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San Francisco de Sales, IV Centenario TODO POR AMOR, NADA POR LA FUERZA

Todo por amor, nada por la fuerza

En estas palabras concentra el obispo de Ginebra las orientaciones que propone a la baronesa viuda de Chantal al comienzo de la dirección espiritual. Y en ellas es posible descubrir también el centro de su espíritu y espiritualidad, como veíamos el número anterior. Creados a imagen y semejanza suya, Dios quiere que “como en Él, todo sea ordenado en el alma por el amor y para el amor”.

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Amor y Dios

San Francisco de Sales no solo centra toda su doctrina en el amor de Dios, comprende al ser humano como una respuesta viva al amor divino; es creado, organizado, equipado, para acoger la llamada de Dios al amor, para vivir con Dios una relación de amor.

El comienzo de la historia del amor arranca de Dios mismo. El amor de Dios es la fuerza de todo amor, la fuerza que nos empuja e impele a amar. Constantemente recuerda el santo que Dios nos ama; nos ama siempre, aunque seamos pecadores o prescindamos de él. Nada hay más importante en nuestra vida que el hecho de ser amados incondicional y gratuitamente por Dios. Lo verdaderamente importante en relación al amor de Dios, no es que el hombre ama a Dios, sino que Dios ama al hombre, y que lo amó primero. El gran reto de nuestra vida es mirar todo desde la óptica del amor, vivir manifestando el amor con el que hemos sido amados, elegidos, creados. Esta es la gran verdad: Dios nos ama. De ella depende lo demás, incluso nuestra disponibilidad a amarle.

Urgidos por el amor a Dios, los humanos nos afanamos en el amor. Hemos de buscarlo, descubrirlo y hacerlo nuestro. San Francisco de Sales nos alienta a tomar conciencia de nuestra ilimitada necesidad de amar y nos conduce a la luz del amor de Dios revelado en Cristo. Con el mismo amor que Dios nos ama podemos amarle a Él y, en Él, al prójimo. Porque si nos dejamos amar por Dios y le amamos, si entramos en el dinamismo del amor divino, en el corazón de Dios encontramos todo lo que Él ama; en Él nos encontramos con todos los hombres. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Ambos viven del amor que viene de Dios.

Testimoniar el amor con el que Dios nos ha amado y nos ama, ser en la vida concreta portadores de este amor es el camino y la exigencia más radical de la vida cristiana. Para san Francisco de Sales, “todo por amor” significa todo en el amor y el amor en todo; es decir, implica que toda nuestra vida quede envuelta en el amor de Dios y todo se realice en él, con él y por él. Hacer todo por amor de Dios es dejar que Él nos guie y gobierne, ponernos en sus manos y dejarle hacer, abandonando en sus manos nuestro ser, nuestra propia libertad. Nunca somos más libres como cuando dejamos que Dios disponga de nosotros. Nuestra libertad es para el Amor. Tiene su origen en el amor; es un regalo, un don precioso que Dios nos concede; y hacia Él tiende.

Eugenio Alburquerque, sdb