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Pacha-tikray, cámara de inversión de Nicolás Sáez

PACHA-TIKRAY, CÁMARA DE INVERSIÓN DE NICOLÁS SÁEZ

La inversión como principio de reactivación de lo que nos rodea entra en el terreno de lo que podríamos llamar un acto revolucionario. Muchos de los participantes de la experiencia que ofrece Pacha-tikray lo debieron entender así, por el tono de los comentarios que dejaron escritos sobre las paredes externas de la cámara oscura ideada por Nicolás Sáez. Esta reducida cabina individual, que bajo el principio estenopeico deja pasar la luz por un orificio minúsculo, consigue la proyección invertida de aquello que se encuentra fuera. Entrar, entonces, en este poliedro de madera cuya oscuridad permite observar el mundo supone, al mismo tiempo, aislarse para vivir una experiencia que resultará reveladora: desde allí dentro lo que dábamos por bien asentado, de pronto aparece volando en el aire. “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, apuntaba Karl Marx en su Manifiesto al sugerir la inversión del orden social que traería la revolución proletaria. Ahora, al situarnos en la terraza del Instituto AIEP, en el centro de Antofagasta, el perfil de los edificios que observamos traza un horizonte reconocible de una ciudad consolidada. Pero al entrar en la cámara de inversión, de pronto todo cuelga cabeza abajo y surge una ciudad que no conocíamos, flotando entre las nubes.

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Surge una ciudad que no conocíamos, flotando entre las nubes.

Aunque toda representación supone, en mayor o menor grado, una variación del mundo, en este caso tenemos la contradicción generada por la fidelidad gráfica de la proyección. La imagen que la cámara nos muestra es perfectamente exacta... tan solo aparece invertida en este tableau vivant. Pensemos que, desde hace siglos, la cámara oscura ha sido empleada como mecanismo para asegurar la precisión en dibujos y pinturas. Un maestro como Canaletto cimentó la belleza de sus imágenes de Venecia con la ayuda de la cámara oscura, de tal manera que el realismo de sus cuadros no solo quedó reflejado en la luz matizada por su trazo, sino también en la precisión de su perspectiva conseguida por la imagen que se filtra a través de un diminuto agujero.

Ahora, la exactitud gráfica de la imagen proyectada al fondo de este visor no puede hacernos olvidar lo que Nicolás Saéz desliza respecto de la cosmovisión proveniente del mundo andino y que podría asumir esa revolución. Pacha-tikray, que en quechua viene a significar “voltear la tierra”, parece sugerir una metáfora de la valoración de lo elevado y de la necesidad de acercarnos a una esfera que observa de otro modo nuestro mundo terrenal. La visión de los pueblos quechuas comprende un mundo tripartito: kay pacha, que puede traducirse como el mundo de los seres humanos, uku pacha, el mundo de abajo, y hanan pacha, el mundo superior de los espíritus. Kay pacha, este mundo que compartimos los humanos, las plantas y los animales puede, sin embargo, conectarse con hanan pacha, el mundo superior. De alguna manera, este aparato de visión invertida se aventura hacia la posibilidad de reordenar los distintos mundos que integran la totalidad de lo que nos rodea. Una mirilla a otra realidad nos abre a percibirlos: “El mundo es mejor al revés”, escribió sobre la pared del dispositivo algún visitante.