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Misiones salesianas

Misiones Salesianas

Los niños de la calle encuentran una segunda oportunidad cuando conocen a los misioneros salesianos. Niños en el Foyer Don Bosco de Abidjan en Costa de Marfil.

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LOS NIÑOS NO SON DE LA CALLE

ivía en la calle, me drogaba… No iba a mi casa ni a la escuela. El único que me importaba era yo, pero no me estaba saliendo muy bien”, dice Edwin, un niño de la calle de Ecuador. Lejos, en India, Goutam tiene su hogar en la estación de tren en Bangalore. Goutam se escapó de su casa con tan sólo seis años huyendo de la pobreza. En Nai robi, Mattu vive en el mercado y, para paliar el hambre y la soledad, siempre le acompaña un bote de pegamento.

Edwin, Goutam, Mattu son sólo tres de los 150 millones de niños, niñas y jóvenes que viven en las calles de ciudades de todo el mundo. Un fenómeno que, según los expertos, es hoy global y no ha disminuido en las últimas décadas. Están en las aceras de Luan da, Nairobi, Ambato, Delhi, Goma, Bangalore, Cebú… En todas las ciudades del mundo hay menores solos, o en familia, viviendo en las calles. Las historias de V "

estos niños, niñas y jóvenes son todas diferentes, sin embargo, tienen puntos en común: violencia, pobre za y desestructuración familiar. Vivir en la calle lleva, además, una serie de riesgos, como la violencia, la t rata de personas, drogas, armas, narcotráfico, prostitución, problemas de salud, pandillas…

En la calle, todo es un problema

Los menores que llegan a la calle siguen un ciclo con diferentes fases, según los expertos. Del miedo y la tristeza inicial se pasa a una fase de alegría. Nadie te dice lo que tienes que hacer ni cómo tienes que vivir. Es una fase de expansión en la que el menor se hace dueño de su vida. Tras esta alegría aparece el siguien te paso, que llaman “el idilio”. El niño o niña conoce a otros menores como ellos. Hace amigos y sienten que han encontrado una familia que les protege y les cuida. Se sienten parte de algo. La siguiente fase es

la profesionalización. En ella, los niños y niñas en situación de calle saben dónde puede encontrar comida o conseguir dinero, saben qué lugares son peligrosos y dónde pueden estar tranquilos. La calle no es sólo su hogar , es su trabajo y lo que les permite sobrevivir. La cuarta fase es la de la crisis de futuro. El menor pierde la esperanza en encontrar una salida a su situación, comienza a consumir drogas y/o alcohol y a tener problemas con las autoridades. La última fase es la juventud en la calle. El niño o niña pasa a ser un joven y su situación de calle se cronifica. T iene ya problemas con la ley, los hábitos de la calle están muy arraigados, el consumo de drogas es una adicción… La persona desaparece al completo y su reinserción en la sociedad se complica.

Empezar de cero

Los misioneros salen cada noche, en muchas ciudades del mundo, en busca de estos niños, niñas y jóvenes que viven en las calles. Los conocen, están cerca de ellos, les preguntan cómo están... los acompañan y los invitan a acudir a espacios donde poder jugar, descansar en un lugar seguro, darse una ducha, lavar su ropa y comer un plato caliente. Se ganan la confianza de estos chicos y chicas que se sienten abandonados. “Si el niño o niña se siente preparado llega el momento de que pase a un centro de acogida, se escolarice y poco a poco vaya volviendo a tener hábitos familiares”, explican los misioneros que trabajan con estos menores. A la vez, se trata de buscar a sus familiares, “porque creemos que los niños y niñas tienen que estar con sus familias siempre que se pueda”, añaden. En este sentido, el trabajo con las familias también es fundamental para que el niño o niña sea bien recibido, para que comprendan la situación por la que ha pasado y para que conozcan los derechos de los menores.

Para muchas personas, los niños, niñas y jóvenes en situación de calle son “desechables”. Son los “descartes” de la sociedad. Y los demás preferimos mirar hacia otro lado, haciéndoles menores invisibles. En Misiones Salesianas lanzamos una campaña para hacer visibles a estos niños y niñas y para darles, junto a los misioneros salesianos de todo el mundo, la oportunidad de tener una vida y construir un futuro.

La ley no basta para erradicar la mutilación genital

Mundo Negro trae una entrevista con Nice Nailantei, que se negó a que le practicaran la ablación genital. Hoy es líder contra la mutilación genital femenina. Rechazó esta práctica por no dejar la escuela y por evitar el casarse tan joven. Entró en un internado y vio que otras chicas de otras etnias no tenían que pasar por la ablación. Le habían dicho que sino la hacía no podía tener hijos o que durante el parto podía morir ella y el niño. Pero comprobó que no era verdad. En la entrevista le hacen estas preguntas: • ¿Cuál es la razón de esta práctica? Cada comunidad tiene sus propias creencias. “En mi cultura masai es un rito de paso de la adolescencia a la madurez. Si no pasan por la ablación nunca te consideraran mujer y no estarás preparada para el matrimonio. Por eso entre los 7 y 14 años tienen que hacértelo. En otras culturas se hace por razones de higiene o pureza”. • ¿Qué sucede si una niña se niega a la ablación? Entre los masais está prohibido el no hacerlo. Sería una falta de respeto a la etnia y una vergüenza para la comunidad. • ¿La ley la prohíbe? Hay una ley de 2011. Es insuficiente, porque va contra la cultura local. • ¿Cuál es el mejor camino para cambiar la tradición? Respetar la cultura, sin respeto nadie te va a escuchar; tener paciencia; dialogar con los mayores y procurar llegar a un consenso; o proponer ritos alternativos. • ¿Cuándo crees que será erradicado? Mi esperanza está en 2030.

José Antonio San Martín, sdb