El gigante, de Irma Elena Marc

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EL GIGANTE

Irma Elena Marc

COLECCIÓN ILUMINACIONES EDITORIA RUINAS CIRCULARES- 2007

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Todo buen libro de poesía es una perfecta unidad que junta la aparente dispersión de sus pedazos: lo que no significa que no sea paradoja pura, transfigurada en belleza. En “El Gigante” de Irma E. Marc, la pequeñez mentada en el epígrafe de Sylvia Plath (“ si soy pequeña, no puedo hacer ningún daño/ Si no me muevo, no tiraré nada”) se enfrenta con el gigantismo del Padre, de la Hiedra que crece (todo es oscuro cuando devora la hiedra) y tal vez los peligros: ser engullida, perderse, tocar lo oscuro, la intemperie, lo feroz. El gigantismo del Padre-Hiedra-Ley (la hiedra es un gigante) y sus ojos amarillos no es sólo alusión al poemacon que inicia el libro y lo titula, sino el motivo principal, es decir lo que excede en excede en estatura y más para el pequeño yo que se debate con un inconsciente (Ella), a veces transmutado en figuras míticas (Caperucita, Alicia in Wonderland de Lewis Carroll). El exceso tiene que ver con el exceso de muerte, el cadáver que engullo y es, a su vez, devorada por el yo pequeño y Ella, devoradores de cadáveres. Hay una dialéctica con el acto de devorar: la boca tan grande de mamá-loba (mamá loba: cósete los ojos), lo que se vuelve oscuro al ser devorado. El cadáver, es decir, la infancia, (ella hace de la infancia su único alimento) crece (gigantismo) como el corazón ( mi mami tiene un corazón que crece/ como el cadáver de una ahogada). El resultado es perder la sangre (vida). Estos acrecentamientos y disminuciones nos llevan a la silueta de Alice enclavada en Lewis Carroll y sus dominios: “Wonderland”, o los reinos invisibles de Irma E. Marc. De alguna forma, también es el de la fragmentación (Ella abre grietas en la muralla que defiende/ de la fragmentación el palacio del cuerpo) y nos hace pensar en el desmembramiento dionisíaco y su trance místico (con la omophaguía de las bacantes) y todo el juego de Ella (Ella está sola como yo) y el yo poético (soy una nenita hermosa con un vestido de plumetí) es una espera en ausencia de la guerra, pero una espera en soledad (¿Quiénes la dejaron sola?) donde el juego no es placentero (No dan ganas de jugar aquí) y tampoco se avanza (imposible avanzar hacia ninguna parte). El Gigante-Padre-Ley es una hiedra que trepa y se fija en las plantas pequeñas con garfios; también da un apellido (imponiendo apellido a lo vomitado, lo doloroso,/ lo para siempre insoportable). Ella y el yo tienen varias salidas: jugar con los ojos del Gigante-Padre-Hiedra-Ley, es decir con su mirada vigilante y legal (me gustan tanto los amarillos, son como los ojos de mi papá/ (…)/ no les tengo miedo, les tengo lástima, no tienen cara) y así librarse de él. El otro juego, el sexo y sus llaves guarda peligros (Y dice: “Alguien me hizo comprender que el sexo está acá”/ y gatilla sobre su sien un dedo descargado). O también: El deseo es pulpa inhabitable, carne viva cavada en lo feroz del cuerpo. Y hasta es posible lo perverso : para que obtenga mi placer/ matándolo. La Ley impone justamente eso, el placer del displacer, matar el placer como gozo absoluto.

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La intemperie, el salirse de la vida, el tal vez dejar de alimentarse de muertos produce un animal que me respira tierno y apagado/ en su país inocente. Al sueño es necesario, no obstante, entrar (un jardín oscuro/ y entro temblando) donde la música roza vuelta silencio. O rumores. Queda el habla pero es falsa y, como tú, cae. Tampoco el ratón del charco de lágrimas de Alice tiene respuestas. Por lo tanto nada que no envene el agua. La palabra escrita crea la noche/Ella dice: soy ciega. Las palabras escritas terminan siendo muerte (pequeños ataúdes). El cuerpo resulta triste y el nombre se escapa. La pérdia de las “nenitas hermosas” (con canastos llenos de limones amarillos) es la pérdida de Ella, del sí mismo, del nombrar, del deseo. Por sobre la pulpa de la mentira o la mecánica del mal subsiste la extrañeza (Ella está hecha de algo que no entiende) y también el rastro que deja el agua en el agua. Finalmente toda red de pescar palabras está hecha de palabras. Coleridge se pregunta qué significa el poema. Breton acude a una explicación sobrenatural. Es el reino de lo imposible verosímil de Aristóteles. Si la poesía es una mirada que atraviesa la envoltura del mundo, esa mirada es una mirada frágil. En ella todo lo gastado por el uso se vuelve desconocido, y los poetas están llenos de manos, de ojos, de bocas como diría Rulfo refiriéndose al niño imposible de Dorotea en esa novela magistral que es Pedro Páramo. En el enjambre de palabras Irma E. Marc con una exquisitez pocas veces leída llega a esa simplicidad de lo esencial. El gigante poético se vuelve breve, perfecto, conciso, de una sutil belleza. “Si soy pequeña no puedo hacer ningún daño”, dice irónicamente Syvia Plath. Y sabe que no es así, que la poesía más imposible (el rastro que deja el agua en el agua) puede ser la más perfecta. Esta rara perfección caracteriza este libro. Resplandece. Así. Como la verdadera poesía: un paraíso ínfimo y desvastador. Liliana Díaz Mindurry

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Dedicatorias: A mis queridos Héctor, Natalia, Julieta y Emiliano Calógero por quererme, apoyarme y estimularme siempre. A Francisca, mi nieta y a su papá José. A mi mamá, Sara y a mis hermanos Inés y Juan Bernardo. A Liliana Díaz Mindurry, mi amiga, mi maestra. A Diana Bellessi y a los “Amaretos” por todo lo que me enseñaron. A todos los autores que me marcaron y de los que aprendí. En memoria de Susana Marc de Salvador, de cuya mano entré al mundo fascinante de los libros.

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“Si soy pequeña, no puedo hacer ningún daño. Si no me muevo, no tiraré nada”

Silvia Plath

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EL GIGANTE

¡Usted se alimenta de muertos! Gustave Flaubert Ella hace de la infancia su único alimento, sin ceremonias, sin sentido, el cuerpo es un pan coagulado, es difícil que allí vuelva a fluir sangre verdadera (el muerto es el alimento). En sus ojos se enciende el espectáculo, y dice: No dan ganas de jugar aquí, sólo de estar sentada en esta silla con las piernas colgando, ¿Quiénes la dejaron sola? ¿Dónde están las otras? Está sola como yo. Es raro, no está rota para estar acá, ¿las nenas son sillas abandonadas en una habitación? Me gusta como baila el aire en los rayos de sol que entran por la ventana, hay cositas que flotan, no tienen piernas, no tocan el piso, son nenas hermosas con vestidos de plumetí. Soy una nena hermosa con un vestido de plumetí, sentada en una gran silla , las piernas no tocan el piso, la cabeza no llega al techo.

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Si estuviera rota, el plumetí tendría motitas color ciruela . Las lucecitas que bailan también son nenas vestidas de plumetí. No tocan el techo. No llegan al piso, bailan en el aire espumoso, meto los dedos en las nenitas hermosas que están solas y bailan, se vuelven locas, bailan más rápido, cambian de baile. Canto. Bailan. Grito. Rozo el aire. Concierto de cuerpos, la lágrima que cae es un arpa de luz, muevo los dedos, me cubro de brillantes. Me gustan tanto los amarillos, son como los ojos de mi papá, son papá sin ojos. Los ojos se escaparon. Se pusieron a bailar para mí. No les tengo miedo, les tengo lástima, no tienen cara. La cara de mi papá andará buscando los ojos, los tengo yo en la palma de la mano, los escondo, los dejo escapar, se van. Mi padre se quedó sin ojos. Puedo hacer lo que quiero. Esa planta se llama hiedra. Crece, crece. Sube por las piernas hasta el cielo. No entiendo, de una planta chiquita, como yo crece una cosa enorme, larga, que te lleva a la casa de un gigante. ¿Es esta la casa de un gigante? El espejo tiene tres nenas. Somos Ricitos de Noche, venimos de abajo, del mundo, me cansé de ocultarme, vengo a ver la casa del gigante. En esta casa hay un solo gigante, por eso hay una sola silla de gigante.

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¿Dónde andará el Gigante? Trepé por la hiedra de la planta de las habichuelas para entrar a la casa del Gigante, las puertas son para el Gigante, para que entre y salga cuando quiera, para que se vaya dando un portazo. ¿Si la hiedra rompe el vidrio de la ventana me envolverá? Cuando la hiedra envuelva la casa será de noche. Las manchas de la luna son hojas de hiedra que la van comiendo. Todo es oscuro cuando devora la hiedra. La hiedra es un gigante. No te das cuenta porque las hojas son insignificantes, mirás las hojas de a una y parecen cositas. ¿Cómo de un poroto puede crecer un Gigante? ¿Por qué? ¿Para qué? Para comerte mejor. Si me muevo rápido con las cositas que bailan en la luz el Gigante hiedra no podrá tragarme. (El espectáculo que se repite, y es seductor, y atadura, y muerte, la mano que se tiende como un brillo añadido a su belleza. Es difícil que allí pueda volver a fluir sangre verdadera, imposible avanzar hacia ninguna parte).

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MAMITA PERDIDA

Como quien se ha perdido en el bosque y no quiere volver, Mami dice: “¡Me pasaría la vida llamando por mi nombre a cuanta cosa encontrara hasta que algo respondiera!”. Mami esperó las llaves del sexo como una lluvia donde la lluvia, mi mami tiene un corazón que crece como el cadáver de una ahogada en el agua inmensa. Mi mami loba me quitó la canasta con lo que en Ella es nombrar, la capa roja que vela lo que en mí es decir, para que mi cara lujosa y todo lo que en Ella vacila sea sueño. Mami loba: cósete los ojos para que no veas qué boca tan grande tienes.

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UN LARGO SUEÑO PARA MI PAPITO

Ella dice ahí está papi ahí duerme papito ahí está mi papito con su saco de oficinista y sus ojos amarillos. Dormí, papito. Dormí, dormí y cantá, cantá nuestras guerras altivas, contemplá tu canto: pasa un hombre de saco de oficinista y ojos amarillos y la niña perdida de tus ojos.

¿Quién soy? ¿Quién soy? ¿Quién soy? (Trampa para los ojos).

Mi Papi

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ya no indagués tu cadáver, deleitate: la música te libró del cuerpo en la noche fría que fuiste a buscar. Papito entro en mí, como siempre que me dejás sola, tu canto dislocó el orden hechizante de las palabras, Ella habla la música donde debiera oír la noche, y digo noche para esta sed que me vuelve pequeña o me hace crecer, crecer, Papito, crecer. Papi, voy a librarme de vos para poder hollar serpientes, cachorros de dragones.

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LO PARA SIEMPRE INSOPORTABLE

Has visto, me pregunto, has visto la cara de tus hijos sin entremirar el espejo. Has visto – Ella pregunta- has visto el cuerpo de tu mujer (sencillamente el cuerpo de tu mujer) sin aritmética, con los ojos como máquinas voladoras, no con los ojos como palomas de trono y de altar, con la boca como criaturas de agua cruda, no para estar como muerto donde lo muerto. Has visto (preguntamos) has visto a la mujer del rito de la ausencia, al laberinto de donde húmedo saliste para permanecer desde entonces en fuga, tanteando la oscuridad con manos de verdugo, a puro látigo la luz como un lugar inhóspito, violento. Siempre fuiste mi espejo el común aire

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el borde del huracĂĄn la espuma sin orillas de mis labios el silencio turbio masticĂĄndonos, imponiendo apellido a lo vomitado, lo doloroso, lo para siempre insoportable. Mi pequeĂąo juez.

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FINAL DE GUERRA O DESPEDIDA

Darle alimento celeste al cuerpito de la rosa El general Oku fue, además, conde y samurai. Tomó Nanchán y venció en Telissu y Tachichao. Ella lanza hacia mí el corazón como un resplandor de la guerra, tiene la estirpe de la tragedia, el linaje del desastre. El zar Nicolás II reparte imágenes sagradas a los soldados que van al frente Ella abre grietas en la muralla que defiende de la fragmentación el palacio del cuerpo - lo que brilla habitable en la palabra, el alabastro del silencio, la opacidad del deseo, ramas y floraciones en la sangre, el rumor, el estruendo y el ritmo de la noche y el díabendición de cadáveres en Sha-Ho, 1904 puentes de una blandura insoportable entre mi corazón y la caída de la rosa dos grabados de la batalla naval de

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Tsushima acontecida el 27 de mayo de 1905 dos monedas cubriendo tiernamente los ojos, el cuerpito danzando para nadie. Fiesta de la victoria en el parque Hi-Ni-Yo de Tokio, al t茅rmino de la guerra. La larga espera comenz贸 de nuevo, la larga espera en ausencia de la guerra.

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LA INTEMPERIE

A la intemperie siento un dulce animal respirar aquí, entre amapolas, las flores le parecen algo extraño, el animal no. Cálidamente protegida de todo lo que debía tocarla Ella escribe unos versos con una pena de pájaro. El pájaro hace nido en la cáscara de mis párpados dispuesto a quedarse aquí. Ella contempla su mano como una isla de luz entre las amapolas. Bajo los párpados ya es un sueño lejano, abre la sombra y toca un rizar de insectos. Ella sueña como si este día no fuese gema de púrpura del animal que me respira tierno y apagado en su país inocente.

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COSAS FRÁGILES

Ella cree que la noche es un volcán en el melancólico desorden de cosas frágiles, algo como el amor y la memoria. Veo su voz, un jardín tan oscuro, y entro temblando.

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PRADO

Madre de las flores blancas la música, la música rozándome, fundiéndose, sobre la hierba fresca. Ella oye voces invisibles hasta apagarse. Intimo autorretrato, sabiduría rabínica del silencio.

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EN LO FEROZ

Ella habla en los sitios donde yo era una persona que no está más. Ella habla de zonas más allá. En el caos, en el estupor de donde proceden mis sueños, desguaza mi corazón y manda al mundo las carnecitas a modos de pulsaciones de la ausencia. Ella trata de conmoverme con el recuerdo de la infancia (no es tan fácil, amiga mía, no es tan fácil). Ahora intenta elevarme a la contemplación de lo maravilloso (Ella trama conflictos cuando se pone sentimental). Y dice: “Alguien me hizo comprender que el sexo está acá” y gatilla sobre su sien un dedo descargado. (Cómo explicarle mi incertidumbre de lo que es carne, de lo que no). Con palabras líquidas como las formas del sueño digo: “Ven” (El deseo es pulpa inhabitable, carneviva cavada en lo feroz del cuerpo,

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cómo- de qué modo- quién- cuándo- me llamó, y es pavor y dulzura el llamado del amor).

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EL CHARCO DE LÁGRIMAS

Yo le hablo, pero mis palabras ya no surten efecto, se oyen como leídas por la voz de una ahogada, hablo para que me oiga, como si Ella oyese. Fui tras Ella a la comarca de las Mujeres Mudas, usando una sombra como polvo enmudecedor para vocecitas de la penumbra. Caí en un charco de lágrimas y Ella dijo: ¡Oh, ratón!, ¿sabes cómo salir de este charco? Estoy muy cansada de estar nadando por aquí. ¡Oh, ratón! Se oyó decir: Toda habla es falsa y, como tú, cae. Con un relampagueo de agujas tembló mi voz depositada a sus pies como una ofrenda . Toda mi vida es algo que jamás comprenderás, grité desde la orilla del charco. Ella pareció comprender y haciéndome esperar la noche

soltó mi voz que ardía dando vueltas con el movimiento de las sombras.

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EL VIENTO

Nada que no sea tierno o sabio en lo desnudo, nada que no sea pequeño collar de huesos de un sueño y otro sueño y otro cuelga de mi garganta. Nada que no envenene el agua o infunda niebla en nuestros ojos o rasguñe los escombros con uñas pálidas. Nada que no te arrastre lejos del amor, nada que no tenga miedo a las estrellas que caen, al viento que te aleja.

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TRANSFORMACIONES

Qué horadó tan lejos mi inocencia más inocente mi nombre más puro y desde entonces mi pena se renueva sin cesar y Ella está cada vez más perdida ante mis ojos Algo la cautivó en la noche tejiendo sus vestidos con qué a qué a quién en cada abandono pero por qué el retorno al inmenso continente que la separó de la ganancia deseando otra carne para su alma otra alma para mi carne en la distancia de lo expulsado del paraíso y engullido por la sombra aproximándose a la muerte para que obtenga mi placer matándolo

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El CUERPO No mediante el terror y la piedad, sino atravesando todo terror y toda piedad. Aristóteles

Donde la palabra crea la noche Ella dice: soy ciega, fantasmas imantados de muerte a la captura de la luz recuerdan el espejo de la noche, una vez que Ella ha sido fragmentada por días y días, sin que sea descuidada parte alguna. Ella los ha atraído nuevamente hacia su cuerpo, han vuelto, capturando la luz para crear la noche, atravesando el horror y la piedad, más allá de toda delicia de muerte. Ella dice: soy ciega donde la palabra crea la noche, y toda palabra es ciega. El cuerpo es un derrumbe esa memoria vuelve a la noche, esos fantasmas seguirán espejándote.

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NENITAS HERMOSAS I

Acompáñame cuerpo, es nuestra tristeza, hay habitantes encantadores en la tristeza, Nenitas Hermosas que nos cautivan todas viento y lamentos. Hay dolor en mí, cuerpo, hoy dueles como una lluvia de abandonos, como la casa de mi infancia, como el nombre fugitivo y el amor triste.

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II

Noches llenas de sueños, paseos hacia los rincones silenciosos del habla. Depositas bajo la lengua tus palabras como pequeños ataúdes y te lanzas hacia

el espacio de luz. No sacas mucho de esos paseos mudos, sólo el ruido como de vidrios rotos que te acompaña todo el día siguiente.

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III

Esa agua interminable que me es dulce como el sol de marzo trae voces y Ella sueña un poco, sueña que el agua invita al sol al corazón de la tristeza. Dentro del sueño, siempre más íntima, se pregunta qué hacer con lo que canta el agua, Nenitas Hermosas con canastas llenas de limones amarillos como pulpas del sol de marzo. Siempre más íntima, más fascinante y lejana, decís nombrándote con esa agua tan dulce de sus canciones y la tristeza pareciera perdida.

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NOMBRAR EN VIAJE

I

Quién anda ahí quién nombra muertos quién morderá su propio corazón hasta morirse. Nombrar en viaje lo mordiente con el cuerpo entero con el cuerpo entero bajo el agua Con la boca ataúd qué partió.

II

Ella se tejió un vestido con la letra de la medianoche -algo como una i larguísimay se alejó ondulando

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III

Ella está hecha de algo que retorna, como esas gemas de sus sueños, como las gemas amarillas de sus sueños, como las gemas que ve en el fondo del agua de sus sueños. Ella está hecha de algo que no entiende.

IV

A veces es viento, como el viento agita memoria y deseo, como el viento baja a tu encuentro tejiendo sus vestidos en los caminos, en la copa de los árboles, en ciertas lágrimas. Ella se extraña, casi siempre se extraña, perdida no sé dónde, como el viento.

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V

No hay agua, Ella dice no hay agua. Habla de la ternura, naturalmente, ha llegado a un lugar seco donde golpea el sol. Sopla una ráfaga húmeda, Ella se desliza hacia el agua de sueño, en las repisas tintinea la cristalería y saltan al vacío los impulsos del agua, en un montón de imágenes rotas. Ella ve allí a alguien que conocía, alguien de cabellos húmedos. Amor mío.

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REINOS INVISIBLES

Fantasmas únicamente de tu boca, el cuerpo como un lápiz tajado. Ella vacila y danza en el aire inmóvil. La pulpa de la mentira se deshace en su boca. Conoce de la lluvia, de las palabras que susurran su vacío, agua cayendo en las palabras es lo único puro. Ella se aleja hipnotizada por la mecánica del mal, este dolor de los reinos invisibles, el rastro que deja el agua en el agua. Era sed de muchos años retenida en nuestros cuerpos.

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ÍNDICE

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EL GIGANTE Prólogo, Por Liliana Díaz Mindurry……………………………………………..2 El Gigante………………………………………………………………………...7 Mamita perdida…………………………………………………………………10 Un largo sueño para mi papito………………………………………………….11 Lo para siempre insoportable…………………………………………………....13 Final de guerra o despedida…………………………………………………….. 15 La intemperie…………………………………………………………………….17 Cosas frágiles…………………………………………………………………….18 Prado……………………………………………………………………………..19 En lo feroz………………………………………………………………………..20 El charco de lágrimas…………………………………………………………….22 El viento………………………………………………………………………….24 Transformaciones………………………………………………………………...25 El cuerpo…………………………………………………………………………26 Nenitas hermosas………………………………………………………………...27 Nombrar en viaje………………………………………………………………...29 Reinos invisibles…………………………………………………………………32

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Agradecimientos

A Rita Calógero y a Víctor Lapegna por su calidez y hospitalidad y por ser siempre “familia”.

A Patricia Bence Castilla por confiar en mí para su primer proyecto editorial.

A Alejandra Todorovich, mi terapeuta, porque sin su aporte este libro nunca hubiera sido escrito (y vendrán muchos más).

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