De carne y hueso Un baúl de tradiciones

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a publicación de este libro no habría sido posible sin el decisivo apoyo de la LXII Legislatura de la Cámara de Diputados, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), y la Compañía de Artes Vitaminas.


RO SA L BA F LO R E S M AC Í AS


D i rec tor io CONACULTA Lic. Rafael Tovar y de Teresa

CÁMAR A DE DIPUTADOS Dip. Aurora Aguilar Rodríguez

COMPAÑÍA DE ARTES VITAMINAS Arcelia Flores Pérez

ARTE Y DISEÑO Rafael Contreras Vázquez

EDICIÓN Karla Rodríguez Flores Keren Rossi Palafox

Fomento Cultural Tlaxcala es resultado del esfuerzo interinstitucional de CONACULTA y la Cámara de Diputados (LXII Legislatura), bajo la coordinación en el estado de Tlaxcala, de la asociación civil Compañía de Artes Vitaminas, y con la participación de profesionales en diversas disciplinas. Nuestras acciones están encaminadas a fomentar el patrimonio cultural (material e inmaterial) de nuestra entidad, para fortalecer las identidades tlaxcaltecas.




A gradec imientos A Celia Macías Galaviz y Fernando Flores Yáñez, mis amados padres ya fallecidos, quienes me alientan a escribir para compartir sucesos perdidos en la inmensidad del tiempo. A Karla, mi hija, pero también amiga, compañera, hermana, prima y hasta madre, cuando la ocasión lo requiere. A mis hermanas y hermanos, por su apoyo y cariño; a mis primos hermanos, primos segundos, terceros, cuartos y toda la familia Macías en general. A mi gran amiga, compañera y maestra, por ser una de las pocas personas que predica con el ejemplo: Aurora Aguilar Rodríguez. A mis sobrinas y sobrinos (tanto reales como adoptados). Su presencia ha sido siempre una bendición. Al equipazo: Karla, Keren y Rapha, por su valiosa ayuda y enorme creatividad para realizar este trabajo editorial. A todas mis amigas y amigos de ayer, hoy, mañana y siempre. Finalmente, agradezco a Fomento Cultural Tlaxcala por considerar mi trabajo periodístico para formar parte no únicamente de las páginas de este libro, sino del equipo interdisciplinario de tlaxcaltecas que participaron en dicho proyecto. Así pude hurgar en el baúl de los recuerdos y reescribir aquellas historias que me fueron contadas por sus mismos protagonistas (algunos de ellos hoy ausentes), durante deliciosas conversaciones en las que tuve el honor de ser interlocutora, periodista, amiga y hasta confidente.



Pre senta c ión Una buena conversación debe agotar el tema, no a los interlocutores.”

Winston Churchill

e mi padre aprendí a conversar con las personas. No simplemente platicar por hablar, hacer chisme o pasar el rato, no. Fernando Flores Yáñez era un hombre abierto, gentil, sincero y en general muy sonriente. Su ejemplo me enseñó a charlar sobre temas específicos y muy variados; con claridad, con verdad y buen sentido del humor. Así fue mi padre toda su vida: un excelente conversador. Sin embargo y pese al inevitable exceso de bla, bla, bla en el que caemos los conversadores, mi padre también me enseñó a escuchar; y a escuchar muy bien. Poner la debida atención, interés y respeto, ya fuera un simple saludo durante un encuentro casual, o bien se tratase de aquellas confidencias, secretos e intimidades de quien nos entrega su confianza en un momento de desahogo. Don Fer, como lo conocieron muchos de sus amigos y amigas, era un maestro en el arte de las relaciones públicas. Para él saludar no era un “hola” y un “adiós”; jamás. Su ascendencia inglesa paterna justificaba perfectamente los diferentes rituales ejecutados con la gente en el trato cotidiano, sin importar si eran conocidos

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o desconocidos, familiares cercanos o lejanos, seres queridos o malqueridos. Cuando alguien le causaba una mala impresión, nos decía simplemente: “ese amigo no me cae nada bien.” Ahora, que mi amado progenitor ya no está con nosotros, entiendo el motivo de fondo por el cual decidí estudiar los secretos de una buena comunicación, como ganarse la confianza del informante. Mi papá influyó de alguna manera para que yo estudiara Periodismo y Comunicación Colectiva en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Aunque desde antes ya sabía bastante sobre los beneficios de una buena conversación, empezando por el saludo: detenerse, mirar a los ojos, saludar con mano franca, una sonrisa o al menos gesto amable y dirigirse a la persona por su nombre. No por quedar bien, por conveniencia o interés, sino por realmente compartir el momento con los demás, relacionarse, convivir y así experimentar la vida con plenitud. A pesar de haber sido por años objeto de algunas críticas y burlas de amigos, familiares de su generación, después los hijos y hasta los nietos, don Fernando siempre se detuvo en la calle a saludar a sus conocidos y preguntarles “¿cómo están?”, mientras estrechaba cálidamente sus manos. Cuando murió, nos preguntábamos durante el funeral quiénes eran tantos desconocidos y, sobre todo, desconocidas derramando lágrimas sobre el féretro del difunto. Esos extraños quienes, al despedirse y llamarnos por nuestro nombre, coincidieron en sentir profundo dolor por haber perdido a un excelente amigo y maestro de la vida: mi padre. Hago aquí estas confidencias porque considero que la cualidad que tengo, aprendida y aprehendida de mi señor padre, resultó ser magnífica herramienta durante más de 30 años de ejercer los oficios de la comunicación, sobre todo con los géneros periodísticos de opinión, específicamente la entrevista, donde es indispensable la empatía con el entrevistado si se pretende entrar en confianza para hablar de la vida personal, los pasajes íntimos y las anécdotas familiares; elementos que enriquecen una buena semblanza. Un mal conversador difícilmente pasará de la primera etapa en la que apenas puede haber frías preguntas y cortas respuestas, sin sustancia, sin historia, sin alma... 12


Poner la debida atención cuando habla una persona, mucho más si ésta es mayor, ayuda a comprender el sentido de sus palabras, la intención de los adjetivos calificativos, el tono con el que se expresan las frases y, en ello, ver reflejada el alma del ser humano que tenemos enfrente, agobiada entre lo que recuerda y lo que no quiere mencionar, pero en un momento de sinceridad se le escapa, en ocasiones a través de una lágrima que apenas asoma o en una mirada esquiva. Al final de cuentas, todos somos seres humanos de carne y hueso. Y fue precisamente “De carne y hueso” el nombre de una sección sobre semblanzas de personajes tlaxcaltecas, a quienes entrevisté durante los años 2001 y 2002. Entrevistas publicadas durante esos años en un suplemento dominical de El Sol de Tlaxcala (El Cristal); algunas de las cuales han sido retomadas para formar parte de este libro. Sin embargo, no todo el material corresponde a la misma época ni al mismo medio: un par de entrevistas fueron publicadas en fechas más recientes en la revista Enfoques de Tlaxcala; como la de Carito Hernández Castillo, de Huamantla. Al revisar todo este material tan valioso, me considero inmensamente afortunada al haber podido conversar con una larga lista de personajes, la mayoría tlaxcaltecas, quienes por unos momentos me abrieron las puertas de su casa e incluso, algunos de ellos, las ventanas de su corazón.

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Durante el desarrollo del proyecto Fomento Cultural Tlaxcala y, dada la importancia de la historia oral en la preservación de las tradiciones, caímos en cuenta que en aquellos trabajos periodísticos del pasado había un claro ejemplo de los usos y costumbres transmitidos de generación en generación, dado que los entrevistados relataron pasajes de su propia historia, así como la gran influencia de las enseñanzas de padres y abuelos para mantener vivas esas costumbres. Por ello, surgió la idea de escribir este libro: para compartir los relatos de cada entrevistado o entrevistada, como testimonios de una parte de la historia. De nuestra historia. Fue imposible reunir a todos en un solo libro, sin sentir que había quedado fuera una parte esencial de Tlaxcala. Esta es sólo una selección de personajes, reflejo de las identidades tlaxcaltecas, herencia cultural de nuestros antepasados prehispánicos y resultado de la unión de dos grandes culturas. Varios de los tlaxcaltecas con los que converso en estas páginas, desafortunadamente ya no están entre nosotros; pero sus acciones, su obra, palabras, vivencias y opiniones siguen vivas hoy y aquí, y forman parte sustancial de este texto, como un pequeño pero merecido homenaje a grandes luchadores, modestos artistas, mujeres ejemplares, maestros entrañables y ciudadanos soñadores... de carne y hueso.

Rosalba Flores Macías

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Si la historia la hacen los pueblos, una sola voz difĂ­cilmente puede proyectarla. La voz del pueblo es una voz multitudinaria. Sin embargo, a veces es posible captar, en la voz de un hombre o de una mujer, la realidad y el accionar de todo un pueblo. Berverley, J., & Achugar, H. La voz del otro: testimonio, subalternidad y verdad narrativa.

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Foto: J. Guadalupe PĂŠrez


na de las fuentes más importantes de la historia es, sin duda, la tradición oral; herramienta utilizada por antropólogos, arqueólogos e historiadores, entre tantos otros, para acceder al pasado con sus protagonistas y antagonistas; sucesos trascendentes, pero también simples anécdotas; triunfos gloriosos, entre las tristes batallas perdidas; además de aportar el sentir tanto individual, como colectivo, en una comunidad determinada. El reconocido historiador y antropólogo Jan Vansina, la define como: “Todos los testimonios orales concernientes al pasado que se han ido transmitiendo de boca en boca...”, habiendo dedicado parte de su estudio y obra a reconocer el valor histórico de la tradición oral, fundamento de las fuentes escritas desde la Edad Media, cuya debilidad suele ser la cronología, por lo que sí requiere del auxilio científico, sostiene el investigador nacido en Bélgica. Es cierto que no es antropológico el objeto de este libro, ni pretende demostrar verdades absolutas en ningún campo del conocimiento donde otros ya han sembrado y cosechado. Sin embargo y pese a seguir siendo tan cuestionada su validez, considero pertinente puntualizar que la tradición oral es una inagotable fuente informativa para todo aquel que desee conocerse a fondo, meterse hasta la raíz de su 19


identidad donde pueda comprender quién es, de dónde viene y hacia dónde va. Y si es así el beneficio personal, con mayor razón y en mayor medida lo es a nivel masivo, pues no se trata únicamente de indagar en el pasado para conocerlo, documentarlo, analizarlo y dictaminarlo, de acuerdo a personales conveniencias de quienes inciden en los libros oficiales de historia, sino valorar la cultura heredada de nuestros antepasados, mantener vivas hermosas costumbres y preservarlas a través del tiempo. Para que las tradiciones no se pierdan en el olvido, la frivolidad de modas pasajeras, ni en la indiferencia del ignorante que, por tener la desgracia de serlo, menosprecia sus orígenes. Las tradiciones orales son palabras que hacen revivir el pasado. Estas palabras son venerables, ya que constituyen la llave del tesoro de las experiencias de antepasados que trabajaron, amaron y sufrieron en tiempos pretéritos. No hay, pues, duda alguna, que, para ellos, las tradiciones son fuentes para el conocimiento del pasado. Jan Vansina, La Tradición Oral

En tal sentido, las entrevistas aquí retomadas no fueron hechas inicialmente con la intención de ser objeto de estudio para el trabajo antropológico, sociológico ni nada por el estilo. Se trataba de un trabajo periodístico: platicar con un personaje de la vida cotidiana tlaxcalteca a fin de escribir una semblanza, para mostrar que todos somos seres humanos, de carne y hueso con pensamientos, sentimientos y reacciones similares, independientemente de la condición social, grado de preparación, género, edad o signo zodiacal. Sin embargo, con el paso de los años los entrevistados se han convertido en testigos de la historia y, como tales, en un ejemplo que muestra la utilidad de la tradición oral cuando de rescatar la identidad se trata, sobre todo en aquellas comunidades sin escritura. La historia escrita no puede ser considerada como la única versión de un suceso, solamente porque fue avalada por la autoridad del momento; más aun si el texto va cargado de influencia de la época, 20


intereses particulares y conveniencias políticas, pues como sostienen estudiosos del tema, la cultura de los pueblos se construye a partir de una buena dosis de “oralidad”, dado el poder de la palabra para satisfacer una de las necesidades primarias del ser humano; comunicarse con sus semejantes. La remembranza de los personajes aquí mencionados retrata las identidades tlaxcaltecas. Es esta la razón por la cual las entrevistas fueron seleccionadas: porque son reflejo de la diversidad de voces que coexisten día a día en la sociedad de Tlaxcala. Y, al mismo tiempo, resulta ser un ejercicio para la realización de la entrevista, ya sea como género periodístico o como ingrediente esencial en cualquier trabajo de campo.

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11 de febrero de 1922 – 14 de septiembre de 2007

Fecha de publicación de la entrevista: Marzo 11 de 2001

Profesión: Muralista

Lugar de nacimiento: Contla de Juan Cuamatzi, Tlaxcala

¿Q u ié n e s é l ? onsiderado una de las figuras más destacadas del muralismo en México. Fue dibujante, pintor, grabador, escritor, arquitecto, cronista, catedrático, investigador y restaurador. Su obra más importante se encuentra en el Palacio de Gobierno de la capital del estado, donde quedó plasmada la historia de Tlaxcala contada en 24 segmentos, que representan diferentes periodos históricos. 22


¿Traidores? Hay una ausencia de cultura histórica, una mala interpretación de la historia pero, con todo respeto, ese es un problema del Distrito Federal, pues los historiadores oficiales confunden la historia del D.F. con la historia nacional y les duele la etapa de la Conquista.”


aquí voy, a buscar en la narración de cada persona su identidad cultural y, con ello, recuperar pasajes de nuestra historia, para lo cual es necesario echar mano de un género periodístico nada sencillo de dominar: la entrevista. Bien dicen que “echando a perder se aprende” y luego de pasar por el natural proceso de enseñanza aprendizaje, tanto en las aulas como en las distintas salas de redacción en las que laboré y/o colaboré alguna vez, aprendí a conectar mi intención de comunicar, con la voluntad de expresar del entrevistado. Dicha conexión, cuando se logra, ayuda a ver más allá de lo aparente y en ocasiones aporta mayor información que las palabras, cifras, fechas o, en su caso, el número de las batallas ganadas. El primer personaje que llega a esta galería, es un reconocido pintor, muralista, investigador y gran luchador por las causas populares: Desiderio Hernández Xochitiotzin. Cuando lo entrevisté estaba algo asustada, porque yo era muy joven, él un artista grande, y eso siempre impone; mucho más si se está en su terreno, en el taller del artista, su propia guarida. La casa del maestro, en pleno centro de la capital tlaxcalteca, calle empinada y pedregosa (donde el que no cae, resbala), estaba prácticamente tapizada de arte. Recuerdo haber sido sorprendida por don Desiderio observando los cuadros en las paredes, cuando me dijo: –No creas que nada más compro cosas que me gustan y las cuelgo; todo tiene una historia que representa algo especial. –¿Se siente orgulloso de tener tantos reconocimientos? –pregunto señalando uno de ellos. –Agradezco con sinceridad los reconocimientos, pero esos no sirven para comer –responde muy consciente de lo difícil que les resulta a artistas y artesanos, sobrevivir dignamente con el comercio de su obra.

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DESIDERIO LOGRÓ CAPTAR LA ESENCIA DEL PUEBLO

Una semblanza no se logra con una entrevista “banquetera”, como le llaman los compañeros periodistas en su particular lenguaje coloquial. Se trata de conversar con tu entrevistado en un clima agradable que les inspire a ambos la confianza de platicar como si fueran grandes amigos, porque sin este ambiente de cordialidad será sumamente difícil, si no imposible, que alguien que se sabe de antemano observado, grabado, iluminado y cuestionado, se exprese con naturalidad desde lo más profundo de su corazón. Al preguntarle si él había logrado salir adelante económicamente con su trabajo, el artista recuerda su pasado y comienza a narrar su historia: –Mi padre decía que el artesano tiene que vivir de su artesanía –recuerda don Desiderio– cuando tenía 25 años (ahorita tengo 79, casi 80) me puse a prueba cinco años para ver si podía dedicarme a esto todos los días o si iba a ser un artista dominguero. Quedé convencido que me iba a dedicar a esto para siempre, pero que nunca sería yo rico, no por mi calidad de artista, sino por mis ideas. –Pero hay artistas que viven muy bien –replico. –Porque se dedican al comercio, no al arte. Con todo respeto, yo no tengo por qué engañarlos en busca de un aplauso o de dinero; tengo que decir mi verdad con una gran responsabilidad histórica, personal y religiosa, porque soy muy religioso. Mi padre decía: “El cliente nunca sabe lo que quiere, pero nosotros no debemos engañarlos” –afirma con seguridad.

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–¿Digamos que apenas sobrevive con su obra? –indago. Sonríe y luego se queda callado, pensativo. Al fin responde: –Depende de la circunstancia. Aquí sí. Pero cuando viví en Suecia, con la venta de un cuadro vivía tres meses. Allá tratan al artista, como aquí al Obispo. Le tienen cariño, respeto, sus centavos. Aquí es otra cosa. Además, el problema que yo veo con los artistas jóvenes de Tlaxcala es que quieren ser inmortales, internacionales, ricos y famosos de golpe y porrazo, y eso no puede ser. Un verdadero artista entrega toda su vida a su obra. Siempre he creído que el arte es una voz sublime. Cuando el hombre encontró a Dios, inventó el arte para poder hablar con Él. No recuerdo si esto lo leí o si lo inventé, pero pienso que el arte es espíritu, una voz sublime, eterna, que nos llama. Al plantear el tema de la técnica y si es indispensable o no lo es, responde sin dudar que lo que se necesita es sentimiento, pues cuando empezó a tener éxito con sus famosos “Carnavales”, uno de sus compañeros de Puebla decidió imitarlo pero sólo en los temas, no en el movimiento porque: el milagro del artista es que sienta lo que está haciendo, que esté vivo, como decía el Maestro Orozco: “El artista transmite su sensibilidad a través del pincel.” En la plática surgió el tema del avance en la entidad, momento que Desiderio aprovechó para lucir cierto sarcasmo: –¿En qué época? ¿O de cuántos años para acá? El avance no empezó ayer; yo relaciono las cosas con otras épocas. Por ejemplo, antes no había Instituto Nacional de Antropología e Historia, ni una comisión encargada de los artesanos, ni un Departamento de Turismo, ni había elemento cultural dentro de la Secretaría de Educación Pública. En mi opinión el gobierno de Joaquín Cisneros Molina le dio un jalón muy fuerte a Tlaxcala en varios aspectos como educación, salud y carreteras; pero él además apoyó el mundo cultural, empezando por mi trabajo. Yo pinté la primera tarea el día que Cisneros tomó posesión en 1953. –¿Qué piensa del dinero? –pregunto.

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–Una persona que vive su vida alrededor del dinero está fuera de su realidad física. Porque nacimos desnudos, sin nada y así


nos vamos a ir. El que hace grandes capitales, aquí en la tierra los tiene que dejar –enfatiza el muralista– Los ricos convierten el dinero en su ídolo, por eso no tengo tanto contacto con ellos, le saco yo, porque ellos piensan de otro modo, sólo hablan de ganar o perder. Por eso yo guardo mi distancia. Le interrogo sobre su particular concepción acerca de la muerte, debido a la recurrencia del tema en las diversas expresiones artísticas, a través de los tiempos. Don Desiderio tiene la suya, por supuesto: –Todas las noches ensayamos la muerte cuando vamos a dormir. Pero hay muchos aspectos. Cuando es uno jovencito, ni siquiera se fija en la muerte. Como a los veinte años yo pinté un cuadro “La ciudad de los muertos”, producto de haber leído “La Divina Comedia” o filosofía de Voltaire. Pero años después me inscribí en unos ejercicios espirituales y adquirí la conciencia de la muerte que tengo hasta ahora, desde el punto de vista cristiano, es decir, que el hombre viene a esta tierra a cumplir un destino y del cumplimiento de ese destino tendrá uno que rendir cuentas. –¿Cuál ha sido su destino? –mi duda está enfocada en la misión del ser humano. –Esto que digo se reforzó con la “Parábola de los talentos” –indica– digamos que providencialmente yo fui descubriendo poco a poco el talento que Dios me dio y cada vez que daba yo un paso, extraía conciencia de que iba yo mejorando. En la Academia de Bellas Artes aprendí a pintar paisaje, pero después descubrí que Dios creó el paisaje para el hombre, entonces me puse a trabajar el tema humano y se me multiplicaron los conceptos, empecé a sumergirme, digamos, en las culturas y eso me obligó a regresar a nuestras culturas autóctonas

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y a leer sobre arqueología. Aunque el concepto indígena de la vida y la muerte lo aprendí con mis padres y mis abuelos. –¿Cómo elige los temas que trabaja? –El arte es también autobiografía, son vivencias personales; está uno confesándose con todos. Por eso lo que pinto es profundamente comunicación, es pedagógico, y es un mensaje de regeneración, creación o redescubrimiento de Tlaxcala. –¿Se considera un crítico social? –Que yo sea un crítico social contemporáneo, me han reclamado compañeros ideólogos, algunos de izquierda (que ahora son más guadalupanos que yo, porque son interesados). Pero yo creo que puedo ayudar a las nuevas generaciones a sentirse orgullosos de ser tlaxcaltecas; en mis murales aparecen muchos hombres que han sido grandes tlaxcaltecas. –¿Ha sentido la envidia de sus compañeros? –digo esperando no abusar de su confianza. Suelta una gran carcajada y me muestra el cuadro “Nido de Víboras” y dice divertido: –Aquí están los compañeros. La verdad es que la envidia es un sentimiento muy natural. Yo la viví desde que estaba allá en Puebla, en el Barrio del Artista y precisamente esa fue la razón por la que decidí regresarme a vivir a Tlaxcala. Porque les molestaba que sin ser poblano yo hiciera obras como los murales en cerámica del edificio que está en el corazón de Puebla (3 Poniente y 16 de Septiembre). Digo esto con todo respeto a los amigos de Puebla, que me acaban de hacer un homenaje, pero en aquellos tiempos así fue. Cuando el tema de la ambición sale a relucir, me confiesa: –He sentido la ambición de ser entendido, reconocido y respetado. Aquí tengo una anécdota: un sacerdote que era mi amigo, muy limpio, muy idealista, cuando yo me quejé con él que la gente no me entendía, me dijo que si ellos no me entendían a mí, yo debía acercarme para entenderlos a ellos. Esto lo he practicado siempre.

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–Pero usted se ha ganado ya el respeto y el reconocimiento –trato de argumentar.


–Bueno, yo ambicionaba eso de muy joven. Después entendí que para que uno pueda ser reconocido, primero debe uno saber, estudiar (yo nada más estudié la Primaria), por eso empecé a leer como un bárbaro, de todo, filosofía, historia, arte, religión. Eso me ayudó a asentarme y a entender que el reconocimiento sólo puede venir del que tiene el mismo conocimiento, lo demás es simpatía. –¿Recuerda algún elogio en especial? Mi pregunta y el clima de la conversación, sin duda movieron una fibra sensible, porque don Desiderio hizo una pausa, respiró y dijo: –Una vez, cuando estaba pintando “El Mercado”, me baje del andamio para ver la perspectiva; estaba un ancianito ahí parado y no me dio tiempo a soltar mi mano, la jaló y la besó... No pudo continuar. La emoción del recuerdo ahogó su voz y brotaron las lágrimas. Traté de completar sus palabras: –Ese reconocimiento es más valioso por auténtico, que unas letras doradas por quedar bien ¿verdad? –señalé apenada por haber provocado ese sentimiento. Como respuesta, el maestro sólo asintió, pues se quedó unos momentos más, colgado en sus remembranzas, mientras se secaba los ojos inundados de nostalgia. Tuve que improvisar con una pregunta que lo sacara de ese estado: –¿Una crítica que le haya calado? –mencioné casi sin pensar. –Casi no he recibido críticas a mi trabajo –contestó pausado– pero una vez un señor intelectual, que por prudencia no digo su nombre

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porque de pilón era mi compadre, andaba de parranda y entró al baño al Palacio de Gobierno cuando yo estaba pintando los murales; traía desde luego sus copitas y me dijo: “pinta, pinta compadrito, que no faltará quien lo venga a borrar” –¿Qué le respondió? –pregunté curiosa. –Dije: “Mira compadre, unos nacimos para hacer el bien y otros para hacer el mal. Yo creo que estoy haciendo el bien y Dios libre a los que nacieron para hacer el mal.” Y ya a esas alturas de confianza, me aventuré con los temas personales y familiares, preguntándole a qué edad se casó, respuesta que no se hizo esperar: –A los 25 años. Tuve diez hijos: siete hombres (el mayor, ya difunto) y tres mujeres. Entre mis hijos tengo dos sacerdotes, un filósofo, una maestra de primaria, otra poeta y filósofa, un joven que estudia Veterinaria, uno más que le encanta la lectura y una niña que va a la Primaria. También tengo nueve nietos y dos bisnietos (hasta el momento de la entrevista, en 2001). –¿Se siente feliz por haberle dedicado toda su vida a una sola mujer? –Yo siempre he creído que una de las cosas más dignas del hombre, es que sea leal a la persona que ha sido leal con él. –¿Le agrada la vida familiar? –Desde antes que me casara y anduviera yo de novio, porque con todo respeto, pensaba que era perder el tiempo, la mujer es muy especial; ya una o dos veces me habían dejado plantado porque no era yo guapo ni usaba traje. Pero siempre pensé que el artista, antes de ser artista debe ser hombre, padre de familia, tener hijos, vivir para ellos, con ellos; vivir con ella y para ella. Sólo así puede uno entender la vida y la puede uno expresar. –¿Es cariñoso con sus hijos?

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–Cariñoso nunca he sido. Pero yo los atiendo siempre en todo, los abrazo, les doy su bendición, los ayudo en lo que puedo económicamente, no les faltan consejos aunque a veces no los entiendan. Ese es mi modo,


porque cuando el papá es muy cariñoso, los hijos abusan de él. –¿Qué es lo que más le importó enseñarle a sus hijos? –Que sean dignos. –¿Qué le gusta comer? –Eso también son etapas. Antes, por lógica, me gustaba lo que mi mamá guisaba, como el mole prieto de Contla. Después y hasta la fecha me gusta lo que cocina mi esposa, que aunque nació en Puebla, tiene ascendencia tlaxcalteca (es pariente de don Miguel N. Lira, el poeta). Entre las cosas que más me gustan están las albóndigas, los envueltos de mole, las tlatlapas y cuando salimos, la barbacoa de carnero. Las comidas prefabricadas para el turismo, nomás no. –¿Cuál es su distracción? –Leer, leer y seguir leyendo. Primero el aspecto cultura, después la administración y luego sigue el otro cuento: la política, que ahora es un desastre, porque la política no es para que estén peleando, sino la administración de la comunidad. –¿Le gusta el tabaco y la copa? –Mis padres eran muy estrictos, ahí no llegué ni a fumar. Ya cuando formaba parte del Barrio del Artista en Puebla, ahí si me echaba mis cigarritos y después unos tequilas, porque formamos un grupo que se llamaba “Peña amigos del arte” y en las reuniones había enchiladas, pellizcadas, poesía, guitarra y, desde luego, tequilas. Aquí en Tlaxcala mi trabajo también son las convivencias y reuniones, de donde he aprendido muchas cosas de tradiciones y leyendas. 31


–¿Cuál es el cuadro que más le gusta? –Se llama “El regreso”. Es un danzante vestido de muerte que en el carnaval, entre guasa y guasa les hablaba a las gentes de la muerte. Pero en el cuadro ya va de vuelta para su pueblo; regresa a la profundidad del anonimato, hasta el carnaval del año siguiente. Los temas que me gustan los repito mucho, como el carnaval. La última pregunta tiene que ver con la idea de que un artista pague a sus modelos. O bien, el artista sea contratado para realizar un determinado trabajo: –Nunca le he pagado a nadie. Yo observo las cosas y hago mis garabatos, mis apuntes, y después lo pinto. Jamás he tenido a nadie ahí parado, ni a mis hijos. Bueno, casi nunca –reflexiona y concluye– porque sí ha habido personas que quieren que yo los retrate.

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“Malintzi es la montaña; Malintzin, es doña Marina; y Malinche es Cortés.”

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1920 – 2009

Fecha de publicación de la entrevista: Junio 17 de 2001

Profesión: Bordadora, empresaria y exportadora

Lugar de nacimiento: San Juan Ixtenco, Tlaxcala

¿Quién es el la? F

ue una mujer talentosa y emprendedora que desde pequeña aprendió el arte elaborar prendas típicas de vestir con un bordado llamado pepenado. Estableció un taller artesanal exportador de ropa de manta y con los años se convirtió en el Centro Artesanal Josefa Gavi de Melchor, donde se imparten talleres de bordados en pepenado y chaquira; tapetes de flores y aserrín; elaboración y venta de trajes típicos de Tlaxcala.

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En México han existido dos corrientes de producción de arte verdaderamente distintas, una de valores positivos y otra de calidades negativas, simiesca y colonial, que tiene como base la imitación de modelos extranjeros para proveer la demanda de una burguesía incapaz, que fracasó siempre en sus intentos de crear una economía nacional y que ha concluido por entregarse incondicionalmente al poder imperialista. La otra corriente, la positiva, ha sido obra del pueblo y engloba el total de la producción, pura y rica, de lo que se ha dado en llamar ‘arte popular’. Esta corriente comprende también la obra de los artistas que han llegado a personalizarse, pero que han sentido, trabajado, expresando la aspiración de las masas productoras.”

Foto: Edgar García


sí como cada día es mayor el número de gente en el mundo que defiende los derechos de los pueblos indígenas, de igual forma abundan personas en busca de elementos culturales que reflejen su identidad, sus orígenes, para que éstos les den un sentido de pertenencia, tal vez hartos de imitar extraños modelos culturales que nada tienen que ver con su sentir, con su pasado, ni sus raíces. En ocasiones basta una servilleta de manta bordada para recordarle a un migrante, por ejemplo, que el sufrimiento por el que atraviesa, en ese momento tiene un sentido porque en México hay una familia que lo recuerda y espera con ansia su regreso. Y trae esa servilleta bordada, quizá por su madre o su abuela, como un amuleto de buena suerte que, metido en la bolsa del pantalón, le da consuelo en las noches plagadas de miedo e incertidumbre. Hablando de bordados, pocas como doña Josefa Gavi Ángel (o su nombre de casada, Josefa Gavi de Melchor). La conocí como la mayoría de los tlaxcaltecas que tuvimos la oportunidad de hacerlo: sentada (en el suelo) en los portales de la capital del estado, con sus telas de manta, hilos de colores y esas manos inolvidables que dominaban a la aguja con maestría, ya fuera en un simple hilvanado, realizando un fino dobladillo, o en plena muestra del famoso pepenado1 , que tantas satisfacciones y reconocimientos, en vida, les diera a ella y a toda su familia. Siempre nos sorprendió que esta gran artista, ingeniosa y creativa, conservara la sencillez, característica que le acompañó durante toda su vida aún después de hacerse famosa, salir en periódicos y revistas (nacionales y extranjeras) y ver convertido su pequeño taller casero en una productiva empresa exportadora de prendas artesanales. Originaria y residente de Ixtenco, en las faldas de la Malintzi, Josefa viajaba en autobús todos los días a la ciudad de Tlaxcala, para promover su trabajo. Y lo hacía en el mejor sitio: los Portales del centro; y de la mejor manera: bordando, al tiempo que conversaba con los paseantes o les explicaba, con infinita 1

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Bordado que consiste en rayar y plisar la tela. Se hace con hilo y aguja siguiendo la línea y contando los espacios que quedan en blanco (pepenas), dando como resultado bellas figuras.


paciencia y buen ánimo, los pormenores de su técnica artesanal, mientras sonreía a los turistas para sus fotos del recuerdo: –En la semana me dejan ponerme en el portal chico –comenta– sábados y domingos estoy en el tianguis de artesanías de la Plaza Xicohténcatl, que debería estar todos los días, no nada más los f ines de semana, porque ahora ya hay más turismo. Yo me doy cuenta porque llevo muchos años vendiendo. San Juan Ixtenco, donde se conserva un pequeño grupo otomí, es conocido porque ahí se realizan bordados en fajas o ceñidores con telar de cintura, cuyo procedimiento proviene de la época prehispánica. Los blusones bordados en hilos de colores o chaquira, se realizan con la técnica llamada pepenado. El complemento perfecto del traje típico otomí, son los enredos (faldas) de lana azul o negra. Cuando pregunto a doña Jose si nuestras tradiciones populares son resultado mezcla de técnicas prehispánicas con europeas, ella aclara: –El pepenado es nativo de acá, no de otro lado. La Malintzi le habló un día a mi tatarabuelo y le pidió que le llevara dos niñas para que les enseñara el bordado que ella estaba haciendo y así se pudiera quedar en el pueblo; una aprendió a hacer la faja bordada y otra el pepenado. Así empezó esta tradición. El traje del señor lleva su calzón de manta, su camisa de manta, sus huaraches, su sombrero y su faja bordada, que se tiene que poner el señor los domingos; entre semana se pone nomás un rayadito, que ese de por sí lo andan trayendo. –¿En qué consiste el traje típico de Tlaxcala? –El traje típico de este estado, completo, se hace con un rebozo de algodón, una blusa 37


bordada en pepenado, un ceñidor2 de cintura bordado en telar, una falda de color negro (lienzo de cobija de lana hecha en telar) y un fondo de manta tejido en sus puntas y rematado en forma de pico –responde. Josefa no sabe leer, aunque habla bien el otomí y el español. Su esposo Guadalupe Melchor, sólo se expresa en Otomí, porque no habla el español. Ella confiesa, al momento de la entrevista, tener 81 años, 72 de los cuales había dedicado hasta entonces al bordado de prendas de vestir, con las que dio prestigio al lugar, ya que la señora fue objeto de diversos reportajes y estudios fotográficos, además de vender sus artesanías al turismo local e internacional, pues aunque su casa se encontraba en Ixtenco, todos los días viajaba a la capital del estado. Esta tradición del pepenado, como la mayoría de nuestras costumbres, se transmite de generación en generación, lo que sale a relucir cuando le pregunto quién le enseñó a bordar: –Mire, la costura era su trabajo de mi tatarabuela, luego de mi abuela y luego aprendió también mi mamá. Ella trabajaba “muncho” para podernos mantener, porque quedamos huérfanos desde chicos y por eso quedamos de arrimaditos con el hermano mayor de mi mamá. Por eso tuve que aprender a bordar desde los nueve años, para ayudarla, aparte trabajaba en la casa y preparaba el nixtamal. –¿Todas las mujeres de su familia bordaban? –cuestiono. –La primera abuelita se llamaba Josefa, luego Madalena, luego mi mamá María de la Luz; y luego yo, mis hijos y mis nietos. –¿Le gusta bordar como un trabajo? –A mí siempre me gustó el bordado. Cuando me casé mi mamá me dijo que si no me había casado con un obrero, no esperara dinero cada quince días, porque mi esposo era campesino. Así es que me aconsejó no dejar de bordar para ayudarlo, porque tuvimos once hijos, nueve hombres y dos mujeres. Todos mis hijos fueron a la escuela, uno llegó a ser maestro y otro contador.

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Faja, cinta, correa o cordel con que se ciñe el cuerpo por la cintura (RAE)


La familia de doña Josefa aprendió a comercializar sus prendas y lograron establecer una pequeña industria; taller y tienda en Ixtenco, pero con la costumbre de vender sus productos donde fuera posible. –Uno de mis hijos me aconsejó poner una tiendita, ya me lo había aconsejado don Tulio (Hernández) y el licenciado ( Joaquín) Cisneros. –¿También la conocen a usted como doña Gabi? –Gavi es el apellido de mi papá, pero como muchos no saben, piensan que me llamo Gabi y así lo escriben. Cuando paso por la calle igual me dicen “adiós doña Jose” , que “adiós doña Gabi” . Yo los saludo, ya me acostumbré, pero mis apellidos son Gavi por mi papá y Ángel por mi mamá. –¿Usted ha realizado trajes típicos para concursos de belleza? –Le comento, porque de antemano sé la respuesta, ya que ella ha salido en el periódico por ese motivo. –Cuando estaba el licenciado Tulio, me llamó para ver si yo podía hacer el traje otomí –relata Josefa– Yo lo hice todo completo, como lo que se usaba antes, porque cuando yo me casé con mi esposo Guadalupe Melchor, mi suegra todavía lo vestía con titixtle. 3 Hice el traje completito, creo que por eso ganó la señorita México. El gobernador me pagó bien, mandó a hacer una revista, sacó en la televisión, en periódicos y me mandó a hacer ‘ansina’ un cuadro donde estoy yo bordando, como ese que está en la entrada de Ixtenco. –Usted ya es famosa, ¿le importa mucho eso?

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Atuendo femenino, también conocido como “enredo”; una especie de falda.

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–Pos’ eso me dicen, que soy famosa, gracias a Dios. Me han venido a buscar hasta de la Universidad de Puebla, porque los muchachos me buscan para que les platique de la tradición otomí que es muy bonita. Me traen sus bolsas de hierbas para que les diga cómo se nombran en otomí, porque cada una tiene su nombre; también me buscan los de las revistas y la tele. –¿No le dan pena las cámaras? –A mí nada me da pena. Una de mis hijas se fue a casar a México; mi nieta Alma Estela es secretaria y trabajaba en ese que le dicen hotel México (hoy World Trade Center). Ella usaba sus blusas bordadas y los señores de allá le preguntaron dónde las compraba y ella decía que eran de Tlaxcala. Cuando hubo un concurso querían una persona que dominara el otomí para que diera la bienvenida a otros indígenas; mi nieta platicó de mí, me hablaron por teléfono y dije que sí, pero sólo que me fueran a encontrar a la terminal, porque no sabemos andar en México. Y aunque no sabemos leer, sí fuimos mi esposo y yo. –¿Y habló en otomí? –Me pusieron en el programa. Hablé frente a mucha gente en un auditorio. El señor de allá me dijo que si quería micrófono o que si iba a hablar así nomás. Y le dije que me diera el micrófono pa’ que me oyeran, porque el público era harto, les hablé en otomí y todos me aplaudieron. En ese concurso (exposición artesanal) estaban personas de Hidalgo, de Michoacán, de Querétaro y Aguascalientes. Yo llevé mis blusas, pero no quería ponerle sombrero a otros estados, porque toda la gente que pasaba me preguntaba de dónde eran esos bordados tan bonitos y tenían que saber que eran de mi Tlaxcala. –¿En Ixtenco se practican ritos? –No sabemos valorar las cosas antiguas, por eso se va perdiendo la tradición. Pero todavía hay cosas que hacemos como el bautizo de un niño, que ‘ora muchos lo hacen asina nomás, pero todo tiene sus maneras y sus palabras para pedirle a los compadres. 40


–¿Qué se hace en un bautizo, por ejemplo? –Luego que se hace un bautizo, a los ocho días, o lo mas pronto que pueda. Le debe dejar su desayuno a la comadrita: su olla de atole, una olla de mole con tres pollos, un canasto de tamales de haba, sus tortillas a mano, su cazuela de arroz. Si la comadrita tiene pocos días de haberse aliviado, entonces le lleva usté su atole de chocolate. Son las tradiciones de acá, señorita. –¿Ya con eso se sella el compromiso? –No, a los cuarenta días, que se llama: “la sacada de misa” , tiene que ir con la comadrita y el niño a la iglesia, porque hay que rezarle los "vangelios" al niño con una cera prendida. Si es niño se viste con su camisita de manta, pañuelito y gavancito echo a mano; ‘ora que si es niña, su blusita lleva un olancito en el puño, pa’ que se vea que es niña; lleva su rebozo y en la cabeza su gorrito. El ropón es largo, muy bonito. Después se van a la casa de la comadrita al desayuno y los abuelitos se ponen a bailar, uno carga una cera prendida y otro al niño; también bailan los compadres, él con su jarro de pulque y ella con su olla de mole; así todos se ponen a bailar. Eso era muy bonito y la verdad ‘ora ya no. –Algunas cosas todavía se conservan... –Pos’ sí, bailan eso que le dicen ‘el guajolote’ , pero no es como antes; antes era más chistoso –recuerda, Josefa. Aunque hubo otras tradiciones que siempre conservó doña Jose, como la mayoría de los habitantes de las comunidades de Tlaxcala: 41


–Aquí en mi casa todavía tengo cositas que antes se usaban, ¿verdad?, como el baño de temazcal. El objetivo de este libro también encuentra eco en las palabras de una gran mujer tlaxcalteca, quien supo durante toda su vida no sólo aprender de sus antepasados las tradiciones, sino enseñar a hijos y nietos el valor de nuestras costumbres y la importancia de preservarlas al paso de los años: –Tenía yo un abuelo que era tatarabuelo de mi mamá; entonces ese viejito nos juntaba a mis hermanos y nos decía: “miren hijos, nunca les engañen que Tlaxcala no es libre y soberano. Por eso se hizo la guerra, así es que aquí no nos van a agobiar los españoles porque no se dejó la gente; nadie nos vino a enseñar las verdaderas tradiciones del pueblo, como el pepenado o la faja bordada.”

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La Malintzi es una mujer y esa señorita se enoja o se pone contenta. Mi abuelito Camilito me decía, cuando yo era chica, que no tuviera miedo cuando saliera, porque ‘la niña’ sale vestida con su titixtle cuando está contenta; y cuando está muina no te quiere recibir, así es que nomás vas a ver una serpiente."

Foto: Edgar García 43


26 de mayo de 1938

Fecha de publicación de la entrevista: 18 y 25 de marzo de 2001

Profesión: Abogado

Lugar de nacimiento: Tlaxcala capital

¿Quién es él? A

bogado, catedrático y político mexicano. Fue gobernador del estado de Tlaxcala de 1981 a 1987 y uno de los más queridos por sus habitantes. A lo largo de su vida ha ocupado diversos cargos públicos; Diputado Federal (XLVI Legislatura), Oficial Mayor de la Secretaría de Gobernación y presidente del PRI en el DF, por mencionar los más destacados. 44


Foto: Edgar García

Más que mi entorno fue la educación de mis padres lo que influyó en mi personalidad. Su principal herencia, el respeto a las distintas maneras de pensar, el orgullo nacional, el patriotismo, la justicia social, la democracia empezando por la propia familia, y el respeto al Derecho.”


a cualidad que más admiro en las personas es la sencillez, sobre todo cuando se trata de gente poderosa, como los políticos. Gracias al oficio de reportera, herramienta básica del periodista, he podido observar muy de cerca y por tiempo suficiente a políticos de todos colores, sabores y sinsabores. Y es precisamente la sencillez lo que siempre recuerdo cuando el nombre de Tulio Hernández viene a mi mente. Idea que quizá comparta conmigo la mayoría de los tlaxcaltecas que lo conocen. No pocos ¿eh? Tulio fue un político destacado, exitoso y, en su momento, muy poderoso e influyente en Tlaxcala y en México. El exgobernador concedió de inmediato la entrevista y aceptó que se tratara de una conversación sobre temas de su vida personal. Pero no sólo eso, concedió que fuera en la comodidad de su propia casa y sin límite de tiempo, ni interrupciones de ninguna especie. En esa ocasión fui perfectamente acompañada por dos queridos compañeros del medio periodístico tlaxcalteca: Max Hernández, que desde entonces ya era parte de la familia OEM, en El Sol de Tlaxcala, como Jefe de Redacción, hoy director general; y en la fotografía Edgar García Gallegos, actualmente titular de la Comunicación Social del Ayuntamiento de Tlaxcala capital y empresario. La casa de Tulio Hernández, en Tizatlán, nos abrió sus puertas para ser recibidos por un hombre cordial, relajado y contento. Acostumbrado a cientos de entrevistas cuando fue gobernador o diputado, así como a innumerables intervenciones públicas, conferencias de prensa, clases universitarias o posicionamientos políticos, el entrevistado no parecía temerle a la grabadora ni al constante flasheo de Edgar, con quién habíamos acordado previamente retratar los gestos y ademanes, más que las típicas poses falsas de la mayoría de fotos oficiales de los famosos y los no tan famosos.

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Después de un café y un par de bromas sobre la intención de escribirle una semblanza, Tulio, a quien entonces yo trataba con cierta frecuencia y hablaba de tú, me observó encender la grabadora, abrir mi libreta de notas, tomar el bolígrafo y mirarlo a los ojos para iniciar la conversación. Me devolvió una mirada franca, con esos enormes y tan claros ojos que él tiene. Una mirada penetrante que hoy puedo ver reflejada en los ojos de Helena, su hija, cada vez que platicamos o echamos chisme, que casi no se nos da, por cierto.


Mi primera pregunta no llevaba signos de interrogación, pero mostró el camino por donde la plática de esa tarde empezaría a caminar y así lo haría por varias horas: –Eres conocido como un político muy folclórico. La respuesta fue inmediata y permitió a Tulio acomodarse en su silla como para ordenar sus pensamientos: –Y no me ofende, ¿eh? Algunas personas se molestan si las tachan de folclóricas, porque da idea como de vulgaridad, cuando quiere decir “popular”. Hay que ver el diccionario. –Tal vez les representa atraso –interviene Max. –El que no es folclórico pasa a ser muy respetado si es solemne, pero la gente no quiere tratar con solemnes porque son pendejos y aburridos –responde Tulio, con sus característicos adjetivos– son muy crueles esos comentarios, pero los hacen. A principios de siglo la solemnidad era otra cosa, por ejemplo si un chiquillo no quería comerse los quelites1 porque no le gustaban, lo regañaban: “sáquese de aquí”. Hoy los niños tienen más libertad para decir lo que piensan. Tengo una nieta que me sorprende la naturalidad con la que dice “eso no me gusta” y pide una hamburguesa. A mí me corrían, pero ahora hay que ponerle más atención a los chavos. –¿Y eso es bueno? –pregunto. –Claro, por eso prefiero que me digan folclórico, en su doble o triple sentido, a ser solemne y aburrido –afirma contundente. 1

Nombre por el que se conocen, en la parte central del país, a las hierbas silvestres que son comestibles cuando están tiernas.

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–¿Alguna vez se ha molestado que se lo digan con afán de ofender? –dice Max. –Nunca. Mis padres fueron profesores. Mi madre, yucateca de origen maya; mi padre, campesino de origen indígena. Ellos tenían una manera muy especial de ser. La personalidad de Tulio Hernández tiene varias facetas. Al mencionar la forma de hablar, el licenciado en Derecho emerge para comentar al respecto: –Creo sinceramente que esto de hablar con naturalidad me ha ayudado, incluso cuando he tenido que hacerlo de manera seria. Empecé dando clases en la preparatoria de San Ildefonso en 1966 y después en la Facultad de Derecho de la UNAM, donde llevo ya seis años impartiendo una materia que hoy se llama Sistemas Políticos Contemporáneos. Para dar clases traté de ser siempre natural para hacer la clase interesante. La tendencia natural del político para dirigir la conversación en ese sentido se hace evidente: –Los jóvenes no quieren saber de política; piensan que el partido es un instrumento exclusivamente político y que la política es el arte de hacerse pendejo, para hacer pendejos a los demás y robarse lo que uno pueda sin que a uno lo puedan chingar. Entonces los jóvenes dicen ser apolíticos sin consultar el diccionario, cuando política son aquellas cosas que importan a los que viven en una comunidad, son los asuntos públicos y como tales deben interesarnos a todos. Confunden la política con una cuestión electoral o electorera, lo cual es muy triste. –¿Por qué hemos llegado a eso? –cuestiona Max.

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–Porque hay una devaluación en muchas cuestiones, entre ellas la política; la política enferma, no gusta, y los jóvenes representan un alto porcentaje del desinterés. El técnico, el intelectual, el filósofo o el comerciante está más dedicado a lo suyo, y el político como actor o ciudadano político debe interesarse en todo para saber cómo andan las cosas. Porque cuando alguien le pregunta debe tener información.


–¿Cómo le hace un político tan conocido, que ha tenido posiciones de poder, para ser siempre tan sencillo? –cambio el tema. Con cara de satisfacción, Tulio enciende un cigarro y mientras inhala el humo se da tiempo para responder: –Yo creo que eso depende mucho de la formación. La influencia de mis padres tuvo mucho que ver con mi manera de hablar, de actuar y quizá esto lleva a que digan que soy demasiado folclórico o demasiado vulgar. Pendiente de todo, Tulio fuma y ofrece cigarros; toma café, observa nuestras tazas, con la mirada indica a su asistente que nos atienda y sigue hablando. –A mí me ha costado mucho trabajo usar la corbata; mi madre y yo investigamos sus orígenes, porque ni los griegos ni los romanos la usaban. Nunca me gustó la corbata ¿Para qué sirve? Yo veo que sólo para tirar la sopa. EL PUEBLO REALIZA LAS GR ANDES OBR AS

–Tengo entendido que su madre militaba en una corriente política de izquierda y su padre por el contrario, en el Revolucionario Institucional –entra Max al terreno ideológico. –Los dos tuvieron una formación de lo que se llama hoy “la izquierda”. Mi madre fue militante del Partido Comunista y mi padre del partido surgido en el año 29, que no era PRI, sino PNR (Partido Nacional Revolucionario), y después en el PRI, desde luego, pero siempre fue considerado un hombre de izquierda, un rudo, vaya, un naco, para decirlo en forma populachera pero con mucho respeto y cariño. Esas dos personalidades

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me formaron y me distinguieron, los dos fueron progresistas y si lo digo con un poquito de vanidad: revolucionarios. –¿Cómo era la maestra Leonarda Gómez Blanco? –Le pregunto acerca de su madre y a Tulio se le enciende la mirada. –Fue una persona de renovación, con demandas de carácter popular. Ella vivió una de las purgas del Partido Comunista en los años 39 y 40, pero yo nunca la vi en una posición intransigente o negativa, escuchaba a todos, era una buena maestra. Perdón, lo digo porque es mi madre, pero además porque es verdad. Ella fue directora de la primera Normal Mixta Rural, allá en la Hacienda de Soltepec en Huamantla, donde yo viví mis primeros 18 meses de edad. Tengo amigos que fueron sus alumnos y hoy me cuentan cómo se llevaba con todos, independientemente de cuestiones culturales, religiosas o ideológicas. –¿Cómo era su carácter? –insisto en lo personal y el humano reacciona. –Ay Dios mío, ¿cómo diría yo? Aunque parezca elogio o exageración, mi madre tenía muy buen carácter, es decir, nunca la vi pelear ni gritar; yo noté siempre en todo sus deseos de servir a los demás. En 1950 en el sexenio de Miguel Alemán, nos fuimos a vivir a México porque mi padre fue diputado en la 41 Legislatura; a mi madre le ofrecieron la dirección de una escuela y la rechazó porque dijo que le tocaba educar a sus hijos y estar al lado de su marido, don Francisco Hernández. Ahí está la muestra de cómo era ella. Había logrado un buen nivel como maestra, pues además había sido directora de Educación en Campeche y directora del Mexe, en Hidalgo. Sin embargo, en ese momento dijo que no por lealtad a su marido, porque no le iba a dar tiempo de atender a su familia, aunque después volvió a trabajar como maestra de Primaria y lo siguió haciendo hasta 1977. Seguimos tomando café muy a gusto, pues la entrevista ya es plática y recuerdos que se tuercen entre el humo del tabaco que Tulio enciende de vez en vez, para tomar aire con profundidad y hablar cada vez más confiado.

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–Yo nací en 1938. En el 40 hubo una crisis en ese partido político (Partido Comunista) y ella se salió. Después militó en el PRI por


solidaridad, por lealtad y cariño a su marido, y por las ideas que traía sobre la educación en el Artículo tercero, el Artículo 27 y la tierra; los artículos que tienen que ver con las garantías sociales. Así me formó a mí. Se acomoda en la silla, da un sorbo a su café y continúa el relato: –Recuerdo que su primera intervención importante fue en 1960, cuando el presidente del partido era el general Alfonso Corona del Rosal, quien la invitó a participar en una asamblea nacional con los temas de la mujer. Yo, entonces, era subdirector nacional juvenil del PRI: hablé un día y al siguiente fue la participación de la maestra Leonarda Gómez Blanco y muchos ni siquiera sabían que era mi mamá. –¿Qué sentiste al escucharla? –inquiero. –La verdad yo me emocioné muchísimo porque dijo cosas muy interesantes; yo tenía 21 años y me acuerdo que hizo un gran discurso, porque no decía discursos muy masculinos, sino muy platicados, diciendo las cosas con un estilo muy propio. Por ejemplo, dijo que le daba mucho gusto hablar sobre las mujeres, pero le daba pena que gran parte de los dirigentes no habían invitado a sus esposas. Híjole, la frase nos puso a todos tensos, porque entonces era un tema que parecía prohibido, muy delicado en esa época. Al final muchos llegaron con ella a justificar la ausencia de la esposa. –Cuando Tulio se convierte en candidato a gobernador y su padre aspira a lo mismo, ¿qué pasó ahí? –da un giro Max. La pregunta inquieta, pero no incomoda y el exgobernador de Tlaxcala enciende otro cigarro. 51


–Te contesto con mucha emoción y gratitud. En 1980 el partido con su sistema me designó candidato al Gobierno del Estado, cuando el que tenía todos los méritos y la personalidad era don Francisco Hernández Hernández, mi padre. –¿Quién se lo informó a quién? –ahonda Max. –Yo tuve que decírselo a él. Porque cuando me lo dijeron él tenía 72 años y ese era el problema, aunque era muy lúcido (murió a los 90 años). Entonces me dan dos noticias: que yo voy a ser el candidato, y que soy el encargado de informárselo a mi padre. La verdad que fue un asunto muy emotivo y a la vez muy complejo, lo quiero decir ahora y agradezco la oportunidad de hablar de esto. –¿Cómo reaccionó tu papá? –dije. –Fue impactante para los dos. Se lo dije, pero la verdad nunca le pregunté “¿cómo la siente?” Al final me dijo: “Bueno, ojalá le vaya bien y no haga burradas.” Nos dimos un abrazo y así empezó. –¿Dejaron de verse? –agregó Max. –No. Pero si fue impactante en aquella época. Entonces quise saber si después de algo tan fuerte entre padre e hijo, cuando convergen en el mismo punto de interés personal, alguna vez llegó su padre a darle una palmada y decirle: “bien, m’hijo”. –No. No era así –dice bajito mientras se ruboriza– No era fácil... –¿Porque se hablaban de “usted”? –profundizo en ese tema. –Sí –afirma Tulio– es un estilo muy nuestro, de Tlaxcala. Un signo de respeto y cariño muy diferente a esta época, en que el cariño y la confianza se demuestran hablando de “tú”. Yo me dirigía a él con respeto, pero también había confianza cuando le decía: “oiga don Pancho, qué piensa usted de esto” –Pasados los años, ¿alguna vez don Francisco le reprochó haberle robado la candidatura? –Max le dirige otro misil. 52


–¡No! –reacciona– Nunca. Nunca tocamos eso. Fue como un acuerdo interno de dos seres. Claro, hasta en mi estilo pude yo hacer un chiste, folclórico y grotesco –dice con una risa nerviosa– pero nunca lo hice. –Yo soy padre –comenta Max– y a veces a los padres nos cuesta trabajo dar un reconocimiento a los hijos. Ya pasada la gubernatura, ¿alguna vez su padre dijo concretamente “lo hiciste bien”? –No así –señala Tulio– algunas veces cuando nos reuníamos, mi padre hacía algunas observaciones: “ponle más ganas, no te limites, haz las cosas con inteligencia.” Tenía la actitud, la capacidad y el estilo de saberme criticar. LA ETAPA DEL PODER

Un gobernante tiene infinidad de retos, problemas, estrés, pero sin duda hay también una gran cantidad de satisfacciones. Al cuestionarle sobre un recuerdo en especial al respecto, Tulio comenta que el presidente de la República en turno, jamás realizaba una gira de trabajo en la entidad cuyo gobernador estuviera por terminar su gestión. Sin embargo, Miguel de la Madrid vino a Tlaxcala en 1987, precisamente el 14 de enero, 24 horas antes que tomara posesión Beatriz Paredes, sucesora de Tulio. –En esa gira se inauguró la techumbre de Cacaxtla –recuerda– la Plaza de Toros de Apizaco, la presa Mariano Matamoros y la nueva sede de la 23 Zona Militar; todavía hubo un concierto en el teatro Xicohténcatl, a las ocho de la noche. Perdón que yo lo diga, pero para mí fue una muestra de cariño y respeto a Tlaxcala y ahora ya no se da eso. –¿Fue Tlaxcala o la amistad con el entonces gobernador? –inquiero.

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–Yo creo que la pura relación con el gobernador no era suficiente para algo así –considera Tulio– fue un reconocimiento al esfuerzo del pueblo de Tlaxcala, porque yo no fui el creador, ni el constructor de todo; el gobernador o el presidente municipal que lo diga está perdiendo piso, así fuera muy inteligente, genio o lo que sea. Es el Pueblo quien realiza las grandes obras. Me refiero a que todo es resultado de la política que se esté aplicando, los esfuerzos que se unan y las relaciones que tenga el gobierno estatal, con el federal. Max quiso saber si alguna nota periodística había logrado fijarse en esa magnífica memoria del político. Tulio reaccionó rápidamente y su memoria cambió de la posición política a una de sus aficiones: el deporte. Es evidente que el tema le agradaba, porque su actitud se relajó, al tiempo que empiezó a compartirnos su recuerdo: –En 1986 fue el campeonato mundial de fútbol aquí en México. ¿Fue en el 86, verdad? –nos pregunta. Pero no estábamos preparados para esa respuesta, mucho menos yo, que soy la persona que menos sabe de temas deportivos. Tulio ríe discreto por nuestro titubeo y sigue con naturalidad: –Alguien me dijo que los futbolistas no querían entrenar en grandes ciudades, entonces se logró que la selección española estuviera en La Trinidad y en el hotel Misión, la selección francesa. Un día llegaron unos periodistas de Francia a entrevistarme; al terminar les dije que iría más tarde al entrenamiento de los franceses en el Tlahuicole y lo hice, pero llegué en bicicleta. Las fotos que me tomaron salieron en periódicos de Francia, porque al concluir el entrenamiento, ellos pensaron que yo regresaría a mi oficina después de mi representación como deportista, pero les respondí que me dirigía a La Trinidad, al entrenamiento de la selección española. Y cuando los periodistas iban llegando a ese lugar, yo iba precisamente llegando en bicicleta, lo cual les fascinó porque ellos son muy aficionados al ciclismo. Volvieron a tomar fotos e hicieron unos chistes. Revive aquel momento y ríe a carcajadas mientras aclara:

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–Recuerdo eso porque me encanta el ciclismo, pero hubo muchos chistes que en su momento fueron muy buenos. Bueno, la verdad,


la verdad, por mi amor al deporte yo hice mucho esfuerzo para que consideraran a Tlaxcala en las vueltas ciclistas, por ejemplo, todas las importantes han pasado por el estado. –Y usted también competía –añade Max. –Claro que competía –exclama orgulloso– a los 28 años de edad, en el año 1968, siendo diputado federal en la 46 Legislatura, fui a las competencias para la selección del equipo de ciclismo para la olimpiada de México. No lo hice porque fuera a ganar, sino porque quería participar; el ciclismo ha sido mi pasión. –¿El ciclismo, o los toros? –pregunto entusiasmada, porque conozco su gran pasión taurina. Tulio titubea un momento y afirma: –Los dos... sí, los dos. Desde niño. A mi papá le gustaban mucho los toros y mi tío Manuel Gómez Blanco me enseñó a torear. Yo toreaba todavía cuando iba en tercero de leyes; el torero retirado Manolo Dosantos me invitó a Lisboa, un día fui por cosas de trabajo y me dijo que me daría dos oportunidades en novilladas para que yo definiera si podía o no ser torero. Lo hizo porque su concuñado era mi jefe en el INJUVE (entonces Instituto de la Juventud). Tuve que mandarle después una carta diciéndole que no sería posible. –¿Por la política? –inquiere Max. –No, porque me iba yo a casar –confiesa Tulio y ríe abiertamente. Reímos todos por un rato. Entonces me aventuro más allá, en la intimidad masculina: –Tus grandes pasiones han sido el ciclismo y los toros. ¿Y las mujeres? 55


Tulio vuelve a ruborizarse porque el giro repentino de la conversación lo toma desprevenido, pero sale del escollo rápidamente diciendo entre risas: –¡Esas, más! –¿Qué tanto más? –aguijono. Experto, respira, se acomoda, recupera la compostura y nuevamente dueño de la situación, el licenciado (como también le llaman) asegura con toda seriedad: –Hablo en el buen sentido de querer y respetar mucho a las mujeres. Yo tuve dos matrimonios; uno que duró 21 años con la madre de mis hijos, que fue mi compañera en la facultad. No tengo con qué pagar lo que le debo a esa mujer.

EL MATRIMONIO CON SILVIA PINAL

Llega el momento de tocar otro tema por el que Tulio Hernández ocupó los titulares: Silvia Pinal. Un lazo de muchos años que el ser de carne y hueso define como “una relación muy humana”. –Había gran confianza y ayuda entre los dos. Lo suyo era el arte, el teatro; lo mío la política, el servicio, los toros. Compartimos todo eso y todavía nos une una gran amistad. Al cuestionarle qué siente un hombre del que su ex mujer se expresa siempre con elogios que suenan sinceros, Tulio responde con evidente emoción: –Yo se lo agradezco porque quizá alguien podría pensar que eso lo tenemos programado, pero de verdad yo la quiero mucho; la admiro y compartimos de veras, una maravillosa relación. Siempre que la entrevistan tiene para mí expresiones muy cariñosas. –Tengo entendido que hay también excelentes relaciones con los hijos de Silvia –agrego. 56

–Con todos me llevo de maravilla, son una familia formidable.


Esto complementa lo que me preguntaban al principio sobre lo que me enseñaron mis padres, es decir, que en la pluralidad, en la diferencia, uno debe ser capaz de tener buenas relaciones y no pleitos. Podría decir más y hablar del cariño, el amor, pero yo aprendí que la base de una buena relación es el respeto al otro, aunque sea diferente, sea un trato amoroso, político, o social porque nadie es igual, ni en el comer, ni en el baño. –¿Por qué doña Silvia nunca hace referencia públicamente a su papel como primera dama de Tlaxcala? –le pregunto con curiosidad. –Es la primera vez que me preguntan eso –afirma– cuando nos casamos, el 5 de noviembre de 1982, para ella era difícil porque siempre ha tenido la inquietud de seguir haciendo televisión, teatro y esas cosas. Silvia adoptó muy bien su papel en los dos sentidos: conmigo, muy cariñosa, muy respetuosa, pero supo aprovechar además su situación como primera dama y artista. Tulio relata cómo surgió en Tlaxcala la idea del programa “Mujer, Casos de la Vida Real”, exitoso programa de televisión. –De veras que aquí se inspiró –nos cuenta– porque hablaba con las maestras, las señoras, las muchachas y todas le contaban sus cosas. Silvia se preocupaba mucho por ellas y encontró la forma de canalizar esa preocupación a la sociedad mexicana con su programa, que al principio allá no querían aceptar porque era muy dramático. Silvia ayudó mucho a Tlaxcala, porque aquí se hicieron entonces 11 películas, de las cuales ocho fueron extranjeras, además de telenovelas. –¿Cree que los tlaxcaltecas no dieron a ella su justo lugar? –pregunto. –No lo creo –dice con franqueza– a ella la

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han querido mucho aquí y hasta la fecha. Cuando firmamos el divorcio aquí en Tlaxcala porque decidimos emprender caminos diferentes, la invité a comer, como siempre, con mucho respeto, cariño y agradecimiento. Antes de que se fuera la llevé a dar una vuelta por Ocotlán y la gente al reconocerla se acercó a saludarla y ella se puso muy triste, porque dijo que iba a extrañar mucho el cariño que las personas le demostraban siempre. Yo sentí muy bonito y curiosamente ese día que terminó jurídicamente nuestra relación, yo pensé que esa sensibilidad de Silvia es lo que nunca quisiera perder. Tulio ha hablado casi de todas las cosas personales que cualquiera quisiera saber, aunque quizá haya algo que nunca haya confesado. –Esto nunca lo había platicado: Empecé muy muchacho. En marzo de 1958 yo tenía 19 años cuando me nombraron jefe de Capacitación Ciudadana del Instituto Nacional de la Juventud Mexicana; pero pregunté cómo iba a ocupar ese cargo, cuando todavía no era ciudadano, ni podía votar, porque entonces para ser ciudadano se requerían los 21 años de edad. Y me dijeron: “a ver cómo le haces, pero tú te pones a trabajar.” Ese fue mi primer cargo de carácter social y político. También nos dijo que cursaba el tercer semestre de Derecho cuando se casó por vez primera. –Así es que otro cargo que tuve sin ser ciudadano y sin haberme recibido, fue el de marido. Tuve que aprender mucho, echando a perder mucho –ríe a carcajadas. Las horas transcurrieron casi sin sentirlo. Satisfechos por el resultado de la conversación nos retiramos, siendo acompañados por el anfitrión hasta el automóvil. Cuando caballerosamente abrió la puerta me dijo para concluir: –Ya me sacaste toda la sopa. Ahora a ver qué haces con mi vida.

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Foto: Edgar GarcĂ­a Hoy se habla mucho de pluralidad y eso no significa ruptura ni ingobernabilidad, sino respetar la forma de pensar de cada persona, aunque sea diferente."

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12 de septiembre de 1931

Fecha de publicación de la entrevista: Abril 1 de 2001

Profesión: Actriz

Lugar de nacimiento: Guaymas, Sonora

¿Quién es el la? C

onsiderada como una de las últimas leyendas del cine mexicano de la época de oro. Pionera de la televisión y el teatro musical. Ex primera dama y presidenta del DIF estatal en el gobierno de Tulio Hernández. Además fue diputada federal y senadora ocupándose de asuntos de cultura y las causas de las mujeres.

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Foto: Bernardo LeĂłn

Siempre pasan cosas lindas en Tlaxcala�


ADVERTENCIA

Entiendo y respeto a las personas cuyos hábitos no incluyen la lectura (y menos de libros: “qué flojera”) quienes, sin embargo y quizá atraídas por la curiosidad sobre tópicos de la farándula, abran esta publicación sólo para “ver” qué dice doña Silvia Pinal, la consagrada actriz del cine y la televisión mexicana. Debo advertir a los lectores que no sean de Tlaxcala, ni hayan vivido en la entidad el tiempo suficiente para conocer su historia, que si su intención es saber qué dice aquí y, sobre todo, por qué dice tal o cual cosa la señora Pinal, será necesario que lean, por lo menos, la entrevista anterior. ¿Por qué? Porque están entrelazadas.

MÓNICA MARBÁN, LA CLAVE

Luego de entrevistar, escribir y publicar en el diario de mayor circulación en la entidad (El Sol de Tlaxcala), la entrevista realizada al exgobernador Tulio Hernández, hubo tal respuesta de la gente que, al felicitarnos, el entonces director del diario, Serafín Salazar, indicó que sería estupendo lograr una entrevista con Silvia Pinal para conocer su reacción a los excelentes comentarios que, sobre ella, había vertido su exesposo. Pero ¿cómo conseguirla? No voy a platicar aquí mi vida, pero sí es necesario explicar que, como mencioné antes, estudié Comunicación en la UNAM, por lo cual fui residente del Distrito Federal los cuatro años que requiere la acreditación de materias y varios años más, en el ejercicio profesional en diferentes medios e instituciones, como Notimex, la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Canal 13, entre otros, donde colaboré al lado de Joaquín López Dóriga, Pedro Ferriz de Con, Pepe Cárdenas, Adriana Pérez Cañedo, Rossana Fuentes Beráin y Javier Alatorre. También tuve la oportunidad de trabajar con el productor Pedro Torres y su entonces esposa, la actriz Lucía Méndez, donde conocí a Mónica Marbán como publirrelacionista. Fuimos compañeras de trabajo y, con el trato, nos hicimos muy buenas amigas, aunque cuando concluyó esa etapa de mi vida profesional, dejamos de frecuentarnos. 62


La Marbán, como le dicen sus amigos y los artistas que la aprecian, ha trabajado toda su vida en el medio del espectáculo y el turismo, motivo de su excelente manejo de las relaciones públicas a nivel ejecutivo. Recuerdo cuando nos tratamos, que durante una época navideña consiguió que el productor cinematográfico René Cardona le rentara a precio de ganga su mansión en Acapulco, donde había filmado la película “Verano peligroso” con Alejandra Guzmán (hija de Silvia Pinal); ubicada en una exclusiva zona del puerto, rentada a millonarios y extranjeros, por ser propicia para festejos y/o locaciones al ofrecer suites de lujo, discretamente alejadas unas de otras, pero compartiendo áreas comunes, como la alberca, jardines, comedor y salones de juegos. Con la debida anticipación y perfectamente organizada, Mónica promovió entre los entonces compañeros de trabajo de la agencia Pedro Torres & Asociados, que cada uno con su familia rentara una suite y pagara los servicios de limpieza, jardinería y cocina, a fin de pasar juntos las vacaciones decembrinas, incluyendo cena de Navidad en la mansión y Año Nuevo en un yate. Inventó una especie de tour, detallado día a día, con minucias contempladas como propinas, entrada opcional a espectáculos, suvenires, etcétera. Como éramos amigas, me dio un preció más especial aún de lo que ya era, por lo que me fue posible vivir esa experiencia, acompañada de mi hija Karla, que entonces era una pequeñuela traviesa y juguetona, fanática de los artistas de televisión que acostumbraban instalarse en Acapulco durante el mes y visitarse entre sí, pasando siempre a saludar a la amiga Mónica. Entre esos íntimos amigos de Mónica Marbán se encontraba Silvia Pinal, quien por azares del destino, ese diciembre pasaría las vacaciones navideñas en su departamento de Acapulco, acompañada de su esposo, el exgobernador

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de Tlaxcala Tulio Hernández. Mi paisano. Qué coincidencia tan curiosa. Entonces no sospechaba siquiera que más adelante los entrevistaría a los dos ya separados y por separado. Menos podía imaginar que unos lustros después estaría escribiendo esas anécdotas, en un libro sobre identidad tlaxcalteca. Auténtico caso de la vida real. LA ENTREVISTA

Cuando el director de El Sol (como decimos los lugareños) dijo que sería bueno entrevistar a la Pinal, el nombre de Mónica Marbán cruzó por mi mente, pero ya habían pasado varios años desde nuestro último encuentro. Unos días después viajé al D.F. y manejaba por las calles de la colonia Narvarte cuando, “de la nada” vi a lo lejos el condominio donde vivía Mónica Marbán, lo que percibí como una señal del destino. Sin dudarlo me acerqué al edificio de Doctor Vértiz, busqué lugar para estacionarme, bajé del auto medio temblorosa y miré el tablero de timbres sin recordar cuál era su departamento. Qué locura, buscarla después de tanto tiempo. Un hombre salió detrás de una puerta junto al elevador y me preguntó a quién buscaba: –¿Todavía vive aquí la señora Mónica Marbán? –respondí– somos amigas y tiene muchos años que no la veo. El señor me dijo el número y toqué el timbre. Mi corazón latía apresuradamente cuando escuché la inconfundible voz de Mónica a través del interfon: –¿Digaaa? –casi cantó Mónica. –¿Mónica Marbán? –respondí emocionada. –¿Quién es? –Rosalba Flores Macías, amiga. Iba pasando por aquí y me acordé de ti. ¿Puedo pasar a saludarte? –¡Ingrata, mala amiga! ¿Qué milagroo? –se oyó fuerte, hasta el portero se rió– pásale para que te dé unas nalgadas, vas a ver. 64


La magia existe. ¡Gracias! Pensaba mientras subía lentamente el elevador. Y también las señales; pero hay que hacerles caso de inmediato, o desaparecen. * * * La agenda de Silvia Pinal está siempre saturada de citas. En el primer intento de entrevistarla la respuesta de Mónica Marbán, su amiga y colaboradora, fue: –No va a estar en México, se va a Nueva York y regresa la próxima semana –advirtió. –Tiene que comer en algún momento ¿no? –argumenté. –Sí, pero ¿en dónde? –protestó– desplazarse de un punto a otro en la Ciudad de México es un rollo y ella está muy ocupada con los preparativos del viaje. Doña Silvia vivía en el Pedregal, cerca de un restaurante de comida tlaxcalteca que entonces era propiedad de mi hermana, por lo que sugerí que ahí fuera el lugar del encuentro; y creo que di en el clavo, porque a la señora Pinal le gusta la buena cocina mexicana y recuerda guisos típicos de nuestro estado que tenía tiempo de no probar, como los escamoles1. Así pudimos, luego de la publicación de dos partes en las que dividimos la entrevista con Tulio Hernández (una cada domingo, pues se trataba de un suplemento semanal), ofrecer a los lectores la reacción de doña Silvia en la siguiente edición, después de aparecer la del exgobernador. 1

Larvas de hormiga que acostumbraban a come en la época prehispánica y hoy consideradas como un platillo exótico y muy costoso porque sólo hay una vez al año.

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Mi hermana Lety y su familia se sintieron honrados de recibir en su restaurante a una figura como Silvia Pinal, por lo que accedieron a invitarla a degustar todas sus especialidades, que una mujer de buen comer como ella disfrutó con un “muy rico” a cada bocado. Nos sorprendió su sencillez desde que llegó, acompañada de Mónica Marbán. Probaron de todo: escamoles, nopales, manitas a la vinagreta, tlatloyos y de postre, muéganos huamantlecos2 con café. –¿Visita seguido Tlaxcala, doña Silvia? –acerqué mi grabadora al ver que terminaba el café y el muégano. –No mucho, pero la gente siempre ha sido muy linda conmigo. Recientemente fui a invitación del actual gobernador y fue como un “platillo especial” estar ahí, porque las personas empezaron a acercarse a saludarme. A las señoras mayores se les llenaban los ojos de lágrimas al decirme que era una lástima que Tulio y yo no estuviéramos juntos; otros me felicitaban por mi programa. Siempre pasan cosas lindas en Tlaxcala. –¿Gratos recuerdos? –pregunté directa. –Hermosos recuerdos: la capital de Tlaxcala es un pueblo precioso cuya arquitectura se preocuparon por conservar desde el gobierno de Emilio Sánchez Piedras y después, Tulio hizo también muchas obras. Yo estuve en el rescate de Cacaxtla, abrimos muchas bibliotecas, trabajamos en el DIF; el actual Teatro Xicohténcatl era un cine abandonado. Viví muchas cosas en Tlaxcala. Entre tlaxcaltecas, siempre que surge el tema de Silvia Pinal alguien pregunta cómo una actriz consagrada, empresaria exitosa, con matrimonios importantes, se enamoró de un hombre "feo y mal hablado" como Tulio Hernández. Al hacerle el comentario no puede evitar la risa, pero responde seriamente: –Yo no sabía quién era. Ni que era gobernador. Cuando lo conocí yo ofrecía una fiesta en el restaurante de Chucho Arroyo para unos bailarines italianos y él llegó a saludar a Chucho, a quien le dio pena dejarlo solo y me lo llevó a la fiesta. Me cayó muy bien por alegre, contaba chistes y cantaba. Al final me acompañó al coche y dijo que estaba encantado de conocerme porque siempre me había admirado. Tiempo después me llamó y empezamos a ser amigos. 66

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Postre típico que consiste en una galleta de harina de maíz con piloncillo sobre una oblea.


–¿Qué fue lo que llamó su atención de él? –le comparto mi curiosidad y la de otros, seguramente. –En primera es un hombre inteligente, muy simpático, culto; le gustan muchas cosas que a mí me gustan, como el mar, asolearse, hacer ejercicio, bailar, viajar. Déjame decirte que no todos los que viajan saben viajar y Tulio sí; conoce muchos países, se adapta a todas las circunstancias, nunca da problemas. Yo viví con él momentos muy sencillos, muy bellos. Quiso mucho a mis hijos, tuvo muchos detalles con mi mamá. Eso me fue dando una imagen de él que me gustaba. –¿Por qué aceptó casarse? –me atrevo a decir. –Yo no me quería casar. Me gustó el mundo político en el que Tulio se desenvolvía, porque me di cuenta cuántas cosas puedes hacer desde esa posición en beneficio de todos, pero no quería otro matrimonio. Tulio insistió pero mis hijos ya estaban grandes, los de él también... ¿para qué casarnos? Se me hacía mucho lío. –Pero la convenció –casi afirmo. –Sí, y nos casamos en un momento muy duro. Mi hija Viridiana había muerto y yo estaba como ida. No quería aceptar la realidad, como se dice “no me caía el veinte”. Tulio fue un gran apoyo para mí en esos momentos tan difíciles. La boda había sido planeada con anticipación y acepté casarme. Puede sonar frívolo, pero fue un momento muy triste para mí. –¿Fue una buena relación? –desvío suavemente el tema triste de la muerte de Viridiana, que sabemos fue uno de los golpes más fuertes en su vida. 67


–Sí. Fue una relación larga en la que nos ayudamos mutuamente –recuerda– a su lado viví en un mundo que yo no conocía, aunque mi padre fue político y periodista. Con Tulio supe lo que era poder hacer las cosas, pero también querer hacerlas. Como gobernador él podía, pero como hombre quería hacer cosas por su estado. Y las hizo. –¿Convivir con el pueblo tlaxcalteca le provocó alguna emoción especial? –Fue maravilloso. Ellos sabían quién era yo, de manera que la gente me aceptó; me trataban con familiaridad y me llamaban por mi nombre, siempre con cariño y admiración. Como artista puedo saber cuando la gente me quiere, porque en la vida uno trabaja primero por dinero, después por el nombre... ya después se trata de mantenerte, pero también de conservar el cariño de la gente y para eso tienes que volverte líder de alguna manera.

Entre las aportaciones de Silvia Pinal a nuestro estado, sin duda su influencia para que en Tlaxcala se realizaran películas nacionales e internacionales, así como varias telenovelas, con lo cual apoyó no únicamente al gobierno que encabezaba TULIO HERNÁNDEZ, su entonces esposo: al promover a la entidad en su amplia área de trabajo, Silvia impulsó a Tlaxcala como una opción turística y económica, además de ir borrando a través de los medios masivos de comunicación que suelen seguir los pasos de las grandes divas, las mentiras e ignorantes interpretaciones sobre nuestra historia al momento de la Conquista.

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El dolor te ense帽a que puedes ser fuerte y salir adelante porque hay personas que te quieren y dependen de ti."

Foto: Bernardo Le贸n

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6 de septiembre de 1934 - 27 de diciembre de 2006

Fecha de publicación de la entrevista: 25 de febrero de 2001

Profesión: Teólogo

Lugar de nacimiento: Arandas, Jalisco

¿Quién es él? O

rdenado sacerdote por la iglesia del sagrado Corazón de Jesús en Roma, fue licenciado en Ciencias Sociales por la Universidad Gregoriana, obispo coadjutor y administrador de la Diócesis de Tlaxcala. Entre sus obras más importantes se encuentran: la construcción de la Casa de Evangelización Fray Julián Garcés, completó el censo Diocesano y la fundación del Club Serra en Tlaxcala.

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Foto: Bernardo Carro

En Tlaxcala la mayoría de la población todavía da mucha importancia a sus tradiciones religiosas. Me dicen, empresarios que vienen a invertir aquí, que los empleados no entienden de resultados cuando se trata de festejar al santo patrono de su pueblo.”


i voy a hablar de identidades, tradiciones y rituales, además de considerar las voces políticas y artísticas, es necesario tomar en cuenta la opinión de los líderes religiosos como es el caso de Monseñor Jacinto Guerrero Torres, quien fuera Obispo Coadjutor de Tlaxcala: un sacerdote muy querido por la comunidad católica y respetado por el resto de la sociedad. Él fue quien abrió aquella serie de semblanzas y no precisamente porque haya sido mi genial idea, pues yo quería que fuera una mujer emprendedora, joven madre, trabajadora y con visión de líder, cualidades que en mi opinión representaba la recién nombrada delegada de la Secretaría de Desarrollo Social, la tamaulipeca radicada en Tlaxcala, Aurora Aguilar Rodríguez. Mi jefe estuvo de acuerdo en todo, pero me “sugirió” que mejor eligiera para empezar, al señor obispo, para que fuera tipo el padrino de la publicación, le diera además de la sagrada bendición, buena suerte y, de paso, agradar a la numerosa comunidad católica de nuestra entidad, con su entrevista. La sugerencia fue recibida como lo que era: una instrucción de mi superior jerárquico, así que dejé a la brillante promesa de la política estatal para el segundo número del suplemento dominical y me dirigí en busca del padre Jacinto, no sin antes solicitar en la Redacción apoyo de alguien conocedor del tema, por lo que amablemente fui acompañada de otra buena amiga y hoy exitosa empresaria de la comunicación: Constanza Guarneros. Desde que era pequeña y me obligaban a acudir a todos los eventos religiosos en mi natal Huamantla, no había vuelto a estar sentada en esas impecables salas de espera de las oficinas eclesiásticas, tan silenciosas y repletas de carpetas bordadas, estilo mi abuelita. Constanza y yo aguardábamos sonrientes nuestro turno, cuando fuimos llamadas por la encargada del lugar, quien abrió la puerta para hacernos pasar a otra simpática salita con muebles antiguos de madera labrada, sobre alfombra roja. –En un momento las recibe –nos dijo en voz baja la mujer– ¿gustan algo de tomar? 72


VOLVER A LOS PRINCIPIOS SÓLIDOS

Constanza y yo hablábamos del reciente nombramiento de un alto funcionario, cuando el sacerdote entró a la sala diciendo: –Los cargos públicos se dan por influencias a personas que no tienen capacidad –afirma mientras toma asiento frente a nosotras– en la sociedad actual hay un desequilibrio por falta de justicia y solidaridad. La gente está alejada de Dios, alejada de los valores porque el sistema educativo impulsa al hombre y a la mujer a que todo lo que hagan les produzca un bienestar; quieren lograr el éxito atropellando a los demás en un mundo competitivo. Pero si la competitividad signif ica destruir al otro, no estamos de acuerdo, porque el f in no tiene que justif icar los medios. Y como entró hablando y a la vez saludando, pues la conversación ya estaba más que iniciada, así que en cuanto hizo una pausa para respirar y mirar nuestra reacción, aproveché para preguntar: –¿Considera que no hay justicia? –Hablo de justicia en tres aspectos: –explica monseñor Jacinto– justicia conmutativa (relación entre semejantes), justicia distributiva (relación con las autoridades), y justicia social o legal (relación con la sociedad en su conjunto). En estos tiempos vemos cómo se falta a la palabra, no se cumplen los contratos, no hay seriedad en lo que se promete. Por eso digo que no hay justicia, pues ésta no se trata de una línea que va de arriba hacia abajo, sino que tiene que ser un círculo que integre a todas las personas, para que juntos logremos el bien 73


común, que se hagan leyes donde se aplique verdaderamente la justicia. Necesitamos volver a los principios sólidos que vayan apuntalando la justicia, el amor y la comprensión. –¿Cuál es el fin de la Iglesia al opinar sobre lo que ocurre en la política? –cuestiono al sacerdote, que cruza cómodamente la pierna, donde descansa las manos. –Bueno, cada quien tiene su papel –opina– y lo que uno hace es tratar, de una manera profética, de enunciar principios y valores que deberían tomarse en cuenta en la sociedad; llámese gobierno, llámense grupos políticos o quienes sean. Esos dimes y diretes sólo perjudican. Quienes hacen acusaciones deben tener las pruebas en la mano, porque palabras para acá y para allá, lo único que logran es confundir a la gente. Se descalif ican unos a otros, se difaman, pero unos sólo quieren solamente aparecer como los buenos y hacer que los otros sean los “malos de la película” . Así es que uno sólo trata que las cosas se arreglen de una manera ética. –Usted hizo un llamado a la cordura, ¿cree que puede haber cordura entre tantos intereses personales? –expongo una duda razonable que al parecer invade a la población. –Precisamente son los intereses personales y la falta de cordura lo que causa tantos problemas –considera el padre Jacinto– pero no debemos olvidar que una persona de Estado tiene que ser del pueblo. Éste tiene que ser su interés fundamental, porque no se gobierna para el partido, ni para la ideología, sino para el pueblo que lo eligió. Así es que mientras no se tenga en mente el bien de la comunidad, sólo será importante el bien de la persona, el bien del partido o el bien del cargo en sí, pero no el del pueblo –enfatiza. El sacerdote originario de Jalisco, dice conocer mejor el estado que muchos tlaxcaltecas pues, afirma, lo ha “recorrido varias veces, así es que sé de caminos, veredas y atajos para el Norte, el Sur, el Oriente y el Poniente.” –Desde su punto de vista, ¿cuáles son los obstáculos que 74


enfrenta Tlaxcala en su desarrollo? –le digo, mientras Constanza anota en su libreta. –He observado que a pesar de ser un territorio pequeño, no hay integración de una zona con las otras –señala el señor Obispo– por ejemplo, los de Huamantla, no se llevan con los de Apizaco, ni con los de Calpulalpan, ni con los de Santa Ana. Y así pasa con todos. Ni hablar de salir del estado. Por otra parte, creo que faltó visión educativa; nos vino de golpe y porrazo un nuevo modelo productivo industrial, muy diferente al del campo. En Tlaxcala la mayoría de la población todavía da mucha importancia a sus tradiciones religiosas y esto es un obstáculo, en el sentido que algunos empresarios que vienen a invertir aquí, sobre todo extranjeros, me han comentado: ellos deben dar resultados en un plazo determinado; sin embargo los empleados no entienden de resultados cuando se trata de festejar al santo patrono de su pueblo. –¿La industrialización afecta a la Iglesia? –Es buena porque crea fuentes de empleo y movimiento económico, pero para el pueblo es difícil asimilar de la noche a la mañana un cambio tan drástico, porque al trabajar en el campo casi no tenía que rendirle cuentas a nadie. La industrialización trae consigo un cambio en los modelos de conducta; liberación de la mujer, de los jóvenes, alejamiento del seno paterno, y que me digan que no asisten a misa los domingos, porque tienen que ir a trabajar.

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UN ESTÓMAGO VACÍO SÓLO PRODUCE REVOLUCIONES

Constanza no desaprovecha una pausa para preguntar al jerarca católico estatal, si considera que la Iglesia que él representa sí se adapta a los cambios. –No sólo es un cambio de época –le contesta directamente el sacerdote– sino que se trata de una época de cambios. Por ejemplo, se requiere un lenguaje que nos lleve a lo que llamamos “la civilización del amor” que no es otra cosa que dirigirnos al otro con respeto, que se trate de verdaderas relaciones humanas para construir, donde no haya distinciones ni discriminaciones. Por eso digo que en este tiempo se requiere solidaridad, que tal y como lo entiende Juan Pablo Segundo, no se trata de tener lástima de quienes no tienen techo o comida, como en Chiapas. Ni se trata de paternalismo negativo. Hay que enseñarle a la gente a luchar, a ser sujetos de su propio desarrollo, no objetos de los demás. Es caridad social, es decir, tener en cuenta a los otros, integrar a los demás en un ambiente de comprensión, de amabilidad, de amor. –Hace rato usted se refirió al “bien común” –le recuerdo, leyendo mis anotaciones– ¿qué entiende la Iglesia como el bien común? –El bien común no hay que entenderlo como la suma de todos los bienes, sino el bienestar de todas las personas. Luchar porque cada persona pueda disfrutar de sus derechos para vivir dignamente: derecho a una vivienda, al trabajo, a la salud, a un salario justo, a la educación, a la recreación, a tener tiempo para su Iglesia. Un estómago vacío lo único que produce son revoluciones sociales. ¿Cómo va a realizarse una persona si no tiene acceso al estudio porque su padre gana el salario mínimo que no alcanza? Hay mucho talento, pero está aplastado por falta de recursos y oportunidades. Estamos también en una sociedad de ruido, o sea que no tenemos capacidad para escuchar. Se requiere una actitud reflexiva, todos los días pensar. Nos levantamos y luego provocamos ruido para no pensar: radio, televisión, internet. –¿No se tratará de una evasión para no pensar en sus problemas? 76


–Por supuesto, esos ruidos le impiden pensar en sus carencias. Jesús dice: “Vigila y ora para que no caigas en la tentación.” Pero eso no lo hacemos, ya no pensamos porque todo está automatizado para hacer el mínimo esfuerzo. Por eso no encontramos soluciones, andamos buscando un supermercado para comprar soluciones. La gente tiene hambre de Dios, hambre de reflexión. Para la Iglesia es un desafío muy grande, tenemos que hacer algo. También las instituciones educativas.

SOBERBIA INTELECTUAL

–¿Qué hacer y cómo hacerlo? –intento recapitular. –Lo que pasa es que hay mucha soberbia intelectual. Las tradiciones religiosas las sostiene la gente más sencilla, ahí es donde nosotros podemos entrar para iluminar a los seguidores de los valores religiosos, con la luz de la fe. –¿Habla de falta de humildad en los grupos intelectuales? –pregunto. –Los que tenemos oportunidades nos preparamos, pero a veces no apreciamos la sabiduría popular. La gente sencilla tiene la sabiduría del pueblo, ellos nos enseñan muchas cosas. Nosotros tenemos puestas las esperanzas en los jóvenes, esa también es una reflexión del Papa, porque ahí nos damos cuenta que a pesar de la pluralidad, puede haber unidad en este mundo globalizado. Esos jóvenes pueden hacer un mundo mejor, más reflexivo. –¿Cómo piensan acercarse a esa juventud 77


aquí en Tlaxcala? –cuestiono, para concluir. Aquí trabaja lo que se llama “Pastoral Juvenil” , quienes tienen que buscar una organización que incluya no sólo grupitos privilegiados, sino que salga a todas las barriadas a realizar talleres y formar grupos de jóvenes que difundan la palabra de Dios; esto es un reto muy fuerte, ahora que hay tantos casos de drogadicción en esas zonas. Se requiere muchísimo trabajo, pero aquí estamos y aquí vamos a seguir.

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La gente estรก sedienta de Dios y alejada de la Iglesia."

Foto: Bernardo Carro 79


Fecha de publicación de la entrevista: 1 de Julio de 2001

Profesión: Agricultor

Lugar de nacimiento: Nanacamilpa, Tlaxcala

¿Quién es él? Junto con su familia, se dedicó a investigar, cultivar y defender al maguey y al nopal, para promover sus propiedades nutritivas y curativas, y así seguir procuciéndose en regiones tlaxcaltecas como Altzayanca, Tlaxco, o Calpulalpan que poseen zonas inhóspitas para la agricultura de otros productos.

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Mi misi贸n Rescatar una tradici贸n tan mexicana y volver a colocar en el gusto del p煤blico la gran variedad de bebidas, alimentos y medicinas elaborados con base en esta vers谩til planta: el maguey.

Foto: Antonio Guarneros


ntes de hacer un suplemento o escribir un libro, colaboré en El Sol con una sección turística llamada “Joyas tlaxcaltecas”, donde daba santo y seña de cualquier cantidad de monumentos arqueológicos, construcciones coloniales, tradiciones ancestrales y expresiones artísticas de nuestra entidad. Un día me presentaron a un señor que quería conocerme, porque le agradaba mi forma de escribir acerca de Tlaxcala y sus tesoros. Se trataba de alguien que había dedicado al estudio, cultivo, producción y defensa del maguey y el nopal: Manuel Sánchez Armas. Quedamos de platicar un día sobre el tema de su predilección, para hacerle una entrevista y me compartiera sus inquietudes. Aunque ello no ocurrió tan pronto. IMPULSORA DEL MAGUEY Y EL NOPAL

Por coincidencia, más adelante mi jefe me encargó investigar sobre las acciones realizadas para enfrentar la crisis en la que se encontraban los productores de maguey. Me dio una dirección y me dijo que buscara al encargado de una especie de asociación recién formada. Para mi sorpresa, al llegar a una pequeña y modesta oficina en un edificio del centro, me encontré a Manuel Sánchez Armas, administrador general de la “Impulsora del maguey y el nopal”. Me explicó que se fundó en mayo de 1993, en asociación con otros productores, para industrializar el pulque y poder presentarlo de manera higiénica, pero conservando sus propiedades naturales. Consideraba que el pulque es un legado ancestral que comenzó a perder fama y demanda desde que la bebida empezó a ser adulterada con agua y fécula de maíz. El producto no causaba el mismo efecto: no emborrachaba, no era alimenticio ni bueno para el estómago y no tenía las mismas propiedades afrodisiacas. También me informa que pretende comercializar la miel de maguey de manera confiable e higiénica, ya que esta miel es la única que contiene ácido ascórbico (Vitamina C) por lo cual tiene cualidades medicinales para la garganta.

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La crisis para el maguey y sus derivados dio inicio desde la Colonia, pues los españoles trajeron vino y sidra que de inmediato se hicieron populares en el gusto del consumidor por encima del pulque. Posteriormente, los movimientos migratorios del campo a


las ciudades por las expectativas de superación para los jóvenes; la creciente invasión de productos extranjeros, como alimentos y bebidas envasados; y publicidad millonaria que logró imponer lo importado como mejor. –La gran mayoría piensa que el maguey no tiene futuro, que ya dio lo que tenía que dar, entonces ¿por qué algunas personas continúan sembrando esta planta? –le pregunto. –Los pocos que defienden el cultivo del maguey siguen teniendo confianza en que la Cámara de Diputados legalice la extracción, distribución y venta del mixiote, no hay que ver este negocio como un peligro, de él viven muchas familias, pero sí es urgente un reglamento que indique la forma correcta de trabajar la planta. Por ejemplo, si el maguey abre siete pencas al año y semestralmente se aprovechan tres para sacarle mixiote, no se afecta la parte central. Lo que actualmente hacen los mixioteros es acabar con las pencas de una sola vez, lo que impide que siga desarrollándose el maguey y éste se pudre. Sánchez Armas considera que la mayoría que no quiere sembrar maguey dicen que tarda diez años en dar resultados. –Pero en diez años solo ocupamos 6 metros de superficie por Maguey, que multiplicado por diez años serían 60 metros –explica– si la hectárea de otro tipo de agricultura nos da en promedio cinco mil pesos, 60 metros dan por resultado de 28 a 30 pesos de ganancia, mientras que el maguey explotado como se indica arriba, tan solo de mixiote da 40 pesos, además de otros usos que puede dársele. Por eso yo sigo empeñado en dar a conocer a todos la verdadera situación de esta planta.

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Señala como ejemplo que hace años, un grupo de agricultores tlaxcaltecas solicitó apoyo técnico para sembrar algo productivo, que diera resultados. –El consejo fue sembrar durazno, pues “el maguey ya no sirve”. Algunos siguieron el consejo y a los cuatro años que ya venía precioso el durazno, hubo una granizada tremenda que acabó con todo, mientras que al maguey no le pasó nada. “Si los técnicos dicen que acabemos con el maguey y viene el granizo o heladas que acaban con el durazno, ¿a quien le hacemos caso, a los supuestos expertos o a la naturaleza?” –pregunta don Manuel. Si la crisis del maguey se inició hace tantos años, ¿cuál es la razón de que hasta hoy se manifieste como urgente la necesidad de rescatarlo? Sánchez Armas señala que antes no había estudios al respecto. Los datos que él posee son resultado de investigaciones particulares que junto con su familia han hecho con el objeto de tener elementos válidos para defender al maguey y que siga cultivándose en regiones tlaxcaltecas como Altzayanca, Tlaxco, o Calpulalpan que poseen zonas inhóspitas para la agricultura de otros productos. Indica que durante los años que tarda el maguey en dar resultados, no es necesario cubrir con éste todo el terreno; puede sembrarse entre una planta y otra, cebada, maíz y trigo; cultivos que son defendidos por el maguey, del aire y otros elementos nocivos. –Respecto a la crisis del pulque, ¿cuáles son los principales motivos para que este negocio haya perdido popularidad? –Los pulqueros ya no contamos con productores honestos. Ellos mismos acabaron con el negocio, pues empezaron a adulterar la bebida; como vieron que así se vendía, le siguieron echando azúcar o nopalillo, lo cual perjudica mucho al estómago en lugar de beneficiarlo, por lo que el consumidor empezó a desconfiar. Si a ello agregamos que las autoridades sanitarias y hacendarias dejaron de imponer control, no será difícil saber los motivos de esta crisis. Don Manuel sigue hablando de su tema favorito:

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–Llegaba el pulque a México y los vendedores sin preparación, sin cariño por el maguey ni nada, también adulteraban la bebida.


quería uno entrar a esos lugares a tomar un pulque y no era posible, pues no había ningún tipo de higiene, y los sanitarios a simple vista; eso no es el negocio. Nos daba tristeza a quienes por años cuidamos el maguey con tanto amor, para lograr buena calidad de la bebida, que fuera a parar a esos sitios. Sánchez Armas tiene fe ciega en que hay futuro promisorio para el maguey y sus derivados, utilizando los conocimientos que han arrojado sus investigaciones y la tecnología actual. ¿Cuáles son los productos susceptibles de comercializar? –quiero saber, obvio. Y responde: -

- -

Miel.- Resultado de la evaporación del aguamiel, tiene una característica que la hace única entre otros productos de su tipo: tiene ácido ascórbico, es decir, vitamina C. Pulque enlatado.- Con duración aproximada de tres meses. Pulque destilado.- Alcohol de 38 grados que tiene la gran ventaja de no contener Saponina, ingrediente nocivo de casi todas las bebidas alcohólicas, causante del famoso dolor de cabeza en las “crudas”.

Por si fuera poco, el maguey es una planta que protege la tierra de la erosión y a los cultivos de la depredación animal. Continúa siendo un símbolo representativo de México y además, ahora es posible reproducirla por medio de una técnica llamada micropropagación de semilla y por hijuelos o mecuates.

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23 de octubre de 1922

Fecha de publicación de la entrevista: Agosto 2013

Profesión: Educadora

Lugar de nacimiento: Huamantla, Tlaxcala

¿Quién es el la? E

ducadora por más de 42 años. Ha dedicado prácticamente toda su vida a la confección de los vestidos de la Virgen de la Caridad para los festejos del 14 de agosto. Siendo un miembro de la sociedad humantleca que ayuda a preservar dicha tradición, declarada recientemente como Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado de Tlaxcala.

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Pienso que ya he dicho tanto, que no quisiera aburrir.�


n el mundo abunda la gente aburrida sin oficio ni beneficio, sin una causa o motivo que dé sentido a su gris existencia; sólo nacen, crecen, se reproducen (eso sí, y ¡vaya!) y mueren. Me parece que es ésta una de las explicaciones de por qué hay tanto vago que no tienen nada que hacer, ni nadie a quien importe su destino. Sin embargo y en equilibrio con la naturaleza, también conozco otro tipo de personas cuya existencia adquiere gran sentido para sí mismas y quienes les rodean, al influir positivamente con su ejemplo para conocer, valorar y mantener viva una tradición añeja, atesorada por la comunidad y admirada por todo aquel que pisa un pueblo mágico. La sencilla y dulce mujer de esta entrevista, Carito Hernández Castillo, decidió en absoluta libertad, con una profunda fe y convicción, dedicar prácticamente toda su vida a realizar exquisitos bordados sobre las más finas telas para, con ellas, confeccionar el vestido que año con año estrena la santa patrona de Huamantla, la Virgen de la Caridad, durante la procesión de cada 14 de agosto, cuando en hombros de los feligreses recorre entre cantos y alabanzas las calles de la ciudad, sobre varios kilómetros de alfombras de flores, semillas y diversos materiales. Esta tradición ha sido declarada recientemente como Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado de Tlaxcala.

ANTECEDENTES

Huamantla, del náhuatl Cuamanco “lugar de árboles formados” es considerada como una de las ciudades más antiguas del país, localizada a 44 kilómetros al este de la capital tlaxcalteca; a 40 km de la ciudad de Puebla; y a 159 km de la Ciudad de México. Fue mandato real que se llamara “San Luis, Huamantla”, por lo que algunos años la fiesta patronal se celebró el 19 de agosto, en honor a San Luis Obispo de Tolosa, cuya imagen fue traída de España, al igual que la de San Francisco de Asís, San Lucas, San Miguel Arcángel y la Virgen María (llamada “la gachupina”, que aún se conserva en el convento franciscano).

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Sin embargo, como la mayoría de los festejos de la provincia mexicana, la Feria de Huamantla tiene orígenes religiosos prehispánicos. El pueblo indígena que habitó la zona, adoraba a Xochiquetzalli, diosa de las flores, el amor y las bellas artes. Tras la conquista y evangelización el pueblo finalmente aceptó venerar a la Virgen María, con la cual podían recordar a su antigua deidad indígena, pero lo hicieron incluyendo parte de sus ritos a la festividad católica como la veneración con flores. Aunque no existen documentos que indiquen el origen de la imagen de la Virgen de la Caridad ni la fecha exacta en fue traída, se sabe que a finales del siglo XVII los franciscanos erigieron una ermita dedicada a la Virgen de la Asunción o Virgen de las Maravillas, a la que el pueblo nombra su santa patrona y cambia el nombre por el de Virgen de la Caridad. En un principio, fue señalado el primero de agosto para celebrar a la Virgen de la Caridad; con los años se estableció la costumbre de realizarlos del primero al quince de agosto, pero hoy las actividades religiosas tienen lugar todo el mes. Abundan testimonios y fotografías de mediados del siglo pasado, en donde se pueden constatar las primeras procesiones, donde la imagen de la Virgen recorría las calles en hombros de los feligreses. Desde 1941 los recorridos se realizan año con año la noche del 14 de agosto; esta peregrinación del pueblo con la imagen religiosa en brazos, inicia a las 24 horas del 14 de agosto y recorre varios kilómetros de calles adornadas con tapetes de flores y aserrín que con ingenio efectúan artesanos del lugar. Fiesta financiada por la propia ciudadanía que participa en distintas formas.

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CARITO, TODA UNA INSTITUCIÓN

No es posible hablar de los festejos con los que se honra a la patrona de los huamantlecos sin mencionar a un singular personaje: Carito Hernández, quien inició desde hace muchos años la tradición de organizar en su casa tardes de bordado entre las mejores de la región, para confeccionar el vestido que estrena la Virgen de la Caridad cada 14 de agosto; bueno, la cambian un poco antes y es todo un ritual donde únicamente participan mujeres. A esta dulzura de mujer la entrevisté entonces, cuando la mayoría de las retomadas en este libro, aunque también tuve la fortuna de volver a hacerlo en fechas más recientes, para publicarlo en una revista cultural (Enfoques de Tlaxcala). Comparto ésta última, con algunos datos de aquí y otros de allá. Llego puntual a la cita en su casa de Huamantla. Me siento afortunada al ser recibida por Carito Hernández justo el 14 de agosto, a la una de la tarde. Me informan que aún no está lista; la peinan porque unas horas después será objeto de un merecido reconocimiento durante la Declaratoria de las Alfombras y Tapetes de Huamantla, como Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado de Tlaxcala. La estancia es ella: fotos, recuerdos, reliquias, nostalgias, espejos que reflejaron quién sabe cuántos rostros en el pasado. Modesta y sencilla, como ha sido siempre, Carito se disculpa por la tardanza, por el tapete mal puesto, por el desorden. Le explico que estoy profundamente agradecida porque sé que casi no concede entrevistas. –Pienso que ya he dicho tanto, que no quisiera aburrir –dice Carito. Su rostro evidencia que los años de vida han sido felices, a juzgar por la forma que adquirieron sus líneas de expresión. La gente envejece de acuerdo a su carácter. Enojón, serio, indiferente, triste, sonriente. Carito pertenece de éste último grupo porque siempre se le ve contenta, feliz, en paz consigo misma y con el mundo. Con más de 90 años cumplidos, esta ejemplar mujer da muestra durante la plática de lucidez, excelente memoria, muy buen sentido 90


del humor y esa alegría que sólo dan los años bien vividos, la satisfacción de haber cumplido la misión encomendada, y el placer de saberse precursora de una tradición que ha dado fama a Huamantla no sólo en México, sino en otros países del mundo. De origen español, la abuela de Carito introdujo, a México en 1877, la tradición de hacer laboriosos bordados con materiales exquisitos traídos del viejo continente. Pero, me platica Carito, fue hace precisamente 50 años, que ella y sus amigas se dieron cuenta que la figura de la Virgen de la Caridad deslucía por su vestimenta vieja y descolorida, por lo que decidieron coser y bordarle un vestido fino, para que estrenara la noche del 14 de agosto siguiente. Desde entonces y hasta la fecha, cada año se reúne un grupo de mujeres a bordar, con varios meses de anticipación, el vestido que la santa patrona de La Caridad estrenará en los festejos que en su honor se realizan en Huamantla, durante el mes de agosto. El presupuesto es donado por familias fieles a la Virgen; las bordadoras aportan la magia de sus manos y su devoción. Mientras bebo agua de jamaica, me entero que Carito Hernández fue educadora durante 43 años; ella sentó bases y valores en varias generaciones de huamantlecos. Sin embargo, prácticamente dedicó el resto de su tiempo a preservar con fe y entrega total, la costumbre que hoy se encuentra arraigada en el corazón de los fieles. Es decir, en la Feria de Huamantla la confección del vestido de la Virgen es tan importante como la confección de los tapetes el 14 de agosto, así como las alfombras todos los días del mes, en el atrio de la iglesia. –¿Cómo inició esta costumbre? –pregunto. –Fíjate que cuando yo era chica –platica– mis

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tías María Hernández Farfán, Concepción Hernández y mi prima Elena Hernández eran las encargadas de hacer la ropa de la Virgen y cambiarla. Pero me acuerdo que sólo tenía dos vestidos, uno era para usar diario y el otro para las fiestas de agosto. Más adelante, cuando yo era educadora más o menos en 1973, surgió la idea entre las compañeras de cooperar para comprar el material y entre todas hacerle un vestido nuevo a la Virgen. Ese primer vestido no fue bordado con hilo de oro; lo hicimos en raso de seda blanca y quien me enseñó a bordar y poner el bastidor fue la señorita Conchita González, quien bordaba muy bonito. –Y decidieron repetirlo al año siguiente –comento. –A toda la gente le gustó ver a la Virgen de la Caridad con vestido nuevo –asegura Carito– mi mamá nos regaló un collar de perlas para que se lo pusiéramos. Al siguiente año el doctor Alberto Lacayo nos buscó para obsequiar el material para hacer otro vestido; él puso la tela y las piedras y nosotras pusimos hilo de oro que le quitamos a un manto viejo. –¿En todos estos años, usted ha presenciado algo especial con la Virgen? –Muchas cosas. Por ejemplo, cuando pasaron la imagen a La Parroquia porque iban a reconstruir La Caridad, el sacerdote que la trasladaba resbaló, golpeó la talla de madera contra un escalón de mármol y se le hizo una abertura en el frente, cuello abajo, por la que podía verse el fierro que la sostenía. Nos asustamos y la señora Chelín decidió vendarla para evitar que se fracturara toda. Al año siguiente que le cambiamos el vestido, retiramos la venda y no existía ni rastro de la abertura; nadie la había tocado, de verdad. Por si acaso le dejamos la venda, pero haz de cuenta que nunca se partió. –¿Aún conserva la venda? –pregunto. –Sí. Nunca se la hemos podido quitar, no sé, nos impone. Los materiales para elaborar el vestido son bastante costosos: seda, hilo de oro, piedras preciosas. Aunque lo más importante es el laborioso y delicado trabajo que esas manos mágicas van bordando 92


tarde tras tarde, a veces sin saber cómo lucirá al final, porque entre todas deciden sobre la marcha hacer modificaciones al diseño originalmente planeado. Cuando le pregunto quién heredará el liderazgo del grupo de bordadoras de la Virgen de la Caridad, me responde con brillo en los ojos que sus sobrinas Elvira y Laura, hijas de su hermano José Hernández Castillo, desde niñas participaron en las labores de costura y bordado, por lo que será Elvira (Vivi) quien organice al grupo. Sonriente y orgullosa, la sobrina de Carito escucha con atención a su tía platicarme simpáticas anécdotas. La observa con cariño, con respeto y una profunda admiración. Le pregunto qué significa dicha herencia y responde muy segura, que es un gran orgullo, pero también una gran responsabilidad y compromiso, porque “las bordadoras tienen que dejar todo por las tardes, durante varios meses.” Tengo curiosidad sobre el vestido de este año, que alguna vez formará parte de un museo junto a todos los demás. Elvira me informa que se confeccionó en seda natural suiza, con circonias y canutillo de oro de 18 kilates. El diseño es copia del original de 1878, que fue propiedad de la abuela española de Carito. Imagino lo que significa ser sobrina de esta dama tan linda y amable. Elvira señala que Carito siempre ha sido un ejemplo a seguir por su entrega incansable, fe, paciencia, amor a Huamantla y sus tradiciones religiosas. Pasamos a la sesión de fotos y Carito hace bromas como: “No se vaya a romper la cámara”, o “no me peiné para fotos”, “la casa no está 93


arreglada”. Elvira saca unos vestidos para tomar fotos del bordado. Disparo la cámara y Carito no deja de hacernos reír. Muy agradable resulta entrevistar a una persona que muestra esa plenitud a la que aspira todo ser humano, al llegar a la tercera edad. Pero doña Carito anda apurada, porque todavía le faltan detalles a su arreglo para asistir al evento de la tarde a recibir su merecido reconocimiento. Me dice que está nerviosa y, al mismo tiempo, muy emocionada porque asistirá el gobernador de Tlaxcala y la embajadora de Canadá en México, entre otras personalidades. Carito me despide en la puerta, jovial como son ella y su hermano José. Me asegura que quiso mucho a mi madre, que fueron amigas y conserva muy lindos recuerdos de ella. Con lágrimas en los ojos, me alejo caminando por la calle. Pero fueron lágrimas de admiración, nostalgia, gratitud infinita. De amor a Tlaxcala, a mi tierra mágica, a estas raíces maravillosas, reflejo de mi identidad.

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Aunque no existen documentos que indiquen el origen de la imagen de la Virgen de la Caridad ni la fecha exacta en fue tra铆da, se sabe que a finales del siglo XVII los franciscanos erigieron una ermita para la Virgen de la Asunci贸n, conocida como la Virgen de las Maravillas.

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22 de febrero de 1952

Fecha de publicación de la entrevista: 30 de agosto y 7 de octubre de 2001

Profesión: Torero

Lugar de nacimiento: Apizaco, Tlaxcala

¿Quién es él? E

ntre sus múltiples oficios: panadero, sepulturero, cargador; fue reconocido internacionalmente por torero. Su controversial vida privada y profesional lo ha consagrado como una leyenda romántica de la fiesta brava. Desde el 25 de diciembre del 2010, a través de una encuesta, la plaza de Apizaco, pasó a ser la Monumental Plaza Rodolfo Rodríguez "El Pana".

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Un tonto no puede ser torero, ese se queda a la vera del camino, porque hay que hacer planes sobre la marcha, cuando puedes ver a la cara al toro.�


aber escuchar no implica nada más poner atención a las palabras del que está enfrente, porque no se trata de simplemente oír o, peor, encender una grabadora y dejar al entrevistado hablar sin control ni medida, mientras respondes mensajes de texto desde tu teléfono celular. Para empezar hay que estar mínimamente informado de quién se trata, cómo se llama y a qué se dedica el personaje, porque si empiezas por preguntar esto no se tratará de una entrevista, sino de una encuesta (o interrogatorio sin la debida orden judicial). A veces no sirve de nada conseguir una cita, obtener la entrevista o ganar la exclusiva si el entrevistador no ha cultivado la indispensable capacidad de percibir otras formas de expresión, además de la verbal. Se requiere leer entre líneas, observar el movimiento corporal, la intención de las palabras, la intensidad de la mirada y el volumen de la voz; aprender a interpretar un silencio, un ademán, o un gesto indefinido. Por otra parte, en el periodismo hay que investigar acerca de temas quizá desagradables o poco atractivos que llegan a representar verdaderos retos profesionales, como en mi caso los deportes o la nota policiaca. La llamada “fiesta brava” es un tema que me es demasiado incómodo, porque provoca sentimientos encontrados: por una parte, nostalgia de otros tiempos ya lejanos de la niñez en el seno familiar; y, por otra, los válidos argumentos de organismos defensores de animales, que cada vez gritan más fuerte y sacuden la conciencia. Cuando El Cristal comenzó a acompañar la sobremesa del desayuno dominical en los hogares tlaxcaltecas, empezamos a recibir sugerencias de quienes nuestros lectores querían conocer un poco más que la capa superficial: pintores, taxistas, políticos, mujeres ejemplares, personas con capacidades diferentes, deportistas, charros y toreros. Pude evadir por unos meses el asunto taurino hasta que mi sobrino Fernando, en ese entonces dedicado a tan peligroso arte, me sugirió conversar con Rodolfo Rodríguez el “Pana”.

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–Su vida como torero es muy interesante –me dijo Fernando– es un gran personaje que hace falta en tu suplemento, porque en Tlaxcala la gente lo quiere mucho y lo sigue a donde va. Además es lector asiduo de El Sol. Te pido lo consideres, aunque como torero quizá quieras entrevistar a otras figuras menos controvertidas. Si


quieres yo te hago la cita con él, es muy amable y seguro te recibe rápido. La cita fue acordada en la ferretería propiedad de la familia del matador Mario Martínez “Fierrerito”, donde "El Pana" esperaba una llamada muy importante de Estados Unidos. Después podríamos trasladarnos a su casa para platicar y tomar fotografías. Pero el teléfono no sonaba, por lo que el torero sugirió que comenzara la entrevista para ganar tiempo; y ahí nos quedamos varias horas sin que el ring se escuchara jamás. –Me confieso ignorante en este tema, matador –le confesé desde el principio. –Villamelona, se dice en términos taurinos –respondió con una franca sonrisa. Me dio confianza para hacer preguntas muy íntimas, como sus orígenes. Así me enteré que es hijo de Rodolfo Rodríguez González y doña Alicia González Tapia, nacido un 2 de febrero de 1952 en el taurinísimo barrio de San Miguel, Apizaco. –Mi padre, como buen judicial que era, murió a balazos. Yo le digo a mi madre "Licha, superstar" porque sacar adelante a ocho chamacos de las sombras de la miseria, eso es titánico, tú sabes, el papel que casi todas las madres mexicanas tienen de ser padre y madre a la vez. Cuando ella se llenó de hijos, porque debo reconocer que mi madre le echó mucha afición al petate, en el pecado llevó la penitencia porque en la mañana tenía que hacer tamales y venderlos, por cierto los más ricos que se han vendido en este chico pueblote. Rodolfo Rodríguez es muy simpático y la forma en que empieza a narrar su vida la hace parecer muy divertida, aunque en realidad le resultó bastante difícil. 99


–Mi abuela fue tamalera y ella le enseñó a mi madre. Licha superstar vendía tamales en la mañana, al mediodía lavaba ropa ajena para entretenerse y ya para descansar, en la noche vendía sopes, chalupas y quesadillas en la puerta de la casa. Yo siempre fui un vago natural, porque a los cinco años me escapé de mi casa y me encontraron cruzando las vías del ferrocarril. –¿Eso fue como un aviso? –pregunto. –Sí. Ese fue el primer susto que le pegué a mi madre de los muchos que vendrían después; pobrecita, no sabía lo que le esperaba, y qué bueno, porque si lo hubiera sabido me regresa por donde vine. Podríamos decir que ahí comienzan las andanzas de vago de Rodolfo Rodríguez "El Pana" . –¿Cómo transcurrió su niñez? –Tú sabes que la situación económica de la madre tlaxcalteca nunca ha sido muy buena, salvo ciertas madres privilegiadas. Entonces, para que no nos aburriéramos en las vacaciones, Licha superstar nos ponía a trabajar. Todos los chamacos de mi edad nos acostumbramos a ganar un parné (dinero) y llevar el chivo a casa. Mi hermano Chucho, que en paz descanse, y yo, cargábamos canastas en el mercado, bultos en la estación del "fierro tren" y en la terminal de "ornibuses" . Yo no sé por qué ahora los chamacos son tan ociosos y como dijeron los viejos "el ocio es la madre de todos los vicios" por eso andan ahí de "ndejos" oliendo resistol y haciendo tonterías. –Usted habla de ocio, no de vagancia... –Hablo de ocio, porque la vagancia puede ser productiva: que te robas una gallina para llevar comida a tu casa; te robas los elotes y cosas así. Nosotros salimos de la miseria, pero nunca nos dio por el lado malo. –¿A qué edad realizó su primer trabajo? –Soy gitano, ¡niña! No me menciones esa palabra, por favor, yo nunca he trabajado, gracias a Dios. Yo actuaba para tener emolumentos económicos. Como a los ocho años empecé cargando bultos y los domingos vendíamos hules, pero sólo en temporada de aguas. 100


–¿Entonces usted no se ofende cuando la gente le grita en la plaza “hulero”? –De ninguna manera es ofensa para mí, porque es absolutamente cierto. No es ofensa, porque me están recordando mis orígenes y hasta se los agradezco. Es como el que nunca se acuerda de su madre y de repente se la mientan, oye, yo supongo que debía estar agradecido y no ofendido –responde a carcajadas. –¿Qué hizo con la primera ganancia? –Con los tres primeros hules que vendimos nos fuimos a comprar unos tacotes de nopales, chamaca. –¿Asistió a la escuela, como cualquier niño? –Sí, pero eso no se me dio muy bien. "Apuradasmentes" terminamos la Primaria, hice el primer año de Secundaria y hasta allí, porque se la pasaba más tiempo mi madre en la escuela que un servidor, porque era tremendo y siempre la mandaban llamar; además me corrieron por exceso de calificaciones, o sea que mi boleta no aguantaba tantos ceros. Como todos, o como casi todos los toreros, "El Pana" tuvo que “correr la legua”, para abrir puertas y obtener oportunidades. –Como te dije, primero empecé como "mozo de estafas" (mozo de espadas), luego como banderillero y a los 16 años aparecí en los primeros carteles como espada. Recuerdo mi primer contacto con una becerra en San Lorenzo, Cuapiaxtla, en agosto del 68. Fue mi primer contacto con la fiera.

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–¿Y cómo le fue esa tarde? –Híjole, me revolcó y me pegó una zapateada de muy padre y señor mío, pero me gustó porque por fin tuve contacto con ese sentimiento que me nació desde la primera vez que vi torear a un animal bravo. –¿Qué vino después? –Correr la legua, de pueblo en pueblo, de capea en capea, de ganadería en ganadería, de rastro en rastro, de potrero en potrero, porque había que meterse en las noches a torear cuando nadie te veía. –Pero al menos le daban la oportunidad de hacerlo. –No, qué te van a dar oportunidad ni qué nada. Mi maestro contrataba las pachangas y las capeas en los pueblos y uno se iba a las ganaderías a las tientas por los tips que te pasaban. Mira, para andar en las ganaderías por esos caminos de Dios, el único transporte que había era el camión repartidor de refrescos o cervezas y lo demás pégale a golpe de calcetín. –Entonces, ¿cómo le hacía para practicar? –Como dice la canción de Huapango Torero, las vacas eran nada más para los toreros, pero los "torerillos" estábamos atrás y toreábamos sin que se dieran cuenta los señores amos; a la hora en que los caporales soltaban las vacas para curarlas, nos aprovechábamos y les dábamos unos pases. Todo era aprendizaje. Y luego ¡venga! a Hidalgo, a Morelos o a Jalisco a los novenarios con los criollos, toros "toreados" . Toreé muchísima vaca toreada en los diez años del calvario del novillero, que ahora nadie los pasa. –¿Hubo percances peligrosos en esos diez años? –De torerillo, puntazos, quemones. Nunca una cornada, pero sí llegaba con unas golpizas que hasta fiebre me daba, por lo que tenía mucho miedo que llegara la noche. Con esas vacas toreadas, de sacarme privado por debajo de las vigas de algunas plazas; de aventarme por arriba al grito de "cáchenlo" en calidad de muerto. 102


–¿En algún momento se arrepintió de estar ahí? –Nunca. No sé si los toreros sean masoquistas. –¿Será que su pasión es más grande? –comento y pienso en mi sobrino. –Ándale, son masoquistas o les gusta demasiado esta carrera. Para mí sólo hubo de dos sopas: de fideos o de jodeos porque la situación económica en mi casa era apremiante, había que llevar el chivo a como diera lugar y yo cuando empecé a ir a los pueblos y echar el plato, tender el capote para acudir a la buena voluntad de los espectadores, un veinte, un peso de esos colorados o un dulce, aunque no faltaba quien te aventaba una piedra. –¿Sacaban dinero suficiente? –Las ganancias las repartíamos equitativamente entre todos; al capitán de cuadrillas le tocaba un poco más, pero le tocaba propina hasta a la ayuda del mozo de estafas; y también nos tocaba mole, barbacha (barbacoa) y danzón. –¿Y doña Licha no se enojaba? –¿De qué se iba a enojar? Ella siempre estuvo en contra de que yo fuera torero, máximo que me la echaba a caminar un carnicero que gracias a Dios ya no vive, quien decía a mi madre que esa profesión era sólo para vagos, claro, una persona que está acostumbrada a trabajar de diario no puede ver a un torero, porque para ser torero hay que ser vago. Porque lo único que tiene que hacer es estar veinte o cuarenta minutos en una plaza y jugarse la vida frente al toro; de ahí en fuera tienen todo el tiempo del mundo pa’ tomarse un someyo (vino), pa’ ligarse una gachí (dama) y 103


matar la corrida con momentos de solaz y esparcimiento. Imagínate esos pobres que todos los días se tienen que levantar a las cinco de la mañana para checar una tarjeta... every day. –¿Hubo problemillas con los hermanos, por ser vago? –Mi hermana "la Gorda" que trabajaba y llevaba el chivo a la casa, no me podía ver ni en pintura porque me conseguía un trabajo y me conseguía otro y yo inventaba miles de excusas para no jugarme la vida de macuarro, para no tener que camellar. –¿Qué es camellar? –le pregunto. Se queda un momento callado y responde: –Pues cómo, camellar es currelar, es eso que hacen ustedes. –¿Trabajar? –menciono y reacciona de inmediato: –Que soy gitano, te digo, no me menciones esa palabra, niña, que me pongo como diablo con cruces. Para eso me metí de torero, chamaca fea, pa’ no volver a chambear en mi vida, caray. –Entonces diez años de "torerillo" sin ningún percance grave. –Digamos que diez años corriendo la legua. Mi debut como novillero fue un 25 de abril del 71, cuando debuté de luces. En el 72 me llevaron a Acapulco y ahí logré indultar un toro de "La Laguna" fue una suerte, porque para ser torero hay que tener suerte, por eso es el sorteo y las suertes. Uno se encomienda a Dios para que nos toque suerte; le desean suerte al matador. Esta es una profesión que el cincuenta por ciento es suerte y el otro cincuenta por ciento capacidad. –¿Ese indulto fue la oportunidad que esperaba? –Luché diez años para que se me diera una oportunidad en una novillada, porque antes casi no había novilladas. Triunfé en Acapulco y al regresar estaba la Feria de Tlaxcala, donde habían traído unos marrajos de una ganadería de Aguascalientes que venían sin hierros, sin número, sin nada; eran de promoción seis novillos, para seis chamacos, yo fui uno de ellos. Pero me toca 104


un toro que a la hora de rematarlo con el pase de pecho, con la mano derecha, se venció y me agarró la pierna; me levantó, me volvió a dejar parado y se fue, por lo que ni nos dimos cuenta que yo tenía una cornada en la femoral. Cuando me di cuenta ya estaba saliendo un chorro de sangre púrpura. –¿Se asustó, se arrepintió? –me corroe la duda. –Se asustaron todos porque el toro me partió la femoral; pero dicen que hierba mala nunca muere, así es que con Acapulco viví la gloria y en tres días conocí el fracaso, la otra cara de la moneda de esta profesión, poder palmarse (morir) como se palman muchos torerillos, en una plaza perdida, sin ninguna gloria ni reconocimiento. Al despertar de una operación tras una cornada grave, ¿no hay un poco de arrepentimiento o miedo? –digo. –Con una cornada de esas, se te sale la poca sangre cobarde que tienes, o te sale todo el valor. Por eso una cornada sirve para templar a los que han de ser con el tiempo una figura dentro de los toros, y a sacar de ahí a los que nada tienen que hacer en la fiesta brava. –¿Pero usted regresó? –Sí. Nunca he pensado "Dios mío, qué hago aquí" . Ni siquiera en el 75 cuando me tuve que ir a Tijuana a bordar casaquitas para venderlas y juntar dinero para pagar una deuda que tenía con el "amo Manche" que en gloria esté (padre de Mariano González) quien me fió unos toros en una de esas tantas veces que intenté ser rico de la noche a la mañana como empresario taurino. Esa vez me cayó una tempestad que la plaza tenía 50 centímetros de agua. El amo Manche se llevó 105


sus toros, cobró su carne y quedé a deber la bravura de esos dos toros, como diez mil pesos en ese tiempo. Fui a Tijuana a disfrutar mi espectáculo favorito y de paso llenar el cochinito para pagar, porque Rodolfo Rodríguez "El Pana" nunca ha quedado a deber dinero a nadie. –¿Quién le había enseñado a bordar? –Un torero debe tener toda la habilidad del mundo para salir adelante en cualquier situación difícil que se presente. Para salirle al paso a un toro toreado, debes tener capacidad intelectual bastante alta para reaccionar. Un tonto no puede ser torero, ese se queda a la vera del camino, porque hay que hacer planes sobre la marcha, cuando puedes ver a la cara al toro. –¿Usted es Rodolfo o “El Pana”? –"El Pana" es un torero que existe en el interior de Rodolfo Rodríguez. Me dicen que cuando toreo me transformo y efectivamente no soy yo; viene como una embriaguez que te aflora. No todos tienen eso, se necesita tener ángel, lo que llamamos "duende" , un sentimiento especial. –¿Algún personaje que a usted lo motivara? –Fernando de los Reyes "El Callao" (me levanto y me descubro), dentro del ruedo era un torero con una personalidad bárbara, toreaba con un sentimiento que rayaba en el Olimpo de los semidioses; lo veían y no lo creían, que un tipo sencillo, moreno y apagadón fuera del ruedo, pudiera torear principescamente bien. Ese duende del que te hablo, de cien toreros, lo traerá uno. –¿Torear es un sentimiento? –Es un sentimiento que aflora en arte. Va del corazón del torero, transpira por la piel y va al corazón del público que lo expele por la boca cuando grita ¡ole! Es cuando hay conexión entre el toro, torero y el público. Dijo Carlos Arruza y lo dijo bien: "el que quiera ser torero que lo intente siempre" , yo siempre lo intenté aunque la suerte no me acompañó, pero eso fue otra cosa, por mí no quedó y 106


así no hay amargura. –¿Se requiere perseverancia en esa carrera? –Tengo 50 años de vida y 33 de experiencia en los toros. Decían en las ganaderías que "El Pana" era sinónimo de necio, porque me corrían y de plano me decían que me fuera a la "ngada" porque la fiesta era sólo para los invitados; me corrían delante de la gente y si sabían que yo estaba toreando allá atrás, me echaban de balazos. Pero yo siempre regresé. Ahora que me estoy yendo de los toros pienso que si no hubiera sido terco y obstinado no habría llegado donde llegué. Don Joaquín Rodríguez, presente en la entrevista, le pide a su amigo que relate una anécdota con Toño Lomelín. –Me aventé de instantáneo (que no es lo mismo que espontáneo) cinco veces. Cuando decían que hacía falta un torero, ahí iba yo, a darle que es mole de olla, sin compasión al caldo y sin misericordia a los frijoles. En una corrida con Antonio Lomelín, le tocó un toro que cojeaba y lo echó pa atrás la autoridad, pero no lo podían lazar. Yo tenía como 20 años y me acordé que llevaba mi muleta y rápidamente fui por ella y que sale un torerillo instantáneo (yo) y venga, a pegarle pases al toro que en las manos de Lomelín se caía y en las mías se compuso y le hice un faenón. Eso fue en Tlaxcala, en una corrida de Feria. Me adueñé de la situación. –¿Y no se enojó Lomelín? –Sí se enojó, pero gracias a don Joaquín sólo tuve que pedir una disculpa, pero ya tenía mi triunfo absoluto. En Tlaxcala me le aventé así a

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Lomelín, a Solórzano y a Manolo Martínez; en Querétaro a Paco Camino; y en la México al Capitán José Antonio Ramírez. –Usted ha sido el único banderillero que por un buen par ha dado la vuelta al ruedo en la Plaza México. –Sí. Mira, tuve mi primera oportunidad en la México el 6 de agosto del 78 en una novillada de selección, para lo que tuve que hacer huelga de hambre a las afueras de la plaza México por una semana, para que me hicieran caso. Yo tenía 26 años y ya se me estaba pasando el tiempo y no me daban oportunidad. Por eso yo llegué a sentir algo tan negativo como el odio, por personas como Alfredo Gómez el “vidriante falso” a quien a pesar de que fracasaba lo volvían a poner por las relaciones que tenía. –¿Cómo le fue? –Salí con toda la disposición para triunfar, con todas las ganas, permití que mi esperanza partiera plaza y le corte a ese toro las dos orejas. De seis yo fui el único que me quedé. Repetí a los ocho días y un novillo de San Cristóbal “La Tranza” me agarró, me llevó diez metros y me azotó contra el estribo de la plaza y me quebró una clavícula, pero con mi alita rota corté una oreja y hubo comentarios muy buenos. –Fue una buena temporada en su vida. –Lo que no logré en diez años, se logró en seis meses. Reaparecí como a los 20 días, a un toro le corté dos orejas y a otro el rabo. De ahí se empezó a llenar la Plaza México y la logré llenar en siete ocasiones como novillero, parando el tráfico en Insurgentes, saliendo a hombros hasta el hotel, recibir a la prensa, las televisoras y todo, pa´ acabar pronto, ningún novillero en la historia taurina de Tlaxcala ha llegado a calar tan hondo en la México como Rodolfo Rodríguez “El Pana" . –¿Ese triunfo fue resultado de su esfuerzo?

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–De un esfuerzo constante de diez años, un calvario estar ahí duro y dale, recibir desprecios y humillaciones incluso de ganaderos a quienes les había indultado un toro en Acapulco, porque así son los ricos, se sentían con el derecho de correr a quienes ellos quisieran.


Hoy que me retiro puedo decir con satisfacción que maté como a 350 animales, en 23 años de novillero y torero. –¿Ganó suficiente dinero? –No el que hubiera podido, porque nunca tuve esa suerte de tener un buen apoderado que supiera cobrar. –¿Y el amor dónde queda? —pregunta Edgar García, el reportero gráfico. No tuve tiempo. Mi vida entera han sido los toros. Bueno, primero mi madre, luego los toros. El toro me dio todo, parné, reconocimiento, fama, gachís, la satisfacción de comprarle su casa a mi madre porque siempre vivimos en vecindades y no les querían rentar las casas porque éramos muchos chamacos. –¿Se casó? –De chico me la pasé currelando, después camellando. Siempre estuve enamorado de mi carrera. Nunca tuve idea de casarme ni hacer familia, pero un día conocí a una gringa que se enamoró de “El Pana”, que venía unas temporadas a visitarme, y que un día me dijo que quería hablar muy seriamente conmigo. Pensé que se trataba de algo feo, como el SIDA, pero resultó que estaba embarazada y quería casarse conmigo. Me casé con ella, es mi mujer, pero ella vive con mi hija Chloe en Estados Unidos. –¿Por qué una gringa? –Quién sabe... –Además de los toros, ¿qué le gusta? ¿De comer, por ejemplo? 109


–Soy muy sencillo. Me gusta mucho la comida de mi tierra. Una sopita de fideo y ya está, algo casero. Cuando nos dimos cuenta, las horas habían volado. Suficiente historia para escribir. Al despedirnos y agradecer su valioso tiempo sólo restó decirle: –Y ahora ¿cómo voy a escribir tantas cosas? –bromeo. –Ese es tu trabajo, chamaca. Pero querías mole ¿no? Pues ahí lo tienes, ya me encueraste, ni modo.

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Pa´ acabar pronto, ningún novillero en la historia taurina de Tlaxcala ha llegado a calar tan hondo en la México como Rodolfo Rodríguez 'El Pana' .


15 de junio 1967

Fecha de publicación de la entrevista: 4 de marzo de 2001

Profesión: Administración de empresas

Lugar de nacimiento: Tampico, Tamaulipas

¿Quién es el la? L

icenciada en administración por el Tecnológico de Monterrey, llegó a Tlaxcala para integrarse a la SECOFI y ser delegada de SEDESOL; encabezó el área de Delegaciones en la misma dependencia, pero a nivel federal. Regresó a Tlaxcala para ocupar la delegación del ISSSTE, fue contralora general de Diconsa y actualmente es diputada federal por Tlaxcala.

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Aquí en Tlaxcala encontré un lugar maravilloso para criar a mis hijas y trabajar a la vez, sin sentirme culpable."

Foto: Edgar García


C

omo decía en la entrevista del padre Jacinto, cuando mi jefe preguntó a quién elegiría para “apadrinar” el suplemento dominical, es decir, el primer entrevistado cuya semblanza aparecería en páginas centrales, además de la portada, pensé en una mujer; seguramente por la afinidad con el género y solidaridad femenina en general, pero también porque su nombramiento como delegada de SEDESOL en Tlaxcala, causó en su momento controversias, uno que otro dolor de cabeza y la envidia característica de algunas mujeres. ¿Fue un acierto que el obispo engalanara la apertura de la nueva publicación? Sí lo fue. Pero el siguiente domingo, la norteña que llegó a Tlaxcala para quedarse, Aurora de la Luz Aguilar Rodríguez, hablaba de su vida personal y profesional con nuestros lectores en una larga entrevista que nos fue concedida tanto en su oficina, como en su casa, al lado de sus hijas Alejandra y Andrea, hoy estudiantes universitarias. No había manera de sospechar por esos tiempos que años más adelante tendríamos oportunidad de colaborar en diferentes proyectos profesionales (como Fomento Cultural Tlaxcala) donde me ha sido posible aprender, crecer y trabajar para abonar al fortalecimiento de la identidad tlaxcalteca. Pero me estoy adelantando. Regresemos al 2001, cuando estaba casada con Jorge Moreno Durán y su aparición en los escenarios políticos regionales causó expectación. Sin problema para concertar el encuentro, empezamos la entrevista en su oficina, cuya sala de espera estaba repleta. Obvio, es la delegación en Tlaxcala de la Secretaría de Desarrollo Social. –¿Cómo estás? –le pregunto como si ya fuéramos amigas tomando café. –Aquí estoy como siempre, trabajando y abriendo caminos diferentes –responde sonriente, mientras busca un lápiz labial en su bolsa antes de ser deslumbrada por el flash de Edgar, compañero a cargo de las imágenes. –¿Te causó sorpresa el nombramiento como delegada?

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–¿Sorpresa? No. Me dio mucho gusto. Ya lo habíamos estado


trabajando desde hace tiempo: llevé al D.F. mis papeles, me entrevistaron en diversas ocasiones en SEDESOL y me mandaron llamar para decirme que reunía todos los requisitos para ser delegada de esa dependencia. Un honor. –Antes de la Delegación de SEDESOL, ¿qué hacías? –Muchas cosas: en SECOFI (Secretaría de Comercio y Fomento Industrial, donde trabajaba antes del nombramiento), impartiendo clases en la universidad, en el PAN creando comisiones de salud y de la mujer, entre otras, con las que salimos mucho al campo y recorrimos los municipios del estado en labores de gestoría social. –¿Es posible que de verdad la ayuda social llegue a quienes lo necesitan? –La prioridad para la asignación de recursos la tienen los más necesitados, pero debemos ser muy estrictos, establecer procedimientos de solicitud, análisis y aprobación de proyectos, así como asignación del recurso y seguimiento. Ahora, por ejemplo, estamos realizando un estudio que determine por qué unas organizaciones recibieron amplio apoyo y otras no; saber cuáles eran las afinidades políticas de esos organismos. –¿Tienes un método de trabajo? –comento mientras salimos de la oficina. –Mi cargo no es una chamba, es una misión. Un buen líder debe saber delegar. Me interesa que quien trabaja conmigo aprenda, que tenga la misma información, que tome decisiones que yo pueda respaldar y sea el mejor candidato para quedarse en mi lugar. Hay jefes que no son así, para los que el cargo no es un honor, sino una chamba, una manera de tener dinero, y que no saben trabajar en equipo. 115


–¿En tu agenda hay espacios para ti? –platicamos durante el trayecto a su casa. –Desde este nombramiento no he ido al ejercicio y mis pantalones lo están resintiendo –dice bromeando– la agenda incluye tareas con los hijos, actividades del partido, visitas a los municipios de Tlaxcala. Los domingos, eso sí, siempre los hemos dedicado a los hijos, porque creemos que la familia es muy importante. –¿Qué es primero, el liderazgo o la familia? –Se requieren líderes y para serlo hay que predicar con el ejemplo, porque si dicen que la familia es importante deben empezar por dar esa importancia primero a su propia familia, para entender a las demás. Por eso es necesario abrir un espacio para nuestras actividades familiares. –¿A qué hora suena el despertador? –Llegamos a su casa y la conversación continúa. –A las seis de la mañana. El fin de semana no suena el despertador, pero de todas maneras nos despertamos muy temprano, porque esos días también tenemos actividades fijas como clases de tenis a las ocho de la mañana. –¿Y a qué hora te duermes? –Por lo general alrededor de la media noche, cuando trabajamos. Y cuando no trabajamos también, porque nos gusta la pachanga, sentarnos a platicar cosas personales o cantar con la guitarra. La comida transcurrió entre temas generales, como los hijos, los secuestros, los muchos “amigos” que ahora se acercan. Menú casero consistente en arroz, filetes de pollo empanizados, ensalada verde y papas. Aprovecho para indagar si una provincia tan pequeña, como Tlaxcala, no le aburre demasiado pronto o si las costumbres son distintas a las del norte del país, lo que ella rechaza de inmediato porque la primera vez que recorrió las calles sintió que estaba como en un cuento. 116


–Aquí encontré un lugar maravilloso para criar a mis hijas y trabajar a la vez, sin sentirme culpable. Aquí mi hija sólo avisa que va a la papelería o al parque y no pasa nada; en la Ciudad de México viviría con el Jesús en la boca o las tendría encerradas.

EL CARGO: UNA MISIÓN, NO UNA CHAMBA MÁS

–Toda persona que de repente –afirma– porque lo trabajó o porque le llegó, se encuentra en un espacio de poder, sufre un cuadro psicótico, porque de la noche a la mañana todo el mundo le dice que es el más guapo, el más inteligente; personas que antes le volteaban la cara se transforman en los más amables, es difícil. Esto puede durar dos o tres días y se acabó, pero hay quienes no se les pasa. Yo soy como soy y punto. Un cargo no me cambia, ayer, hoy y mañana soy la misma que mienta madres. –¿Sobre cuáles temas te gusta reflexionar? –En la universidad enseñaba a mis alumnos cómo utilizar los dos hemisferios del cerebro. Por ejemplo, Serrat canta “Si la muerte pisa mi huerto” que leímos en la clase para comprender el texto. Después pedí a los muchachos que cerraran los ojos para escuchar la canción; al final casi todos lloraron porque conectaron la razón, con la emoción. Entonces los hacía reflexionar y les decía: “chavos, ustedes son afortunados porque comen tres veces al día, saben dónde van a dormir y están sentados en una banca de la universidad; tienen la obligación de devolver a la sociedad lo que les ha dado.” Todavía guardo tarjetas de alumnos que decían: “Aurora, tu clase me cambió la vida”. Ésta es una de las grandes satisfacciones de la docencia. –¿Cómo te organizas para todo?

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–Puedes hacer muchas cosas si te levantas temprano y te duermes tarde. Pregúntame de las telenovelas y no sé nada de eso; la tele en la noche son las noticias y caemos rendidos. Cuando se puede, vemos una película o leemos una buena novela. –¿Autores favoritos? –Luis Spota, Ernest Hemingway, Richard Bach... aunque últimamente leo sobre todo textos políticos. –¿Te gusta la música? –Serrat me encanta, también el tango, la trova, me sé muchos boleros muy antiguos. –Si te los sabes, es porque te gusta cantar –casi asevero. –Mi mamá era cantante de ópera y mi papá coleccionista de música, así es que aprendí a cantar cosas muy antiguas. Así como Jorge y yo nos encontramos en la política, mis papás se encontraron en la música. –¿Canción favorita? –Imposible, me gustan muchas... bueno, esa argentina preciosa “Niebla del riachuelo” donde se hace referencia a las almas que perdieron la capacidad de indignarse, pero utilizando como metáfora a los barcos que se pierden –dijo y sin más, se puso a cantar unas estrofas. –¿Cuándo piensas en comida, qué se te antoja? –Queso y todo lo que tenga que ver con él; los antojitos mexicanos me pueden matar; y a pesar de que hago unas sabrosas tortillas de harina, me encantan los platillos con tortillas de maíz. –¿Cocinas? –Cuando tengo tiempo, sí me gusta cocinar –responde sonriente. 118

–¿Qué te hace vibrar? –inquiero.


–Admiro mucho la capacidad de integrar una letra hermosa a una melodía, eso me puede hacer llorar. –¿Después de esto, qué deseas para ti, quizá fuera del estado? –Yo tengo un compromiso con mis hijas de al menos diez años más, mismos que seguiremos viviendo en Tlaxcala. Ya cuando Andrea tenga más de dieciocho y me diga “ahí te ves porque me voy a estudiar a otro lado” entonces veremos. Pero ahora sólo tiene siete años –concluye. * * * Este repaso a las semblanzas publicadas hace algunos ayeres, como un trabajo periodístico, me ayudó a entender una gran lección: la persona que accede a conversar formalmente sobre los sucesos cotidianos de su vida, se convierte en un testigo de la historia, y al desmenuzar en la memoria un suceso experimentado en el pasado, una costumbre o un ritual, sin duda abrirá su corazón; ese baúl donde atesora la joya más valiosa que puede poseer y conservar un ser humano: su identidad. Desiderio se fue, pero dejó su obra y en ella sus identidad reflejada: las ideas que le danzaban por la mente, sus inquietudes, preferencias e ideales sociales; un reto difícil de alcanzar, para las siguientes generaciones de artistas. Lo mismo doña Josefa, una sencilla mujer del campo cuya falta de preparación escolar no le impidió usar su inteligencia para comunicarse a través de sus bordados, enseñar a los más jóvenes y llevarlos hacia mejores estados de bienestar. Tulio Hernández, como político y catedrático;

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Silvia Pinal, ayudando a romper estigmas y mitos enquistados por siglos en contra de los tlaxcaltecas; Carito Hernández y su entrega absoluta a mantener viva una tradición popular; el obispo y su visión sobre la sociedad y el gobierno; y Aurora Aguilar, aceptando la señal del destino para que fuera aquí y no en su natal Tampico, donde habría de trabajar duramente, y así, con su ejemplo, enseñarnos a otros a construir, a edificar, a sembrar ahora para poder cosechar mañana. Los trece años transcurridos desde la publicación de estas conversaciones, no sólo nos muestran que Andrea (la hija de Aurora Aguilar) hoy tiene 21 años, sigue viviendo con su madre y cursa el séptimo semestre de Derecho, sino que cada uno de los entrevistados, sin importar su oficio, género, edad, preparación ni experiencia en la vida, a la hora de hablar de sí mismos se remiten de inmediato a sus orígenes, a sus raíces, su identidad y, como por arte de magia, abren su corazón para dejar salir los recuerdos: olores, sabores, devoción, fe, rituales, sensaciones, aprendizaje, emociones, sentimientos, amor; características de todo ser humano que, a final de cuentas, está hecho de carne y hueso. Cada quien con su propio baúl de tradiciones.

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Mi cargo no es una chamba, es una misión.�


Índice

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Presentación

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Desiderio Hernández Xochitiotzin

22

Josefina Gavi Ángel

34

Tulio Hernández Gómez

44

Silvia Pinal

60

Moseñor Jacinto Guerrero Torres

70

Manuel Sánchez Armas

80

Carito Hernández Castillo

86

Rodolfo Rodríguez “El pana”

96

Aurora Aguilar Rodríguez

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Bibliografía

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Bib lio gra fía Berverley, J., & Achugar, H. (1992). La voz del otro: testimonio, subalternidad y verdad narrativa. Guatemala: La edición Latinoamericana Editores Lima- Berkeley. Geertz, C. (2005). “La interpretación densa: Hacia una teoría interpretativa de la cultura” en La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa Editorial. Martínez Baracs, A. (2008). Un gobierno de indios: Tlaxcala, 1519-1750. México: Fondo de Cultura Económica, Fideicomiso Colegio e Historia e Tlaxcala, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. Ong, W. J. Oralidadd y escritura. Tecnologías de la palabra. México: Fondo de Cultura Económica. Rivera, D. (1978). Arte y política (recopilación de Raquel Tibol). México: Grijalbo. Vansina, J. (1967). La tradición oral. Barcelona: Editorial Labor, SA. . Zumthor, P. (1961). Introducción a la poesía oral. (GarcíaLomas, Trad.) Madrid: Taurus, Alfaguara.

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La información retomada en este trabajo se fundamenta en los artículos 15 y 86 de la Ley Federal del Derecho de Autor.

Este material se realizó con recursos del Programa Anual de Proyectos Culturales de la H. Cámara de Diputados y de CONACULTA, operado por CONACULTA. Sin embargo, no necesariamente comparte los puntos de vista expresados por los autores del presente trabajo.

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Edici贸n electr贸nica enero de 2015 Tlaxcala, Tlax. M茅xico.





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