4 minute read

Consumo de alcohol y adolescencia

La mayor parte de los adolescentes consumen alcohol, pero que esto suceda no significa que cumplan con los criterios clínicos de lo que denominamos “trastorno por consumo de sustancias”.

Por ejemplo, si como padres no le permitimos a nuestro hijo tomar alcohol y, sin embargo, lo hace, está realizando una conducta por fuera de las normativas de la familia. Podríamos ver las causas específicas, pero generalmente los motivos son tan sencillos como divertirse y/o pertenecer a un grupo, los mismos motivos por los que quizá uno también tomaba alcohol o realizaba alguna otra actividad en la adolescencia. Que un adolescente tome alcohol no necesariamente se relaciona con que se sienta angustiado o tenga un problema existencial, sin considerar el hecho mismo de ser adolescente, que ya es bastante problema.

Advertisement

También puede suceder que en algunas ocasiones el adolescente abuse de alcohol y presente una intoxicación. Con todo el riesgo que esto acarrea, tampoco significa que presente una adicción. Será tarea de un profesional de la salud mental, ya sea un psicólogo o psiquiatra, evaluar si específicamente estos abusos forman parte de un patrón que, desde el punto de vista clínico, se pueda denominar adicción, o si este consumo está asociado a otros trastornos, como por ejemplo, depresión o ansiedad.

¿Por qué es importante retrasar el comienzo del consumo? En la primera etapa de la adolescencia, entre los 10 y los 1 4 años, se produce una disminución de la sustancia gris en regiones de la corteza prefrontal del cerebro. Este proceso se denomina “poda neuronal” y en él, las conexiones entre las neuronas que no han sido consolidadas son directamente eliminadas. Luego, entre los 16 y los 18 años, aumenta la conectividad entre las neuronas, es decir, aumenta su capacidad para comunicar información de manera eficiente. También se refuerzan las conexiones entre la corteza prefrontal y las zonas del cerebro donde se procesan las emociones y el sistema de recompensa. Si tenemos en cuenta que la corteza prefrontal es la que regula los impulsos y la expresión emocional, es importante que dejemos madurar estas conexiones sin las alteraciones que produce el exceso de consumo de alcohol. De esta manera, los adolescentes podrán desarrollar el autocontrol necesario para tomar decisiones, administrar sus emociones, disfrutar de manera moderada, postergar la gratificación inmediata en pos de objetivos o satisfacciones más significativas a largo plazo, encarar compromisos y responsabilidades, etc. No hay que ser ilusos, es muy probable que los adolescentes en algún momento consuman alcohol. Por lo tanto, lo que debemos intentar hacer es retrasar lo más posible su comienzo y lograr establecer límites claros para estas conductas.

¿Cómo podemos establecer límites claros? No hay recetas mágicas, pero comparto algunas ideas. Pensemos que los límites son criterios que definen cuál conducta se puede realizar y cuál no. Podemos decir que constan de tres elementos: Primero, cuál conducta es apropiada y cuál no. Segundo, los motivos, es decir, los valores, criterios de salud, de organización familiar, económicos, etc. que sustentan ese límite. Y tercero, las sanciones, es decir, las consecuencias de trasgredir el límite, que pueden ser naturales, como síntomas orgánicos, la reacción de la gente, malas notas, riesgos, peligros y pérdidas o establecidas por los adultos.

Este plan tendría que ser recordado con cierta asiduidad, pero sin “ser pesados”. Asumiendo siempre que la última palabra es de los adultos porque tenemos la experiencia y el conocimiento suficiente y porque somos los responsable últimos del cuidado de su vida. Es probable que los adolescentes transgredan los límites, así que no desesperemos, no vamos a poder controlar todo. Ellos están aprendiendo a autorregularse; si existe un plan claro, sabrán que están afuera de los límites que negociaron y tendrán la idea de a donde volver.

El problema surge cuando no hay un plan claro, porque recién se darán cuenta de que pasaron el límite cuando se estrellen contra alguna pared.

Apenas comienza la pre adolescencia, es momento de hablar con los hijos sobre el tema de la diversión y el consumo de alcohol. Para esto es necesario que, previamente, los padres se pongan de acuerdo sobre cómo encarar estos temas. Resulta estratégico que estas conversaciones se den dentro de las charlas comunes y espontáneas que habitualmente tenemos con nuestros hijos. Es importante dejar en claro que entendemos su necesidad de divertirse, pero que siempre esa diversión es posible dentro de ciertos límites, y que estos límites se van a ir flexibilizando y ampliado en la medida que ellos maduren y nos demuestren que son responsables. Puede resultar muy útil negociar cuáles serían los límites o cómo sería el proceso en el cual se irían flexibilizando en la medida que adquieran mayor autonomía. Para esto es importante identificar juntos conductas concretas que podrían demostrar que son responsables de su propia vida y autocuidado, como también explicar las razones que sostienen el plan y las consecuencias de transgredirlo. Es importante que nosotros como padres también cumplamos con el plan. Podemos ser flexibles como excepción, pero si la excepción se convierte en regla, estamos demostrando que los límites establecidos no tienen sentido. Por otro lado, si los descubrimos no los va a sorprender las consecuencias y los adultos no empezamos a improvisarlas.

Por supuesto que para poder transmitir y hacer respetar estos límites lo más importante es comunicarnos muy bien con nuestros hijos. ¿ Pasás tiempo con ellos? ¿ Compartís experiencias? ¿ Tienen diálogo? ¿ Ellos te conocen? Este es otro capítulo que podemos charlar en una próxima ocasión. Éxitos en esta aventura de ser padres.