Separata Cáritas, diciembre 2012

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DICIEMBRE 2012

n Campaña de Navidad: Vive con sencillez y trabaja por un mundo más justo n Rearmar nuestra esperanza n Regalos solidarios en La Artesa

Sencillez y compromiso Entre las prioridades del actual Plan Diocesano de Pastoral se señala el “dar testimonio de pobreza evangélica y desarrollar el compromiso con las personas y colectivos que más están sufriendo la crisis”. Una meta de nuestra Iglesia diocesana de Zaragoza que se conjuga perfectamente con el lema de la Campaña de Navidad que Cáritas ha planteado en 2012: “Vive con sencillez y trabaja por un mundo más justo”. Una invitación al cambio de vida personal, familiar y colectiva, para hacer posible entre todos un mundo más justo, donde se puedan corregir las desigualdades y donde se redistribuya la riqueza y los medios con los que cuenta la sociedad. El momento presente es muy malo. Cáritas constata que la pobreza que sufren muchas familias se ha hecho intensa, extensa y crónica. Hay un proceso, que no se corta, de destrucción de empleo y, por tanto, se reducen las posibilidades de ingresos en numerosos hogares. Además, se han reducido desde hace años las ayudas públicas de protección social. Las dimensiones que ha alcanzado el paro en nuestro país reflejan el panorama de una auténtica calamidad, que se ceba dolorosamente en los jóvenes.

Cáritas está atendiendo en 2012 a un 30% más de personas que en el 2011, un año que ya fue muy alto en ayudas y en familias acompañadas. Cáritas lleva a cabo ese ministerio de la caridad en nombre de la Iglesia y el esfuerzo que desarrolla en estos momentos es posible gracias a la generosidad y al compromiso de voluntarios y trabajadores, de socios y donantes. Hay que dar gracias a Dios por haber puesto en los corazones de tantas personas esa apertura a la caridad y a la solidaridad, esa sensibilidad y esa cercanía con los que sufren. Ese es, sin duda, un gran signo de esperanza. Precisamente ante la sensación de desesperanza que se percibe en muchos momentos, los obispos españoles insistían recientemente en la necesidad de incrementar la confianza en Dios, raíz última de aquello que esperamos y deseamos. Por eso afirmaban los obispos que “la comunidad cristiana quiere y debe ser un signo de esperanza. Todos hemos de dar en nuestra vida signos de esperanza para los demás, por pequeños que sean”. Carlos Sauras Herrera Director de Cáritas Diocesana de Zaragoza


Rearmar nuestra esperanza

El dinero que vale

La crisis económica constituye en la actualidad la primera de las preocupaciones de muchas familias. Sus consecuencias humanas son graves: frustraciones personales, creciente dificultad económica para garantizar la subsistencia familiar, marginación social ante la apatía e insensibilidad de algunos que mantienen, por otra parte, el despilfarro y el lujo. Cuando un problema afecta de tal modo a las personas, a su dignidad y a su posibilidad de crecimiento personal y familiar, es síntoma de que nuestra sociedad está seriamente enferma, genera enfermos, contagia. Hoy tanto la Iglesia como la sociedad tienen necesidad de profetas, no profetas de calamidades, como nos decía el Papa Juan XXIII, sino vigías lúcidos. Nos dice el profeta Isaías:“Uno grita desde Seir: Vigía, ¿qué queda de noche? / Vigía, ¿qué queda de la noche? / Responde el vigía: vendrá la mañana. / Y también la noche.” (Is. 21, 11-12) Según L. Alonso Schökel una traducción de este enigmático oráculo podría ser: Es de noche en el escenario de la historia. Las tinieblas no dejan comprender ni es dado calcular cuando llegará la aurora liberadora. Pero, hay un hombre que con sus ojos penetra la oscuridad: el profeta de esperanza. Un gran servicio al mundo actual, de modo especial al pueblo sencillo y débil, sumido en profunda oscuridad y herido gravemente en su esperanza, podría ir en esta dirección: penetrar con los ojos de la fe la oscuridad y ayudar a discernir los signos de vida y de esperanza, que está generando el Dios de la vida y de la promesa. El camino de la esperanza es al mismo tiempo camino de desconfianza y de desesperanza. No todos los caminos conducen a la vida. Hay caminos de los que hay que desconfiar y desesperar, como son los caminos de la riqueza, del poder, del elitismo ilustrado, que alega una mayor capacidad y eficacia, privando de iniciativa a la mayoría de la gente. Otro camino a desesperar es creer que las cosas cambiarán colocando otras personas en los tronos. Sería una equivocación perjudicial para el pueblo sencillo y débil el quedarnos prendidos de la luz cegadora de los poderosos, en espera de soluciones verticales, que jamás llegarán. Es la hora del ciudadano, del pueblo, dueño y señor de la sociedad civil. El cambio profundo y radical de la sociedad no vendrá por el derrocamiento de regímenes o Gobiernos, sino mediante la alegría del espíritu que hace renacer la esperanza entre los oprimidos y marginados. Por eso, el camino de la esperanza es un camino conflictivo, a muchos no les agrada, porque supone un invertir los papeles; no agrada a quienes creen que sólo los ricos, los poderosos, los ilustrados hacen la historia y piensan que sólo los ricos pueden liberar a los pobres.

Regalar sonrisas, compartir un paseo, celebrar la fiesta... son acciones gratuitas que nos hacen felices.

Estamos acostumbrados a que, disponiendo de dinero, se nos abran todas las puertas. Confiamos en un papel o unas monedas que sirven para comprar bienes y servicios. Muchas veces los vendedores no se fían y tienen que comprobar, una y otra vez, que los billetes no son falsos, pasándolos por una máquina, mirándolos bajo una luz morada o rotulando sobre ellos. ¿Este es el dinero que vale? Para hacer el bien necesitamos dinero, pero también “algo más”. Y siempre es más importante ese “algo más” que el dinero. Y si no tuviéramos dinero, nadie nos exime de dar al que nos pide o lo necesita “algo más”. Y ese “algo más” son los céntimos o los enteros “de la gratuidad”. La moneda de curso legal para los que queremos vivir la caridad (que hemos de ser todos los cristianos y personas de buena voluntad) y para los que de una manera más presencial, estamos en Cáritas, la caridad de la Iglesia. Son céntimos de un céntimo: el otro me importa, es mi hermano. Dos céntimos: la mirada cálida y sensible. Cinco céntimos: regalar la sonrisa. Diez céntimos: tratar con respeto. Veinte céntimos: escuchar de corazón. Cincuenta céntimos: ponerse en el lugar del otro. Un entero: palabras amables, fraternas. Dos enteros: dar confianza en sí mismo. Cinco enteros: dar ánimo, apoyo. Diez enteros: dar compañía, tiempo. Veinte enteros: dar ayuda, compartir. Cincuenta enteros: ser acogedor. Cien enteros: integrar. Doscientos enteros: defender derechos. Quinientos enteros: Amar y hacer feliz. Las cosas en Cáritas no se hacen solo con dinero, sino sobre todo con voluntarios y trabajadores que ponen corazón en cada gesto y cada palabra.

Ahora bien, el criterio fiable de la esperanza es que dicha esperanza es posterior a la aflicción y el que la expresa públicamente ha de conocer y participar de esa aflicción del pueblo. Sólo los que han pasado por esta experiencia pueden hablar convincentemente.

Las cosas se usan y a las personas se les quiere. Cuando a las personas se las usa y a las cosas se les quiere, hemos dejado de utilizar el céntimo o los enteros “de la gratuidad” y el mundo entonces tiene un déficit de amor.

Félix Felipe cebollada Consiliario Emérito de Cáritas Diocesana

Gonzalo Gonzalvo Ezquerra Consiliario de Cáritas Diocesana


Campaña de Navidad 2012

Vive con sencillez y trabaja por un mundo más justo En este tiempo de Navidad, Cáritas lanza la primera fase de su campaña institucional 2012-2013 en la que apuesta por construir un modelo de sociedad donde el trabajo sea una fuente de desarrollo personal y social a partir de la cual podamos reconstruir juntos el bien común. Lo sabíamos a pesar de la perplejidad inculta o del aprovechamiento para el chascarrillo irónico con los que algunos han interpretado la noticia: en el nacimiento de Jesús no había ni buey ni mula, ni estrellas relucientes ni ángeles algodonosos ni músicas celestiales, ni pomposos reyes con regalos lujosos ni otras adherencias apócrifas originadas por devociones inventadas sobre la base de piadosas tradiciones que se pierden en la historia. El nacimiento de Jesús de Nazaret, más allá del hecho histórico, no está recogido entre los historiadores como un hito decisivo que posibilitara cambios de rumbo en el Imperio Romano. Con el nacimiento de Jesús no comenzó ninguna era política nueva. Jesús no vino a derrocar al César, ni a fundar un partido político que entrara en liza por el poder, ni a constituirse como un nuevo conquistador con poderosos ejércitos libertadores. Jesús de Nazaret entra en la historia desde el silencio, desde la pobreza, desde la sencillez, desde la soledad y la marginación. Y discurrirá por estos caminos hasta la entrega total de su vida. Por eso desde nuestra perspectiva de fe en ese Dios que se encarna de un modo imposible de comprender por los hombres, nos alegra que el mensaje de Cáritas para la próxima Navidad insista de nuevo en la invitación a vivir con sencillez como un reto anclado en lo más profundo del mensaje evangélico. Un reto que adquiere especial carta de naturaleza en los momentos de profunda crisis por la que transitamos y cuando tantos hombres y mujeres viven en la perplejidad y en la angustia, sacudidos por la pobreza y en medio de sombrías perspectivas de futuro. Con el tiempo hemos fabricado demasiados dioses, seductores ídolos con pies de barro que nos han conducido hasta destinos engañosos y ruinosos no sólo para la economía sino también para los valores más elementales de nuestra convivencia. Han sido los dioses del dinero, de la ambición desmedida, de la codicia. Dioses que nos han hecho olvidar la solidaridad, la justicia, la equidad. Y lo que es más grave, que nos han llevado a ignorar al hermano, especialmente a los más necesitados.

Dioses que se han encarnado en dirigentes obstinados en su prepotencia, mediocres en sus responsabilidades, y en no pocas ocasiones dados al abuso de poder y a la corrupción. Construyamos un nuevo “belén” Cáritas nos propone la construcción de un nuevo “belén”. No un decorado ni un edulcorado ambiente trazado y diseñado por dudosas tradiciones. Nos propone instalar un “belén” en nuestro corazón para que éste vaya cambiando, vaya retomando las sendas evangélicas que tanto hemos desdibujado. El belén de la sencillez, del desprendimiento en nuestras vidas no sólo de cosas y objetos superfluos e innecesarios, sino del desprendimiento de tantas y tantas adherencias y egoísmos que nos impiden pensar y padecer con los otros, especialmente con los más pobres, que nos endurecen y nos enquistan. Al mismo tiempo nos sitúa ante uno de los dramas más sangrantes de la crisis: el desempleo. Vive con sencillez y trabaja por un mundo más justo. Y el verbo trabajar nos golpea el corazón cuando millones de hermanos nuestros, en España y fuera de ella, están sumidos en la desesperanza y en el desconsuelo al no poder ejercer su derecho al trabajo. De tal modo que la invitación a trabajar por la justicia tie-

ne una parcela previa importante: acoger, acompañar, ayudar a quienes sufren por la falta de trabajo y contribuir con todos los medios posibles para que el trabajo, bien fundamental para la persona y factor clave para la cohesión social esté al alcance de todas las personas. ¿Qué podemos hacer para mitigar estas situaciones? El Evangelio de Lucas nos dice que para María y José “no había lugar en el mesón”. Hoy no hay posada para los desempleados, para los desahuciados y para tantos marginados y excluidos. No podemos cruzarnos de brazos. El mensaje de esperanza de la Navidad debe llegar en forma de solidaridad inmediata, pero también en cambios en nuestras actitudes personales y en acciones de denuncia de tantas injusticias y malas prácticas que están ocasionando la prolongación de las situaciones de desempleo ante las cuales Benedicto XVI en su encíclica “Caritas in veritate” decía: “el estar sin trabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual”. Ramón Sabaté Ibarz Voluntario de Cáritas Diocesana


La verdadera emergencia social es la pérdida de derechos ciudadanos “El desempleo pone en jaque la protección social” Desde 2007, Cáritas Diocesana de Zaragoza viene haciendo público su diagnóstico social y su preocupación por las dificultades de acceso a los derechos sociales y, por tanto, del propio estado de bienestar, y no sólo de las personas y familias en riesgo o exclusión social, sino de todos los ciudadanos; al mismo tiempo ha ido ofreciendo propuestas para paliar las consecuencias de la crisis que, como ya denunciara en 2008, en plena euforia EXPO, se comenzaban a constatar social y políticamente como algo asumible e inevitable. Con su Campaña de Navidad y en un momento crucial como el actual, Cáritas vuelve a insistir en que hay que reinventar el modelo socio-político y económico que nos ha llevado a esta quiebra emergente e insostenible que no es compatible con la dignidad humana y que pasa, inevitablemente, por un cambio de valores y prioridades políticas, económicas y sociales centrados en la persona y en el bien común. Propone el trabajo como expresión de la dignidad esencial de todo ser humano, siempre y cuando sea libremente elegido y permita el desarrollo personal y comunitario, respete y no discrimine, evite el trabajo infantil y promueva la libre organización de los

trabajadores para hacer oír su voz. En definitiva, un trabajo que asegure una condición digna a las personas que llegan a la jubilación. Entre sus propuestas, como camino real y posible para hacer una sociedad más justa y sostenible, opta por el reparto del trabajo digno y la creación de una renta básica de ciudadanía. Sus propios datos corroboran como el desempleo es la cara más amarga de la coyuntura socio-económica actual. Durante 2012, el 87,9% de las personas que han acudido a las acogidas parroquiales estaban en situación de desempleo. De entre estas personas desempleadas, los perfiles sociales que están aumentado son: las parejas con hijos en el 94,4% de las zonas, las personas con edad entre 30 a 44 años (83,3%), las personas que están en riesgo de perder su vivienda (88,9%) y aquéllas cuyos ingresos proceden de prestaciones de los Servicios Sociales en un 44,4% de las zonas, si bien en un 27,8% de las zonas el perfil que más aumenta es el de los hogares sin ningún ingreso. Asimismo, según su situación de ciudadanía, aumentan las personas desempleadas atendidas de nacionalidad española en un 38,9% de las zonas y en un 33,3% las personas extracomunitarias en situación irregular.

Regalos solidarios Con motivo de la Navidad se venden en la tienda solidaria La Artesa una gran variedad de adornos navideños y belenes realizados en Palestina, Bolivia y Bangladesh. En La Artesa se pueden encontrar muchos artículos para decoración y regalo que, aparte de su utilidad, son un medio excepcional para sensibilizar sobre la labor promocional de Cáritas. La Artesa nació en 1996 para contribuir a la sensibilización de la sociedad sobre la realidad de los colectivos excluidos y la labor que Cáritas realiza. La Artesa se encuentra en la calle San Voto, 9 (esquina Don Jaime I). El horario de atención al público es de lunes a sábado, de 10 a 13 h. y de 17 a 20 h.

Próximos cursos La Escuela de Formación y Voluntariado de Cáritas ofrece a voluntarios y profesionales de la acción social interesantes cursos de crecimiento personal y de profundización en los distintos ámbitos de trabajo. Información y matrícula en la propia web (www.caritas-zaragoza.org) y en la sede de Cáritas (Pº Echegaray y Caballero, 100).

DONATIVOS PARA APOYAR LOS PROYECTOS DE CÁRITAS CAI 2086 0004 05 0700657443 Ibercaja 2085 0113 62 0300027229 !


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