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MICROFICCIONES

La envidia

S on las siete de la mañana y la campana retumba doce veces. Tú caminas hacia el salón de profesores con una expresión vacía; no eres la misma desde la última vez que te vi. “Si sonríes aun sin estar feliz tu cuerpo crea serotonina”, te repites mientras ves por la ventana a los niños que ríen y juegan. Deseas estar ahí, pero sabes que es imposible: una pila de papeles por calificar te espera en el escritorio.

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María Paula Florián - 8D

El viejo

L a mirada triste del solitario viejo que acompaña desde sus inicios al que, aún joven sigue aprendiendo, es como su barba: larga y acogedora. El silencio que expresa es eterno, como lo es él. Hoy lo miro como siempre, esperando su respuesta, pero mi viejo árbol nunca me habla. Espero su muerte. Sé que llegará, sé que lloraré.

Tsunami

E staba caminado por la costa cuando escuché una alarma de tsunami. Me asusté y empecé a correr, pero la ola me alcanzó y me mojó; fue solo un poco, fue solo desde la cintura hacia abajo. Me empecé a asustar y me di cuenta de que estaba tarde cuando empecé a abrir los ojos y sentí mi cama mojada. El reloj estaba sonando. La ruta me había dejado.

Solo un pájaro

S alimos a descanso y me sentí vacía. El profundo sentimiento de la duda se apoderaba de mí. Estaba caminando hacia los baños y me senté en la banca para tomarme un descanso. Sí, me sentía cansada ¿De qué? No lo sé, en realidad, tal vez, cansada de esforzarme por resaltar y no ser solo una pájara posada en la rama de un simple árbol.

Isabella

Mentiras verdaderas

E staba feliz. Por fin había acabado mi trabajo final de biología. Estaba lista para entregarlo, pero me preocupé al ver cómo una libélula del periodo carbonífero entraba por la ventana y miraba el trabajo que tanto había tardado en hacer. Ella, como si fuera más rápida que la luz, se dirigió hacia mí y se comió, deseosa, esa cantidad de papeles. Intenté explicárselo a mi profesora, pero nunca me creyó.

Gabriela Dimaté - 8D

Without Flavor

E n mi colegio había una niña hermosa como el amanecer, pero bandida como ella sola. Yo era solo un niño con anhelos de amar y, cuando la vi, sentí lo que solo se siente una vez. Ella no me paraba bolas, pero yo ya sentía que la quería como a nada. En vacaciones me dijo que se mudaría a los Estados Unidos. Eso me destrozó el corazón. Sin embargo, me propuse aprender inglés para poder hablarle por teléfono. Ella siempre me ignoró. El amor, en definitiva, siempre nos deja un sabor amargo, aunque, al menos ahora en mí brota en otro idioma.

estaba en primaria, me parecían grandes, gigantescos. Entrar a esa nueva puerta, a ese nuevo mundo llamado sexto, me emocionaba. Todo cambió cuando el recorrido pasé a la zona de séptimo pues fue en ese momento cuando inició el verdadero terror, lo que me preocupó tanto tiempo el increíble estrés que cada día aumentaba, que cada vez se volvía mayor. Ahora que estoy en octavo quisiera no haber pasado esa puerta y quedarme siendo esa niña que no se preocupaba de los problemas, esa inocente niña que creía que bachillerato era lo mejor.

Mariana Amores - 8E Enseñar

E l profesor empezó su día preparado para compartir sus conocimientos con los alumnos de cada salón. A su vista, ellos solo eran grandes conjuntos de bocas de las que solo salían vulgaridades y una amplia variedad de superficialidades. A la hora de volver a casa, el profesor se dio cuenta de que el único que aprendió algo ese día fue él mismo.

D As

Leonardo Fonseca - 8E Aquellos

F ue fácil la indicación: salir y mirar la zona de los salones de bachillerato. Como buena estudiante cumplí con la instrucción. Lo que nunca creí fue lo que me hizo sentir ese recorrido. Recordé lo emocionada que estaba en sexto porque había entrado a bachillerato, me sentía como una persona grande que cumplió su sueño, ser como las personas que, cuando