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Espiritualidad

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El amor y el oro amor y el

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Los hombres y mujeres de fe creemos que Dios hizo el mundo y también creó al hombre a su imagen y semejanza. El primer regalo que Dios le ofreció al hombre fue la vida, un poquito del misterio de la vida de Dios. Y el hombre siempre ha hecho lo que sea para proteger esa vida, y para proteger la vida en el planeta. Pero la vida es algo frágil, y por cualquier cosa se resquebraja y muere.

Para que el hombre cuide la vida, Dios le dio dos regalos: Un puñado de oro y un puñado de amor. El oro, para cuidar la vida, y el amor, para administrar el oro, y evitar que el oro dañe la vida. Un poco de oro, es bueno. Mucho oro puede destruir la relación con Dios y con los hermanos. Tomar una dosis apropiada de un medicamento, puede ser saludable. Tomar una cantidad excesiva del medicamento, puede dañar y matar.

Lamentablemente, al contemplar el oro, al contemplar la gran riqueza del planeta, el hombre que trabaja la tierra, el hombre que dirige la tierra, se ha fascinado, y con frecuencia, se olvida de las exigencias del amor, y adminis-

tra el oro con avaricia. Y entonces, al sentir la seguridad aparente del oro, el hombre deslinda sus posesiones, marca su territorio, y hasta empuja a sus hermanos al desfiladero o al

mar, para aumentar sus bienes, o sea, su porción del puñado de oro que Dios dejó para todos. Aunque a la raza humana le parece casi imposible abandonar la propiedad privada, mientras no regresemos a la propiedad común de nuestro origen, el amor y la paz serán dos conceptos amenazados en cada rincón del planeta tierra.

El Evangelio nos dice: “Todo es de todos”, volvamos al compartir original, volvamos a lo que Dios creó. Pero el Evangelio, sellado con la sangre de Cristo, portador de un amor según Dios, va entrando en el mundo muy lentamente, y el poder de las pasiones humanas frena el avance del Evangelio, y los más débiles siguen sufriendo.

El Comunismo nos dice: “Todo es de todos”. Pero los dirigentes se adueñan de todo, del oro y de las personas. Usan las riquezas y esclavizan a las personas sin misericordia.

El Capitalismo acepta que el puñado de oro que Dios dejó es para todos, pero no reparte los bienes como las aves en los árboles, sino que somete el puñado de oro a la competencia humana y vence la ley del más fuerte, o la ley del que tiene mejor oportunidad, y el puñado de oro regalado por Dios se convierte en la manzana de la discordia. Entonces los ricos y poderosos disfrutan de todo, banquetes de cruceros, hoteles de lujo, despensas y almacenes de comidas que se dañan y se vencen, mientras grandes masas de pobres y débiles mueren de hambre. Ni el amor funciona sin el oro, ni el oro funciona sin el amor. Al que amas debes alimentarlo, y al que alimentas, debes amarlo. Los grandes conflictos de la raza humana se deben a la falta de amor, y a la guerra económica. Jesucristo vino a restaurar el amor, pero el amor lleva consigo una respuesta económica, como en el caso de Zaqueo, que fue perdonado y amado, pero tuvo que aportar.

Nuestro bello mundo luce dividido en dos vertientes: Los que se apartan del amor, y se conforman con comida, diversión y seguridad económica, y los que prefieren el amor, aunque pierdan toda seguridad económica. Y aquí vienen las consecuencias: Los que optan por el amor, viven en paz y son felices. Los que renuncian al amor y acumulan oro, su vida agoniza. La raza humana no vive, más bien agoniza. Una empresa es agonía. La política es agonía. Hasta una parroquia, o un colegio agonizan por las preocupaciones económicas.

El puñado de oro que Dios regaló es el dueño del mundo, y el causante de un alto porcentaje de dolor y de muertes. Nuestros amores son pobres, pues el puñado de amor dejado por Dios ha sido rechazado o falsificado. Aquí radican los grandes problemas de la humanidad: Fiebre económica en todo el mundo y amores débiles. Reconstruir el amor es el reto de la humanidad. Pero estamos atrapados, es proyecto difícil.

Muchos tratan de hacer obras de caridad con su abundancia de oro, pero no es suficiente. No se puede servir a dos señores. No se puede tener mucho oro, y tener mucho amor. Por eso Jesús dijo: “Vendan lo que tienen, y tendrán un tesoro en el cielo”. El amor de Dios no puede ser compañero ni siquiera del dinero bueno, del dinero bien ganado. Es que quien ama como ama Dios, no puede ganar mucho dinero, porque les quita oportunidad a otros. Si tú vas al mar y pescas peces para comer durante 50 años, las barcas pequeñas no encuentran peces, pues tú barriste con todos los peces que había, y tu abundancia de peces no es buena, aunque regale peces a los pobres. No es suficiente con un poco de caridad, mientras el sistema del mundo crucifica a los más débiles. Caifás y Herodes tenían una gran economía, y empobrecieron tanto a Judas que hasta vendió a Jesucristo. El becerro de oro del pueblo de Israel es el símbolo de la pasión económica del mundo. Y las ejecuciones en el imperio romano, en el colonialismo europeo, en la segunda guerra mundial y en el comunismo, son el grito de una humanidad que rechaza el amor. Los mensajes de la Biblia hablan de quitarle el corazón al hombre y ponerle otro que sea capaz de entender el amor de Dios.

Yo creo en el triunfo del bien, pero la marcha es muy lenta, y el mal devora a muchos corazones débiles. La fe no deja morir la esperanza, pero el fuego que devora el mundo es mucho, y el agua que tenemos para apagarlo es poca. Nuestros ojos siguen mirando al cielo, y nuestras manos siguen abiertas, porque Jesús no se ha ido del mundo y sigue crucificado con todos nosotros.