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Los profetas y el futuro de Israel

El teólogo Loraine Boettner escribió en 1977: “Se está generalmente de acuerdo en que las profecías, si se toman literalmente, predicen una restauración de la nación de Israel a la tierra de Palestina, con los judíos teniendo una posición preeminente en ese reino y gobernando sobre las otras naciones”.

Curiosamente, el propio Loraine Boettner era un convencido teólogo del reemplazo. Pero los profetas del Antiguo Testamento se expresan muy claramente sobre el futuro de Israel, cuando se leen sin un sistema teológico preconcebido en mente, como el propio Boettner tuvo que admitir. Una vez más, la cuestión del territorio resulta ser el argumento más fuerte contra la teología de reemplazo.

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Muchas promesas futuras a Israel no solo hablan de Israel, sino también de Israel y Jacob, o de Jacob e Israel. Así, el profeta Isaías comienza el capítulo 43 con las siguientes palabras:

“Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú”.

En los siguientes versículos leemos promesas para una futura reunión de Israel en su tierra desde todas partes del mundo, por ende, no solo desde un lugar, no solo del exilio de Babilonia.

Isaías 10:20 habla de Israel, como también de la casa de Jacob, en terminos de salvación futura.

En Jeremías 31:35-37, el Señor dice que su pacto con Israel como pueblo es tan indisoluble como los órdenes naturales y los límites de la ciencia natural que Él ha establecido para la humanidad. Esta promesa de Dios se reafirma en Jeremías 33:25-26, donde habla primero de la descendencia de Jacob y luego de la descendencia de Abraham, Isaac y Jacob. Y, por si fuera poco, Isaías incluso asocia la existencia duradera de Israel con los futuros cielos nuevos y la Tierra nueva (Isaías 66:22).

A continuación, en representación de los demás profetas, hay otros pasajes bíblicos del profeta Isaías en los que se menciona la doble fórmula Israel y Jacob, o Jacob e Israel, en relación con las futuras promesas para Israel: Isaías 14:1; 27:6; 41:14; 44:1-3; 48:12; 49:5. Además, hay otros numerosos pasajes bíblicos en los profetas sobre el futuro de Israel que hablan solo de Jacob. De nuevo, los siguientes pasajes de Isaías son representativos por muchos otros: 29:22; 44:5; 59:20; 65:9. ¿Por qué es importante la mención de Jacob en este contexto?

Por un lado, el nombre Jacob o “casa de Jacob” en el Antiguo Testamento siempre representa al pueblo elegido de Israel en su estado no remidimido, tal y como era el patriarca Jacob antes de su encuentro con el Dios vivo en Peniel. Recibió el nuevo nombre de Israel después de que su propia fuerza se quebrantara en su lucha con Dios (Génesis 32:23-33). Así, el doble nombre Jacob/Israel deja claro lo que el pueblo elegido es en sí mismo y lo que Dios hará un día de Su pueblo. Por eso, en muchos pasajes de los profetas, el juicio no solo se anuncia a Israel, sino también a Jacob o a la “casa de Jacob” (Isaías 42:24; 43:28; 58:1).

La doble designación Israel/Jacob representa, por un lado, el estado no redimido del pueblo de Israel; pero por otro lado, también se utiliza en las promesas futuras para dejar claro cómo Dios alcanzará la meta con su pueblo.

Por otra parte, el nombre Jacob no se relaciona a la Iglesia de Jesús en ningún lugar en todo el Nuevo Testamento. Por esta razón, es inadmisible transferir las promesas para Jacob e Israel a la Iglesia. Jacob siempre se refiere al pueblo de Israel, nunca a los creyentes del Nuevo Testamento.

El nombre de Jacob se menciona veinticinco veces en el Nuevo Testamento. En veintidós textos se trata del patriarca Jacob como persona; quedan así tres pasajes en los que no se está hablando de Jacob como el patriarca. Dos veces lo encontramos en el gran pasaje sobre Israel y la Iglesia, en los capítulos 9 a 11 de Romanos. En Romanos 9:13 se utiliza en relación con la elección de Israel, para dejar claro la importancia de la elección de Dios para su acción salvadora. Y Pablo cita la promesa de Isaías 59:20 en Romanos 11:26, como fundamento de su enseñanza con respecto a la futura salvación de Israel. Una vez más, Jacob se relaciona con el estado no redimido del pueblo, tal como se encuentra hoy en día, hasta el momento en que el Señor apartará de él la impiedad. En el tercer pasaje, Lucas 1:33, el anuncio del nacimiento de Jesús, se hace referencia a Cristo como Rey sobre la casa de Jacob la casa de Jacob siempre se refiere al pueblo elegido de Israel. Lo subraya aquí el versículo 32, hablando del “trono de su padre David”.

En resumen, podemos decir que el Nuevo Testamento solo utiliza el nombre de Jacob tres veces sin referirse directamente a la persona del patriarca. Pero incluso en estos pasajes hay una referencia inequívoca al pueblo de Israel. Por el contrario, en el Nuevo Testamento las personas no salvas están relacionadas con Adán (Romanos 5:14; 1 Corintios 15:22).

Los teólogos del reemplazo pasan por alto el hecho de que las futuras promesas a Israel están inseparablemente relacionadas con Jacob o la casa de Jacob. Además del patriarca Jacob, esta designación en la Biblia se refiere exclusivamente al pueblo de Israel y nunca a la Iglesia.

Isaías 11 y el futuro de Israel

Sigamos con el profeta Isaías, que tiene mucho que decir sobre el futuro de Israel.

En Isaías 11:1-5 se entrelazan la primera y la segunda venida de Jesús lo que se encuentra a milenios de distancia, se anuncia aquí en una sola visión.

La primera venida de Jesús se describe en los primeros cuatro versículos. Sin embargo, Isaías, sin transición, también habla de la segunda venida del Señor, profetizando que: “…herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura” (Is. 11:4-5).

Dado que Jesús no hizo esto en su primera venida, debe referirse a su segunda venida.

Los versículos que siguen a Isaías 11:1-5 contienen el cumplimiento de un sueño de la humanidad. Este sueño solo podrá realizarse a través del Mesías: solo Él tiene el poder y hará realidad la justicia descrita en los primeros versículos de este capítulo. Es la justicia que Él en su primera venida a través de su muerte y resurrección, y que establecerá en su regreso: “Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura” (v 5).

A continuación, se nos dice:

“Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Is. 11:6-9).

Isaías 11 describe una verdadera edad de oro en la que los animales antes peligrosos y venenosos serán inofensivos, ya no se matarán entre sí, y el león comerá paja; una época en la que los niños podrán jugar con los animales salvajes sin miedo; un tiempo también en la que no habrá más guerra ni terror en Oriente Medio, ni tampoco en el mundo. En el Nuevo Testamento esta verdad es confirmada por el apóstol Pablo:

“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Ro. 8:19-22).

Al igual que los dolores de parto de una mujer dan lugar a una nueva vida, los dolores de parto del período de la Tribulación darán lugar al nuevo nacimiento de la creación:

Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mt. 19:28).

Nunca debemos perder de vista que, así como en Adán toda la creación cayó, en Jesús todo será restaurado. ¡Dios nunca abandona una obra comenzada (Romanos 5:12-21)!

“Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa” (Is. 11:10).

Estas palabras muestran cómo los pueblos o naciones gentiles preguntarán por el Señor, por Aquel que es el renuevo del tronco de Isaí (Isaías 11:1); el que desciende de la casa de David. Serán conducidos a Su reposo. Esto se cumple en Apocalipsis 22:16: …Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”.

Para todas estas verdades Dios establece una señal, a saber, reunión y restauración de Israel en su territorio (país): “Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar y Hamat, y en las costas del mar. Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra” (Is. 11:11-12).

Observemos que dice: “alzará otra vez su mano”. ¿Con qué fin? Para reunir a Israel. En ambas ocasiones se trata de un remanente del pueblo judío que es traído de vuelta de la dispersión a la patria. Así que Isaías está hablando de dos eventos futuros:

El primero ya se cumplió mediante el decreto del rey persa Ciro, que liberó a Israel del cautiverio babilónico; por lo tanto, ya es historia (Esdras 1:1ss.).

La segunda vez que Israel volverá a su tierra, será traído de una dispersión mundial, ya que Isaías habla de “los cuatro confines de la tierra”. Este regreso de los judíos a su patria sirve como señal a las naciones, con fines muy específicos:

- Es una prueba de la veracidad de la Palabra de Dios, una señal del fin de los tiempos. Por eso no podemos dejar a Israel fuera de nuestro mensaje.

- Es una señal de advertencia para las naciones en lo que respecta a su trato con Israel, pues demuestra con claridad que Dios actúa y hace lo que prometió. Las naciones no deben pensar que Israel ya no tiene ningún valor, porque la recogida de Israel demuestra lo contrario. Quien se opone a Israel, se opone a la acción de Dios. Por lo tanto, las naciones no tienen excusa.

- Es la condición para el desarrollo de los últimos acontecimientos proféticos, por ejemplo, los sucesos en Apocalipsis.

- Es una triple señal: para el juicio venidero, para la restauración espiritual definitiva de Israel, para el regreso del Mesías y la renovación de la creación. Esta es precisamente la razón final por la que el pequeño Israel molesta tanto a la gran ONU. En Israel viven 9 millones de personas, apenas un 0,1% de la población mundial. Y, sin embargo, Israel siempre acapara los mayores titulares y mantiene ocupada a todo el mundo. Es como arena en los engranajes, porque Dios ha puesto a esta pequeña nación como una gran señal para las naciones. Esta señal dice: ¡Él existe, el Dios vivo y todopoderoso! Y por eso, también sigue existiendo su pueblo.

Jeremías 30 a 31 y el Nuevo Pacto

En Jeremías 31:33-40, el profeta Jeremías habla de un Nuevo Pacto para Israel, que contrasta con el Antiguo Pacto. Los representantes de la teología del reemplazo aplican este pacto exclusivamente a la Iglesia de Jesús como el “Israel de Dios”; no ven en él ninguna promesa para el pueblo elegido Israel. Nos gustaría aclarar por qué esta postura es inadmisible, usando algunos argumentos que surgen de todo el contexto de los capítulos 30 a 31.

En la profecía sobre la futura salvación de Israel y el correspondiente Nuevo Pacto, se utiliza seis veces el término “Jacob” (30:7, 10, 18; 31:7, 11), que en la Biblia (como ya se ha explicado) significa exclusivamente el pueblo de Israel, además del propio patriarca.

Jeremías 30:7 habla de un tiempo de “angustia para Jacob”, que tendrá lugar antes de la salvación de Israel y el Nuevo Pacto para el pueblo de Dios. Aquí tenemos otra referencia a cómo el Israel (Jacob) aún no redimido será llevado al arrepentimiento y a la renovación a través de la tribulación final. En el capítulo 30:1216, el profeta habla de la condición pecaminosa del pueblo aún no restaurado.

Estos capítulos hablan en varios lugares en una conexión inseparable de Israel y Judá (Jeremías 30:3, 4; 31:24). El término “Judá” tampoco se aplica a la Iglesia en ningún lugar del Nuevo Testamento: se utiliza como nombre propio o se relaciona con la tribu del mismo nombre. Es significativo que Jeremías hable de la casa de Judá dos veces en relación con el Nuevo Pacto (Jeremías 31:27, 31). Anteriormente, en relación con las futuras promesas, se mencionan el territorio y las ciudades de Judá (Jeremías 31:23,24). Por lo tanto, solo puede tratarse de Israel.

El capítulo 31 habla también de Efraín (v 6.9.18.20). Este nombre se utiliza a menudo en los profetas como sinónimo del reino del norte de Israel y, por tanto, aplica para todo Israel.

Tanto en el capítulo 30 como en el 31 se habla de la dispersión de Israel entre las naciones y de su recogida (Jeremías 31:11; 31:2.8.10; véase también 23:8; 16:14-16).

También el nombre de “Sion” en Jeremías 30 y 31 solo puede aplicarse a la Jerusalén terrenal (y no a la celestial; compárese con Hebreos 12:22). El profeta habla de la “desechada”, con lo que solo puede referirse a la Jerusalén terrenal (Jeremías 30:17). Da indicaciones geográficas que vuelven a referirse a la Jerusalén terrenal (Jeremías 31:38-40). Además, el autor cristiano Benedikt Peters señala en su comentario al libro de Zacarías que la mención de la Jerusalén celestial en el Nuevo Testamento contiene siempre un añadido para evitar confusiones (Gálatas 4:26: “la Jerusalén de arriba”; Hebreos 12:22: “la Jerusalén celestial”; Apocalipsis 21:2: “la nueva Jerusalén”; Apocalipsis 21:9: “la desposada, la esposa del Cordero”; Apocalipsis 21:10: “la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios”).

Además de la mención de la tierra, también se menciona “el monte de Efraín” (Jeremías 31:6). Además, se mencionan los animales y los viñedos (Jeremías 31:5,27).

En el capítulo 31:1, Jeremías establece el contexto de lo dicho hasta ahora: “En aquel tiempo, dice Jehová, yo seré por Dios a todas las familias de Israel”. Es decir, está hablando de un tiempo futuro, de los días finales, como dice también en el capítulo 30:24: “en el fin de los días entenderéis esto”.

A partir del capítulo 31:31, el profeta habla del Nuevo Pacto, y en los versículos siguientes queda claro que solo puede tratarse del pueblo de Israel, como también lo dice el versículo 1 que ya mencionamos: “En aquel tiempo, dice Jehová, yo seré por Dios a todas las familias de Israel, y ellas me serán a mí por pueblo”.

Las familias son las subdivisiones de las tribus de Israel y también se mencionan, por ejemplo, en Números 11:10: “Así oyó Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno a la entrada de su tienda”.

Por lo tanto, una aplicación espiritual a la Iglesia de Jesús no tiene ningún sentido. El contexto y los detalles mencionados dejan claro que la promesa del Nuevo Pacto en Jeremías 31 no puede desligarse del futuro de Israel y de ninguna manera puede aplicarse a la Iglesia.

Así, según Jeremías 31:7a, Israel se convertirá en la “cabeza de naciones” algo que nunca ocurrió todavía en la historia y según Jeremías 31:7b, el remanente creyente se salvará, lo que concuerda con las afirmaciones del Nuevo Testamento (Romanos 9:27; 11:5). Según ello, un remanente del pueblo étnico de Israel experimentará el cumplimiento del Nuevo Pacto al final de los días, se convertirá y estará a la cabeza de las naciones, en el Reino Milenario de paz, cuando Cristo reine desde Jerusalén.

Zacarías y su interpretación literal

El profeta Zacarías habla tanto de la primera como de la segunda venida de Jesús. En el contexto general del libro, queda claro que tanto la primera como la segunda venida del Mesías están inseparablemente relacionadas con el pueblo y la tierra de Israel. Todo lo que Zacarías predijo sobre la primera venida de Jesús se cumplió, no de forma espiritual sino literalmente. (Otra cosa es, por supuesto, el lenguaje figurado en las visiones del profeta). Benedikt Peters muestra en su interpretación de Zacarías que incluso los comentaristas que rechazan un futuro protagonismo de Israel en el Plan de salvación de Dios, equiparan a Jerusalén con la Jerusalén terrenal en casi todos los pasajes de Zacarías 1 a 11. La ruptura en la interpretación dentro del libro ocurre cuando se trata de la segunda venida de Jesús. Entonces se empieza a espiritualizar las indicaciones geográficas de la Biblia. Algunos ejemplos del cumplimiento literal de las profecías de Zacarías sobre la primera venida del Mesías:

- Jesús entró en Jerusalén montado en un asno (Zacarías 9:9).

- Jesús fue abandonado por sus discípulos al ser capturado (Zacarías 13:7).

- Jesús fue traicionado por 30 piezas de plata (Zacarías 11:12).

- Judas tiró las 30 piezas de plata en el Templo. Este dinero se utilizó entonces para comprar el campo del alfarero (Zacarías 11:13).

- El costado de Jesús fue traspasado por una lanza (Zacarías 12:10) .

- Zacarías habla varias veces en el mismo versículo o pasaje tanto de la primera como de la segunda venida de Jesús. Por lo tanto, no hay razón para interpretar las afirmaciones acerca de la segunda venida de Jesús de otra manera que no sea literal:

- Las naciones se reunirán contra Jerusalén (Zacarías 12:1-3).

- La casa de David reconocerá a su Señor y Dios en el Cristo que regresa y experimentará el derramamiento del Espíritu (Zacarías 12:10).

- En relación con el lamento de Israel por la muerte violenta de su Mesías, se nombran detalladamente a los descendientes de las diferentes familias que se arrepentirán (Zacarías 12:10-14). También Ezequiel, en su visión del reino mesiánico, enumera las tribus de Israel por su nombre y da deta-

lles geográficos exactos sobre sus respectivas zonas tribales, que solo pueden relacionarse con la tierra de Israel (Ezequiel 48:22-29).

- El Monte de los Olivos se dividirá con la segunda venida de Jesús (Zacarías 14:4).

- En relación con el retorno de Cristo, se dan detalles geográficos nombres precisos de lugares en Israel. Además, se afirma lo que les esperará a Egipto y las demás naciones si no van a Jerusalén a adorar al Rey (Zacarías 14:10-11, 18).

Zacarías habla como Ezequiel (47:8) de la llanura del Mar Muerto, que también se llama Arabá.

En Zacarías, las predicciones sobre la primera y segunda venida de Jesús son tan evidentes y, además, en algunos lugares están tan estrechamente entrelazadas que no es posible aplicar criterios de interpretación diferentes (literales o espirituales) sin hacer una ruptura en los principios lingüísticos de interpretación. La profecía literalmente cumplida sobre la primera venida de Jesús en el libro de Zacarías no permite otra conclusión que la de que los detalles sobre Su regreso se cumplirán de la misma manera: literal.

Extracto de: Ersatztheologie: Ist Israels Zukunft Vergangenheit? ( Teología de reemplazo: ¿el futuro de Israel es pasado?)