Páramo de violetas

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PÁRAMO

DE VIOLETAS

Liz Carreño 1


Páramo de violetas Liz Carreño 2011

Imagen de la portada: Morgue File CC Diseño y maquetación de publicación: Nat Gaete Una publicación de Editorial Digital LetrasKiltras Todos los derechos reservados.

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Hay dos aspectos en la literatura de Liz Carreño que destacan especialmente: originalidad y pasión. Y tiene una virtud adicional que es decir las crudezas con si fueran una caricia. El deseo, en sus escritos, no es una angustia que atosiga sino una verdad que alienta. Sabe hilvanar las palabras de tal forma que va creando un tejido que, poco a poco, nos va cubriendo con sus imágenes, envolviéndonos con sus múltiples figuras, con llamativas luces de colores que forman una trama a veces despiadadas, a veces melancólica, pero siempre precisa. La sensualidad está siempre presente, como está presente siempre en la vida. Pero Liz sabe darle ese sabor especial que nace de la mezcla de lo ingenuo y lo pecaminoso, algo perverso y a la vez prístino, como uniendo el agua y el fuego en un mágico abrazo que, extrañamente, ninguno consume al otro, como si se alimentaran de su contradicción. Pero es que en la vida uno no es ni lo uno ni lo otro, sino ambas cosas, siempre, cuando se actúa con autenticidad. Y en Liz la palabra es auténtica. ¿Alguien podría decir que no siente lo que dice? Porque hay en sus palabras la búsqueda de esa expresión del amor mas pleno, de ese amor que se remonta más allá de un sentimiento o un deseo, que se reconoce en la pertenencia, pero que, también, produce dolor. Porque Liz no teme decir lo que siente, lo que piensa respecto de las emociones que hacen de la femineidad lo que es; deseo y ternura. Sólo la mujer es capaz de mezclar ambas cosas y Liz es capaz de expresarlo con una sinceridad avasalladora. Su palabra dice muchas cosas que parecieran contradictorias pero que no lo son. Busca el amor, pero no el que ata, sino el que libera. Busca la pasión, pero no la que rebana el alma, sino la que la alimenta. Busca la ternura y, a la vez, el ímpetu que estremece. Son palabras de mujer, pero de una mujer sin máscara, una que no es sólo imagen sino figura, fuerza y convicción. Y aunque a veces pareciera que nos lanza rocas, estas caen como rocío. Porque detrás de todo lo que dices hay idea, hay opinión, hay convicción, todo aquello que da profundidad a la palabra. 3


Leer a Liz es sentir su aliento en el rostro, cálido, perfumado, sincero. Es entrar en una mujer de una forma que incluso la pasión no lo permite. Es descubrir aquello que toda mujer es, y dicho con la más descarada sinceridad, pero un descaro que ennoblece. Un descaro que es mujer, ante todo, por sobre todo, como cuando nos dice, sinceramente: “Así que duerme cariño… mientras la noche no me basta mojando estas sábanas. Tómate tu tiempo para ser el de antes, yo me estoy ocupando del mío.”

Santiago Marín Arrieta

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Pรกramo de violetas

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LAS CLAÚSULAS DEL ESTIGMA Tengo treinta y tantos años, algo maniática, melancólica, trovadora nocturna, atrevida, con miedos pero valiente, divertida, de corazón prolífero, algo insensible a veces, odio la menta, no hablo de amor eterno ni visitas el día de mañana, responsable de profesión, con alas y cielo sin horizonte, algunas veces indiferente, pero en la intimidad intensa como la sal, leal en la amistad, fanática y amiga de la luna, madre por vocación, nunca hago promesas ni firmo contratos, sincera al extremo, de conscientes caderas, mordaz, de esencia volátil, con una historia desoladora a cuestas, un hoy estimulante y un mañana impreciso,

…de espíritu libre, le doy uso a la cama para muchas cosas pero poco para dormir, creativa, recopilo letras y trazos, moldeo nubes, acaparo estrellas, no me anclo en las playas, colecciono huellas, no doy ni pido fidelidad convencional, ondeo la dignidad como bandera, no compito con el tiempo, me doy lo suficiente… y algo más; me gustan los besos sin permiso con olor a café, no acostumbro a decir te quiero, solo ofrezco risas, música y letras; aprecio enormemente el respeto a la individualidad de cada sueño y estimo al que valora soñar, escribo historias que guardo en la memoria, sola por elección, no te estaba esperando así que déjame vagabundear en el infinito, si me voy, es para siempre; mi medida es el nivel de intensidad, no la cuenta en días, no quiero años de tibieza, prefiero un fin de semana al rojo vivo;

…me abandono en ti si cobijas mi piel, esa soy yo… mujer…, una mujer que explota su libertad, en pleno uso de sus facultades… una mujer con todas las letras en mayúsculas y acentuadas…

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TU LUNA AZUL … porque estuviste en mis brazos… por la luna en tus ojos… por el mar en tu aliento… porque no fuiste un sueño… Seré una luna llena el día que muera… Y con mi existencia efectiva adoptaré tus grandes ojos claros. Seré una luna expectante de tus párpados cerrados. Me mantendré vigilante de tus pupilas cristalinas y hechizantes. Solo quiero ser un astro estático y reacio que brille tanto que no te deje dormir; para que mi luz intensa te obligue a voltear al cielo y verme de nuevo y en ese efímero instante me reflejaré en tus pupilas y te detendrás en la ventana abrigando mi intimidad. Seré contundente en ti, ya no existirá la soledad, solo el cenit de nuestro cosmos y sólo así no me matarán los celos, de que tus ojos se abran y vean a alguien más de la misma forma que hiciste conmigo. Porque quiero espiarte todas las noches, que tanto exploto ahora y así siempre serás real en cualquiera de mis fases. Y es que me volví leal a ti, corrí un riesgo de piel que convertiré ahora en cuerpo celeste rotando en tus noches. Tu espíritu gravitará en mi nula atmósfera, hilvanado a mis cráteres y mesetas. Y no habrá distancia entre nuestros eclipses. Porque dije que te quiero sin sentir dolor. Porque en la tierra fuimos ideales y respiramos el mismo aliento. Sólo como luna, podré ser testigo del éxodo de las aves todos los atardeceres, de la fuerza de atracción que impera sobre los mares y el vuelo de los ángeles en las nubes. Una luna por momentos fría e insensible que se conforma con el cielo y las estrellas… …por saberte acompañado. Por eso me convertiré en fuente de inspiración, en melancolía escrita, en creación divina, en luna fosilizada en el tiempo, en tu luna azul…

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DESEOS AZULES He cometido muchas faltas… menos la de omisión. Por eso hoy y fiel a mis principios me siento forzada a contar que llegué a él por la promesa de un beso multiplicado y porque dijo que sus ojos miraban infinito y que miraría en mí profundamente… como nadie lo había hecho. Vibraba mi cuerpo al son de la semioscuridad de la habitación añil, sabía que me haría suya y viviríamos el comienzo de la historia tan contada ya en letras y llamadas. Salió entre sombras por la puerta trasera, sus manos prontas rodearon mi cintura y quedito musitando en mi oído, agradeció las palabras por decir y la compañía. Esas manos morenas tan ansiadas estuvieron al fin sobre mi piel, conduciendo suaves la estrella del cuento que habíamos guardado en fotos desnudas de ajuares y efluvios. Hace un tiempo, cuando lo ví a los ojos en ese salón repleto de desconocidos, me sometió con esa mirada de verdad, ilusión y riesgo… un riesgo que sabía se correría en las sábanas de la cama de una habitación cualquiera, cómo esa; donde encendía velas turquesas mientras me exhibía el voraz frenesí que sentía por mí; y yo el pecado original que me negué a confesar en el santuario, para regalárselo entero. No sé que tan etéreos sean mis ojos. No sé que tanto me delaten, pero desde lo agreste de mis deseos; dejé que las oleadas de sabores, amores, olores, temblores; de mi ser, fueran barro moldeable y fecundable donde sembraba y cosechaba de su mismo cuerpo en la misma región, donde la única humedad hace crecer la única pasión que da espasmos por frutos.

Le permuté la ternura de un roce, por la ferocidad de su fricción. Me sosegó con la alevosía de su lengua y le cambié un labio por otro, saliva por óleo, en el que resbalaba y se hundía y me hacía gritar. Me reflejé en él por un segundo donde se detuvo el tiempo y me sentí contenida. Retuve la respiración, soñé llamas calcinantes, olvidé su nombre, me ahogué en convulsiones, lo quise en el clímax… ¡morí en un orgasmo!. Y con el vientre estremecido de él, un torrente de lava nívea me volvió a la vida, haciéndome naufragar en esa fuente cálida que no me daba tregua en ese viaje. Morí una y otra vez esa noche sin pudor alguno, sin frío que resentir, sin falsas delicadezas, ni mayores trámites.

Me observaba… le poseía. Lo estrujaba… me lamía. Me excitaba… lo ungía. Se derramaba… me tenía. 9


…me tenía aún y sin tocarme, sin detenerme, sin dejar de oler a él, sin poder secarme. ¡Que noche Valentín! ¡que noche! Finalmente brindamos por los momentos que vivimos juntos, que fueron como de estrella naciente. Prometió de nuevo saciar el cansancio del alma con el cansancio del cuerpo, una noche sin frío, un amanecer compartido y 958 besos impresos en cada poro de mi piel interna y externa. Yo a cambio le dejé sobre la almohada mis ojos; con ellos despego, retengo, lloro y me ilusiono. Son el sendero que lleva a mi corazón, no saben mentir, ofrecen intensidad y no encubren mis deseos azules. Sé que les dará un buen uso, confiará en ellos y los dejará hablar de vez en cuando, total… estos ojos ya conocen el color del camino de vuelta……..

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PORQUE SIEMPRE HAY UN ÉL… …el que se fue, sin decir adiós. El que observa, mi rostro mientras duermo. El original, al conquistar. El que se aproxima, sin miedo. El que no puede, hacer el amor. El que se enamora, sin pensar. El que presta, sus caricias. El que se quedó, solo una noche. El que consume, mi tiempo. El que llegó, solo por un rato. El que espero, para llevarlo a casa. El que me hace reír, al despertar. El que grita, por inseguridad. El potente, en la cama. El que aburre, sin remedio. El que veo, con admiración. El que repite, una cita. El que se escapa, y no busco. El que quiere, todo a cambio. El que se muerde, las uñas. El que negocia, el placer. El que canta, al oído. El que escondo, de mi familia. El que hace llorar, de dolor. El creyente, de mis palabras. El acalorado, por las circunstancias. El que construye, un futuro. El que se muda, sin que se lo pidan. El lento, que desespera. El que juega, con mis sentimientos. El formal, que asusta. El que me contiene, en sus brazos. El sospechoso, de una pérdida. El que me escribe, mensajes de amor. El que me salva, de la monotonía. El valiente, al amar. El cerrado, que irrita. El que se atreve, a sentir. El que abandona, sin motivo. El sediento, de mis labios. El que cuida, mis lágrimas. El que se desnuda, sin vergüenza. El que me niega, en público. El que regala, flores baratas. El que reza, en las noches. El que me lee, fervientemente. El miedoso, de mis ojos. El que toma mi mano al cruzar la calle. El que aguarda, en silencio. El pusilánime, solitario. El que participa, en mis decisiones. El confiado, de mi fidelidad. El violento, por la pertenencia. El que señala, sin pruebas. El que se entrega, sin límites. El que culpa, y no olvida. El que tiene de sobra, sin calidad. El que discute, por todo. El que formaliza, con un anillo. El misterioso, que apaga la luz. El que dice siempre, sin creerlo. El dominante, imposible. El paciente, que me apoya. El que ama, mi corazón. El que va solo, a pedir permiso. El necesario, por soledad. El infiel, por naturaleza. El responsable, de sus actos. El que informa, antes de hacer. El que dibuja, en mi espalda. El que finaliza, la relación. El sensible, que sueña despierto. El que prueba, mis sabores. El idealista, que me hechiza. El que cree, sin voluntad. El inesperado, que se instala. El que bautiza, con nombres la relación. El utópico, que diserta. El que embaraza, y no se hace cargo. El que agrada, para no fallar. 11


El que analiza, cada palabra. El popular, con las señoras. El que acompaña, en los peores momentos. El que vive y hereda. El que desencanta, cuando abre la boca. El adaptable, con mis amigos. El inseguro, que me cela. El que se levanta y hace el café. El que divaga, cuando pregunto si me quiere. El que cambia, después del sexo. El que llama, al otro día. El que te vacía, por dentro. El frío, que regala joyas. El que siente, de verdad. El que une, las cuentas. El que detiene, el progreso. El sudoroso, de las manos. El independiente, que no quiere ayuda. El intenso, en el amor. El que engaña, por deporte. El que comparte, el vuelo. El milagroso, en el orgasmo. El que pinta de color mis mañanas. El racional, que no eleva la temperatura. El que espera, que le hable. El cínico, en extremo. El que falta, a los encuentros. El tierno, que sonríe. El que satisface, sin medida. El que ronca, hasta despierto. El que acapara, la atención. El que cuenta, los pecados. El que maneja, los días. El que trabaja, sin parar. El que llora, por futbol. El que crece, a mi lado. El que hace pactos, de sangre. El que calla, cuando no debe. El que toma, mis servicios. El galán, que se perfuma. El que adivina, mis duelos. El interesante, que renuncia. El que me espera, sin pijama. El poeta, con sentido. El salvaje, que me cansa. El que sueña, con la luna. El que golpea, muros y puertas. El que olvida, aniversarios. El que ahoga, mis peticiones. El vulgar, que manosea. El que se va, con mentiras. El que mata, virtualmente. El que consciente, mis mascotas. El patán, que asquea. El que sonroja, con indiscreciones. El problemático, que desmotiva. El eterno, compañero y amante…. …y es que siempre hay un él

…a quién bajarle la cremallera…

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UN TATUAJE, AZUL… LADO “Mas cerca de la sangre, que de la tinta.” García Lorca. De pie frente al espejo él observó la imagen que en ese instante representó un para siempre; las letras escritas en tono sepia en su espalda eran una condena ineludible, esperada, sensible y esta vez sangrante. Esa tinta parecía sacada de sus ojos cafés y el lienzo de su piel tuvo que ser utilizado cuando a ella se le terminaron las hojas para escribir y su tristeza fue más grande de lo que un papel puede abarcar, más pétreo de lo que sus manos podían contener, más de lo que sus ojos resistieron secos o su estoica razón subsidió. Ella llegó con un ambiente de fe y esperanza que lo apresó, le robó sollozos profundos y confianza de verdad; ofreció verlo a los ojos, repetir su nombre al oído, abrazarlo en las mañanas y nunca darle besos sin sabor. Sin duda esa mujer especial, rendía sus poros sin ningún recelo pensando en él con ella y así fue que lo cautivó con su luz ámbar, con su ternura atacante, con su espíritu cobalto y esa suavidad que le hizo sentirse vulnerable ante sus soñadoras palabras. Fue una dosis de ejercicio para su corazón y sin ninguna objeción el tipo duro e inflexible lo dejó ejercitarse, al igual que a su páncreas y a sus intestinos y a sus pulmones y a cada parte de su ser. Sobre el terciopelo raído del sofá, ella lo besaba tranquila y eso lo envolvía; acariciaba su cabello, sentía su serena respiración; le gustaba estar así y no quería que la dejara ir a menos que fuera con él y sin soltar su mano, porque por hoy lo pensaba, lo defendía y le suplicaba que no le permitiera huir de esas enormes tazas de café a su lado. Él se habituó a no esperar sus llamadas, ni preguntar a que hora lo deseaba, sabía que ella marchaba a su modo y aunque tuvo la opción de no correr riesgos, de asegurar su vida libre alejada de la cotidianeidad, de un futuro sin promesas ni planes; por hoy, sabía que ese corazón pernoctaba ahí en su lecho y con lo que había visto y sentido bastaba para dejarse flechar en un pozo de sentimientos. A deshoras, mientras él leía, ella preguntó que pasaría si el silencio la abarcara y ese hombre de espaldas anchas dijo que entonces solo traduciría sus ojos y el movimiento de sus dedos. Porque sabía que aún sin verse se desearían y es que ya no sólo eran una cuestión de piel, ya eran una cuestión de espacio compatible, de lunas sostenidas en brazos, de suspiros recuperados, de respiraciones que volverían a ser pausadas, de bocas humectadas con besos, de propiedades sin pactos. Él solo la quería pensar y las noches que ella huía, le pedía que dejara la ventana abierta para que entrara el viento y le llevara sus caricias a distancia; ni así podía olvidar sus ojos latentes, esos enormes ojos que nunca dormían y cuestionaban y se adentraban al fondo de su alma para poder descansar. Recordaban que al verse supieron que se tendrían y que serían más que versos, más que juegos de letras, dejaron el drama que llevaban inmersos 13


los corazones, dejaron de actuar y simplemente vivieron, sin preocuparse por teorizar, ni resistirse a la realidad, sin los fantasmas, sin los mimos, ni las marionetas. Ahora eran de él sus sueños y sus instantes y ella lo hacía único y exclusivamente suyo cuando se volvía sumisa a sus sentidos y lo besaba hasta sentir dolor en esos labios satinados; sentía por primera vez en mucho tiempo que le pertenecía, que la contenía, que lo necesitaba y que esa genial presencia orientada al centro de su boca que latía en su médula, no era una bomba a punto de explotar… era él, sólo él, con esa sensibilidad cautivante, con el sol en sus pupilas alumbrando sus despertares, con sus brazos abarcando su cintura como traducción de esas ganas que piensan y sienten, vivas en un deseo que no descansa. Ella aprendió a dejarse llevar, a cansarse en él, a sentirlo vibrar, a oler a él, a grabarse en él… a vivir un fallo dictado en sus manos, a expiar una pena imperfecta de fé, a cegarse en el dogma que creaba al librar en la cama la mejor obra de sus vidas. Antes de irse repetía quedito en su oído: “eres mío como el turquesa del

mar, como el conejo de la luna que me corresponde por naturaleza... así me perteneces ahora...” y partía con sus manjares dejándolo sin voz, sin

encantos integrados en su sola presencia. Entonces él, extendía las alas pretendiendo planear hasta donde ella se escondía, le guardaba sus miradas con sensación de sábados y despuntes de domingos solitarios… él decidía sobre su corazón y ella decidía sobre los de ambos… él elegía quererla y ella usaba sus camisas igual que a su piel. No era fácil dejar de doblegarse a las fotos colmadas de significados, por sí solas y en medio de las partidas no llegaban a cruzar los kilómetros de puentes, así que él se pasaba lapsos en múltiples ensayos ideando encuentros y disponiendo visitas inexistentes. La buscaba en los lentes con carey sobre el eterno libro en la mesa de la terraza, en la radiante acuarela de orillas disparejas, en el dolor que sentía en los cimientos de su cama vacía, en las reservas que tenía guardadas para la perpetuidad, en la cinta con su voz grave y persuasiva que escuchaba sin poder parar. Pero de la misma forma en que desaparecía, así era como una noche regresaba; con el legítimo principio de moverse sin cesar al ritmo que dictaba su nombre, colmando los desérticos espacios con sus ojos maquillados en azul, con sus bordes rosas, con su lascivia carmín y sus cabellos de tintes diferentes. Llegaba provocándolo al deslizar su dedo índice despacio en su rodilla izquierda, subiendo a su muslo, llegando a su agónica cornisa, en ese vértice de musgo que crece mirando al norte sin permitirle volver atrás, sumergiéndolo en un sedante camino… y después en la misma ruta pero en sentido opuesto hasta terminar en la otra rodilla…como una ingenua lectora que pasa las hojas después de consagrarse como una bondadosa amante circunstancial. Era el instante en que él ansiaba secuestrarla y tenerla día a día, minuto a minuto en su persona, en sus brazos, en sus llagas brillantes; porque su mente no se separaba ya de esa mujer, sus pensamientos estaban invadidos con esas melodías largas e inéditas que la cubrían como única prenda 14


en los sofocantes desvelos, él, es de ella y no se cansaba de decirle que la amaba con los tangos y las poesías, jugando a vivir un gran amor, como decía esa canción argentina que tararea con enorme lealtad. Quería preguntar en que nube se suspendía y porqué desarraigar cada fragmento de su luz en letras palpitantes que le permitían regresar. Quería gritarle que sentía celos de su ropa interior… por ocupar su sitio cuando él no estaba y entonces aprovechaba para hacer un inventario de lunares donde cada noche era como la última comenzando a descubrirse. Lo apasionaba tanto que ya no sabía ni como decirlo… y ella rogaba que la pidiera a gritos, en secretos, con la voz entrecortada, con calor, con causas, con luceros. Él disfrutaba la huella que ella dejaba en su garganta y donde iniciaba su cabello, sin distancias, ni intermitencias, ni treguas; llegando a un infinito y tomando el suyo. Su nombre era una oración que se ofrecía en su cuello, se arqueaba en su espalda, se estiraba en sus dedos, temblaba en su pecho, entrecerraba su boca, se descontrolaba en sonidos; porque entendía que no era perfecto el tiempo, pero si, el peso del tributo adquirido. Ella comenzaba a eliminar el miedo a las sujeciones, tiró el reloj de arena para no volver a medir las horas que pasaba con él, dejó de preocuparse por su convexidad, porque a su lado era perfecta y escondía en la sensualidad de su osadía, la evidencia más grande de su compromiso con la independencia. Se le olvidó como llegó hasta esa habitación de techos altos y esencia a leños viejos, como cambió un sol por una frazada afelpada, un camino por un presente que atrapa, un dolor por un amago que se volvió verdad. Y en un intento voluntario, a ella se le fugó un “te amo” veraz… aceptado, dulce y abrumador en esos ratos de sentidos y reconocimientos. Capturó la naturaleza de la fantasía que pagaba un alquiler en sus avenidas cerradas, llenó de flores sin espinas las montañas y el vergel, esculpió una estatua con la alfombra tersa de la alcoba, regresó sin frágiles sanciones, ni tormentas con estragos. Dejó al fin de ser fugitiva de sus noches largas, dejó de pedirle permiso a la audiencia de sus sentimientos… dejó de ser esclava de la imborrable razón. Cedió ante la seducción de la desnudez de esas paredes, se erotizó en esas trampas mortales del corazón, se abandonó en el dulce trigo que vestía el campo por el rosetón de piedra, se despojó de las formas en que medía el amor, traspasó la atascada prisión de su piel y se dedicó a sonreírle atinadamente. Y sumidos en una confianza sin amarras sus aguas fueron tinturas, sus pechos manuscritos, sus besos desfogue de deseos agrandados; sus ojos, humildes siervos de sublimes atrevimientos; sus palabras, caricias multiplicadas que dominan las matemáticas de su realidad. Respondía sin pensar ante esa tibia sangre llena de anhelos, ya no podía ser indiferente a esa entretela constante, ilimitada y bicolor. Pero en un satírico instante él declamó en un abrazo; “eres únicamente mía”… y ella se vio prisionera de su propia cadencia, acechada entre almohadas, imposibles, penumbras e instintos desatados. Los dones que él pretendió reunir en el calendario, pesaron como lastre y el suave rostro dejó de mirarlo averiguando, llamando, asegurando, sitiando. Los nervios se volvieron claustrofobia alterando la imaginación en memoria sin vientre autónomo; él rastreaba su costilla para cuidarla, para cre15


ar la mujer y seguir revelando si su textura era tan sutil por dentro como lo era por fuera, reclamaba su lugar en ella. El aventurero fuego se cumplió como condena de tristeza en sus mejillas, su cuerpo ya no era tierra fértil para sembrar deseo y cosechar pasión, las semillas del hábito la acercaron hasta el umbral del último doblez de su piel… y lloró por los dos, por el invierno anticipado, por el sentimiento no encarnado, por el lago de sosiego donde ahogaba su interna hoguera; así que en un alba ella escribió en su espalda las frases en tono sepia que vaticinaban su partida, evocó esos días de viento, de ilusión, de furor, de quebranto, de gozo y beatitud… llamó a las agallas que le faltaban para permanecer, a la lumbre que provocó tanto ardor… se despidió acompañada de hollín y amor. Él despertó englobado en un ambiente extraño de humo incoloro, y entre lágrimas y remembranzas, tatuó esas frases como última prueba de que un día tuvo su cáliz en las manos, de que una vez fueron suyas sus volubles estaciones, de que estuvo unido a su tacto, a su cordura, a sus quimeras… al cenit que formó con su derrochada pasión… a la sangre vertida en la grieta sin su atípico amor… y sin sus ojos maquillados en azul…

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RECONOCIDA ALEVOSÍA ….y me encuentro hoy en la distancia deteniendo el aire pensándote, sé que nunca te he tenido…pero si te he sentido y he palpado como volaba hacia mí tu energía sofocada, tú emoción desbordada, tu ilusión espontánea. La noche ahora espera celosa nuestro encuentro de sudor y sal, nos debemos ese espacio para jugar con los nervios y cristalizar la sinrazón que nos provoca. Nos robaremos el aliento a besos Nos soñaremos envueltos en brazos Tomaremos las horas de idas y venidas Llevaremos las fantasías sagradas. Trazaremos mapas con las yemas en los muslos, como si fueran lienzos blancos, esperando ansiosos. Eres unas manos dispuestas, unos ojos que ven la luna como yo, un corazón aislado, una guía para mis segregados deseos. …y te espero hoy aquí… vestida de piel… No te quiero para siempre, me bastas como amante ferviente, para dar penitencia a mi cuerpo, con esa humedad como testigo de tu estancia. Es una permanente primavera en la que me sumerjo cuando pienso en ti, porque los días que se inician con tu recuerdo, dejan de ser árticos y las cálidas oleadas de tu imagen me inundan y sigo en espera de tus besos de colores, de tus deseos enervantes, de tus gritos constantes, de tus movimientos hilarantes, de tus risas sonantes, de tu cuerpo enteramente expectante. Aguardo tu voz que suena al eco del deseo compartido, espero rondando el laberinto de tu oreja, tu piel de nube, tu disposición sin comas ni puntos finales, en un juego que algún día sucederá y me confirma tu anhelo escrito. Mi yo entero te está esperando y convertida en mar te inundo desde la punta del sueño hasta la orilla del recuerdo, me haces sudar por dentro y por fuera. Las olas me explotan en las piernas, las palabras cortadas, los dedos marcados, esos ojos cristalinos y turbados que me observan con detenimiento y son el túnel por donde interno en tus credos, donde conozco tus inconsistentes censuras y tus mentiras más hondas. Me tienes abrazada a ti, me mantienes así porque soy tuya y mi talle ha creado una necesidad del tuyo, de diluirse en contactos dormidos y despiertos. …pero no tienes un lado escogido en mi cama y al pasar este umbral, ¿podremos despertar juntos? ¿te fugarás conmigo a la orilla de la habitación? para poder enloquecer sin ser escuchados y que nos envuelvan los roces y suspiros, donde estemos solos, refugiados y no nos busque el sol del día, la vida misma, tu mujer… 17


EL PECADO MÁS AÑEJADO QUE SE HAYA REGISTRADO EN LA HISTORIA DE LOS CUENTOS… Había una vez… …una princesa que vivía ocupada rearmándose con cinta adhesiva, resistol y grapas… no le gustaba parecer una mujer de paz como la llamaban, ni quería ser noble, ni vivir en un castillo, ni tener corona y cocodrilos resguardando sus entradas.

El dolor en ella se había añejado, ya no necesitaba los títulos, ni las crinolinas, ni las peticiones de hombres con ropajes brillantes que se hincaban en alfombras esponjaditas y rojas y mucho menos le hacía falta su nombre vitoreado con trompetas. El gran riesgo de palacio, era que la princesa de los insólitos trucos le buscaba refugio a su frío, en cuerpos cubiertos por las sombras de las noches.

Un día, el rey de la comarca vecina la miró directamente a los ojos con la luna llena más grande que jamás se haya registrado en la historia de la humanidad, la cubrió con su manto de azafrán, le ofreció la simpleza de caminar por el bosque tomada de su mano sin un séquito de lacayos, la dejó aferrarse cándida y constante, feliz y libre, entera y necia; apretando su pecho sin insignias, ni corchetes. Ese rey la invitó a vivir sus etapas nostálgicas, caóticas, adorables, inestables, frenéticas, amistosas, confundidas, sensibles, compartidas; especialmente eso… y fue cuando ese rey le presentó a la reina.

La joven princesa hilvanó la sonrisa más grande que se haya registrado en la historia del reino, relegó el hipotético decoro y decidió ser su amante… sufrir sus ausencias, hacer sumas de tres en tres, comunicarse en poemas, gozar la arbitrariedad de sus encuentros, hacer del dragón púrpura su mascota y verlo partir en las madrugadas mientras ella se quedaba acostada en el origen del exceso.

A veces le dolía el desdén; a pesar de asumirse con cada uno de sus argumentos y era cuando el rey la consentía a más no poder y se plantaba en la savia que recorría sus brazos, en el musgo que cubría su espalda, en las hojas que rodeaban sus piernas y en el néctar libado de su vientre. Sus hábiles dedos tocaban sus raíces extrayendo sus ensueños, abriendo cada una de sus ramas formadas con tristezas, lágrimas y el sexto pétalo de una azucena. Y era entonces que la princesa volvía a instalarse en las alas veloces del co18


colibrí volando en reversa si así lo decidía. Formando un nido con sus fibras y cabellos y sembrándolo en él sin dejarlo moverse… porque ahí es donde lo quería tener y donde lo tenía queriendo.

Así fue como un rey con capa de terciopelo y una amante princesa, escribieron la leyenda más adúltera que se haya registrado en la historia de los cuentos; queriéndose entre fortalezas, queriéndose clandestinos, queriéndose mudables y viviendo felices por siempre.

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CUENTO CON OLOR A TÍ Esta es la historia de una niña que algún día esperó vivir una novela color de rosa... ó magenta... ó rosa mexicano… ó violeta… Y así fue como después de una semana de vacaciones a ella ya le parecía una eternidad mal comprendida, le escurrían unas lágrimas gordas y saladas que golpeaban fuertemente el suelo, como si quisieran vaciar su lastimado y aburrido corazón. Había pensado que sería de lo más estimulante, estar un tiempo sin obligaciones, sólo disfrutándose los dos y por supuesto descansando del ajetreo del trabajo y de la rutina de todos los días. Pero desgraciadamente no estaba siendo así. No había querido darse cuenta de lo que realmente estaba sintiendo pero después de cuarenta minutos sentada en el quicio de la puerta fría del patio, observando como se revolcaban por una pelota azul de plástico sus dos perros orejones y torpes, de pronto supo con toda la certeza del mundo que el origen de todos sus malestares radicaba en la inmensa soledad que sentía. No sabía porqué a él le resultaba tan complicado entender que lo único que pedía era atención, lo peor que le había pasado era sentirse sola en su compañía, era como una sombra en la casa dando vueltas y esperando por un minuto de plática, de cariño, por una caminata juntos o simplemente por un “te quiero” espontáneo que no llegaba jamás. Estaba llegando a pensar que era muy exigente, parecía que esperaba demasiado tratándose de él y por eso le dolía no obtenerlo. Por ejemplo, el día de su cumpleaños esperó y esperó y esperó eternamente por una tarjeta, una flor cortada del jardín que tanto cuidaba, una insinuación indecorosa, ¡algo! pero sólo obtuvo un abrazo y un beso como el que le daba todos los días, monótono y sin mayor sentimiento. Se preguntaba ¿cómo llegó a esto? ¿cómo invadió el tedio y la monotonía todos sus ángulos? ¿a qué hora adquirió su corazón un solo ritmo? ¿cómo omitió que cada día escribían algo en ese libro? cuando cada vez que se recorrieron hicieron surcos en su piel que quedaron marcados para la eternidad… pero hoy estaba embriagada en una austeridad de sentimientos y ansiaba escapar ahora de los mismos volúmenes y de la deformidad de ese amor. No supo en que momento dejó de sentir, no le gustaba pensarlo, eso no era lo que había esperado y sin embargo así era. Se sentía frustrada, porque por él renunció al trabajo que tenía, a los largos cafés con sus amigas, a los centros comerciales, al tráfico de la ciudad, a las caras conocidas, a los nuevos restaurantes, a los cines amplios con las películas de moda, al pequeño departamento con olor canino, a sus prisas, a las múltiples opciones y a todos esos detalles insignificantes que representaban su vida en esa ciudad que dejó por seguirlo. Y ahora duele, porque ella todavía recuerda que un día sudaron, se besaron, se desearon y se amaron; y hoy ya no continúa viéndola igual que antes, ya no estudia sus curvas, ni mide sus ganas, ni cuenta sus latidos, ya no siente su mesurada calidez. 20


Está esperando que pase algo para que no cierre los ojos, que no se de por vencido, que no sepulte así su corazón, que apriete su mano, que no la suelte, que no se ausente hoy, ni mañana, ni ayer, ni nunca; que haga que le llore otra vez por amor, que le sufra, que vocifere sin voz y se llenen sus venas secas y exprimidas. ¿Ó podría ser que así es el amor? ¿y que iba a estar a su lado en la eternidad y tenía que sacrificar todo?. El amor era algo incomprensible, hacía que le doliera algo por dentro, no podía pensar, ni ser objetiva porque ese amor le resultaba dañino, no entendía porqué lo promovían, si era una droga que la estaba destruyendo. Y a pesar de todo no podía estar sin él, lo supo desde la primera vez que la besó, y tuvo la seguridad que estarían juntos por siempre, fue como si su cuerpo comenzara a reclamar esa otra piel, como si sus ojos no tuvieran más alcance que el brillo que encontraba en los suyos, como si la cabeza lo incluyera espontánea y obligadamente en cualquier sentimiento. Pero ¿qué diablos pasaba ahora? ¿cuando se convirtieron en esclavos del tiempo? no lo sabía y no lo entendía, ya no podía pensar en el día de mañana cuando todavía no acababa de imaginar como terminaría el día de hoy. Un día como hoy, donde el cielo estaba nublado, corría un aire húmedo que esperaba se llevara todos sus malestares y limpiara de tajo sus confusos pensamientos. - ¿Porqué no saben hablar? – preguntó de golpe a sus fieles compañeros – sería muy bueno que pudieran contestarme… En serio que extrañaba su vida… como la extrañaba. De pronto él interrumpió sus pensamientos apareciendo en la puerta del patio; por un momento tuvo la esperanza de que algo interesante ocurriera en esa tediosa tarde de otoño. - Voy a salir, no tardo. ¿Estás bien? – dijo con prisa. - Sí – contestó ella en corto y sin voltear. Adiós esperanza. - Al rato vengo – Había aprendido que “al rato vengo”, “no tardo” y todas esas frases, lo único que indicaban eran todo lo contrario, tenía que hacer algo, porque no podía seguir viendo pasar la vida frente a ella sin sentido alguno. Estaba comenzando a oscurecer, hacía calor y sentía un sudor pegajoso que le recorría la espalda y unas gotas escurrían por su frente, a estas alturas solo le quedaba acostarse y dormir. Dejó correr el tiempo mientras evaluaba tristemente los daños adquiridos, porque cada día le pesaba más esa rutina y hoy particularmente se sentía débil para seguir llevándola, el desaliento se apoderaba de sus rincones más frágiles y escondidos. Hoy es uno de esos días. De esos en los que sólo quería gritar desmesuradamente para huir de esa realidad cretina y enlodada; pero ahí seguía, estancada en ese espacio y se despellejaba de ansiedad, su piel se agrietaba y cada una de sus hastiadas células lloraban por recuperar la 21


lozanía, la ingenuidad, el hambre de ilusión, estaba siendo víctima de un abandono. Un abandono de él, un abandono de ella misma. Y sin embargo dolía. Y sin embargo la absorbía y la acorralaba. Quería cerrar los ojos y dormirse para después despertar de la pesadilla, escuchaba de fondo una canción que le recordaba su primera vez y el cuerpo se le erizaba. Y es que ella ha sido de él, completa e involuntariamente suya; ese hombre le contó los poros, se apoderó de sus texturas y le mostró la mujer que no conocía. Pero también la ha herido, la ha ultrajado, la ha lastimado, hasta terminar con la última callosidad de su ser. Y no conforme lo volvió a hacer, y otra vez y otra vez. Por eso hoy quería dejarlo con sus provocativos besos que hacía mucho no llegaban, dejarlo con sus jadeos y sus sábanas roídas y no volver a ver la perfecta armonía que pretendía vivir y ese estructurado futuro, alejarse de una vez de sus geométricas obligaciones, de sus razonados movimientos y sus grandes habilidades; de esa aburrida fotografía en blanco y negro que diseñaba a diario y que ambicionaba imprimirla en ella. Le faltaban motivos, la llenaban los vacíos, los silencios, la espera, la ambigüedad. Se perdió el equilibrio entre el dolor que los promovía y el amor que los eximía, cupido es un espectro que huyó de sus vidas y no puede más, tocó fondo y le llegó el fango a la garganta y ya no pudo escupirlo, se colmó, se sació, se inflamó de hastío; de amargo y adherido hastío. No puede dejar de cuestionarse ¿por qué ya no la nota? ¿cuándo pasó a ser un objeto en su planeado ambiente? no sabía cuando cambió la escala en que medían sus estímulos y era horrible sentir esa soledad, era desesperante ya no saberse y sentirse única. Única para amar, para platicar, para vibrar, para complementar, tenía que irse, era hora de partir, de cerrar el ciclo y nacer otra vez. Así es que sin pensarlo más, alistó una maleta y decidió llevarse todas las cosas que él no quiso compartir, como la poesía que ella le escribía y que nunca comprendió, guardaría el respeto que le perdió al ignorarla, se llevaría las necesidades que no supo saciar, empacaría los sentidos que se acabó a gritos, enterraría la historia que nunca quiso entender, protegería el corazón que no se supo robar. Hoy se hurtaría a la mujer con sus huesos y sus problemas, con sus ideas y sus excesos, escondería para siempre sus sonrisas y su molesta delicadeza, se llevaría sus conceptos y sus necedades, sus sueños y alternativas, su dignidad casi perdida y su olvidado cuerpo; se llevaría para siempre su escándalo y su pudor. Conservaría todo lo que hoy no ve en ella y sin embargo lo explota, acarrearía todos los detalles que no llegaron y las sutilezas omitidas, tristemente sabe que recordará su desgano y su indiferencia, sus críticas e inconformidades, apilará en un cajón los amaneceres no vistos y los sabores no compartidos, estampará en su piel su orgullo para no olvidarlo, por si en algún momento piensa dar vuelta atrás.

Él, se puede sentir orgulloso porque lo logró; al fin lo hizo, extinguió la humedad de las noches y todas sus fantasías, acabó con la espontaneidad de recrearse a cada segundo. Borró el infinito y puso un margen in22


inflexible, dejando entrar la epidemia de la duda, ocultó sus sentimientos y enterró los de ella estando aún vivos. Y pensar que eran únicos, eran mitades compartidas y estaban solos en el mundo. Solo él para ella y ella para él. Que desesperación ver que no podrán regresar a eso; aunque en realidad ya no saben si pueden, y es que no existe el remedio que cure ese escamado corazón, se quedarán en el limbo hasta que alguien los recuerde y rece por lo que fueron, ella quiere vomitar a ver si así lo saca para siempre de una vez de su alma y al fin lo desincrusta y deja de ser esa molesta espina en los retazos de vida que le quedan. Tuvieron un sueño por realizar, tuvieron una canción que cantar, tuvieron una luna que mirar, tuvieron un sitio para escapar, tuvieron un cuerpo que desear, tuvieron un mañana por llegar, tuvieron un hogar que habitar, tuvieron un deseo por colmar, tuvieron un solo destino que compartir, tuvieron una mascota, una cama, un mismo aire, un solo corazón. En algún lugar debió quedar todo eso pero no encuentran ya el mapa para llegar, por lo tanto ella sigue esperando… y él que no llega para despejarle el camino. ¿Será que ya no regresará?; en algún momento perdieron el miedo y ganó el abandono, ese abandono del corazón que sólo se entiende cuando has aprendido a pertenecerle a alguien, el abandono que permite sumar daños sin hacer cuentas. Y hubo un momento en que deliraron, suspiraron, recordaron, perdonaron, olvidaron; le cambiaron el color al cielo y eternizaron el aire que los encerró en esas paredes, mintieron, creyeron, quisieron, huyeron; se sumergieron en un instante efímero e irreal, se miraron como ciegos absorbiendo sus sentidos, se tocaron y reconocieron el camino que los llevaba a casa. Se contagiaron, se curaron, se irritaron, se lastimaron, respiraron; abrieron por siempre sus entrañas y las entregaron sin importar nada estableciendo el sitio perfecto para hacer durar esos constantes latidos, se gritaron, esperaron, recibieron, eclipsaron, giraron y no pudieron dejar de arrancarse esos trozos de alma, el amor los maduró y los hizo correr hasta esa demencia provocada. De pronto y para su sorpresa él llegó. Ella observó como pasaba enfrente sin notarla, sintió que las ruinas que empezaba a levantar otra vez estaban por caerse, estaba enfurecida por lo que no se había atrevido a decir y a dejar, y es que no le faltaban pretextos, le faltaba amor… le faltaba él. Su memoria estaba llena de reclamos y reproches, el sabor amargo que tenía en la boca no se le quitaba y llorar ya no era fácil aunque en este caso era preciso. Y ella como loca grita de nuevo sin ser oída - ¡a pesar de los pesares te amo! ¡solo Dios sabe cuánto te amo!-. Sabe que él le pertenece así como cada uno de sus sonidos, pero se odia por estar ahí anclada amándolo y deshaciéndose sin respuesta; es como una infección que la domina, es como un tumor inextirpable, es como una flama inextinguible, es su martirio inevitable, es su angustia constante 23


y lastimera. Es su amigo, su cielo, su amante, su oxígeno, su entrañable compañero, su música de fondo, su consejero, su hombro en el cual descansar, su eje, su razón más poderosa, su desgracia y su locura. De repente y sacándola de sus más sumidos pensamientos, apareció de nuevo en la puerta de la habitación, sereno y callado le brindó una extensa sonrisa, acercó su cuerpo al de ella y sintió ese calor que emanaba. Puso sobre su pecho una margarita blanca del jardín, pasó su brazo sobre sus hombros y susurró en su oído: - Ya llegué amor… ya estoy aquí -.

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CRÓNICA DE CÓMO DESABOTONAR UNA CAMISA A CUADROS Para ti… que me pierdes en ese espacio esmeralda…

Primero. Platicamos, nos reímos, nos contamos nuestras vidas, nos interesamos, flirteamos, nos intentamos, nos extrañamos. Segundo. No niego que me gustas, quiero estar contigo, huelo tu cuello, escucho tu voz, analizo tus manos, acaricio tus brazos, abrevio el espacio entre tú y yo. Tercero. Observarte es todo un espectáculo, tus rasgos, la particular forma de mostrarme tu mundología y espero el momento adecuado con exuberante impaciencia. Cuarto. Esto no es convencional, por eso nuestras reacciones son tan honestas. Brincamos de lo privado a lo público sin mayores formalismos, sin perder el tiempo en falsas delicadezas. Quinto. Disminuye la tela y crecen las ansias, mis dedos se pierden en tu torso, te hago víctima de mi delito. Me estoy volviendo obstinada con respecto a ti y el deseo aumenta con fantástica convicción. Manejar esto se está volviendo difícil, los mensajes son claros y la fórmula palpitante. Sexto. Hablas de mis amplias caderas, con abiertas ideas. Analizas mis labios sin orden específico, sin intervalos, segmento por segmento, trazo por trazo; identificas cada zona y la grabas en la memoria. Séptimo. Creas un testimonio de estos sensuales encuentros y te apoderas de mi juicio, me haces sentir. Sin estereotipos y sin pensarlo mucho te dejo adquirir derechos sobre mí, creas un vínculo que aumenta con cada palabra. Octavo. La ilusión que nos provoca el estar juntos nos depara un éxito arrebatador siempre. Nos exponemos sin reparos, temblamos sin apocamientos, hacemos que dure este proceso enardecido que se acelera cada vez más.

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Noveno. Internamos al mundo de las fantasías y sabemos que ya no daremos marcha atrás. Las peticiones se hacen más desmesuradas, me haces ser más consciente de mi temperatura, de mi propio cuerpo enfundado en esta actitud sugestiva que tanto alabas. Bendigo tus ánimos, santifico tu mal educada conducta, elogio tus ardorosas plegarias. Décimo. Nos volvimos nocturnos y la medianoche es nuestro testigo perfecto. Eres un deleite para cada una de mis fibras, la creatividad es tu mejor aliada, me inunda, dispone de mi voluntad, porque la originalidad de tu estrategia me mantiene cautivada. Me tienes subyugada y no opongo resistencia… invoco estas sesiones con las regiones más fértiles de mi ser… eres mejor que una terapia hormonal. Último botón de tu camisa a cuadros… El plazo ha terminado. Vaciamos las ganas, nos pertenecemos después de todo y es una experiencia maratónicamente desquiciante y deleitable. Creaste el ambiente sin mayores esfuerzos, hiciste del placer un arte auténtico, la catarsis de esta espera, al fin llega. Esta historia ingeniada, esta insondable relación, esta capacidad de sentirnos es fascinante. No necesitamos mucho para perdernos, para ser compulsivos. Todo es perfecto contigo, porque el tiempo no cuenta si a tu lado la intensidad es la que habla... y lo hace porque no sabemos guardar silencios, ni entrelíneas, ni frugales pasajes, ni miradas fingidas, ni relatos secretos, ni bordados de azúcar, ni idas plañideras, ni venidas contrahechas… porque mis dedos te escriben un verso hoy, donde mi sexo quiere escribir una historia siempre...

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LA DEL ESTRIBO Hoy sólo necesito tomar y tomar hasta alejarme de tus letras, por que aún estando sola he sido tuya ¡y hoy me dueles en el vientre!. Esta noche él me tocará y necesito que el alcohol no me deje sentirlo, y es que todas las leyes mundanas han sido testigos de mi entrega así es que grito ¡salud! con tequila, tu recuerdo y con extraños. ¡Que cante fuerte el mariachi, que se lleve su canto mi desgracia!, éste elixir me raspa la garganta, las entrañas y la boca que besaste, pero no me consuela, esta pena me castiga… me atormenta. Éste maldito cuerpo con memoria no logra olvidarte, despojada de cordura, fermento el dolor y destilo el agave, ¿cómo fingir que no te quiero? ¿cómo estar dispuesta en otra piel?. ¡Rásquenle a la guitarra! ¡que suenen recio las trompetas! que hoy ésta hembra será de otro y dirá que es feliz entre sus brazos, que la música apague mi tristeza, que arrastren mi llanto los violines. Vaciando botellas y llenando vasos con lágrimas reposadas, se me va la noche, sin poder ahogar tu nombre en limón y sal, me quemo en infiernitos por buscarte con ésta amarga serenata, ¡pero que arda el cielo con sus lunas, que en nuestra cama hay un diluvio!. Así que pido la del estribo y me despido con una ranchera, que alguien me espera en casa y prometí volver con pasión en las venas, un corazón con sabor a barrica de encino y un aliento sin pudor, ¡que ésta mujer no se raja!.. aunque me pese el alma.

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DICEN QUE ME VENGO ... Me llamarán cínica… yo me autonombro cansada. Te lo advertí mucho; el cansancio de una mujer es el peor enemigo de un hombre. Hoy mientras duermes plácido en esa cama compartida, yo desordeno la mía. La humedad que brotaba de mis ojos, ahora fluye desde otro origen. Así que duerme cariño… mientras la noche no me basta mojando estas sábanas. Tómate tu tiempo para ser el de antes, yo me estoy ocupando del mío.

Dicen que me vengo de tí… yo digo que me vengo en él. Dejaste de doler cuando probé otros sabores; suaves, amargos, transparentes, viscosos, perleados, dulces, abundantes; pero nunca… nunca escasos. Olvidé esperarte cuando su lengua enjugó mis labios; de arriba… y de abajo. Si me estás leyendo, no te asustes amor… éstas sólo son letras producto de la fantasía. Soy la misma dulce y tierna que escribe de hadas y princesas… ficción, sólo ficción. Yo… aquí te sigo esperando…

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EN LA MEMORIA DE UN TAXI… Bellas Artes se ostentó majestuoso entre notas sutiles y una noche declarante, volviéndonos cómplices en su galería de sonidos, callando nuestras ansias de intimidad por unas horas, donde el tiempo transcurrió lento y los instrumentos armónicos crearon un sitio para sólo sentir. Y yo solo sentía sus dedos rozar ingenuos la palma de mi mano al ritmo del concierto y aumentaba la magia como testimonio del calor que transpiraba mi cuerpo por su cercanía. El ambiente era perfecto y su mirada incitante. - La verdad es que no hay nada que desee más que ser tu amante teñida de luna esta noche…- musité en su oído sugerente. Salimos de ese enigmático lugar directo a la avenida Juárez, en busca del medio que nos llevaría al sitio donde realizar las fantasías secretas ya muy generadas. Caminamos un momento bajo el negro cielo y al compás de esos ojos que encerraban más que deseos; se detuvo un auto en su mayoría dorado al que subimos con apremio. El conductor era un hombre maduro, enfundado en un traje azul marino y corbata gris, serio, de largos dedos, atento, y con evidentes ganas de conversar. Nos sorprendió el saber que venía del mismo concierto que nosotros, además de revelarnos que compartía la profesión de taxista con su afición al piano, el cual había estudiado muchos años y algunas veces le generaba un ingreso extra. Al dar vuelta en la avenida Balderas nos propuso escuchar la música que tanto tiempo le había llevado componer y que sin modestia alguna presumía. Nuestro asombro creció con los primeros matices que del solista emergían afinados y vibrantes, los efectos de las melodías no tardaron y cada vez se dilataban más las ganas de ser uno en nosotros. Subió el volumen de la música y al fin encauzamos nuestros labios en ese beso carente de cordura, la brújula de mi cuerpo lo apuntaba, sin perder el rumbo, siguiendo su esencia, con una devoción por él imborrable y excitante. Llegamos a la glorieta de Insurgentes cuando su hombría encendida fue evidente, el fondo candente hacía del trayecto una proeza casi imposible de librar. Me preguntó en un susurro como se suponía que debía mitigar las ganas que por cierto a mí, no me interesaba que moderara. Giramos hacia el Sur y de pronto el chofer nos asustó al detenerse en un pequeño súper, donde compraría algo que necesitaba llevar a su casa. El estacionamiento donde estábamos varados nos cubría con sus sombras y los registros musicales amplificaban la línea de su cremallera aún cerrada. Al sabernos solos lo buscaron mis labios ansiosos y mi piel le llamó sin cesar, sentí sus signos vitales acelerados, su tez encendida, sus manos en mis muslos… me robaba el aire con besos húmedos, me tenía sujeta a su imprudencia, al ritmo desenfrenado que estallaban las teclas de ese piano. Con la luna como marco y las estrellas como audiencia, lo vi a los ojos y lo hice mío, mis piernas apretaron su cuerpo, mi lengua jugó en su boca, mis brazos rodearon su espalda apretándolo a mi pecho agitado. Lo amé sin reparos y al compás de un aleluya cadencioso, mi vientre contuvo su sexo, de mi voz solo brotaban gemidos y suspiros profundos y vo29


voraces como nuestro deseo al fin saciado. No hubo rincones adecuados cuando la anatomía de su cuerpo me hizo suya. Los cristales se empañaban mientras mi concavidad reconocía su métrica, a su lado no existen las caricias mustias y el único lecho imperecedero eran mis paredes que lo abarcaban. En exacta consonancia con la última canción, revelé que me bastó, me sació, me colmó con palabras, espasmos, caricias, jadeos, besos, venidas, miradas, sonrisas, orgasmos … Y volviendo a la realidad, volteamos a un costado y nuestro distinguido pianista, recargado en un poste de luz se deleitaba con nuestro acto, sosteniendo un café en una mano y fumando un cigarrillo sin filtro, sin prisas ni embarazos. Al percibirse descubierto, subió al coche sin decir nada y entrando en la Roma, nos proporcionó amable una bolsa para tirar “la basura” mientras esbozaba una sonrisa insolente. Llegamos a nuestro destino renacidos, coronados de una acústica infartante, con una proeza bordada en claves de sol, un cd de regalo y dos cuerpos con una obra que guardar en la memoria de un taxi…

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LUNÁTICO JUICIO Estuve serena, cuando escuché que tenía derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que dijera podría ser usada en mi contra ante un tribunal. Rechacé mi derecho a consultar a un abogado y me declaré inocente mientras leía de lo que se me acusaba. Cargos: 1.- No aceptar usar un anillo en mi dedo como tabla de salvación para respaldar que me vacío en su boca. 2.- Quitar el cabello de mi rostro para decir su nombre sin dialéctica, ni métricas, ni rimas. 3.- Dejar volar mis plañideras sensaciones sin alianzas instauradas para mantenerme incólume. 4.- Emancipar mis variantes posturas en los vanos tapiados de su alcoba. 5.- Reivindicar mi derecho a la sutileza de sus labios y a la energía que envuelve mi piel al entregarse. 6.- Caer rendida en la seducción de sus caricias y abandonar el lecho cobijada en la euforia de las madrugadas. 7.- Decirle que lo amo sumida en una atmósfera de absoluta libertad. La luna fue llamada a declarar y se dictaminó mi cómplice. Aún apelando al estado crítico divergente de mis deseos y aunque intenté solicitar un juicio alegando incapacidad por demencia, (total, mi padre siempre ha dicho que la cordura no es una de mis cualidades) el jurado se retiró a deliberar y después de unos minutos su veredicto fué: culpable. Condenada, tomada de una arista de la luna y mirando el suelo, espero resignada la sentencia…

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ORGASMO SE ESCRIBE SIN H "Si mis labios no pueden decirte que te amo… quiero que mi corazón lo repita cuantas veces yo respire." Ángela González Tort Si te escribo hoy es porque sabes que yo ostento una pasión por ti… de esas que se escriben sin h, porque lo que siento no es mudo; grita, defiende, elogia, acredita y desarrolla un orgullo ensanchado que me hace sentarme en las bancas de los parques a comer paletas de leche mientras pienso en tus urbanas adicciones. Me tienes capturada en el ante de tus manos, en tu saliva panegírica, en tu sangre exorcizada, en tu verbo escrito con el cuerpo expuesto, en cada vocal sedienta por ser leída en delirios señalados.

Y de pronto… despierto una mañana sin ti. En tus maletas te llevaste los labios que en las mañanas hacías sonreír, empacaste los brazos que rodeaste en la obscuridad y los ojos que hablaron lo que la voz guardó en silencios. Garantizaste que tus latidos serían tan fuertes que se escucharían como panderos anunciando tu regreso si un día te ibas. ¡¡¡Porque sí sabes cuanto te quiero!!! tanto que hoy apago una a una las tercas estrellas con besos salobres que me recuerdan mi mar, para ver tu vela en las noches; porque tu enigma y tu fulgor son lo único que me queda para sentirte conmigo. Porque el día de hoy extraño tu música, tus espasmos misteriosos, tus humeantes respiros como habanos, tus trances innecesarios, tu gobierno rojo, tu gesto doliente, tus fascinantes desenlaces, tu ceño fruncido y tus camisas a cuadros. Quiero que me invites de ese aliento que arrastraste… ¿es que no ves que estoy triste?, muy triste y mis ojos dejan derramar agua certera, de la que sale del torso que recuerda que conoces mi vaho como yo recuerdo el tuyo, condescendiente y examinado en la eternidad de mi amor. Yo no quería dejarte ir, menos cuando ya me tenías y dejabas los tragaluces abiertos para que los besos custodiados se los llevaran las sombras del vendaval nocturno. Al fin tenías el regalo de la desnudez de mi alma, del reposo de mi cuerpo, de mis palabras que te acariciaban, te sangraban, te lamían, te recorrían… me penetraban. Regresa… ¡sí, regresa! porque no espero bosques encantados, solo trae tu calidez persistente y brillante… ¡y regresa ya! devuélveme esa pasión equivalente a la exaltación más esperada por cualquier amante, reintegra en mí ese sabor que debo probar directo del envase de tu epidermis… ¡¡pero regresa ahora!! Me dormiré hoy con la esperanza de verte entre mis sábanas al despertar, mientras el sudor precede al clímax, entre hielos y ron, con los ojos cerrados perdiendo un trozo de vida, aturdiendo un testimonio en el sitio tantas veces elegido para ser tuya…te necesito cielo, en el callejón empedrado y 32


donde mi figura tiene una textura distinta… me faltas corazón, en el trozo de queso de la luna, en los aullidos del alba, en la añoranza por el no tan falso futuro, en la canción que susurrabas… Amor, hoy lloro perdida en el abismo de mis pensamientos, lloro perdida entre la insensible humanidad, lloro perdida entre mi desbordada humedad, lloro perdida en la fecundidad de la poesía, lloro perdida entre orgasmos sin h… y ¡tú que no regresas!.

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LÁGRIMAS DE TODOS SABORES Después de llorar muchas lágrimas de todos sabores, he llegado a las insípidas, las que ya no llevan nada, las que brotan por instinto, las que salen del alma, las que escurren limpiando los residuos, las que podrían confundirse con gotas de lluvia, las que son infinitamente cristalinas, las que ya no se sienten, las que se evaporan, las que no dejan huellas, las que surgen por inercia, las que no pueden ser evitadas, las que tienen un ritmo marcado y pausado, las que se absorben en la piel, las que clarean los ojos, las que son necesarias para recuperar el aliento. Y es que esto duele profundamente. Eso sí lo sé. Duele mucho más de lo que quisiera. ¿Por qué tomaste mis manos y me llevaste a volar? ¿para que derramaste estrellas en mi bóveda celeste? ¿por qué hiciste de mi piel tu lecho? ¿por qué me llamaste mujer mar? ¿por qué no me comprendiste un poquito más como para cautivar mis hábitos en la eternidad de la rutina? Hoy me dueles, me dueles en los ojos, en la boca, en las piernas y en el alma… ¡como dueles carajo¡ dime… ¿qué no me extrañas tanto que repasas de memoria cada una de mis células?. Por lo pronto, sigo sumida en lo hondo del sillón, en silencio y desolada por dentro, les dí permiso a mis ojos a dejar brotar otra vez un montón de lágrimas, más bien un océano de lágrimas que de nuevo adquirieron sabores extraños y amargos, unas lágrimas gordas y pesadas que no sólo mojan, también golpean y duelen y lastiman y hieren y su sabor no deja cerrar las heridas, sólo las hace más profundas, tanto que pasan de la piel hasta los huesos. No lo puedo evitar, no lo quiero evitar, no lo trato de evitar, las lágrimas salen con vida propia de mis ojos, me invaden, se apropian de mi razón, me alteran, se apoderan del resto de cordura que había en mí. Creo que el porcentaje de agua que tengo en mi cuerpo ha disminuido tanto que voy a deshidratarme, ¡¡necesito un doctor, una pócima, una medicina, un brujo, un hechizo, una receta mágica, una oración, lo que sea!!. Necesito hospitalizarme lo antes posible, porque este dolor intenso no cesa y estoy comenzando a creer que me va a matar. Reconozco que esto es un suicidio, lento, doloroso y cien por ciento consciente y consumado. Pero continúo mi odisea de llanto por el tiempo que mi perturbada y nublada razón me permiten hasta que me parece que otra vez regresan las lágrimas insípidas, las que ya no llevan nada, las que brotan por instinto, las que salen del alma, las que...

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VAGABUNDO PÁRAMO DE VIOLETAS Ya no sé si eres mi romance del norte, mi aurora agonizante o mi ansioso trovador de ojos caleidoscópicos. Pero yo quiero ser tu esencia favorita siempre… porque al verte el recipiente de mi cuerpo se derrama sin justificaciones, ni demostraciones y me mantienes unida a tu cama por gravedad como las estrellas errantes al espacio. No sé si eres una proposición vigorosa, una nube bañada de harina o mi crisis al margen de un precipicio. Y tú me invitas a aderezar la habitación, abarrotando el mundo con probaditas de aire de nuestras bocas; me haces volar libre y somos vagabundos en estas páginas hoy ocupadas. Las vertientes espontáneas de mi cuerpo respiran y fluyen con el mismo calor que alimenta el fogón que habita en el sol…calor que genera vida. Más sigo sin saber si eres una lágrima inolvidable, un horno de leña prendido en el mar o un homenaje agazapado en mis faldas. Tú solo me entiendes y me tragas. Me padeces de un color especial y me viertes en tus telas con ese plasma que fluye en cada una de mis células desbocadas. Circulan nuestros afectos y defectos y transpiro vapor de sal en los horizontes de tus palabras, en el reflejo sin fallas de éste andar disfrazado de agua. Y me sigo preguntando si eres mi páramo de violetas, un alba dando a luz o el sedante innecesario en este sueño prorrogado. Porque la nieve que naufragaba en las zonas frías de mi cordura, ha comenzado a derretirse precipitándose en una cascada silente donde sé lo que soy, donde se reproduce mi ardor de ti, como una reacción en cadena, inestable, ilimitada, afiebrada. Así que dime al fin si eres un impetuoso beso apocalíptico, un adjetivo lozano repartido a trozos o el rosario dorado enredado en cuentas imborrables. La niebla que acompaña nuestras batallas se vuelve una ventana empañada de untuosidad desprendida, de libertad y entrañas. Te desnudas junto con tu alma atemperada y me adhieres con esa viscosa y anhelada humedad; me sellas en tu aguacero, me cubres con tu tormenta…con la misma vehemencia que viví sin tu oasis, con la intensidad que ayer tuve al resistir tu sequía. 35


Ahora solo sonríes y me quedo sin tus barrocas respuestas; más todavía me pregunto si eres mi intento de signo en rebelión o un amor tamizado en mi jardín… dudo si eres mi arcilla cargada de occidente o simplemente un amor cotidiano recargado en mi lecho. Y mientras te cuento mis interrogantes cuitas, tu amor suspira gotitas de rocío advenedizo bañando de nuevo mis piernas silenciosas, ahogando otra vez mis interrogantes sobre la acepción de mi tan conocido hombre y por quinquenios compañero de naufragios.

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HISTORIA DE UN LIBRO QUE NO QUIERE SER LEÍDO No puedo creer que esté aquí sentada leyendo este libro que ni siquiera entiendo, ni me interesa saber de qué se trata, cuando yo sólo quiero irme a jugar. Mi mamá es injusta ¿qué no sabe que los niños de seis años jugamos todo el santo día como dicen los adultos?, además para colmo de males cada vez que puede me corrige la entonación, la puntuación, el volumen de mi voz, que si soy “monótona” o que si me pasé de “elocuente”, la forma en que acentúo las palabras, la postura, como tomo el libro… todo, todo! ¡que fastidio! algún día creceré, seré mamá y juro que a mis hijos no los haré pasar por lo mismo. Pero mientras eso pasa, tendré que amolarme y continuar esta engorrosa rutina de la que mi madre se siente extraordinariamente orgullosa y satisfecha y que además platica y presume a sus amigas como si fuera mi gran hazaña; lo que no dice es que lo hago obligada, porque así se terminaría el encanto de la niña que diario lee media hora en voz alta para ser duramente criticada. Así pensaba y con justa razón, pues mi hiperactividad y mi locura se sentían esclavizadas y nada motivadas. Un día, mientras les inventaba una historia de amor a mis muñecas y jugaba con mi hermana pequeña, oímos un grito de mi mamá y algo de llanto de ese que entendíamos que era de alegría; las dos nos vimos y nos asomamos por el pasillo extrañadas para ver lo que pasaba. Los días pasaron y noté algunos cambios en la casa, se nos pedía que no gritáramos mucho, que le bajáramos el volumen a la tele, que nos comportáramos y el mayor silencio posible. Mamá pasaba casi todo el tiempo con mi abuelita en el cuarto de visitas alejadas de nosotras, encerradas en su mundo de recuerdos, de cariños, de revelaciones vividas a distancia, de temor a la inevitable separación. Todos parecían muy alegres con la visita de mi abuela, nos explicaron que ya es grande y está un poco enferma, por eso necesita estar tranquila y en calma y nosotros prometimos que así sería. Llegaban señoras a la casa a visitarla y lo mejor de esto es que todas llevaban de regalo cosas de comer. Todo iba muy bien, mi mamá estaba muy dedicada a cuidarla y muy contenta de tenerla en casa y nosotras teníamos las horas y días completos de las vacaciones para echar rienda suelta a nuestra imaginación en juegos y disparates. Pero un día mamá me llamó y me pidió que le continuara leyendo un libro a mi abuelita porque ella tenía que salir a trabajar:

- Sin gritar que nadie está sordo, con buena pronunciación y buen ritmo, porque no te están correteando Esas fueron sus indicaciones mientras me puso el libro en las manos sucias de plastilina, me sentó frente a ella y se fue con toda prisa. No tuve oportunidad ni de explicar que me encontraba a punto de hacer la figura perfecta de plastilina que tanto había amasado y que por lo menos me diera permiso de terminarla. La verdad es que no entendí por37


porqué me pasaba esto a mí, sí es cierto que quería aprender a leer antes que todos mis amigos, pero tampoco se trataba de abusar, ya habría tiempo en la escuela para presionarme con estas cosas. Me había librado unos días de la espantosa rutina de la lectura y ahora estaba peor que antes, porque tenía que leerle a alguien que de alguna forma era extraña para mí y de seguro me iba a estar criticando cada vez que me equivocara y no sé durante cuánto tiempo. Pensé que para concluir con mi mala suerte estaba casi segura que iba a ser un libro para gente grande, sin dibujos y con todas las páginas llenas de letritas chiquitas con un montón de palabras que no sé ni qué quieren decir, ¡¿porqué me pasan estas cosas a mí?! Espero que los reyes magos me estén viendo y lo tomen en cuenta para la muñeca que come que el año pasado no me pudieron traer. Ni modo, órdenes son órdenes y con todo el desgano y el peso del aburrimiento me dispuse a comenzar a leer. Observé la portada del libro por unos segundos, mi evaluación fue simple; sin chiste, verde, con la cara de un niño que no me expresaba nada en particular; en conclusión: aburrido. Después revisé el interior y confirmé mis sospechas; sí era un libro para gente grande sin dibujitos que llenaran las amarillentas hojas y con letritas fastidiosas. Por no dejar fui a la última y casi muero del susto cuando ví que esta infamia contaba con ¡395 páginas! y que mi mamá me lo estaba entregando en la número 17. Albergué la esperanza que este episodio fuera únicamente por el día de hoy, quise suponer que era una emergencia y que por ende tenía que realizar esta labor con paciencia, buena cara y de la mejor manera. Resignada me acomodé en la silla lo más recta posible, tomé el libro con la mano izquierda para tener la derecha libre para hacer el cambio de hojas como me ha enseñado mi mamá y comencé a leer una historia a la que no le estaba prestando la mayor atención. Mi mente volaba hasta mi cuarto donde esperaban mi hermana y mis figuras de plastilina de colores derritiéndose por el agobiante calor que hace en ésta época del año. Sin percatarme y de manera automática pasé una hoja, luego otra y otra y de pronto observé que hasta el momento, mi abuelita no me había corregido ni una sola vez. Pensé que estaba dormida, he visto que es común que eso le pase a la gente mayor; principalmente en misa; pero le eché un vistazo sobre el libro, tratando de pasar desapercibida y tengo que aceptar que me admiró darme cuenta que no estaba dormida. Mi abuelita estaba increíblemente tranquila y atenta a cada una de mis torpes palabras. Seguí leyendo y de vez en cuando echaba un vistazo a mi oyente; me fijé en su cabello largo, negro, como las plumas de los tordos que tanto ruido hacían en las tardes; con un perfecto ondulado de la raíz a las puntas, le brillaba tanto que hasta parecía que lo tenía mojado. Me llamaron mucho la atención sus manos arrugaditas, siempre tenía los dedos entrelazados como si estuviera rezando. Su figura era delgada, totalmente delicada, llena de una profunda quietud y paz que no dejaba de sorprenderme. Me perturbaba mucho esa personalidad tan sosegada. No imaginaba que podía estar pensando, talvez estaba extrañando su tierra lejana, su tormentoso país en guerra, ¿cómo puede una mujer tan frágil sobrevivir esa cruda realidad y conservarse así? parecía que necesita38


necesitaba ayuda hasta para levantarse, pero sabía muchas historias de ella que me habían mostrado a una mujer fuerte y decidida que parecía no caber en ese desgastado cuerpo. De pronto detuve mi lectura y le pregunté si todo estaba bien y si le gustaba la historia, ella me contestó que si y que yo leía excelente para tener seis años; dijo que le recordaba mucho a mi mamá cuando tenía mi edad, que teníamos la misma prisa por aprender, como si se nos acabara el tiempo.

-No sé porqué tanta prisa, por hablar, por caminar, por aprender, por preguntar todo – dijo escondiendo una sonrisa. Yo me sentí halagada. En ese momento se quitó sus lentes y me di cuenta que tenía un parche en un ojo; talvez por eso ella no leía por sí sola. Me pregunté que le había pasado y antes de que pudiera decir algo, me dijo que me fuera a jugar, que ya le había leído mucho y ella tenía que rezar. Sin esperar más cerré el libro, me despedí y salí corriendo. Jugué, jugué y seguí jugando, pero no podía quitarme la imagen de mi abuelita de la cabeza. Cuando mamá le llevaba su comida le pregunté si hoy también le iba a leer y ella me dijo que solo si yo quería; pero me advirtió que por favor no la atormentara hablando mucho, mi mamá siempre se enorgullecía porque yo hablé muy chica, pero creo que ahora se arrepiente… aunque no sé porqué. No estaba acostumbrada a tomar esta clase de decisiones, he peleado mucho por la rutina de la lectura, pero reconozco que ayer fue diferente; entonces por lo menos lo pensaría. La siguiente tarde bajé a su cuarto procurando no hacer tanto ruido y la ví sentada otra vez en el sillón; tan apacible y con un dejo de melancolía en su rostro que no podría explicar, pregunté si no era mal momento y me ofrecí a continuar la lectura de ayer y ella mostró gran avidez a mi propuesta. Entonces me senté y esta vez confiadamente me dispuse a leer. Pasó un buen rato, hasta que me atreví a preguntarle en que pensaba, porque hoy particularmente la notaba distante. Ella me explicó que su hogar quedaba muy lejos y que no podía evitar pensar en su casa, su familia, su país contrariado, sus amigos, su vida entera y que aunque se sentía muy feliz con nosotros, era como si estuviera partida a la mitad. Me contó donde se encontraban cada uno de sus hijos y me hizo ver que no está dividida en dos, estaba partida en muchas fracciones, una con cada uno de sus seres que tiene esparcidos por tantos lados, pero siempre hay una “base” como decimos en los juegos de niños y de ahí partimos y repartimos y ese lugar era el que ella añoraba en estos momentos. No pude dejar de sentir ternura y nostalgia por ese mundo que yo no conocía pero que ella anhelaba y sólo podía llegar con sus pensamientos. ¿Por qué la vida nos separa de nuestros seres queridos? me dio miedo pensar que a nosotros nos pasara lo mismo y que con el paso del tiempo cada uno nos fuéramos de la casa, de nuestra casa y que mis papás acabaran igual partiéndose en fragmentos para abarcar nuestros corazones en donde estuviéramos. He oído que esa es la ley de la vida y no la entiendo, ¿para que tener hijos si se van a ir?, si algún día yo me voy no dejaré a 39


mis muñecas o a mis cajitas de música, lo prometo. Ahora si es necesario irse, ¿por qué no regresar?, posiblemente como mi abuelita dijo soy muy chica para entender. Los días continuaron y todas las tardes me sentaba a leerle. Me acostumbré a su presencia, a nuestras pláticas, a su dulce y diáfana compañía y hasta me enseñó una oración; yo a cambio le mostré mis muñecas de papel que representaban mi mayor tesoro, la ropa que les dibujaba y le hice unas de colores estridentes para que se las llevara. Me gustaba estar con ella, sentía que la cuidaba y su compañía me producía mucha felicidad. Aproveché ya entrando en confianza, para darle algunas quejas de mi mamá, a lo que ella solo respondía con risas y me acariciaba suavemente la cabeza, decía que yo era una niña muy inteligente y que cuando fuera grande entendería porqué mi mamá me corregía ahora; pero para dejarme tranquila siempre me prometía que hablaría seriamente con ella y eso surtía efecto en mí. Sin sentirlo, un día con gran emoción, ví que habíamos llegado al final del libro, pensé en pedirle otro a mamá para continuar mis tardes de lectura. Me sentía feliz y satisfecha; había batido mi record porque este era el libro con más páginas que había leído en mi vida y para no perder la costumbre, le puse mi nombre en la primer hoja como seña que ya había pasado por mis ojos. Me gustaba tanto platicar con ella y escuchar sus historias, supe que el clima de su país era parecido al de aquí, que hay un volcán, playas y muchos lugares especiales que me encantaría conocer, me contó que vino en avión y eso me emocionó mucho, aunque me decepcionó el saber que no sacó la mano por la ventana para tocar las nubes, ¡que desperdicio! La siguiente tarde, llegué a su cuarto saltando como ya era costumbre cuando mi hermana dormía, llevaba un libro que yo había escogido del estudio, esperaba que mi elección fuera buena y que también este le gustara; pero ese día me dijo que teníamos que despedirnos porque al fin ella regresaba a su casa y que el libro que ahora llevaba lo guardara para la próxima ocasión en que nos visitara, porque estaría muy ansiosa de que se lo leyera. Me di cuenta que ya no tenía el parche en el ojo y me dijo que ya estaba curada, que ya podía ver bien y que con los dos ojos sanos me veía más bonita. Sentí tristeza de que se fuera aunque entendía su necesidad por regresar. Me pidió que me acercara al sillón donde se sentaba a escucharme, me sentó en sus delgadas piernas, me dio una bendición con esas manos maltratadas por los años, un suave y cálido abrazo y un sentido beso en la mejilla. Me di cuenta que me quería porque pude sentir su amor, su enorme y contagiable amor que desbordó y quedó impregnado en cada una de mis células, tuve ganas de llorar por su partida, pero en lugar de hacerlo me quedé ahí sentada en sus piernas sintiéndome cobijada, protegida por ese halo de pureza que despedía su sola presencia; la abracé lo más fuerte que pude sin querer soltarla y le prometí escribirle cartas y contarle como me iba en la escuela. Después de ese día no volví a verle jamás. 40


Guardé el libro que dejamos pendiente en mi armario esperando el día en que pudiéramos compartirlo, ya no importaba que no tuviera dibujos, ni de cuántas páginas estaba compuesto. Ya no interesaba tanto jugar con muñecas, ni si me corregía por leer mal, ya no importaba si después de tantos años se dormía mientras me escuchaba. Solo quería verla otra vez, verla sentada de nuevo en el sillón mientras los pájaros hacían escándalo, mientras la luz de la tarde iluminaba su cabello, mientras el calor sofocaba el ambiente y lo único reconfortante era tenerla ahí frente a mí brindándome un espacio en su preocupada vida. El tiempo y la distancia se encargaron de alejar nuestros destinos, siempre sabía que estaba ahí, lo sabía cuando recibía sus cartas con esa letra que yo no entendía y que me tenía que leer mi mamá. Lo sabía cuando escuchaba su voz al teléfono aunque fuera solo para saludarla. Lo sabía cuando mi mamá iba a visitarla y no podíamos acompañarla porque su país seguía en guerra y era peligroso. Lo supe siempre que rezaba la oración que me enseñó y casi podía sentir su último abrazo. No me atreví a leer ese segundo libro por respeto a ella, no sería lo mismo. La verdad es que te extrañé mucho, mucho más de lo que te imaginas, mi abuelita linda, mi viejita chula. Mi “Mamalica”, como todos te decían con cierto aire de veneración. Te extrañé mucho abuelita. Aunque pensaba que ahora estabas feliz porque habías regresado a tu hogar, a tu suelo anhelado. Hasta hoy siento tu ausencia y no puedo evitar derramar unas lágrimas por no tenerte ya. Hiciste una pausa en mi alocada e incipiente infancia. Me dejaste un legado de recuerdos y sentimientos, me dejaste un cachito de tu santidad. Me dejaste algo de esa paz que irradiabas dentro de mi alma y que guardo y cuido con celo. Me dejaste esperando por ese reencuentro que la vida no nos permitió tener. Me dejaste tu nombre; que me duele porque te recuerda. Me dejaste un libro. Un libro que nos unió para siempre y que atesoro en mi corazón. Ha pasado el tiempo y hoy me comienzo a sentir como tú lo explicabas: partida, dividida y fragmentada en muchos pedacitos. Yo también fui presa de la ley de la vida y me fui a cumplir mi destino a otro lado, aunque no tengo que tomar un avión para llegar con mi familia, pero a veces parece que estuviéramos a miles y miles de kilómetros de distancia y también añoro como tú lo hacías esa cercanía de tus seres queridos. A mí también me alcanzó el tiempo y ahora peleo por tener un momento para mí en el que pueda sentarme cómodamente en un sillón y leer un libro para gente grande sin dibujitos y con letritas ya no tan chiquitas que me haga volar a otros lados, que me invite a conocer el mundo y de vez en cuando me haga olvidar y alejarme de mi realidad. Mientras abro el baúl de mis preciados tesoros, encuentro mis muñecas de papel, mis cajas de música y ese libro que dejamos pendiente y que posiblemente me lo lea uno de mis nietos. Ahora entiendo que no era tan fácil regresar como yo lo pensaba, ahora entiendo perfectamente que se tienen hijos no para que se queden contigo siempre, sino para que vuelen y hagan sus sueños realidad, a final de cuentas ellos se llevarán en su corazón ese pedacito de nosotros que les donamos al partir. 41


Pero hoy después de tanto tiempo, me siento en un sillón frente a mi alborozado y distraído hijo de cuatro años a leerle; mientras él; no hace otra cosa que interrumpirme para buscar dibujitos en las hojas del libro y no deja de preguntar que significa cada palabra y cuántas páginas tiene y se desespera porque ya quiere leerlo por sí solo é invariablemente no puedo dejar de pensar en ti abuelita, que de seguro estás viéndonos desde el cielo y desplegando una gran sonrisa de satisfacción en tu cara. Tal vez llegue el día muy pronto en que mi hijo de cabellos negros y ondulados, se siente frente a mí, enfadado en el sillón y me lea el preciado libro verde, mientras yo le corrija fastidiosamente la entonación, la puntuación, la postura ...

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UN ENIGMA RECURRENTE Deja de deshojar margaritas, de consumirme a preguntas, de hacerme llorar llegando a mí con más fuerza, de jugar a abrir rendijas para robarte mi porvenir. Deja mi aguerrida soledad ganar sus luchas, a mi teórica exclusividad salvaguardar mis sentidos y atascarme de poemas buscando mi voto de fe. Deja de buscar el sitio idóneo para ver las auroras, de invocar a Sabina en cada encuentro plagado de sombras, de hacerte el valiente que asume trances del corazón. Deja de comprar creyones de labios de colores esperando igualar los míos, de poner cerrojos corridos a mi paso sellándome salidas, de levantar migajas para que no atine a la ruta de emergencia. Un día incliné mi cabeza y sonreí como una niña mientras me besabas la frente, esa única vez suspiré apoyando mi cabeza en tus hombros; justo en la orilla de mi ser. A ti eso te bastó para llamarme musa, para vestir la necesidad de opio, para estrellar tu andar en el malecón de mi vida, para hacerme parte del acto que nunca termina. A ti eso te sobró para escribir en mi arena sin comas ni puntos, para encallar tu asta en mis aristas naufragantes, para bogar en mi océano crispado. A ti eso te inundó de lirismo estimulante, del drama del tango y la sensualidad del blues. A ti eso te abrumó de mis difusas presencias, de mi desorientado apoyo y te materializaste en mis frágiles contactos etéreos. Pero yo no pude desaprender… Mi amor no es ético desde tu firmamento, te faltaron marcas en los labios, exigías impactos latentes cimentados, 43


detenías los pasos que daba hacia atrás con magnéticos grilletes.

Nuestra rima es desigual, acentuamos con lápices distintos y crees que me adecuas a tu antología, sueñas que me modificas en tu cóncava región y te rehúsas a ver que no llenas mis espacios… jamás llenados. Guarda hoy tus croquis mecanizados, tus mandamientos adivinados, tus algoritmos narrados y tus contrapesos catalogados… No eres dueño, de mi perfil evaluado… No son tuyos, mis mitos castigados… No te pertenecen, mis sonidos patentados… No soy plena a tu lado…

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Acerca de Liz Carre単o

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Nacida el 12 de Julio de 1974 en la ciudad de México, D.F.; de nacionalidad mexicana y salvadoreña. Arquitecta, egresada de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), con especialidad en Restauración y rehabilitación de edificios históricos. Diplomado en Literatura en la British Columbia College en Vancouver, Canadá. Actualmente, maestrante en Ciencias de la Educación y dedicada al diseño interior y la construcción privada. Docente en la facultad de arquitectura de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).

En el ámbito literario con participaciones variadas en sitios diversos como:

DEMAC. Documentación y Estudios de Mujeres; A.C. (Asociación civil no lucrativa con el fin de promover el desarrollo integral de las mujeres mexicanas). Medio de difusión digital e impreso. MUJERES NET. Información social y periodística con perspectiva de género. (Espacio de información con perspectiva de género pensado para hombres y mujeres periodistas, investigadoras(es), especialistas, organizaciones y activistas de todo el mundo a favor de los derechos de las mujeres y grupos vulnerados). Medio de difusión digital. ESTILO GRÁFICO. (Revista de política, cultura y sociedad civil). Medio de difusión impreso. DICES QUE TIENES UNA SOLUCIÓN VERDADERA. (Blog político, cultural y literario). Medio de difusión digital. Km 7.5 comunicampus BUAP. (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla). Revista de Bellas Artes, (arquitectura, escultura, pintura, literatura, danza y música); política y economía, cine y apreciación cinematográfica. Medio de difusión impreso. 47


BÚHO SUI GENERIS. Revista de poesía. Medio de difusión impreso. ACTITUD. LA COLUMNA DEL MEDIO (Medio de difusión masónica de la Respetable Logia Simbólica Columnas del Tercer Milenio). Medio de difusión digital e impreso. LA LETRA GRANDE. Revista Literaria. Medio de difusión digital. LETRASKILTRAS. PUNTO DE ENCUENTRO DE LOS ERRABUNDOS QUILTROS DE LA CREACIÓN.. Red social de artistas emergentes unidos en torno al arte y la creación. Medio de difusión digital. Las participaciones han sido variadas entre artículos periodísticos, culturales, críticas literarias, poesía, narrativas, versos libres, ensayos y cuentos; según el rubro del medio a publicar.

RECONOCIMIENTOS: SEGUNDO Lugar en el Concurso de Relato Breve "SIN FRONTERAS". Organizado por LetrasKiltras

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Páramo de violetas Liz Carreño 2011

Bajo licencia Safe Creative Nº 1103158711572

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Una publicaci贸n de Editorial Digital LetrasKiltras 2011

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