Noé en imágenes - José Joaquín Parra Bañón

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MEMORIA MUNDI

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JOSÉ JOAQUÍN PARRA BAÑÓN

N O É EN I M ÁG E N E S AR QU I T ECT U R AS DE LA CATÁST R O FE

ATA L A N TA 2022

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En cubierta: Noé en el Arca, h. 1430-1450 (Abadía de Einsiedeln) En guardas: variación de El Arca de Noé durante el Diluvio, Francisco de Holanda, 1545-1573 Dirección y diseño: Jacobo Siruela

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo ex­cepción prevista por la ley. Diríjase a cedro (Centro Español de Derechos Repro­gráficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Todos los derechos reservados © José Joaquín Parra Bañón, 2022 © EDICIONES ATALANTA, S. L. Mas Pou. Vilaür 17483. Girona. España Teléfono: 972 79 58 05 Fax: 972 79 58 34 atalantaweb.com ISBN: 978-84-124315-8-2 Depósito Legal: GI 1268-2022

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Índice

Moluscos bivalvos (antes de la lluvia y de la destrucción) 15 I. Definición de Noé I.1. Noé actúa 25 I.2. Una casa el Arca 37 Credibilidad 40 Arquitectura 43 Lugares 46 Estructuras 50 I.3. Génesis 6:10 53 Etimología y noémica 67 I.4. Verbos y mitos 77 Prefiguración 80 Sumir 84

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Un vago fluctuar 85 I.5. Imágenes y proyectos 89 Fábula y fantasía 92 Metáforas y alegorías 96 I.6. Un Arca tu cobijo 101 Controversias formales 108 II. Noé en doce escenas II.1. Obediencia y sumisión 117 II.2. Construcción y náutica 121 II.3. Edificación y arquitectura 127 II.4. Familia y domicilio 133 II.5. Embarcar 136 II.6. Flotar 146 II.7. Navegar 153 II.8. Mirar 161 II.9. Desembarcar 168

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II.10. Sacrificar 174 II.11. Embriagarse 179 II.12. Desnudarse y morir 188 III. Noé en sus escenarios III.1. Noé obedece 199 III.2. Noé construye 209 III.3. Noé edifica 221 III.4. Noé familiar 237 III.5. Noé embarca 247 III.6. Noé flota 261 III.7. Noé navega 273 III.8. Noé mira 287 III.9. Noé desembarca 299 III.10. Noé sacrifica 309 III.11. Noé embriagado 317 III.12. Noé desnudo 333

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Jonás en Nínive (epílogo) 355 Nómina y procedencia de las imágenes 363 Índice onomástico 383

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De improviso, comenzaron a llover, no gotas, sino nubes enteras de agua sobre la nave, de modo que no parecía sino que el mar todo se había subido a la región del viento, y desde allí se dejaba descolgar sobre el navío. miguel de cervantes

Los trabajos de Persiles y Sigismunda, libro II, cap. XV

Oh necios mortales, el diluvio de Noé aún no ha terminado: dos tercios de este hermoso mundo están aún sumergidos. herman melville

Moby Dick or The Whale, cap. LVIII

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1. Escenas de la vida de Noé Folio 9v del Salterio de Wenceslao, h. 1250-1260

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NOÉ EN IMÁGENES Arquitecturas de la catástrofe

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2. Arca de Noé Folio 10r de la Vita Christi, h. 1480-1490

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MOLUSCOS BIVALVOS (antes de la lluvia y de la destrucción)

Noé es una invención colectiva. No es, como en el óleo de René Magritte, una criatura híbrida, con la mitad superior semejante a un pez y la inferior humana y femenina. Noé no es una reciente y falsa sirena inversa: no tiene monte de Venus porque quienes primero se lo imaginaron le dibujaron en las ingles unos genitales masculinos convencionales. Para que no hubiera dudas acerca del aspecto de su paquete inguinal, lo retrataron desnudo, acostado en el suelo, no mientras transformaba el mundo o apaciguaba tormentas, sino cuando ya era un hombre anciano y estaba desvalido. Su desnudez, sin embargo, a diferencia de la explícita de Afrodita Anadiómena o de la insinuada de san Sebastián, no es sexual: no es erótica, sensual, pecaminosa. Es orgánica, apática, venérea, animal, carente de fantasía, aunque más atractiva que la vejez desnuda y fláccida con la que el Renacimiento representó la última de las tres edades. Noé es una imagen. Es una palabra, un concepto, una idea que adquirió consistencia cuando se materializó en imágenes. Fueron las imágenes, las apariencias, las que cons15

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truyeron el relato, las que hicieron pasajeramente creíble la fantasía de sus actos, la fábula de sus intervenciones en el relato judeocristiano de la creación, en la crónica atemporal de la invención de la realidad perceptible. La parquedad descriptiva del Génesis, que es el documento literario en el que fue por primera vez así nombrado, fue ilustrada, alimentada, ampliada por el abundante y elocuente aparato iconográfico al que su figura dio lugar en la historia del arte occidental. Noé es una apariencia, un símbolo construido más por los retratistas que por los novelistas; más por los dibujantes que por los poetas o los exégetas. Su biografía está delineada no con caracteres sino con líneas, no con estructuras sintácticas sino con operaciones gráficas. Dijo más de él Athanasius Kircher que san Jerónimo en sus traducciones, más Miguel Ángel Buonarroti en las bóvedas de una capilla que todos los Padres de la Iglesia en sus libros doctrinales y que los príncipes eclesiásticos con sus encíclicas. No necesitó, para ingresar en la nómina de los navegantes ilustres sin vocación marinera, a diferencia de Ulises, un Homero, ni los versos de una Odisea, lo cual no fue óbice para que James Joyce lo localice en Dublín el 4 de junio de 1904 y lo obligue a ingerir cerveza. Bastaron unos versículos, entre los capítulos sexto y décimo de la Biblia, para desatar la imaginación de los comentaristas y de los intérpretes, para desencadenar un aluvión de escenas y de escenarios que pretendieron completar los numerosos vacíos de la biografía fragmentaria que ofrecía el texto. Noé, a pesar de su relevancia en el mito de la creación, a pesar de ser el primer hombre que satisfizo las expectativas de Dios, a pesar de ser el padre genético de una humanidad postdiluviana que ya no volvería a ser evaluada hasta el día del juicio final, es un personaje secundario. Es un actor pro16

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tagonista, pero un personaje que no importa por sí mismo sino por la trascendencia de los actos en los que participa. Es más relevante lo que edificó que lo que dijo, más determinantes los animales que pastoreó que sus pensamientos. Es una figura muda que, sin embargo, inquietó a no pocos de los artistas ocupados en atribuirles un aspecto, una silueta, un determinado carácter a los héroes, a los patriarcas y a los profetas. Efigiar a Noé fue uno de los primeros propósitos de los interesados en las epopeyas: representarlo en efigie, inventarle una máscara que lo identificara, uno de los motivos de los ilustradores de leyendas y de fábulas. Desvelar algunos momentos del proceso de construcción de la imagen de Noé es uno de los cometidos de este álbum provisional, de las intenciones de esta serie de recortes y de estampas clavadas sobre paneles forrados con terciopelo negro: el Atlas Mnemosyne de Aby Warburg, aunque en sus composiciones paganas y germánicas no hay ninguna perspectiva de Noé, proyecta su sombra metodológica sobre ellos. No es una pretensión de estas pesquisas censar a Noé: catalogar todas sus imágenes, completar un muestrario de sus retratos, localizar entre las páginas de los breviarios o de los devocionarios el conjunto inabordable de sus representaciones. Se analizan algunos vínculos, se establecen algunas correspondencias entre los sueños y las inquietudes de algunos de nuestros antepasados mientras iban dándole cuerpo a lo que, en general, llamamos “cultura” y a lo que consideramos “contemporaneidad”. Pues este es otro de los rasgos inquietantes de Noé, o de los hechos significativos relacionados con su ciclo verbal: que tiene una extraña vigencia, una misteriosa y secreta actualidad. La modernidad del solitario que combate por la supervivencia, la del ermitaño que se defiende de las agresiones del medio desde su ermita, 17

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la del artesano que fabrica sus propias herramientas, la de quien levanta con sus manos su casa, la del que mantiene saludables relaciones con la naturaleza, la del anciano que se rebela contra su familia opresiva, la del visionario que es consciente del advenimiento de la catástrofe, la del que decide cultivar sus propios alimentos, etcétera. Cuando se alude a algo o a alguien antiquísimo se le llama “antediluviano”, pero aún no se ha autorizado un adjetivo para nombrar lo relacionado con aquel Noé que trascendió al Diluvio (Jacobus Boschius, en su Symbolographia de 1701, se refiere a la paloma de Noé como «columba noemica»). Antediluvianas solo prosperaron ocho personas: solo a Noé y a siete más se les permitió trasladarse de un tiempo a otro, desde las épocas remotas del caos a un presente de aniquilación sistémica, inclemente y absoluta. Noé es, por tanto, la avanzadilla de la modernidad. Es la vanguardia anónima. La imagen de Noé está estrechamente asociada a la del Arca: a un artefacto construido, como los refugios nucleares en los catálogos, para preservar la vida de un reducido grupo de privilegiados, de seres elegidos con el propósito de darle continuidad a una especie que ha sido esquilmada. Noé se corporeiza, toma cuerpo en el Arca del mismo modo que el Arca se encarna en Noé. Indistinguibles, indisociables, uno es la imagen de la otra, y viceversa. Buscar a Noé es ocuparse de la arqueología del Arca. En la gran mayoría de las panorámicas, comparecen juntos: ella encima de él, él dentro de ella, él en primer plano y ella menguada en el horizonte, o ella protagonizando el paisaje y él asistiéndola, etcétera. A menudo, con sorprendente frecuencia, el Arca no es un navío sino un edificio. No es demasiado extraño que esto suceda: la idea de refugio, de cobijo, de recinto protegido, de lugar en el que sentirse a salvo cuando se está más desvalido, cuando el miedo es cerval, es la casa. 18

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3. Baccio Baldini (atribuido) Noé como profeta sentado en las nubes, h. 1470-1480

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El Arca, fuera cual fuera su apariencia, insisten los intérpretes, fue el domicilio de Noé. Pudo resultar, incluso, sugieren algunos medievales, de impermeabilizar la cabaña en la que vivía para que pudiera flotar cuando las aguas crecieran, o de transportarla y depositarla tal cual, postulan otros góticos, sobre una balsa o una barcaza. Noé, sin embargo, no es un personaje que se caracterice por sus hábitos domésticos: es otra de sus muchas contradicciones internas. Él es un jeroglífico pendiente de resolver. El Arca es un recipiente arquitectónico. Algunos de sus ilustradores habrían estado de acuerdo con Walter Benjamin cuando en su Libro de los pasajes sugirió que: «La forma prototípica de todo habitar no es estar en una casa, sino en una funda», pues los ocupantes del Arca están, efectivamente, enfundados, embutidos, con la piel literalmente adherida a la cáscara. El Arca es una caja en la que el pasaje, incluidos los animales, está encastrado en sus oquedades, obturando los agujeros, con todas las aberturas saturadas de carne. Una lata de pescado en conserva (de sardinas, por ejemplo, o mejor: una cuba de arenques prensados en salazón) serviría de arquetipo. El Arca es el vestido de un Noé que acabará sus días desnudo y rehogado en vino. Las habrá con forma de tonel, de torre, de choza, de tienda de campaña, de aviario, de establo, de baúl, de caja, de ataúd, de hangar, de fortaleza, de iglesia, de catedral, de templo profano y de barco; las habrá poliédricas o salidas inconclusas del taller de Alberto Giacometti, con o sin ventana, huecas o macizas, unas capacitadas para flotar y otras para navegar, diminutas o, proyectadas por Jan Luyken, colosales, ocupadas por un ermitaño o por una multitud de criaturas apacibles que no comprenden lo que les sucede, y todas levitan en el líquido de la memoria. Todas ellas, en cualquier caso, al igual que la mejor arquitectura, son resultado de la mez20

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cla, de la yuxtaposición y la superposición, de la hibridación, no siempre monstruosa, de precedentes antagónicos. El Arca es, en ocasiones, un collage. El Arca densa, sólida, compacta, prieta, plúmbea, que sobrenada leve y ligera. El arca de Noé, informa la edición del tricentenario del Diccionario de la lengua española editado por la RAE, es, en primer lugar, una: «Embarcación en que, según la Biblia, se salvaron del diluvio universal Noé, su familia y los animales que reunieron». Y añade como segunda acepción, situándola en el mismo plano, con el mismo grado de certeza que la primera, que un «arca de Noé» también es un: «Molusco lamelibranquio, muy común en los mares de España, y cuyas valvas son de unos siete centímetros de largo y tres de ancho, rectas por la parte de la charnela, estriadas, y de color blanco con bandas angulosas amarillentas». Me agrada pensar en Noé como molusco, imaginármelo lamelibranquio y sabroso, y soñar con el Arca como una hipótesis bivalva, con una valva superior recta y con otra valva cóncava, ambas estriadas y de color blanco, irisadas con amarillentas bandas amarillentas. Más en un Noé exclusivo y excluyente, que tiene la consistencia de un molusco prehistórico, que en un anciano venerable y subyugado. Antes en un Noé metafísico que en uno deprimentemente melancólico. Más en un Arca polimorfa y polígama que mantiene relaciones concupiscentes con la arquitectura que en una que solo sirve de transporte de cromosomas y de alimentos.

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4. Pieter Jalhea Furnius Noé muestra al cielo el Arca, 1550-1625

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I. DEFINICIÓN DE NOÉ

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5. Cornelis Cort, a partir de Tiziano Noé exhibiendo el Arca En El triunfo de la Santísima Trinidad, 1566

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6. Nicolas de Larmessin I Noé exhibiendo el Arca En El triunfo de Cristo, 1687-1694

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Memoria mundi Los primeros en atribuir una figura a Noé a partir de las sobrias palabras del Génesis lo imaginaron envejecido, barbudo y tan fiero con sus congéneres como sumiso con la divinidad. Pero también fue descrito y pintado borracho y desnudo, aunque, antes de exhibirlo, la Biblia lo muestra en doce escenas simbólicas: de rodillas, obedeciendo a su creador; armando un recipiente que podría evitarle la muerte; construyendo un edificio para salvar a ciertas criaturas elegidas; posando con su familia; embarcando especies zoológicas en un artefacto; flotando a la deriva; navegando durante el diluvio universal; asomándose a una ventana a la espera de una paloma; desembarcando en la cima de una montaña oriental; sacrificando en el fuego a los animales que sobrevivieron a la inundación; embriagándose con el vino recién descubierto, y durmiendo la borrachera a la sombra de su guarida. Ninguno de estos sucesos es extraño en el repertorio de las escenas míticas fundacionales. Lo que sí es verdaderamente sorprendente es que el Arca no parece una embarcación, sino un edificio: una Casa que los defiende del Diluvio y, desde entonces, los protege de las inclemencias y posterga la muerte. Por tanto, Noé fue un arquitecto, heredero de Caín y precursor de quien ideó la célebre Torre de Babel. No un armador, ni un navegante, ni siquiera un profeta, sino el primer arquitecto que proyectó una gran residencia en la Tierra. De este modo, el Arca, como evidencia Noé en imágenes y señala su subtítulo, es la más eficaz y necesaria arquitectura contra toda catástrofe. José Joaquín Parra Bañón, catedrático en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Sevilla, es autor de los ensayos: Pies de foto para arquitecturas descalzas (2021), Arquitectura de la melancolía (2019), El oído melancólico (2018), Arquitecturas terminales. Teoría y práctica de la destrucción (2009), Bárbara arquitectura bárbara, virgen y mártir (2007) y Pensamiento arquitectónico en la obra de José Saramago (2004), así como narrador de Tratados de poliorcética. Catálogos de esdrújulos (2003).

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