Desierto os Digo. Poesía (2016). Mauricio Invernizzi

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Mauricio Invernizzi

DESIERTO OS DIGO POESÍA

HEBEL


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Mauricio Invernizzi DESIERTO OS DIGO POESÍA HEBEL

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Mauricio Invernizzi

DESIERTO OS DIGO POESÍA

HEBEL Ediciones Arte-Sana | Poesía 5


DESIERTO OS DIGO | POESÍA © MAURICIO INVERNIZZI, 2016 © HEBEL Ediciones Colección Bajo Cuerda |Poesía Santiago, Chile, 2016 www.issuu.com/hebel.ediciones Imagen de portada: © David Gysel Lenk www.davidgysel.com Diseño y Edición: Luis Cruz-Villalobos www.benditapoesia.webs.com Qué es HEBEL. Es un sello editorial sin fines de lucro. Término hebreo que denota lo efímero, lo vano, lo pasajero, soplo leve que parte veloz. Así, este sello quiere ser un gesto de frágil permanencia de las palabras, en ediciones siempre preliminares, que se lanzan por el espacio y tiempo para hacer bien o simplemente para inquietar la vida, que siempre está en permanente devenir, en especial la de este "humus que mira el cielo".

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Al Ăšnico que es digno de recibir honra y gloria...

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PROLOGO

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Las dudas, las certezas y los fantasmas. Mauricio Invernizzi, ha decidido iniciar su trabajo desde el silencio creador, que como sabemos, es una de las fuentes que nutre el decir poético: hoja en blanco, piedra sin tallar, metal sin forjar, tierra sin sembrar, cuando no está tu voz Perplejo ante el más mínimo rastro de acción o inacción de vida, lo obvio pasa a tener una dimensión extraordinaria, el asombro, la primera labor del pensamiento le pone frente al mundo, pero sin ingenuidad, aunque sea el soporte de sus versos y le lleva a explorar en diferentes géneros y estilos para acomodar su decir a la flexibilidad que poseen cada uno de los modos de la palabra. Este psiquiatra de profesión nos presenta "Desierto os digo" en el que nos habla del corazón, del alma, de la esperanza, de la fe, en estos cantos que sueñan en días de: Silencio, solo silencio. Alguna vez hubo canto, hoy no hay voces, ni llanto: ahora todo está en blanco. La pérdida de la esperanza, la búsqueda de lo amado, por eso viene a enfrentar sus fantasmas:

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Mi alma, entonces, te busca, porque buscarte es deber; no es asunto de querer o no querer. Es su combate impostergable, su desafío, nos anuncia su “desierto os digo” para darnos las bienaventuranzas: La noche tendrá su madrugada, a su tiempo, luego alborada. La noche está ciega, mas Tus ojos son la luz. Vivimos en tiempos de muerte, mueren por centenares al estallido de bombas asesinas, de refugiados de las guerras, de expatriados. El creador poético nos propone con su verbo versos y un poco de esperanza a pesar de los pesares en nombre del poder, de dios y sus estafadores, de los fanáticos y sus mentiras que llenan de sangran los sueños. Sigue entonces la palabra en su labor: A pesar que no te busco, estás ahí; no te busco y te encuentro en todo: en la inspiración del aire, del corazón me late tu grandeza.

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Finalmente, estas palabras son una breve invitación a asomarnos y quedarnos en estas reflexiones, a sus versos para hacer el viaje a nuestros desiertos y encontrar un testimonio de convicción, que es también una mirada reposada para construir hoy nuevas esperanzas para los días venideros.

Arturo Morales Valparaiso, Chile

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DESIERTO OS DIGO

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I Silencio, hoja en blanco, piedra sin tallar, metal sin forjar, tierra sin sembrar, cuando no está tu voz. ¿Dónde estás, oh, Dios? Cuando mi alma, herida, anhela estar en paz. ¿En qué ventana estarás, qué puerta te abrirá, esta vez, para entrar y calmar la sed? ¿Dónde estás? Pues no oigo tú voz: campana sin tañer, en el desierto desértico, ni el viento, seco, trompeta destemplada. ¿Dónde estás, oh, Dios? ¿Acaso en el silencio en que parece que no estás, o en el dulce canto perdido en el ruido de la humanidad?

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¿Dónde andarás? Me detengo, miro, ya no estás. ¿Quién te estará recibiendo en su casa? Ahora mi casa es desierto y en él, ni el viento. Silencio, transparente silencio, intangible mi dolor de no escucharte. La pregunta cae sobre el pecho, apretando: ¿Dónde está tú voz?

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II Mi alma seca, erial telúrico, te busca, deshidratado grito, parece morir en soledad. Respirando, aún; inspirando el aire áspero del monte, la más helada exhalación de la tundra, a momentos. Mi alma, seca, te busca, sin embargo, sin sed, querer beber por beber. Te busca porque hacerlo es deber; deber es del alma creada: buscar a Dios. Deber es buscarte, agua, aire, luz. Aún sin sed, sin aliento, a oscuras. Mi alma, entonces, te busca, porque buscarte es deber; no es asunto de querer o no querer.

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III Silencio, solo silencio. Alguna vez hubo canto, hoy no hay voces, ni llanto: ahora todo estĂĄ en blanco. Hubo mĂşsica en el aire: flotaban las notas, de aquellas hoy solo silencios. Una vez estuvo canto, si falta ahora es llanto. Silencio, doloroso y amargo. Hubo agua: saciedad. Hubo aire: tranquilidad. Hubo luz: claridad. Si alguna vez las hubo, hoy su ausencia ahoga tanto:

la risa es espanto. Alguna vez hubo canto, ayer voces, hoy ni llanto.

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IV Alguna vez te escuché. ¿Te oí como al pastor su oveja? Te seguí cuando llamaste, el último del rebaño. Tu voz cantó, dulce, y el trueno, música a los huesos secos. Alguna vez te escuché. ¿Y te oí? ¿Y si te oí, te seguí? Alguna vez te seguí. El desierto, lejos, tan lejos, no lo vi. Dije: ¡nunca iré! Escuchaba tu voz, fluyendo entre las rocas el agua de tu río, tus palabras bajaban entre las piedras corrían. ¡Si! Te seguí, con tu voz no me perdí.

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V ¿Qué hago con este silencio, la ensordecedora nada de la ausencia? ¿Para qué el desierto, el infinito espacio vacío? ¿Para qué los días del deber sin querer? Como días sin la luz del sol. Aquel lejano desierto, estoy en él. Dije: ¡nunca iré! En este mar de silencio se ahoga el alma mía, ¿qué sentido tiene este naufragio? Si ayer a Puerto Seguro me llevó la barca de tu voz, si tu brisa empujó el cansancio desplegado de mi fe, si tu viento, alguna vez altísimo me elevó. Eran los días del querer, de amar el deber, de beber el amar, respirar el querer. Sólo queda en mí el deber sin querer. Beber por beber, respirar por respirar, caminar por caminar.

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VI Tiene la noche más negra, fría y solitaria, su alborada, inexorable el mediodía. ¿Es el ciego aquel que no ve o el que teniendo vista no quiere ver? La noche, sus miedos y demonios, tiene su tiempo; llega la hora de levantarse del sueño. Adentrarse en la noche es acercarse al día. La noche tendrá su madrugada, a su tiempo, luego alborada. La noche está ciega, mas Tus ojos son la luz.

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VII ¿Estás ahí en el susurro, aún cuando no soples el viento? Y no enciendas luz, Ni correr el agua dejes. ¿Estás ahí mirándome, en silencio? ¡Oh, temor! Y en silencio espero, asustado de sombras, premonición de temblor, rumores terrestres. Si el Cordero, por mi, el pecado ha quitado: ¡entonces estás ahí y no me has abandonado! Ese es el susurro del Verbo, aunque ciego estoy, estás ahí. Inunda tu presencia el desierto, conmigo estás. Eres y estás en todo, invisible e intocable. El susurro eres Tú.

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VIII A pesar que no te busco, estás ahí; no te busco y te encuentro en todo: en la inspiración del aire, del corazón me late tu grandeza. Aunque no te llame Tú vienes a mí, me miras esperando ¿algo de mí? Aún no lo sé y lo sé, apenas te he inspirado ya te exhalo; recién entrado por mis venas mi corazón te impulsa, sin tiempo al reposo, que si reposo muero. Aunque no te encuentre siempre estás ahí, aunque no te hable Tú escuchas de mi. ¿Es que hay alguien que te habla de mi? Y mientras más te ignore, hasta el silencio habla de ti.

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IX A momentos, reconozco, tengo sed, hambre de luz, anhelo saciedad, beber clara tranquilidad. Y sabiendo el camino que en desiertos lleva a oasis de paz mis tercos pasos porfĂ­an errantes en la inmovilidad.

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X Mas he perdido el rumbo que de tumbo en tumbo por más grande porte ya no hay sur ni norte. No hay lámpara a mis pies, ciego, como a tientas, tropiezo tras tropiezo. Así sea mi rostro a tierra: ¿dónde está el camino?

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XI En el desierto la noche es más negra, en la noche negra se pierde el camino, el camino extravía sus pasos si no hay aceite en la lámpara. ¿Pero dónde se ven más estrellas? En la noche más negra del desierto. ¿Si no alzas la mirada del suelo, al cielo, cómo ver, entonces, las estrellas, infinitos ojos de Dios, pupilas que indican camino? ¡Levanta tu cabeza y, en el cielo, junta tu mirada con los ojos de Dios!

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XII ÂżAlzaste los ojos al cielo? Infinitos los ojos de Dios, profundos como mares, eternos te miran: acaso un punto en el universo que vive apenas un instante. Alza tus ojos al cielo y no temas a la noche mĂĄs oscura en el desierto. No bajes la vista buscando camino, que estĂĄ coronado sobre tu cabeza, un punto en un punto en el universo, un momento de un segundo en lo eterno. Alza tus ojos al cielo y no cuentes las estrellas, deja que ellas te encuentren.

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XIII Noche de luna, redondo espejo, plateada lĂĄmpara, noche iluminada. En el desierto, azules, las sombras aparecen, dibujando caminos. Silencio de voces, ruido de luz. Luna mensajera, presagio de sentido. El firmamento diccionario de las palabras que no escucho, de las frases que no escribo, dispuestas, enlunada lectura, por el escritor siempre eterno. En el desierto, la sombra ante mis pies, de este punto en este punto; en lo infinito, ni un segundo, ante lo eterno, se es o no es. Si no miro mis pies, en esta noche, no veo mi sombra, que no es oscuridad, sino lo que menos veo de la luz. Noche de luna, redondo espejo, Plateada linterna Âżla luz que reflejas de dĂłnde proviene?

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XIV ¿Dónde está tu voz? Tu voz está en los cielos de algodón, Tu voz está en el agua pura, Tu voz está en el aire transparente, Tu voz está en la luna de los poetas, Tu voz está en las estrellas incontables, en la tierra, en los mares, ríos y montañas. Tu voz está en el desierto. Eres todo en todo: la inmensidad, y eres siempre: la eternidad. Aunque no te vea: estás. Aunque no te oiga: estás. Aunque no te sienta: estás. Te busque o no, te llame o no, Tú siempre estás. Bajé la mirada a mis pies vi mi sombra; alcé mi cabeza al firmamento y vi la luna y las estrellas. ¿Volvería a preguntar dónde está tu voz?

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XV Celeste el cielo, ya amanece, azules las sombras, desvanecen; se cierra el libro escrito estrellas, la luna el punto aparte. De Dios aparecen otros ojos, sus manos, como trigo, doradas de candelero, los panes, de su boca, cada día: palabras tutelares de los hombres. Él es todo en todo: en lo claro o en lo oscuro, en la extensión desértica, profundidades oceánicas celeste inmensidad inabarcable. Así da a luz el día: ya se asoman brazos solares, otras sombras, ahora pedestres de claridad de espigas rodeadas. Coronan las cabezas, que despiertan, la hoja azul celeste, sin las letras ni palabras que descifras en las noches.

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XVI Dios es luz, luz en el día y en la noche, en los bosques y en los páramos, en todos los cielos y en la tierra; luz del afuera de mi ser y en mi interior: luz. ¡Hágase la luz! Dijiste un día. Pero Tú ya eras, por siempre. ¡Manifiéstese la luz! ¿habrás dicho? Y la luz inundó todo lo creado para ser visto por los ojos. Tú encendiste el mundo, inundaste el universo. Si algo vemos, por ti lo vemos; porque lo que vemos reflejo de tu presencia es. Eres todo y estás en todo. Y en el ser, eres luz, cuando se abren las ventanas de los hombres de la tierra y pasas nuestra puerta que te abrimos o cerramos. ¡Ven, Señor de luz, inúndame con claridad, Verbo, para ver en mi interior tu presencia reflejada!

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XVII Abre la puerta de tu ser, conmigo, hermano; saca de tus ventanas ancestrales de tu corazón, endurecido, el pestillo, pesado, como juicio, construido del metal doloroso, forjado de lágrimas sembradas; Abre la puerta, hermano, Que la luz inunde la era, ávida de gavillas, deja que en tu templo sangrado la mies esparcida sea. Abre la puerta, ahora, corre a las ventanas a despegar sus cantos y desnudarlas de cortinas. Deja que la luz te inunde de reflejo, de Dios, tu interior sombrío, en tu alma Él es luz. Abre la puerta al viento que se eleven las gavillas, con el remolino vital, que caiga el grano, desprendido, con el vendaval, generoso, de su espiga. Abre la puerta a tiempo, abandónate del cuerpo dentro de ti, el desierto,

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o el valle dentro de ti; deja que la luz te inunde, tengas tus dĂ­as claros y tus noches azulen sean.

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XVIII Todo habla de ti, Señor; en este mundo no hay lugar, o en otros si los hay, en que no estés. Ni en los mares, tormentosos o pacíficos; en los cielos, del primero al tercero; en el aire que respiro, en el que me respiras tú: cuando inspiro vida, cuando exhalo y muero. A gritos me llama la lucha por la causa de Dios, con el eco relampagueante del silencio previo al trueno. Las formas dicen de ti lo que afirma el fondo: todo inunda tu impregnada presencia en el todo de las cosas, en el ser y el estar, en el tener y el haber, en el querer y el deber. Piedra sobre piedra y la vida en medio; minuto tras minuto

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y la vida pasa. Contenido y continente: lo mismo, eres TĂş.

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XIX ¡Al desierto, dije un día, no iré! pero fui y siempre volveré. En silencio te buscaré, en la noche aprenderé, en tu luz me regocijaré, en tus aguas me saciaré: paz en el silbido de tu viento, fortaleza en el trueno de tu voz, reposo en la presencia de tu ser.

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XX Así como sientes cuando pierdes a tu amada, así quiero que me añores, me dijo Dios un día. Así como quieres llenar tu corazón ese vacío, así quiero que me busques, me dijo Dios un día. Así como desesperas cuando la soledad te embarga, así quiero que me llames, me dijo Dios un día. Añórame, búscame, llámame, que, de seguro, caminaré contigo me dice Dios hoy día.

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XXI Tu mirada hacia la peña y verás el resplandor, bástate el reflejo de la luz de la presencia de Dios. No quites tu vista de la roca, no voltees queriendo saber el bien y el mal, sino bástate el reflejo de su luz. No retires tu dolor de la cruz déjalo clavado en su poder, levántala y sigue su camino para que el tuyo vaya bien. Tu mirada hacia Cristo y tendrás claridad, de Dios, reflejo de la luz, como lámpara a tus pies.

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XXII Este ha sido el viaje, el ciclo de la vida, agua que vuelve nieve a las alturas de montañas, nieve que corre agua por ríos a la mar; semilla que crece árbol hacia el sol fructificado, fruto que a tierra cae a reiniciar el viaje radical. Este ha sido el pasaje, el breve espacio del tiempo, de los peldaños terrestres tras las dimensiones celestes, del hombre conciente de su inconciencia vital, que lucha por escapar de las trágicas cadenas, de sordas prisiones de ceguera espiritual. Esta es la búsqueda del hombre: pasar de muerte a vida; el inexorable éxodo del inconciente Egipto hacia la tierra donde fluye la conciencia prometida.

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Por este desierto andamos, circundamos nuestras vidas, hasta derrotar nuestros gigantes y ganar el alma libertada.

FIN

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Mauricio Invernizzi (Valparaíso, Chile, 1963). Cantautor y poeta chileno, médico psiquiatra. Fundador e integrante del desaparecido Grupo Átrio, de música de raíz latinoamericana, ha continuado como solista, desarrollando la poesía y la composición de canciones. La mayor parte de su obra musical y poética está disponible de modo gratuito en medios digitales. Vive y trabaja en Valparaíso. 46


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