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Misiones salesianas

Misiones Salesianas

Mujeres reciben alimento en los campos de refugiados de Sudán del Sur.

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SALGAMOS TODOS JUNTOS

eis meses han pasado desde que el mundo dio un frenazo en seco. A más de 150 kiló metros por hora. La humanidad sigue aún en ‘shock’. Más de cuatro millones de personas con tagiadas por la COVID-19 y cientos de miles de personas fallecidas han cambiado el mundo, quizás para siempre. No sabemos cómo va a ser el día después, pero no hay que perder la esperanza de volvernos a encontrar, abrazarnos y estar más unidos que nunca.

Los misioneros salesianos, desde el primer momen to, están dando esperanza a los más vulnerables. Acompañan, ofrecen atención espiritual, apoyan a las familias dando alimentos y productos de higiene, como jabón, y proporcionan agua donde no la hay. Tan sólo en la Inspectoría de Bangalore (India) más de 185.000 personas reciben ayuda con productos de primera necesidad.

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Alerta en los campos de refugiados

Pero si hay lugares en alerta en el mundo por la pandemia, estos son los asentamientos y campos de refugiados. Son lugares especialmente vulnerables y un brote de coronavirus allí puede ser mortal. Los 70 mi llones de desplazados internos y refugiados son una población especialmente vulnerable porque viven ha cinados en condiciones precarias, no tienen agua, ni acceso a artículos de protección y prevención.

“En Kakuma, las autoridades están poniendo me didas muy estrictas para controlar la movilidad de los refugiados. Además, las escuelas, lugares de cul to y espacios de encuentro están cerrados para que las personas no se congreguen. Confiamos en que to das estas medidas controlen el coronavirus aquí”, explica José Padinjaraparampil, misionero salesiano en este campo de refugiados en Kenia, donde somos la única organización que vive dentro y pasa 24 horas con las personas refugiadas.

En el asentamiento de refugiados de Palabek, en Uganda, “estamos haciendo mascarillas en la Escue la Técnica para repartir a las personas e intentamos organizar equipos para sembrar. Las raciones de co mida son cada vez más reducidas y tenemos que aprovechar la época de lluvias porque no va a haber comida suficiente, y eso sí que puede matar a muchas personas aquí dentro”, expone el padre Ubaldino An drade.

En Sudán de Sur los misioneros quieren llegar a más de 30.000 personas de los campos de desplaza dos de Gumbo y de Wau. “Necesitamos alimentos,

Esto es lo que vive todos los días el salesiano Ubaldino Andrade en Palabek (Uganda).

productos de higiene, material sanitario… y realizar progra mas de sensibilización para que la población conozca cómo pueden prevenir su contagio y el de sus familias. Un caso de coronavirus dentro puede ser terrible”, advierte el padre Shy jan, salesiano que trabaja en la misión de Gumbo.

En Turquía “estamos muy preocupados por los refugiados y por sus familias, con los que trabajamos y compartimos mi sión. Casi todos han perdido sus trabajos, donde cobraban al día o a la semana, sin contratos, y tienen mucha necesidad económica. Y estamos temblando si se contagian. Muchos no tienen ningún tipo de cobertura médica”, cuenta el misionero Andrés Calleja desde Estambul. Misiones Salesianas

Un azote de proporciones desconocidas

Como en otras ocasiones, los más vulnerables serán, y lo son ya, los que sufran con mayor virulencia las consecuencias de esta pandemia. “Muchas personas comienzan a pensar que los que no mueran por coronavirus lo harán por hambre”, dicen los misioneros salesianos desde Haití. Pero es una realidad que va de Norte a Sur y de Este a Oeste. Las medidas de confina miento para controlar la pandemia han hecho que millones de personas hayan perdido sus empleos y el modo de ganarse la vida y la de su familia. Vendedores ambulantes, migrantes, mu jeres solas, trabajadores informales, personas enfermas, minorías étnicas, refugiados, menores en situación de calle… En definitiva, los más pobres serán los que sufran la escasez, el hambre, la falta de salud… de manera más trágica.

Hoy la pandemia no es sólo una cuestión sanitaria y de sa lud. Se ha convertido en una crisis social que azotará con virulencia. Las iniciativas individuales de personas o países no servirán para dar respuesta a esta pandemia global. La inter dependencia de los países hace casi imposible el cierre de fronteras. El siglo XXI es el siglo de la movilidad, de la globalización… y esta crisis está poniendo en peligro el mundo tal y como lo conocemos. Pero la humanidad no puede permitirse, de nuevo, dejar de lado a millones de personas. De esta crisis, o salimos juntos y más unidos que nunca o no saldremos.

La esclavitud del siglo XXI

El Informe Global sobre el Tráfico de Personas 2018, que elabora la Ofi cina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), ofrece algunos datos reveladores sobre la situación de la trata de personas en el mundo. El tráfico de personas está adquiriendo dimensiones espantosas, especialmente en zonas de conflicto, donde las mujeres son usadas como esclavas se xuales para recompensar a los combatientes y los niños son convertidos en soldados para propagar el miedo.

Según datos de Acnur y El País, el 72% de las víctimas, detectadas en 2018, son mujeres o niñas. El 59% de las víctimas, cuatro millones y medio, son explotadas se xualmente y el resto son forzados a trabajar en actividades que van desde la agricultura, construcción, pasando por la manufactura y los empleos.

Ningún país es inmune al tráfico de per sonas. Los matrimonios forzosos, las redes de mendicidad, la producción de pornogra fía, el tráfico de órganos, la explotación laboral, los niños soldados son otras formas de trata… Alguna de estas formas de esclavi tud están también presentes entre nosotros.

El Secretario General de la OEA dice que “las cifras son aterradoras”. Los países dis ponen de instrumentos legales que, además de castigar a los traficantes, protegen los de rechos de las víctimas. Gracias a ello, miles de traficantes están en las cárceles, y miles de víctimas han podido rehacer sus vidas. Pero no es suficiente.

José Antonio San Martín, sdb