2 minute read

PADRES DE SEGUNDA GESTIÓN

Son muy distintas nuestras primeras maternidades o paternidades, en aquel momento cuando somos jóvenes, al tiempo en que criamos a ese hijo/nieto que llega a destiempo, cerca de los 50; o más tarde, cuando ya nuestros hijos estaban empezando a despegar y nosotros estábamos pasando a otra etapa. A veces es el último hijo de una familia numerosa, o llega después de varios años después del hijo menor; otras, es el primer hijo muy deseado de alguno de los progenitores, en pareja con una persona que ya tiene hijos grandes de un matrimonio anterior.

Advertisement

Probablemente nos encuentre más maduros, con menos apremios económicos, con más tiempo para disfrutar y ver crecer a ese hijo que a sus hermanos mayores, con ideas más claras de lo que es realmente importante. Aunque esa supuesta claridad podría no ser tal sino pereza, o falta de energía: menos ganas de poner límites, de llevarlo de vuelta a su cama, de acompañarlo en las tareas escolares, de controlar que no vea tanta tele o duerma una cantidad razonables de horas. En la ecuación de ternura y firmeza con este último hijo, resulta muy sencilla la ternura, pero cuesta la firmeza…

Suele ser muy querido por los hermanos mayores que, como sienten que sus padres no hacen, se debaten entre malcriarlo y educarlo. Por lo que termina teniendo varios padres y madres, con lo bueno y lo malo que eso implica. Es todo un desafío acompañarlo en las distintas etapas, especialmente en la adolescencia, que nos encuentra “con el caballo cansado”. Y también es toda una tarea que tenga la autoestima alta ya que, desde siempre, pese a que sus gracias son muy celebradas y es amado por toda la familia y los amigos, siente que anda a los tumbos dentro de esa casa con tantos grandes que saben y tienen todo claro. Es el único que no entiende los chistes, el que corre más despacio, el que no sabe leer, el que necesita ayuda para muchas cosas, cuando todos a su alrededor se arreglan solos…

Es importante que tenga una vida acorde a su edad, compartiendo tiempo con amigos o primos de su tamaño y madurez, para que por lo menos de a ratos crezca cómodo en su posición de par, en lugar de estar todo el tiempo tratando de estar a la altura del resto de los integrantes de su familia.