No. 16 Campo y comunicacion.

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1 13 de enero de 2009 • Número 16 Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver Suplemento informativo de La Jornada

CAMPO Y

COMUNICACIÓN RA DIO CO MU NITAR IA CIN E DO CU ME NTAL FOT OG RA FÍA Y PR EN SA TEMA DEL MES

POTENCIAL MAICERO DE MÉXICO

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Suplemento informativo de La Jornada 13 de enero de 2009 • Número 16 • Año II

COMITÉ EDITORIAL Armando Bartra Coordinador Luciano Concheiro Subcoordinador Enrique Pérez S. Lourdes E. Rudiño Hernán García Crespo CONSEJO EDITORIAL Elena Álvarez-Buylla, Gustavo Ampugnani, Cristina Barros, Armando Bartra, Eckart Boege, Marco Buenrostro, Alejandro Calvillo, Beatriz Cavallotti, Fernando Celis, Luciano Concheiro Bórquez, Susana Cruickshank, Gisela Espinosa Damián, Plutarco Emilio García, Francisco López Bárcenas, Cati Marielle, Brisa Maya, Julio Moguel, Luisa Paré, Enrique Pérez S., Víctor Quintana S., Alfonso Ramírez Cuéllar, Jesús Ramírez Cuevas, Héctor Robles, Eduardo Rojo, Lourdes E. Rudiño, Adelita San Vicente Tello, Víctor Suárez, Carlos Toledo, Víctor Manuel Toledo, Antonio Turrent y Jorge Villarreal.

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Diseño Hernán García Crespo

PORTADA: Hernán García Crespo

La Jornada del Campo, suplemento mensual de La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, SA de CV; avenida Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, delegación Benito Juárez, México, Distrito Federal. Teléfono: 9183-0300. Impreso en Imprenta de Medios, SA de CV, avenida Cuitláhuac 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, delegación Azcapotzalco, México, DF, teléfono: 5355-6702. Reserva de derechos al uso exclusivo del título La Jornada del Campo en trámite. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin la autorización expresa de los editores.

BATALLAS POR LA

IMAGEN

FOTO: GEA AC

E

n el principio fue la palabra: la comunicación profunda es verbal y las radios comunitarias son los entrañables mass media del México rústico. Pero en una cultura de lo visible como la que nos circunda, el combate por emancipar las identidades rurales pasa por las imágenes, es también una disputa por el look. Porque “una buena mitad de lo que uno ve, es vista a través de los ojos del otro”, escribió Marc Bloch a mediados del siglo XX, y el porcentaje habría sido mucho mayor si lo hubiese escrito hoy. En manos de los medios de comunicación masiva, esta omnipresente imaginería, esta vicaria realidad especular, este orbe icónico paralelo les otorga un poder inusitado. Porque en los tiempos del homo-videns las personas de carne y hueso dejamos paso a un mundo de sombras animadas, de espectros, de juegos de luz: primero fuimos reacciones químicas en el colodión, más tarde fotogramas en fila, ahora píxeles digitales... y en el tránsito los amos de la iconósfera se fueron adueñando del planeta. La ancestral lucha entre oprimidos y opresores devino confronta entre visibles e invisibles; en tiempos de comunicación satelital y vertiginosas redes informáticas, a la propiedad capitalista de los medios de producción se suma la privatización de los medios de reproducción audiovisual, el monopolio del espejo electrónico; los que fueron dueños de las tierras y de las fábricas hoy también son dueños de las imágenes. Y las imágenes son el mundo. Si más allá de nuestro vecindario, el único mundo disponible es el de los medios, es ahí, en los medios, donde se libra la gran batalla por el mundo. Y la madre de todas las batallas mediáticas es la batalla por la imagen de los “otros”: los pobres, las mujeres, los viejos, los niños, los homosexuales... y sobre todo los campesinos y los indios, que en México son aun los “otros” por antonomasia. En nombre de la ciencia positiva, la fotografía etnográfica del siglo XIX entregaba indios disecados como los que retrató Desiré de Charnay. Durante el porfiriato el afán de exotismo produjo rústicos pintorescos como los de las postales de Charles B. Waite o Hugo Breheme. La revolución de 1910 convirtió a indios y campesinos en emblemas de la identidad, en estampas calendáricas del nuevo nacionalismo, y fueron los debutantes fotógrafos de las películas, como Eduard Tissé y Gabriel Figueroa, quienes popularizaron el nuevo look de la “raza de bronce”. A mediados del siglo pasado no fue casual que fotógrafos extranjeros avecindados, como Walter Reuter y Mariana Yampolsky, fueran quienes, esquivando tanto afanes cosificadores como sacralizantes, miraran a los campiranos desde la altura de los ojos del hombre, como iguales en la diferencia. Casi al mismo tiempo foto-reporteros como Nacho López, Héctor García y Rodrigo Moya daban otra vuelta de tuerca, al exhibir el contraste entre los labriegos estetizados de la posrevolución y los rústicos depauperados y encarnados realmente existentes, y desde fines del siglo pasado una parvada de nuevos fotógrafos de prensa, como Pedro Valtierra y Frida Hartz, acompaña a las luchas populares urbanas y rurales... Pero curiosas, denigrantes, admiradas, compasivas o solidarias las miradas eran siempre desde los ojos del otro. Y así como se inventaba y reinventaba su efigie, así los “campesindios” iban siendo construidos como objeto sociológico, antropológico y econométrico; como mate-

rial pictórico, literario, musical, periodístico, cinematográfico y dancístico; como “Mexican curiosity”; como estadística; como botín político... El neozapatismo, primero campesinista y luego indianista, del último cuarto del siglo pasado, es un trajín por derechos y por dignidad pero también por recuperar la imagen y la palabra secuestradas. Y en las marchas, junto a mantas y pancartas, se enarbolan cámaras. Si antes temían —con razón— que el pequeño cíclope les robara el alma, ahora los “camaristas” mayas piensan que las fotografías que toman son “pedazos de papel donde queda grabada una imagen del tiempo”, y la chiapaneca Maruch Santis es una fotógrafa reconocida en el mainstream. Pero la batalla por la imagen del México profundo se libra sobre todo en el económico y flexible video, que en los últimos 30 años desplazó tanto al caro y engorroso registro cinematográfico, como a la propia fotografía (que, por cierto, está regresando en su modalidad digital). Los rústicos ya no son sólo sombras grises sobre un papel, ahora son también figuras coloridas y ajetreadas que transitan, gesticulan, conversan y vociferan en la pequeña pantalla de cristal. Tanto las químicas como las electrónicas son imágenes construidas, sin embargo se las confecciona con modos y códigos distintos: los instantes congelados de la fotografía pueden capturar la vida pero son proclives a la “pose”, mientras que la cámara que camina junto a uno, se cuela literalmente hasta la cocina y nunca deja de grabar, acorta distancias, baja defensas y propicia la “espontaneidad”. Naturalidad del video que, por cierto, puede ser tan limitante para fines expresivos como el acartonamiento fotográfico, de modo que no hay un medio intrínsecamente mejor que otro. Todos hemos repetido, alguna vez, que una imagen dice más que mil palabras. Mentira grande, pues lo cierto es que las imágenes dicen lo que las palabras no pueden expresar y al revés. Una de las virtudes del video es, precisamente, que fusiona el discurso icónico con el verbal. Porque hablando se entiende la gente, y gran parte de la fuerza identitaria, mucho del proverbial poderío simbólico y político-cultural de los colectivos rurales, radica en que en el campo se cultiva profusamente el sutil arte de la conversación. En cierto modo, la vida de

las comunidades es una interminable plática, un continuo rumor de voces, un perpetuo flujo de palabras que ratifica —y rectifica— permanentemente el significado de las cosas y con ello mantiene vivo el tejido social. La charla, el chisme, el cotilleo son la argamasa que sostiene al México profundo. En el campo, los acuerdos de asamblea no son asunto de minorías y mayorías circunstancialmente reunidas, sino extensión deliberativa de una prolongada y multitudinaria conversación desarrollada en la plaza, el mercado, la iglesia, la cantina, la milpa y la huerta; durante el trabajo y en el descanso; a la hora de la comida y antes de dormir. La palabra de los ancianos es portadora de sabiduría, la de los corridos preserva la memoria y la del cura, la curandera o el maestro tienen autoridad, pero a la mera hora todos hablamos con todos, la palabra es democrática y horizontal. Y la palabra escrita de las comunidades es la prolongación de un diálogo. Como lo aprendí hace muchos años al reunirme para redactar un manifiesto con los diez o 12 representantes que hacían cabeza en la Coalición de Promotores Bilingües de Oaxaca, y en vez de que alguien hiciera un borrador, como yo proponía, Eleazar, que conducía los debates, se paró junto al pizarrón, tomo el gis y escribió, con buena letra, “Oaxaqueños:”. No, dijo otro, hay que poner: “Pueblo de Oaxaca:”.Y así hasta que nos amanecimos. Pero este fluir de palabras había sido en gran medida un río subterráneo, silencioso, acallado o tergiversado por los medios y en particular por los electrónicos. Sólo a partir de 1994, cuando la voz indígena del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se hizo acompañar del tronido de las balas, Chano y Chon, caracterizados por Los Polivoces, la campesina María Isabel, personificada por Silvia Derbez, y Yara, la lacandona, interpretada por Angélica María, dejaron de ser los únicos rostros visibles del México profundo. Todas las insurrecciones indígenas han recurrido a mediums portadores de la voz profunda de la comunidad: una santa, una piedra, una cruz. Los de Las Cañadas recurrieron a una pipa parlante. Y el Subcomandante Marcos resultó un espléndido comunicador capaz de fusionar el habla indígena y el lenguaje mestizo en un discurso sincrético que por un tiempo rompió el cerco mediático. La apertura nunca fue grande y duró poco, pero dejó huella, y desde entonces los protagonistas del drama nacional que no sale en las telenovelas, tratan de hacerse ver y escuchar por los medios comerciales. Porque los recursos de la comunicación popular como la radio comunitaria, los videos testimoniales y las publicaciones alternativas son insustituibles, pero el sistema comercial de medios de comunicación masiva es omnipresente y para influir significativamente en la opinión pública hay que tratar de abrirse paso en su inhóspito terreno. Así lo hizo el EZLN en los 90s del pasado siglo, así lo hizo en 2003 el movimiento conocido como El Campo No Aguanta Más, así lo esta haciendo la Campaña Sin Maíz No Hay País. Y esta causa, la de comunicar al México del surco con el México de las banquetas (y viceversa), es también la causa de La Jornada del Campo.

BUZÓN DEL CAMPO Te invitamos a que nos envíes tus opiniones, comentarios y dudas a

jornadadelcampo@gmail.com


NORTE Y SUR EN LOS MEDIOS:

DOS ESTRATEGIAS DIVERGENTES EN LA REVOLUCIÓN DE 1910

VILLA Y EL CINE Mexican bandid predilecto de los estadounidenses y de sus debutantes cinefotógrafos, Pancho Villa se dio cuenta pronto de la importancia política de los nuevos medios de comunicación y decidió impulsar su imagen por medio de las películas. En 1910 el cine cumplía 15 años y ya había documentado tres conflictos bélicos: la guerra entre griegos y turcos, la lucha independentista cubana y la confrontación anglo-boer en Sudáfrica. Pero para Estados Unidos la re- Foto tomada de Aurelio de los Reyes, Con Villa en México volución en México era aún más apasionante que aquéllas, porque se jugaban grandes intereses económicos pero también porque los combates ocurrían ahí nomás, en su “patio trasero”. De modo que desde el principio los camarógrafos yanquis estuvieron en México, dándole a la manivela. En su momento Victoriano Huerta negoció con la Compañía Pathe la filmación del Ejército Federal y más tarde Álvaro Obregón trató de pactar una buena cobertura con otros cinefotógrafos. Nada como el contrato de exclusividad con la Mutual Film Corporation, donde el general Doroteo Arango se comprometía a trabajar para esta compañía, no sólo cuando se trataba de registrar las batallas sino también en la realización de una película de ficción: La vida del general Villa. El personal de la Mutual, que tenía un vagón exclusivo en el tren villista, filmó las batallas de Ojinaga y de Torreón, y en febrero de 1914 comenzó a preparar la biografía del líder, que debía dirigir el ya afamado D. W. Griffith, quien declinó por encontrarse realizando El nacimiento de una nación, de modo que a la postre contrataron a Christy Cabanne. Para el papel de Villa joven, reclutaron a Raoul Walsh, entonces actor y más tarde importante realizador. La vida del general Villa es un tremendo melodrama: la revolución norteña hecha telenovela. Violada y muerta una de sus hermanas por dos soldados federales, el joven Doroteo mata a uno de ellos y se alza en armas contra el mal gobierno transformándose en el out law Pancho Villa. Más tarde, el estallido de la revolución le da la razón histórica a su causa y Hoja volante con corrido ya en calidad de general, Villa gana batalla tras batalla, hasta que durante la de Torreón se topa con el otro violador, a quien mata con sus propias manos. En el proverbial happy end, Villa, aclamado por el pueblo, es nombrado presidente. Salvo algunos fragmentos, la película se perdió, pero sabemos que a Villa, quien acostumbraba mostrar documentales de la Mutual a sus visitantes, le gustó el guión. En todo caso el contrato de exclusividad fue una buena decisión política, pues además de recibir 25 mil dólares, que se emplearon en la causa, y un elegante uniforme militar diseñado especialmente para él —que sin embargo era de la compañía y sólo podía utilizarlo durante las filmaciones—, la Mutual preparó para el gobierno de Estados Unidos un informe favorable a su “artista exclusivo”, que reforzó la postura inicialmente provillista del presidente Wilson. La luna de miel con el público y el gobierno de Estados Unidos terminó con la derrota de la División del Norte en Celaya y, después del ataque a Columbus, el general se transformó en la bestia negra de los documentales cinematográficos de ese país, como Villa, vivo o muerto, de Eagle Film Manufacturing and Producing Company. En México las hazañas de la División del Norte se conocieron por los corridos, los diarios y, sólo en las poblaciones importantes, por el cine, pero en Estados Unidos la leyenda del mexican bandid, primero generoso y luego sanguinario, fue obra de la prensa ilustrada y sobre todo de las películas. Pancho Villa fue el primer personaje de nuestra historia construido por los modernos medios de comunicación.

ZAPATA Y LOS CORRIDOS Pese a haber estallado muy cerca de la ciudad de México, la rebelión zapatista pertenece culturalmente al mundo campesino, al sur profundo, y mientras que la División del Norte cohabitó ampliamente con los medios de comunicación modernos, el Ejército Liberador del Sur sólo salió en las películas cuando Francisco I. Madero visitó Morelos, cuando Victoriano Huerta facilitó la filmación del acoso federal a los alzados y cuando los ejércitos surianos victoriosos se hicieron presentes en la capital. La aparición póstuma de Emiliano Zapata en un documental fue en el de su funeral, que mandó filmar el general Pablo González, para convencer al mundo de que el “chacal de Anenecuilco” estaba muerto. Zapata no se ponía uniformes hechizos ni rayaba el caballo frente a los camarógrafos, como Villa, los recursos con que se construyó su leyenda fueron los de la Foto de Marciano Silva y hoja volante con corrido memoria colectiva y la comunicación del mismo autor oral, auxiliadas por las multicolores hojas volantes que circulaban profusamente desde fines del siglo XIX. Cuando menos desde la guerra de Independencia, los corridos o bolas sureñas dejaban constancia de los hechos que el pueblo consideraba dignos de recordar: catástrofes, crímenes, milagros, incestos, nacimiento de niños monstruosos y hazañas bélicas o amatorias de bandidos más o menos justicieros. Los corridistas o trovadores que pergeñaban los versos cantaban en fiestas y cantinas con el apoyo de un segundero y el acompañamiento del bajo quinto, relatos que podían durar hasta 20 minutos y que a la larga la gente se aprendía y repetía por su cuenta. Se dice que los corridos de la tradición oral difícilmente sobreviven dos generaciones, pero con la proliferación de las imprentas, las bolas y otras expresiones de la cultura popular como estampas religiosas, novenarios, pastorelas, vidas de santos, comenzaron a circular en papeles de colores llamados hojas volantes que se vendían en ferias y mercados, llegando así hasta las comunidades más apartadas. El comunicador de Emiliano Zapata, el hombre que se encargó de difundir sus hechos, no en Estados Unidos y Europa o en las ciudades grandes de México, sino en el ancho mundo rural y entre el pueblo llano, se llamó Marciano Silva, Marcianito, para los amigos. Marciano era originario de Tilzapotla, municiHoja volante del editor Vanegas Arroyo, con ilustrapio de Puente de Ixtla; junto con su familia, se fue ción de J. G. Posada a trabajar a Tlaltizapán, en la hacienda El Treinta, y de ahí lo alevantó la bola zapatista en 1912. Pero habiendo quedado inválido, tuvo que cambiar de oficio y en lugar del 33-33 empuño el bajo quinto, dedicándose a hacer la loa de los triunfos del Ejército Liberador del Sur. Uno de sus primeros corridos es El quinto de oro, que con cadencia de danzón narra la derrota en Cuautla del coronel Munguía y su quinto regimiento de caballería a manos de las tropas de Zapata. Marcianito, como lo llamaban los zapatistas, reseñó entre otras hazañas La toma de Chilpancingo, La muerte de Cartón, La toma de Cuautla, La toma de Chinameca y también escribió el Himno zapatista. En Un saludo a la concurrencia, el cronista del Ejército Liberador del Sur deja testimonio rimado de su modesta pero invaluable función: Soy del sur ignorado publicista que sin gracia ni cultura en la ocasión, voy cantando del tirano la injusticia y ensalzando el patriotismo de un campeón.

No es el rifle el que manejo con destreza ni la brida del intrépido corcel, es la pluma mi cañón y mi estrategia y mi verso la metralla, a mi entender.

Villa en fotogramas de filmes de la Mutual Film Corporation

Hace poco el investigador Gregorio Rocha revisó exhaustivamente los archivos fílmicos de Inglaterra, Holanda, Francia, Estados Unidos, Canadá y México en busca de La vida del general Villa, de la Mutual, y apenas encontró algunos fragmentos. En cambio todavía hace unos años, en los mercados de Amecameca y de Ozumba, se podían comprar las hojas volantes con los corridos de Marciano Silva, junto con otros que narran las hazañas de Emiliano Zapata. Y es que, a la postre, el papel de china de la memoria popular dura más que el celuloide de las compañías cinematográficas. Armando Bartra, con información de Aurelio de los Reyes, Con Villa en México, UNAM, 1985; Margarita de Orellana, La mirada circular, Joaquín Mortiz, 1991; Valentín López González, Los compañeros de Zapata, Gobierno de Morelos, 1980; Víctor Hugo Sánchez Reséndiz, De rebeldes fe, Instituto de Cultura de Morelos, 2006; John Womack Jr., Zapata y la Revolución mexicana, Siglo XXI Editores, 1960, y Gregorio C. Rocha, Los rollos perdidos de Pancho Villa, DVD, Eurolatinoamericana, 2008.


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FOTO: Cristina Rodríguez

DE VIVA VOZ Radio UNAM y Radio Educación

POCOS, PERO CONSISTENTES,

LOS ESPACIOS RADIOFÓNICOS RURALES Lourdes Edith Rudiño

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omo brotes excepcionales en el abanico de frecuencias radiofónicas, figuran dos programas de radio orientados a la situación del campo y de los indígenas y que tienden puentes en la población rural y entre ésta y la urbana. Son Del campo y de la ciudad, a cargo de Marco Díaz León y Sergio Canales –que transmite Radio Educación los martes y miércoles de 5:00 a 7:00 AM—y Chiapas: expediente nacional, que forma parte de un proyecto integral campesino e indígena, Boca de Polen, y es conducido por Eugenio Bermejillo todos los martes en Radio UNAM de 10:00 a 11:30 AM. Son excepcionales porque los temas rurales son escasamente abordados por la radio concesionada, que ve a los indígenas “simplemente como adornito o cuestión folclórica”, según Bermejillo, y porque, dice, a pesar de que a las instituciones, universidades, gobiernos y agencias de cooperación internacional se les llena la boca con la comunicación indígena, en los hechos “es bastante poco y bastante decepcionante” lo que hacen en esta materia vía los medios públicos. Y también son excepcionales porque han logrado mantenerse vivos, por casi 20 años Del campo y de la ciudad, y por 15 Chiapas... Hablan sus protagonistas. Eugenio Bermejillo: Chiapas. expediente nacional nació el 12 de enero de 1994, día en que hubo una gran manifestación para frenar los enfrentamientos en Chiapas y Carlos Salinas no tuvo opción más que declarar una paz unilateral que luego fue respaldada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Eso signó el destino del programa, pues con el eslogan “Información para la paz” se centró en las actividades de la sociedad civil que tienen que ver con la resolución del conflicto, pero no con su administración, sino con acciones que atienden las causas profundas. Así permaneció durante tres o cuatro años, con una calidad noticiosa que estuvo en el centro de la polémica nacional. Con la preeminencia que tuvo el movimiento indígena en los Acuerdos de San Andrés en 1996, el programa se fue adecuando y asumió los temas básicos de los movimientos indígena, campesino y de la sociedad en general; desarrollo sustentable, y derechos humanos; esa es la agenda que prevalece. Las voces campesinas son muy radiofónicas, frescas, llaman la atención del público, pues la forma de relatar es diferente a la habitual en la radio. Nuestro objetivo es contar con los testimonios directos, aunque no siempre lo logramos. Si hay un conflicto, no entrevistar al abogado o a la organización no gubernamental, sino a la persona en la cárcel o a los campesinos afectados por las actividades de una minera, al campesino que es despojado de su tierra. A excepción de nosotros y Del campo..., nadie en la radio entrevista al campirano. Aunque esto carece a veces de

inserción en la polémica nacional, tiene una fuerza comunicativa, humana, ausente en el testimonio mediado. Mucha de la comunicación en el mundo indígena, en el mundo rural, es de bastante tremendosidad, con una vehemencia perpetua –“Otra vez nos aplastaron”, “los caciques son invencibles”, “el gobierno es...”—. El programa busca promover la acción, la organización. Por ejemplo, informar en un conflicto con una minera, qué se logró con la lucha campesina; si había un contrato leonino, cómo logró modificarse si los campesinos se sentaron a discutir con empresarios y funcionarios. Llama la atención decir: gracias a la organización, se metieron estas cláusulas en el contrato, y si vuelven a organizarse y movilizarse, esas cláusulas les van a permitir conservar su río, que la empresa invierta en cuestiones sociales. La pobreza tiene un lado pornográfico. Hay medios, incluso premiados por sus reportajes de pobreza, que van al municipio más pobre y entrevistan al viejito más pobre. Eso vende: muestras un mundo indígena, rural conflictivo, con la vertiente de la denuncia. Está bien, pero falta la parte de impulso a la acción, a la reflexión. La pura denuncia muchas veces no educa. Hay que profundizar, por ejemplo decir tal proyecto de presa es neoliberal y explicar cómo está el contrato que hace que la trasnacional gane dinero, o qué apoyos tiene el cacique y cómo funciona una obra pública inmensa. Hace unos tres años hubo el intento de las autoridades universitarias de reestructurar el programa, lo cual iba a quitarle el público que ya había hecho en su horario. Dimos a conocer esto sin alarmismo, y la respuesta de los radio-participantes fue brutal. Se reunieron en varias ocasiones y luego convocaron al director de Radio UNAM. Había muchos maestros, viejos, gente que había participado en luchas magisteriales y tenían mucha experiencia política. El programa permaneció sin cambios. Hay mucha gente que quiere transformar al país, y es el fermento social para impulsar esfuerzos comunicativos y por ello periodistas independientes siempre tendrán espacios. Ese es el caso de Carmen Aristegui, una gran periodista que siempre tendrá un chorro de público siguiéndola. En el medio rural, los movimientos cooperativos, campesinos están necesitados de información diferente. Quien se mantiene con el cacique, con Wal-Mart, no necesita información más allá que la de Televisa, pero si tienes un proyecto social, te urge información, te urgen medios que den otra visión. Hay, es cierto, un público dormido, pero hay también uno despierto que crece cada vez más. Chiapas... es un programa que habla de los indígenas y tiene un público básicamente mestizo. Estos puentes son importantes. Los campesinos necesitan mucho del consumidor urbano y que éste entienda cómo produce el

campesino, para que hagan su compra de manera solidaria y ejerzan el poder político que tienen por medio del consumo, que busquen productos auténticamente campesinos, orgánicos y no transgénicos que no lastimen la tierra. Además hay que considerar el trasfondo, que somos una nación multicultural, donde están campesinos e indígenas que necesitan dialogar con el mundo urbano y conocerse. Las radios indigenistas (del Estado) fueron las primeras que tomaron en cuenta al medio rural y a los indígenas, pero desde el gobierno de Carlos Salinas han entrado burócratas que no tienen idea del campo y hoy la Comisión de Derechos Indígenas (CDI) está llena de panistas que hacen campaña para su partido. Del indigenismo no puedes esperar nada. Ya cumplió su etapa y ahora la estafeta está cayendo en las radios indígenas comunitarias, que a pesar de tener muchas deficiencias, plantean un esquema que pudiera armar una buena comunicación en el campo. Marco Díaz León: Del campo y de la ciudad nació el 10 de abril de 1989; su antecedente fue el programa Abriendo surco, que duró tres años. En ese tiempo había más cerrazón, con el PRI en el gobierno y el poder; era muy difícil mantener un espacio de esa naturaleza y sobre todo decir la verdad; había muchos filtros qué traspasar. Propusimos el nuevo programa y la autoridad priísta aceptó pues vieron la oportunidad de promover las modificaciones de políticas públicas que entonces ocurrían y estimular hacia adelante las modificaciones del artículo 27 constitucional y la Ley Agraria que vendrían en 1992. Del campo... nació con una participación amplia de campesinos e indígenas. Ahora notamos la baja en la calidad de vida del campesino y la migración, pues ya en nuestro auditorio tenemos menos gente de ese rango social y más gente de ciudad. De 1989 a 1992, ante el cumplimiento de 500 años del encontronazo de dos mundos, Guillermo Bonfil apoyó mucho para que en el programa participaran todas las lenguas que existen en el país. El nombre del programa busca establecer un equilibrio entre los temas del campo y de la ciudad; y los temas rurales no han perdido vigencia –el levantamiento indígena en Chiapas, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la búsqueda de la imposición de transgénicos—; al menos el miércoles, cuando yo produzco (el jueves lo hace Sergio Canales), nos hemos cargado más a la parte del campo que al espectáculo de la ciudad que hoy es de decapitaciones, violencia, secuestros. Desde hace cinco años hago en el programa el “Semanario por la paz con justicia y dignidad”, donde expongo temas tales como las innovaciones científicas factibles y alternativas a la imposición de las trasnacionales, hago un mini resumen de La Jornada del Campo. El público defiende la permanencia del semanario porque, por la carestía, muchos están impedidos de comprar periódicos y ya no creen en las televisoras.

El programa originalmente se trasmitía de lunes a viernes, pero se fue acotando, entre otras cosas por presiones autoritarias; se quedó en dos días, pero nuestro auditorio, que es muy fiel, no baja la guardia y continúa pidiendo que se restablezcan los cinco días. En general hay un menosprecio de la sociedad al campo, y en la estación, con el programa de 5:00 a 7:00 de la mañana, hay la idea de que es el horario en que los indios y los pobres oyen radio; algunos compañeros de forma racista y juguetona nos ridiculizaban con el mote de “guarachín y guarachón”, o “el espacio de las garnachas”. Pero ya empezamos a domesticar a algunos. Hace 20 años no se ponían ofrendas de muertos, y ahora incluso Sears las pone. En parte ayudamos a posicionar la cultura y la tradición propia de los pueblos mexicanos. La principal aportación del programa es la difusión de la identidad, de una nación multicultural con opciones, con un campo con gente, que es la base de la construcción histórica del país. Transmitimos música mexicana, indígena; ésta es la parte espiritual, más profunda del programa. También difundimos qué se produce en el país y cómo producir y un eje fundamental del programa y de mi vida es el maíz. Mucho me apoyo en campesinos, productores, científicos rurales de guarache, y en gente especializada en agronomía. Desde 1999 se empezó a difundir información de los transgénicos y yo abrí un espacio para ello en el programa que todavía existe. Los bauticé como OGTs (organismos genéticamente transformados) y el público ya sabe que cuando vamos a hablar de los OGTs es que nos referimos a los cultivos modificados o a la clase política. Elaboramos incluso una serie que se llamó “Los transgénicos hoy, hoy, hoy”, a propósito de los dislates de Vicente Fox. De eso mandamos a hacer un tiraje grande que se empezó a difundir en todas las radios comunitarias. Fue un material con mucho éxito que todavía nos piden. Pero el programa, en la parte del semanario, es analítico. Por ejemplo observamos qué está diciendo la Secretaría de Agricultura respecto de la contaminación de maíz transgénico en Chihuahua y lo ponemos en su lugar en el contexto de la información alterna que nos allegan las comunidades afectadas. Es necesario abrir más este tipo de espacios. Para los pobres, la radio hertziana es la opción más significativa, a pesar de los avances tecnológicas de radio por internet. Desafortunadamente, vas a provincia y encuentras cada radio comercial que dices “hasta prefiero Televisa” por el nivel tan absurdo de información que manejan, y por el desprecio que hay hacia lo rural, hacia lo propio. Las radios comunitarias son el futuro de la comunicación en el campo mexicano. en nuestras propias lenguas, con nuestras propias pautas culturales, y debería haber una apertura mayor a estas frecuencias, pero las autoridades les tienen miedo; temen que la gente hable en su propio idioma y digan cosas que ellas no entiendan. Temen que por medio de la radio se puedan organizar movimientos sociales mayores.


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Posición de la Red de Radios Indígenas Comunitarias del Sureste Mexicano frente a las declaraciones del titular de la FEADP, en relación con el asesinato de Teresa Bautista y Felícitas Martínez

DE VIVA VOZ ROMPIENDO EL SILENCIO, LA RADIO COMUNITARIA TRIQUI

FOTO: www.elboomerang.es

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omper el silencio sobre la violencia y la impunidad que se vive en la región triqui no es una tarea fácil. Desde los 70s, cuando se agudizan las disputas entre grupos rivales, niños, mujeres y hombres han sido blanco de los ataques, lo que ha generado el desplazamiento forzado de más de la mitad de la población triqui y más de 300 muertos. Con las demandas de autogobierno y sobre todo de cese a la violencia, el uno de enero de 2008 los triquis de San Juan Copala y 17 barrios más declaran la creación de un municipio autónomo. Un año después se inaugura Radio Copala: La Voz que Rompe el Silencio, considerada un ala de la lucha autonómica. Este proyecto de radio es impulsado por hombres y mujeres jóvenes y tiene como finalidad promover la cultura triqui, motivar la participación de la población, rescatar la historia, reivindicar el idioma triqui, generar el diálogo intercomunitario e impulsar la autonomía del municipio. A tres meses de haber iniciado el proyecto de radio, el siete de abril de 2008, dos mujeres jóvenes claves en el proyecto, Felícitas Martínez y Teresa Bautista, fueron emboscadas y asesinadas cuando se dirigían a una comunidad para realizar servicio comunitario y recabar información para la realización de sus programas. Este hecho ha sido un golpe muy duro al naciente proyecto que comenzaba apenas a dar sus primeros pasos; este acto de violencia fue calificado por las autoridades autónomas como un golpe directo al municipio autónomo y a su proyecto de radio. Para las y los jóvenes esto representó un golpe mayor: “Ahorita la radio no está trabajando como venía trabajando porque los compañeros no se han podido reorganizar (...) Ahorita estamos tristes y no hemos hecho programas”, dice una locutora de La Voz que Rompe el Silencio. El impacto de este hecho, que hasta la fecha sigue impune, provocó que el proyecto prácticamente se detuviera. La inseguridad, el miedo de los y las jóvenes, así como el temor de padres y madres de familia por permi-

tir la participación de los hijos en estos espacios que pudiera significar un peligro para sus vidas, se incrementó. Son muchos los obstáculos a los que se han enfrentado los y las jóvenes, en primer lugar la violencia, además la falta de equipo, de servicio de internet y de capacitación que les permita trabajar en la edición de sus programas y la ausencia de financiamiento para adquirir los materiales necesarios. Sin embargo, siguen asistiendo a la cabina de radio, intentando retomar su proyecto aun con todo en contra. A fin de cuentas, una radio comunitaria no se crea de la noche a la mañana, es un proyecto arduo, zigzagueante, de lenta maduración. Comunicación como mercancía. En un contexto nacional en que el derecho a la comunicación es negado a la población en general y en especial a los pueblos indígenas, se busca desde abajo ejercer el derecho reconocido en el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo. Aun cuando está reconocido, el derecho a la libre expresión y a que los ciudadanos difundan sus ideas es negado por el mismo Estado y sus instituciones. La comunicación es hoy en día una mercancía que se vende al mejor postor, sólo quien puede pagarla tiene derecho a obtener una licitación. Es por ello que los pueblos buscan en los hechos ejercer ese derecho consagrado en la Carta Magna, derecho que ha sido negado y que es calificado por quienes detentan el poder económico y político como “ilegal” o “pirata”. Es obligación de los gobiernos revisar los marcos jurídicos actuales, obsoletos y discriminatorios para garantizar la igualdad de oportunidades. Es urgente la generación de condiciones que eviten que las radios comunitarias queden en la marginalidad, que los locutores sean calificados como delincuentes o que hacer su trabajo signifique poner en riesgo sus vidas. Es urgente también crear espacios que sirvan de tribuna para expresar, difundir y denunciar los hechos y acciones que atentan contra los derechos de las personas y de los pueblos y es la radio comunitaria un medio clave para que este derecho sea una realidad.

Felícitas Martínez Sánchez y Teresa Bautista Merino

El 9 de diciembre pasado el titular de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos Contra Periodistas (FEADP) de la Procuraduría General de la República (PGR), Alberto Orellana Wiarco, afirmó que el asesinato de Felícitas Martínez Sánchez y Teresa Bautista Merino, compañeras de la radio comunitaria La Voz que Rompe el Silencio, ubicada en San Juan Copala, Oaxaca, ocurrido el 7 de abril de 2008, “no tuvo que ver con el ejercicio de comunicación que desempeñaban en la emisora”. Agregó que “fueron víctimas circunstanciales de una agresión que iba dirigida al conductor del vehículo donde ellas viajaban” y su asesinato “no tuvo que ver con el ejercicio de comunicación que desempeñaban en La Voz que Rompe el Silencio”. Ante ello, la Red de Radios Indígenas Comunitarias del Sureste Mexicano manifiesta lo siguiente: Del análisis que hemos realizado del expediente radicado en la PGR por estos asesinatos —donde se incluyen las actuaciones que realizó inicialmente la Procuraduría General de Justicia del Estado de Oaxaca—, no se desprende ninguna línea de investigación ni declaración de testigos o de sobrevivientes que descarte una posible agresión por la labor que desempeñaban en radioemisora. Existen cuando menos cinco líneas de investigación en el caso que no han sido suficientemente agotadas por la autoridad ministerial; una de ellas, la principal, valora la posibilidad de que hayan sido asesinadas por su labor de comunicación indígena. Es imposible determinar en este momento de la investigación las motivaciones de los agresores para atacar el vehículo donde viajaban Tere y Feli, y no es posible afirmar que la agresión iba dirigida al conductor del auto y no hacia las comunicadoras, pues no hay ningún elemento sólido ni pericial ni testimonial en el expediente que permita desprender tal suposición. Existen elementos políticos y sociales en la región triqui que permiten suponer una agresión hacia las compañeras por el ejercicio de comunicación e investigación que realizaban en la estación comunitaria. Las declaraciones del titular de la FEADP son infundadas y faltas de verdad. Nos preocupa que no conozca el expediente ni las condiciones sociales y políticas de la región triqui, e intente desviar la atención concluyendo que Tere y Feli no fueron asesinadas por el ejercicio de su profesión. El fiscal busca deslindar su responsabilidad y trasladar el asunto al fuero común, a la Procuraduría de Justicia de Oaxaca..

Estudiante de la Maestría en Desarrollo Rural de la UAM-Xochimilco

FOTO: Marco Peláez

Carmela Cariño Trujillo

Por la Red de Radios Indígenas Comunitarias del Sureste Mexicano: • RADIO AAMAY IYOLTOKNIWAN 102.5 FM– La voz pura de la Sierra Amamaloya Veracruz (Nahua-Popoluca) • RADIO ANPÓN 91.5 FM- San Miguel Chimalapa (Zoque) • RADIO ARCO-IRIS 90.1 FM – Santa María Jalapa del Marqués (Zapoteco) • RADIO AYUUK 99.1 FM – La voz de la Montaña- San Juan Guichicovi (Ayuuk) • RADIO LA VOZ QUE ROMPE EL SILENCIO 94.9 FM - San Juan Copala (Triqui) • RADIO HUAVE 95.1 FM – La voz del mar- San Francisco del Mar (Huave) • RADIO IKOOTS 94.1 FM – San Mateo del Mar (Ikoots) • RADIO TIKAMBAJ 94. FM – San Mateo del Mar (Ikoots) • RADIO TKYZ 95.1 FM – Santa María Tequisistlán (Chontal) • RADIO UMAMALANG 93.9 FM – San Dionisio del Mar (Huave) • RADIO LA VOZ DEL MONTE 96.9 FM- San Sebastían del Monte (Mixteco) • RADIO LIBERANDO LA PALABRA 94.1 FM- Tezoatlán de Segura y Luna (Mixteco) • LA VOZ DE LAS NUBES 92.1 FM- Santa Cruz Mixtepec (Mixteco) • RADIO LA VOZ DE LA LIBERTAD 99.1 FM- San Pedro Yosotato (Mixteco)


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DE VIVA VOZ LA POTENCIA DE LAS RADIOS COMUNITARIAS

EN EL DESARROLLO RURAL Sofía Medellín Urquiaga

“L

a voz es de todos y por eso están convocados todas y todos ustedes para que vengan y digan su palabra aquí en el micrófono. Este micrófono es comunitario”. Así iniciaba trasmisiones una de tantas y tantas radios comunitarias que en los últimos años han emergido en el país. Entre otras cosas, su proliferación es expresión concreta del ejercicio de derechos fundamentales a la libertad de expresión y la comunicación por parte de sectores sociales a los que históricamente se les han negado. Siempre se les consideró simples receptores de mensajes producidos por medios masivos de comunicación bajo una lógica mercantil. Pero además de representar una forma de ejercicio concreto de estos derechos, las radios comunita-

rias en su práctica cotidiana tienen el potencial de apoyar el desarrollo de las comunidades rurales que las gestan, un desarrollo construido desde abajo. Tradicionalmente la radio ha sido uno de los medios más utilizados en apoyo a programas y proyectos de desarrollo rural. Su accesibilidad, flexibilidad y nivel de penetración la posicionaron durante varias décadas como la tecnología privilegiada de comunicación del y para el desarrollo. Esto desde la perspectiva de que la información es un elemento de vital importancia en el desarrollo rural, por lo que generalmente la radio fue utilizada como un medio de difusión y propaganda en aras de la modernización y el progreso. Pero las radios comunitarias van más allá, no se trata sólo de difundir información sobre un tipo de desa-

rrollo predeterminado. Estas radios abren espacios de participación y diálogo intra e intercomunitario para apoyar un tipo de desarrollo basado en las necesidades y aspiraciones propias. Se trata de medios de comunicación propiedad de las comunidades y organizaciones locales donde las decisiones sobre su función y contenidos se toman colectivamente, respondiendo a un proyecto político-comunicacional al servicio y en compromiso con los intereses de los sujetos sociales locales. Por esto, las radios comunitarias tienen el potencial organizativo para la búsqueda de alternativas concretas: son un germen de acción. Las radios comunitarias crean y recrean comunidad. A contracorriente de los múltiples procesos que tienden a la desestructuración, fragmentación y división de las comunidades rurales, tales como el debilitamiento de

asambleas —formas tradicionales de organización y toma de decisión comunitaria—, junto a la incidencia de partidos políticos y nuevas religiones, políticas públicas “individualizantes”, migración, etcétera; las radios comunitarias constituyen un elemento de cohesión y de fortalecimiento de identidades colectivas. Participan y en ocasiones recomponen el tejido social; se vuelven parte importante de la vida en comunidad, lo cual se hace manifiesto cuando se incluye a las radios en el sistema de cargos o, en momentos críticos, en que las comunidades se organizan y movilizan en defensa de sus radios cuando se ve amenazada su existencia. Asimismo, estas radios acompañan y son expresión de procesos que las comunidades detonan. Se puede encontrar una gran cantidad de ejemplos de radios que apoyan desde procesos de autodeterminación del desarrollo local, como el acompañamiento a proyectos alternativos de tipo educativo, productivo y cultural, hasta procesos autonómicos en comunidades y regiones indígenas.

FOTO: Ross Murray

Los Derechos Indígenas en Materia de Medios de Comunicación: haciendo visibles los derechos invisibles

Erick Huerta Velázquez

G

arabombo el invisible, un libro de Manuel Scorza, cuenta la historia del líder de los indios del altiplano peruano, quien tenía un decreto del virrey que reconocía la propiedad de las tierras a la comunidad a que pertenecía; Garabombo padecía de una extraña enfermedad: cada que intentaba hacer valer pacíficamente sus derechos, se volvía invisible, sin que nadie pudiera verlo ni oírlo; aprovechando esto, organizó una rebelión, así se curó, pero fue preso y más tarde muerto. La rara enfermedad de Garabombo es común a todos aquellos que tratan de reivindicar los derechos colectivos, ¿la comunidad o el pueblo indígena, quién es? La disposición constitucional, tomada de los acuerdos de San Andrés, que establece para el Estado Mexicano la obligación de crear condiciones para que los pueblos y comunidades

indígenas puedan adquirir, administrar y operar medios de comunicación, no es la excepción a esta invisibilidad. En 2002, en aquel primer intento de crear una nueva ley de radio y televisión y modificar la Ley Federal de Telecomunicaciones, la disposición constitucional antes citada era prácticamente desconocida, la mayoría de reivindicaciones a este derecho se soportaba en los derechos humanos relativos a la libertad de expresión e información; todavía hoy la existencia de este derecho en la Constitución es para muchos una grata sorpresa. Pero este derecho invisible ha ido tomando forma, parece que poco a poco, por lo menos en esta área, los pueblos indígenas han podido avanzar en la cura de esta enfermedad, y el primer tratamiento quizás fue la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información, en donde estos pueblos tuvieron una consideración particular, tanto así que poco tiempo después se otorgaron los primeros permisos de radiodifusión indígena.

La proliferación y defensa de las radios comunitarias, a pesar de las adversas condiciones legales, económicas y políticas que enfrentan, constituye uno de los cuestionamientos más radicales y directos al sistema que niega el derecho a la comunicación de la mayoría de la población y monopoliza, bajo la lógica capitalista, la posibilidad de acceder a los medios. Si bien su lucha tiene que ver con la libertad de expresión y el derecho a la comunicación, se trata también de la lucha contra la exclusión, contra los imaginarios hegemónicos dominantes: es la lucha por el lugar de enunciación, que busca redefinir relaciones sociales establecidas y construir nuevos horizontes. Las radios comunitarias permiten ejercer estos derechos negados y sirven a procesos sociales de transformación de la realidad, su sola existencia en un contexto tan adverso da cuenta de ello. Las radios en comunidad interpelan la lógica dominante desde la periferia, su potencia está “al aire”, pero su fuerza echa raíz desde abajo.

La promulgación de la llamada Ley Televisa brindó una oportunidad para una nueva cura, tanto la acción de inconstitucionalidad promovida por algunos senadores, como la controversia constitucional interpuesta por municipios indígenas, incorporaron como agravio la omisión legislativa a la disposición constitucional de garantizar los derechos de los pueblos indígenas a los medios de comunicación. Si bien la invisibilidad perduró, ya que ambos reclamos fueron declarados improcedentes por una mínima mayoría, la misma Corte señaló el remedio: el derecho existe, sólo es necesario individualizarlo, así una comunidad, pueblo indígena, a quien pretenda aplicarse la ley actual, puede acudir al amparo con amplias posibilidades de éxito. Puede así reclamar su derecho a administrar un medio de comunicación. Hoy no cabe ninguna duda de que este derecho existe y puede hacerse valer, y que las condiciones que la Constitución obliga a crear tienen que ver con procedimientos acordes a la realidad de los pueblos, que reconozcan sus formas de organización y su cultura; que determinen el acceso a recursos para la sostenibilidad de sus medios, y que los pueblos indígenas administren sus propios medios, lo cual, con o sin permiso, ya lo están haciendo. En un esfuerzo colectivo por crear un procedimiento adecuado para los pueblos indígenas que les permita adquirir, administrar y operar sus propios medios de radiodifusión, se reunirán en San Cristóbal de las Casas, el 16 y 17 de enero, diversos representantes de radios indígenas y comunicadores para la conclusión de los trabajos del Programa para el Ejercicio de los Derechos de los Pueblos Indígenas para Administrar, Adquirir y Operar sus Propios Medios de Comunicación, que promete concluir un procedimiento sencillo y adecuado para la solicitud de permisos de radiodifusión por parte de los pueblos indígenas. Aún queda mucho por hacer, aún quedan muchos derechos invisibles, como el que en la planeación del espectro se consideren frecuencias para estos pueblos, o el artículo sexto de la Ley de los Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, que obliga a las televisoras y radiodifusoras a destinar tiempos a programación en lenguas indígenas. El trabajo consistente y el uso de los medios legales para exigirlos ha demostrado ser un buen tratamiento para la invisibilidad.


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CAMPO DE LUZ Con una experiencia en el fotoperiodismo de más de 30 años, Pedro Valtierra habla de cómo percibe la relación de la cámara con el medio rural. Sin despojarse de la emoción, pues él nació campesino, observa una insuficiente comprensión de parte de los fotógrafos de prensa a la vida rural. Valtierra es fundador y director de la agencia fotográfica Cuartoscuro –la cual cuenta con un bagaje de 300 mil fotos digitalizadas y medio millón de negativos, de los cuales, dice, un cinco por ciento es de temas rurales—. Entre múltiples premios y reconocimentos internacionales que ha recibido, figura el Premio Rey de España por la mejor imagen noticiosa internacional, que obtuvo en 1998 gracias a su foto titulada “Mujeres de Xoyep”, que captó en enero de ese año con una indígena chiapaneca que intenta frenar el paso a un robusto soldado. Esa foto, que en enero de ese año publicó en primera plana La Jornada, fue símbolo en marchas nacionales y extra fronteras de la situación indígena de Chiapas.

CAPTAR CON DIGNIDAD AL CAMPO, RETO DE LA FOTOGRAFÍA quedó con el rancho. En 1969 llegamos a México, yo trabajé en muchas cosas y luego, a los 15 años de edad, fui bolero en Los Pinos, para después trabajar en el laboratorio de fotografía y ser fotógrafo de la Presidencia de la República. Ya en los medios, mucho de mi trabajo en El Sol de México, Unomásuno y La Jornada se enfocó al campo, a los temas rurales; creo que yo mismo lo busqué. Un único habitante. Desde mi punto de vista, el testimonio que la fotografía periodística puede dar de lo que ocurre en el medio rural es lo que he visto en Fresnillo: la gente ha emigrado, hay pueblos fantasma, como en el que yo nací, donde antes habitaban 20 o 30 y ahora sólo queda una persona. El campo está totalmente abandonado, y lo veo también en Michoacán, Chiapas, Oaxaca, Puebla... Y la perspectiva para el campo es triste; lo digo como observador, como fotógrafo. La televisión genera allí expectativas de un mundo distinto; no hay

una educación real que muestre a los campesinos que hay opciones masivas para ellos, y mientras la televisión, con su publicidad, con las películas que dan, con las güeras que allí aparecen, promueve un deseo de la gente por ser urbanos. Me interesa mucho registrar esto. Veo que para los chavos del campo, ser cholos es la moda y así lo imponen: ya no usan sombrero, usan cachuchas o gorras, como pachuchos, y esto es muestra de que aspiran a ser urbanos. Veo los anaqueles de las tiendas y ya no hay productos locales: hay sardinas, refrescos, papitas, galletas, atunes, harina de maíz empacada... Esto deteriora la salud del pueblo, y es algo que me preocupa mucho, me asusta, ya hay una cultura del refresco. Siento que en unos diez años va a haber una crisis profunda en el campo, por el empobrecimiento y deterioro que sufre, con ríos y aguas contaminadas, con la ausencia de apoyos productivos, que veo por ejemplo en la leche. El Estado mexicano prefiere gastar millones en importar leche en polvo que en inyectar la lana para producir buena leche en México; es inadmisible, obligan a los lecheros al fracaso. El estereotipo. Pero los fotógrafos no han logrado registrar esto adecuadamente; por esta formación que tenemos en el país (no es un asunto sólo de los fotógrafos), donde los urbanos se sienten superiores a los campesinos –lo cual muestra una mentalidad reaccionaria, fascista y malinchista—y no hay una valoración justa del medio rural. Creo que la fotografía debe captar todo: marginación, olvido, fiestas, cultura... pero hacerlo con dignidad, no oprimir fotográficamente a los campesinos. Y debe también hacer a un lado los estereotipos. ¿Qué vemos por ejemplo con libros entre comillas de arte que editan Banamex, Maseca y otros? Están los indígenas en sus casas, en sus cocinas, estáticos y sin actuar en sociedad, en fiestas, en bailes. No se trata de que los fotógrafos inventen algo, no se trata tampoco de hacer una apología, como ocurrió en cierto momento con los campesinos rusos, sino de

trabajar con los campesinos como seres humanos que son. La aportación más importante que debe hacer la fotografía a favor del medio rural es empezar a tratar a sus pobladores con dignidad; y llevar exposiciones a los lugares campesinos, a las plazas, a las ferias. Yo rancheo mucho, me invitan a un pueblo y voy, llevo mis fotos. La gente tiene derecho a ver esas imágenes; cuando las ve, hay una reacción intensa, distinta a la de los ojos urbanos. La gente en el medio rural maneja el tiempo de forma particular: hacen una lectura detallada de la foto, se detienen, la examinan, se sorprenden, preguntan, lloran. Fotos para campesinos. La fotografía tiene posibilidades como vehículo de comunicación y la gente va y la gente le cree; no hablemos de si es objetiva o no, la gente le cree. Y dado que hay una gran capacidad de socialización de la fotografía, por la facilidad de imprimirse en cualquier parte a bajo costo –no hablo aquí del

valor de la foto—, precisamente en la Fototeca de Zacatecas, que dirijo desde que se inauguró en 2006, estamos trabajando en un proyecto para exponer fotos en pueblos, en plazas, en ferias, porque así como la gente va a la cantina, a la iglesia, a presentaciones de equis grupos, así puede ir a una exposición fotográfica. Lo estamos haciendo no como un plan populista, sino como una forma de comunicación, de dar acceso a diversos públicos al periodismo y en particular a la fotografía de campo. Cuando la gente ve estas fotos, se identifica y se da tiempo a la reflexión. En términos generales hemos privado al campo mexicano de muchas posibilidades, entre ellas de acceder a la fotografía publicada o como exposición. Claro, ha habido oportunismo. Cuando surgió el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en 1994, todo mundo se montó en Marcos y llevaron cosas y les dieron cámaras a los indígenas. Como ya ahora Marcos no le cae bien a nadie, ya se acabó el proyecto. En la fototeca el plan que tenemos es de largo plazo y en Cuartoscuro hemos identificado a dos o tres jóvenes que se vinculan al campo de manera distinta, les gusta y son buenos. Los apoyamos, pues la visión del mundo no debe ser sólo de los que vivimos en la ciudad. (Lourdes E. Rudiño)

FOTO: Tomada de Zacatecas. Fotografìas de Pedro Valtierra

Testimonio de Pedro Valtierra

FOTO: Tomada de Zacatecas. Fotografìas de Pedro Valtierra

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unque digamos que el campo es muy importante, al indígena, al campesino siempre se le ve de arriba hacia abajo, con cierto desprecio; en foto en particular, se le ve como objeto, no como sujeto, como para expresar el folclore, lo curioso, la pobreza. Como fotógrafo puedo darme cuenta de eso, que está presente en muchos fotógrafos de periódicos –claro, no en todos— y que contrasta por ejemplo con la novela de Juan Rulfo (Pedro Páramo), que retrata con dignidad a sus personajes rurales; los mira con respeto, les da un honor; es una maravilla. En el periodismo, los reporteros y los fotógrafos debemos dar un viraje. Hoy ya no hay crónica de campo, y los campesinos cuentan sólo como cifras: cuántos se van a Estados Unidos, cuántos son pobres, cuántos desnutridos; cuánto se produce, cuánto se importa. En lo personal siempre he querido ver a los campesinos con dignidad. Me siento identificado con ellos, pues yo vengo de allí. Nací en un pueblo de Fresnillo, Zacatecas (en San Luis de Ábrego); allí en el rancho viví mis primeros 12 años, no conocía la televisión, ni la luz, ni nada; éramos pequeños propietarios y sembrábamos frijol, maíz, calabaza... Tuvimos una crisis, no llovió en 1966 y nos quedamos sin lana y el banco se


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AGRO DE PAPEL

LA JORNADA DEL CAMPO EN SU PRIMERA ÉPOCA (1992-2000) Julio Moguel

E

l primer número de La Jornada del Campo apareció el 18 de junio de 1992. De ocho páginas en sus inicios, pasó luego a 16 y se estableció con una periodicidad variable, casi siempre semanal o quincenal. Las preguntas que los directivos de La Jornada se hicieron entonces para decidir si convenía o no editar un suplemento especial sobre los temas agrícolas y agrarios del país confluían en una sola preocupación: dado que los circuitos dominantes de circulación eran urbanos en no menos de 70 por ciento, ¿se concentrarían sus lectores con atención y suficiencia en información y análisis referidos al México rural? Fue el mismo director del periódico, Carlos Payán, quien en reunión motivada por el asunto dio la respuesta simple, llana, central: la contrarreforma agraria del salinismo, desde su impulso en 1991, habría “inundado de campo a la ciudad”, y la protesta y las movilizaciones rurales entraban de lleno en una nueva fase vital. El “tema rural” dejaba, entonces, de ser “cosa de especialistas” y “marginales” para ponerse de nueva cuenta en el centro del debate nacional. Lo rural y lo urbano. La huella de esta reunión quedó literalmente plasmada en el editorial del primer número del suplemento, titulado “Hablemos sobre el campo”: “Conforme avanzan los procesos de reforma en el medio rural mexicano se hace más evidente la necesidad de abrir un nuevo ciclo de debates sobre sus problemas fundamentales. La fase legislativa que inauguró el cambio del artículo 27 constitucional y que avanzó con la aprobación de una nueva ley agraria tiene ahora en puerta la discusión de la legislación forestal y la de aguas (…) Pero más allá del marco legislativo, es el propio ritmo y la profundidad de los cambios y de los conflictos rurales lo que llama a revisar con seriedad la confrontación de diferentes puntos de vista y a abordar el análisis de temas fundamentales (…)” La primera época de La Jornada del Campo duró hasta abril de 2000. No podría decirse, por supuesto, que ese era el año-gozne del ciclo político-social sobre el que había navegado la publicación, pero muy diversas razones aconsejaron al equipo encargado del suplemento y a Carmen Lira —a la sazón ya directora del periódico— suspenderlo en forma temporal. Una de esas razones resultó fundamental: la cuestión indígena, ya para entonces fuertemente dominante en el país, encontraba en las páginas cotidianas de La Jornada la suficiente atención como para que se justificara, además, mantener un suplemento semanal o quincenal que se abocara al tema. Más aún cuando desde tiempo atrás el propio diario cobijaba Ojarasca, suplemento especializado en el asunto y conducido con buen criterio y excelente pluma por Hermann Belinghausen.

La última entrega de la primera época de La Jornada del Campo –número 86, de abril de 2000— se concentró en el tema de “el campo en la ciudad”, con entrevistas en la materia a quienes en ese momento contendían electoralmente por la jefatura del Distrito Federal: Santiago Creel (PAN), Andrés Manuel López Obrador (PRD) y Jesús Silva Herzog (PRI). El enfoque resultó un significativo colofón de lo que había sido la primerísima intención, ya señalada de Payán en la reunión del 92, de fundir en letra lo que las realidades del país estaban fundiendo en vida (el campo y la ciudad, lo rural y lo urbano). Sus protagonistas. La Jornada del Campo en su primera época tuvo acaso la virtud de ser un material entretejido en las pieles de la lucha política y social de los medios rurales del momento. Lejos —aunque no demasiado— de la academia, sus directivos y colaboradores principales se movían con cierta holgura y libertad en los espacios íntimos o públicos del movimiento rural. En sus primeros números dominó el análisis sobre las reformas agrarias del salinismo, en un debate en el que nadie se sintió excluido (Hugo Andrés Araujo, Gustavo Gordillo, Arturo Warman, por ejemplo, tuvieron su momento específico de aparición en las páginas del suplemento). Dio cabida y voz periodística a los actores sociales y políticos que se identificaron con “las movilizaciones por la tierra” (“Hoy luchamos por la tierra y también por el poder”, diría la Coordinadora Nacional Plan de Ayala), pero no subestimó la relevancia de aquellos núcleos y organizaciones que hablaron de ser un “nuevo movimiento campesino” (“por la apropiación del proceso productivo”, diría la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas). EZLN y más. De 1994 a 1996 el movimiento rural se tiñó de indígena con la emergencia zapatista (del momento de “la insurrección” al cierre del ciclo de negociaciones en San Andrés Larráinzar). Lo mismo sucedió con La Jornada del Campo de esa primera época. Pero no fue menor el empeño de sus directivos y colaboradores para tocar el tema de las realidades rurales emergentes a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN). De 1997 al 2000 se mantuvo más o menos la misma matriz temática, con apertura a una serie de ítems que en muy poco tiempo adquirieron una relevancia mayúscula. Entre otros: la problemática de la producción orgánica y del “mercado justo” (destacadamente en la producción del café); la participación de la mujer y la “equidad de género”; las cuentas amargas del proceso globalizador en el más allá de los rasguños salvajes de la apertura teleciana; los flujos y reflujos migratorios; las luchas rurales latinoamericanas. Por allí debe ubicarse la huella que dejó La Jornada del Campo en su primera época. Coordinador de La Jornada del Campo en su primera época (1992-2000)

Plantea el agro retos a la prensa escrita Los ajustes estructurales sufridos por el agro en las tres décadas recientes –la apertura comercial; la desaparición de instancias del Estado relacionadas con la comercialización, el financiamiento, el aseguramiento y más, y el freno al reparto agrario—, aunadas con los cambios también en las formas de corporativismo, modificaron drásticamente la cobertura en la prensa escrita de noticias y la elaboración de los diversos géneros periodísticos en materia rural. Antes de esto la cobertura que comúnmente realizaban los diarios estaba enfocada a los conflictos agrarios, a las demandas de tierra, a las exigencias por mejores precios de garantía; luego fue que comenzaron a aparecer las notas relativas a las preocupaciones en 1993 por lo que provocaría en el campo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que ese año se firmaba; también surgieron incontables notas relacionadas con el dumping y las barreras técnicas a la exportación –fitosanitarias fundamentalmente—, así como la información relativa a los múltiples tratados comerciales internacionales que luego firmó México pero que en los hechos no han sido relevantes como el TLCAN. Sin contar con que también la prensa debió comenzar a observar y dar cuenta de la evolución de los mercados y los precios internacionales, y de los acontecimientos en diversas partes del mundo que en ellos influyen (sequías, bloqueos comerciales, sobreoferta, demanda excesiva de barcos para mover mercancías), pues dejaron de existir los precios de garantía y los internacionales empezaron a determinar los pagos internos al agricultor. Además de que a partir de los 90s el tema de los cultivos transgénicos ha venido a ser tema de interés crítico para el agro y últimamente también los agrocombustibles. Así, la información se ha vuelto más diversa y mucho más compleja –con implicaciones éticas muy serias, pues, por ejemplo en el tópico de transgénicos el reportero debe acudir a científicos y ellos no están todos de acuerdo. Pero ¿qué tanto ha asumido la prensa los retos? Con excepciones, el tema del agro en los diarios es visto de manera marginal, si bien es cierto que la sacudida de la crisis alimentaria de 2007 y 2008 hizo a muchos editores abrir los ojos. Malamente se ha pensado que agricultura es igual a pobreza en el sur y agronegocio en el norte, y las ocasiones en que los medios brindan grandes espacios a los temas rurales se deben a una gran sequía o inundación con afectación de cosechas, o a las posibilidades de exportación de los productos estrellas mexicanos (jitomate, aguacate y todo un conjunto de hortalizas), o a la presencia del medio rural en la capital, con grandes movilizaciones o las históricas tomas de edificios de secretarías de Estado hechas por los cañeros. También es un hecho que en la época navideña estaban y están presentes en los diarios las notas de las flores de nochebuena, los árboles de Navidad y por supuesto la oferta de pavo. Y que los medios han dado cuenta de la piratería de “patentes” de nopal, frijol, chiles mexicanos, pero sobre todo, medio rural significa en los medios reportajes de pobreza, folclore, peticionismo, acarreo y líderes corruptos. Los asuntos emergentes mencionados (relacionados con el comercio, los agronegocios, las nuevas tecnologías) ocupan espacios breves en los medios, y se expresan de forma segmentada, de tal forma que sólo los lectores estrictamente involucrados en el medio rural atienden esa información. La sociedad en general queda así desvinculada de lo que ocurre en el campo, de lo que está pasando en ese ámbito que es proveedor de comida, oxígeno, agua, energía, cultura. Y ni qué decir de los temas de desarrollo rural, de organización y autogestión campesina, de equidad de género, de la lucha por el agua de las comunidades campesinas, de las experiencias exitosas locales de producción o comercialización, de la búsqueda campesina por preservar los recursos tierra y agua y producir sin agroquímicos. Estos temas prácticamente están borrados de la prensa escrita, pues lo local es ignorado en medio de un mundo de noticias “nacionales” o más bien generadas en la capital del país. Y si en muchas ocasiones la información “nacional” del agro queda marginada en los periódicos porque debe competir con otras notas relacionadas con las finanzas, con la industria, con el sector laboral, etcétera, con más razón los textos relativos a lo regional y local se discriminan. En 2007 y 2008 –con la crisis alimentaria y económica global presente— los temas relativos al agro se posicionaron en el interés de algunos editores. Excélsior y Milenio decidieron publicar sendos suplementos, en forma paralela al surgimiento de la segunda temporada de La Jornada del Campo, pero esos esfuerzos no están exentos del interés económico comercial muy evidente dada la concentración de la propiedad de los periódicos en México en manos de pocos empresarios que también incursionan en otros negocios (como Olegario Vázquez Raña, de Excélsior, dueño del Hospital Ángeles). La publicidad institucional es el principal motor de estos suplemento. En el caso de Milenio, el suplemento contiene básicamente colaboraciones “institucionales” (de directivos de la Financiera Rural, del Bansefi) o entrevistas no críticas con esos mismos funcionarios o líderes de la Confederación Nacional Campesina. El de Excélsior difunde noticias del campo que aportan los reporteros del propio medio y también reportajes amplios, por ejemplo de la posición del agro mexicano en el intercambio comercial con los socios del TLCAN; su enfoque es básicamente de agronegocios. (LER).


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AGRO DE PAPEL BOLETINES, PERIÓDICOS Y REVISTAS:

INSTRUMENTOS CLAVES DE LAS ORGANIZACIONES Lourdes Edith Rudiño

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a sea con fines políticos; con el interés de interconectar a organizaciones locales socias; para buscar el diálogo con actores externos (como legisladores, académicos y funcionarios), y/o para difundir entre las bases campesinas experiencias y metodologías de producción ecológica, recuperación de suelos y comercio justo, entre otros temas, las organizaciones nacionales del campo están presentes en los medios de comunicación, básicamente con revistas, periódicos locales, boletines y páginas web. Todos, de su propiedad. Son medios nuevos y en constante transformación, pues el hecho de que el ámbito rural tenga espacios escasos en los medios masivos –y que éstos no comuniquen con plenitud sus múltiples dimensiones— hace explorar nuevos caminos. Guillermo Correa, responsable de Comunicación de la Confederación Nacional Campesina (CNC), dice: “es responsabilidad de las organizaciones generar nuevos medios que expresen las situaciones del campo de manera más justa. En los medios masivos, comerciales, es conocida la frase de los jefes de información de que cuando hay algún accidente o matazón, sólo es noticia cuando los muertos suman más de 50. Así, con criterios como éstos, el tema rural tiene que competir con mucha información, y siempre sale perdiendo, siempre se le margina”. Eso preocupa, dice, pues “en esta época los triunfos se logran más a través de los medios de comunicación”. Ejemplos de los esfuerzos informativos desde las organizaciones los podemos encontrar en la propia CNC, en la Asociación Nacional

de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC) y en el Programa de Intercambio, Diálogo y Asesoría en Agricultura Sostenible y Soberanía Alimentaria (PIDAASSA). La Revista ANEC, con el lema “El cultivo de estar informado”, nació en 2005 su periodicidad es bimestral y su tiraje es de mil a mil 500; se distribuye en 15 estados, donde tiene presencia ala asociación. “Lo que hacemos es construir canales de comunicación e información oportuna y veraz sobre la problemática de las organizaciones socias e instancias de la ANEC, así como de nuestras experiencias exitosas”, dice Enrique Pérez Suárez, responsable de Comunicación de la agrupación y agrega que la publicación, junto con la página web que tienen, permite que las organizaciones socias se conozcan entre sí de manera amplia y “queremos que ayude al fortalecimiento de nuestro modelo alternativo” de organización. Pero la revista no es sólo un órgano interno, se distribuye también entre los reporteros del sector agropecuario y se busca que académicos e investigadores tengan en ella una fuente de consulta. La revista además es foro para que la ANEC dé cuentas claras de su acceso a recursos públicos y de su gestión ante las autoridades gubernamentales. “Esto es de suma importancia porque la gente no cree en las organizaciones, debido al clientelismo y cacicazgo de muchos líderes y por su vinculación con partidos políticos. Por eso, por la vía de nuestros medios de comunicación debemos ser transparentes y dar cuentas claras”. La CNC generó su revista La Campesina en 1998 y la mantuvo vigente mientras

Contar historias Soslayan al campo los medios impresos

violencia, narco, inseguridad, FOTO: Alfredo Domínguez / La Jornada

temas predominantes en la prensa hoy

Un miembro del décimo batallón de infanteria de marina participa en la destrucción, el 9 de junio de 2008, de un plantío de mariguana en la sierra de Coalcomán, Michoacán

Víctor Ronquillo

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eonardo Sascia en algún momento dijo que los diarios en su país escurrían sangre. Sabía de lo que hablaba: el escritor nació en Italia, donde surgió la mafia, con sus prácticas violentas y corruptoras. Hoy en México todos los días los periódicos escurren sangre, la violencia generada por el narco-

tráfico es una infaltable noticia de primera plana. Lo que podemos llamar la agenda de lo nacional está supeditada a la tragedia de la seguridad pública que sufrimos. Cuestión de prioridades. Asuntos como la cada vez más difícil construcción de la democracia, la crisis laboral o la ruina del campo, por sólo mencionar algunos, no son considerados prioritarios en la co-

Heladio Ramírez fue el líder nacional. “Allí se analizaban los principales problemas del sector rural, migración, jornaleros, situaciones de las diversas ramas, maíz, frijol (...) La revista, que llegó a tener un tiraje de cinco mil ejemplares, contaba con financiamiento del entonces gobierno federal priista (propaganda y publicidad pagada por las instituciones relacionadas con el agro). Con la llegada del PAN al poder en 2000, la publicación continuó recibiendo ese financiamiento, no obstante que ya la CNC era oposición y que nuestros contenidos eran críticos”, comenta Correa. La revista logró relevancia internacional. Un reportaje sobre los descendientes de Emiliano Zapata en condición de emigrantes en Estados Unidos fue reproducido por la BBC de Londres y O’Globo de Brasil. La revista declinó “conforme el PAN se iba aceptando como partido en el poder”y dejó de editarse, dice Correa y agrega que cuando llegó Cruz López a la dirigencia cenecista la agrupación decidió poner en marcha una página web como medio de comunicación interno y externo. Reconoce que el internet es un medio al que tienen poco acceso los pobladores rurales, los miembros de la CNC, pero precisa que las ligas campesinas cuentan con periódicos locales y murales y además la agrupación recurre a los carteles. “Por ejemplo, en agosto se sacaron seis carteles con los logros del primer año de presidencia de la CNC de Cruz López”. Cabe destacar por último el boletín de PIDAASSA, denominado Carta Informativa, que apenas suma tres ediciones y ha salido en forma cuatrimestral con tirajes variantes de entre 500 y mil ejemplares –los costos de-

bertura informativa de las empresas periodísticas de este país. Aunque es cierto que la violencia del narcotráfico, los más de cinco mi muertos que lamentamos este año, son un asunto sobre el que se debe informar y reflexionar, también lo es que otros temas son prioritarios en un país sumido en la peor crisis económica y política desde la Revolución. Para un reportero de las infanterías del periodismo como lo he sido por un par de décadas, cada vez es más difícil sustraerse a las férreas líneas editoriales que son dictadas en los consorcios empresariales propietarios de los principales medios del país, y que parten de la premisa de que los medios deben ser ante todo un negocio. Bajo esa consideración, la credibilidad resulta una moneda de cambio y los periodistas son reducidos a piezas de una maquinaria que debe resultar productiva y provechosa. Hace rato que quienes toman las decisiones finales en los medios dejaron de ser periodistas y son empresarios, o lo que es peor, lacayos de los empresarios. Omisiones. De la ruina del campo, de los dramas de pobreza y la marginación; de las condiciones de

terminan esto--. “Más que noticias, el boletín publica artículos de reflexión y análisis de temas claves, como territorio, recursos naturales y biodiversidad, pero sobre todo lo que ofrece son las experiencia que las propias organizaciones miembros desarrollan en materia de medio ambiente, producción ecológica, rescate de suelos y semillas nativas, participación de la mujer, comercio justo y exportación de productos orgánicos como la miel de Calakmul, en Campeche (...) el boletín está escrito en forma amigable y coloquial, tiene bastante ilustración a colores, pues es dirigido principalmente a los campesinos”, señala Cecilia Oviedo, quien comparte con Lorena Paz Paredes la responsabilidad de la publicación. “La experiencia previa (de PIDAASSA) había sido el intercambio de memorias, talleres. Pero nos dimos cuenta que era necesario difundir experiencias prácticas (...) Es común que cada organización realice su trabajo y no conozca lo que pasa en otros espacios, salvo cuando hay asambleas grandes. Entonces el intercambio que propicia el boletín permite reforzar la identidad de las organizaciones, que los miembros de éstas sepan que no están solos, que son parte de una cosa más grande y que hay otros que hacen cosas parecidas y enfrentan limitaciones parecidas, además de que se comparten los avances”. La Carta Informativa se difunde en México pero también en organizaciones de Cuba, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Bolivia, Perú, Ecuador Brasil, Chile y Colombia. El PIDAASSA México tiene una página web desde 2004 y también el PIDAASA internacional (en este caso desde comienzos de 2008). “Pero nos hemos dado cuenta que el acceso al internet no es una práctica frecuente de las organizaciones campesinas, indígenas, y el material escrito, gráfico, sigue teniendo una utilidad muy importante”.

extrema pobreza en las que sobreviven los campesinos, de los turbios manejos de los apoyos para el campo; de los beneficios con que opera la agroindustria en el norte de México, o de las historias de los viejos que deciden quedarse a hacer lo que pueden con sus desgastadas tierras, nadie se entera. Esta información no vende, como tampoco venden los efectos que pudo tener la apertura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte el año pasado o realidades como la crisis por la falta y carestía de alimentos, que se avecina, y la dependencia alimentaría que ya sufrimos. Si no se informa sobre lo que sucede en el campo, menos se genera una reflexión. Estos y otros muchos temas resultan ajenos, son parte de una extraña realidad que poco interesa visitar a los articulistas que ocupan las páginas editoriales de periódicos y revistas. ¿A quién le importa en estos días que el periodismo tenga una función social?, ¿a quién que su práctica resulte fundamental en una sociedad democrática como una voz alterna a la del poder?, ¿a quién el que sus temas incidan de manera profunda en las preocupaciones de una agenda

nacional dictada por el bien común? Lo que prevalece son los dicterios del negocio. La información de la que hay que ocuparse corresponde a intereses concretos de un grupo políticocomercial, que decide los destinos de país, el mismo que encontró en la guerra de las drogas una forma de legitimarse. La perspectiva con que se informa en la mayoría de los medios sobre el tema de la violencia perpetrada por el narcotráfico es la de quienes son sus propietarios o de quienes de una u otra forma los controlan. De lo que ocurre con el narco en México, de las causas y los hechos de la violencia, sólo conocemos la versión oficial. Lo mismo, salvo excepciones, de lo que está pasando con este país. Para los periodistas que entendemos este oficio como un instrumento para mostrar realidades que hay que transformar, quienes estamos convencidos de su sentido social y su definición ante las distintas formas de poder, hoy la amenaza es el silencio. No podemos permanecer sujetos a líneas editoriales que más bien son líneas de negocio de los consorcios comerciales propietarios de los medios más influyentes; con toda modestia, tenemos que seguir haciendo lo nuestro: contar historias.


Joseph Sorrentino n 2003 estuve tres semanas fotografiando y hablando con gente en los cafetales de la Sierra Juárez de Oaxaca y en pueblos alrededor de Cuetzalan, Puebla. Todos vivían en pobreza extrema, con ingresos de cinco mil a seis mil pesos al año. La ironía es que aunque ellos producen parte del mejor café del mundo –que se vende en unos 10 dólares por libra (más de 260 pesos el kilo) en Estados Unidos—, sufren privaciones infinitas y apenas sobreviven. Una tarde estaba yo platicando con un joven en San José Tenango, Oaxaca, y le pregunté qué le estaba pasando al campo. Sin dudar me dijo: “No hay nada en el campo. Está perdido”. Regresé a México a principios de noviembre de 2008 y estuve cinco semanas en el campo, visitando 11 pueblos en Morelos, Tabasco, Puebla y Veracruz. Fotografié y hablé con gente que trabaja en el nopal, la jícama, la caña, el cacao, el café, la naranja y la vainilla. Si “perdido”era el adjetivo para el campo en 2003, no estoy seguro qué palabra lo describe adecuadamente ahora. Tal vez “moribundo”. La historia en cada pueblo es la misma: campesinos con predios de una o dos hectáreas, que prácticamente hacen todas sus labores a mano, con el machete como única herramienta. Trabajan agachados, usando el machete para cortar la maleza o las puntas de las plantas de jícama, para clarear sus cafetales y para cortar la caña y el bambú que venden. Colectan sus cosechas en canastas, cartones, plásticos o grandes costales que llenan con cargas de 30 o incluso 50 kilos, y las levantan sobre sus espaldas para luego trasladarlas al camión más cercano arriba en la montaña o a la parada de autobús, o en pueblos como San Martín Oaxaca, las cargan durante siete horas al atravesar las montañas. Todo esto, bajo un sol castigador; es trabajo de ocho a diez horas por día, seis días a la semana. Y ganan unos po-

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UNA VISIÓN ESTADOUNIDENSE DEL CAMPO MEXICANO cos miles de pesos al año, si tienen suerte. Nadie obtiene lo suficiente de sus cultivos para sobrevivir. Los que no tienen tierra, trabajan como jornaleros y por lo regular ganan entre 80 y cien pesos por día, aunque algunos alcanzan los 250 por ciertas cosechas. Agapito, un hombre que trabaja en la jícama en Tlaquiltenango, Morelos, dijo que él come de manera suficiente cuando hay suficiente trabajo. “¿Y cuando no hay suficiente trabajo?”, pregunté. “Pues como menos”, respondió. El campo está desangrando a su gente, en especial a los jóvenes. Con muy poco qué buscar, a excepción de demasiado trabajo y poca paga, ellos están yéndose a grandes ciudades como Oaxaca, Puebla y la ciudad de México, donde la mayoría termina en la economía informal. Platiqué con 15 vendedores ambulantes en la capital de México y la mayoría de ellos procedían de Guerrero, Chiapas o Oaxaca. Simón, prototipo de estas personas, estaba vendiendo artesanías oaxaqueñas en Avenida Revolución. “Allá (en Oaxaca) yo ganaba 30 pesos al día. Aquí gano entre 150 y 200”, me dijo. La mayoría de los ambulantes dividen su año entre sus pueblos y las calles de la ciudad, aunque cada vez más ocurre que se quedan en las ciudades permanentemente. “La gente joven querría regresar (a su pueblo), pero a qué. Allá no hay nada para ellos”, me comentó un defensor de estas personas. Por supuesto, muchos sueñan con “hacerla” en Estados Unidos, y la gente que llega a trabajar allá ciertamente hace mucho dinero, por lo general unos 10 mil dólares al año. Pero la mayoría están en el país ilegalmente, lo cual significa que tuvieron que pagar a un “coyote” hasta dos mil 500 dólares para cruzar la frontera, una aventura que mata al menos a 500 personas por año. Muchos están dispuestos a arriesgar sus vidas en busca de las remesas, que son cruciales para que la familia sobreviva. Éstas son la segunda fuente más importante de divisas para

México. Todos aquellos con los que hablé en el campo tenían familiares trabajando en Estados Unidos. Realmente no sé si el campo puede sobrevivir. Hay, es cierto, muchas organizaciones que trabajan para mantenerlo vivo y he colaborado de cerca con varias de ellas, como el Instituto Maya, Pueblos Unidos de Morelos, Tosepan Titaniske, Plantación de Vainilla de México, Coordinadora Estatal de Productores de Café de Oaxaca (CEPCO) y Comercio Justo México. Son agrupaciones increíblemente dedicadas y tienen éxitos. Me dan esperanza. Con impulso a proyectos sociales y asesoría legal, buscan no sólo lo mejor para el individuo, sino lo que es mejor para el planeta. Pero si no obtienen más apoyo dentro de México e internacional, no sé qué tanto puedan estas agrupaciones continuar, pues no obstante el trabajo que realizan –o más bien, debido a él—, enfrentan represión, a veces severa y a veces mortífera. Probablemente es muy fácil ser ciego ante el sufrimiento en el campo y sólo ver una imagen romántica de su gente: vestidos de forma simple, con ropa tradicional, un machete colgando de la cintura y contentos con lo que tienen. Pero he estado casi dos meses con ellos; por horas los he acompañado por senderos de montañas empinadas, he observado cómo llevan 50 kilos de cacao en sus costales, y los he fotografiado en sus jornadas de horas y horas bajo un sol que no perdona. Y he emergido de esas experiencias creyendo que los campesinos, no obstante las privaciones que enfrentan, aman su tierra. Ellos ocupan un lugar muy valioso en la vida de México y creo que el campo es el espíritu de este país. Casi todos nosotros en Estados Unidos hemos dejado de estar en conexión con la tierra, nuestros alimentos los obtenemos en estrechos paquetes cerrados que compramos en los supermercados. Hemos perdido nuestro espíritu. Temo que México está en riesgo de perder el suyo también. joso1444@usa.net

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CRUCE


MIRADAS

Alfredo Zepeda González y Pedro Ruperto Albino

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a comunidad está en el centro del mundo. Los ancianos ñuhú dicen que más allá de la tierra conocida está un mar. Los lugares lejanos, otros Estados o países de los que solamente se escucha el nombre en las noticias están del otro lado de las aguas. Así Irak, Perú, Canadá, Colombia, Estados Unidos, Afganistán. En los sitios adonde algunos han llegado a poner pie están los confines de la tierra, que primero se conocían ubicados en San Agustín Mezquititlán, la casa del Señor de los Milagros que se visita el viernes de la cuaresma, y al sur en Teotihuacan, donde muchos van al corte de la tuna en el mes de agosto, y en Mbondó (la ciudad de México). Después se ensancharon hasta Zacatecas, donde vive el Santo Niño de Plateros y a San Juan de los Lagos, la tierra de la Sanjuanita. La modernización tecnológica y el neoliberalismo aniquilador se han metido sin pedir permiso en los territorios de los indígenas; con las banderas antiguas del dominio y con las nuevas consignas de la exclusión y el despojo, se han convertido en el reto más desconcertante para las comunidades de la sierra. El programa Procede desmantela los territorios comunales, cada vez con mayor cinismo y prepotencia, a la vez que desconoce a las autoridades indígenas y a sus asambleas, mientras el Progresa rebautizado divide a los pueblos y reparte migajas de miseria. El complejo de leyes neoliberales pugna por garantizar a las trasnacionales el botín a escala planetaria, a despecho de cambios de gobiernos. ¿Cómo seguir siendo comunidad en medio de la mal llamada globalización que más bien lo fragmenta todo? ¿Cómo no desbaratarse y perder lugar frente a los planes de exterminio? ¿Cómo ser modernos (los de hoy) sin ser arrasados por la modernización neoliberal? Entraron las máquinas abriendo los cerros, emparejando las veredas y tum-

bando las papatlas, las mirras y los cedros rojos; y en el lugar de las raíces arrancadas se plantaron los postes de la luz eléctrica. Las calles y las casas se iluminaron de noche y los radios ya no necesitan pilas. La mercancía dinero se convirtió en la más importante para pagar el servicio, los transportes y la oferta de necesidades nuevas que llegan a diario en las camionetas de los placeros. Las carreteras ayudaron para ya no cargar tanto a los enfermos de loma en loma, al tiempo que se convertían en compuertas para dar salida a los hombres desde las cañadas de La Florida y Pie de la Cuesta hasta al nan guadí (al otro lado). La dispersión comenzó hace nueve años, cuando los de El Papatlar se juntaban a escuchar las historias de los primeros que llegaron hasta Nueva York, en las conversaciones vespertinas sin fin. El azoro de los más jóvenes iba creando en sus mentes el imaginario de los restaurantes y los car-wash, donde dicen que la gente gana ocho veces lo que un peón en los potreros de Amaxac. Pronto, los teléfonos celulares, aun con los precios por llamada más caros del país, fueron dando con la casa de Julián Orozco, el coyote michoacano que vive en Phoenix. De Ayotuxtla ya se han ido cerca de 200, del los mil 500 de la comunidad Aunque regresan a los dos o tres años, muchos se van de nuevo. La emigración ha puesto a prueba la relación comunitaria y la palabra de los que hablan al mismo tiempo que se miran. El saber todo de todos en la comunidad se disuelve. El trueque de trabajos entre compañeros por mano vuelta y el descanso colectivo ordenado por la lluvia se convierte en jornadas de 12 horas en el lavado de carros, de noche o bajo la nieve. No da tiempo a los que hallaron cuarto en el Bronx para visitar a los que viven en el barrio de Astoria. Pasaron de ser reconocidos de nacimiento, a ser tratados como ilegales perpetuos. La dispersión también es allá: de dos ba-

rrios de una ciudad pasaron a repartirse en decenas de pueblos en cuatro estados. La fiesta de Santa Inés, del carnaval, de los elotes y de Todos Santos se suplantan con la del Halloween, la del Chrismas y la del turkey, que llaman el día de gracias. La lengua ñuhú ya sólo se puede hablar en el encierro de los apartamentos. Por otra parte, los que se van se llevan los hábitos del corazón colectivo que aprendieron toda la vida en la praxis de la comunidad. Lo que pasa en la sierra se sabe al detalle en Nueva York y viceversa: todos supieron el mismo día cómo se hizo la fiesta en El Pericón cuando inauguraron su capilla, como si allí hubieran estado. Al igual que todos, se enteraron enseguida en Amaxac de que el Rubén Juárez ya se andaba juntando con las pandillas del Bronx. Naturalmente se recrea el trabajo y la vida en común en los apartamentos del Queens donde viven juntos por grupos. A la vez que intercambiando palabra y apoyo en la red de colectivos semejantes, se reproduce el tejido de la comunidad propia. En Todos Santos, las pocas mujeres que se han ido se organizan desde la calle 149 hasta la avenida Basford para cocinar los tamales, aunque sean de maíz transgénico, para que no le falte su ofrenda a los difuntos. Al poco de estar, todos van construyendo en su mente el mapa de los lugares de trabajo y circula, sin periódicos, la información socializada de las ofertas de empleo en los restaurantes griegos de la Roosvelt y con los jardineros guatemaltecos de Mahopac. La cooperación y el envío del dinero por Western Union de Manhattan a Phoenix para pagar el coyote de los que cruzan la frontera, están ensayados al detalle, para que nadie se quede colgado a medio camino. Y se mantiene el principio de la comunidad: todo es público, excepto las virtudes individuales, de modo que lo que concierne a uno, preocupa a todos. En el otro lado, la lengua ñuhú sigue siendo la palabra completa frente al inglés y el castellano, para resistir como los últimos de la fila. Fragmento del artículo La comunicación desde abajo. El espiritu en la palabra. Tomado de Christus. Revista de teología y ciencias humanas, noviembre - diciembre 2008

FOTOS GRAFFITIS: Archivo

LA COMUNIDAD RECREADA EN EL EXILIO


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LA CINEASTA YOLANDA CRUZ Tania Molina Ramírez

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olanda Cruz es mensajera de su comunidad. Cuenta las historias de su pueblo oaxaqueño en ambos lados de la frontera, y al hacerlo, nutre el diálogo acerca de quiénes son y en quiénes se están transformando. La cineasta radicada en Los Ángeles está convencida de la importancia de los registros audiovisuales y cree que éstos pueden jugar un papel central en preservar y difundir la cultura de los pueblos indígenas que a estas alturas ya no son tanto migrantes como binacionales. “El video es clave para la subsistencia de las lenguas y tradiciones”, dice en entrevista telefónica. Idea que todavía tiene que trabajarse en los pueblos: “El mundo audiovisual es universal y accesible, pero aún no se valora en nuestras comunidades. No es una prioridad, la prioridad es que seamos licenciados o doctores, porque es lo que se necesita, pero el artista… Dentro de los pueblos, cuando voy a mi comunidad me preguntan ¿qué haces, de qué trabajas?”. Pero esta mujer de 34 años que habla chatino, inglés y español pronostica que

“el audiovisual va a tomar más fuerza dentro de nuestras comunidades como medio para pasar información, como herramienta educativa”. A ella le interesa ese camino. Por ejemplo, trabajos como los que actualmente realiza para el Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB), “videos para la comunidad triqui que no habla inglés ni español, sobre los derechos y obligaciones de la madre y el cuidado de los niños (en el contexto estadounidense)”. Cruz lleva una estrecha relación con el FIOB, frente crucial en la organización indígena mexicana en California. La más reciente cinta de la cineasta, el documental Reencuentros, narra la historia de Alejandro Santiago y sus dos mil 501 esculturas. Santiago es un artista zapoteco que regresó a su pueblo y lo encontró abandonado. Decidió crear dos mil 501 seres humanos de barro para repoblar la localidad. Cruz quiso no sólo seguir los pasos del artista, sino contar “qué lo inspira”, qué hay detrás de la historia de las estatuas, “reflejar la experiencia de esa comunidad”. Buscaba aportar elementos a una discusión que tiene lugar dentro la comunidad binacional: hay quienes se alarman de que todo esté cambiando y de que las culturas se

estén muriendo, y hay otros, como la cineasta, que creen que “la migración puede ser buena” y que no hay por qué alimentar una falsa nostalgia por el pueblito que se tiene que quedar paralizado mientras ellos están afuera. “Ese tipo de diálogo me interesa mucho”, sigue. Diálogo que también ha buscado entablar por medio del trabajo de la casa productora que fundó, Petate Productions (www.petate.com), y de sus otros documentales, entre ellos Sueños binacionales y Entre sueños, que participó en el festival de Sundance en 2000. “Deberíamos valorar nuestra cultura, conocerla y estar orgullosos de ella; pero también es muy rico cuando una persona es abierta y conoce otras culturas y puede adaptarse. Ayuda a que uno valore más sus orígenes: uno sale y se educa, y uno regresa y aprecia más su cultura y trata de mostrarla, esa cultura que tal vez no sea tan moderna, pero tiene algo muy esencial”, contó. Las esculturas, anuncia Cruz, están por venir a la Ciudad de México y probablemente viajen a Nueva York (Museo del Barrio). Nomás que Santiago “quiere que salgan las dos mil 501, dice que van a hacer la ruta del migrante, y van a regresar a su pueblo hasta que tengan 70 años y se retiren”. Irónicamente, “Alejandro hizo esto para llenar un espacio, ¡pero creó más migrantes!”.

LOS CAMPESINOS DE GILLES GROULX Julio Moguel

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l conocido crítico de cine Jorge Ayala Blanco no tuvo ningún reparo en considerar a la película Santa Gertrudis, la primera pregunta sobre la felicidad (Santa Gertrudis, premiére question sur le bonheur), del canadiense-quebequense Gilles Groulx, como “la aportación fílmica más importante que ha hecho un realizador extranjero al cine nacional desde ¡Que viva México! de Einsestein en 1931-32”. En este breve espacio hablaremos de ese largometraje documental filmado en México en 1976, tratando de establecer su relevancia desde dos coordenadas específicas: la primera, correspondiente a su materia mexicano-rural, en el escenario del convulsivo campo oaxaqueño de los 70s; la segunda, referida a su condición artístico-universal, determinada por su concepto, estructura, fines y lenguaje. Se trata entonces, si se me permite adelantar la idea, no de la producción de una pieza maestra sobre lo específico-local o lo folclórico-particular visto desde un lente considerado, sino de una obra maestra que —como en el caso ejemplar de Pedro Páramo, de Juan Rulfo— parte de un particular determinado para producir un universal artístico —que cuestiona o se pregunta a fondo una realidad genérica del hombre (el tema de la felicidad del Ser).

Un antecedente necesario: Les Raqueteurs. Gilles Groulx rondaba los 27 años de edad cuando inusitadamente descubrió –descubrieron todos, con ello— que tenía en definitiva alma de cineasta. Y de las buenas. Era el año de 1958. Había ido como segundo del reconocido cineasta Michel Brault a filmar un documental sobre un congreso de raqueteros (Raqueta: “Objeto similar a una raqueta, que se pone en los pies para andar por la nieve”) a la comunidad de Sherbrooke, cerca de Montreal. La tarea se llevó un único día de filmación, con varias horas grabadas de un poco de todo, sin guión preestablecido ni idea clara sobre cuál o cuáles serían los productos. Fue Groulx el encargado de realizar el montaje, con un resultado que marcó un antes y un después en la historia del cine quebequense. ¿La razón? Les Raqueteurs capta las festividades que se desarrollan en el marco de un congreso de raqueteros, ya lo dijimos, en una comunidad vecina de Montreal. En blanco y negro, prácticamente sin diálogos, la cámara recoge gestos, voces, murmullos y reacciones diversas de seres individuales en un mar colectivo en el que se impone un cierto éxtasis festivo comunitario. La cámara logra invisibilizarse y entra en los pliegues más íntimos del evento. La película liga gesto y palabra en el punto preciso en que se presentan sus interconexiones sustantivas: cuando una mirada o un ges-

Voces de Santa Gertrudis

Tino: Bueno compañeros, la película se va a hacer con hechos muy claros, hechos de nosotros mismos. La película no tendrá nada inventado. (...) Paula: Ya estando allí nos dijeron que íbamos a votar todos juntos. Y cuando ya estaban las votaciones empezaron los garrotazos. Y que entra el ejército, el ejército del gobierno, ¿no?. “Abran, sáquense viejas”, dicen. Y nosotros dijimos: “Dejen las votaciones libres porque nosotros tenemos que participar (...)” Y los federales nos decían: “Échense p´trás, aquí no tienen nadita de educación, hay que respetar”. Y nosotros: “Pues si ustedes no respetan, nosotros tampoco respetamos”. Y entonces dicen ellos: “Suelten los garrotes”. “Bueno –dijimos— ¿por qué no desarman a los caciques y por qué no sueltan sus rifles?, entonces sí soltamos los garrotes. No necesitamos que nos disciplinen, porque nosotros estamos disciplinados solos, no como ustedes”. Nosotras las señoras, al ver el problema duro, nos movimos hasta adelante, porque ellos siempre tratan de tomar arma de fuego y nosotras entramos a los trancazos con garrotes. Y sí, garroteamos, garroteamos a los caciques, al hermano del síndico, al cuñado del presidente, y éstos salieron lesionados, sí, salieron lesionados. Todavía metieron al ejército a querernos agarrar a la bronca, y nos metió la... bayoneta se llama, ¿no?. Fue cuando nos enojamos y nos aventamos, y ellos nos decían: “No, viejas, sáquense todas”. Entonces les dijimos: “Pues de una vieja nació, pues no nació de una burra, ni de una perra, usted también de una vieja nació”. Y entonces fue cuando la tierra le cae en la boca, ¿no? Pues allí fue donde paró un poco la bronca (...)

Tomado de Lorena Paz Paredes y Julio Moguel, Santa Gertrudis: testimonios de una lucha campesina. Editorial ERA, 1979

FOTO: Producciones Petate

LOS CAMPESINOS VAN AL CINE

Yolanda Cruz nació en 1974, en Cieneguilla, municipio de San Juan Quiaije. Salió de Oaxaca a los 17 años de edad. Hizo estudios en Evergreen State College (Washington), conocido por sus posturas liberales. Ahí tomó la decisión de estudiar cine: “Hacía teatro, fotografía, y al final descubrí el cine. Crecí en una comunidad sin televisión, vi la tele hasta los seis, siete años, crecí con radionovelas. Pero vine a Evergreen (…) el equipo era cada vez más accesible; experimenté, salió muy natural”. Así que entró a la escuela de cine de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA): “Quería hacer cine para las comunidades indígenas y contar sus experiencias”. En Los Ángeles encontró una comunidad mexicana más establecida, de la cual decidió contar historias: “Descubrí que la gente (en México) quería saber de aquí. Somos (los establecidos al norte de la frontera ) como mensajeros que vamos y venimos, cambiamos de mundo muy fácil. Más que nada estaba interesada en el diálogo entre comunidades (de ambos lados de la frontera), no tanto en explicarle al mundo, sino para que dialogara la comunidad de la que soy parte”.

to definen el más allá de lo que el rostro cree que representa. Y descubre también, entonces, las grandes solidaridades primarias que se ocultan en los intersticios de la escena: se ven y sienten en el interlineado o síntesis que capta la cámara silente, los calores profundos de una lava que tiende a salir de los volcanes humanos que se observan. Y todo ello en el “contexto rígido de esta época”. Los campesinos universales de Santa Gertrudis. Casi 20 años después de Les Raqueteurs, la cámara de Groulx entró a la comunidad de Santa Gertrudis con la voluntad expresa de que fuera usada por los campesinos levantiscos del lugar para que se apropiaran del proyecto e hicieran “su” filme. Obviamente, dentro de un esquema en el que quedara claramente establecida una condición: que ello no implicaba en absoluto que él perdiera con ello su papel de dirección artística. El escenario no era simple, pero lo podemos imaginar: los campesinos pobres del lugar venían de una larga lucha por la tierra contra un cacicazgo centenario (los Ibáñez y los Hamilton, entre otros, apellidos de caciques con arraigo en el lugar desde el siglo XIX), y en el nuevo ciclo de luchas agrarias de los 70s habían pasado a la ofensiva con dos líneas de participación: la primera, con acciones directas de tomas de terrenos de algunos de los terratenientes de la zona; la segunda, con la organización colectiva para la producción. La cámara captó a caciques y comuneros de manera alternada, dejando que cada quién dijera “lo suyo” (las grabaciones de entrevistas con los caciques fueron escuchadas y “respondidas” por los campesinos en una reunión amplia de grupo. Y todo ello se registra en la película de Groulx). Recreó –por medio de entrevistas y de “encuadres” de monólogos— los recuerdos de un espacio-tiempo circular en el que lo viejo –la lucha de padres y abuelos contra los viejos caciques y terratenientes— prácticamente se tocaba en el ambiente y realidades de ese ahora. Y dejó también que su lente se enfocara sin prisa en los espacios largos de la cotidianidad, dejando que los hechos y las caras, las risas y las voces –como en Les Raquetteurs— hablaran por sí solas, sin necesidad de adorno alguno ni voz en off. ¿Y qué tenía que ver esa historia de lucha social con “la primera pregunta sobre la felicidad”? En la idea de Groulx, absolutamente todo. Por lo menos en dos planos: allí, sobre la tierra, a ras del pie desnudo de los muchos, no sólo se camina el sufrimiento sino el gozo pleno y alto de existir: por una manera del ser colectivo y del vivir. Y allí también se llega a otra conclusión: que la felicidad tal vez no esté en el fin.


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LOS CAMPESINOS VAN AL CINE

DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ: LA OBRA “CIVILIZADORA” DEL CINEMATÓGRAFO* Juan Manuel Aurrecoechea

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esde el inicio del siglo XX se propuso el uso del cine para incorporar a las poblaciones “inferiores, primitivas y atrasadas” a la “auténtica civilización”. Con esta misión surgió un cine pedagógico en Inglaterra, Alemania, Bélgica, Francia y otros países, que crearon instituciones oficiales para el desarrollo de un cine de propaganda popular científica; pero sería en las naciones que se disputaban la hegemonía mundial —la Unión Soviética y Estados Unidos— donde el cine de instrucción tendría su desarrollo más espectacular. Las cinematografías educativas tienen en común el considerarse portadoras de un mensaje positivo y el proponerse redimir a los ignorantes mediante la maravilla de la imagen en movimiento. Un claro expositor de este cine es el checo S. G. Askinasi, realizador del documental significativamente titulado De las tinieblas a la luz y director de la Escuela Popular Ambulante Demostrativa Cinematográfica de la Rusia Subcarpática durante la tercera década del Siglo XX. La montañosa Rusia Subcarpática se incorporó a la República Checoeslovaca al final de la Primera Guerra Mundial; habitada por medio millón de campesinos que —según Askinasi— “habían permanecido durante más de tres siglos alejados de todo progreso europeo”, en 1919 presentaba los más altos porcentajes de analfabetismo de Europa. Era

pues una región privilegiada para probar la eficacia del cine educativo, cuyos postulados, en palabras de Askinasi, resultan reveladores: “Los gobiernos tienen en el cinematógrafo una arma poderosa de educación política y social de sus pueblos, la cual no ha sido aplicada en toda su amplitud para el provecho moral de la humanidad. “Toda enseñanza visual y especialmente la del cinematógrafo, representa una economía enorme del trabajo intelectual del alumno imprimiéndose en su memoria casi sin esfuerzo. “El cinematógrafo reproduce la vida con una ilusión completa capaz de engañar no sólo al niño sino también al adulto. “Mientras más bajo está el nivel de los que se desea educar y mientras menos habituados están a un trabajo intelectual, exigido aún en los cursos populares, más grande será sobre ellos la influencia de la película instructiva. El cuadro que ellos ven proyectado les da la completa ilusión de realidad; es como si ellos vieran realmente lo que les muestra el cinematógrafo. “Dado que la mente del pueblo rural está por lo regular en un nivel inferior no permitiendo ocuparle con cuestiones teóricas, hallamos en el cinematógrafo un medio de enseñarle los principios higiénicos y sociales dándole demostraciones ligeras tomadas de la vida real y adaptadas a su inteligencia. “Si el problema es la incorporación de un pueblo de cultura inferior a la civilización

contemporánea, y no solamente su desanalfabetización que es cosa puramente formal, el cinematógrafo científico ofrece un medio más eficaz, podemos decir, el medio único.” Askinasi cuenta cómo emprendió su “obra civilizadora”, armado con un carro de hierro, un aparato de proyección, un dinamo y sus anexos, un motor de 6-8HP, dos caballos con arneses y 28 películas científicas, como Explotación de los bosques en los EEUU, La limpieza es garantía de salud, Crianza de cerdos modelo, Una economía lechera en los Alpes, La vida del presidente Masarik, La vida en Nueva York o De las tinieblas a la luz Los títulos mismos indican el destacado papel que tenían los temas agrícolas, la higiene y la propaganda cultural. En su informe fechado el uno de agosto de 1924, Askinasi detalla que “la Escuela Ambulante Demostrativa ha dado, en 39 aldeas de la Rusia Subcarpática, 919 sesiones que han sido concurridas por 71 mil 233 personas (…) Los campesinos se apresuraban a ir a la escuela demostrativa a fin de ver las milagrosas ‘imágenes vivas’ del cinematógrafo (…) las proyecciones comenzaban tan pronto terminaban los servicios religiosos y continuaban sin interrupción hasta horas avanzadas sin que el espectador se fatigara de escuchar y mirar […] y no solamente sentadas en las bancas y ventanas, sino muchas veces hasta en las chimeneas y hasta en las espaldas de los otros […] Durante la función el silencio era absoluto. Los campesinos miraban y escuchaban casi sin res-

GEAVIDEO, una experiencia de comunicación Marco Díaz León* y Catherine Marielle**

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lo largo de más de tres décadas de trabajo por la construcción de relaciones dignas entre los habitantes del campo y de la ciudad y por el cuidado de la Madre Tierra, la comunicación ha sido un eje fundamental del Grupo de Estudios Ambientales, GEA. En los 70s y 80s utilizábamos diaporamas en las sierras poblanas y oaxaqueñas. A partir de 1992 el programa de Comunicación y Producción Audiovisual GEAVIDEO es nuestra caja de resonancia, produce y difunde materiales de video y radio. Iniciamos con las costosas y tardadas tecnologías analógicas, pero a finales de los 90s migramos hacia lo digital. El maíz ha sido la columna vertebral de muchos proyectos de GEA como lo muestran nuestros videos, entre ellos: México profundo. Una civilización negada; Nueve mil años de agricultura en México. Homenaje a Efraím Hernández Xolocotzi, serie que valora la cultura del maíz y la ciencia campesina, y Gente de maíz, serie testimonial que resalta la importancia del maíz en la cultura indígena teenek y popoluca. Ante los riesgos de los transgénicos en el cultivo del maíz mexicano, realizamos el video Maíz transgénico. Una amenaza para la diversidad del maíz en México (1999), junto con Greenpeace. Posteriormente, para contrarrestar las campañas de las trasnacionales agrobiotecnológicas, hicimos la serie radiofónica Los transgénicos ¡hoy, hoy, hoy! y el video ¡Vamos al grano! Cuidado con el maíz transgénico (2007), que pirata viaja en el metro “como una oferta, como una promoción”.

Hemos hecho coproducciones apoyando organizaciones civiles, campesinas e indígenas del país en temas de agricultura, manejo forestal comunitario y cultura. Inspirados por la sustentabilidad y el respeto a la Madre Tierra, realizamos: Wakan Tanka. El gran espíritu permanente y estable y La palabra del color de la tierra (2001), con entrevistas a comandantes y comandantas zapatistas sobre el maíz, la naturaleza y el trabajo de las mujeres; y en el tema de derechos y cultura indígena, La larga marcha de los indios del México profundo. Participamos en el comité organizador de la exposición que titulamos Sin maíz no hay país (2003) en el Museo Nacional de Culturas Populares, junto con el Centro de Encuentros y Diálogos Interculturales. Ahí realizamos seis videos que se proyectaron durante un año, y luego dos más sobre esta magna exposición y la presencia campesina y popular en ella. A propósito de la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Cancún, hicimos el video colectivo El hambre no aguanta más (2003), con Greenpeace, la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC), Red Mexicana de Acción ante el Libre Comercio (RMALC) y Comercio Justo México, para informar sobre libre comercio, transgénicos y soberanía alimentaria. GEAVIDEO documenta los logros y los retos de múltiples proyectos, privilegiando el testimonio campesino, como sucede con la experiencia regional que llevamos a cabo en Guerrero con la Sanzekan Tinemi. Tenemos una colección de más de 30 videos del programa Sistemas Alimentarios Sustentables, sobre prácticas ecológicas en la cadena agroalimen-

pirar. Este silencio era sólo interrumpido por exclamaciones de admiración o cuando aparecía un cuadro divertido, por grandes risas.” El éxito de la empresa de Askinasi fue, según su propia descripción, arrollador. Sin embargo, el educador visual señala un problema: “la falta de películas apropiadas a la enseñaza por medio del cinematógrafo en general y especialmente al nivel de sus espectadores carpatorrusos.” Pone un ejemplo. Explica que la película estadounidense La limpieza es garantía de salud, “excelente desde el punto de vista técnico y científico”, no es adecuada a la mentalidad carpatorrusa, ya que: “Qué podrá sacar el campesino o indio analfabeta de la parte de este filme en donde se demuestra el peligro de ensalivarse los dedos al hojear un libro? Él, que no lee libros porque no sabe leer. ¿O del consejo de no barrer la tapicería de su cuarto sin humedecer la escoba? Él, que nada tiene que barrer los muros de tierra de su cabaña. “Una vez pasando esta película en una aldea carpatorrusa –cuenta Askinasi—, uno de los espectadores exclamó: ‘¡Mira como se vive bien en América!’ Era la sola deducción que podía sacar este campesino que había sido impresionado no por el fondo del filme, sino por las condiciones de exterioridad de la vida en Estados Unidos.” Quizá el que no entendió fue Askinasi y quien comprendió con prístina claridad la película fue el campesino. Pues ¿acaso es otro el mensaje del cine estadounidense que el de convencer lo “bien que se vive en América”? * El documento inédito “El Cinematógrafo en la instrucción pública europea y norteamericana”, de S. G. Askinasi proviene del archivo de Gabriel Figueroa y nos fue facilitado por los editores de la revista Luna Córnea.

taria, producción orgánica, rescate de semillas nativas y de conocimientos tradicionales, conservación y transformación de alimentos, y Estrategias campesinas sustentables (2001-2008); y del programa Manejo Campesino de Recursos Naturales sobre Oxtoyahualco: Un pueblo recuperando el agua perdida (2007), Agua compartida para todos. Un proyecto para el manejo comunitario del agua y los recursos naturales y Obras para conservación y restauración de microcuencas (2008). Para comunicar estas alternativas contamos con el Video Andariego, por medio del cual llegamos a las comunidades organizando funciones y proyectando nuestros videos y obras de la cultura universal. Así ampliamos el intercambio campesino, apoyados en metodologías participativas y diálogo de saberes, y reforzamos el trabajo educativo que hemos emprendido con las Jornadas por la Madre Tierra en escuelas primarias y secundarias. También comunicamos a través de la radio comunitaria de la Prepa de Chilapa y otras radios en el país. Compartimos con otras organizaciones nuestros anhelos, experiencias y aprendizajes, en redes de comunicadores y en la iniciativa Contra el Silencio Todas las Voces. Aportamos materiales audiovisuales a diversos videoclubes, televisoras libres y organizaciones. Los problemas crecen pero también se multiplican las experiencias, las opciones y los resultados. Nuestro reto es sumarnos a los cada vez más numerosos grupos humanos que velan por la Madre Tierra, la casa de todos, y juntos demostrar que otro mundo es posible. Tenemos la certeza de que otra comunicación es posible, que nos ayude a mirar el mundo con los ojos de los que no han nacido todavía. * Coordinador del programa GEAVIDEO ** Coordinadora del programa Sistemas Alimentarios Sustentables geacom@laneta.apc.org www.gea-ac.org


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LUCHA POR LA SOBREVIVENCIA: TEMA DEL DOCUMENTAL RURAL • Hablan Juan Carlos Rulfo y Eugenio Polgovsky Lourdes Edith Rudiño

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onceptualizado inicialmente como “reportaje”, el documental fue el género cinematográfico que dominó las producciones en México desde que este arte y medio de comunicación llegó al país a fines del siglo XIX, y se afianzó con el proceso de la Revolución Mexicana, según relata Rodolfo Peláez en su estudio “El documental y su público en México”. Así, el medio rural fue protagonista clave del cine en esta época, con producciones que retrataron la participación campesina en las luchas revolucionarias. A partir de 1918, sin embargo, el cine dio un viraje hacia las películas de ficción –las pioneras Santa y El automóvil gris— y el documental declinó hasta que en los años 70s hubo un impulso desde el Estado al llamado documental antropológico y la naciente Cineteca Nacional armó ciclos de documentales independientes. En este marco es que el documental realizado en el medio rural ha tomado un lugar en la historia. De esa década de los 70s destacan Etnocidio: notas sobre El Mezquital (Paul Leduc, 1976), Los que viven donde sopla el viento suave (Felipe Cazals, 1973) y María Sabina, mujer espíritu (Nicolás Echevarría, 1979). En los 80s, si bien el género documental tuvo expresiones importantes, como son en el caso de los de corte rural El día que vinieron los muertos / Mazatecos I (Luis Mandoki, 1981); Laguna de dos tiempos (Eduardo Maldonado, 1982); y Juchitán, lugar de las flores (Salvador Díaz, 1984), se desplomó el número de producciones y su exhibición fue limitada, reporta Peláez. Y es a partir de los 90s que hay un resurgimiento, y donde se inscribe, para el caso de los temas rurales, El abuelo Cheno y otras historias (1995) y Del olvido al no me acuerdo (1999), de Juan Carlos Rulfo, obras donde este autor busca rescatar parte de la historia de su abuelo y de su padre. Son precisamente Juan Carlos Rulfo, director también del documental En el hoyo (2006), y Eugenio Polgovski, director, fotógrafo y editor de dos documentales rurales, Trópico de Cáncer (2004) y Los herederos (2008), quienes comentaron a La Jornada del Campo lo que ha ocurrido en los años recientes en el documental rural, los retos que éste tiene, y la experiencia de su propio trabajo. Juan Carlos Rulfo: En general, en los medios de comunicación hay un estereotipo del medio rural muy sobado y pobre: no ha habido una exploración más allá de asuntos como tierras áridas, lugares abandonados, gente floja, y eso es fácil de ver y muy peyorativo de antemano. Pero no habido interés de acercarse a la gente para tratar de conocerla un poco más, para conocer su vida cotidiana, y no sólo a la que está en el campo sino a la que está en la ciudad, pues hay muchas zonas de la ciudad que son rincones olvidados con las mismas atmósferas rurales, los mismos ritmos de vida, las mismas costumbres, donde hay gallinas, fogones... Y las personas quieren contar lo que les pasa, no necesariamente la historia amarilla o la historia cruda de la pobreza, sino otro tipo de historias mucho más

profundas que tienen que ver con la mentalidad, con las cosas que todos los humanos hacemos –comer, llorar, querer, educar a los hijos—, aunque desarrollado de diversas maneras. Una película que me dio una guía muy fuerte, muy temprana, fue la de Mezquital, de Paul Leduc –la cual retrata el fenómeno de aculturación de los otomíes en el Valle del Mezquital— porque, aunque de una forma muy agresiva y de denuncia, muestra las ganas de acercarse de veras a la comunidad. Pero en los años recientes se ha hecho muy poco en el cine para lograr ese contacto. Hay alguna que otra película sobre los tarahumaras y una más que está produciendo Carlos Reygadas, con Mantarraya, donde vemos a los huicholes reír, jugar o echarse chistes. Por supuesto me gusta mucho lo que intenté hacer al acercarme a la vida cotidiana en En el hoyo, que retrata a un grupo de personas que está en la ciudad de México en una realidad que le es ajena (albañiles que participaron en la construcción del segundo piso del Periférico). Ellos son gente de extracción rural. El cine mexicano toca muy poco la cotidianidad del medio rural quizá porque se considera que para que valga la pena hacer un documental en el campo tiene que ser con un tema duro, difícil, con mucha carga informativa para poder venderlo, pero no sobre la vida simple y llana. En México no nos conocemos, no sabemos cómo es el pueblo. Nos hace muchísima falta cine que utilice a los personajes que tienes allí en el lugar donde estás y contar historias de vida, cotidianas, pues éstas son el mejor lazo de unión con el resto del mundo. Las películas que se están produciendo, igual que las telenovelas, son sobre la clase media, sobre chicos ricos. Y uno dice “¡chale!, yo creo que el Chavo del ocho retrataba mejor la vida cotidiana”. Algo que admiraba mucho de mi padre (Juan Rulfo) era su capacidad de escuchar, de desatar una conversación... yo no sé si platicaba mucho, pero sí escuchaba mucho. Estoy pensando en la gente que llega con cámaras a una comunidad, en Chiapas por ejemplo, captan lo que aparentemente es importante, porque llama la atención (...) pero no nos damos chance de ver otras cosas porque no tenemos tiempo; claro que allí no importa la dignidad (del lugar o las personas que se fotografían) sino importa a qué vas. Tener un extra de la vida se da cuando de repente te dejas llevar, te sueltas y ya no importas tú, importa lo que te dicen y cómo te lo dicen y lloras con ellos, porque logras ese lazo de identificación. Ante los conflictos que vive el campo –el vaciamiento rural, el deterioro ambiental, la pauperización— no creo que haya iniciativas en la cinematografía. La mayoría de los guiones que se están escribiendo no tienen nada qué ver con lo que sucede y a veces sí con la parte de la impunidad, lo espectacular de los narcos y de asuntos policíacos. Pero eso les sale muy bien a los gringos o a los hermanos Almada (...) Y en todo esto influye que los medios masivos se han encargado de hacer que la población pierda la noción de identidad, que se aleje de sus raíces y no le importe de dónde viene, pues esos medios tratan de crear necesidades ajenas, de tipos de vida que no son los propios, de realidades prefabricados en el consumismo (...) El

campo entonces no es tema. Eso es muy triste (...) Creo que en el medio rural hay muchísimas historias para contar; no se trata de acercarse para ver la cruda realidad; hay que buscar la manera de ver desde otro ángulo donde podamos hablar de eso pero también de otra cosa, en donde haya una riqueza que se encuentra y se redescubra (...) Hay muchas cosas que están pasando en el país y que nadie se imagina cómo funcionan: la gran clase trabajadora que está haciendo lo inimaginable para que la familia sobreviva. Hay una gran marginación pero no hay pobreza de espíritu, eso es lo que habría que dar a conocer y lo que ese espíritu logra para poder hacer crecer la economía en esas comunidades, con trabajo, imaginación, esfuerzo; hacen lo que pueden y eso es precioso, da para muchos temas. Y en las historias infilmables está aquello que pasa en montañas perdidas, sin acceso, donde están los plantíos de droga, los narcos, sus conexiones, donde nadie se puede acercar ni decir nada, porque nadie se atreve. Allí hay que intentar, imaginar hacer otra historia, bastante mañosa, para poder hablar del punto y entonces sí poder hacer “daño”, que la gente tome conciencia, sin que se sienta agredida y generar no sentimientos de culpa sino de acción, pues este país no se merece seguir como está. Eugenio Polgovsky: Por primera vez en su historia, la sección Generación del Festival de Cine Berlín –para las audiencias jóvenes— presentará en febrero próximo un documental, y ese es Los herederos, el cual ya participó en 2008 en el Festival de Venecia y desató en el público europeo reacciones de asombro, incredulidad, lágrimas y tristeza, pues el filme, de 90 minutos, presenta las jornadas diarias de niños que trabajan en el campo (en el corte de caña, la cosecha de tomates) y en la producción de tabiques de adobe, en el tejido, en la creación de alebrijes, en el pastoreo de animales y que contribuyen con el transporte de agua y de leña, y otras labores que en teoría son responsabilidad de los adultos. Uno de los elementos integradores de esos niños es que todos son pobres y si entramos a ver su historia familiar, padres, abuelos, la mayoría ha heredado la pobreza junto con las actividades que realizan: trabajan día a día y se mantienen en la misma condición desde hace varias generaciones. Este documental lo realicé durante tres años en un viaje muy amplio por Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Sinaloa y Nayarit, y en él no uso palabras, pues mi anhelo es narrar sin utilizar esa descripción; así quiero entrar en el tiempo, en la fluidez, en la contemplación de seres que realizan una labor, en este caso los niños trabajadores, algo que es muy delicado, complejo y diverso. Mi trabajo quiere mostrar la lucha de los niños (el estar ocho horas bajo el sol, en el caso de los jornaleros, tomando el agua que tienen a la mano, comiendo cualquier cosa a un lado de los tráileres, con niños pequeños a cargo del cuidado de sus hermanitos más chiquitos), una lucha dura para sobrevivir, para comer, que va secando su infancia, que la va desvaneciendo, porque ellos tienen que resolver la vida familiar. Su labor no es secundaria, es fundamental para la familia. Pero al mismo tiempo mi documental es un homenaje a sus capacidades, a sus talentos, a su

humanidad, a esa herencia cultural (...) Al hablar en particular de los niños que hacen obras artísticas, alebrijes, telares, el documental no sólo retrata el acto, el objeto, si no el cómo lo hacen, ese brillo de sus ojos, esa concentración, esas manos, esa dedicación, ese talento, yo les hago un homenaje, los pongo en lo más alto. Lo que importa en la película son los personajes que la habitan; sin ningún discurso, sin ningún artificio, los niños son los que cuentan la historia solamente por estar. Un reto ha sido la presencia de la cámara, que es muy agresiva –por la connotación que la televisión le ha dado, de que implica denuncia—; como la cámara interviene y destruye muchos instantes valiosos, intimida, entonces hay que tratar de pasar desapercibido, ganarse la confianza de los personajes. Y la cámara es también un instrumento espacial. Muchas veces llegar a un lugar en el que todo es antiguo, como si nos remontáramos 500 años atrás, una choza de paja, instrumentos de barro, ollas de cerámica, carbón; la cámara allí es como un astronauta, se vuelve una especie de robot que contempla y registra. Entonces esto es mágico. El realizar documentales en el medio rural me provoca un gran asombro por la misteriosa realidad del campo, sus historias, sus personajes, sus caminos, sus paisajes, y en todo esto encontrar un gran abandono, una miseria que está allí desde tiempo inmemorial. Este trajo me permite conocer un poquito, pero sólo un poquito de este gran cosmos del México rural. Sin ser retórico, esta elocuencia es porque hay mucha pasión por el lenguaje rural, por cómo se comunica la gente en los pueblos, tan distinto a la ciudad, donde todo es verbal, verborrájico. En el campo hay pausas, miradas, tiempos para cada cosa (...) hay como una temporalidad en la que te acercas a la tierra, a una seriedad de la existencia, porque el vivir allí es duro. Y esa comunicación no verbal el cine la puede retratar. Además de Los herederos, hice el documental Trópico de Cáncer, que muestra cómo gentes de un poblado de San Luis Potosí caza animales exóticos y los vende a pie de carretera para poder sobrevivir. Los herederos es en parte una denuncia, pero no se reduce a eso porque sería como disminuir su profundidad y sus personajes a un panfleto. Lo que sí, es una herramienta de conciencia de cómo sobreviven esos niños, cómo luchan, cómo trabajan y cómo su infancia brota continuamente, pues quieren jugar, pero ese descubrimiento del mundo que es ser niño, ese asombro constante, esa luz, se desgasta, se va apagando. Claro, quisiera que el documental sirviera para mejorar las condiciones de los niños y en muchos casos que no hicieran esas labores y fueran a la escuela. Creo que tendrían que existir muchos más producciones de cine enfocadas medio rural, si consideramos la riqueza que es México, esa diversidad tan grande de culturas; tantas preguntas que están presentes y que son temas abiertos, muchos son como llagas. Hay documentales extraordinarios como los de Paul Leduc y Juan Carlos Rulfo. El problema es que la atención de la sociedad está en otra parte. Lo vemos con el asunto de la crisis económica. Todos están preocupados por el dinero, por los riesgos que quiebra de bancos y empresas, pero ¿en qué momento hay una preocupación de cómo esto afectará a los más pobres, al medio rural?, donde hay más dramatismo, donde están las familias más desfavorecidas, los que viven con nada. Me preocupa ese silencio, es como un muro.


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LOS COLORES DE LA HORMIGA

FOTO: Imagen del documental Los herederos de Eugenio Polgovsky

O EL COMPROMISO DEL DOCUMENTALISTA CON LA VERDAD

Diego Delgado

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n el campo mexicano hay tantas verdades como realidades, la visión del empresario del norte y su flotilla de tractores John Deer peinando un horizonte de elotes en Sinaloa, la del campesino oaxaqueño que pesca cada mazorca de una milpa caprichosamente encaramada en la loma de un cerro. Y resumiendo no poco, todo lo que se encuentra en medio. Cada ejido, cooperativa, intermediario, agrupación, corporación, mercado y reglamento que nos podamos imaginar. Aun así, para los ojos de la mayoría de los mexicanos, es decir 75 por ciento de la población que reside en las ciudades, existe una sola verdad. Aquella que los medios televisados nos presentan. Para que los problemas mexicanos tengan cabida aunque sea en alguna región subconsciente de la mente de los televidentes tienen que aparecer en la televisión, este oráculo catódico que alumbra las noches e impulsos de los hogares del país en números sólo superados por los de Estados Unidos. Y para que un problema mexicano sea tomado en cuenta por la televisión tienen que combinarse una serie de factores que a veces se antojan imposibles: El interés de la gente en el problema mismo. Y el interés de los medios mexicanos y los grupos de poder que los controlan por darle alguna relevancia al tema en cuestión. Es decir, qué tan cerca me tocan temas como la migración, la marginación, la economía, la educación, las decisiones políticas y los derechos humanos, por nombrar algunos. Y hasta qué punto estos temas de interés se entrelazan con aquellos de los grupos de poder que controlan las televisoras, que a su vez fungen como una especie de válvula que regula los contenidos del imaginario de los mexicanos. El resultado suele ser una paleta monocromática y arbitraria de noticias y un inagotable repertorio de programas de televisión tan repetitivo como vacuo. Tan insulso como esterilizante. La capacidad de convocatoria de cualquier movimiento social depende de esta combinación afortunada y casi imposible de intereses que no pocas veces se oponen entre sí. Complicidades. Las ramificaciones y consecuencias de afectar la paz de la fiesta de esta relación gobierno-medios de comunicación suelen ser de una simplicidad pasmosa que se traduce, ya sea en espots políticos, como en la laxa aplicación y observancia de la Ley de Radio y Televisión y su eventual reestructuración a la medida, tal como ocurriría al amparo de

dos de los partidos políticos más grandes del país. Este hecho a su vez repercutirá en una serie de favores intrincados que se pagarán a lo largo de los años en esta espiral viciosa en donde cada uno tiene la obligación de rascarle la espalda al otro, no sólo haciendo caso omiso a lo que pueda afectar los intereses de ambos, sino trabajando para minimizar o de ser posible nulificar la noción misma de los problemas reales del país. Trueques. En está dinámica de negación de la realidad, a los mexicanos nos han cambiado (en favor de otros) la tortilla criolla y su maíz por una suerte de lamina harinosa e insípida, una elección por otra, una masacre al sur del país por un espejismo, un saqueo millonario por un rescate bancario, y un estancamiento económico por estabilidad. El mexicano urbano choca literalmente con la realidad en medio de Paseo de la Reforma, cuando una marcha viene a recordarle que no todo son perlas en el país; choca con la realidad cuando el recibo de la luz le está diciendo que este mes pagará el doble por prácticamente lo mismo. Y cuando su canasta básica contradice uno por uno los párrafos del informe de gobierno. O cuando se confronta el hecho de que la onceava economía del mundo es sólo una ilusión que atañe a menos del uno por ciento de la población del país, porque nuestro ingreso per cápita nos coloca en lugar 54 de la lista, subrayando claramente toda la distancia que aún nos falta por recorrer. Cuando este choque ocurre puede que ya sea demasiado tarde para mucha gente que salió de la clase media a engrosar las filas de la clase baja, o que salió del país para buscarse la vida en Estados Unidos. El gobierno ya no se cuestiona estas cosas, es más, en gran medida cuenta con ellas. Si los medios de comunicación lo reportan, difícilmente cuestionan las razones por las cuales esto ocurre. En ese momento y en esos contextos surge la importancia del documentalista. Si hablamos de la verdad como el caldo reducido por los intereses de los grupos de poder y la televisión, hay que hacernos conscientes de que no obtendremos ni verdad ni justicia alguna en lo que reporte la televisión, algo más que los resultados de la liguilla, la clasificación de la selección y alguna que otra nota amarilla. Para saber qué sucede en México hay que leer periódicos y la mayoría de las veces leerlos con gran reserva. Este gran escepticismo, producto de no tener en quién creer, ha dado en México y el mundo redoblado impulso en los nuevos medios, y por nuevos medios quiero decir el internet y sus dos capacidades más notables: el acceso a la información in-

mediatamente y en donde sea, y el poder producir contenidos de manera irrestricta, ya sea en palabra escrita o en medios audiovisuales. El gran escepticismo en el internet no espera más que ser confrontado en blogs por personas con mayor o menor razón y finalmente aniquilado por cualquier persona con una cámara que se haya dado el tiempo de documentar una de las millones de realidades caleidoscópicas y la haya subido a youtube y marcado lo suficientemente bien como para que aquel sediento de verdad pueda ver lo que está ocurriendo. Lo vimos en las elecciones del 2006, lo vimos hace poco en Grecia y ahora mismo en Gaza. El documentalista actual tiene un compromiso con la verdad y está presente en el momento y lugar correctos. Cualquier individuo dispuesto a filmar un acto de injusticia o a compilar cuidadosamente una realidad por más diminuta que ésta sea, tiene en sus manos una de las pequeñas luces con las que la gente interesada en lo que verdaderamente está pasando puede construir un conocimiento más factual y a la vez tele-adquirido. Hace poco Michael Moore, uno de los documentalistas con mayor impacto preparó la transmisión de su más reciente documental por internet. No estoy hablando de un pequeño reportaje, un atisbo de luz compuesta por un solo hecho filmado. Sino un documental hecho y derecho con gran presupuesto y mucha mayor gravitación social y política. ¿Por qué regalar así un trabajo tan largo y costoso cuando alguien como Moore tiene prácticamente garantizado el éxito comercial como pocos documentalistas? Primero que nada porque los documentales tienen un compromiso con la verdad, y un componente importante de la verdad en sociedades en donde ésta es reprimida, es que al divulgarse retiene el valor de hecho noticioso, y por lo tanto la relevancia social y la capacidad de generar un impacto que conlleve al cambio. Ésta es la epifanía latente de los documentales. La razón por la cual nada es más fuerte y devastador que la verdad. En México, los documentales y los documentalistas tienen un compromiso aún más inmediato con los hechos y con la verdad, y es menester de cualquier individuo con conciencia social y una cámara en mano haga el filme oportunamente y lo comparta en línea o directamente con sus semejantes sin esperar a que resulte una obra maestra documental; que su objetivo sea brindar una de las pequeñas luces que construyen la nuestra gran verdad.


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ILUMINACIONES

FOTO: Santi MB

MIRADAS AL FUTURO DEL CAMPO

Potencial productivo de maíz en méxico

• En diez años podría elevarse en más del doble la producción maicera • Indispensables, inversión en infraestructura y cambios constitucionales Antonio Turrent Fernández

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n el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) se estudia el potencial productivo de maíz de la República Mexicana desde 1963. Hasta antes de 2000, el concepto de potencial productivo se ceñía a la evolución de las superficies, a la calidad de la tierra de labor sembrada bajo riego y bajo temporal y al avance del conocimiento público. Se definía a este potencial como el promedio de varios años de producción nacional de maíz si la superficie sembrada fuera tratada con la tecnología pública disponible. Este ejercicio servía como guía para impulsar programas de transferencia de tecnología. En la actualidad también se toma en cuenta a las tierras de labor de ocho estados del sursureste factibles de ser irrigadas y que se siembran con maíz bajo temporal, y se contabiliza una parte de las tierras con vocación agrícola que se maneja bajo el sistema de ganadería extensiva. Mientras en la definición previa se ponderaba solamente la inversión requerida para generar nuevo conocimiento público y para transferirlo, en la actualidad también se pondera la oportunidad de la inversión pública en varios tipos de infraestructura: interconexión de energía eléctrica para el campo, caminos, irrigación, y otros servicios. El INIFAP ha sido el aportador clave del avance del conocimiento público sobre el cultivo del maíz en México. En el INIFAP se ha realizado mejoramiento genético de maíz a partir de diez de las más de 50 razas nativas de maíz desde la década de 1940. Se han desarrollado maíces mejorados para las seis grandes regiones agroclimáticas del país

(Trópico, Bajío, Altiplano, Transición, Meseta Semiárida del Norte y Subtrópico Semiárido) y cuatro Provincias Agronómicas (PA) de la tierra de labor (Riego, Muy Buena, Buena y Mediana Productividad) en cada una de las regiones. Para estas 24 condiciones agroclimáticas se han sucedido varias generaciones de materiales genéticos cada vez más adaptados a sus condiciones agroclimáticas, con mayor resistencia a enfermedades y con mayor potencial

Una considerable fracción de la superficie maicera se maneja con dosis subóptimas de insumos. La cosecha puede aumentarse de 20.58 millones a 29 millones de toneladas en la misma superficie, si se aplicara la tecnología pública disponible (...) de rendimiento y uniformidad fenotípica. En total, el INIFAP ha liberado 168 variedades mejoradas de maíz, de las que 84 son híbridos y 84 son variedades de polinización libre. Los híbridos han sido desarrollados para las Provincias Agronómicas de mayor calidad, mientras que las variedades de polinización libre se aprovechan en las PA de menor calidad. El sistema universitario público también ha

desarrollado y liberado maíces mejorados, si bien sus contribuciones han sido puntuales. El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt) ha hecho aportaciones al mejoramiento genético del maíz, como proveedor de materiales premejorados a las instituciones públicas y privadas. Los consorcios transnacionales han concurrido al aporte de materiales mejorados, con énfasis en las Provincias Agronómicas (PA) de mayor calidad y manejadas bajo esquemas de tipo de agricultura industrial. Evaluaciones del potencial productivo. Hasta antes de la década de los 80s, los investigadores del INIFAP y de otras 12 instituciones nacionales habían conducido más de dos mil 500 experimentos de campo en terrenos de agricultores cooperantes en las principales regiones productoras bajo temporal del país y más de 800 bajo riego. En esos experimentos, típicamente con predios de 0.3 a 0.5 hectáreas, se estudió la respuesta del maíz a la fertilización, a las densidades de población y otras prácticas de producción y protección. Estos experimentos fueron conducidos a lo largo de 30 años, por lo que sus resultados integran las variabilidades en los rendimientos asociadas al clima y a la edafología. El conocimiento tecnológico y la superficie y calidad de la tierra dedicada al cultivo del maíz muestran evolución sobre el tiempo, y se asocian cada vez con mayores rendimientos y producción nacional. De aquí que los varios intentos por evaluar el potencial productivo de maíz han conducido a información cambiante. La segunda evaluación del potencial productivo de maíz se hizo en 1977, a partir de dos mil 545 experimentos de campo conducidos en el período 1952-1977; fueron sembrados con las primeras generaciones de maíces mejorados y con los maíces de los productores (razas nativas). En 1991 el programa conocido como PRONAMAT, del mismo INIFAP, aportó información fresca sobre el desempeño de la segunda generación de maíces mejorados en las Provincias Agronómicas de Riego y de Temporal de Muy Buena y Buena Productividad. En 1996 se actualizó la información sobre los rendimientos a partir de proyecciones con apoyo empírico; finalmente, en 2000 se incluyeron resultados de experimentos conducidos en ocho estados del sur–sureste bajo riego, que involucran proyecciones sobre tierras potencialmente irrigables, y también se ponderó el uso potencial de tierras con vocación agrícola, que actualmente se subexplotan con el sistema de ganadería extensiva. Evaluación de 1977. Los dos mil 545 experimentos conducidos bajo temporal en 1952-1977 fueron agrupados en 72 agrosistemas de maíz, definidos a partir de seis estratos arbitrarios del cociente de la precipitación sobre la evaporación, tres estratos térmicos y cuatro estratos por la calidad de la tierra. El rendimiento óptimo-económico de cada experimento fue ajustado a un modelo de exponentes fraccionarios basado en las variables independientes del agrosistema, por técnica de regresión. De la ecuación de regresión se obtuvo una estimación del rendimiento potencial para cada uno de los 72 agrosistemas de maíz. A partir de información de los V Censos Agrícola, Ganadero y Ejidal y de las cartas edáficas y climáticas del territorio nacional, se estimó la superficie cultivada de maíz correspondiente a cada uno de los 72 agrosistemas. La integración numérica del rendimiento potencial y la superficie cosechada condujo a la estimación de la producción agregada de maíz para los niveles país, estado, distrito de temporal y municipio. Ade-

más se dispuso de 819 experimentos de maíz bajo riego, estimándose la producción por un procedimiento similar simplificado. El resultado de este ejercicio fue que la producción potencial de maíz sería igual a 20.17 millones de toneladas anuales para la escala nacional, mientras que la producción observada en 1977 fue igual a 10.05 millones de toneladas anuales. La superficie cosechada para ambas estimaciones fue 7.48 millones de hectáreas, de las que 0.97 millones fueron de riego y 6.51 millones de temporal. Evaluación de 1991. Este estudio tuvo como objetivo evaluar el estatus de la tecnología para el cultivo de maíz bajo riego y bajo temporal en las PA de Muy Buena y de Buena Productividad. Se condujeron 302 módulos de riego en los ciclos agrícolas otoñoinvierno ( OI) 1987/88 y primavera-verano (PV) 1988, como muestra representativa de un millón de hectáreas de maíz bajo riego, y 201 módulos de temporal en los ciclos PV 1989 y PV 1990 para muestrear 1.77 millones de hectáreas de temporal de buena calidad. En ambos casos los módulos fueron de una hectárea. Estos módulos fueron conducidos de manera cooperativa entre el productor y el investigador residente del INIFAP. Los insumos, particularmente la semilla para la siembra y la tecnología, fueron aportados por el proyecto, en tanto que el productor aportó la mano de obra y la fuente de potencia requeridas. Se establecieron por coordenadas al azar dos a cuatro predios vecinos de referencia por módulo, en los que el productor aceptó se diera seguimiento a su operación de campo y resultados. Esta parte del estudio produjo 730 parcelas referentes bajo riego y 567 bajo temporal. Los rendimientos promediaron 6.15 toneladas por hectárea (t/ha) bajo riego, 4.30 t/ha en la PA de Muy Buena Productividad y 3.80 t/ha en la PA de Buena Productividad; los rendimientos homólogos referentes fueron respectivamente 3.63, 2.88 y 2.88 t/ha. La considerables diferencias se asociaron con el mayor potencial productivo de los híbridos del INIFAP y con mayores densidades de

No es necesario cambiar a maíz transgénico y asumir colectivamente el riesgo y dependencia tecnológica asociados, para recuperar la suficiencia alimentaria en maíz. población, aunque similar fertilización, con relación a las parcelas referentes. A partir de esta información y de su comparación con el estudio de 1977, se hicieron proyecciones para la producción nacional de 1985-1989 y para el período 2005-2009. La producción potencial fue 25.77 millones de toneladas anuales para 1985-1989 y de 28.62 millones anuales para 2005-2009. Se hicieron ambas proyecciones usando la superficie cosechada de 7.10 millones de hectáreas, de las que 1.1 millones son de riego y seis millones de temporal. Evaluación de 2000. Por los estados de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco y Veracruz fluye 62 por ciento del recurso agua dulce del país. Sin embargo, muy poca infraestructura hidroagrícola ha sido desarrollada en este región sur-sureste, donde se cosechan anualmente unos dos millones de hectáreas del cultivo de maíz. Por manejarse bajo temporal, las tierras se siembran solamente


13 de enero de 2009 en el ciclo primavera-verano, permaneciendo ociosas en el ciclo otoño-invierno, que es mayormente seco. Se estima que hay un millón de hectáreas de tierras de labor cercanas a fuentes abundantes de agua (ríos, lagunas y acuíferos someros) que podrían ser sembradas dos veces al año si se dotaran de infraestructura de riego. Con el objetivo de ampliar el potencial productivo conocido de maíz del campo mexicano, se realizaron estudios de campo durante los ciclos agrícolas OI 96/97, OI 97/98 y OI 98/99, aprovechando la escasa y regionalmente dispersa disponibilidad de predios con riego. En el ciclo OI 96/97 se condujeron experimentos en 261 localidades de los ocho estados, comparando tres híbridos y cinco variedades de polinización libre del INIFAP con 22 híbridos comerciales ofrecidos por los consorcios transnacionales. En los ciclos OI 97/98 y OI 98/99 se condujeron diez experimentos en otras tantas localidades en que se estudió la respuesta de seis híbridos del INIFAP a la fecha de siembra y a la fertilización NPK, y a la densidad de población bajo condiciones de riego. Los resultados muestran que la tecnología actual permite obtener un rendimiento promedio del orden de ocho t/ha en el millón de hectáreas estudiado. Muy probablemente, la factibilidad de introducir el riego a las tierras de temporal del sur-sureste se asocie más con la pequeña que con la grande irrigación, dadas la topografía de lomerío y la profundidad somera de gran parte de esos suelos. El sistema de riego presurizado del tipo pivote central, o de desplazamiento lateral, podría ser la al-

17 Hay una reserva de 12 millones de hectáreas de tierras de labor que se subutiliza en ganadería extensiva en el sursureste. Probablemente en los próximos diez a 15 años, en la búsqueda de su seguridad alimentaria, la sociedad tomará la decisión de hacer los ajustes necesarios al Artículo 27 Constitucional para dar uso agropecuario integrado a esas tierras.

ternativa en muchos casos, como ya lo han experimentado productores visionarios del sureste. Hasta ahora, la escasa interconexión eléctrica actúa como barrera al desarrollo de este tipo de riego. Posibilidades en tierras de ganadería extensiva. Finalmente, la consideración de la capacidad maicera del campo mexicano quedaría incompleta si se excluyera la reserva de tierras de labor que actualmente se subutiliza bajo el sistema de ganadería extensiva. Se es-

tima que hay unos 12 millones de hectáreas bajo tal manejo en los mismos ocho estados del sur-sureste. En el sexenio 1988-1994 el Poder Ejecutivo federal tuvo a consideración y descartó por no ser prioritario el “Proyecto Usumacinta”, que planteaba construir infraestructura para el riego de un millón de hectáreas de tierras limítrofes entre Campeche y Tabasco. Gran parte de estas tierras es de uso ganadero extensivo actual. Probablemente en los próximos diez a 15 años, en la búsqueda de su seguridad alimentaria, la sociedad tomará la decisión de hacer los ajustes necesarios al Artículo 27 Constitucional que permitan dar uso agropecuario integrado a esas tierras. Si en dos millones de esa superficie se siembra maíz bajo riego en el ciclo Otoño-Invierno, se añadirán por lo menos 16 millones de toneladas al año. La estimación del potencial productivo de maíz para los próximos diez a 15 años es de 53 millones de toneladas anuales, de los que (a) 29 millones corresponden a lo que se podría producir actualmente a partir de las tierras que ya se cosechan anualmente de maíz: 1.1 millones de hectáreas bajo riego y seis millones de temporal; (b) ocho millones adicionales en el sur-sureste, después de acondicionar con infraestructura hidroagrícola un millón de hectáreas de tierras de labor; y (c) 16 millones de toneladas cosechables en dos millones de hectáreas de la reserva de tierras, actualmente bajo manejo ganadero extensivo, que habrán de acondicionarse para el riego. Es conveniente aclarar que la potencialidad productiva examinada se refiere exclusivamente al uso de tecnología de origen público

y con maíz no transgénico. No es necesario cambiar a maíz transgénico y asumir colectivamente el riesgo y dependencia tecnológica asociados, para recuperar la suficiencia alimentaria en maíz. La producción nacional promedio del período 2002-2006 fue 20.58 millones de toneladas de maíz al año (mientras la producción potencial fue 29 millones de toneladas anuales) y se importaron alrededor de diez millones de toneladas anualmente. Conclusiones. 1. El potencial productivo de maíz del campo mexicano ha sido objeto de estudio por parte del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias desde 1963, y continuado en 1977, 1991 y 2000. 2. Los productores mexicanos cosechan anualmente maíz en 1.1 millones de hectáreas de riego y 6 millones de hectáreas de temporal, y producen 20.58 millones de toneladas anuales. Una considerable fracción de estas tierras se maneja con dosis subóptimas de insumos. La cosecha puede aumentarse a 29 millones de toneladas en la misma superficie, si se aplicara la tecnología pública disponible a la totalidad de las tierras sembradas. 3. En los próximos diez años, y mediando la inversión en infraestructura hidroagrícola e intercomunicación eléctrica y modificaciones a la Constitución, la producción nacional de maíz podría incrementarse hasta el orden de 53 millones de toneladas anuales. Investigador Nacional III del INIFAP


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SOBERANÍA ALIMENTARIA, MANDATO CONSTITUCIONAL Armando Bartra

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incretismo en el paralelo cero. Tañidos de caracol, olorosos humos ceremoniales, invocación en quechua a los elementos primordiales: tierra, agua, fuego, aire, simiente y sus respectivas deidades ubicados hacia abajo y en los cuatro rumbos cardinales... Al empuñar el bastón de mando de los taitas y las mamas, el joven combatiente Luis Andrango está recibiendo de su predecesor, Pedro de la Cruz, el encargo de conducir a los suyos en los tiempos turbulentos que se avecinan. Pero no estamos en la puna ecuatoriana sino en el paraninfo de la Universidad Andina Simón Bolívar, cuyo rector, militante él mismo, repetirá, minutos después la ceremonia por la que cambia de manos la presidencia de la Confederación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indias y Negras (FENOCIN), empleando ahora el ceremonial republicano: “Honra la envestidura que hoy recibes. Si así lo haces, que la FENOCIN y el pueblo te lo reconozcan. Si no, que la FENOCIN y el pueblo te lo demanden”. La transmisión de poderes transcurre entre delegados quechuas, montubios, negros y mestizos; testificada por representantes de movimientos sociales de Brasil, Venezuela, Perú y México; presenciada por académicos y “sociedad civil”, y coreada por una rubia parvada de cooperantes suecos. Y es que FENOCIN cumple 40 años en medio del torbellino desatado por el reformismo radical que propicia en Ecuador el presidente Rafael Correa. En los encendidos discursos se entreverán Marx, Bolívar y Mariátegui pues la Confederación —movimientista como la que más, pero vinculada al Partido Socialista y con representantes en la Asamblea Constituyente y en el Consejo General Electoral— profesa una ideología a la vez clasista e indianista, promueve el interculturalismo y se adscribe en La Vía Campesina, la revolución agraria y el altermundismo. No se podía esperar menos de un pueblo ubicado en la exacta mitad del mundo: etnicismo autogestionario y campesinismo ecologista; sincretismo de caracol y celular: ¡Pacha Mama y socialismo! ¡Venceremos! De luchar contra las bananeras y el huasipungo a confrontar el agronegocio. El nuevo presidente de la confederación tiene 29 años y cuando él nació la organización ya llevaba más de una década en el rol. En 1964 una tibia reforma agraria, de las que buscaban exorcizar los demonios desatados por la revolución cubana, propicia calenturas

organizativas rurales; en 1965 agrupamientos como la Federación de Trabajadores Agrícolas del Litoral, animada por asalariados de las plantaciones bananeras de la costa, confluyen con otros para formar una Federación de Trabajadores Agropecuarios, y en 1968, con organizaciones de la costa y la sierra a las que en los 70s, y en el marco de la creciente colonización, se incorporan otras de la amazonía, y se constituye la Federación Nacional de Organizaciones Campesinas (FENOC), que lucha contra el latifundio y por un efectivo reparto agrario. Pero las vertiginosas plantaciones de la costa persisten y en la sierra sigue operando por un tiempo el sistema llamado huasipungo por el que a cambio del derecho a cultivar una parcelita en la hacienda el campesino debía laborar gratis para el patrón cuatro días a la semana. Con la nueva reforma agraria de 1973 se erradica del todo el huasipungo y hay repartos agrarios tanto en la cuenca del Daule como en la sierra central. Sin embargo lo fundamental del latifundio se mantiene, haciendo de Ecuador uno de los países latinoamericanos con mayor concentración de la tierra. En sus primeros años la FENOC lucha por parcelas para quienes las trabajan y adopta un enfoque campesinista. Pero a fines de los 80s del pasado siglo se desatan las primeras movilizaciones de perfil indígena; a la demanda de tierras agrícolas se suma la reivindicación de los territorios y culturas ancestrales, y en el congreso de 1986 la FENOC se convierte en Federación de Organizaciones Campesinas e Indígenas (FENOC-I), mudanza de siglas que culmina con la definitiva: FENOCIN, al incorporarse expresamente los negros afroecuatorianos. Por esos años se forma también la Federación Ecuatoriana de Indígenas, vinculada al Partido Comunista, y más tarde la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), que enfatiza la reconstrucción de los territorios étnicos. En la coyuntura se desata el debate entre la posición clasista-campesinista y la etnicista-indianista; confrontación en la que la FENOCIN opta por la interculturalidad, que significa impulsar las coincidencias clasistas pero respetando las diferencias y propiciando el diálogo entre indios de la sierra, negros de la zona norte y montubuios y mestizos de la costa, siempre con el propósito de construir lo que Luis Andrango llama “unidad en la diversidad”. Y el joven líder sabe de lo que habla, pues ya tenía conciencia política durante los primeros 90s del pasado siglo, cuando el gobierno

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• La Confederación de Organizaciones Campesinas, Indias y Negras cumple 40

Luis Andrango, presidente nacional de la FENOCIN con el bastón de mando

de Durán Ballén generó una airada y variopinta convergencia social, al eliminar barreras arancelarias a la importación, reducir el gasto social, y acabar con las empresas públicas que participaban en el acopio, el almacenamiento y la comercialización de cosechas agrícolas básicas, así como en la producción de fertilizantes y semillas mejoradas, al tiempo que en 1994 promulgaba la neoliberal Ley de Desarrollo Agrario que permite la venta a particulares de tierras estatales y el registro como propiedad privada de las áreas comunales. Conversión neoliberal que impulsó al agronegocio a costa de los campesinos y las comunidades, y a la que se resistieron las diferentes corrientes del movimiento popular. Por esos años la FENOCIN ya forma parte de una naciente red mundial: La Vía Campesina, y frente al capitalismo desmecatado enarbola la bandera de soberanía alimentaria. Pero la confederación desarrolla también conceptos programáticos propiamente andinos, como el de sumak kawsay, que hoy se traduce como “buena vida” pero en rigor significa estar en armonía con los demás y con la naturaleza. Hoy la confederación agrupa a 56 organizaciones de base, entre uniones y federaciones, y tiene presencia en 18 de las 21 provincias de Ecuador. Creciente dependencia alimentaria. La recomposición del capital, que se intensifica en los 90s, fortalece a la agricultura ecuatoriana, de modo que en los últimos 20 años el Producto Interno Bruto (PIB) agropecuario prácticamente se duplica y hoy es de casi 20 por ciento del PIB total. Pero esto no beneficia a las comunidades rurales ni a la población en general, pues al tiempo que crece la agroexportación empresarial de frutas, flores y hortalizas, y la producción de granos forrajeros destinados a la ganadería, declinan los cultivos campesinos y se incrementa la importación de

alimentos básicos. Así, entre 2000 y 2005 la producción de arroz tiene una disminución anual promedio de 0.32 por ciento, la de maíz de 0.81 y la de papa del 1.47 por ciento. En consecuencia las importaciones alimentarias se disparan, como en el caso del maíz, que se elevan en ese lapso en 28.3 por ciento anual. El resultado es que mientras que en 1990 las importaciones agrícolas representaban 20.5 por ciento de las exportaciones, 15 años después ya eran 46.5 por ciento. Como en muchos otros países latinoamericanos, en los 90s los gobiernos de Ecuador renuncian a la soberanía alimentaria y el país pasa de ser autosuficiente en básicos a depender de las importaciones para comer. En este lapso las empresas agrícolas y agroindustriales se “modernizan”, pero esto no reduce ni la concentración de la tierra ni la explotación del trabajo. Según el censo de 2000, el 30 por ciento de los propietarios —casi 250 mil familias—, con parcelas de menos de una hectárea, poseen apenas el 0.8 de la tierra, mientras el 0.8 por ciento de los propietarios —algo más de 600 familias—, con más de 200 hectáreas cada uno, poseen casi el 30 por ciento. Además de que los campesinos tienen tierras con mucha pendiente, poca fertilidad y sin acceso al riego, y cuando producen para el mercado reciben bajos precios de los acaparadores. Así, la cosecha propia no alcanza para vivir y las familias rurales desarrollan también otras actividades, en especial trabajos a jornal. La crisis de 1998-2000, producto de siniestros agrícolas, caída de los precios petroleros y quiebras de bancos, redujo sustancialmente el empleo y los salarios reales, ocasionando un empobrecimiento general que apenas se compensó por la emigración a España y Estados Unidos y la ulterior llegada de remesas en dólares (tres mil millones en 2005). Sobra decir que los indígenas rurales son parias entre los parias: la extensión media de sus parcelas es de 0.65 hectáreas, tres veces menor que la media de los no indígenas, y entre ellos la pobreza afecta al 68 por ciento mientras que entre los no indígenas implica al 45 por ciento. El deslizamiento hacia la dependencia alimentaria empezó antes, con la progresiva sustitución de cultivos directamente comestibles por agroindustriales. En los últimos 40 años el volumen cosechado de maíz duro se multiplicó por 15 mientras que el de blando —muy apreciado en la cocina andina— se redujo a la mitad. Y es que desde los 60s, en el marco de la Alianza para el Progreso, Ecuador recibía de Estados Unidos raciones alimentarias. “Nos enviaban harina Flor —recuerda el vicepresidente de FENOCIN—, una harina muy blanquita que contrastaba con la nuestra que es trigueña. Y desde entonces se dejó de producir trigo, de modo que ahora importamos el 90 por ciento de ese cereal. Lo más para lo que sirvió la Alianza fue

para que las madres les cosieran a los niños la ropa de la escuela con los costales de la dichosa harina”. Pedro de la Cruz, presidente saliente, remacha la idea. “Ahora nos dan ayuda alimentaria en las escuelas pero, como antes, mucho es importado y mucho está dañado, como el fréjol”. Y de ahí pasa a explicar las banderas de la confederación. “Nos han enseñado a consumir. O más bien, nos han enseñado a gastar. Pero a nosotros nos gusta la alimentación variada y para esto hace falta una producción también variada. Nuestra demanda no es seguridad alimentaria, como dice la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), porque eso se reduce a tener comida: la que sea y de donde sea. En cambio la FENOCIN quiere soberanía alimentaria, que es más profundo pues significa producir nosotros, a nuestro modo, con nuestros propios saberes y conforme a nuestros gustos. Además de que soberanía alimentaria incluye el derecho a la Pacha Mama y a la sangre de la Papacha Mama, es decir a la tierra y al agua. “Porque nosotros somos campesinos —continúa Pedro— pero nos tratan como pobres y no como productores. Y es que aquí productores son sólo los de las cámaras industriales. Entonces nos quieren dar limosnas, cualquier cosita para que nos estemos callados. Pero nosotros demandamos tierra. Tierra y también empleo, trabajo digno. Y una buena educación; no que nos enseñen a avergonzarnos de ser campesinos.” Una “revolución ciudadana” por la vía constitucional. En años recientes, al tiempo en que en Ecuador se desarrollaba la lucha popular, se sucedían los presidentes, seis durante la última década. En 2003 el gobierno de Lucio Gutiérrez generó expectativas, pero a los pocos meses rompió la alianza con el partido Pachakutik, brazo político de la CONAIE, y sus últimos años fueron calamitosos. Las cosas cambiaron con Rafael Correa, quien logró desembarazarse de la derecha enquistada en el Poder Legislativo y en el Judicial, y desde 2006 viene impulsando una mudanza generalizada que se expresa en la nueva Constitución, promulgada en 2008. “Bien por Correa. Pero no somos correístas. Nosotros somos de una organización que está en lucha desde hace 40 años”, dicen los de la FENOCIN. Y dicen bien, los cambios en curso en Ecuador se impulsaron desde abajo, desde los campos y las calles, de la misma manera que se bregó en los espacios institucionales. Pedro de la Cruz es miembro de la Comisión Legislativa transitoria y lo fue de la Asamblea Constituyente, donde presidió la comisión que se encargó de los temas del trabajo y la producción social, como también otra militante de la confederación: Manuela Cobacanco, quien hoy es miembro del Consejo General Electoral, encargado de organizar las elecciones de 2009.


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FOTO: Florencia Campana

“Nos llamaban ‘asambleístas rojos’ —comenta Pedro—. Y es que los técnicos decían que en la Constitución había que poner que el Estado iba a ‘promover’ la soberanía alimentaria y nosotros tercos en que dijera ‘garantizar’”. Al principio el tema se presentó con bajo perfil, pues tenía oposición interna, pero las organizaciones presionaron en las calles. Y ganaron: el artículo 281 constitucional establece que la soberanía alimentaria es un “objetivo estratégico” y que garantizarla es obligación del Estado. Por su parte la consejera Manuela Cobacanco recuerda que “Cantones, comunidades, parroquias... luchamos por sumak kawsay, que significa ‘estar en armonía con la naturaleza y con los demás’. También peleamos por otros derechos: la tierra, el agua, la semilla, la producción y el acceso a los alimentos”. Y lo consiguieron: el artículo 14 constitucional reconoce el derecho de la población al “buen vivir, sumak kawsay”, y el 282, prohíbe el latifundio así como el acaparamiento y privatización del agua, además de que le asigna a la tierra funciones sociales y ambientales, creando un fondo territorial que deberá regular el “acceso equitativo de campesinos y campesinas a la tierra”. Del plato a la boca, a veces se cae la sopa, y de la norma constitucional a la ley reglamentaria se pueden cercenar derechos. La nueva Constitución ecuatoriana, por la

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Nueva dirigencia de la FENOCIN

que se luchó en las calles, es triunfo del movimiento popular entre otras cosas porque desmonta las estructuras que en el Poder Ejecutivo, en el Legislativo y en el Judicial, le permitían a la derecha reproducir indefinidamente su dominación. Un dispositivo que deberá ser plenamente erradicado en las elecciones del 26 de abril de 2009, en las que se renovarán por completo los tres poderes del Estado y todos sus niveles. Como parte de la transición prevista por la Constitución, se están elaborando leyes reglamentarias, entre ellas la de aguas, la de minas, la de participación ciudadana y la de soberanía alimentaria. Para esta última se fijó un plazo de 120 días, que está por cumplirse. “En América Latina —dice preocupado Luis Andrango— se han promovido diez leyes de soberanía alimentaria. De ellas se han aprobado cuatro, y la que menos, se tardó diez meses en negociación. Pero en Ecuador tenemos que hacerla en cuatro”.

El problema está en que en la conversión de la Asamblea Constitucional a Comisión Legislativa transitoria, disminuyó el número de representantes populares y algunos de los más combativos ya no están, pero también en que los movimientos sociales —que empujaron juntos por la nueva Constitución— están enfrentando separados la hechura de las reglamentarias, y podría ser, igualmente, que pasada la calentura de renovación constitucional, a los políticos les entró el pragmatismo. Así las cosas, se corre el riesgo de perder en las reglamentarias lo que se conquistó en la Constitución. Según Luis Andrango, algunos de los problemas que dejan ver los borradores de la nueva ley que se han filtrado son que se constriñe la soberanía alimentaria al tema de la nutrición, soslayando cuestiones vitales como protección a la biodiversidad y reforma agraria, la que se reduce

a un programa de créditos blandos para adquirir parcelas; que no se considera la participación social en el diseño y la ejecución de las políticas y programas, pese a que es un derecho constitucional; que no se definen mecanismos de presupuestación que garanticen la canalización de gasto público a la consecución de los objetivos fijados, y finalmente, que se concibe la inclusión social como la transformación de los campesinos en agroempresarios: especializados, netamente comerciales e integrados en sistemas-producto que controlan las agroindustrias. El riesgo de un retroceso es grande pues la iniciativa la está elaborando una comisión formada por el gobierno, que encabeza quien fuera negociador del plausiblemente abortado tratado de libre comercio, y en medio de una coyuntura electoral que partidiza la discusión. “Hay en este debate cuatro asuntos no negociables —dice Luis Andrango—. Primero, nuestra vía es la campesina, no la empresarial. Segundo, no hay soberanía alimentaria sin amplia participación social. Tercero, la tierra es un derecho, no una mercancía, de modo que hace falta una reforma agraria integral y no créditos para comprar parcelas. Cuarto, hay que garantizar la defensa de la biodiversidad.” La iniciativa deberá estar en manos de la Asamblea Legislativa a más tardar el 9 de diciembre, y ésta tendrá dos semanas para dictaminarla en comisiones y pasarla al

CAMPAÑAS CAMPESINAS EN LOS MEDIOS Enrique Pérez S.

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n un escenario —todavía vigente— en que los medios de comunicación veían al medio rural como asunto no prioritario, y cuando editoriales, artículos y reportajes daban cuenta de un movimiento campesino desaparecido, dividido, cuasi muerto, brotó lo impensable: en el invierno de 2002 once organizaciones campesinas nacionales y regionales, bajo el lema de “el campo no aguanta más”, dieron a conocer sus “seis propuestas para la salvación y revalorización del campo mexicano”. Destinados a no ser la nota principal de la prensa, radio y televisión, los campesinos emergieron del México profundo para hacerse visibles ante los ojos de la sociedad civil. Esas organizaciones fueron AMUCSS, ANEC, CIOAC, CEPCO, CODUC, CNOC, CNPA, FDCCH, FNDCM, RED MOCAF, UNOFOC y UNORCA. Con un campo en ruinas, empobrecido, cientos de miles de campesinos se levantaron y demandaron solidaridad de los trabajadores, los pueblos indios, los jóvenes, los estudiantes, las mujeres, las organizaciones no gubernamentales, los intelectuales y artistas, para impulsar sus demandas, entre ellas una moratoria al apartado agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que entonces entraba a su décimo año de desgravación; programas emergentes y de largo plazo; reconocimiento de los derechos y la cultura de los pueblos indios, y recursos específicos para desarrollo productivo, social y ambiental en el medio rural. La capacidad que tuvo el Movimiento El Campo no Aguanta Más (MECNAM), deno-

minado así por la prensa, para generar propuestas, argumentos y acciones, fue determinante para que los medios de comunicación se interesaran por lo que sucedía en el medio rural. Con la toma del Puente Internacional Córdoba las Américas, de Ciudad Juárez, Chihuahua, el primer minuto de 2003, el MECNAM lanzó una aguerrida ofensiva de lucha en defensa de la agricultura campesina y la soberanía alimentaria; colocó como primer interlocutor al pueblo de México, e hizo un llamado a la sociedad a participar “a su modo”: a manifestarse en los puentes internacionales y aduanas, a enviar cartas con firmas al Congreso de la Unión, a portar un listón verde, a expresar rechazo al TLCAN, a revalorizar y promover el consumo de alimentos hechos en México y cultivados por pequeños y medianos productores y a boicotear el consumo de alimentos chatarra, entre otras cosas. Campesinos visibles. Esto permitió que el campo estuviera en las primeras planas de los periódicos nacionales e internacionales, en los noticieros de radio y televisión. El MECNAM realizó ayunos y firmó la alianza campesinos-sindicatos; organizó foros con intelectuales, artistas y académicos, exposiciones culturales y la sorprendente movilización nacional “Salvemos al campo para salvar a México” que congregó a más de cien mil campesinos, obreros, jóvenes y ciudadanos en general que atendieron al llamado del México rural. Comunicados, boletines, desplegados de prensa, volantes, folletos, trípticos, entrevistas radiofónicas y televisivas, fueron sólo algunos de los medios por lo que el MECNAM dio a conocer a la población sus propuestas y acciones.

El campo dejó de ser nota roja, folclore, conflicto. Y pasó a ser asunto de interés nacional. La agitación campesina brotaba de sur a norte, de centro a occidente y así lo reflejaban los medios de comunicación. El movimiento campesino, que para muchos analistas estaba “muerto”, aparecía más vivo que nunca para hacer frente a los desafíos del iniciante siglo XXI. Los labriegos obligaron al gobierno del entonces presidente Fox a sentarse a dialogar, de cara a la nación, las bases de una nueva política para el campo. Las mesas de diálogo que se desarrollaron en la antigua cárcel de Lecumberri derivaron en la firma del Acuerdo Nacional para el Campo. Del MECNAM a Sin Maíz no Hay País. La fractura del MECNAM, tuvo al movimiento campesino en un letargo. No obstante, se seguían construyendo alianzas pasajeras y coyunturales. Con el fin del sexenio de Fox, la problemática del campo se agudizó. Con la crisis de la tortilla y la cercanía de la última fase de desgravación del TLCAN, se fortaleció la insistencia campesina por la renegociación del apartado agropecuario de este acuerdo internacional y específicamente la salida del maíz y el frijol. Diversas organizaciones campesinas, ambientalistas, de mujeres, de derechos humanos, civiles y sociales, así como intelectuales, académicos, artistas y ciudadanos de a pie lanzaron la Campaña Nacional en Defensa de la Soberanía Alimentaria y la Reactivación del Campo Mexicano, Sin Maíz no Hay País. ¡Pon a México en tu Boca! Las propuestas y demandas, que incluyen la prohibición de maíz transgénico, la aproba-

pleno. La ventaja es que antes de que termine 2008 Ecuador tendrá una ley de soberanía alimentaria, el riesgo es que sea una ley defectuosa. En todo caso, lo más importante es que el tema está en la Constitución, y que las organizaciones que lo pusieron ahí se muestran dispuestas a seguir luchando para que el mandato se cumpla. En su calidad de nuevo presidente nacional de la FENOCIN, Luis Andrango tiene clara la película: “En América Latina hay emergencia de movimientos populares que se producen por la extrema polarización social. Emergencia que se canaliza por la vía electoral y hace posible que haya gobiernos progresistas. Esto está bien. Pero nos preocupa que con la institucionalización de la lucha se reduzcan los movimientos. Nos preocupa que por los espacios parlamentarios se minimicen los no parlamentarios. Porque las leyes, los gobiernos y las instituciones son una parte, pero hay otros terrenos de lucha. Sobre todo, hay que atender el fortalecimiento político de la FENOCIN, porque los gobiernos pasan y las organizaciones quedan.” La misma idea en voz de Manuela Cobacanco, movimientista y consejera electoral: “Somos interculturales: una organización de gente diversa pero con la misma causa, una escuela de formación para jóvenes y jóvenas reclamando el buen vivir. Porque las pajas se queman, pero la semilla queda.”

ción del derecho constitucional a la alimentación y la aprobación de la Ley de Planeación para la Seguridad y Soberanía Agroalimentaria y Nutricional; y acciones mediáticas novedosas, como ferias, conciertos, siembras de maíz en la urbe, recolección de firmas, ayunos, plantones frente a las embajadas y oficinas de gobierno, marchas, debates públicos, toma de puentes internacionales y caravanas de tractores, permitieron que el campo mexicano resucitara en los medios de la invisibilidad en la que se había sumido nuevamente. La presencia de la campaña en los medios ha permitido posicionar temas que generalmente no son tratados en los espacios informativos, y ello le permite un vínculo fundamental con la sociedad civil. Gobierno autista. A pesar de la calidad y profundidad de las propuestas y alternativas para el cambio de rumbo de las políticas públicas, el gobierno sigue sin atender de manera frontal la grave crisis del campo. Siendo movimientos diferentes y distantes en el tiempo, tanto el MECNAM como Sin Maíz no Hay País coincidieron, entre muchos otros aspectos, en la utilización de los medios de comunicación y en evidenciar que los asuntos del campo no son únicamente responsabilidad de las y los campesinos, si no de todas y todos los mexicanos. No obstante, contrario al MECNAM, la Campaña Nacional Sin Maíz no Hay País sigue unida y fortalecida, e inició una segunda etapa de lucha bajo el lema “Alimentos campesinos para México. El hambre no espera”, que concluyó con la realización, en octubre de 2008, de la Asamblea Nacional por la Soberanía Alimentaria, y actualmente está en proceso de una tercera etapa de lucha. Coordinador de Prensa y Comunicación de ANEC, AC


13 de enero de 2009

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UNA NUEVA ARENA DE LA LUCHA CAMPESINA

Eugenio Bermejillo

Q

uizá con retraso, pero con particular fuerza, ha surgido en el mundo rural la demanda del ejercicio pleno del derecho a la información. Los procesos de comunicación en manos de campesinos solían no ser más que la cereza que coronaba el pastel de un proceso político o la parte publicitaria de un proyecto productivo, pero hoy se han convertido en parte sustantiva de la actividad política y del proceso de organización de campesinos e indígenas. La capa socialmente más activa del movimiento social en el campo mexicano está buscado por vía de los medios de comunicación diversos objetivos, entre ellos presentar un nuevo perfil ante la opinión pública, ganar mercados, prestigiar lenguas maternas, promover identidades, buscar consensos, informar sobre opciones productivas, educar en el cooperativismo y capacitar para opciones orgánicas y sustentables. En los 80s el gobierno puso en marcha programas para desarrollar esquemas de comunicación para el desarrollo rural. Con asesoría de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se impulsó el Programa de Desarrollo Rural Integrado del Trópico Húmedo (Proderith) de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH) que produjo más de 400 videos. El Instituto Nacional Indigenista (INI) puso en marcha el proyecto Transferencia de Medios Audiovisuales a Organizaciones y Comunidades Indígenas. Muchos de los recursos invertidos en estos programas terminaron en montones de videocámaras y mezcladoras arrumbadas y empolvándose, otro “cementerio del desarrollo”. Sin embargo, quedó una semilla sembrada que ahora está brotando en la parcela civil. Esta posibilidad se ha abierto, en parte, gracias al abaratamiento de los equipos necesarios para la producción de servicios de comunicación. Se han puesto al alcance de organizaciones medianas y pequeñas. Para comprar un equipo equivalente al que usaron los programas gubernamentales de los 80s ahora se necesita una ¿quinceava… una veinteava parte? Estas tecnologías han revolucionado sobre todo los medios audiovisuales. Los medios impresos, que por décadas aglutinaron a los movimientos sociales, han cedido espacio a nuevos instrumentos como el video y la radio. Por encima de las facilidades técnicas, estos medios se convirtieron en opción rural porque encajan con el carácter oral de las culturas de lo que Guillermo Bonfil llamó el México profundo. En esta generación de medios de comunicación rural la radio está llamada a ser la protagonista, ningún otro medio tiene la penetración de la radio. En muchas regiones rurales la vida familiar todavía se da en torno a un radio. Pero para emisiones pensadas para la organización y la participación el protagonismo corresponde más precisamente a la radio en combinación con el internet. En una situación de escasa conectividad de la población rural, la radio constituye los caminos vecinales de la llamada supercarretera de la información y los radialistas son sus seleccionadores y reinterpretadores. Aparte de la abrumadora cantidad de información en textos, en la web existe una creciente disponibilidad de audios que pueden ser adaptados y trasmitidos. La inmensa audioteca alojada en la red brinda materiales informativos y formativos que permiten enriquecer la programación.

Van algunos ejemplos: el sistema de noticieros de la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER, http://www.aler.org/) o la Radioteca (http://www.radioteca.net). En su reunión de diciembre el capítulo mexicano de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC-México) acordó la producción de un noticiero nacional. Esta oferta permite centrar los esfuerzos de producción de los radialistas comunitarios en materiales de interés local. Pero también se ha abierto una gama de oportunidades para subir material. Todavía la radio por internet no es una opción masiva, ni mucho menos rural, pero sí lo es subir audios sobre información, denuncia y los relativos a las áreas de especialidad de las organizaciones productoras. Es difícil calcular el número de radios comunitarias en México. No pasan de 20 las que tienen permiso para operar y la gran mayoría carecen de él. Algunos han calculado en 300 el número de radios sin permiso. Sin embargo, muchas de éstas no pueden considerarse como comunitarias ya que simplemente son negocios de venta de publicidad que no se diferencian en su programación de las estaciones concesionadas a particulares para su explotación comercial. Por otra parte, hay un creciente número de radios ligadas a denominaciones protestantes. Particularmente en Chiapas, donde han captado un público importante y han ejercido presiones políticas para que se les permita seguir operando. Estas cifras, nada tienen que ver con las redes que muchos de los países de Latinoamérica han logrado construir. El Estado mexicano es uno de los más restrictivos en la región en lo que se refiere a las radios comunitarias. Los gobiernos de Bolivia, Venezuela, Colombia y Uruguay tienen la obligación legal de apoyar las radios comunitarias. En el caso de Uruguay, gracias a la Ley de Radios Comunitarias aprobada en diciembre de 2007, se ha reservado un tercio del espacio radial para las emisiones no comerciales. En cambio, la legislación mexicana ni siquiera contempla la figura de radio comunitaria y ha sido constante el cierre de radios y la confiscación de su equipo. Éste es, por supuesto, otro de los campos en los que los monopolios de la comunicación mexicana han hecho sentir su peso en las decisiones públicas. La falta de reconocimiento legal no es el único problema de los medios comunitarios, quizá ni siquiera sea el más importante. Las agresiones a las radios comunitarias con permiso han sido tan o más violentas que los cierres ordenados por la autoridad correspondiente, la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel). Es el caso de Radio Nandía, de Mazatlán de Villa de Flores de Oaxaca, que cuenta con permiso para transmitir y que ha permanecido cerrada desde agosto de 2006 por la acción de grupos caciquiles. Estos casos, como el de las radialistas asesinadas Teresa Bautista y Felícitas Martínez de la estación triqui La Voz que Rompe el Silencio tienen más que ver con el vacío del gobierno de Ulises Ruiz (interesado en manipular los conflictos a su favor, no en resolverlos) que con la situación legal de las radios. La base de estos proyectos de comunicación es su base social e institucional: es decir qué tanto son asumidos como propios por las comunidades e instituciones campesinas e indígenas; qué tanto el “cargo” de comunicador forma parte del sistema de cargos tradicional; hasta qué punto las organizaciones rurales guían y protegen estos proyectos de comunicación. Coordinador de la Red de Comunicadores Boca de Polen

MAGÓN VIVE! • Un software libre Al igual que muchas otras herramientas de divulgación libre, el proyecto Magón Vive! se va concretando con elementos palpables, como la distribución de software libre para quienes busquen desarrollar su labor con herramientas creadas por, para y desde una lógica distinta a la de las industrias tecnológicas y culturales a elevados costos, con requerimientos constantes para su actualización y funcionamiento efectivo. Las plataformas o ambientes computacionales que ofrecen hoy los monopolios desarrolladores de software limitan de muy distintas formas las posibilidades de utilización y funcionamiento de los equipos de cómputo. La batalla de los virus, los antivirus y los software espía nos hablan de una lógica de guerra computacional que le hace el juego a las otras muchas guerras de este mundo torcido, paranoico y profundamente consumista. El software que distribuye este proyecto más que software es una herramienta colectiva. Allí encontraremos software básico tanto para comunicadores y activistas, como para todos aquellos que comienzan a utilizar las computadoras o que las usan en sitios públicos con internet. Este software garantiza libertad plena por su licencia GPL (general public license), la cual frena cualquier intento de apropiación que limite a sus usuarios. Utiliza y fomenta los formatos y contenidos libres y se encuentra disponible en línea para su descarga sin cargo alguno; también se puede descargar la documentación que nos guiará en su uso y forma de funcionamiento.

Ofrece una comunicación segura ya que busca garantizar el derecho a la privacidad y el anonimato en los programas de comunicación que incluye, como el administrador de correo electrónico mozilla thunderbird, el navegador de internet mozilla firefox o el de mensajería instantánea gaim. Además fomenta el derecho a la privacidad a través de programas de seguridad que permiten el cifrado de información de acuerdo con los intereses del usuario. Contiene también programas de oficina, como procesador de texto y hoja de cálculo; de diseño vectorial, manipulación de imágenes y diseño editorial, además de los multimedia, entre los que podemos encontrar editores y reproductores de audio y video. Así, su nombre le rinde homenaje al periodista y anarquista mexicano Ricardo Flores Magón y su aplicación también lo hace al ofrecer una herramienta común, libre y segura, con un valor práctico a quienes la deseen utilizar, mejorar, ampliar o apropiarla de cualquier forma posible. Descargas y más información en: http://magonvive.espora.org/ http://www.cmldf.lunasexta.org/node/14513


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