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GEODA DE PULPÍ

una joya geológica de 165.000 años

Tras veinte años de estudios, un equipo de la Universidad de Almería determina la edad exacta de esta formación geológica con los segundos cristales de yeso más grandes del mundo y aclara cómo fue su proceso de formación. Por A. F. Cerdera.

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Si se hiciera una clasificación de los monumentos naturales más espectaculares del mundo, sin duda, la Geoda Gigante de Pulpí estaría entre ellos. Esta joya subterránea, fruto de la acción del agua sobre la roca, alberga en su interior los segundos cristales de yeso más grandes y puros del mundo, solamente superados en tamaño por los que se hallaron en Naica (México) en verano del 2000, pero con la particularidad de que los que se encuentran en la mina del extremo oriental de la provincia de Almería se pueden visitar. Quienes han tenido el privilegio de estar en su interior describen el momento como una de las experiencias más impresionantes de su vida, y no es para menos, porque en la Geoda de Pulpí se contempla, no solamente la belleza de unos de los cristales de yeso más perfectos conocidos, sino también, la fuerza de la naturaleza en estado puro, frente a la vulnerabilidad de los seres humanos, que solamente son capaces de contemplar boquiabiertos, una formación que les recuerda más a otro planeta, incluso un lugar de ciencia ficción. Desde que se descubrió en un pozo minero de la localidad almeriense, en 1999, los investigadores de la Universidad de Almería están obsesionados con obtener la datación exacta de semejante formación cristalina. Primero, por la propia curiosidad de conocer cuántos años llevaba ahí esperando a que un grupo de espeleólogos picara en el lugar adecuado y la descubriera. Pero, desde un punto de vista más científico, el interés principal por conocer su edad reside en la posibilidad de reconstruir los diferentes escenarios climáticos sucedidos durante todo el proceso de formación. Cada uno de los cristales que conforman este monumento tiene un registro de las condiciones ambientales y climáticas que había en el exterior de la cueva, una información de gran interés científico, para hacer una reconstrucción paleoclimática y dilucidar los cambios climáticos registrados a lo largo de la historia remota, así como su incidencia en los ecosistemas y seres vivos de las distintas etapas. Sin embargo, esa información se la reserva la cueva en la intimidad. Bueno, toda no, un equipo de la Universidad de Almería, liderado por Fernando Gázquez, ha conseguido determinar por primera vez la edad de la Geoda de Pulpí. En un artículo publicado en la revista internacional Geoscience, detallan los resultados de sus estudios con la técnica de datación con isótopos de uranio y torio, que han permitido

Geoda de Pulpí Objetivo: Determinar la edad de este monumento natural, mediante la técnica de análisis de la degradación del uranio. Cambios climáticos: La datación de la Geoda es el primer paso para poner fecha a los cambios climáticos que han quedado registrados en los cristales. Investigadores: Fernando Gázquez, Ana Monteserín, Christina Obert, Carsten Münker, Ángel Fernández-Cortés y José Mª Calaforra. www.ual.es

Edad de la Geoda En las imágenes principales se puede observar la grandeza de los cristales de la Geoda de Pulpí que, hasta que se descubrió la de Naica (México), estaba considerada como la de mayor tamaño del mundo. Al lado, Fernando Gázquez en el interior de la Geoda. Y junto a este texto, un esquema de cómo se formó y el entorno geológico en el que se desarrolló.

establecer que esta formación de cristales de yeso gigantes empezaron a formarse hace 165.000 años. “Sabíamos que tenía más de 60.000 años, pero no edad exacta”, afirma Fernando Gázquez que hace referencia a la complejidad para conseguir la datación con los métodos de los que dispone la ciencia actual. ¿Por qué se ha tardado más de veinte años en conocer la edad de la Geoda? Pues por las bajas concentraciones de uranio presentes en los cristales analizados, que apenas llega a unas diez partes por billón, precisa este investigador de la Universidad de Almería. A pesar de que lo habían intentado en varias ocasiones, ha sido ahora cuando lo han logrado gracias un método de purificación de las muestras más avanzado, desarrollado en la Universidad de Colonia, con la que se han detectado las cantidades mínimas de uranio necesarias en dos de las ocho muestras analizadas. “El uranio es un elemento que se desintegra con el tiempo y da lugar a lo que se conoce como isótopos hijos. El torio es uno de esos isótopos hijos, y lo que hemos medido la cantidad de isótopos de uranio y de torio”, concreta el Fernando Gázquez. La desintegración del uranio es clave, ya que se trata de una “tasa constante”, de forma que para calcular la edad de la muestra se ha establecido una relación entre el uranio desintegrado y el que queda todavía en la pieza analizada. Y el resultado ha sido que la Geoda de Pulpí comenzó a formarse hace 165.000 años. Lo que no se ha podido determinar es el momento en que dejó de crecer. Sin embargo, sí se ha definido con claridad fue el proceso de formación de la Geoda, así como las características del agua a partir de la que se formó. Sobre su origen había ciertas dudas. No se sabía bien si estuvo relacionado con la presencia de agua de mar en el acuífero, ya que la mina en la que se encuentra la formación geológica está situada a unos cinco kilómetros de la línea de costa; o fue la acción del agua de lluvia al filtrarse en el tierra. O, incluso, por la intervención de agua procedentes de procesos magmáticos más profundos. Pues el estudio de los isótopos estables del agua ha dado datos irrefutables, de que la formación de la Geoda de Pulpí se debió al agua de lluvia, que se filtraba en la tierra y arrastró los materiales salinos que, con el paso del tiempo, se transformaron en cristales de yeso. Aunque es cierto, como se ha comprobado, que estas sales, el sulfato y el calcio, “provienen de procesos mucho más antiguos, probablemente de origen marino”. Cuando se formó la Geoda, el nivel del acuífero estaba unas decenas de metros por debajo de donde hoy se sitúa la formación de cristales. Las condiciones hidrogeológicas en el interior de la montaña propiciaron un ambiente muy estable, con una temperatura que se debió mantener de manera constante. Y allí llegaba el agua filtrada de la lluvia, que al penetrar en la tierra arrastraba sulfato y calcio, los elementos necesarios para la formación de cristales de yeso. “El aporte del sulfato cálcico fue constante y muy lento, con una saturación del agua muy leve. Esto hizo que los cristales alcanzaran este tamaño”, afirma Fernando Gázquez. Estas mismas condiciones se dieron en todo el entorno que hoy es la mina donde se encuentra la Geoda de Pulpí, por lo que es muy probable que haya otras más, como la conocida como la Geoda Partida, que en su día se rompió por la actividad minera. Sin embargo, la tecnología actual impide saberlo con certeza. El siguiente paso científico será determinar a qué fecha corresponden cada un de los cambios climáticos detectados en los cristales. p