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Pastoral Educativa

Fundamento antropológico, psicológico y espiritual de la vida interior

Distinguidos lectores del boletín:

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Esta es la primera entrega de una serie de artículos que he denominado “Pedagogía de la vida interior”.

Hoy en día se verifica que los procesos educativos preparan a los educandos y a los docentes para “hacer”, dejando de lado los aspectos de “ser” y “sentir”. Y precisamente tanto la espiritualidad como la interioridad se fundamentan y fortalecen en el ser y en el sentir. Cuando se crece en la vida interior se abren a la persona las puertas de la felicidad, de las relaciones, de la realización y de la santidad. Es decir, se busca aprender a ser desde sí mismos y, como consecuencia, a convivir con los otros respetando las diferencias, sin pretender que sean como nosotros quisiéramos.

En nuestras relaciones manifestamos y revelamos actitudes profundas que delatan algo de nosotros, y el nivel de profundidad o superficialidad con que las vivimos, es de alguna manera el reflejo de cómo nos vivimos y experimentamos a nosotros mismos. En este sentido, Ana Alonso, en su libro “Pedagogía de la interioridad”, sostiene que todo intento que se realice para proponer una pedagogía de la vida interior ha de partir de tres aspectos principales: antropológico, psicológico y espiritual.

En lo antropológico hay que considerar, a su vez, cuatro dimensiones: relacional, física o corporal, psicológica y espiritual. Por otra parte, es a través de la dimensión física o corporal que la persona se relaciona y percibe la información del mundo exterior e interior por medio de las sensaciones. El cuerpo es la transparencia de cuanto somos. Es de vital importancia saber captar los mensajes que él nos manifiesta constantemente.

En la dimensión psicológica son fundamentales las emociones y los sentimientos porque poseen una relación directa con el cuerpo. Por ejemplo, las emociones surgen como respuesta a los acontecimientos internos y externos. Forman parte de quiénes somos y de cómo nos vemos.

Por su parte, los sentimientos varían de una persona a otra. Conocer qué nos emociona y por qué, y la manera como nos sentimos ante determinados sucesos, acontecimientos o situaciones nos ayudará a reconocer una parte importante de nuestra identidad única, que puede tener mucho en común con la de los otros, pero nunca ser igual. Estos pueden ser agradables o desagradables. La familia, la escuela y la sociedad tienen una alta deuda con la persona, por el simple hecho de que no se ha logrado alcanzar una verdadera alfabetización emocional. Incluso, se podría hablar de analfabetismo emocional. Lo que no favorece la peregrinación que cada individuo ha de hacer a su interioridad, a su centro y a su templo. Probablemente es este uno de los factores que impulsa a no habitar la propia casa, sino la del otro.

En la dimensión psicológica lo intelectual también juega un rol primordial porque comprende el mundo de las ideas, de los pensamientos, de las imágenes, de los saberes y de las informaciones que nos permiten conceptualizar la realidad. Los pensamientos determinan los estados anímicos de las personas. Cuando no se controlan los pensamientos se vive a merced de las circunstancias, internas o externas, sin tomar las riendas de la propia vida. Lo importante no es aferrarse a un pensamiento, sino a la capacidad de pensar con flexibilidad y sin límites, de manera que pueda fluir aquello que nace desde la propia identidad en cada momento concreto de la vida.

Hay que aprender a pensar. Evitar oponerse y aceptar lo que sucede, lo que no se puede cambiar. Aprender a ver el lado bueno de las cosas y saber que nada es absoluto.

La dimensión espiritual permanece estable en nosotros y se desarrolla en lo más íntimo de cada individuo. Es desde esta dimensión que emana la capacidad de intuir, de lograr ver más allá de las apariencias, de experimentar lo infinito, de poder encontrarle el sentido y el valor a lo que hacemos y vivimos. Para Viktor Frankl, la dimensión espiritual es la que garantiza y constituye la unicidad y plenitud del ser humano.

Desde cada una de las dimensiones indicadas ha de desarrollarse un proceso de transformación hacia la realización plena de las potencialidades y facultades innatas que residen en el ser humano.

En lo que se refiere al fundamento psicológico se ha de hablar de la inteligencia espiritual. El psicólogo H. Gardner se ha pronunciado sobre las diversas inteligencias: lógico-matemática, lingüística, espacial, musical, corporal, naturalista, intrapersonal, interpersonal y existencial.

La inteligencia identificada por Gardner como existencial, Abraham Maslow la definió como autorrealización, es como una especie de estado espiritual. Es lo que, actualmente, llamamos inteligencia espiritual, gracias a la pionera de esta investigación, Danah Zohar, quien decía que dicha inteligencia se refiere a la manera con que se afrontan y resuelven los problemas de significados y valores; la capacidad con que podemos poner nuestros actos y nuestras vidas en un contexto más amplio, más rico y significativo; la habilidad con que podemos determinar que un curso de acción o un camino vital es más valioso que otro. La inteligencia espiritual es la base necesaria para el eficaz funcionamiento tanto del coeficiente intelectual como de la inteligencia emocional. Es nuestra inteligencia primordial. Las personas espiritualmente inteligentes, según lo señala Tony Buzan en su obra “El poder de la inteligencia espiritual”, tienen amor y respeto por la naturaleza; están convencidas

Las personas espiri- de que pueden cambiar algo; todo lo tualmente inteligentes, que dicen, hacen y creen, saben que afectan a los demás; poseen unos vasegún lo señala Tony lores y unos códigos internos de con-

Buzan en su obra “El ducta que dan sentido a sus vidas, poder de la inteligencia son compasivos y están comprometidos; saben dar y tomar. Pero, adeespiritual”, tienen amor más, Danah Zohar testifica que una y respeto por la natura- persona inteligente espiritualmente se leza; están convencidas revela porque es: flexible, posee una conciencia de sí misma, afronta el sude que pueden cam- frimiento y trasciende el dolor, se insbiar algo; todo lo que pira en ideas y valores, rechaza hacer dicen, hacen y creen, daño a otros, ve las relaciones entre las cosas, sabe preguntar. saben que afectan a los Y finalmente, presentamos, el terdemás; poseen unos valores y unos códigos cer aspecto, el fundamento desde las tradiciones espirituales. La aportación de las tradiciones espirituales a la peinternos de conducta dagogía de la interioridad es el legaque dan sentido a sus do de los elementos comunes de sus métodos para acceder a la experienvidas, son compasivos cia transformadora de la que hablay están comprometidos; saben dar y tomar. mos. Estos son, fundamentalmente, la atención y el silencio. La atención se refiere a centrar la mente y el cuerpo para lograr ese estado de alta receptividad. El objeto de atención puede ser una imagen, un sonido, una palabra, una idea, la propia respiración o no ser ninguno de ellos, de modo que la mente se mantenga libre de cualquier contenido o estructura, ya será de índole material psíquica o intelectual. Se hace silencio con la finalidad de disminuir los estímulos ambientales y la agitación del pensamiento. Hay que entrenarse para vivir la atención y el silencio. Además, se ha de convertir en una nueva forma de ser y de estar donde se recupera el asombro por lo cotidiano, la experiencia de vivir el momento presente y la aceptación de aquello que nadie puede cambiar. Dice el sacerdote Pablo d’Ors en su libro “Biografía del silencio” que “la meditación en silencio y quietud es el camino más directo y radical hacia el propio interior”. Vivir desde la interioridad es existir desde lo que cada persona piensa, siente, intuye y experimenta sin necesidad de dejarse arrastrar por el bombardeo exterior; es ser uno mismo, saber quién soy, cómo soy, hacia dónde voy y con quién voy. Decía Don Bosco: “no hay jóvenes malos, hay jóvenes que no saben que pueden ser buenos y alguien tiene que decírselos”.

¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan? Lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá. LS 160

Realidad preocupante:

La situación de los recursos naturales de la República Dominicana es enormemente preocupante en la actualidad. A pesar de las leyes aprobadas, nuestros recursos se van perdiendo constantemente por falta de voluntad política, la corrupción, las carencias educativas y de información clara de la población, el uso indiscriminado de los recursos para la alimentación, la agricultura y la generación de ingresos, entre otras. Si la ciudadanía continúa colaborando y aceptando la depredación y destrucción sistemática de nuestros recursos naturales, nuestra agua, nuestros suelos, nuestros bosques, la vida y el futuro de nuestras familias desaparecerán en un desierto de desechos y miseria.

Responsabilidad ecológica: tarea cristiana

Suscitar la responsabilidad ecológica es una tarea cristiana; hoy es, sin duda, quehacer urgente de la praxis pastoral entre los jóvenes llegar a sus raíces y promover caminos y propuestas que lleven a nuevas actitudes y compromisos. La opción contra la destrucción del medio ambiente es, en definitiva, la opción por el ser humano, por una vida más humana, por una mayor calidad de vida. No podemos olvidar que nuestro ser cristianos nos sitúa en el mundo como parte de un todo creado, como un único proyecto, en el cual el ser humano tiene una vocación y una responsabilidad especial. Toda la creación está interconectada, y como un sistema, lo que pasa a uno de sus miembros afecta a todos.

El invaluable aporte de la educación.

Es fundamental educar a la población, desde el pensamiento crítico, y con especial énfasis a la juventud, sobre la importancia de cuidar y conservar los recursos naturales, su manejo responsable y sostenible. La educación resulta la condición básica para curar el mal ecológico, ya que para crear una nueva sociedad se necesita una nueva humanidad, cambiada interiormente. Nuestra convicción es que sólo la educación puede lograr un cambio de conductas y de actitudes respetuosas en relación al medio ambiente y a la naturaleza. Y sólo mediante cambios significativos en las actitudes personales y sociales se puede conseguir mejorar las conductas negativas de explotación, degradación y deterioro. La educación ecológica y medioambiental pretende precisamente aportar conocimientos, valores, actitudes y compromisos para llevar a los seres humanos a cuidar y proteger su propio planeta.

El insostenible e injusto modelo de desarrollo al que hemos llegado tiene su punto de partida en ciudadanos desinformados, con poco espíritu crítico, alejados y dejados, bastante insensibles y desconectados del medio ambiente y los unos de los otros. Sólo si somos capaces de generar conciencia ecológica en los niño/as, adolescentes y jóvenes, a través de los conocimientos, los valores y las actitudes, podremos albergar la esperanza de reconducir este insostenible e injusto modelo de desarrollo.

“Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en el sufrimiento de los excluidos”. LS 13