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Mediar la ausencia | Gabriel Navia y Carlos Rendón

MEDIAR LA AUSENCIA

| Gabriel Navia y Carlos Rendón

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Guiar al público al Sitio Cero resultaba un desafío. Sabíamos que el contexto del país no era el mejor, desde el estallido hasta la pandemia; esa pandemia selectiva, clasista y muy conveniente para la élite económica. Pandemia que deja a los íconos del consumismo aumentando sus ganancias al tiempo que todo lo que nos puede salvar del colapso mental se apaga.

Un contexto que tuvo y tiene al área cultural enormemente afectada, con artistas empobrecidos y centros culturales sin público, y donde la ministra de turno, absolutamente desconectada, degrada con sus palabras a quienes trabajamos en cultura. En medio de esto se realizó la exposición más grande de SACO9, viéndose afectada además por un cambio de ubicación.

El nuevo espacio no estaba en la retina del público como un lugar al que se fuera para apreciar arte. Sabiéndolo de antemano, nos vimos exigidos a ir más allá y buscar nuevas estrategias, aparte del clásico llamado por redes y las visitas mediadas. Las cifras de público dejaron de ser un factor determinante para decidir si una exposición había sido o no exitosa. A veces incluso, daba la sensación de que “menos es más”.

La exposición era diversa, grande, reflexiva y muy interactiva. Todo estaba dispuesto para hacer una pausa e invitar a este “ahora o nunca” que buscaba el festival, un lapso de tiempo ausente del fin de año y las fechas festivas que trae consigo. El recorrido establecido consideraba iniciar por el diálogo transpacífico de Arena, pasando por los juegos lingüísticos de Concurrencias, al canto del viento antofagastino con Alguna vez, en alguna ocasión. Luego presenciar el reflejo del sol de 45 grados, sentarse en el Círculo abierto, pasar a la obra modular Ciudad contenedor y terminar con la que era la más compleja de mediar, Domos, debido a su característica invisibilidad.

Hubo el caso de una pareja, en la que ella solo quería irse a comer y fue casi obligada por él a asistir a la exposición. Una vez en el recorrido, conversando, entreviendo las reacciones y connotaciones frente a cada propuesta, reconocieron haber vivido una experiencia transformadora. Esa es la mayor satisfacción del mediador. También se recibió a personas que conocían del festival, que habían participado en actividades anteriores, y era muy agradable oírlos decir que ya sabían de arte contemporáneo gracias a acciones que habíamos realizado en la ciudad.

Quizás el caso más interesante de esta edición fue la visita de una persona sin hogar. Con mucho respeto entró y nos preguntó si era gratuito. Muy gentilmente rechazó la mediación y se fue solo a recorrer las obras. Probablemente entre todos los visitantes, fue quien más tiempo estuvo viéndolas, analizándolas una por

una, aprovechando la soledad del espacio. Ver a esta persona apreciar el arte con atención fue una experiencia gratificante. Nunca en los años de exhibición en el muelle histórico una persona en esa situación se acercó a apreciar las obras.

Entonces, ¿a quién le corresponde el desafío? Constantemente escuchamos quejas respecto a la ausencia de cultura en la ciudad. El desafío es nuestro: crear nuevas estrategias y nuevas formas de llegar al público. Y también para el espectador, al animarse y hacer la pausa reflexiva que proponemos. Debe existir una simbiosis entre ambos para hacer frente a los momentos adversos que estuvieron y siguen estando presentes.