebrado y el que está por quebrarse. Y yo esperaré tirada en el suelo, con las piezas de lo que queda, con las notas desperdigadas por los pliegues de lo que fui. Al final, la insostenible cualidad de la letra de ligarnos al recuerdo hará que consiga darle forma a la cruz que sentiré arder entre las costillas y santificaré el signo de luz que residió en el recuerdo que dejé en su cuerpo. El mar seguirá rompiendo, grieta a grieta, el muro que soy.~


EL MURO ARDE CUANDO LOS CUERPOS ATRAVIESAN III | FRANCISCO TORO


EL MURO ARDE CUANDO LOS CUERPOS ATRAVIESAN II | FRANCISCO TORO


EL MURO ARDE CUANDO LOS CUERPOS ATRAVIESAN I | FRANCISCO TORO


COLOR EN EL VACÍO | MARINA GONZÁLEZ CORNEJO


COMIENZO | MARINA GONZÁLEZ CORNEJO


CALIGRAMA | JAVIER GONZÁLEZ MAZARÍAS


FRONTERA | GUILLERMO MONTEZANTI



QE PICH’ Wilson Loayes Orozco


Qe pich’

Aves

Aqe pich’

Las aves

mixti nkyka’yin naqach

no ven fronteras

qe pich’

las aves

nche’ oq’

no le niegan su canto

te q’axmospik’un

a la mañana

toj jb’al

aunque llueva

ex q’ijal

aunque esté soleado

mixti’ nb’ine

Nunca he oído

tyol jun pich’

decir a un ave:

jalu mlay chin oqe’

Hoy no cantaré aquí

tun ju’nxitl tnam

porque es otra tierra

te qe pich’ o’kxtzan nche oq’

Las aves simplemente cantan

jaxjaku

en donde sea

te qe pich’ nxi kykayin tx’otx’

las aves ven el mundo

tuky’il twitz pakab’il~

con ojos de poeta~


T O D O S FUIMOS SAL

CUANDO

Giselle Navarro Delgado


Mi cuerpo es un enjambre de hormigas que solo la lluvia logra apaciguar. abierta

a la inclemencia

que desbocan los silbos del viento mi piel conjuga el escondite y el salmo de la casta. surcando la incoherencia a través de la escalera de mis huesos creo ser una hormiga. tal vez ser una hormiga sea otra forma de ser humano. la plenitud no existe eso lo sé bien. ser una cosa u otra no tiene diferencia. en la apertura todos fuimos lo mismo: una explosión de polvo en medio del espacio un poco de sal esparcida en el agua. las hormigas se ahogaron en el mar de su propia razón y nosotros creemos haber sobrevivido. tal vez porque somos más sal y nuestra mente es más polvo de imposibles azares. lo cierto es que cuando todos fuimos sal el mundo nos era transferible

conocido

magno

y el litigio de la supervivencia no tenía en su inventario el sortilegio de la trampa y la ignominia.~


MU

CIE

EN

z e r í m Ra o f l o Ad

RO

EL

LO

S


Si la palabra frontera fuera tan simple como la palabra flor, podríamos arrancar pétalos a los muros y caminar las veredas como quien camina a casa cuando su hogar es cualquier sitio. Los que insisten en partir en dos al mundo ven partir sus sueños e irse del lado equivocado. Para qué sirve saber dónde nació un hombre si el pájaro extiende sus alas y nadie le pide visa para viajar de país en país. Al cielo, hasta hace poco, se le resbalaban las bardas. Cuál es el gentilicio de las nubes, la clave telefónica del centro de la Tierra. ¿Cobraremos peaje al viento por arrastrar las hojas de ciudad en ciudad? Se tienen tres nacionalidades: donde se nace, donde se muere y donde se está. Los inmigrantes son pájaros, los refugiados, nubes los indocumentados, el viento. Sucede que el cielo está volteado y alguien lo llenó de muros.~


EL

SER

HUMANO Alexander Buitrago BolĂ­var


~Para mis compañeros de clase

El ser humano es un poema que va creciendo a lo largo como una calle o un árbol en cuya fiesta de hojas profundas la lluvia goza de la luz y el olor a luz y tallo arriba del ser del poema sube la energía de la materia hasta cantar en ramas y pájaros y si alrededor de su sombra los niños juegan y en la piel del poema los amantes cruzan corazones flechados y si es madera para lápiz o puerta es porque le gusta nutrirse de la energía del aire y de la tierra es porque ama los abrazos de agua y la lúdica de la lluvia y no se resiste a la lúdica del sol y a las nubes viajeras es porque quiere ser útil y maleable como un poema, un árbol, un lápiz o una puerta.~


L E EN

E R

B M appa

C A e L org J A


Como un equilibrista en mitad de la frontera, con el alma en un paĂąuelo y el mundo delirando bajo sus pies. Cristales que se convierten en besos. Poemas que huelen a revancha. Pasos que desfilan en el umbral de una verdad a medio volar. Como un equilibrista que hace pie en el desorden, con el destino encogido y las palabras revoloteando sobre su piel. Silencios que derivan en abrazos. Jardines cubiertos con escarcha. Pasos que desfilan en el umbral de una verdad a medio volar. Como un recuerdo envuelto entre sombras. Como una promesa que agita su credo. Como una madrugada con sabor a destello. Como un perpetuo equilibrista que surca el aroma de su rumbo entre destrozos y hallazgos, reinventando la vida en su indescifrable pulso con una cuerda

cautelosa y rebelde, agitada y paciente, temblorosa y certera,

que es su tumba pero tambiĂŠn su estrella.~


UMBRAL

HANNI OSSOT*

* Autora invitada

(Caracas, 1946 - Ibídem, 2002) Poeta, profesora, traductora, ensayista y crítica de arte venezolana. Se licenció en 1975 por la Universidad Central de Venezuela. Su temática poética usualmente se vincula con la nocturnidad, la casa, el dolor y la muerte. En su carrera resaltan obras como: Espacios para decir lo mismo (1974), Memoria en ausencia de imagen, memoria del cuerpo (1976), Hasta que llegue el día y huyan las sombras (1983), Imágenes, voces y visiones. Ensayos sobre el habla poética (1987), Casa de agua y de sombras (1992) y Circo roto (1996). Ganó, entre otros, el Premio Nacional en la II Bienal de Poesía Ramos Sucre (1976), Premio Municipal de Literatura Mención Prosa (1987) y Premio CONAC Poesía Francisco Lazo Martí (1988). Tradujo a poetas como Rainer Maria Rilke o Emily Dickinson.


Poema perteneciente a su libro »Hasta que llegue el día y huyan las sombras« (1983)

»There is a right and a wrong way to march out through a gate« (livy 2.49.8)

A María Luisa Machado, mi abuela, nacida en Soledad cercana al río…

Hay una puerta bifronte enclavada en nuestro centro Desnudos, sin méritos, la atravesamos Ella es la parte que a cada uno toca, la Moira la dádiva secreta el acceso otorgado por la más antigua fuente De nosotros exige cielo e infierno trabajo de artesano y mago, vocación de hilandera

entrega de maestra

No la atrevieses como el pez torpedo inteligente apenas insinuado está su arco, el principio

anhelo de dominio

Aguarda, contempla, hazte guardián de sus fronteras Ella es destino, envío, tránsito entre extremos

todo circula allí

iniciación y conexión

Veo sólo el instante del trasvase y cómo por el cuerpo es quiebre y suda el alma y se desgarra


AWEN • número v Haz equilibrio en ese umbral. Haz pulso. Articula. Engrana. Engrasa las íntimas bisagras. Ofrenda al portazo. Bajo el marco el fondo oscuro, la Noche ante ella: argumentos, credenciales, partes de guerra debajo: el pozo, la hondura, la vasija vieja, greda y fuegos el horno de la más vieja cocinera delante: cantos de Sirenas Tensa tu arco ¡salvaje! Yo no me muevo, en ese momento no me muevo no me debatiré no nadaré a contracorriente Que arrastre de mí lo que de mí desea le otorgo también mi regalo, devuelvo mis riegos

abro mis represas

la sangre que se cobra, el aguijón que reclama: esclusa de vida apasionado veneno

ardiente ponzoña

duración marginal

Llave Maestra.

Puerta es deuda de ser aquí esta sangre umbral es pago, cuenta vieja el resquicio Llega el cobrador, llega siempre a las puertas ¡Paga entonces! Lleva apretada entre los dientes la moneda la que da acceso a tu barca Cancela tus naufragios y bodas ancestrales trueca ahora tus cielos abierto deja el cerrojo

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Umbral • hanni ossot A las puertas debes inquirir por lo que es

¡Salud!

En el umbral: ángel y estiércol

lamento y elegía

nunca la sátira

también los himnos

sólo el ditirambo

La puerta carece de mensajes y conserjes

Es lo enclavado

la herencia

se complace en la repetición de agonías y risas

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bautismal bautiza

riega fuegos al agua

Riega entonces tú con aguas al fuego pues Fuego quiere para sí aguas y alma Silenciosa, ella carga entre adoquines pedazos del hacha

eterna justicia

axial y doble andar

cuya razón no sabemos La puerta es laberinto, toro y pasarela

sangre femenina

Yo no me burlo Soy virgen soy vestal Soy tajo y tarea arrancados al lenguaje de la Noche frente a mí el vidente

Lleno de luz

la única

detrás

lo enfermo

el lacerado por las hachas

la oscuridad

en el centro

la cura

la paciente puerta

el luminoso rostro bifronte de Jano


AWEN • número v

que sabe de guerra y paz

y el oscuro triforme cuerpo lunar de la diosa

Soy aquí el ritual

la misa

la duplicación de un vino

Me importa la pena el trasvase los desangres y el descuadre la gota roja contada a cuentagotas lentamente, lentamente llenando el cántaro de historias cuyo fin es la fantasmagoría Importa la bifronte iniciación entre frontera y límite siempre hermética el golpe sacrificial que pulsa

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como el huso por una eternidad y una permanencia Importa la encrucijada

el vano

la decisión por el camino sin guarda ni reja la senda ya marcada por Hécate la una abierta hacia arriba la otra hacia abajo y largo, finalmente intemporal, el instante mitad invisible de la cabeza de un Jano comienzo que es ya fin Bajo mi umbral el esclavo y el monarca Bajo mi puerta la moneda única la sagrada herencia sucesión que hace canto Bajo mi puerta la exclusiva paga fruto de tierra

fisura de la fruta

herida sacra

también la medianía


Umbral • hanni ossot

Canto así en el caer a quien dejó soltar de sí sus hebras de fuego

a la antigua

cuya sangre aceitada nos riega custodia de fuegos centro de incendios y de guerras círculo de vida y temblor guardiana del único río que llega

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Río de sueños

A las puertas.

Marzo, 1982.~


MEMORIAM

IN


A la memoria de nuestros amados Antonia Torres Vidal y JesĂşs Alfredo Corona. Aguardan con lirios azules al otro lado del umbral.


AWEN

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