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El niño y el refrigerador | Carole Louis

Carole Louis

El tema de la Bienal de Arte Contemporáneo SACO 2021 fue Aluvión, en memoria de la avalancha que en 1991 arrasó con la ciudad de Antofagasta, situada en el desierto de Atacama, uno de los más secos del mundo. Era una invitación a evocar y reflexionar sobre la posibilidad inminente de una catástrofe y cómo la humanidad puede superarla, si es que eso es posible. Gracias a la Federación ValoniaBruselas fui invitada a proponer un proyecto.

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Buscando en Wikipedia, descubrí el Tapu, un antiguo ritual de Rapa Nui. No sabía que Isla de Pascua fuera parte de Chile; la geografía nunca fue mi fuerte. El Tapu era una forma de impedir el agotamiento de los recursos naturales mediante la prohibición temporal de acceder a ellos. En una reflexión contemporánea sobre este ritual, imaginé el entierro de varios refrigeradores en el desierto.

Luego que mi propuesta fuera seleccionada, los organizadores de SACO me contaron una leyenda urbana, según la cual un chico había sobrevivido al aluvión ocultándose en un refrigerador. No sabía nada de aquello, pero me sorprendió gratamente la conexión entre esa historia y mi idea inicial. El lugar que escogí para mi intervención fueron las Ruinas de Huanchaca, una exfundición de plata.

Me metí en la piel de los protagonistas de la leyenda: el chico, único sobreviviente, se defiende de la muerte disfrazado de esqueleto. Se ve obligado a enterrar a sus familiares, o más bien los valores que eventualmente los hicieron perecer. Lo que está enterrado en los refrigeradores son valores parentales aparentemente obsoletos: romanticismo poético creativo, el vínculo directo y lineal

entre trabajo y salario, la idea de mantener animales domésticos (que en caso de hambruna podrían rápidamente alimentarse de nosotros), el turismo ciego e irreflexivo.

El chico sobreviviente se instala frente a las tumbas y les ofrece de las preciosas botellas de soda que le quedan. Pareciera estar sembrando lo que queda de la economía, en la esperanza de traer de vuelta la abundancia. Arroja monedas de chocolates alrededor. El menor ruido o movimiento lo hace correr y ocultarse en su refrigerador.

Al trabajar en mi performance integré los siguientes objetos:

-Una ficha: una moneda de goma que se usaba para pagar a los mineros, y era una manera efectiva de esclavizarlos a través de un restringido circuito económico. Aún se pueden encontrar en el pequeño puerto de Antofagasta por tres mil pesos.

-Tres litros de soda, que es más económica que el agua. En las tiendas se puede pedir crédito. Todo está privatizado en Chile, y por lo mismo la deuda es omnipresente.

-Flores artificiales: se suelen encontrar en las tiendas chinas, y se usan para decorar las tumbas de animales y las animitas –pequeños templos en honor a las víctimas de accidentes en carretera.

-Monedas de bajo valor y monedas de chocolate envueltas en malas imitaciones de euros.

-Un overol de cuero blanco, ropa de trabajo masculina que encontré en un mercado de las pulgas.