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Vivir desde dentro

En el sufrimie nto y en l a miseric ordi a de Dios

enemos la costumbre de definirnos a nosotros mismos y a los demás por el aspecto, la profesión, nuestro lugar de origen o nuestros títulos. Sin embargo, cuando nos piden definir qué es el ser humano, tendemos a hacerlo a partir de ciertas cualidades físicas, psicológicas, sociales, espirituales, además de capacidades y acciones que nos diferencian de los demás seres vivos, tales como reflexionar, recor dar, comprender, usar un lenguaje lógico, etcétera. ¿Nos parece suficiente esta manera de definir al ser humano? ¿No nos crearía problemas si quisiéramos aplicar algunas de esas capacidades y cualidades, por ejemplo, a personas enfermas?

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Vínculos irrompibles

En la espiritualidad cristiana, el ser humano se define por su relación con Dios: el ser humano es criatura de Dios, somos hijos e hijas de nuestro Padre Dios. Y ese vínculo, esa relación no se rompe en la enfer medad. Ni siquiera en la muerte.

Ejemplos claros de esa relación de Dios con las personas duran te un período de enfermedad son los cuidados cercanos y atentos de una enfermera; el riesgo asu mido del personal sanitario que expone su propia vida para escu charnos y atendernos; la tranquilidad y sentido que puede aportar un momento de oración y de escucha de la Palabra; el sacra mento de la unción vivido como presencia de Dios que toca la car ne enferma con su amor; la ternura y el cariño expresado de cada familiar en sus visitas o en la distancia, pero vivida desde el corazón. Tantos y tantos ejem plos que nos recuerdan y nos ayudan a contemplar al buen Samaritano del evangelio de Lucas, a Jesús al lado de las personas enfermas.

Como decíamos hace un par de meses en esta mis ma página, la espiritualidad no se vive al margen de la vida cotidiana y resulta que, en nuestra vida coti diana de estos meses, la enfermedad nos ha tocado de una manera brutal y global. Hemos vivido de cer ca lo que muchos sufren a diario y quizás eso nos haya despertado a nuevas formas de contemplar la vida y a nuevas formas de relacionarnos con Dios y las personas. Quizás más escépticos o quizás más abiertos a la esperanza acompañada de compromiso y comprensión. No son momentos fáciles y necesita mos reposar lo vivido. Por ello, termino con unas palabras de san Vicente de Paúl que nos pueden ayudar a vivir estos momentos desde nuestra espiritualidad cristiana: “Debemos tratar de que nuestro corazón se estremezca, se sensibilice con el sufrimiento y la mi seria de los demás, pidiendo a Dios que nos conceda un espíritu de misericordia”. Abel Domínguez, sdb