La Gualdra No.17, Lunes 26 de Septiembre del 2011

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SUPLEMENTO CULTURAL

NÚMERO 17 - 26 DE SEPTIEMBRE DE 2011 - AÑO 1

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN


Este martes 27 de septiembre se inaugura el X Festival Barroco en el Museo de Guadalupe; desde ese día hasta el 2 de octubre, una gran variedad de conciertos, happenings, degustaciones, obras de teatro, animaciones artísticas, talleres y visitas teatralizadas se llevarán a cabo en este magnífico recinto virreinal. La entrada para todos los eventos programados será gratuita. Ese día se inaugurará la Magna Exposición Temporal “El pecado y las tentaciones en la Nueva España”, en punto de las 19:30 hrs. Esta exposición posteriormente hará un recorrido por el Museo Nacional del Virreinato, el Museo Franz Mayer y finalmente estará exhibiéndose en la Casa Grande Real del Monte (Universidad Autónoma de Hidalgo). Esta exposición está conformada por 87 piezas provenientes de los acervos del Museo de Guadalupe, el Museo Nacional del Virreinato, Museo Nacional de Historia, Museo del Carmen, Museo Franz Mayer, Pinacoteca de La Profesa, Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, Biblioteca Elías Amador y el acervo de la fotógrafa Dolores Dahlhaus. En el equipo académico de este proyecto participan la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Museo de Guadalupe, el Museo Franz Mayer, la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y la Universidad Autónoma de Zacatecas. De acuerdo a lo manifestado por Rosita Franco, directora del Museo de Guadalupe, la exposición se divide en seis núcleos temáticos en los que se mostrará la doctrina de la iglesia católica sobre los asuntos del pecado, así como sus repercusiones en la Nueva España; haciendo énfasis además en algunas tentaciones que vivieron y aprendieron a superar hombres y mujeres novohispanos. Los núcleos temáticos que se presentarán son los siguientes: 1. La lucha entre el bien y el mal. 2. El pecado original. 3. La redención del género humano.

4.La doctrina del pecado en la Nueva España. 5. El camino de la salvación. 6. El juicio final. El concepto curatorial trata de mostrar a través de 87 piezas de arte virreinal la concepción que los habitantes novohispanos tenían del pecado, delito moral que transgrede las normas religiosas y en este caso sociales, propias de la naturaleza humana; así como también algunas tentaciones propias de la Nueva España –que a la fechas siguen siendo consideradas como tales-. Asistir a esta exposición será todo un privilegio para los habitantes de Guadalupe, Zacatecas y para todos aquéllos que deseen venir de otros puntos del país; pues esta colección no se ha reunido en ninguna ocasión anterior y será muy difícil que volvamos a ver obras de Cristóbal de Villalpando, Gabriel José de Ovalle, Andrés López, Miguel Cabrera, Juan Correa y Jean Cousin “El joven” -sólo por mencionar a algunos de los pintores del siglo XVIII- reunidas en un sitio tan hermoso como el Museo de Guadalupe. El actor y director teatral Emmanuel Márquez –recientemente galardonado con la Medalla Mi Vida en el Teatro por su amplia trayectoria y contribución al teatro en Méxicoserá el encargado de realizar las visitas teatralizadas. Nadie mejor que él para guiarnos en esta travesía de pecado y tentaciones. La Gualdra extiende una felicitación a la directora del Museo de Guadalupe, Rosita Franco; a todo su equipo de trabajo; y a la Asociación de Amigos del Museo y Ex Convento de Guadalupe, por la celebración de este Décimo Festival Barroco. A usted, amigo lector, lo invitamos a que asista a los eventos del festival cuya programación podrá usted encontrar en los interiores de esta Gualdra.

Desbalagando certezas por Gabriel Luévano

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La Metáfora Solar por Nelson Guzmán

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Gutenberg vive ¿Dónde está Houellebecq? por Mauricio Flores

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Díaz Casas y la Asociación de Amigos del Museo y Ex Convento de Guadalupe por Jánea Estrada

Castillo de sal si puedes por Ester Cárdenas

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Un viejo que leía novelas de amor y un libro que enseña cómo funciona la lectura por Eduardo Campech Miranda

el anti uo oficio de las te edo as Lugar visto y Escuchado, los telares de Patricia Dunn por Edgar A. G. Encina

agenda Cine de ciencia ficción por Bertha G. Michel S. Lengua de gato pardo No. 2. Yoruba soy, lukimi. Los Orishas de Renny Castillo por Armando Haro

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Sabido muerto por Joel Flores

Quítame los ojos por Pilar Alba

Carmen Lira Saade / Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas / Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín / Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Sandra Andrade Trinidad / Diseño

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibída la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

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Juan Carlos Villegas / Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


Por Gabriel Luévano* No cabe la menor duda. La tranquilidad, por más maquillada o carente de fundamentos que se piense, se encuentra sostenida por la seguridad que creemos, tiene el ser humano en todos los orbes físicos y culturales. La certeza de pertenecer a un orden draconiano, inclemente ante cualquier desvío que prevarique las buenas costumbres, nos vuelve prosélitos de la rutina y del tedio. El mundo material, por lo tanto, es tal, en el momento de ser nombrado, clasificado y usado por el hombre. Recuerdo la peste del insomnio padecida por el mítico Macondo y las tristemente divertidas medidas tomadas para sobrellevarla. “Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche”. Así operan nuestras certezas, en el uso que hacemos de las cosas, en la comprobación empírica de un universo ya de por sí sin sentido concreto: Esto se llama cachivache, y sirve para sostener el polvo. Esto se llama boca, sirve para dejar salir las palabras. Esto se llama Dios, y es nuestro padre y eterno salvador. La apacible y morosa tranquilidad no admite discursos alternativos. Decir, por ejemplo, esto se llama cachivache y sirve para quebrarle la cabeza a nuestro padre cuando éste se ha enamorado de la misma mujer que nosotros y protagoniza con ella ubérrimas parrandas. O, esto se llama boca y sirve para decir en una novela: “Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano”. Y Dios, bueno, Dios puede ser la perfecta justificación de nuestra atrabilis contenida, de nuestros errores más cruentos. La literatura, es sabido, muchas veces es tildada de ambigua. Y en parte es cierto, las etiquetas se han roto en sus terrenos. Y en ningún caso se queda con la certeza de decir: Esto es el lenguaje, y sirve para comunicar, digamos, que debemos ir por las tortillas, que amamos a alguien, que se mueren los viejos, etcétera. Es decir, la literatura comunica, por supuesto, pero en ella las palabras giran en su esencia simbólica, y en la infinita capacidad que tenemos para descifrarla, disfrutarla y crear con ella nuevos significados. La reafirmación de estas ideas nunca había sido tan clara, por lo menos para mí, como en la lectura de una singular obra, que ostenta de modo inequívoco, muy a pesar de la distancia, la libertad del lenguaje hasta los senderos de lo grotesco. Gargantúa y Pantagruel, del humanista francés François Rabe-

Fotografía Rulex Karamazov / www.flickr.com/photos/rulex_karamazov/

lais (1494-1553). Básicamente es una serie de historias en torno a una pareja de gigantes, Gargantúa y su hijo, verdaderos tragaldabas, bebedores, doctos en el arte pedestre (fórcese “pedestre” hasta una significación escatológica), que protagonizan aventuras fantásticas en que la realidad es un pretexto para la recreación hiperbólica. Rabelais, nos ha legado una monumental obra, cuya importancia recae, creo yo, en la honestidad de su propuesta estética. En Rabelais, los frailes se emborrachan, los puercos vuelan, las botellas predicen la fortuna, o, una ingeniosa perspectiva de los genitales (intocable palabra para muchos) puede salvar a un labriego del mismísimo diablo. La novela del francés, plagada por irrisorios juegos de vocablos, insultos pintorescos y desfachatez saludable, nos devuelve la única certeza que no es dañina: La palabra es de todos los hombres, no de un grupo, de una ideología o de un demiurgo moralista. Su uso, entonces, mientras vaya acompañado por la conciencia de su libertad, disuelve la concepción de “malas palabras”. Ahora bien, no pretendo decir en ningún caso, que el hecho de insertar “obscenidades” a troche moche, vuelva literario un discurso. Para nada.

No basta la rebeldía. Es necesario un móvil artístico, un trabajo reflexivo, que no prescinde de diversión y disfrute. Es necesario también, un hábil uso de la retórica, del tiempo, así como la coherencia de la intención estilística. Recuerdo, traído al caso, el poema Ya todos saben para quién trabajan de José Emilio Pacheco en el que cada verso está plagado de nombres de marcas comerciales. A primera vista pensaríamos estar ante una perogrullada, sin embargo, la ironía constituye la razón del poema. Detrás de Rabelais está el ingenio, el goce anecdótico, la idea de que la literatura es más allá que una mera posibilidad

José Emilio Pacheco, escritor mexicano.

de transmitir información (sean sentimientos, instrucciones para vivir o malvivir mejor, devaneos morales o espasmos de locura o cursilería). La palabra se desenmascara y así devuelve a la forma del discurso su condición de arma, en cuanto a defensa contra lo estancado, lo solemne, lo aburrido. La libertad ejercida en Gargantúa y Pantagruel, transforma a eso que llaman cinismo, en arte de la valentía frente a los puritanos intentos de esconder lo “indecible”. El triunfo de la literatura consiste precisamente en eso, en derrumbar las certezas que en gran medida devienen en intolerancias de todo tipo.


Por Nelson Guzmán

Derrama todo lo que sangra de ti, Zoé Caspar David Friedrich, El caminante sobre el mar de nubes

Somos virtualmente ciegos de nosotros mismos. Síntoma de ello es que las afinidades entre dos personas son más profundas cuando mantienen resquicios ocultos, cuando más que las palabras, son los gestos, debilidades y obsesiones los que comunican su intimidad. Por eso más que en las semejanzas de las ideas manifiestas de algunos autores, son sus símbolos predilectos los que expresan sus acuerdos implícitos, su complicidad furtiva. Es bien sabido que Georges Bataille manifestó siempre una comunidad con Nietzsche. Cuando en 1936,

Bataille fundó la sociedad secreta Acéfalo, que pretendía restituir la violencia sagrada en la vida contemporánea, la figura del filósofo alemán era tenida como la encarnación de Dionisos; años más tarde, al finalizar la gran guerra, le dedicaría el tercer tomo de la Summa atheológica, en esa especie de diario personal que es Sobre Nietzsche. Pero más allá de las ideas comunes de ambos pensadores, su fascinación por ciertos símbolos expresa mejor que sus ideas la condición que los aproxima. Una de ellas es la enceguecedora atracción por la luz que irradia el Sol.

En un artículo titulado La mutilación sacrificial y la oreja mutilada de Vincent Van Gogh, Bataille postula que la fascinación por el Sol es solidaria del sentimiento de desprendimiento, de necesidad de pérdida que la conducta soberana de los hombres encierra. Relatando un par de casos clínicos en los que un hombre y una mujer creyeron escuchar del Sol la orden de mutilar su propio cuerpo, se arrancaron los dedos y un ojo respectivamente, Bataille pasa a escudriñar cómo la mutilación que van Gogh realizó de su oreja estaba íntimamente relacionado con la aparición de la figura

solar en su pintura, plena a partir de entonces de campos amarillos brillantes, habitaciones celestes y girasoles marchitos. Fascinado por la actitud sacrificial, Bataille siempre admiró las costumbres rituales de los aztecas, para quienes la sangre que emanaba del cuerpo humano era el alimento de la luz solar que la secaba en los campos de batalla o en los altares sacrificiales. La sangre era así tenida como luz solar que nutre la vida. La soberanía del hombre radica en la entrega de la propia sangre que se ofrece como la luz diurna se derrama e ilumina el mundo. Nietzsche había cincuenta años antes ofrecido la moral del superhombre, de aquél que afirma la vida sin evitar poner ante los ojos el aspecto eminentemente trágico de su sentido. Quien afirma la vida, afirma necesariamente el dolor y se entrega. Al comienzo del Zaratustra, éste dirige unas palabras al Sol: “¡Oh astro rey! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquéllos a quienes iluminas! […] Yo tengo necesidad de manos que se extiendan. Me gustaría regalar y repartir hasta que los sabios hayan vuelto a regocijarse con su locura, y los pobres, con su riqueza. Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi ocaso como dicen los hombres a quienes quiero bajar”. El mediodía, el ocaso y la aurora, son siempre en Nietzsche motivos que expresan los sentimientos humanos de grandeza, como lo son el renacer, la cumbre y la entrega silenciosa a la muerte del sentido. Como en Bataille, el Sol es siempre el emblema del don de sí. Como en todos, el signo de la mayor soberanía, la soberanía de la entrega. Aunque no olvidemos que el dar es también una forma de egoísmo. Pues si bien el sentimiento de sí mismo es lo que prevalece en los hombres, éste se manifiesta en dos formas opuestas: una está dirigida al sentimiento de sí mismo que se experimenta en la pérdida, mientras que la otra, el egoísmo mezquino se vivifica en la adquisición, en el mirar a hurtadillas la mesa de los que hacen regalos. Hay una falta en el hombre contemporáneo cuya pobreza radica en no tener ya un motivo que amar hasta la muerte. Nietzsche lo llamó el último hombre, el que cree haber inventado la felicidad, que prueba venenos inocuos y placenteros, que ha abandonado las comarcas solitarias, el hombre que vive un lamentable bienestar y que no sabe dar de sí sin esperar un beneficio, que no se deja fluir sin mayor motivo que experimentarse a sí mismo en la pérdida que se expande como la luz del Sol, que multiplica las sombras que se extienden al caer el día.


Por Mauricio Flores *

Comenzó a circular en nuestro país su más reciente novela, El mapa y el territorio,i traducción de Jaime Zulaika, con la que el autor francés obtuvo el prestigiado premio Goncourt. Fatalidad o mercadotecnia —o ninguna de las dos—: el tiempo lo dirá. Lo cierto es que en la nueva novela del francés Michel Houellebecq (1958), publicada en español apenas seis meses después de que causara revuelo en los medios literarios e intelectuales franceses, al grado de que se le concedió el prestigioso premio Goncourt, existe un personaje, casi central, que lleva por nombre Michel Houellebecq y no es otro sino el novelista galo. En El mapa y el territorio, y tras el afianzamiento del autor de la ya célebre trilogía “de la condición humana” (Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales, Plataforma), Houellebecq el novelista es un imán que atrae ineludible e intelectualmente al personaje, éste sí central, el artista plástico Jed Martin. Y es que resulta que tras sus iniciales incursiones en la fotografía divulgativa, Martin da “el salto” hacia nuevos territorios de la creación. Es entonces, gozne exacto en que confluyen el desenvolvimiento artístico del personaje y el discurso estético del autor de la novela —si se quiere y acepta velado— cuando irrumpe en El mapa… un neurótico, apartado, misterioso y turbio Houellebecq. Justo cuando las disquisiciones acerca del arte de nuestro tiempo, casi ensayísticas y las que el lector habrá de adjudicar irremediablemente al autor, aparecen en la novela. Son definiciones muy variadas, todas ellas nutridas de la contemporaneidad, del arte de nuestros días, el que tenemos y no el que deberíamos tener: el que tendría “quizá parecerse a aquello, a una actividad inocente y alegre, casi animal”. El arte (plástico) que habrá de encumbrar a Jed Martin en territorios insospechados por el mismo. Los modelos que reproduce en cada una de sus esferas el capitalismo más contemporáneo y, tratándose del plástico, el de la oferta y la demanda.

Y es que en la misma pintura, leemos en El mapa…, se encuentran también las voluntades por describir el mundo y explicarse el funcionamiento de una sociedad. Michel Houellebecq, escritor francés.

Avanzo en la lectura de El mapa… y circulan dos noticias que refieren a la misma. En sms se advierte: “La educación es pasaporte social al desarrollo”. Lo firma Carlos Slim. Ya es la página 174, casi el mediodía del mapa houellebecquiano, en donde mismo se perfila a uno de los hombres más ricos del planeta. “Por su aspecto nadie lo diría, ya lo sé, pero ha ganado montones de dinero en telecomunicaciones: se calcula que es la tercera o cuarta fortuna mundial, y es coleccionista…” Slim está ahí, en la esplendorosa apertura de la muestra plástica de Jed Martin, y permanece “delante de un cuadro no menos de cinco minutos”. Se desplaza muy poco; se aleja; se aproxima unos centímetros. El artista lo mira y piensa: “había adoptado la distancia de visión ideal para un lienzo de aquel formato; a todas luces, era un auténtico coleccionista”. “Después, el multimillonario mexicano se volvió y se dirigió a la salida; no había saludado ni hablado con nadie […]. Sin devolverle la mirada, Slim Helú se subió a la limusina Mercedes negra, estacionada delante de la galería”. Llegará después el momento de la compra-venta y con él, nuevas definiciones en voces distintas, como la del galerista (Franz), que sabe desde hace mucho que “el mercado del arte está dominado por los hombres de negocios más ricos del planeta”. Por quienes saben que “la motivación delictiva más extendida, la más universal” no es otra que el dinero.

Jed Martin, próspero artista plástico, ha logrado “representar artísticamente al mundo”; también comercializar sus obras a precios insospechados. ¿Fatalidad o mercadotecnia?, comenzó preguntando el presente texto, al tiempo que leo: “El escritor Michel Houellebecq, en paradero desconocido”. Y precisa la nota de La Vanguardia que esta semana “tenía que emprender un tour por varias ciudades de Holanda y Bélgica para hablar de sus libros y no se ha presentado ni dado ninguna explicación a los organizadores, que tampoco consiguen localizarlo. No responde sus emails desde junio, ha suprimido su perfil de Facebook y cambiado de número de teléfono. Internet hierve con las especulaciones más disparatadas sobre su paradero. ¿Dónde está Houellebecq?, se pregunta la comunidad literaria internacional”. Distancias guardadas, en El mapa… Jed Martin emprende la búsqueda del escritor francés a fin de que conozca su obra y, si así lo decide, escriba un texto sobre la misma. Tarda, ¡vaya que tarda el novelista en entregar el texto!, pero el artista consigue finalmente el codiciado escrito. Reflexión que no resulta ser el acomedido, superficial, panegírico y obligado comentario sobre un determinado conjunto de pinturas sino una creación de largo aliento y cargado de deslumbrantes consideraciones. ¿Cómo podrá corresponder al gran novelista, quien incluso antes se dejó pintar por el mismo Martin? Con el mismo cuadro, decide el artista plástico, ahora tasado en millones de euros.

Hasta el apartado y solitario reducto de Houellebecq acude Martin; a entregarle “Michel Houellebecq, pintor”, quizás su último cuadro (esto lo descubrirá el lector). Como descubrirá también el destino del Houellebecq de El mapa…, trágico destino que, así novelado por el autor, lo coloca a la vez como un gran exponente del thriller más actual. Al rememorarle a Jed Martin su carrera narrativa, Houellebecq le había confesado que “siempre se puede tomar notas. Tratar de llenar renglones de frases, pero para emprender la escritura de una novela hay que esperar a que todo se vuelva compacto, irrefutable, hay que esperar a que aparezca un auténtico núcleo de necesidad”.

—¿Dónde está Houellebecq? —preguntó candoroso, inquieto, el lector de El mapa y el territorio? —En El mapa y el territorio —adónde más— contestó… Houellebecq. * Periodista y promotor cultural. i Michel Houellebecq, El mapa y el territorio, Anagrama, México, 2011, 382 pp.


Jánea Estrada: ¿Cuál ha sido desde un inicio su interés por formar una Asociación de Amigos del Museo y Ex Convento de Guadalupe? Jesús Manuel Díaz Casas: Yo nací en Guadalupe, considero que tengo el compromiso con retribuir en algo al municipio del que soy originario. Hay que regresarle algo bueno al pueblo donde nació uno. Si yo puedo contribuir con asuntos de gestión para realizar cosas a favor de este recinto… para eso estamos y lo hago con mucho gusto tratándose de Guadalupe. Yo soy un orgulloso guadalupense de Guadalupe, aunque desde hace 40 años vivo en Zacatecas por asuntos de trabajo. JE: Las actividades profesionales que usted ha realizado son muy diversas, y veo que lo más próximo a gestión cultural usted lo realizó cuando trabajó en la UAZ. JMDC: Sí, yo desde que entré a la UAZ a trabajar, lo hice en el Departamento de Difusión Cultural cuando el Lic. Almanza estaba al frente, alrededor de 1968-1970. JE: Le tocó una etapa muy ríspida en cuanto a movimientos sociales, entonces… ¿Usted cree que la cultura sea la solución para lo que estamos viviendo ahora o es una situación muy diferente a la de aquél entonces? JMDC: Sí, la situación en aquella época era algo conflictiva y a nosotros nos tocaba tratar de calmar las cosas con asuntos relacionados con la cultura. Yo creo que la cultura encausa los movimientos, les da proyección, más que nada.

JE: Usted era rector de la UAZ en 1977, un año muy significativo en la historia universitaria, la gente lo recuerda con mucho respeto por lo que se vivió en esa época, ¿qué recuerdos tiene de esos momentos? JMDC: (Suspira) Sí, el 77… fue un parteaguas, estaba yo en la rectoría, tratando de conciliar las cosas, sobre todo. Tuve muchas enseñanzas, aprendí a ser muy cauto, a no polarizar, sino a contemporizar con las diversas voces de un movimiento político en conflicto. Teníamos que salir adelante a los problemas y fue lo que hicimos, tratando de que la idea institucional prevaleciera en la universidad sobre los intereses políticos. Tratamos siempre de ser un factor de equilibrio, incluso cuando notamos que ya no podíamos tratamos de pedir una licencia para dejar el cargo, cosa que no se aceptó, se discutió, hubo un referendum y me ratificaron en el cargo. JE: Siempre ha realizado usted en el ejercicio de su vida profesional actividades muy disímbolas pero muy relacionadas con la gestión y la conciliación… ¿Qué nos puede decir de las actividades realizadas recientemente en gestión cultural? JMDC: En este aspecto hay algo muy especial; tratar con los artistas, usted lo sabe, es muy interesante porque son personas altamente sensibles y analíticas, con ideas diferentes… también aquí hay que armonizar y eso no es fácil; porque hay que tratar siempre de respetar las individualidades, amalgamarlas en lo posible en torno a un proyecto en común.

El licenciado Díaz Casas nació el 2 de enero de 1936 en la Ciudad de Guadalupe, Zacatecas. Sus padres fueron J. Jesús Díaz Herrera y Altagracia Casas Acevedo, él es el mayor de ocho hermanos. Realizó sus estudios de primaria en la Escuela Primaria Severo Cossío en Guadalupe; ingresó al Instituto de Ciencias de Zacatecas en el año de 1950 donde realizó sus estudios de secundaria hasta culminar la carrera de Derecho en el año de 1959. Entre los múltiples cargos que ha desempeñado en la función pública y académica podemos mencionar que Jesús Manuel Díaz Casas ha sido docente de las escuelas Secundaria y Preparatoria y de la Facultad de Derecho, Secretario General de la Universidad, Rector de la UAZ – en dos ocasiones-, Presidente Municipal de Zacatecas –en dos ocasiones también-, Procurador de Justicia, Diputado Local, y Secretario Ejecutivo del Consejo Estatal de Seguridad Pública de Gobierno del Estado de Zacatecas. Prolífica y diversa ha sido su labor, además, como gestor y promotor cultural; desde finales de la década de los noventa se funda la Sociedad de Amigos del Museo y Ex Convento de Guadalupe a iniciativa de un grupo de ciudadanos interesados en promover y difundir las riquezas culturales de este recinto. Desde entonces, el Lic. Díaz Casas funge como presidente de dicha asociación. Este año se celebra la décima edición del Festival Barroco, que gracias a la iniciativa, al empeño y a la impecable gestión de la directora del Museo, Rosita Franco, se ha consolidado como uno de los festivales más importantes del país. Durante todos estos años, la Asociación que preside el Lic. Jesús Manuel Díaz Casas ha contribuido para que este proyecto tenga continuidad. Con este motivo, lo entrevistamos.

JE: Durante estos diez años del Festival Barroco, ha existido la necesidad de entablar negociaciones con instituciones, además de con los artistas… ¿Cómo se ha dado esto? JMDC: Lo principal es la motivación, hay que motivar a la gente a que participe; yo creo mucho en la buena fe y buena voluntad de las personas. Cuando hay voluntad las cosas siempre se pueden hacer. Para hacer el festival siempre se ha requerido de buena fe y de buena intención y creo que nada hay tan noble como el aspecto cultural. Quitándonos de extremismos, creo que llevar la cultura a las masas es lo apropiado, dejar de pensar nada más en la cultura para la élite, pues ahí se queda… son pozos de sabiduría que no alcanzan a tocar al pueblo. Es lo que hemos hecho, convocamos al pueblo de Guadalupe a que venga a disfrutar del festival, a la gente de Zacatecas, todas las personas serán siempre bienvenidas, aquí encontrarán siempre un remanso para estos tiempos tan aciagos. De ahí que los eventos programados sean gratuitos totalmente. JE: ¿Cuál es el papel de la Asociación de Amigos del Museo y Ex Convento de Guadalupe? ¿Quiénes la integran? JMDC: Esta asociación está integrada por personas con diferentes profesiones, académicos, promotores culturales, comerciantes, empresarios, hay de todo; pero todos están unidos alrededor de una idea muy generosa: llevar la cultura al pueblo y proyectar

al Museo de Guadalupe como un recinto digno y muy valioso en el país. Nosotros somos sólo un apoyo para que la dirección de este Museo pueda gestionar más recursos y llevar este tipo de actividades a cabo. Rosita, la directora del museo es una mujer muy profesional y talentosa con la que hemos trabajado muy bien durante todo este tiempo. Este año Guadalupe se ve muy honrado y se convierte en punta de lanza con esta exposición “El pecado y las tentaciones de la Nueva España”. JE: Para finalizar ¿qué nos puede decir de esta exposición? JMDC: Que inicia aquí, pero que posteriormente hará un recorrido por el Museo Nacional del Virreinato, el Museo Franz Mayer y posteriormente estará exhibiéndose en la Casa Grande Real del Monte (Universidad Autónoma de Hidalgo). Esta exposición está conformada por 87 piezas provenientes de los acervos del Museo de Guadalupe, el Museo Nacional del Virreinato, Museo Nacional de Historia, Museo del Carmen, Museo Franz Mayer, Pinacoteca de La Profesa, Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, Biblioteca Elías Amador y el acervo de la fotógrafa Dolores Dahlhaus. Como verá usted, es una colección importantísima. Así que los esperamos este martes 27 a la inauguración y durante toda la semana a los eventos programados en este festival.


“Casa asa Grande” Real del de Monte Hida dalgo


Por Ester Cárdenas

Memorias de Antonia es una película sobre mujeres: Antonia, su nieta Therése y su bisnieta Sarah. Es una historia del campo, que gira en torno a las estaciones que se suceden, de la tierra que se trabaja, de los tiempos que van cambiando. Pero sobre todo, es un film que se ocupa de la vida, del amor y de la condición femenina. Marleen Gorris, directora y guionista de la cinta, caracteriza muy bien a sus personajes protagonistas y secundarios. Con pocos trazos, crea

caracteres definidos, nada maniqueos ni caricaturizados. La elección del reparto también cumple esa función: aunque sean madres e hijas, cada una de las mujeres tiene un patrón estético distinto y justificado, que las diferencia y marca su personalidad. Los secundarios no se quedan atrás; con sólo ver sus caras, descubrimos de quién se trata y cómo son. A través de Antonia, que regresa a su pueblo con su joven hija, para enterrar a su madre, tras una

ausencia de veinte años, conocemos a los habitantes del lugar: su amigo intelectual Dedos Torcidos, el cura jovial, Olga la rusa, el granjero Bas; seres que, lejos de disipar la historia, enriquecen el cuadro costumbrista que sirve de telón de fondo del desarrollo de su vida y la de su familia, y que se implicarán de un modo o de otro con sus destinos. La protagonista es una mujer fuerte, valerosa, independiente y llena de optimismo. El día en que decide morir (porque es una decisión, no un acontecimiento fortuito) reúne a su familia para despedirse. Poco a poco, descubrimos a Danielle, mujer de sensibilidad extrema, que, tras estudiar artes, decide tener un hijo. Su madre, desconcertada pero sin el menor moralismo, le pregunta si no sería mejor encontrar antes un marido. Como en todas las cuestiones de importancia, consultan a Dedos Torcidos, y de la decisión nace Therése, una niña que muy pronto demuestra su especialidad y talento. A su alrededor gira la vida, con sus alegrías y sus de desastres. Nacimientos y muertes, amores y odios, logros y derrotas marcan el devenir de sus existencias y de las de los que las rodean. Aunque muy bien conectados entre sí, los personajes se desarrollan en cuanto son, no en relación a los otros. Lo que importa son las opcio-

nes vitales, lo que cada una de estas mujeres hace con su vida íntima y emocional, a lo que se dedica emocionalmente, y no a su papel de hija, madre, esposa o amante. Son personas, antes que nada, pero mujeres hasta el fondo del alma. Eso, sin embargo, no implica que los personajes masculinos sean pobres o desprestigiados; tampoco quiere decir que ellas no los necesiten. Los quieren, como quieren a los demás personajes femeninos, pero siempre por sus cualidades personales y no por su condición en sí misma. Los odian cuando así lo merecen, y no permiten que impongan su control, implícito en una sociedad machista que evoluciona a su paso. Estéticamente, la fotografía y la música de la película reflejan los estados de ánimo; captan la luz de cada estación, oscurecen los momentos amargos y dan vida a los más felices. Complementan, pues, una historia bien contada, profunda y ligera al mismo tiempo, que felicita la vida y no teme a la muerte. Andrea, Argelia y Jánea me hicieron recordar esta maravillosa cinta que por cierto obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera en 1995. Por menos de cien pesos se consigue en cualesquier tienda departamental.

Por Eduardo Campech Miranda* He vuelto a releer una novela maravillosa: Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda. Y confirmé lo mencionado tantas veces por algunos teóricos de la lectura: que cada encuentro con el libro es distinto. La historia en sí es sencilla: Un viejo con dentadura postiza debe cazar una hembra felina. Un alcalde obeso, prepotente, y estúpido por lo mismo, o viceversa. El pueblo, mal llamado jíbaro, de los shuar. Gringos que en búsqueda de aventura y riqueza no respetan a la naturaleza. Un dentista que anestesia verbalmente a sus pacientes. En resumen, una historia de sobrevivencia, conciencia ecológica y ejemplo de cómo funciona la lectura. La narrativa de Sepúlveda (Chile, 1949) me recordó en algunas ocasiones a la de García Márquez, quizá por su exuberancia, quizá por el contexto tropical, quizá por los nombres de sus personajes (Antonio José Bolívar Proaño, Dolores Encarnación

del Santísimo Sacramento Estupiñán, son los dos ejemplos más claros), quizá por esos cambios de ritmo durante la narración. Sin embargo, al margen de la bien lograda historia, lo que ha llamado poderosamente mi atención y me ha fascinado, es la descripción literaria del proceso lector. Antonio José Bolívar, descubre con un asombro absoluto que sabe leer. Él quiere leer, pero no tiene qué leer. El alcalde le ofrece el material que tiene a la mano: periódicos. Poco o nada importan a Antonio José los chismes de la farándula, los enfrentamientos de los equipos de futbol y sus hinchadas, si nada de esas noticias pertenece a su contexto, tiene qué ver con él y sus circunstancias. Antonio José descubre que él quiere novelas de amor. De ese amor sufrido, insoportable, con lágrimas. El odontólogo se encarga de llevárselos, pero no es lector. Así que decide pedir asesoría con una maestra, ésta poco

puede aportar. Quen finalmente va siendo su mediadora de lectura, será una mujer pública que gustaba, también, de las historias románticas. Mientras lee una de sus tramas favoritas, se presenta la siguiente situación:

quedaba claro que no se trataba de un tipo decente, ya que besaba “ardorosamente” a la niña en presencia de un amigo, y cómplice por añadidura.

La novela empezaba bien. «Paul la besó ardorosamente en tanto el gondolero, cómplice de las aventuras de su amigo, simulaba mirar en otra dirección, y la góndola, provista de mullidos cojines, se deslizaba apaciblemente por los canales venecianos.» Leyó el pasaje varias veces, en voz alta. ¿Qué demonios serán las góndolas? Se deslizaban por los canales. Debía tratarse de botes o canoas, y, en cuanto a Paul,

¿Alguna ocasión en su vida lectora se ha encontrado como José Antonio? ¿Se percibe qué papel tan importante juegan los conocimientos previos, las inferencias, los usos y costumbres y nuestra escala de valores durante el acto lector? ¿Alguien puede obligarnos a leer pasando por alto lo anterior? Los mediadores (madres, padres, docentes, bibliotecarias, etc.), deberíamos leer esta novela corta y después escuchar, leer, observar, las propuestas de promoción de la lectura. Tengo la certeza que comenzarán a dudar de algunas de ellas. * ecampech@yahoo.com.mx


Por Edgar A. G. Encina

Los tapices de Patricia Dunn [New York, 1944] son herederos de los secretos que alguna vez la mítica Penélope guardó en su telar, deslizándolos en cada hilo, mientras esperaba la llegada de Odiseo de la Guerra de Troya. Igual que la hija de Icario, rey de Esparta, cada uno de los hilos que recorren el telar fueron pensados, meditados, sometidos a intensos sueños, subyugados a las vacilaciones del carácter femenino. De la misma forma que la reina de Ítaca fraguaba los colores, la densidad, las necesidades y las combinaciones materiales; todas las imágenes fueron maduradas, catadas, fantaseadas y vueltas a divagar. Como la madre de Telémaco, la suerte de cada día habrá de caracterizar las formas del trabajo; con algo de fortuna podremos ver un rojo chispeante inspirado en la lengua canina. Los tapices de Patricia Dunn corren con mejor suerte que los de aquella Penélope, que tuvo que soportar a hombres consentidos, llenos de excesos. Sin esperar el paso del tiempo y el designio divino para caer en el mito, los hilos de la neoyorkina no desaparecen por las noches. Elaborados originalmente desde la esperanza de la vuelta, de la paz, del bienhacer; representan, a

su vez, el secreto de la fidelidad al tiempo, al viento, a los colores, a la vida que corre en oleajes invisibles frente a las mareas que nos arrebatan. Igual a los tiempos de Odiseo, colgados ahora sobre las paredes, quizá descubramos algunas formas nostálgicas o charlas de amigos que vaciaron la cafetera; es probable que las materias nos remitan a los sueños que nos arrebatan o las pesadillas infantiles. Son colores, son texturas, que alguna vez nos fueron, sin reservas. Los tapices de Patricia Dunn poseen símbolos ocultos, voces que creímos olvidadas. Las siluetas son el tema que se repite constante, a la manera del eco subliminal dejado por el ding dong de las campanas. Destejido en el preámbulo de la creación, sus lenguajes aparecen de apoco, para cantar o gritar o susurrar momentos simples que recargan la existencia. Son retratos de paisajes. Son cuadros que juguetean con los elementos de la naturaleza; ya una rama, ya un aroma, ya una piedra original. El primer paso del ritual son los paseos por el Cerro del Grillo: el mundo que da licencia para su descubrimiento. Luego, en el taller de su casa, en el telar que recorrió los caminos de Norte América, prepara los materiales, tiñe a

mano la seda, la lana y cerca la urdimbre con lino: la magia para dominar los mundos es el secreto de esta iniciada. La fuerza motora para tejer son sus paseos. El incentivo es vivir con las cosas más simples y cruzarlas en los hilos que quedan arriba, que se destellan abajo, que se ven marchando en varias dimensiones. Todas las mañanas, acompañada por su perra «Mina», deambula los caminos trazados por otros pies similares a los suyos; unos que vagabundean en busca de la tranquilidad. Sus pasos la transportan al umbral que ausenta la ciudad de los pensamientos, al caminar que ejercita el cuerpo dando respiración azul, profunda, al espíritu. Mientras esto sucede, los ojos buscan entre las ramas, las piedras, los árboles, las hiervas saltadoras. Para Dunn todo es breves siluetas que emanan, líneas que decoran el espectro de la obra, colores únicos elaborados ad hoc. En su «Declaración de artista» [www.patriciadunntapestries.com], Patricia Dunn dice que su inspiración viene del mundo. Afirma que la poesía, la música, la literatura, las charlas cotidianas, los paseos son su punto de creación. Le basta estar alerta con lo que le asedia para reproducir en sus tapices y esculturas cada una de esas experiencias vitales. Con un telar de sesenta pulgadas de ancho, el lino es la urdimbre; el secreto oculto que subyace para soportar el engranaje interno y externo de toda obra. Por su lado, la lana aporta la textura y la calidez a los tejidos; si algún elemento refiere al humano quizá lo sea este por su templanza y carácter. La seda brinda una superficie reflectante que contrasta; es la luna y el amanecer, los tiempos que en un momento parecen confundirse en el cielo. El alambre de cobre es el elemento recio y soportable;

una aguja que cose los detalles para bordear la estructura. Los tapices de Patricia Dunn no sólo recogen el secreto mítico de Penélope, también son una fuente de pequeñas verdades que parecen solas. En la reflexión de su obra lo primero que gusta son los colores y los materiales; no hay duda que ese carácter primario, a veces demasiado palpable, puede dejarnos quietos, tal vez sobre impresionados. Sus temas y sus claves nos seducen al momento: encontrar las siluetas, traducir las líneas que se levantan, interpretar los tonos dominantes, dejarse abrazar por ese rojo chispeante que terminó por seducirnos. Si un material se vuelve opaco. Si una textura sale a iluminar la sala. Si una textura que provee calor. Sí, siempre un sí que nos cuenta una historia, tan humana como la de cualquier otra, sólo que contada por Dunn. El trabajo de Patricia Dunn se exhibe en la sala principal de la galería de arte contemporáneo Irma Valerio. Y la exposición Lugar: Visto y Escuchado se exhibe en el Centro de las Artes de San Luis Potosí [centrodelasartesslp. gob.mx], durante el mes de septiembre. Su biografía se resume a títulos universitarios, en español, lengua y literatura, en SUNY Plattsburgh [www.plattsburgh. edu], un posgrado en la Universidad de Colorado [www.colorado.edu] e innumerables exposiciones públicas y privadas, además de aparecer en varios libros, catálogos y más publicaciones. Su vida se relata desde una granja lechera en el estado de New York, el tiempo en Colorado y la estancia en Zacatecas. Este abstract es frío e infiel, pues la vida y el carácter intenso, desosó y cargado de ánimo de la artista rebasa por mucho la frialdad del currículo hecho resumen.


*CINE FRANCÉS (Coordinación con Alianza Francesa de Zacatecas) MIÉRCOLES 28, 18:00 hrs. Sala Antonio Aguilar. DIDIER Dir. Alain Chabat Francia/1997/ 105 min. Sinopsis: No le entusiasma mucho a Jean-Pierre (agente de un equipo de fútbol, muy metido en líos) la idea de cuidar a Didier, el perro de una amiga, durante una semana. Al día siguiente, un descubrimiento extraordinario lo lleva a vivir la aventura más increíble del mundo: el perro se ha convertido en hombre. El problema es que el nuevo Didier guardó su mente de perro. Sin embargo, esta pesadilla podría resultar una suerte para Jean-Pierre.

JUEVES 29 Tradicional Concierto Banda Sinfónica del Estado Dir. Salvador García y Ortega Plazuela Goitia 19:00 horas

*CICLO: TREN AL SUR MIÉRCOLES 28, 18:00 hrs. Sala Mauricio Magdaleno CASI NADA Dir. Sérgio Rezende Brasil|2000|95 min. Sinopsis: En el Brasil contemporáneo, João, Compadre, Ademir, Idalina, Ernani y Glorinha tienen familias, cónyuges, niños y amigos, pero están profundamente solos. Todos ellos son personas sencillas provocadas por emociones fuertes que escapan a su control y las arrastran a similares desenlaces trágicos. João trabaja con la guadaña. Ademir es peón. Ermani cultiva. Hombres que ganan su vida manejando sus propios instrumentos. En este mundo global, cibernético y virtual, esta gente sencilla vive en un mundo sin Marx, Freud y sin Dios. Joao y Compadre; Ademir e Idalina; Ernani y Glorihna. Seres humanos atrapados en el laberinto de sus propias emociones. Hombres y mujeres que no conocemos, pero que al mismo tiempo son tan similares a nosotros.

*CICLO: PEDRO ALMODÓVAR EN SU DÍA MIÉRCOLES 28, 20:00 hrs. Sala Mauricio Magdaleno TACONES LEJANOS Dir. Pedro Almodóvar España/1991/113min. Sinopsis: El marido de Rebeca (Victoria Abril) fue primero el gran amor de su madre, la diva “Becky del Páramo” (Marisa Paredes). Ambas se reencuentran justo cuando el marido de Rebeca muere asesinado. El juez del caso (Miguel Bosé) es también una drag-queen de noche, una fan imitadora de Becky.

FUNCIÓN ESPECIAL: ZACATECAS, CÁMARA, ACCIÓN. JUEVES 29, 18:00 hrs. Sala Mauricio Magdaleno SOBRENATURAL Dir. Luis Miguel Murillo Jerez/2010/110min.

jueves 29, 20:00 hrs. Sala Mauricio Magdaleno OMAR Dir. Armando Alvarado UNIVER/Zacatecas/2011/7 min.

*CICLO: HOMENAJE- RETROSPECTIVA IGNACIO ORTÍZ CRUZ, CINEASTA MEXICANO VIERNES 30, 18:00 hrs. Sala Mauricio Magdaleno LA ORILLA DE LA TIERRA Dir. Ignacio Ortiz Cruz México/1993/83min.

SÁBADO 1º DE OCTUBRE, 18:00 hrs. Sala Mauricio Magdaleno MEZCAL Dir. Ignacio Ortiz México/2005/90 min.

VIERNES 30, 19:30 hrs. Sala Mauricio Magdaleno Entrega de reconocimiento al Cineasta Ignacio Ortiz Cruz.

SÁBADO 1º DE OCTUBRE, 20:00 hrs. Sala Mauricio Magdaleno //ESTRENO NACIONAL// EL MAR MUERTO Dir. Ignacio Ortiz México/ 2010/83 min. viernes 30, 20:00 hrs. Sala Mauricio Magdaleno CUENTO DE HADAS PARA DORMIR COCODRILOS Dir. Ignacio Ortiz México/2001/100min.

IGNACIO ORTIZ CRUZ Estudió Guión y Dirección en el CCC. Después de escribir los guiones de LA MUJER DE BENJAMÍN/1990 y LA VIDA CONYUGAL/1992, ambos de Carlos Carrera, dirige el corto HOMBRE QUE NO ESCUCHA BOLEROS/1992, y LA ORILLA DE LA TIERRA/1993. En 1994 escribe SIN REMITENTE, de Carrera, y luego dirige CUENTO DE HADAS PARA DORMIR COCODRILOS/2001 y MEZCAL/2005, largos que reciben 07 y 06 premios Ariel y una notable cantidad de galardones en el extranjero. Recientemente dirige el corto EL HOMBRE QUE NUNCA FUE AL CONSALERO/2010 y EL MAR MUERTO/2010.

*CICLO: NO SE OLVIDA Domingo 2 de octubre, 18:00 hrs. Sala Mauricio Magdaleno 68 Politécnico Nacional México

MIÉRCOLES 28 Bellas Artes a todas partes Lectura en voz alta: “Leo… luego existo” GUILLERMO MURRAY - Actor Casa Municipal de Cultura de Zacatecas Entrada libre / 19:00 horas Coordinan: Instituto Nacional de Bellas Artes Casa Municipal de Cultura de Zacatecas Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”

Domingo 2 de octubre, 20:00 hrs. Sala Mauricio Magdaleno TLATELOLCO, LAS CLAVES DE LA MASACRE La Jornada y canal 6 de julio México

SÁBADO 1 de octubre Restauración Virtual del Antiguo Templo de San Agustín 21:00 horas DOMINGO 2 de octubre Tradicional Concierto Orquesta Típica de Zacatecas Dir. Florentino Raygoza Casa Municipal de Cultura Entrada libre / 18:00 horas Coordina: Casa Municipal de Cultura

EXPOSICIONES VIERNES 30 Inauguración Exposición Multidisciplinaria El Arte del Souvenir Colectiva – Los Fresnillenses Casa Municipal de Cultura de Zacatecas 18:30 horas Inauguración Exposición Interdisciplinaria Yoruba Soy, Congo Carabalí De Renny Castillo Sala Alejandro Nava Centro Cultural Ciudadela del Arte 19:30 horas Inauguración Galería Mitos Art Gallery Inauguración Exposición de Pintura De Rafael Ordoñez y Emilio Carrasco Av. Juárez Plaza Comercial Interior 1 Centro Histórico 20:00 horas


Por Bertha G. Michel S. Si en la antigua Unión Soviética hubo un género que podría considerarse oficial fue el de la ciencia ficción. Históricamente se desarrolló de forma paralela a la ciencia ficción occidental, pero al contrario de lo que sucedió en el resto del mundo, siguió un camino propio, separado del influjo cultural anglosajón. La razón es evidente; la URSS se había aislado de cualquier perniciosa influencia capitalista y buscaba dentro de sí misma horizontes de futuro. La ciencia ficción soviética se convirtió en una ventana al porvenir -glorioso, si se seguía el camino comunista y desastroso si se dejaban tentar por las perversiones capitalistas- de la humanidad. Fue y sigue siendo eminentemente “cientificista”, en parte porque se trataba de enaltecer la superioridad tecnológica soviética, y porque la mayoría -no todos- de los autores se apartaban de la exploración de la naturaleza humana, en un intento de evitar problemas con el régimen. Con la glásnost, así como los medios de comunicación obtuvieron mucha más libertad para criticar al gobierno, los escritores modernos de ciencia ficción en Rusia se ocuparon

de especular sobre la profundidad de los cambios sociales originados en el enfrentamiento con el cambio y la ruptura en el escenario científico tecnológico. En el cine, la ciencia ficción tuvo sus máximos representantes en el director Andrei Tarkovsky, y los escritos de los hermanos Strugatsky, cuya combinación produjo las famosísimas Solaris (1972) y Picnic junto al camino (1979). Sin embargo no son los únicos, y a partir de la década de 1980, el género vio multiplicada su presencia en las salas de cine de lo que fuera el territorio soviético, aunque pocas veces hemos tenido la oportunidad de apreciarlas en nuestro país. Precisamente por ello, el Museo de Ciencias presenta en octubre un ciclo dedicado a la ciencia ficción rusa. Representando a la era soviética se proyecta El Planeta de las Tormentas (Pavel Klushantsev, 1962), acompañamos a la primera expedición humana a Venus, la cual tiene que enfrentarse a los terribles habitantes del planeta que incluyen monstruos prehistóricos, plantas carnívoras y bacterias que producen terribles enfermedades.

La Segunda, Un Visitante en el Museo (Konstantin Lopushansky, 1989) nos presenta un mundo postapocalíptico poblado por mutantes con extraños rituales y conductas. Finalmente, se contempla la exhibición de una saga al más puro estilo de las superproducciones de Hollywood. La isla habitada (Fyodor Bondarchuk, 2008) y su continuación La Isla Habitada: la Pelea (Fyodor Bondarchuk 2009) están basadas en la novela del mismo nombre de los hermanos Strugatsky y nos cuenta la historia de un piloto espacial del siglo XX que, viviendo en una Tierra donde se ha eliminado la agresividad y la violencia, llega a un planeta habitado por humanoides que sufren bajo gobierno totalitario. La construcción visual de esta película es excelente y sus secuencias de acción son muy dinámicas. Si bien el ritmo del film no permite profundizar demasiado en los personajes, sí es muy interesante ver como una velada crítica al régimen soviético, presente siempre “entre líneas” en los escritos de los Strugatsky - y cuidadosamente obviada en otras adaptaciones- se presenta ahora en primer plano.

dado prendada a fórmulas de forzado blanqueamiento, de materialidad no trabajada, de una constricción del estilo por el ego. ¿De qué otra manera podría funcionar la maquinaria desiderante del mercado del arte? Máquina de deseo cuya voluntad se traiciona por su falsa jovialidad mediante la que se oculta un inane dolor: la carencia de pasión, técnica y creatividad. Frente a este plano liso de la creación artística que adquiere un carácter global, los artistas emergentes latinoamericanos han propuesto variados y significativos cuestionamientos. En el marco de la múltiple problemática que plantea el arte latinoamericano, Renny Castillo permanece al acecho de una experiencia que haga que su materia gesticule un grito. Grito mudo que la mancha de un desangrado cuerpo hinde la piel-tambor de la tela en blanco. Grito de iniciación mediante el cual la tela purifica los replegamientos del espíritu barroco latino. Purificación por desgarramiento y sacrificio, encuentro con la muerte que la vida vivifica y que en el vacío de vacío

blanco vierte la figura en acción de un Pollock precapitalista: animal. Goteo por desparramamiento de un golpe en la mala consciencia del arte cristianoeuropeizado. Yoruba soy, lucumi de la madre tierra que porta como estandarte los colores del sacrificio y los signos de los elementos. Yoruba de piel blanca y espíritu negro que preconiza la mixtificación de materias, colores, texturas, vibraciones, objetos, sujetos. Cosmología nómada de la tierra que abriendo su vientre ha creado la especie humana de la raza yoruba. En este sentido, por sus orígenes, todos somos yorubas y nuestro pecado ha sido no haber sido aún bautizados. En arte, sólo los modernos se atrevieron a proclamar la armonía del arte yoruba, a llevarla a otra di-

Las proyecciones se llevarán a cabo todos los jueves del mes en la sala Audiovisual del Museo de Ciencias, a las 18 hrs, –además de las programadas en el ciclo “Los Cien Años de Cantinflas”-. La entrada es libre. //Ciclo Los Cien Años de Cantinflas//

Lunes 26

Pepe, 1960, Dir. George Sidney.

Miércoles 28

Don Quijote cabalga de nuevo, 1973, Dir. Roberto Gavaldón.

Viernes 30

El barrendero, 1982, Dir. Miguel M. Delgado. //Ciclo Ciencia ficción en el Museo//

Jueves 29

Thor, 2011, Dir. Kenneth Branagh.

Por Armando Haro Detrás del escenario neobarroco configurado por abigarramientos de propuestas pseudo conceptuales y/o abstractas, en las que el olvido de elementos básicos de la actividad artística es lo que predomina, los Orishas de Renny Castillo nos muestran que lo conceptual no tiene que estar peleado con el ánimo ni lo abstracto con la figuración. El rito pagano que efectúa en tierra capitalista y cristiana exalta no sólo el vacío propio de la obsolescente vanidad, que es su más profunda y oscura aspiración, sino que además muestra la cada vez más alta falta de ritualidad en la producción artística. Porque el rito del arte no puede secularizarse así nada más, sino que debe mantener, aún en la inmediatez de su inmanencia productivo-reproductiva, un alto grado de sacralidad que se funda en el espacio de perfecta vacuidad del cuadro en blanco, de la materia en bruto, de la falta de personalidad. Al contrario, mucha de la producción artística realizada después del boom del arte abstracto se ha que-

mensión, que arrebatada de su propio sustrato, extraída, importada, dio lugar al cubismo y al expresionismo. Ahora Renny se enfrenta a esta doble originareidad, del mito y la cultura. Y lo hace, afortunadamente, anteponiendo los mitos de su propio momento sin que los símbolos rituales pierdan esa ligereza de transmutación espiritual, de existencia, como nos muestra el arte ritual originado en el África central. De corderos a gallos, de puercos a cabras, Renny no sólo nos inicia en el ritual del arte yoruba, sino que nos purifica de los manoseados términos del arte contemporáneo con un dibujo tan natural como técnico y con una propuesta tan tradicional como experimental. Yoruba soy, lukumi.


Por Joel Flores* Nunca se me había hecho tan complicado explicarle a alguien lo que está pasando por mi cabeza en estos días. Primero mentalmente y a veces en voz alta planeé cómo decirte las cosas, por dónde empezar, qué muletillas y preposiciones usar para no molestarte ni hacer que te pusieras triste. Y pronto me di cuenta que es mucho lo que quiero que escuches y decidí escribir una lista de cosas, una lista ordenada para que cuando habláramos no se me escapara nada. Pero después caí en cuenta que no nos íbamos a ceñir a ella, porque tenemos tantas cosas guardadas en el corazón, que cuando uno daña al otro con alguna frase afilada o una palabra como piedra, el otro concluye replicando con la misma arma. Luego de que te fuiste al trabajo, quise dormir y no despertar hasta que fuera un nuevo día, porque me cansa verte llorar y me ignores cuando busco hablar contigo, pero mejor comencé a sacar la ropa de las maletas y a colgar en el closet lo que pensé era bueno colgar para demostrarte que sigo aquí. Y también puse en la ventana de la sala las cortinas que mi madre nos regaló y tendí la cama y limpié una que otra cosa que debía ser limpiada. Y así, mientras hacía las cosas, fui pensando cómo amansar lo que se

desató desde el accidente, el hospital, las lágrimas la tristeza de los nuestros y cómo recuperar los pasos recorridos, las emociones que comenzamos a sentir desde abril y mayo y julio. Al final me eché la culpa por todo. Luego te culpé a ti y culpé la ciudad y culpé mi falta de carácter y la idea que tengo de amar. Cuando por fin me calmé, cuando por fin dejé de pensar con las tripas, retomé el hilo de las cosas y decidí no hacer un incendio con las brasas. Recordé las decisiones que tomamos en común, el tramo de sur a norte que cruzamos sin soltarnos la mano. Y llegué a un punto donde no entra lo que te dije y no te dije, lo que quisiste decirme y jamás escuché. Y concluí en que pesa más lo hermoso y lo bueno, que lo malo y lo agrio. Y hablé a solas sobre las posibles soluciones a lo que estamos pasando mientras caminaba en círculos. Y no sabes las ganas que me dieron de verte. Me di cuenta de que la batería del celular estaba baja y no recordaba cuánto tiempo llevaba sin recargarlo, ni dónde estaba. Busqué el cargador por todo el departamento. Y de pronto, en la mesa del televisor, donde solían estar acomodados los libros y las películas, encontré tu libreta blanca y la hice a un lado para no

Por Pilar Alba

“Niña, niña de mis ojos qué puedo hacer para cambiar todo a tu alrededor”. Paco Barrios el Mastuerzo.

El hombre toma la silla en silencio. La coloca junto a la cama y mira cómo la mujer respira, despacio, fuera de todos los problemas. La arropa con ternura y acaricia su frente, la caricia es leve, no quiere despertarla. Afuera se acabo el incesante paso de los coches, la música furtiva y las risas. Todo se cubre de silencio.

El hombre sentado mira la lenta respiración de la mujer, intenta acompañarla, pero no puede, tiene tantos problemas, hay tantas imágenes que cruzan por su cabeza. Quisiera decirte, murmura el hombre casi en silencio, todo lo que me hubiera gustado… La mujer dormida no escucha. Sueña que está en una lancha en el lago, que mira cómo los peces salen a la superficie a comer los trozos de ga-

Fotografía Rulex Karamazov / www.flickr.com/photos/rulex_karamazov/

estorbara. La moví tan fuerte con mi mano derecha, que la derribé y ya en el suelo se abrió en una página escrita. Como nunca me ha gustado fisgonear lo que no me corresponde, porque siempre odié que fisgonearan en mis cosas y me reprocharan cuando solían encontrar algo aparentemente indebido, debí cerrarla. Creí que era mejor cerrarla porque hay cosas que uno jamás debe saber. Creo que sabes qué leí y sabes qué puedo comprender a quién se lo escribiste. Y por ello no hace falta que te diga más.

Sólo diré que por más que me sujeto a la idea de sobreponer la cabeza sobre las tripas, siento las tripas mismas agujeradas. Por eso me senté a reflexionar qué tan cierto era lo que leí y a explicarme por qué lo había escrito. Fueron tantas las palabras y las disculpas, las noches en carretera y los ciertos caminos que cruzamos, que sólo quise perdonarte y perdonarme y cerrar, por fin, este camino que se había cerrado sin darme cuenta. En realidad duele haber leído de tu puño y letra que estoy muerto.

Nació en Zacatecas, México, en 1984. Estudió la licenciatura en Letras en la Universidad Autónoma de Zacatecas. Ha escrito dos libros, El amor nos dio cocodrilos (cuento) y Plaza de Armas (relato). Sus artículos, ensayos y cuentos se han publicado en distintos medios electrónicos e impresos, tanto de Brasil, España, Nicaragua y México. Ha sido becario del FECAZ en las emisiones 2004-2005 y 2009-2010; del FONCA, Jóvenes Creadores, en el 2006-2007, y residió del 2008 al 2009 en la Fundación Antonio Gala, en Córdoba, España. Actualmente escribe habitualmente en la sección «El trabajo de los días» del blog literario elnocturnodiurno.com, del que es editor asociado.

lletas saladas que ella les está aventando. Sueña que en la orilla hay globos y algodones de azúcar. Me hubiera gustado poner un millón de mariposas en tus manos, que te recorrieran el cuerpo haciéndote cosquillas por todas partes, que provocaran tu risa, esa risa que tanto me gusta, que logra algunas veces sacarme de esta realidad. El hombre sigue murmurando, como en una oración. Hubiera querido poner alas en tus pies para que fueras conocieras el mundo, pero siempre regresaras. En tus ojos unos espejuelos que te ocultaran la tristeza de la realidad que nos aplasta y que no pude cambiar. La mujer se mueve, cambia de posición, pero sigue dormida. El hombre calla por un momento, no quiere despertarla, le daría pena que lo vea ahí junto a ella, vigilando su sueño, no sabría qué contestar si le pregunta el por qué de su presencia. La mujer recobra el sueño profundo, se sabe por su respiración que es lenta. Ahora sueña que viaja en el tren. Siente el vaivén de las ruedas. Erre con erre cigarro, erre con erre ba-

rril, rápido ruedan los carros cargados de azúcar del ferrocarril. El hombre retoma su letanía. No pude tapar tus oídos para que no escucharas palabras hirientes, para que los ruidos de este progreso que nos encadena no te asustaran. No pude mostrarte los paraísos que existen más allá del gris concreto, fuera de los edificios. Afuera se reanudan los ruidos, la calma de la ciudad es muy breve, apenas se acuesta, ya tiene que estarse despertando. El hombre se pone de pie, retira la silla. Se le ha terminado el tiempo, sabe que de un momento a otro la mujer despertará. Hubiera querido cambiarte el mundo, la realidad, los sueños. Ser más que un nombre, una foto, un recuerdo. La mujer pasa por ese inexplicable momento que separa al sueño de la vigilia… se esfuman los globos, la lancha, los peces, el tren, el vaivén de las ruedas. Abre los ojos.


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