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Centenario de Pablo Albera

La piedad o religión es un instrumento que garantiza más la relación con los otros elementos: la razón y el amor. Un joven piadoso es una persona asegurada hacia el premio eterno, el paraíso.

La base del Sistema Preventivo y la nota característica de Don Bosco

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Queridos amigos del Boletín, en el artículo anterior les compartía sobre las acciones de Don Pablo Albera a lo largo de su rectorado como segundo sucesor de Don Bosco del 1910 al 1921, pero en especial recalcaba su actitud de buen pastor frente al conflicto de la primera guerra mundial. En este nuevo artículo sobre la vida Don Pablo Albera, quiero centrarme sobre una de sus primeras circulares como Rector Mayor.

El tema que quiero hablar es sobre el espíritu de piedad, un punto de vital importancia para la vida de un cristiano y la de un educador salesiano. La carta circular de mayo de 1911 toca varios puntos sobre el espíritu de piedad en la cual quiero destacar dos aspectos que deja Don Pablo Albera. El primer aspecto es sobre la base del sistema preventivo.

Ya sabemos que el Sistema Preventivo está compuesto por los elementos de la razón, la religión y el amor, utilizado por San Juan Bosco para educar a sus muchachos en el ambiente oratoriano y todas sus obras. Hoy día, podemos caer en la tentación de discutir cuál es el más importante de los tres elementos de este sistema. Don Pablo Albera escribe que la base del sistema preventivo dentro de la religión es la piedad. Y ¿por qué recalca la piedad? Analicemos los siguientes párrafos.

Don Albera declara en su carta que todo el sistema de educación enseñado por Don Bosco se basa en la piedad. Si esto no se practicara debidamente, faltaría un aspecto esencial de la obra salesiana. La educación que se daría a nuestros jóvenes sería incompleta, ya que el más mínimo soplo de impiedad e inmoralidad borraría en ellos esos principios que con tanto sudor y largos años de trabajo se han impregnado en sus corazones.

Por eso, si el educador salesiano no es firmemente piadoso, nunca será apto para la misión de educador. La mejor manera de enseñar la piedad es “siendo un ejemplo”. Para ser un salesiano educador verdaderamente piadoso debemos tener presente ante nuestros ojos a San Juan Bosco, que ante todo se nos muestra como un gran modelo de piedad.

La piedad o religión es un instrumento que garantiza más la relación con los otros elementos: la razón y el amor. Un joven piadoso es una persona asegurada hacia el premio eterno, el paraíso.

El segundo aspecto es la nota característica de Don Bosco con la que se complementa con este primer aspecto. Nuestro padre Don Bosco es catalogado como un maestro de la piedad, donde toda su vida se muestra cómo podemos aprender de él a ser personas de piedad, así lo expresa Don Pablo Albera en su carta circular de 1911.

En la vida de Don Bosco encontramos dos ejemplos: el primero durante su etapa de estudiante y seminarista en Chieri. Don Pablo Albera lo narra así:

“Una piedad ferviente fue la nota característica de su conducta a lo largo del tiempo que pasó en Chieri como estudiante y como seminarista. Su piedad fue lo que lo sostuvo frente a las gravísimas dificultades que encontró para seguir su vocación. Si María Santísima se dignó prepararlo para su noble misión, si acudió con frecuentes visiones para instruirlo sobre su futuro, esta debe haber sido la recompensa de su más tierna devoción. Quizás esos sueños eran pistas de que sus oraciones habían sido aceptadas por Dios y que serían respondidas a su debido tiempo. Quizás fueron la respuesta a alguna pregunta o la solución de alguna duda. Todavía puede ser que fueran un consuelo para su angustia o la promesa de nuevos favores. Pero un intercambio tan íntimo con la Virgen sólo podía ser fruto de una ferviente piedad y de su más ardiente amor por ella.” (Carta de Don Pablo Albera 1911-1914; Sobre la piedad)

El segundo ejemplo de la vida de Don Bosco es la oración del “Ave María” con Bartolomé Garelli. Así lo describe Don Albera:

“El 8 de diciembre de 1886 impartió la conferencia a los hermanos en Turín. Recordó su primer encuentro con Bartolomé Garelli en la sacristía de San Francisco de Asís, que tuvo lugar 45 años antes; luego pasó un buen rato describiendo el camino que había hecho su obra a lo largo de los años, que surgía de tan humildes principios. Pero lejos de atribuirse la más mínima parte de mérito, concluyó diciendo: y todo este bien que está haciendo nuestra Pía Sociedad es fruto de ese Ave María que recité antes de salir a catequizar a ese pobre niño. Incluso las copiosas donaciones que recibió de los bienhechores, las atribuyó a esa breve oración que recitó al entrar a su casa, para que Dios las dispusiera a su favor.” (Carta de Don Pablo Albera 1911-1914; Sobre la piedad)

Podemos decir que la vida de Don Bosco era, una oración continua, una unión ininterrumpida con Dios. Gran parte de sus advertencias y exhortaciones tenían como objetivo despertar la piedad de sus jóvenes. Siempre tuvo presente a María Santísima, la maestra de todo su camino vocacional.

Queridos lectores, Don Pablo Albera aprendió a ser un maestro de piedad gracias a las enseñanzas de Don Bosco. Él nos ha dejado un legado en sus cartas circulares, que fortalezcamos el espíritu de piedad. Aprendamos de Don Bosco esta importante característica de la piedad.

Pocos meses quedan para celebrar el primer centenario de la muerte de Don Pablo Albera este próximo 29 de octubre. Sigamos preparándonos para este gran evento, entusiasmémonos por su vida y su obra, sus significativos mensajes y sus grandes enseñanzas.

En el próximo artículo estaré compartiendo otros puntos sobre el espíritu de piedad que nos dejó don Pablo Albera.

Que María Inmaculada nos siga acompañando en este gran camino de preparación.