Dossier MARTE #4 / Los Rubiecitos

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MARTE/ dossier #4

LOS RUBIECITOS DE LAURA DERPIC

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LOS RUBIECITOS de Laura Derpic

Una falla en el sistema de aprendizaje del manual “Alma de Niño” (manual de lectura que fue oficial hasta hace unos años en las escuelas públicas de Bolivia) tiene lugar cuando el Enano Fermín y el Oso Pancho, los encargados de enseñar las letras E y O, deciden rebelarse contra sus jefes (los Rubiecitos) y escapar, cansados de repetir siempre lo mismo. Son los villanos vueltos héroes, que ahora se encuentran de nuevo siguiendo las máximas y los contenidos del libro dirigido por estos niños.

Dramaturgia y dirección: Laura Derpic Asistencia de dirección y producción: Martina Estelí García Actúan: Miguel Ángel Vigna, Eva Jarriau, Fernando Viñas, Franz Baltazar, Fernando García Cormick Casting: Paula Baró, Martina García, Laura Derpic Diseño de escenografía: Esteban Siderakis Realización de escenografía: Diego Rojas Borquez Dibujos y asistencia de escenografía: Sonia Basch Diseño de luces: Rocío Caliri Música original: Esteban Sebastiani, Antonio Zimmerman Diseño de vestuario: Florencia López Producción: MARTE Matienzo Artes Escénicas Diseño gráfico: Fernando Viñas, Sonia Basch, Nicolás Lodigiani Fotografía: Martina Estelí García

Los Rubiecitos se estrenó en el Club Cultural Matienzo en septiembre de 2014.

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POCO PICA LA PUCACAPA JORGE E. VELARDE ROSSO

‘Poco pica la pucacapa’, es un juego de palabras genial como pocos. Y como todo juego de palabras necesita del adecuado contexto para ser descifrado; de lo contrario parecerá solo un destrabalenguas sin sentido. La pucacapa es un tipo de empanada levemente picante, que se prepara en Bolivia para acompañar las meriendas de la tarde. El picante es tan esencial en la gastronomía boliviana que incluso en algunas meriendas deberían tener algún elemento picante. De ahí que la frase: ‘Poco pica la pucacapa’ sea una frase subversiva; la empanada picante pica poco (no es lo suficientemente picante). Y precisamente

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en ese contexto es dicha por el actor que representa a un soldado del regimiento ‘Colorados de Bolivia’. El Regimiento de infantería ‘RI-1 Colorados de Bolivia’ es una unidad militar del Ejército Boliviano que se constituye como regimiento de escolta presidencial. Su misión específica es resguardar la seguridad e integridad física del Presidente del estado. Entonces, que el personaje diga: ‘Poco pica la pucacapa’, es casi como decir que la empanada picante, propia de la merienda, no está cumpliendo adecuadamente el rol que

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le ha sido asignado. Hoy sabemos que los grandes cambios históricos muchas veces empiezan por pequeños actos de rebeldía intrascendente, que en contextos de cambio se resignifican como grandes acciones heróicas. Todo esto para explicar la genialidad del juego de palabras ‘Poco pica la pucacapa’. Muchos más párrafos serían necesarios para explicar muchas otras genialidades de la obra. Pero precisamente ahí me parece percibir lo mejor de la apuesta de Laura Derpic, joven dramaturga y directora boliviana de Los Rubiecitos: Un infantil siniestro. Los Rubiecitos es una audaz invitación al público porteño a entrever algo de historia y sociología boliviana. Los Rubiecitos deconstruye estereotipos desde el comienzo; ‘Somos rubiecitos bolivianos’, puede llegar a ser una contrasentido para casi la absoluta mayoría –estén o no dispuestos a reconocerlo conscientemente–. El público porteño no podrá decodificar todos los detalles de la obra. Por eso es una invitación audaz a conocer al otro en tanto otro, dejando siempre espacio para el misterio. No se trata de una traducción facilona para entender Bolivia, sino una invitación a ingresar en la interioridad de ese otro que se conoce tan poco, aunque esté tan cerca.

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Por eso, ya para terminar, me permito un juego de palabras. Como toda deconstrucción, Los Rubiecitos: Un infantil siniestro, también construye. La visión de Laura es ciertamente siniestra, pero no tanto en su acepción de malintencionada o funesta, sino en su localización ideológica. “Siniestro/a” es también sinónimo de izquierda. Desconozco si ella es consciente de este detalle, pero la visión que ofrece de la historia de Bolivia parte desde un horizonte de interpretación que tiende claramente a reforzar unos prejuicios. Si existen los rubiecitos bolivianos, pero ¿por qué tendrían que pensarse como extranjeros? Representarlos así, ¿no es reforzar la idea de que ser boliviano es ser morocho? ¿Y qué con los bolivianos que no lo somos? Los Rubiecitos: Un infantil siniestro, se convierte entonces en una invitación a los bolivianos que vivimos en Buenos Aires, rubios o morochos, a mirarnos a nosotros mismos.

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UN LENGUAJE DEL ESPACIO PERDIDO JUAN CARLOS PRUDENCIO

La ecuación de la obra es simple: una pareja de rubiecitos bolivianos, más un oso y un enano, entre un sueño nacional (el reclamo del mar). Todas las variables escritas en, bajo y sobre un clásico manual de lectura: “Alma de Niño” de Gladys Rivero de Jiménez (manual de lectura oficial hasta hace unos años en las escuelas públicas de Bolivia). Alguno podría sospechar, por lo dicho hasta ahora, que esta ecuación teatral huele a complicada y/o aburrida, no es el caso de Los rubiecitos. El Oso Pancho (Miguel Angel Vigna) y el Enano Fermín (Fernando García Cormick) forman una divertidísima

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dupla; por su parte los rubiecitos (Eva Jarriau y Fernando Viñas), que siguen las huellas de su huida, son personajes muy bien logrados; y me reservo la mención del último personaje, que considero clave en la obra. Junto al trabajo actoral, la bidimensionalidad de los objetos, y el juego escenográfico en general, están en cómica sintonía con este universo ficticio que se arma sobre el manual de lectura. Tomando en cuenta que la acción y confrontación escénica se llevan a cabo sobre este manual, podría decirse que la obra pone en escena un debate lingüístico, y por ende político: el control, la herencia y la subversión del lenguaje; debate que se postula, a su vez, en personajes y recursos escénicos considerables al interior del género literario infantil, –con alusiones a Alicia en el País de las Maravillas, por ejemplo–. Si bien todo lo dicho es cierto, la obra no se agota en la apropiación y parodia genérica, ni en la reflexión o confrontación lingüística. En realidad, Los rubiecitos utiliza a ambos para poner en escena la actualidad de un viaje y una búsqueda que atraviesan la historia de Bolivia. En seguida detallaré el por qué pero, entre las múltiples lecturas e interpretaciones posibles, me quedo con esta encrucijada histórica que la obra pone a la orden del día.

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La huida al mar, ese espacio utópico cuya añoranza se actualiza generación tras generación, es un “lugar común” en la narrativa boliviana. ¿Qué lo salva del cliché entonces? Precisamente revelarlo como uno. Esas “heridas históricas” han sido (siguen y seguirán siendo) apropiadas por diversas ideologías, las cuales volcaron sobre ese espacio distintos sueños y por qué no, distintos enemigos. En este sentido, el soldado (Franz Baltazar) del regimiento, conocido como “Los Colorados” de Bolivia, ocupa un lugar estratégico en la obra. Su relación con los otros personajes revela, por un lado, que el ingreso al mágico mundo de la escritura es una vía para asegurar la ideología nacional, cuya base se ha consolidado por su perpetuo odio a Chile. Por otro lado, su presencia frente a los rubiecitos nos pregunta ¿qué posición ocupa frente a este sueño nacional una generación tan heredera como huérfana de su propia tradición? Como espectador boliviano que vive en Buenos Aires, llamo la atención sobre este elemento puesto que si bien leo algunos juegos lingüísticos muy locales y propios de Bolivia, me parece que hay más de una analogía con Argentina en las “heridas nacionales”. Además, la forma escénica en que se resuelve este viaje está en intimo diálogo con otras obras de la cartelera porteña. No me refiero tanto a obras con

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elencos de distintas nacionalidades, como es el caso, –figura que no deja de ser curiosa y sintomática de un nuevo teatro latinoamericano en Buenos Aires–, sino a obras que revelan ese espacio otro, perdido y/o idealizado, cuya escenificación se lleva a cabo, ante todo, por medio de exploraciones del lenguaje verbal.

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RUBIECITOS MAGDALENA DE SANTO

De la primaria recuerdo poco y nada. Pero hay algo que sí se empeña en aparecerse: que la maestra de cuarto me reta porque pinté el territorio de celeste. No. La tierra no debe confundirse con el mar. El mar es celeste y la tierra contorneada por una invención de los adultos admite todos los colores menos el de mi patria. ¿En la escuela boliviana los niños pueden pintar de celeste el papel blanco que, dicen, representa su propia tierra? En Los Rubiecitos, de Laura Derpic, la mediterraneidad boliviana se tematiza sin veladuras. O sí, exacerbando irónicamente el modo en que la pedagogía infantil de Bolivia se esmeró en provocar identidad al grito de “mi mamá me ama”. Es que el Oso Pancho está dispuesto a increpar a los malditos chilenos ladrones de mar.

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Hombres trabajando para educar a la niñez boliviana; hombres ávidos de pepas, pipas y padres. Paradójicamente, ellos, los hombres de verdad, resultan personajes fugitivos del manual harto de la explotación laboral que perpetran lxs niñxs rubiecitos. El Oso Pancho y el Enano Fermín deciden liberarse de la opresión de los blanquitos, buscan un amor (des)colonial y se exhimen de ser representantes de esas letras tan españolas (la O y la E). El Oso Pancho y el Enano Fermín abandonan su ser en dibujos para emerger en todo su caudal político más concreto y recuperar el mar. Pero lo lindo es que si bien Los Rubiecitos es una pieza teatral profundamente boliviana, no deja de tener cierto carácter universal: asume que la construcción de toda identidad es ficcional. Y esa construcción social tiene mucho que ver con los discursos legitimados por los blancos en los manuales de lectura. Rubiecitos o colonialistas de la palabra, los que mandan pueden ser ingenuos, con alma beata y jovial, pero siempre operan con intereses propios. Escribir sobre los Rubiecitos me hace pensar en la complejidad de cualquier sujeto nacional. ¿Cómo sería un argentino de facciones típicas? Eso es lo primero que pienso cuando veo al soldado de los rubiecitos. Lo veo tan boliviano que me

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da vergüenza. Me averguenza tener tan clara la estereotipia de un boliviano sin poder imaginar cómo sería un tipo bien argentino. ¿Cómo se logra ficcionalizar esas identidades? ¿Cómo se representan críticamente las grandes ficciones de las patrias? ¿Qué pasa cuando una obra de teatro se mete directamente con la construcción de esos seres que nos dijeron que somos?

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La educación infantil en general, y los manuales de lectura en particular, tienen una impronta política fuerte. En efecto, el adoctrinamiento sarmientino o la alfabetización peronista bajo los emblemas “Esa es mamá. Esa es Evita. Viva mamá. Viva Evita”, dan cuenta del vínculo incuestionable entre educación y política (la mayúscula), Pero ¿cuántas obras se corren del dispositivo de familia burguesa para escenificar un manual de lectura? Este hallazgo me conmueve. Aquí hay un universo. Aquí hay un escenario teatral y social puesto en disputa. No me animaría a definir qué es teatro político, menos si Laura Depric se alinea a dicha tradición. Sin embargo, sí creo que los aires de nuestra época soplan fuerte y Los Rubiecitos son su indicador. Con esta pieza, el teatro funciona como agente micro-político denunciando con gracia el racismo, la xenofobia y la crueldad de los pueblos y de lxs niñxs como reproductores de las peores cacas enseñadas. Que hoy se asuma la incidencia del teatro en la subjetividad de las personas para crear espacios de denuncia y resistencia, lo celebro. Bienvenido el teatro que se hace cargo de sí mismo. Te abrazo en todas tus funciones.

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LOS RUBIECITOS JULIO CÉSAR ESTRAVIS

Aprendemos a cantar, aprendemos a decir papá y mamá, aprendemos que con tu hermanita no, que con tu vecinita quizás sí. ¿Para qué nos vamos a cuestionar todo? La vida tiene solo un sentido, una épica, el llegar al final de un camino que, como el mar, se abre infinito hacia todas las direcciones al mismo tiempo. Los Rubiecitos parte de una situación disparatada: dos vocales se salen del manual “Alma de niño”, con el que varias generaciones de bolivianos aprendieron a leer y escribir, con el objetivo de recuperar el mar para su país. En paralelo a esa trama, de tintes lyncheanos, se desarrolla la historia de

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los usuarios de ese manual, “Los Rubiecitos”, un niño y una niña de puros sentimientos cuyo universo se desestabiliza. Laura Derpic nos propone una visión desde los más chiquitos, para imaginarnos qué idea pueden tener estos niños (y estos personajes del libro) acerca de la historia social de su país que les pasa por el costado (o por encima). Los parlamentos están construidos con dedicación, con sílabas y vocales que construyen rimas internas, sonoridades elaboradas, musicales. La historia de Bolivia, tal vez, es la búsqueda de un despertar en medio de una ensoñación.


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ESCRIBEN EN ESTE DOSSIER:

MARTE/ MATIENZO/ ARTES ESCÉNICAS ES:

Jorge Velarde Rosso Investigador y docente boliviano. Lic. en Ciencias Políticas (Universidad Católica Boliviana). Maestrando en Historia (Universidad Torcuato Di Tella).

Paula Baró, Belén Charpentier, Giuliana Kiersz, Rocío Frías, Martina García, Laura Derpic, Nicolás Lodigiani, Malena Vain, Lucía Deca, Nacho Sánchez, Sabrina Cassini, Guadalupe García Dupuy, Bárbara De Wit, Clémence Grimal, Hyngrid Bermann.

Magdalena De Santo Es Licenciada en Filosofía, docente y escribe lo más que puede: teatro, poemas, cuentos y periodismo activista. Es feminista. Ahora se le dio por dirigir sus obras de teatro. Y le encanta su nueva identidad de directora.

Encargada de Sala: Lucía Deca Jefe Técnico: Nacho Sánchez Coordinadora: Paula Baró

DOSSIER MARTE #4

Juan Carlos Prudencio Aponte Cursó estudios de literatura en la Universidad Mayor de San Andrés. Actualmente es estudiante de la Licenciatura en Artes Combinadas (UBA).

Diseño: Sonia Basch, Agustín Jais Fotografía: Martina García

Julio César Estravis Barcala Periodista y sociólogo. Investigador de la escena cultural independiente de Buenos Aires desde 2011.

/Octubre 2014

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www.ccmatienzo.com.ar

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