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Gerard Serra “…trato de ser amable con todos porque creo que es como hay que actuar de antemano. Supongo que de la misma manera que lo hacemos con nuestros amigos y vecinos. Si alguien deja de serlo en algún momento, muy a menudo nos lleva hacia el territorio cómico. La abuela poderosísima de mi relato, por ejemplo, se pasea por el mundo sobre un drone, mientras enseña las bragas. Muchas veces el poder y la crueldad exhiben su lado cómico: depende de nosotros verlo o no. El poder es vulgar. Y, en las redes, si alguien actúa de mala fe, siempre se puede responder afilando un poco los cuchillos. Y eso también forma parte del juego”. Gerard Serra en entrevista con Beatriz Pérez Pereda SUPLEMENTO CULTURAL NO. 615 /// 1 DE ABRIL DE 2024 /// AÑO 13 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

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Hace 9 años, en el mes de abril de 2015, Enjambre, el grupo conformado en aquel entonces por los fresnillenses Luis Humberto Navejas (voz), Rafael Navejas (bajo), Julián Navejas (teclados y guitarras), Ángel Javier Sánchez Tiscareño (batería) y por el californiano Javier Mejía (guitarra), se presentaba en el Festival Cultural. Casi una década después Enjambre regresa a este festival y el concierto que dieron en Plaza de Armas fue sencillamente extraordinario por muchos motivos.

Antes de abordar lo que pasó en el concierto, debo destacar algo que se hizo previo a su actuación y que me parece muy importante, la LXIV Legislatura del Estado de Zacatecas le otorgó a los integrantes del grupo fresnillense la distinción de “Embajadores Culturales del Estado de Zacatecas”, una noticia más que bien recibida por los zacatecanos. Son pocos los artistas de la tierra que han recibido un homenaje similar en la ciudad capital; recuerdo ahora a Francisco Goitia quien en 1958 fue nombrado “Benemérito de Zacatecas”; a los hermanos Pedro y Rafael Coronel, quienes en 1978 fueron nombrados “Hijos predilectos de Zacatecas”; y más recientemente a Ismael Guardado y a Pedro Valtierra, quienes fueron homenajeados también, por mencionar algunos.

En la declaratoria que nombró como “Embajadores Culturales del Estado de Zacatecas”, se dijo también que esta distinción se otorga “Por sus méritos artísticos, con la encomienda de divulgar con su música los valores, la cultura, la historia y el talento de nuestro pueblo”. Una vez que se les otorgó el nombramiento, tomó la palabra Rafael Navejas Díaz para dar uno de los discursos más emotivos que se han dado en el recinto legislativo, después de afirmar que cuando se habla de Zacatecas ellos piensan inmediatamente en su gente y en sus padres, Rafael dijo:

“Hablando de raíces profundas, me provoca resaltar un árbol que es natural de aquí de las tierras zacatecanas, el mezquite; es un árbol, como ustedes saben, muy aguantador; puede haber sequía, puede haber climas extremos, puede hacer mucho frío, haber heladas, puede hacer mucho calor; pero, el mezquite, dadas sus raíces profundas, logra sobrevivir y cuando uno menos acuerda reverdece. Y pensando en el mezquite yo pienso que representa a la gente zacatecana… la gente zacatecana es de raíces profundas, que sabe resistir, que sabe luchar, que sabe sufrir, y que de alguna ma-

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nera encuentra el modo de salir adelante. Es interesante cómo este árbol natural, silvestre, de esta región… cuando están chiquitos, que son apenas unas varitas, con un poquito de cuidado que se les dé, con un poquito de podado, se les va dirigiendo un poquito y crecen, crecen altos y dan mucha sombra y a su tiempo también dan su fruto, que es la vaina ésa tan sabrosa y nutritiva que muchos desde chavillos crecimos ahí masticando aunque estuviera verde… En fin, pensando en la juventud de Zacatecas, pienso en esas varitas que están saliendo, no necesitan mucho, sólo necesitan un poco de podado, un poco de cuidado y saben crecer. Quisiera, humildemente, a nombre de todos aquellos jovencitos que salieron de Fresnillo hace ya más de 20 años, encargarles a nuestra juventud. No requieren tanto, nada más un poquito de cuidado, un poquito de atención y yo sé que con el paso del tiempo, a pesar de las dificultades… yo sé, confío y espero en Dios, que el pueblo zacatecano a su tiempo vuelva a reverdecer”.1

La analogía que hizo con los mezquites Rafael Navejas fue de lo más acertada, y muy escuchada por miles de jóvenes que los siguen en redes sociales. A propósito de esto, ese mismo día, por la noche, dieron su concierto “Noches de salón”, pero desde días antes habían pedido a quien le fuera posible asistir vestidos de etiqueta. Fue impresionante ver cómo la Plaza de Armas se llenó de personas que llegaron vestidas impecablemente, vi a hombres vestidos de traje y corbata y también de frac; y también a muchas mujeres, que pese al frío de ese martes 26 de marzo, acudieron al llamado de los músicos zacatecanos vestidas de gala, luciendo peinados súper estilizados, zapatos de tacón y hasta abrigos de plumas. En redes sociales, Enjambre también pidió que durante la canción “Necrópolis” los asistentes utilizaran filtros con papel rojo y que luego los quitaran -durante la parte instrumental. Todo fue seguido al pie de la letra y fue, por mucho, uno de los mejores conciertos a los que he asistido en ese lugar.

Enhorabuena a todos los integrantes de Enjambre. Y que vivan los mezquites, cómo no. Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

1https://www.facebook.com/BienChuloZacatecas/videos/1143735236641114

Los que son azules [Entrevista a Gerard Serra]

Por Beatriz Pérez Pereda

La nieve tan cerca [Cuento incluido en el libro Los que son azules, cortesía del autor y la editorial Niña Loba] Por Gerard Serra

La extraña felicidad que hay entre lo político, lo filosófico y lo literario

Por Óscar Novella

Ecos del viento en Vinícola El Consuelo Por Felipe Gallegos

Luisinuay en el Festival Cultural Zacatecas Por La Gualdra

Los colonos, de Felipe Gálvez

Por Adolfo Núñez J.

Jánea

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La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
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Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com
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Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Los que son azules [Entrevista a Gerard Serra]

Pereda

Gerard Serra nos cuenta un poco de sí mismo antes de la entrevista: Nací en Barcelona en 1993. Soy escritor porque de niño creía que el libro era una de las cosas más bellas que un humano podía crear. Me siento ateo y a la vez creyente. Me parece que uno puede ser varias cosas a la vez. De la misma manera, puedo sentir lo que los demás sienten. Creo en Charlotte Brontë, Swift, Lardner, Scott Fitzgerald, Capote y Salinger. Viví en México durante 5 años en los cuales fui muy feliz, aunque puede que los haya idealizado. Estudié en una escuela alemana. Escribo en castellano y catalán, e incluso me atrevo con el inglés. Me atrevo con todo y, cuando no sé algo, lo aprendo. Después de la escuela alemana, estudié en la universidad. Antes de entrar a la universidad, creía que las universidades eran los templos del conocimiento, pero ahí descubrí a Feyerabend. Ahora creo que los templos del conocimiento están en nosotros mismos, si así lo deseamos. Mi obra trata de personas extrañas que no encajan, porque creo que soy uno de ellos. Los raros somos lo más parecido a los mutantes de X-Men en la vida real. En 2017 obtuve el Premio Félix Francisco Casanova de relato. En 2018 fui residente de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. En 2020 fui beneficiario de las Ayudas Injuve para la Creación. Y en 2023 firmé mi primer contrato editorial, cuando creía que todo estaba perdido: Los que son azules

Beatriz Pérez Pereda: Cuéntanos un poco más de Los que son azules, cuál fue la historia, premisa, imagen que detonó todo, cuándo supiste que estos relatos iban a convertirse en un libro.

Gerard Serra: En un primer momento me interesó la infancia. Una realidad impepinable es que todos hemos sido niños. Luego quise reflexionar acerca de la pérdida de la infancia. Y, finalmente, llegué a la conclusión de que esa parte de nosotros mismos perdura, de un modo u otro. E incluso diría que tiene un segundo florecimiento en la vejez. Estoy divagando porque, en realidad, nunca pensé en Los que son azules como algo que gira alrededor de un concepto. Lo vi más bien como un montón de personajes ficticios y no tan ficticios que tenían algo que decir, que no encajaban, pero que tampoco sabían cómo expresarlo.

Mis personajes un día se quedaron encerrados en un cuarto de baño, pero eran demasiado tímidos para gritar y conseguir que alguien los oyera y los rescatara. Porque la primera vez que gritaron todo el mundo los miró como si vinieran de Marte. Así que sólo contemplan cómo el mundo se les vuelve en contra, y no entienden por qué. “¿Cómo es que a los demás no les ocurre?”, si lees las historias de estos personajes siendo una persona normal puede que te sientas como

cuando observas un incendio, que no puedes dejar de fijar la vista en él, porque es algo extraño que no ves cada día. Si te pareces a los personajes principales de estos relatos notarás… No sé. Notarás que tienen mala suerte (algo que te resultará familiar), pero puede que ni siquiera entiendas por qué. Tal vez porque tú también eres uno de ellos, y no lo sabes. Pero deseo que sea como sea disfrutes este libro.

BPP: Si sólo pudieras mostrarle una historia de tu libro al público, cuál elegirías, por qué sería ésa la más importante para que te conocieran a ti y a tu obra.

GS: Voy a hacer un pequeño repaso y pensaré por escrito: “La primera carta de Celeste” es una narración sobre un chico superdotado y no muy equilibrado que sufre bullying; en otro de mis relatos, un niño, una especie de virtuoso de los videojuegos, somatiza sus problemas familiares dejando de comer (o comiendo sólo hamburguesas del McDonald’s). En el relato que os comparto, “La nieve tan cerca”, dos adolescentes deciden vestirse de silencio en una fiesta para pasar desapercibidos: ojalá existiera ese disfraz, porque a mí tampoco me gusta asistir a fiestas. Y ésos son

sólo algunos de mis personajes de los nueve relatos que contiene este librito.

Vivimos en un contexto complicado y estas historias tan disparatadas ocurren todos los días, lo creamos o no. Pero yo no creo en el malditismo. Siempre hay una brizna de esperanza en mis relatos. Lo necesitamos más que nunca. Mis personajes parecen tristes; pero lo son sólo si los observamos con los lentes de la normalidad: de lo que está bien. Mis personajes son unos locos maravillosos que se atreven a ir más allá. O que no tienen otra opción. Eso los hace tiernos y encantadores.

Creo que el relato más representativo de Los que son azules, sin embargo, es el que cierra mi libro: “Hapworth, 2051”. En él Celeste, la narradora de mi primer relato, esta vez siendo una mujer madura, se sitúa en el centro, como personaje principal. Es una persona tan bella que excede mis capacidades literarias. Se convierte en una idea de algo que va más allá del género: ese western fantasmagórico futurista que es sólo el telón de fondo para hacer que la idea de Celeste se desarrolle y perviva.

BPP: Dijo Wilde que “En el arte como en el

amor, la ternura es lo que da la fuerza”, cito esto porque tanto en el tratamiento de tus personajes como en tus interacciones en redes sociales eres una persona muy atenta, generosa, con escritores y con los lectores, algo atípico en el medio literario, qué opinas de esto.

GS: ¡Qué cita tan bella! En el último relato precisamente Celeste reflexiona sobre lo burdo, lo corta de miras que es esa visión de lo que nos gusta y no nos gusta. En realidad, el mundo, apenas nos cuestionemos un poco y tratemos de comprendernos, no funciona así. Pero creo que las redes sociales han contribuido a imbuirnos de ese pensamiento binario. La primera frase de mi respuesta forma parte de ese tipo de pensamiento. Es mucho más fácil pensar así que elaborar el verdadero pensamiento, que tiene la forma de un castillo, y en ocasiones de un castillo que es un bodrio estructural.

En Twitter, sin embargo, trato de formular las mismas preguntas que me hago yo, a los demás. Y eso constituye un acto de respeto hacia ellos. No dar la información masticada. En mis relatos siento que la información debe ir cruda. ¡Y que cada lector la cocine como le parezca! No hay buenos ni malos.

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Hay gente en medio de las vicisitudes de la vida. Una de las preguntas, por ejemplo, es la siguiente: ¿Seguirías queriendo a tu abuela si se convirtiera en un cyborg poderosísimo? ¿En un súper héroe? Otras son más delicadas. Pero ¿qué importa? ¿Vamos a ser delicados?

En mis redes trato de ser amable con todos porque creo que es como hay que actuar de antemano. Supongo que de la misma manera que lo hacemos con nuestros amigos y vecinos. Si alguien deja de serlo en algún momento, muy a menudo nos lleva hacia el territorio cómico. La abuela poderosísima de mi relato, por ejemplo, se pasea por el mundo sobre un drone, mientras enseña las bragas. Muchas veces el poder y la crueldad exhiben su lado cómico: depende de nosotros verlo o no. El poder es vulgar. Y, en las redes, si alguien actúa de mala fe, siempre se puede responder afilando un poco los cuchillos. Y eso también forma parte del juego.

De todos modos, en las redes sociales, el filtro de la literatura y el amor por los libros suele imponerse. Quiero decir que tengo la enorme fortuna de compartir mis reflexiones con personas interesantísimas y, siguiendo con la cita de Wilde, que poseen la fuerza de la ternura.

Hablando del tratamiento de mis personajes: el narrador es amable con ellos porque los conoce. Lo mismo que nos pasa con la gente: si hacemos el esfuerzo de conocerla y luego de comprenderla, puede que les acabemos cogiendo cariño.

Sobre el medio literario procuro ser sincero. Cada vez que alguien me pregunta sobre él digo lo mismo: ni lo conozco, ni ellos me conocen a mí, creo. Y me parece que si he recibido alguna consideración dentro de él ha sido precisamente porque los organi-

DENTRO DE LA LICUADORA hay un líquido extraño. Un cóctel de esos que le enseñó a hacer mami: un buen chorro de Kalhúa, bastante leche y hielo picado. El hielo golpea las paredes del recipiente conoide de vidrio. Esta tarde se celebrará una gran fiesta de disfraces y en la licuadora se baten los reactivos de la bebida que mami suele prepararse por las tardes: Kalhúa, leche y hielo. Y afuera están mis personajes. Tienen la misma edad y estudian en una de esas escuelas en las que es bastante común ver bocadillos de jamón del bueno envueltos en las planas del New York Times. Los cubitos de hielo son como las piedras pero están sometidas a ciertas temperaturas relativas, ciertos ambientes de estrés que hacen que vivan menos y peor que las piedras, piensa Mariona. Así, cualquiera. Mariona es una chica agraciada, rubia, chistosa, bien (según la opinión de unos) o mal (según la opinión de otros) vestida. Excéntrica, sí. Tal vez demasiado delgada. Un-pequeño-saco-dehuesos Lo suficientemente lista para que no termine de caer bien en las fiestas. Mariona vierte el contenido de la jarra pesada, fría e imprecisa en dos vasos de highball. Álex toma uno con una delicadeza excesiva. El índice y el meñique quedan descolgados. El Silestone de la cocina tiene una pátina de cosa cara. En las casas de la gente elegante no hay oro ni cosas aparentemente caras. [Álex toma un sorbo: sabe a menta. El alcohol le sabe a menta. Esto es porque

zadores eran personas tan naïf como yo. Que tampoco estaban dentro de los círculos literarios. Sencillamente se interesaron por mis relatos.

BPP: Hace poco estuviste platicando con una

IA sobre cómo sería la literatura en 2050. Después de Los que son azules, cómo crees que será tu próximo libro, qué temas te interesan desarrollar en el futuro.

GS: De momento parece que la IA es esa especie de cachorro casi indistinguible dentro

de la manada de gatos rayados. Tal vez un día crezca y nos demos cuenta de que es un tigre (y puede que ella también se dé cuenta). Algo he trasteado con ella y puede que sus algoritmos se hayan quedado con la copla de lo que opinan los académicos y maestros de la literatura sobre la literatura del futuro. Me pareció hasta graciosa. De todos modos, sus respuestas no arrojaron nada nuevo: la literatura se adapta a los tiempos, claro, pero nada cambia. Seguimos interesándonos por los mismos temas desde antes de Homero. Pero yo sí creo en el valor de la figura del escritor detrás de la obra. Y si no fuera así no estaríamos conversando por este medio, en esta entrevista. Negar la importancia del escritor es hacernos trampas al solitario. Y eso también va por ti, IA, si algún día lees esto. Mi siguiente libro será una novela lo suficientemente juguetona como para que no parezca una novela. Me considero un escritor de relatos. Los escritores de relatos nos cansamos pronto: narramos nuestros trabajillos, los redondeamos y pasamos al siguiente relato. Y si puede ser algo distinto, tanto mejor. Creo que saltar a un género tan distinto como la novela es muy propio de un cuentista. Pero como me cansaré pronto de ella, estoy seguro de que será una cosa amorfa y multigénero. Lo que sí puedo afirmar es que no se cimentará sobre el experimento, ni la argucia técnica; sencillamente trataré de disfrutar ese camino para que también el lector pueda hacerlo, que de eso se trata.

Si hablamos de la historia, de los hechos narrados, creo que mi novela tratará de los fantasmas del pasado, de los de siglos pasados y de escritores pasados; pero también de los propios fantasmas, muchos de los cuales se han dejado entrever en mis redes sociales. Vivimos tiempos convulsos y creo que eso debe hacerse notar en mi narrativa.

La nieve tan cerca
[Cuento incluido en el libro Los que son azules, cortesía del autor y la editorial Niña Loba]

la primera y la última vez que probó el alcohol fue en unas vacaciones en La Habana y fueron dos mojitos]. La gente elegante no compra cosas caras que tú puedas ver: compra Silestones caros, baldosas caras y tejas caras. Y luego compran casas y las venden y compran casas y las venden. Y después de todas estas operaciones, cuando ya son mayores, se compran un barco. Una cosa ultraligera a la que no pueden poner las tejas carísimas que han sobrado después de tantas, tantísimas operaciones inmobiliarias. Una cosa que cada vez que una ola golpea el casco te revienta el culo.

Álex es otro chico de familia bien. Un joven alternativo e idealista: todavía no sabe si sus ideales pertenecen a la alt-right o a la alt-left, solo sabe que son alt-(algo). Acaba de terminar la maqueta del centro comercial que él mismo proyectó. Tardó solo tres meses en hacerlo y lleva ocho meses buscando un concurso en el que acepten a niños listos de quince años. No llega al metro sesenta y es rechoncho y anda

encorvado, pero extrañamente parece que su inteligencia y su incapacidad social lo conviertan en un chico denso. En un agujero negro sin atracción o en un lingote de una sustancia todavía más densa que un mantecado de Navidad recién estrujado.

—Hay que ponerse a tono —dice Mariona. (Las palabras no son suyas, pero las pronuncia ella).

—Hay que TEMPLARSE. —El Kalhúa, la leche y el hielo picado homogenizados descienden por su garganta sin apenas rozar su lengua.

—¿Quieres? —pregunta Álex. Le tiende una cajetilla de cartón. Parece de cigarrillos.

—¿Qué son? —pregunta Mariona.

—Son grageas Jelly Belly —dice él—. Hay dos de cada color: una buena y otra mala. Una sabe a chocolate y la otra a comida de perro; una sabe a palomitas y la otra a huevo podrido; una sabe a melocotón y la otra a vómito. —Se detiene un momento—. Hay una que sabe a arándano o a pasta dentífrica.

—Es que no tengo hambre —dice Mariona. —Están buenas —dice Álex—. Bueno, una no. Entran en la habitación de Mariona y Mariona se quita unas zapatillas con suela de poliuretano negro que son horrendas, pero son también irresistiblemente cómodas. Mariona tiene los pies feos; pero a Álex no le parecen unos pies especialmente feos. Solo son unos pies distintos. De hecho, parece que tuvieran más dedos. Podría haber seis. Siete no. Los cuenta: son cinco dedos. Es solo que hay una medida para cada cosa. Y en este caso es como si los pies de Mariona tuviesen dedos de más cuando, en realidad, lo que tienen, son unos metatarsianos bastante marcados o la piel del empeine demasiado fina. Unos metatarsianos que anticipan al espectador los dedos que vendrán y, al final, parece que hayan ocurrido varias veces; especialmente si están en movimiento. Alex apura el vaso de Kalhúa con leche y hielo picado mientras le mira los pies. Las pisadas de Mariona se sienten agradables y cálidas (casi mullidas)

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porque el suelo de parqué porcelánico irradia calor. Álex tiene cruzadas tan sutiles como la de preferir los suelos de madera natural frente al parqué porcelánico. El parqué natural funcionaría de aislante del calor entre el sistema de suelo radiante y el propio suelo; pero los jóvenes (y más los jóvenes idealistas como Álex) otorgan una importancia excesiva a la autenticidad.

Esta noche tienen una fiesta de disfraces. Álex visitó hace un par de días una tienda de disfraces del centro de la ciudad: una que tiene un escaparate pequeño y una puerta de roble y el suelo de roble. Álex preguntó si tenían algún disfraz de algo muy silencioso. Álex no quería ir a esa fiesta. Sintió que acababa de poner a la dependienta, como suele decirse, entre la espada y la pared. E intuyó erróneamente que la dependienta no hallaría una respuesta. Inmediatamente, sin embargo, la dependienta le sugirió que fuera de nieve. «¿Hay algo más silencioso que la nieve? —le preguntó—. ¿Hay algo más silencioso que la nieve? Joder. ¿Tienen disfraces de nieve?».

Mariona decidió unirse al club. Por lo visto no es una cosa tan extraña. Según la dependienta de la entrañable tienda de disfraces, cada dos meses viene alguien preguntando por un disfraz de algo silencioso y ellos saben que tienen que venderle un disfraz de nieve. Es como una especie de código. Hay un código similar entre los calvos con prótesis capilar. Uno pregunta «¿Sistema?», y el otro responde afirmativamente: «Sistema».

Mariona se desviste y Álex se queda mirando la piel de sus pechos debajo del sujetador ahuecado mientras ella se agacha para ponerse el mono. El disfraz está hecho de felpa y tiene un montón de borlas que cuelgan de aquí y de allá. Tiene también estrellas en forma de cristal de nieve y brillantes de color celeste. «¿Qué? ¿Crees que tengo las tetas pequeñas?», le pregunta, sin mirarle a los ojos. Álex se agacha, tímido, y se pone su disfraz de nieve.

Cuando salen a la calle se sienten tan extraños. Tienen la sensación (y puede que sea así) de que los transeúntes no les quitan la mirada de encima. Los hay incluso que se ríen o comentan algo con sus parejas o sus amantes. Álex y Mariona tratan de enderezar la espalda, pero las borlas blancas se dejan mecer por el viento helado y los brillantes reflejan las luces apagadas de farmacias, zapaterías y restaurantes de comida rápida.

El salón de fiestas está solo a un par de manzanas. Las ondas de la música restallan contra las aceras y los coches aparcados. Álex le abre la puerta a Mariona. El ruido es ensordecedor. Álex piensa en devolverle el disfraz a la dependienta de la tienda de disfraces. Le dirá que su disfraz de nieve no amortigua el sonido. Que la nieve estaba defectuosa y que, por lo tanto, este no era el disfraz silencioso que le habían prometido. Le dirá todo esto, sí.

La primera imagen que ven es la de una enorme vaca. Es un disfraz en dos partes. También hay superhéroes y unas cuantas enfermeras.

—Mi madre dice que cuando sueña con una vaca es porque va a llover —grita Mariona.

—¿Qué?

—Que mi madre dice…

El disfraz de vaca es el que ocupa más espacio y es también probablemente el disfraz más vistoso de todos. Pero por dentro podría estar ocupado por dos hombres tristes que no tienen nada de qué hablar. O tal vez solo por plástico de burbujas. Quién sabe.

Mariona acaba de pedir dos CocaColas. De repente, aquello se vuelve demasiado grande para ella. Y en los vasos hay más hielo que CocaCola. Mariona se acuerda de los muebles de la cocina de sus abuelos. Ellos viven en un piso humilde comprado en los años ochenta. Los muebles de la casa de sus abuelos son mucho más endebles que los de su casa: cada vez que ella los visita, sus abuelos la regañan porque azota las puertas. Ellos, sin embargo, son tan cuidadosos. Además, los muebles de la cocina están laminados en un azul imposible más propio de los sesenta. Están hechos de aglomerado y parece que hasta la fórmica lucha por descascarillarse y lanzarse al vacío. Así de vulnerable se siente ella ahora.

—Álex, ¿te parecería bien que nos fuéramos? —dice ella. (Él, en el fondo, estaba allí por ella).

Álex se mete una gragea en la boca: podría ser de chocolate o de comida de perro.

Fuera hace frío, pero esta vez se sienten como cómodos. Tanto, que ni siquiera miran a su alrededor. La noche es silenciosa aunque las olas rugen. Buscan a tientas una roca grande y cuadrada en la que puedan sentarse, en el malecón. Hace tanto frío que, si esta noche tuviera que llover, probablemente nevaría.

Se acurrucan en el silencio de sus propios cuerpos y sienten el contacto de sus pieles luchando por ganar algo de calor. Y, de pronto, la nieve empieza a caer.

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Libros

La extraña felicidad que hay entre lo político, lo filosófico y lo literario

6 Por Óscar Novella*

Ariesgo de incurrir en el prejuicio de llevarme por la forma y pasando por alto la fondo, quiero abrir este breve comentario abundando en un la foto que aparece en la portada del libro. En la hoja legal se describe: “En la foto de aparece Fortino Sámano, capitán carrancista mandado a fusilar en la ciudad de México por un delito menor un día de marzo de 1917. ‘Pocas horas me faltan, muchachos; hay que ir entero al paredón; que no se diga que los soldados constitucionalistas no saben morir como mueren los hombres’, fueron sus palabras según uno de los testimonios. En su semblante se aprecia una suerte de rara, arrogante y extraña felicidad”. Por las largas horas en que he podido conversar con mi muy apreciado camarada Carvallo, al calor de una cerveza, un mezcal o un café, al leer La extraña felicidad y otros textos literarios [Ediciones del Lirio, 2024] me doy cuenta de que esa actitud altiva, retadora y valiente -en síntesis estoica- de Fortino Sámano, en los instantes previos a su fusilamiento encarnan, por un lado una especie de hilo conductor entre la gran diversidad de autores y géneros de los ensayos y poemas que contiene el libro; y por otro, el ideal de sujeto político que de manera persistente Carvallo asume y describe en sus participaciones en múltiples foros.

En una sola obra ejercer crítica literaria y al mismo tiempo crear obra, implica desarrollar una tarea por lo menos, extenuante. Treinta o más autores pasan por esos ojos vivarachos que parecen estar siempre asombrados, treinta o más mentalidades que van desde autores que escriben para los adultos con visión de un infante, hasta científicos de las disciplinas sociales, pasando por cuentistas desgarradores, filósofos tremendistas, narradores costumbristas y dramaturgos infaltables en el canon literario universal.

Hacer crítica literaria es, prácticamente, irrumpir con temeraria audacia en el ensayo y la antología; y agreguemos la creación que, es en sí un acto extenuante sobre todo porque esas creaciones son derivadas de la ávida costumbre de leer, según se deja ver, de manera casi compulsiva.

Y a pesar de ello, con modestia sincera establece en su prólogo: “ modesta es para mí la función de la crítica literaria, con la cual, acorde a sus palabras ofrece al público lector el resultado de un número determinado de horas dedicadas a una pasión muy puntual por la literatura y el ensayo literario, acumuladas a lo largo de veinte años”.

Para cada autor vierte una opinión con base a la personalidad y características de su trabajo, aplicando, cuidadosamente, los adjetivos necesarios, para que el lector se sienta atraído a buscar el texto y se vea tentado a conocer más sobre cada uno de ellos. Para tal efecto se apoya en comparaciones, similitudes, analogías y, algu -

nas veces, citando o parafraseando a otros autores, lo que nos indica que sus conceptos no son improvisados ni se dan al azar.

Con absoluta soltura, como si estuviéramos frente a él, nos cuenta cómo conoció, encontró o supo de algún autor y su obra, como diciendo así hazlo tú , por ejemplo, sobre John Cheever: cuando la compré -la biografía-, supe de él. Fue en Mérida, a precio de remate: creo que de 50 pesos si no es que menos. Han de ser ahora tres años más o menos. Una ganga sorprendente”. Pero también, en ese cúmulo de textos leídos, se dan circunstancias que a todos nos puede pasar: “ A Max Aub lo he leído siempre, por lo menos son ya casi quince años. Como

suele pasarme no recuerdo ya muy bien cómo llegué a él […] Ahora recuerdo que fue quizás a trav és de Malraux como conocí a Aub ”.

Me veo obligado a justificar esa situación, puesto que en la cotidianeidad se repite como parte de uno de los mecanismos de defensa del cerebro que guarda en algún nivel determinado, datos que podrían opacar lo esencial de una obra.

En algún momento de la obra de Carvallo, en su primera parte, “La brevedad de los días”, nos es necesario releer, con el fin de establecer una relación entre lo que estamos leyendo con lo que leímos antes o acabamos de leer y de esta manera comprender que su intención es, más que nada, convencernos de la relación que, aun cuando no la distingamos con claridad, existe entre los diversos, autores y propuestas.

Sucede algo similar en la segunda parte, “Creación”, donde reinan la melancolía, la tristeza, la evocación, la nostalgia, la soledad, las reminiscencias, la ambigüedad y los sentimientos que generan cada atardecer y las noches fantasmales. Esto porque debemos estar seguros que no es un solo y gran poema en prosa, que no es un viaje sin escalas, sino una ruta con muchas estaciones, muy parecidas, sí, pero diferentes entre sí. Cada una con el toque espacial en la decoración del autor y la obra que las inspiraron, donde los paisajes que van pasando ante nuestros ojos a través de esas ventanas que son esos enormes lentes que lleva puestos, son por decir lo menos, impresionantes. Es un viaje alucinante, embriagador y, sobre todo, con un conductor que nos hace sentir que el “tour” fue diseñado especialmente para nosotros.

Así pues lo que Carvallo nos ofrece es una oportunidad para que dentro de ese complejo caos de autores, definiciones, géneros y análisis dispongamos de algunos elementos que nos sirvan reconstruir nuestras cosmovisiones a partir de una serie coordenadas filosóficas orientadas al estoicismo.

* Texto leído en la presentación del libro La extraña felicidad y otros textos literarios , de Ismael Carvallo, en la cantina El Retiro, en la ciudad de Zacatecas, el 29 de marzo de 2024.

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Ecos del viento en Vinícola El Consuelo

6 Por Felipe Gallegos

El miércoles 27 de marzo del 2024 se inauguró la exposición colectiva Ecos del viento , con lo que inicia actividades la Galería Viento Negro en Vinícola El Consuelo.

Participaron en esta exposición inaugural los artistas Cristian Elías Jiménez, América Herrera Zorrilla, Citlali Fernanda Cuevas Picazo, Tomás Hernández Monreal, Sarah Goaër, Leonardo Rubio Noriega, Ana Acevedo, Jorge Alberto Gallegos Vargas, José David Oliva Reyes, Dante Ulises Vázquez, Leopoldo Elías Smith Mac Donald, Fernando Jiménez Luévano, Guillermo Méndez Rodríguez, José Mauricio Díaz Fernández, Iván Odín Barrios y Alfonso López Monreal, quien apadrinó esta muestra. La exposición en la Galería Viento

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Luisinuay se presenta el mi é rcoles 3 de abril de 2024, a las 6:30 p.m. en Plaza de Armas. Luisinuay (Luis Ramos) es un músico solista zacatecano exponente del género indie synth rock pop , conocido por su música fresca y un sonido actual, sus canciones son una mezcla de elementos electrónicos que combinan sintetizadores espaciales con guitarras eléctricas, además de un groove increíble en el bajo junto a letras y melodías vocales que te harán cantar y bailar con toda la emoción.

Luisinuay presenta su show fullband “Tú y yo, en esta inmensidad” en el que le acompañan Pamela Arellano en la guitarra eléctrica, Paulina Piñera en el bajo eléctrico y Paty de Luna, en la bater í a y secuencias. Juntos nos llevar á n completamente por los mejores temas

Negro permanecerá en exhibición hasta el 27 de mayo del 2024. Horario de visita: miércoles a viernes de 2 a 7 y sábado a domingo de 10 a 7 de la tarde. La vinícola El Consuelo se encuentra en la carretera federal San Luis Potosí- Zacatecas km.158 en Trancoso, Zacatecas.

Luisinuay en el Festival Cultural Zacatecas

del solista, de los cuales resaltan “Con esta canción nos imagino bailando” y “Tú yo”, los cuales son dos de sus sencillos más solicitados del 2022, mismos que cuentan con videoclips oficiales disponibles en sus redes sociales y canal de Youtube ; además, el tercer sencillo que lanzó en 2023, “Mil veces”, todos con una impresionante producción audiovisual.

Su trayectoria en escenarios incluye la Feria Nacional de Zacatecas en los años 2022 y 2023, donde telone ó a DLD y a Enjambre, además de La Feria

Nacional de La Plata 2023. Festival De aquí pal Real 2024, y diversos eventos de la escena nacional en Zacatecas, Aguascalientes y Monterrey.

La temática de sus letras relata una historia de amor y desamor, donde se tocan temas como la euforia, el amor incondicional y la desilusión de las rupturas amorosas. Luisinuay escribe canciones con las que todos se pueden identificar, como lo dice con sus propias palabras “Están basadas en hechos reales”. Son canciones y melodías que nacen de su propia experien -

cia, y en las cuales est á plasmado todo el sentimiento del artista.

Su presentación está llena de sorpresas y de momentos únicos, donde los visuales en pantalla crean atm ó sferas para cada canción y para cada momento. Un espectáculo musical que te hará bailar y cantar. Luisinuay preparó un show para el Festival Cultural Zacatecas lleno de música donde cada canción despertará emociones que harán “que todo se sienta ‘de pel í cula’; te harán gritar y cantar: ‘dime si aún nos queda algo más entre tú y yo’”.

Música

1 DE ABRIL DE 2024 7
Exposiciones

Los colonos, de Felipe Gálvez Cine

6 Por Adolfo Núñez J.

La acción transcurre en Chile, durante los primeros años del siglo XX. José Menéndez (Alfredo Castro) es el dueño de una enorme cantidad de tierras ubicadas en la Patagonia chilena y argentina. Él desea abrir un camino para sus ovejas, que cruce este territorio y que llegue hasta el océano Atlántico. Para dicha misión Menéndez encomienda a un grupo variopinto compuesto por el escocés MacLennan (Mark Stanley), el texano Bill (Benjamin Westfall) y el mestizo originario de Chiloé, Segundo (Camilo Arancibia).

Este peculiar grupo deberá abrirse paso entre páramos desolados y zonas boscosas. Lugares de un espacio inmenso donde no parece que pueda habitar ni una sola alma; a veces cruzando de un país a otro como si no existiera una frontera más allá de la Cordillera de los Andes. No importa a cuántos nativos tengan que exterminar en el proceso, los tres hombres están decididos a cumplir con la misión que se les asignó.

A medio camino entre el western clásico y el revisionismo más actual hacia dicho género, conocido como anti-western, Los colonos (2023) es el debut en la dirección de Felipe Gálvez. El realizador apuesta por un acercamiento a las películas del Viejo Oeste bajo una óptica distinta, una que se permite analizar las complejas relaciones entre los hombres blancos y los pueblos originarios de la región conocida como Tierra del Fuego. Estas relaciones perpetuarían la aniqui-

lación de los nativos en dicha zona.

Gálvez reflexiona, en última instancia, sobre las formas en las que el colonialismo y el genocidio silencioso hacia estos pueblos originarios se volverían elementos fundacionales en el ferviente nacionalismo de Chile. De tal manera, la película narra la otra versión de los hechos, ésa que ha sido omitida de los libros de historia, ya sea por vergüenza o cinismo. Demostrando que, al igual que en el origen de muchos otros países, el de Chile fue uno marcado por la violencia, tanto física como política.

En ese sentido, el filme encuentra un interesante paralelismo con Killers of the flower moon (2023) de Martin Scorsese, otro western revisionista que también orbita sobre el genocidio hacia un grupo de nativos (los Osage), mostrando la página oscura de una nación, donde se evidencia a un país obsesionado con la riqueza, capaz de hacer hasta lo impensable para obtenerla.

Los colonos no es una película que utilice la violencia de manera gratuita. Sus imágenes gráficas, lejos de buscar un impacto inmediato en el espectador, son más bien herramientas, sutiles pero efectivas, para evidenciar la oscuridad inherente en cada individuo, una que puede expandirse por un país entero, con la fuerza suficiente para exterminar toda la vida a su paso. Con este atípico y provocador western, Gálvez sugiere que, dentro de los excesos del capitalismo y la lucha por el territorio, realmente no existe una diferencia entre la civilización y el salvajismo.

LA GUALDRA NO. 615 /// 1 DE ABRIL DE 2024 8
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