1 minute read

Vivir sin «tengo que…»

Con los propósitos del Año Nuevo nos vuelven a asaltar los “tengo que…” pero…

Advertisement

Convendría recordar que “Una Sola Cosa Es Necesaria” (Lucas 10, 38-42).

Os proponemos un cambio pequeño, aunque no diremos que fácil, necesitará de vuestra constancia y persisten- sensación de fracaso, de incumplimiento.

Incluso, aunque finalmente realizásemos la tarea, los “tengo que” previos, nos impedirán disfrutar plenamente del logro, ya que, en cierto modo, tendremos la íntima sensación de simplemente “haber cumplido” y no nos reconoceremos el esfuerzo implementado. Simplemente era algo que “teníamos que hacer”.

“Quiero” por “tengo que” cia diaria, pero que supondrá una gran mejora en vuestras vidas: Abandonar, para siempre, el hábito de “imponernos” cosas. 1. Tengo que terminar esto antes de las 15 h. 2. Tengo que llamar a las de Pilates. 3. Tengo que apuntarme a clases de alemán. … 33. Leer “El Quijote”.

De manera que, os proponemos algo sencillo aunque, como ya os decíamos, requerirá de un consciente ejercicio de constancia diaria: No volváis nunca más a poner un “tengo que…” delante de ninguna frase.

Cuando empezamos nuestras frases con “tengo que…” nos estamos imponiendo una obligación que, a pesar de la creencia contraria, no nos va a suponer un aliciente motivador.

Lejos de lograr un aporte de energía, un impulso extra… estas frases martillean en nuestra cabeza recordándonos que tenemos cosas que “están pendientes”, que un día más no las hemos llevado a cabo, ni abordado con resolución. Nos aportan una constante

El truco está en utilizar otro tipo de expresiones que tengan más que ver con lo interno, que pongan el acento en nosotros mismos y no en algo que parezca impuesto desde fuera. Palabras que sí servirán de motor a nuestros propósitos y proyectos y que, además, cuando vayamos cumpliendo las oportunas fases podamos sentir, y disfrutar, de los resultados, como logros propios: Me he propuesto, estoy determinado en, me reto a, quiero…

Pero… no vayas a caer ahora en lo que nos dice la imagen.

Nuestra energía vital nos lo va a agradecer, estaremos siempre “recargados” y, al final, haremos muchas más cosas que antes, e incluso, algunas que nunca imaginamos que haríamos.

La vocación al matrimonio conlleva un amor para lo bueno y para lo malo. Y hay que saber estar y acompañar en esas dos circunstancias. Charo Palacios cuenta su experiencia.