El Último Tren - 15 años de Blues, Rock y Ritmos

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EL ÚLTIMO TREN Quince años de Blues, Rock y Ritmos

J.A. HIDALGO PRIMERA APROXIMACIÓN A LA HISTORIA DE 1 UNA SALA MUSICAL QUE MARCÓ CAMINO Y DESPERTÓ A UNA CIUDAD QUE MUCHOS CONSIDERABAN DORMIDA.


“El Último Tren - 15 años de Blues, Rock y Ritmos” © J.A. Hidalgo Primera edición: Abril de 2020 2


CONTENIDOS Prólogos........................................................................................................5 Moratalla - Aix-En- Provence - Cerdanyola .........................................13 Ante todo, un proyecto empresarial sólido...........................................20 Un éxito instantáneo.................................................................................24 Problemas con vecinos y Ayuntamiento................................................32 No Punk, No Heavy, No Jazz, No Flamenco.........................................46 1.500 conciertos en 15 años.....................................................................50 ¿Próximo Tren, con destino a Barcelona?..............................................54 Etapa final, Ángel toma el control...........................................................58 Última parada: burbuja inmobiliaria.....................................................62 Premios y Reconocimientos....................................................................66 Algunos grupos que tocaron...................................................................68 Álbum de Fotos.........................................................................................74

Los tres fundadores del local con “Rober”, el decano de los “rockers” de Cerdanyola en 1992, pocos días después de inaugurar el local 3


Buscamos información de “El Último Tren”

Si tienes recuerdos, anécdotas, información o material de cualquier tipo que quieras compartir, para la edición definitiva e impresa del libro, por favor escribe un correo electrónico a.

librotren@cerdanyola.net

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Esto NO es el libro sobre la historia de “El Último Tren” Ante todo, una aclaración. Este documento que ahora estás leyendo “online” NO es el libro sobre la historia de “El Último Tren” que pensamos que la sala se merece. Es, solamente, el resumen apresurado de un par de largas charlas telefónicas mantenidas con Ángel Martínez (uno de los tres fundadores, y único responsable de la sala durante su última -y larga- etapa). Hacía mucho tiempo que le decía a Ángel que, considerando la importancia que “El Último Tren” había tenido durante tantos años en Cerdanyola, sería una pena que la historia del local se perdiese. Me parecía, por tanto, que podía tener un cierto interés encontrar en algún momento un poco de tiempo para intentar recopilar y poner por escrito, su historia, sus momentos más importantes, la lista de los grupos que tocaron en él (¡nunca hubiese dicho que la cifra fuese de, aproximadamente, 1.500!). Ángel se resistía, pero supongo que sobre todo por una cuestión de tiempo, más que por otros motivos. Porque, como descubriréis en las siguientes páginas, la primera vez que parecía que “El Último Tren” podía cerrar sus puertas en Cerdanyola (para mudarse a Barcelona) ya se ocupó de que quedase algo que dejase constancia de su trayectoria, grabando un CD. Y cuando, años más tarde, el cierre se convirtió en una realidad movió hilos para intentar que el Ayuntamiento financiase un pequeño documental en vídeo. Lo que consiguió a la primera. Prueba indudable, entre otras cosas, de que para los responsables municipales del momento la relevancia histórica del local estaba clara. Pero ni el DVD ni (obviamente) el CD explicaban la historia del local. Esa asignatura seguía pendiente. Finalmente -y por desgracia- el confinamiento provocado por el COVID-19 durante marzo y abril de 2020 nos proporcionaron tanto a Ángel como a mí el tiempo que necesitábamos. Un par de largas charlas telefónicas han dado como resultado este primer esbozo de libro, que ahora estáis viendo. Pero para que ese libro (que queremos editar, en papel, este mismo año) sea completo tenemos que hablar con muchas más personas. Los músicos que pasaron por el local, las otras personas que contribuyeron a ponerlo en marcha. Y los clientes que, durante 15 años, hicieron posible el proyecto. El objetivo de este primer documento que ahora estáis leyendo es hacer un primer y pequeño regalo a todas las personas que disfrutaron de “El Último Tren”, coincidiendo con la Festividad de Sant Jordi. Y, al mismo tiempo, es también un llamamiento a todas las personas que quieran participar en este proyecto para reconstruir la historia del local. Os animamos a escribir para explicar vuestros recuerdos o lo que “El Último Tren” significó para vosotros. O para si las tenéis, enviar las fotografías o material que podáis tener de la sala. El material que hagáis llegar pasaría a formar parte de la versión definitiva del libro que -repetimos- se pretende editar antes de que acabe este año. JAH, Abril 2020 5


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No soy un nostálgico y no me gusta demasiado mirar atrás, pero... No me considero un nostálgico, igual que no me considero un bluesman. Sí que me reivindico como un defensor y seguidor del Rock’n’Roll, aunque considerándolo no como un género musical sino como una actitud ante la vida, en la que la música es un arma más para afrontarla y disfrutarla. Si no soy un nostálgico, ¿por qué participo en este proyecto? En primer lugar, porque me lo pide un amigo, ha sido insistente y sé que lo va a hacer con tal corazón y sabiduría que el resultado será muy interesante. Para ello tiene carta blanca que sé que aprovechará. Cuando me obligue a remover determinados recuerdos me pondré a su disposición y haré lo que pueda ya que tengo tendencia a olvidar mucho. Cosas de esa visión de la vida antes mencionada. Así que ayudadle, vosotro/as también, a componer esa canción que el Autor se ha empeñado en escribir. En segundo lugar, porque me parece que, con un poco de suerte, este “Entrante” de libro (en primer lugar, esta edición digital que es la que ahora se lanza, y cuando llegue el momento, con suerte, la edición impresa definitiva) puede ser un pequeño revulsivo para algunas personas. Me gustaría pensar que explicar mi experiencia podría servir para que alguien se anime a encontrar su camino laboral a través de este tipo de iniciativas privadas, enfocadas en lo que te apasiona y que (como aquí se explica sin ningún tipo de intencionalidad de dar clase alguna) hay que saber materializar siempre en un proyecto empresarial sólido, bien pensado y con mucho corazón. Está claro que no son tiempos fáciles y habrá que echarle mucha imaginación. Hay que convertirse en un artesano, haciendo de aquello que amas tu profesión. Es posible. Y es muy gratificante. Otra razón importante es que es estupendo pensar que gente relacionada con el sector de las administraciones públicas va a leer ésto. Quizás se den cuenta, de una vez por todas, de que este tipo de iniciativas hay que estudiarlas Siempre. Y hoy más que nunca apoyarlas. Es absolutamente necesario que los consistorios echen un cable para que la restauración y la música vuelvan fuertes y nos alegren el corazón de nuevo. Es de Vital (en todos los sentidos) importancia que así sea. Llamadme soñador...pero no sería la primera vez. La riqueza de las ciudades depende de muchos factores. Pero, sin duda, uno de esos factores es la cultura que en ellas se genera como punto de “atracción” para todo tipo de actividades e imagen externa. Y hace ya demasiados años que muchos tenemos la sensación de que lo más habitual es que los gestores públicos tienden a ponerse de perfil (cuando no a oponerse frontalmente) a determinados proyectos empresariales que se les presentan. Y ya no digamos si están relacionados con la tan denostada noche aunque luego nos quejemos todos de que no existen cuando salimos. Por suerte, y pese a todo, Cerdanyola hace tiempo que por mucha gente de la comarca es considerada como la “Aldea Gala” en cuanto a Música se refiere. Y así debería seguir siendo... La Música es la primera de las Artes. Cosa que en estos difíciles tiempos de confinamiento y coronavirus debería haber quedado claro. Deberíamos recordarlo siempre. Si con estas páginas se consiguiese que alguien tuviese claro que poner en marcha proyectos como “El Último Tren” es posible y que quiénes deben apoyar este tipo de iniciativas se convenza de que hacerlo redunda en beneficio de la ciudad, el esfuerzo habrá valido la pena. Ángel Martínez Abril 2020 7


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El Infierno “Hola, soy Ángel y vengo del cielo” me dijo un buen día. Bueno, algunos vieron el infierno. Allá por finales de los 80 y con las Olimpiadas a mano, la ciudad de Cerdanyola vive una ebullición musical casi inexplicable. En la ciudad ya ocurrían cosas, pero a cuentagotas y no todo sucede a partir de esta época para ser justos, pero sí es un momento muy especial. Todos la querían hacer más gorda que el vecino. Se gastaba más, bastante más. Se llegaba a arriesgar y se apostaban por ideas. Las radios tenían poder comunicativo y las emisoras municipales activan en parte el sector musical organizando conciertos con cualquier excusa. En Cerdanyola se crea el Casal de Joves Altimira, con salas de ensayos, escuela de música y conciertos los viernes y sábados. Elliott Murphy lo inaugura. Además, el Festival de Blues está que se sale. En eso, anda por allí un personaje extremadamente inquieto que no se pierde nada. Ángel Martínez, que decide montar un garito junto a otros dos socios en el 92. Sí, un garito de rocanrol y blues. No es que fuera el primer bar musical de Cerdanyola. Pocos, pero ya los había. Pero El Último Tren quería otra cosa. Y lo consiguió. Tomó el relevo del Casal de Joves a la hora de programar conciertos regularmente. Lo consiguió a pesar de todos esos inconvenientes del infierno que trae el rocanrol. Políticos, la crisis postolímpica... Consiguió un lugar en la barra donde pinchar y escuchar buena música, tejiendo complicidades como amores que llegaron y se fueron o amistades que siempre están. Y se hizo único y necesario no sólo por esos más de 1.500 conciertos en 15 años con noches inolvidables. Lo fue por las emociones recibidas, por todos esos apretujones y por ser una familia. Era único por su actitud y porque no solo Ángel viene del puto cielo o del malvado infierno, hacía falta mucha más gente con esa actitud para que El Último Tren fuera el último lugar que deseas que cerrara. Pero lo hizo y aún hoy estamos hablando de ello, de ese chiquito y endiablado lugar. Y ahora, toca pasarlo bien revisando fotos sin vuelta atrás y sabiendo que gracias a estas cosas y otras, la música siguió muy viva en Cerdanyola, una ciudad única, como “El Último...” Manuel Ibarro Barja

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No hi ha llum al final del túnel Recordo moltes nits entrant a El Último Tren travessant la porta i girant el cap a l’esquerra per, el primer de tot, saludar a l’Àngel al darrera de la barra. No era imprescindible anar-hi acompanyat ja que sabies que al igual que tu, que mai has estat de casa bona, allà hi trobaries el pitjor de cada casa. Anar a “El Último” era com anar a una roda de reconeixement en la que no saps a qui triar per que tots són culpables. Jo he mantingut llargues converses amb gent a la que encara ara soc incapaç de posar nom, he fet confessions a tipus amb qui no aniria ni a missa i he fet declaracions d’amor etíliques a individus que no se ni on viuen ni de què treballen. Aquella fauna era la meva família de tercera, primer eren els pares i després els amics, però sempre guardava una estoneta per aquell entranyable exèrcit de proscrits nocturns amb qui em sentia tant a gust. Amb els amics n’hi dèiem “Munkis”, una paraula inventada, crec que pel Carles Arbués, amb la que definíem aquella barreja de roquer de botes amb punta esmolada, armilla negra d’intel·lectual, camisa de flors hawaiana i grenyes de heavy metal. De fet, si a aquesta indumentària hi afegiu un barret ja teniu a l’Àngel, joder quin paio l’Àngel! Que seria El Último Tren sense l’Àngel? Doncs segurament hagués estat poc més que un bar de carretera. L’Àngel era l’anima de “El Último”, el maquinista, el revisor i el que posava carbó a la màquina. Programador de concerts, punxa-discos, cambrer, barman, relacions públiques, segureta, conferenciant i mestre de cerimònies. Podria explicar moltes aventures viscudes allà dins, però la meitat són molt personals i l’altra meitat il·legals. A El Último Tren hi vaig ballar, vaig punxar música, vaig descobrir grans músics i bandes en directe, vaig quedar-me a fregar més d’un cop i vaig beure més rom que Jack Sparrow. Ja us he dit que recordo moltes nits entrant al bar de l’Àngel, però en recordo molt poques de com en vaig sortir. Per mi “El Último Tren” sempre va circular per dins un túnel on mai vaig veure la llum de final. Albert Puig

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Marian Barahona y Miquel Garcès

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Moratalla - Aix-En-Provence Cerdanyola

José Sangüesa y Ángel Martínez, dos de los tres fundadores del local

Hablar de “El Último Tren” es hablar de Ángel Martínez. Aunque, en un primer momento, el local lo montan tres socios (Ángel, José Sangüesa y Agustín Zapata) los últimos años los pilotó él en solitario. Por ese y por otros motivos, hace ya mucho que su figura es la que se asocia con la memoria del mítico local. Por tanto, parece lógico, para empezar, hacer una pequeña reseña biográfica “del hombre tras el proyecto”.

Y empezando por el principio habrá que decir que nuestro hombre nace en Moratalla (Murcia) en 1965, en el seno de una familia que él define como «muy humilde, de clase trabajadora. Para que te hagas una idea, mis padres nunca fueron a la escuela y mis abuelos nunca supieron ni leer ni escribir. Firmaban con la cruz o con la huella digital». Cuando tenía solo seis años, la familia se traslada a la provenza francesa en busca de un futuro mejor. Allí llegan, en 1971, sus padres con los dos hijos que ya tenían. Ángel, de seis años, y un hermano pequeño de tan sólo seis meses. Se instalan en un pueblecito cerca de Aix-En-Provence, donde nacerá un tercer hijo. En el país vecino las cosas les van bien. Encuentran la estabilidad económica y oportunidades que estaban buscando. Pero la madre de Ángel nunca se adapta al nuevo país. Pocos años más tarde, la familia decide volver. Regresar al pueblo natal es una opción que -de entradaqueda descartada. «Allí seguía sin haber ningún futuro», recuerda ahora, «y además mis padres no querían volver al mismo lugar de donde habían tenido que marchar por falta de oportunidades. Seguía siendo un pueblo donde los “señoritos” lo tenían todo, un pueblo 13


de emigrantes. Ahora, afortunadamente, las cosas han cambiado, y bastante. Pero en aquel momento el panorama era desolador». En aquel momento, eran miles las familias que emigraban desde distintos puntos de España hacia zonas más industrializadas, como Catalunya, donde se estaba produciendo un importante despegue económico. Esa será también la opción que eligen sus padres. Entre otros motivos, porque aquí ya se habían instalado algunos amigos y familiares. Llegan a Cerdanyola en 1978. En aquel momento, en la ciudad había, a pleno rendimiento, varias empresas industriales de importancia que daban trabajo a miles de personas. Se instalan en el barrio de BanúsBonasort, uno de los complejos de viviendas levantados a toda prisa para dar acogida al importante número de familias que, en poco tiempo, llegaron al pueblo con sus mismos objetivos. El «shock» para él fue total. Pasa de un entorno totalmente rural, donde, según comenta, «podía pasarme horas corriendo por prados y jugando a hacer cabañas en un entorno totalmente natural a encontrarme viviendo en medio de inmensos bloques de hormigón en una ciudad a medio hacer y en total transformación. Recuerdo que, cuando llegamos, si ibas del Banús -mi barrio- hacia el vecino barrio de Serraparera aún había grandes descampados, terrenos sin urbanizar e, incluso, viñas. Pero aquello duró poco. Rápidamente, los pocos (Cortesía de Achivo Pepe Urbano)

A esta Cerdanyola llegó Martínez. Lo que había sido un pequeño pueblo agrícola y de veraneantes se transformaba rápida y caóticamente en una ciudad 14


Eric Clapton, su primer héroe musical y el disco de Freddie King que le abrió las puertas al blues puro

vestigios que podían quedar del pueblo rural que Cerdanyola había sido en el pasado desaparecieron. Todo se llenó de grandes bloques de pisos, levantados apresuradamente en calles mal urbanizadas y sin asfaltar». Otra cosa que cambió -en este caso a positivo -fueron sus relaciones sociales: «en Francia viví unos años relativamente solitarios. Eso quizás, allí, fue un pequeño problema. Aquí era casi imposible estar solo, aunque quisieses hacerlo». Eran, por otro lado, años duros. «Llegué a Cerdanyola con trece años. En aquel momento, y donde yo vivía, eso significaba crecer con las drogas y la heroína siempre a tu lado». Eric Clapton, la puerta de entrada al blues En esos años de adolescencia, como es habitual, se encuentra con un primer y trascendental círculo de amistades, a través del cual descubrirá muchas de las cosas que acabarán marcando su vida. Muy especialmente, la música. En su caso, en ese círculo de amigos juegan un papel fundamental dos hermanos (Antonio Fernández, algo mayor que él y Miguel Fernández, de su misma edad y que se convertirá, de por vida, en su gran amigo y compañero en mil correrías) que viven en su mismo bloque de pisos. «En mi casa nunca había habido un ambiente 15


especialmente musical», dice. «Aunque es cierto que recuerdo a mi madre cantando a menudo canciones populares y copla española -muy especialmente, Antoñita Peñuela- pero ahí quedaba la cosa. Mi familia nunca había sido demasiado aficionada a ese tema. Y yo tampoco le había prestado demasiada atención. Es curioso como ahora me vienen a la memoria imágenes de estar

Con Miguel Fernández. Su gran compañero de correrías (también musicales)

viendo a los Stones por TV, aún en Francia, y no hacerles excesivo caso». En casa de los Fernández entrará en contacto con un grupo de adolescentes y algunos chicos de edades más avanzadas (“Julio, Leo, Cana, Jesús el Heavy”, recuerda...) que viven pegados a un tocadiscos y a unos discos de vinilo que escuchan de forma incesante. «Miguel y yo aún no trabajábamos -éramos “los niños del grupo”- pero Antonio y sus amigos, algo mayores, sí que ya lo hacían y tenían pasta. Que se gastaban en discos que Miguel yo vampirizábamos. En aquella casa estaban todas las músicas del mundo», recuerda. «En aquel grupo, cada uno tenía su propio rollo musical, lo cual le daba mucha variedad al tema». Ahí es donde, rápidamente, el blues entra en su vida. Y más concretamente, Eric Clapton. Antes ya escuchaba a bandas como AC/ DC o Deep Purple, pero la música del británico le cautiva. Como muestra de la importancia que la música tenía en aquel núcleo de adolescentes, podría quizás comentarse que, años después, tanto Martínez como los dos hermanos Fernández acabarían convirtiéndose, en distintos momentos de sus vidas, en promotores musicales. El salto al mundo del blues primigenio vendría, como tantas cosas, de mano de su Miguel Fernández: «Un buen día bajó a casa, llamó a mi puerta y me dijo que le habían pasado un disco de Clapton tocando «con un negro» que tenía que escuchar. El “negro” era Freddie King. Ahí sí que ya, definitivamente, descubrí el blues. Y Freddie King pasó a formar parte de mi particular panteón de héroes. Con ese disco me enamoro del blues puro y duro. Sin embargo, y pese a que el blues me apasiona, no me considero un “bluesman”. Me gustan todo tipo de estilos. Aunque es cierto que el blues es uno de lo que más me llegan». 16


En aquel momento, Cerdanyola estaba prácticamente muerta, a nivel cultural y musical. Había dos discotecas (el Drac Roig i el Gold Black) pero se dirigían a un público muy distinto. Uno de los pocos reductos a los que podían acudir los amantes del blues o estilos más rockeros era el también desaparecido “El Quijote” “Allí como mínimo Jordi, uno de los responsables del local, tenía siempre buenos discos para pinchar”. Poco tiempo después sus locales de referencia pasan a ser “El Racó Bohemi” (DEP Jesús) y “La Taberna del Tío Tom” (DEP Josep). Se fue de casa relativamente pronto. Siempre se había buscado la vida, dando clases particulares a niños del barrio, entre otras actividades. Con 19 años empieza a trabajar con un amigo como pintor y limpiador de cristales, «no me ganaba mal la vida, sobre todo considerando el panorama laboral de aquellos años, que era desolador, con unos niveles de paro muy elevados. Pero por otro lado siempre, hasta el último día, estudié con beca», comenta. Al mismo tiempo, intensifica sus salidas nocturnas. Que muy a menudo son musicales. Ya habían empezado antes pero ahora -emancipado- se intensifican. Entabla sus primeros contactos en el mundo de la música y empieza a hacer amigos en este mundo. Unas amistades que poco después le resultarán de gran utilidad. El Casal de Joves y los conciertos del Ateneo En esos años, a nivel cultural, la ciudad estaba empezando a cambiar. En 1979, tras cuatro décadas de dictadura, se habían realizado las primeras elecciones municipales. En pocos años, se pusieron en marcha varios

Dos conciertos en el Casal de Joves de Cerdanyola (años 80) 17


equipamientos culturales que albergaban actividades de todo tipo. Entre ellos, destacaba el Ateneo Municipal de Cultura (inaugurado en 1983) y el Casal de Joves (inaugurado en 1987). En ambos se programaban, de forma regular, actuaciones musicales de pequeño formato que, durante un tiempo, se convirtieron en importante punto de atracción para los amantes de la música de la ciudad. Sobre todo, para los más jóvenes. «En el Casal de Joves había concierto cada viernes. Y en el Ateneo, cada dos jueves. Y yo no fallaba ni una sola vez», comenta. Ahí donde empieza a darle vueltas a la idea de montar su propio local musical. «Yo no soy músico pero me quiero ganar la vida con la música», pensaba. «Y en vez de pagar las copas, preferiría que me las paguen a mí». Según comenta ahora, es consciente que para una persona con su edad, en aquel momento, ese objetivo puede parecer atípico, porque montar un bar musical significaba, lógicamente, renunciar a disponer de los fines de semana y los días festivos: «Pero para mí eso no suponía un problema, porque nunca me ha gustado salir cuando sale todo el mundo, y se producen grandes aglomeraciones. Cosa distinta hubiese sido que tener un bar musical me hubiese impedido asistir a los grandes conciertos en Barcelona. Pero este tipo de actos habitualmente nunca se hacen en fin de semana. O sea que ahí tampoco había problema...”. Poco a poco, la idea se iba convirtiendo en una obsesión. Una obsesión que sabía que estaba fuera de su alcance, puesto que no disponía de los recursos económicos necesarios como para poder llevarla a cabo. Sin embargo, en algún momento (“a finales de los años ochenta”, dice), decide que en cuánto pueda montará su propio garito musical. Un local que en aquel momento hubiese bautizado como “Blue Velvet”. Seguía trabajando como pintor (y, repite, «contratado y ganándome bien la vida») y estudiaba en la Universidad (filología románica. Dejaría la carrera en tercero, no sin antes involucrarse a fondo en muchas de las movidas políticas y estudiantiles que en aquellos años abundaban). Su trayectoria profesional dará un giro cuando -a instancias de su madre- se inscribe en unas oposiciones para ingresar en Telefónica. Unas oposiciones a las que se apunta, entre otros motivos, porque ya en aquel momento tiene claro que si quiere poner en pie su proyecto en algún momento deberá pedir un crédito bancario. Y para ello, será necesario poder demostrar que se cuenta con un empleo estable. El mismo día se presenta su inseparable colega Miguel. Ambos pasarán la prueba. 18


En 1988, con 23 años, se integra en su nuevo empleo. Pronto se da cuenta de que su proyecto no puede afrontarlo en solitario, ni aún pidiendo un préstamo. Necesita, obligatoriamente, buscar socios. Con ese objetivo empieza a plantear el tema a diversas personas de Cerdanyola, con negocios ya abiertos, ofreciendo la posibilidad de participar en la creación de un nuevo local musical, que él se encargaría de gestionar. Pero ninguno de esos contactos llega a nada. Los socios llegarán de donde menos lo esperaba.

Cartel promocionando uno de los conciertos del Casal de Joves 19


“El Último Tren”. Ante todo, un proyecto empresarial sólido Llama la atención que, ya de entrada, Martínez tuviese meridianamente claro que el proyecto funcionaría y que daría beneficios económicos. Es decir, aunque el impulso inicial del local se basaba en su pasión por la música, siempre tuvo claro que lo que se estaba montando era una empresa, y que por tanto lo primero era establecer unos criterios empresariales que habría que seguir con rigor. ¿Cómo tenía tan claro que el proyecto funcionaría? Según comenta ahora básicamente, por dos motivos: «En primer lugar, porque había una necesidad en el mercado impresionante. Eso estaba clarísimo. Y en segundo lugar, porque yo tenía también claro que iba a hacer las cosas bien hechas. Lo tenía todo muy pensado y anotado. Años más tarde, siempre me hacía gracia cuando venía alguien y me decía, «qué bien te va, qué bien lo has hecho»... y yo siempre pensaba para mí:

Fachada del local en su última etapa, tras las reformas realizadas cuando Martínez era ya el único responsable. Y Jordi, encargado de evitar molestias a los vecinos 20


El logo del local es una creación de José Sangüesa. El nombre fue inspirado por una máquina tragaperras (“El Tren”) que en los ochenta había en “La Taberna del Tío Tom” (otro garito mítico de Cerdanyola). Los tres socios buscaban un nombre que no ligase al proyecto que estaban poniendo en marcha con un solo género musical. 21


«hombre, tampoco es tan difícil. Si ves que hay una necesidad, se trata de cubrirla y de dar a la gente el servicio que a ti te gustaría tener. Esto último nunca se puede perder de vida. Si cuando vas a un sitio te gusta que el lavabo esté limpio, te tienes que preocupar porque tu lavabo esté limpio. Si cuando vas a un local te gusta que tu chica esté a gusto, si tú montas un local tienes que hacer que las chicas estén a gusto en él. Si te gusta que cuando vas a un bar la barra esté limpia, tienes que limpiar la barra constantemente, o ocuparte de que esté limpia... Y así, con todo. No puedes dedicarte sólo a la música, aunque la música sea lo que te ha movido a meterte en la aventura». Finalmente, encuentra los socios que necesitaba, pero no entre empresarios de la ciudad, como estaba intentando. Los socios aparecen, finalmente, de las movidas universitarias a las que tan asiduo había sido durante un tiempo. Eran “dos personas con sus carreras acabadas, con la mili ya hecha, hijos -como yo- de familias humildes y que al volver del servicio militar se encuentran sin trabajo. Y constatan que posiblemente les cueste encontrar un futuro laboral digno y estable. Se daba, por lo que recuerdo, la circunstancia de que ambos habían trabajando antes del servicio militar y tenían algunos ahorros que decidieron invertir en mi proyecto, para crear su propio lugar de trabajo». Eran José Sangüesa y Agustín Zapata. Ambos, biólogos. Tras explorar la ciudad buscando locales, finalmente se deciden por coger el traspaso de “El Al-Andalus”, un antiguo “tablao” Flamenco de la Calle Santa Anna. Eso hace que la operación resulte algo más cara, pero (como decíamos, ante todo sentido empresarial y ganas de hacer las cosas bien hechas) prefieren hacerlo así porque al tratarse de un local que ya tenía licencia para actividades musicales nocturnas, consideran que eso les evitará futuros problemas con Ayuntamiento y vecinos. Como ya se verá... eso finalmente no se cumpliría. Tras asumir el control del local realizan profunda transformación del mismo, conservando la insonorización -que nunca hasta ese momento había ocasionado quejas de ningún vecino- se decora todo el interior con madera, se construye una nueva barra de bar y se remodela el escenario, conservando aproximadamente un 50 % del antiguo “tablao”. También mantuvieron “las fabulosas rejas de hierro forjado de la puerta, que siguen ahí”, dice Ángel, y “unos farolillos que había en la barra, que mis socios 22


querían quitar y que yo me empeñé en mantener, porque me parecía que le daban un rollo New Orleans muy auténtico”. Aunque las cifras son aproximadas, la inversión requerida fue de siete millones de pesetas por el traspaso más dos millones más para toda la remodelación del local, las compras iniciales para ponerlo en marcha, los gastos derivados de la constitución de la sociedad (que por cierto tenía el curioso nombre de “Qué Tal Y Qué Toma, S.L.”) más un pequeño fondo de reserva para poder aguantar unos pocos meses, ante cualquier contingencia inesperada. En total, pues, unos nueve millones de pesetas de la época. Trasladado a euros e incorporando la correspondiente inflación, serían unos 100.000 euros actuales.

A la derecha de la imagen Pepe Sangüesa, uno de los tres socios y Maribel, la pareja de Ángel en aquel momento. “Sin su decidido apoyo, nunca hubiese podido poner el local en funcionamiento”, dice Ángel.

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Un éxito instantáneo Se inauguró en 1992, coincidiendo con el Festival de Blues y la Fiesta Major del Roser de Maig. Se tenía que inaugurar, «sí o sí», en esa fecha, precisamente para coincidir con el Festival de Blues. Era la forma de darse a conocer, aprovechando el gran número de aficionados a este género musical que durante esos días visitaban Cerdanyola. Según recuerda Ángel, “en aquel momento no había garitos en ningún punto del Vallès, exceptuando quizás alguno muy especializado en Heavy. Y en Cerdanyola solo estaba el «Manhattan» (o «Puzzle» no sé qué nombre tenía en ese momento) y el «Blues», que había abierto pocos meses antes. Y si hablamos de la comarca, solo “El Cargol Pelut” (Parets del Vallès) era el único local parecido a “El Último Tren”. A la drecha, el gran Vicente Zúmel

El rótulo de la puerta fue una de los cambios de la última etapa del local. Durante muchos años en la puerta sólo había el logo de la guitarra con la locomotora 24


Cartel del V Festival de Blues. Se hizo todo que fue necesario para que el local estuviese en funcionamiento al mismo tiempo que el Festival 25


existía «El Cargol Pelut», en Parets del Vallès. Nosotros nos dirigíamos a un público interesado e Blues y Rock. Teníamos que abrir durante el Festival, como fuese”. Se hizo una primera «pre-inauguración privada» un miércoles, con barra libre para todos los asistentes y con muchos detalles aún sin acabar. Y se hizo esa primera inauguración, restringida -para familia y amigosporque se pensó que hacer un acto similar, con barra libre, y de puertas abiertas, en viernes o fin de semana hubiese sido ruinoso. Aquel primer día ya se puso de manifiesto uno de los factores que contribuirían al éxito del local: la profunda complicidad de los músicos con el proyecto. Aquella primera noche, entre los invitados, estaban los miembros del grupo Johnny McCuerdo (uno de los más conocidos en aquel momento). Cuando supieron que no se había previsto música en directo, se rebelaron ante lo que consideraban un fallo imperdonable por parte de los organizadores del evento. Ni cortos ni perezosos dejaron la inauguración, se fueron a Terrassa -donde tenían su local de ensayoa buscar sus instrumentos, y volvieron con ellos a Cerdanyola. Aquel 26


primer día, en “El Último Tren” ya hubo un “bolo”. Sin embargo, y pese a las precauciones adoptadas para intentar limitar la afluencia de público, acudió tanta gente que la calle acabó colapsada. Finalmente, tuvo que intervenir la policía municipal. Dos días más tarde, abrieron las puertas al público. Primera corrección de rumbo: fijar un calendario estable de conciertos Aquel primer día abiertos al público no hubo música en directo. En un primer momento se pretendía que no existiese un calendario estable de conciertos, y que la gente acudiese al local sin saber si encontraría o no música algún grupo... o qué grupo. La sala, sin embargo, disponía de un piano y algunos instrumentos musicales, disponibles para cualquiera que se animase a tocar. Los responsables del local pronto comprobaron, sin embargo, que ese enfoque no funcionaba. Los conciertos pasaron, pues, a programarse de forma estable. En un primer momento se anunciaban solo en el mismo local, y con una semana de anticipación. Abrían todos los días del año.

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Los “graffitis” sobre madera de la última etapa, obra del conocido artista gráfico Werens (www.impaktesvisuals.com)

Las previsiones económicas en las que confiaban se cumplieron con creces. Quedó claro que había un mercado esperando una oferta de esas características. Según Ángel, «en quince años hubo de todo. Épocas mejores y épocas peores, pero el local fue rentable desde el primer día. De hecho, en un primer momento nos vimos desbordados. Acertamos de lleno. En realidad, poco después empezaron a crearse otros locales similares en ciudades vecinas. No puedo asegurarlo, pero siempre he pensado que nuestro éxito pudo ser determinante para que otras personas que querían montar historias parecidas viesen que era factible». Poco después abrieron salas como el Rock Club de Terrassa (después rebautizado como “Tombstone” y ahora “Facktoria d’Arts”..). “En muchos casos”, dice, “antes de abrir se pasaban por el mío para ver cómo funcionaba. Luego perduraron los que tenían que perdurar. Para que un tema de estos funcione tienes que ser un profesional. Lo cual quiere decir, también, que debes, un poco, artesano que ama lo que hace». «El Último Tren» se convirtió, rápidamente, en punto de referencia para los amantes del blues y el rock de toda la comarca... “y más allá”. 28


Además, «en aquel momento no había los problemas que hay ahora con la noche y la bebida. La libertad en ese sentido era mucho mayor. Desde ese punto de vista tuvimos las cosas mucho más fáciles que las que las hubiésemos tenido ahora». Ese éxito tuvo otra consecuencia: los «rockers» de toda la comarca empezaron a citarse, dos o tres veces por semana, en Cerdanyola. Con todo lo que eso significaba: motos, chupas de cuero, y gente con pelo largo «y pintas salvajes». Podríamos decir que la parroquia de «El Último Tren» no pasaba desapercibida en una ciudad que, hasta aquel momento, había sido extremadamente tranquila, y que incluso había sido señalada un par de veces, en aquellos años, como la ciudad de más de 50.000 habitantes con menos índice de delincuencia de Europa. Martínez lo ve de otra forma: «Cerdanyola, durante mucho tiempo, estuvo culturalmente muerta. Y claro, eso, a niveles de seguridad ciudadana es un chollo. Si en la ciudad nunca se hace nada, es más fácil conseguir que en la ciudad... nunca pase nada. Y sí, es evidente que cuando nosotros abrimos las puertas, empezó a llegar al pueblo gente que se hacía notar».

Xavi Rizzo (Triunfo de Baco) y Ramon Montardit (Second Line, Sol Lagarto) 29


Algunas de las maquetas (ya de la época del CD) que se enviaron al local para solicitar la posibildad de actuar en él

Durante esos primeros tiempos, los contactos y amistades personales establecidos, durante años, en un sinfín de eventos musicales, pasaron a jugar un papel muy importante. Empezaron a pasar por el escenario del local un buen número de músicos «no diría que consagrados, pero sí con experiencia y profesionales» que con el objetivo de echar una mano para que el proyecto se consolidase no ponían excesivos problemas a la hora de rebajarse considerablemente el caché. La noticia de que en Cerdanyola había un nuevo escenario a disposición de los músicos corrió como la pólvora en los ambientes musicales. Era lógico que así fuese. En Barcelona había varias salas musicales... pero estaban siempre colapsadas por grupos y artistas conocidos. Las bandas que empezaban lo tenían muy difícil para actuar o presentar sus nuevos trabajos. Por tanto, “El Último Tren” pasó a convertirse, también, en un recurso extraordinariamente interesante para las formaciones que necesitaban sitios donde poder actuar. Muy pronto empezaron a llegar al local «cassettes» con maquetas formaciones que pedían actuar. Si durante los primeros tiempos se 30


podían organizar cinco o seis bolos al mes, durante el mismo período de tiempo se podían recibir por correo, fácilmente, más de treinta maquetas. A lo que habría que añadir clientes estables del local que le entregaban la maqueta en mano «y lo mejor es que, al escucharla, descubrías que había muchas que sonaban realmente bien. Seleccionar a los grupos se convirtió en un gran problema. La oferta era enorme. Grupos de Sant Cugat, de Montcada, de Sabadell, de Terrassa, de Olesa de Montserrat... Cuando no venían personalmente a ofrecerse. Cada vez más gente se plantaba en el local. Normal. Se buscaban la vida. Además, cometí el error de dar mi teléfono a algunas personas. El número empezó a correr y aquello se convirtió “en un sinvivir”. Al final tuve que comprarme un contestador automático para mi casa porque las llamadas no paraban nunca. A menudo, los fines de semana, durante la hora de comer, entraban varias llamadas». En un primer momento, los conciertos eléctricos se hacían hasta la diez de la noche. Los acústicos, de noche. Cuando se mejoró la insonorización de la sala, los eléctricos pasaron a hacerse también de noche. Como ejemplo del éxito de la sala, se podría citar esta anécdota. Durante los primeros años, en las tarjetas y material promocional de «El Último Tren» se añadía la frase «Junto al Pabellón de Deportes», porque allí se celebraban los principales conciertos del Festival de Blues. Por tanto, para el público al que se dirigían era una referencia geográfica clara. Llevó tiempo, pero al final para mucha gente la referencia se había invertido y el Pabellón de Deportes era «el que estaba cerca de «El Último Tren».

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Problemas con vecinos y ayuntamiento Si por un lado los responsables de “El Último Tren” tuvieron la satisfacción de comprobar cómo el local se convertía en un éxito instantáneo, por otro no tardaron demasiado tiempo en vivir la misma desagradable experiencia que parecen, inexorablemente, destinados a vivir los propietarios de casi todos los locales musicales que, a lo largo de los años, se han abierto en la ciudad: los problemas con los vecinos y las autoridades municipales. Como pronto se vería, de nada serviría haber intentado hacer las cosas bien desde el principio, pagando una importante cantidad de dinero por un local que ya contaba, de entrada, con todas las licencias necesarias como para realizar en el mismo conciertos en directo hasta altas horas de la madrugada. Y lo que -aún hoy en día- indigna de forma considerable a Martínez es que, según le consta, esa licencia hubiese permitido funcionar, durante años a un “tablao” flamenco y en cambio el mismo

Miguel Bañón (Marañones) con Santiago Campillo (M-Clan) a la puerta del local 32


Maribel, una de las camareras “de referencia” del local durante muchos años, a la puerta del mismo

documento administrativo parecía convertirse en papel mojado cuando el mismo local, con la misma insonorización, empezaba a programar otro tipo de música: “¿Qué pasa, que el Flamenco era socialmente aceptable o políticamente correcto, y el blues, no?” se calienta todavía - casi tres décadas más tarde- cuando le sacas el tema. “Y lo que más me cabrea es recordar cómo muchos de los políticos que en aquel momento tuvieron que gestionar el expediente reconocieron en la prensa local que ellos habían sido clientes habituales del Al-Andalus, del que habían salido, a veces, bailando a las cuatro de la mañana. Durante todo ese tiempo, no había habido nunca ningún problema. Los problemas aparecieron con el cambio de clientela. Me pareció -y me parece- indignante lo que nos hicieron. No a nosotros, que también. Pero es que eso mismo le ha pasado posteriormente a otros locales musicales de la ciudad. Algunos, en fecha muy reciente”. 33


Afortunadamente, su caso era tan claro que contaron -desde un primer momento, y de forma clara- con tres apoyos. En primer momento, sus clientes habituales y los músicos de la zona, que les apoyaron de forma clara. En segundo lugar, la prensa local y buena parte de la opinión pública. Y, en tercer lugar, algunos funcionarios del departamento de cultura del Ayuntamiento, e incluso (de forma no declarada y más matizada”) de algún político local, que en conversaciones privadas les daba la razón, aunque a continuación les advirtiese que negarían en público haberlo hecho. Pero relatemos los hechos de forma cronológica. Ya se ha explicado cómo, el día de la inauguración “restringida”, y pese a que se intentó que esta pasase relativamente desapercibida y acudiese poca gente (entre otros motivos, por el factor puramente económico) la fiesta que se acabó organizando fue de tal calibre que la gente no cabía en el local, y se acabó cortando la circulación de la calle, hasta que intervino la policía municipal. Ya ese día uno de los vecinos de “El Último Tren” se dirigió a uno de los socios con la clásica frase: «yo este local lo voy a cerrar. Y

“Rober” (mítico miembro de la comunidad “rockera” de Cerdanyola), Joan Moratona (DEP) y Fina Melenchón

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Martínez, de copas, en la Pizzería Nápoli, justo enfrente de “El Último Tren”. Entre otros, “Leo” (su grupo tocaba aquella noche) y varios miembros de Jack Gasolina

para hacerlo, tengo muchas teclas que tocar en el Ayuntamiento». Ahí empezaron los problemas. Ahora, analizando lo que sucedió con la perspectiva del tiempo, Martínez considera que las quejas de algunos de los vecinos de la zona -no de todos- pudieron ser parte del problema. Pero no todo el problema, ni tampoco la parte más importante del mismo. “Cerdanyola era un cementerio, y los cementerios son muy tranquilos. Nosotros cambiamos eso” Según recuerda: «Nosotros nos integramos en la asociación de vecinos. Y yo estuve en varias reuniones de la asociación en las que se habló de El Último Tren. Ni de lejos había una posición unánime respecto al local. Es cierto que había vecinos que estaban en contra nuestro, y que querían que cerrásemos. Pero también había otros que nos apoyaban. Recuerdo muy especialmente una reunión en concreto en la que se produjo una gran polémica, porque el presidente se tomó la libertad de 35


presentar en el Ayuntamiento una queja en contra nuestro, sin haberlo comunicado previamente a la Asociación. Lo que provocó el lógico cabreo entre los miembros que defendían nuestra continuidad». «Por otro lado» - reconoce- «también hay que decir que aquel vecino que desde el primer día nos amenazó con ir a por nosotros podía tener parte de razón. El local tenía algunos desajustes técnicos que le podían afectar, y que desconocíamos. Pero eso se podía solucionar, como se hizo en cuanto se detectaron. Pero fueron por nosotros a degüello. Y el problema de fondo -creo- era otro». Para Ángel -como ya se ha dicho- el problema principal estaba en el “cambio de escenario” que la aparición de un local como el suyo suponía, y el hecho de que plantease problemas, hasta entonces, inexistentes: «Cerdanyola, en aquel momento, estaba muerta. Me suena haber leído en la prensa, en alguna ocasión, que era una de las ciudades de más de 50.000 habitantes con menor índice de delincuencia de toda Europa, aunque hablo de memoria. ¡Nos ha jodido! Claro que era una ciudad tranquila. Una ciudad muerta es una ciudad tranquila. En los cementerios no hay problemas. Lo que tiene una serie de consecuencias muy cómodas para determinada gente. La policía no tiene problemas, los políticos no tienen problemas en ese sentido... Y de repente se encuentran con que un barrio hipertranquilo, de casitas bajas y apartado del centro, en el que nunca ha pasado nada... se les llena dos veces por semana, de motoristas, rockeros, y un 36


relativo ambiente de fiesta y jarana en una de sus calles. Yo creo que para la policía supusimos, de repente, un problema que no estaban acostumbrados a gestionar. Por otro lado, se decía que en aquel equipo de gobierno había un sector que hacía gala de una cierta ideología que quizás podría resumirse como: «en mi pueblo no se van a dar facilidades a según qué tipos de locales problemáticos». Con esto no habíamos contado”. Prácticamente desde el primer día, desde el Ayuntamiento se inició, respecto al local, un marcaje constante. Control de horarios, de decibelios, y de posibles molestias causadas a los vecinos. En un primer momento, los maquinistas del tren estaban tranquilos, con la seguridad de que lo tenían todo en regla y de que contaban con los permisos legales que les habían sido traspasados con el local. La gran “batalla campal” de la Calle Santa Ana Hasta que un buen día -y una vez más, siguiendo la mejor y más clásica tradición de los problemas que suelen estar asociados a este tipo de locales- se montó una bronca en la que intervino un grupo de motoristas que acabó -parece- en toda una “batalla campal” que recorrió buena parte de la calle Santa Anna, para “disfrute y regocijo” de varios vecinos.

Con los componentes de “Soulid”. Tocaron varias veces en el local 37


Con su gran amigo Pepe Sierra (DEP). A la izquierda Susana, en aquel momento su pareja y uno de los pilares del local en los últimos años

Incidente que Ángel valora con el también clásico comentario, que en este caso suele estar en boca del responsable del local de turno: «De acuerdo, eran clientes nuestros. Pero la pelea tuvo lugar en la calle, no en el local. Y aún así se nos culpó a nosotros. Y eso que fuimos nosotros los que llamamos a la policía. Pero en ver de darnos cobertura, nos convirtieron en culpables». Poco después llegaba una primera notificación del Ayuntamiento, indicando que la licencia del local no amparaba la música en directo, y que en ningún punto del proyecto presentado en su día se hablaba de un equipo musical. Al mismo tiempo se empezaban a realizar mediciones de sonido, en el local y en casa del vecino. “Todas salieron correctas hasta que un buen día, en una de ellas (¡y sólo en una!) se registró un exceso de volumen... ¡de un solo decibelio!”. Era el pretexto que necesitaba el Ayuntamiento. En enero de 1993 se prohibía a “El Último Tren” programar ningún tipo de música (¡incluyendo «la enlatada»!). Como ya se ha dicho, la reacción ciudadana fue rápida y en varios frentes. Se organizó, con gran éxito, una recogida de firmas de protesta, 38


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Con los miembros del grupo “Riders”

denunciando que lo que ya hemos dicho: que durante años había habido en el mismo local -sin ningún problema- un “tablao” flamenco (con todos los permisos en regla, que seguían vigentes). No parecía lógico que los problemas legales empezasen al cambiar el género musical del local. Al mismo tiempo, los tres socios de la empresa se ponían en manos de abogados. Afortunadamente, la lógica -aunque lentamente- se fue imponiendo. A los quince días se les permitió volver a poner discos (pronto se demostró que el proyecto aprobado en su día por el Ayuntamiento lo permitía). A las muestras de apoyo públicas y decididas de la prensa local, de sus clientes y del público se empezaron a sumar (de forma más discreta) las de funcionarios y políticos de la ciudad. Por otro lado, los abogados que se habían contratado les aseguraron desde un primer momento que el tema estaba claro, que tenían todos los documentos en regla y que si había deficiencias técnicas en la insonorización lo que debían hacer era solventarlas y notificarlo al Ayuntamiento. Durante esos meses, el público siguió acudiendo, aún sin música. E incluso, los músicos siguieron actuando, por solidaridad... sin 40


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Celestino Sánchez, alcalde de Cerdanyola en el momento en que se abrió el local y Ángel Martínez

amplificación. Utilizando, únicamente, instrumentos acústicos. El Tren no estaba destinado a descarrilar. Finalmente, tras realizar todos los estudios acústicos se optó por cerrar el local dos semanas, realizar una importante inversión económica y corregir los defectos detectados. Se instala también una puerta con doble aislamiento acústico. Y se solicita al Ayuntamiento permiso para reanudar las actividades, entregando al mismo tiempo las firmas recogidas. Pero el permiso nunca llega. Finalmente, Ángel coge el toro por los cuernos. Solicita una entrevista con el Alcalde, Celestino Sánchez. Le cuesta, pero la consigue. Se planta en su despacho toda la documentación -los permisos de actividad originales, y las reformas realizadas- y le manifiesta su sorpresa por las dificultades en conseguir la licencia para reanudar las actividades. Según cuenta, el político «flipó». Miraba y remiraba los papeles y no paraba de manifiestar una creciente incredulidad. Al final le mira y le dice: «¿Pero... todo esto es cierto? No tiene nada que ver con lo que me habían contado...». Ángel también recuerda como, justo en ese momento, sin llamar a la puerta y sin previo aviso, de repente entró en el despacho, de forma enérgica, Antonio Rodríguez (conocido popularmente como “León”). Era una de las figuras como más influencia en aquel equipo 42


de gobierno. Y era también a quien se le solía atribuir una mayor animadversión a este tipo de locales y actividades. Parece que no tuvo ocasión de hablar. El Alcalde se le quedó mirando fijamente, y le ordenó de forma tajante salir. Siguió -según Ángel- una conversación larga y agradable en la que Celestino, tras contarle su vida con detalle, le dijo que no se preocupase y que todo se solucionaría en breve. “Al César lo que es del César”, dice ahora, “a partir de ahí, las cosas cambiaron y dejaron de acosarnos. Que ya era mucho”. Pero los problemas aún no habían terminado. “Ángel, nadie va a querer firmar tus papeles. Hazlo por silencio administrativo” La solución definitiva aún tardaría en llegar. Y no sería la que hubiese debido ser. Tras el encuentro con el Alcalde, los responsables de “El Ultimo Tren” se encontrarían aún con un último obstáculo. Por los motivos que fuese, el permiso oficial y definitivo que necesitaban para volver a programar conciertos no llegaba. Al final, uno de sus contactos en el Ayuntamiento les dijo lo que sucedía: “nadie va a querer firmar esto. Te va a costar mucho conseguirlo. Lo mejor que puedes hacer es presen-

“Oh! Well”. A la guitarra, “el pelut” Francesc Bertran. A la batería, Juli “El Lento”, que también fue clave en la posterior edición del CD del local 43


tar una instancia diciendo que vuelves a programar música en directo, a partir de tal fecha. Nadie te la contestará, y por tanto, por silencio administrativo podrás volver a la normalidad”. Estupefactos, fue lo que hicieron. “El Último Tren” nunca tuvo, durante toda su historia, una licencia definitiva firmada por quien correspondía. El colofón de todo este triste periplo administrativo llegaría mucho después. La Generalitat de Catalunya -que también había intervenido en el asunto debido a las denuncias formuladas por algunos vecinos- reconocía, años más tarde, cuando ya todo estaba olvidado y superado y en ese caso sí por escrito... que los permisos y insonorización original eran correctos y ajustados a la normativa legal vigente en aquel momento. Por lo tanto, el local había estado siempre dentro de la ley.

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“No Punk, No Heavy, No Jazz, No Flamenco” El local abría todos los días del año y -en principio- había bolo dos veces por semana. Los miércoles (acústico) y el sábado o el domingo. De forma excepcional, si por algún motivo la situación lo requería, se podía organizar un bolo extraordinario cualquier otro día de la semana. Cuando le ofrecían una maqueta la primera pregunta que hacía era: «si consideras que vuestro estilo no es ni punk, ni heavy, ni jazz, ni flamenco, dámela. En caso contrario, los dos estaremos perdiendo el tiempo». Lo cual no quiere decir que, de forma esporádica, en el local no pudiese tocar algún grupo de punk, algún grupo de jazz e incluso algún grupo de flamenco. Pero, una vez más, tenía que ser algo extraordinario, y con algún motivo muy concreto que lo justificase. Una vez más, primaban los criterios empresariales y la necesidad de que el local dejase bien definida su orientación: «Cuando voy a un sitio,

Marian Barahona, vocalista de gran número de bandas. A la batería, el gran Miquel Garcès (DEP) 46


“Joe Traveller” (Joel García) de los Midnight Travellers

tengo que tener claro, de entrada, lo que me voy a encontrar. Algún día me puedo encontrarme alguna sorpresa, que me podrá gustar más o menos. Pero eso tiene que ser excepcional. En mi opinión, ese es el motivo por el que muchos locales no funcionan. No puedes volver loca a la gente. Si yo voy a comer a un restaurante que se anuncia como especialista en jamón serrano, no puede ser que tres de cada cuatro veces el plato del día sea pizza. Por eso el local siempre lo anunciamos como Blues, Rock & Ritmes. De hecho, formaba parte del logo que publicábamos en toda nuestra publicidad. El «ritmes» nos permitía hacer esas excepciones. Pero eran excepciones. Lo que no significa que no pudiesen sonar Kiko Veneno, Sinatra, Bob Marley o Motorhead cuando pinchaba. Al final, todos estos artistas para mí son puro rock’n’roll y entraban en nuestra filosofía. Hubo a quien le costaba más entenderlo... pero al final también lo hacían». 47


Ron de KaĂąa (Ripollet)

Sexage

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1.500 conciertos en 15 años Como suele suceder con la gente que “hace historia”... no existe un registro histórico exacto de todo lo que hicieron. Están ocupados en otras cosas más importantes que llevar un diario. Eso significa, en este caso, que no existe una lista detallada de todas las bandas que tocaron en el local durante los quince años que estuvo en funcionamiento. Se puede calcular, sin embargo, que aproximadamente se realizaron unas 1.500 actuaciones. Más difícil es calcular el número de grupos, porque muchos repitieron en varias ocasiones.. Esta cifra es resultado de multiplicar los once meses al año (es decir, cuarenta y cuarenta y cuatro semanas) en que se programaban conciertos por dos conciertos semanales. Es decir, ochenta y ocho conciertos, mínimo. Sin embargo, durante el Festival de Blues se hacían, cada año, un mínimo de ocho conciertos en directo. Y hay también que sumar sumar las actuaciones no programadas pero que el local consideraba que “no podía dejar perder”. Y lo mismo sucedía durante el mes en el que, teóricamente, no había actividad sobre el escenario. Si algún grupo conocido

Johnny Shepherd & The Hurricanes 50


Dos recortes de prensa informando de la actuación de Mayka Makovoski, y otras bandas, en el local. En el momento de redactar estas líneas, Makovski hace ya tiempo que es una artista consagrada. Triunfa además como presentadora en TVE, conduciendo uno de los pocos programas de música en directo que pueden verse en actualidad en la pequeña pantalla.

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Jonah Smith (USA) - Fue uno de los “bolos” extras para no perder la ocasión

estaba de gira, presentaba disco en aquellas fechas, o se consideraba que había que hacer una excepción, el “bolo” también se hacía. En definitiva, fácilmente se llegaba a 100 conciertos por año. Esa cifra, multiplicada por quince años... da como resultado un total de unos mil quinientas actuaciones en directo. Sobre el escenario, algunos afortunados tienen hoy la suerte de poder decir que vieron en directo a algunos artistas que, años más tarde, se convertirían en auténticas estrellas. Hablamos de bandas tan conocidas como M-Clan, Sol Lagarto, o Mayka Makovski, por citar tan sólo algunos nombres. Martínez destaca también a otros nombres para él fundamentales. Como Muchachito, en sus inicios (con el nombre de Trimelón de Naranjus), Bluesfalos, Garage Jack, Lluís Coloma, Jordi Mena (Sau, Jarabe de Palo, y desde hace años guitarrista de Bunbury) o David “Gnaposs”, guitarrista de primer nivel de Cerdanyola que ha acompañado, entre otros, a Jarabe de Palo o “Els Pets”. La lista sería interminable. Reconoce también que, ahora, cuando repasa los nombres de los que tiene constancia “de muchos ya ni me acuerdo de quien eran ni de cómo tocaban”. Recuerda también como algo muy especial a Dogo y Los Mercenarios, “banda legendaria que volvía a la carretera tras muchos años. Esa gira catalana, además, se la montamos Miguel Fernández y yo mismo”. 52


M-Clan

LluĂ­s Coloma 53


“¿Próximo Tren, destino Barcelona?” En 1995, durante unas vacaciones en Cuba (“durante todo el año trabajaba como en esclavo, doblando turno. Primero en telefónica, y luego en el local. Pero cada verano me pegaba unas vacaciones a todo trapo que me lo compensaban”) conoce a un empresario alemán, con gran poderío económico. Dos años más tarde, el personaje la visita en Cerdanyola. Tras recorrer con él diversos lugares de la ciudad, acaban en “El Último Tren”. El tipo “flipó” con la cantidad de gente que había en el local. Se ponen a hablar de negocios, le pide ver los libros de cuentas, Ángel se los enseña... y ni corto ni perezoso, le propone abrir lo mismo, pero en Barcelona, y por todo lo alto. La oferta le resultó extraordinariamente atractiva. De hecho, pasó unos meses buscando local en la capital. Por suerte o por desgracia, no encuentró lo que buscaba. “El alemán me decía que por la pasta no me preocupase. Ahí no habría problema ninguno. La ponía él. Pero exigía una cosa. Que al final es lo mismo que nosotros buscábamos inicialmente cuando abrimos en la Calle Santa Anna: que el local que contratásemos tuviese, de entrada, todos los permisos necesarios para programar música en directo. Fue imposible. No encontramos ninguno”.

Joan Amaro, bajista de Big Yuyu y de los primeros Johnny McCuerdo 54


Portada del CD editado por el local

Al mismo tiempo, se produce un inesperado giro del destino: sus dos socios encuentran, al mismo tiempo, la oportunidad de dedicarse profesionalmente a las actividades para las que se habían preparado en la universidad (con gran éxito, hay que añadir. Los dos han desarrollado trayectorias muy destacadas en sus respectivos campos). Ello suponía para él la posibilidad de quedarse con el 100 % de las acciones de la empresa, y por tanto pasar a ser el único responsable. “Entre que no salía el local que buscábamos y que de repente me encontré con la posibilidad de gestionar la sala con total libertad -con el alemán no sé cómo hubiese ido- lo de Barcelona quedó olvidado. De vez en cuando pienso cómo nos hubiese ido en Barcelona. Quizás hoy sería millonario y viviría en las Bahamas...”. El disco de despedida Una consecuencia de aquel episodio sería que -pensando que se trasladaban a la Ciudad Condal- quiso hacer algo que, de alguna manera, dejase constancia de aquellos cinco años de música en directo. Ni corto ni perezoso, decide aprovechar unos ahorros que tenía para grabar un disco con algunos de los grupos que habían actuado en la sala. 55


«Fue una locura, con un éxito económico más que discutible», comenta. Eran los primeros tiempos del CD, “y aquello salió carísimo. Le propuse el tema a Luis García, el guitarrista, y a Sergi, que en paz descanse. Los dos eran técnicos de sonido, y uno tenía un pequeño estudio en Sabadell, donde grababa las maquetas previas de sus trabajos Albert Plà, del que era muy colega. Les dije que tenía una cantidad de dinero que quería invertir en producir un disco, y que si -a precio cerrado- les parecía viable, lo tirábamos adelante. Total, que acabamos montando en el local un estudio de dieciséis pistas -y con público- y grabamos el disco. Una locura. Nos echaron también un cable Juli «El Lento», a través de su discográfica y del local que tenía en Mataró, similar al mío”.

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Etapa final: Ángel toma el control El 12 de marzo de 1998, tras cuatro semanas de reformas, el local se reinaugura, ya con Ángel Martínez como único responsable. Entre otros cambios, se instaló en la puerta el rótulo con el nombre. Hasta ese momento, la única identificación que había en el exterior era el ya mítico logotipo de la locomotora sobre la guitarra. Pone también en marcha una medida de la que nunca antes había podido convencer a sus socios: en la puerta del local pasa a haber, siempre, una persona que tenía como única misión persuadir amablemente a la gente que salía del local para que no se quedasen en la puerta del mismo, evitando así problemas y molestias a los vecinos. “Eso, para mí” - comenta- “era una inversión que había que hacer, y que era fundamental. Pero nunca pude convencerles. Para ellos no era una inversión, si no un gasto. Cuando asumí el 100 % del control fue una de las primeras cosas que puse en marcha. Los hechos demostraron que estaba en lo cierto. No era tanto un control de entrada si no que era más bien un “control de salida”. Se trataba de que hubiese

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Arriba. Jordi, el encargado de mantener el orden a la salida del local para minimizar las molestias a los vecinos. Tarea que realizaba con elegancia y firmeza. Junto a estas líneas. Postal de reinauguración. La ilustración es del reputado artista Werens. La editó “Postalfree”, empresa de Antonio Fernández, otro de sus grandes amigos.

alguien en la puerta que le recordase firme pero educadamente a la gente que no se quedasen allí al salir, para minimizar las molestias a los vecinos. O que si querían consumir determinadas sustancias que yo no permitía en el interior, se alejasen tanto como fuese posible para hacerlo”. Esa tarea la hicieron varias personas (incluyéndole a él mismo en ocasiones) hasta que finalmente llegó Jordi. Se dieron cuenta de que no encontrarían a nadie mejor, y no hubo más cambios. Añade que esa figura se convirtió, también, por lo que le dijeron, en un factor añadido de tranquilidad para la Policía Local, que cuando pasaba por allí en una ronda nocturna comprobaba que había en la puerta una persona fornida y bien arreglada, cuya función era evitar problemas e intentar poner un poco de orden si era necesario. 59


En esta pรกgina y en la siguiente, diversos materiales relacionados con la celebraciรณn del X aniversario del local.

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El bonotren del X Aniversario y algunos de los maquinistas de la locomotora hasta ese momento 61


Última parada: Burbuja inmobiliaria

“El Último Tren” cerró las puertas el último sábado del año 2006. ¿El motivo? La fuerte especulación inmobiliaria que en aquel momento se vivía en España, y que acabaría pocos meses más tarde con el estallido de una burbuja especulativa que, combinada con la crisis de los mercados financieros que al mismo tiempo se había desencadenado en Estados Unidos acabaría provocando una larga crisis económica. “Las pequeñas casas que ocupaban casi toda la calle donde nosotros nos habíamos instalado fueron cayendo una a una y dando lugar a bloques de pisos”, recuerda. “La siguiente era la nuestra. A nosotros, en esa época nos finalizaba el contrato de alquiler y el propietario -que pensaba que iba a pegar un pelotazo- no nos lo quería renovar a largo plazo. Pretendía que renovásemos mes a mes. Eso, lógicamente, no nos interesaba. Sin lugar a dudas, yo hubiese seguido. Pero entre los problemas con la renovación, el hecho de que yo tenía en aquel momento un niño pequeño y como tenía también mi empleo en Telefónica -que nunca había dejado- finalmente pensé que el destino me estaba mandando una señal clara. Era momento de cerrar una etapa y dedicarme a la familia”. Tras quince años, 1.500 conciertos en directo

Susana y “el torbellino encantador” de Ángel. Debían estar, dice, “desmontando el local”, cuando ya se había cerrado. 62


Michael Young. (Saxofonista americano. afincado en Sabadell por un tiempo “por cuestiones de corazón”). También se enamoró del garito. No fallaba en las jams

y tras crear escuela y señalar un camino, “El Último Tren” cerraba sus puertas. Paradójicamente, la crisis inmobiliaria estalló antes de que el propietario del local pudiese venderlo. Hoy, catorce años más tarde, la sala sigue siendo un local musical. En enero de 2007 se hizo una gran fiesta de despedida en “Mundo Caníbal”. El documental en DVD Poco antes, en 2006, a la sala y el propio Ángel se les había entregado el Premio Especial del Jurado en las “Jornades del Comerç i la Restauració”. “En aquellas ocasiones el Ayuntamiento realizaba pequeños documentales en vídeo”, recuerda. “Yo tenía pensado ya el día en que cerraba las puertas, y la fecha de la fiesta. Total, que un buen día me planté en el Ayuntamiento y, consciente de lo que había sido el local para el pueblo, le propuse a la concejala Consol Plà que quizás estaría bien que se rodase un documental para dejar constancia de lo que el mismo había sido. Vio claro que ese documento tenía valor 63


histórico y me dijo que sí. Lo financió Cultura, que en aquel momento estaba en manos de CiU”. Y repite: “Una vez más, al César lo que es del César...”. Un documental está disponible en YouTube y del que comenta: “Me parece que viéndolo, entre otras muchas cosas, queda clara la importancia que la música tiene para la vida de la gente. Y me parece que desde “El Último Tren” hicimos una gran labor acercando la música a la gente de Cerdanyola. Aunque pueda parecer un poco pedante, creo que hicimos bien las cosas y que realizamos una labor cultural importante. No tan sólo a nivel empresarial -que también- si no que cambiamos muchas cosas y marcamos una época. Y creo que es algo de lo que todos podemos estar satisfechos. Todavía hoy, después de cerrar las puertas, me encuentro gente a la que ni conozco que me felicita cuando me reconoce, supongo que de haberle servido copas. Y no tan sólo en Cerdanyola, quizás más a menudo fuera. E incluso, en alguna ocasión, te diría que fuera de Catalunya”. El documental se grabó en la fiesta de Mundo Caníbal y la última noche de “El Ultimo Tren”, con Sol Lagarto sobre el escenario. Como ya hemos dicho, una joya disponible en YouTube, si la queréis disfrutar.

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Premios y reconocimientos

Pese a los problemas experimentados durante los primeros tiempos, una vez se normalizó la situación la labor de los responsables de “El Último Tren” fue reconocida. Tanto fuera de la ciudad, como dentro de ella. Así, ya en 1993 el “Diari de Barcelona” publicaba una elogiosa crítica que les llenó de orgullo. Ángel Martínez lleva años intentando saber quién está detrás de las siglas J.L.S. que firmaban aquella pieza. Nunca ha conseguido averiguarlo. A nivel más institucional, también llegaron diversos reconocimientos. Así, en 2003, fue uno de los nominados al premio “Cerdanyolenc de l’Any”, en reconocimiento a su tarea a favor de la cultura. Y tres años más tarde, como ya se ha dicho, fue premiado nuevamente, ya cerca de cerrar las puertas, en “La Nit del Comerç i la Restauració”. Hace relativamente poco, y cuando hacía ya años que el local era solo un recuerdo, le llegó una nueva muestra de reconocimiento que le emocionó especialmente: un monográfico del programa de radio “Bidean”(lo emite Radio Siberia, en Vitoria-Gasteiz), especializado en el mundo de la cultura, en general (no solo de la música) le dedicó a “El Ultimo Tren” todo un monográfico. Está disponible en Ivoox.

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Arriba. Año 2003. Nominado como uno de los posibles “Cerdanyolencs de l’Any”. Finalmente, ganó el premi Salvador Mañosa. Dice Martínez “era la justo, así debía ser, y así fue”. Tras él, la escultora Elisa Arimany y Manolo Ibarro (miembro del jurado y fundador del Festival de Blues de Cerdanyola) Junto a estas líneas, documento acreditativo del premio especial del Jurado a “El Último Tren” (Nit del Comerç i la Restauració, 2006)

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Algunos de los grupos que tocaron 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19.

2530 Ácido Cínico Al fondo a la derecha Alejandro Filio Alex Ramos Alex T.N.T. Alius Andaquetú Anna Català Quintet Apple Starking Arrumbaos Badge Berti Laski Bitter Fix Black Cat Bones Black Market Black Moon Creeping Blueberry Hill Blues Explosion

20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38.

Black Jack 68

Blues De Rostoll Bluesfalos Blues Reunion Boludo Diablo Bonito Hermano Bosquimano BrujoKaan Bubu King Busco a Jazz Cancerberos Capitán Morgan Clandestinos Club de Funks Coda Código de Marras Contrabanda Cool Frog Cravers Crazy Blues


Smoking Stones Trío

39. 40. 41. 42. 43. 44. 45. 46. 47. 48. 49. 50. 51. 52. 53. 54. 55. 56. 57. 58.

Cuidado Dan Electro Diselotú Diuca Dogo y los Mercenarios Dr. Blues Dum Dum Boys Ego Trip El enano y sus locas El Expreso de Bohemia El Legado El Sobrino del Diablo Epileptic Fish Eva y los Tímidos Exit Fabolous Fabolous Fas Tard Félix Slim & All Freedom Fool for Seven Forrest Band

59. 60. 61. 62. 63. 64. 65. 66. 67. 68. 69. 70. 71. 72. 73. 74. 75.

Fosc Garaje Blues Garaje Jack Gran Pánico Sur Gregg & Gemma Dayton Guateque Guillermo Cides H-Delones Harmónica Zummel Blues Band Henry Joseph Hot Blues Ignorants Jaca Paca Blues Trio Jack Gasolina Je!Je! Jep Cardona Joan Pau Cumellas & Miquel Talavera 76. Joe Kabeza 77. Johnny McCuerdo 69


Steve De Swart

78. 79. 80. 81. 82. 83. 84. 85. 86. 87. 88. 89. 90. 91. 92. 93. 94. 95. 96. 97.

Jonah Smith June Frost Justerini & Blues Justo y los Pecadores Keep on Rockin’ Keympa Kozmics Muffins K’tel Bourbon & The Hornimans La Destilería La Fuga La Funkdación La Huella Laia Porta & Albert Cubero Sextet La Incombustible La Nau Blues Band La Ruta Les Batinses Las Perlas Lester Family Ley de Murphy

98. Lone Rhino Club 99. Los Bisontes 100. Los Burton 101. Los de Marra 102. Los del Hoyo 103. Los Finos 104. Los Guarriors 105. Los Stompers 106. Los Peores 107. Los Perlas 108. Los Superpuestos 109. Luis Coloma & Blas Picón 110. M-Clan 111. Macondo 112. Magic Band 113. Malcom Scarpa 114. Mama King 115. Marsfool 116. Matthew Skoller’s Lost Trio 117. McFly 70


118. Megamortis 119. Midnight Riders 120. Midnight Rockets 121. Midnight Specials 122. Midnight Travellers 123. Miguel Bañón & Santiago Campillo 124. Mofa Tres 125. Mojo Experience 126. Moonfunk 127. Mule River 128. Octavi Cortés 129. Oh! Well 130. Organics 131. Out of the Blues 132. Out of the Shades 133. Out Rigger 134. Overgrown 135. Papadok 136. Paul Fusté

137. Pep Banyo & the Blues Devils 138. Pink Panther Band 139. PinkCats 140. Placton 141. Prebe y los Anónimos 142. Predicador Ramirez y los Hoochie Coochie Boys 143. ¿Que hay de nuevo viejo? 144. R.C. Brothers 145. Radio One 146. Rangers 147. Raval 148. Recuerdos de Rita 149. Red Mosquito 150. Remasters 151. Riders 152. Ron Vudú 153. Rod Reay & the Holly Fuckers 154. Second Line 155. Seventh Heaven

David (La Incombustible) 71


176. The Sec River Band 177. The Stompers 178. Tommy Moto & Kaminari 179. Traditional Tourist 180. Trimelón de Naranjus 181. Txell Sust 182. Txus Blues & Jose Bluefingers 183. Tyrrell Corp 184. Última Vuelta 185. Ultimas Noticias 186. Vade Retro 187. Van de Blues 188. Vitamina R 189. Willie’s Blues Band 190. Xavier Baró 191. Zac

156. Siete Muelles 157. Sing Swing 158. Smoking Blues 159. Smoking Stones 160. Sol Lagarto 161. Sonfunk 162. Sorpresa 163. Soulid 164. Sr. No 165. Steve De Swart Trio 166. Susú 167. Sweet Little Montse 168. Taizé 169. Texas Crude 170. The Bon Scott Band 171. The Hendrix Trace 172. The Hilltops 173. The Jetta Band 174. The King Revelers 175. The Midnight Travellers

Borja Peyrón (componente de Keympa, grupo de folk) 72


Dan Electro & Pepe Gรณmez

Los Pasantes 73


Álbum de fotos - Las Bandas

Juli “El Lento”

Joan Antón Calvet (Justerini & Blues) 74


Maika Makovski y Jordi Vรกzquez (cantante de The Bon Scott Band)

Garage Jack 75


Riders

David “Gnaposs” (aquí, con Sol Lagarto)

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Rizzo & Montardit

Ron VudĂş

77


Ron Vudú

Sex. PiR 78


Southside - Embrión de la Kozmic Blues Band (Banda de tributo a Janis Joplin)

“Tea” (Madrid) 79


Txus Blues & JosĂŠ Bluefingers

Hot Blues 80


Fourious Planet

Alius 81


“June Frost” (banda de Escocia, con músicos de varios países)

The Freewheelin’ Tornados

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Jam Session (Albert Chaparro, Xavier Balaguer y Lluis GarcĂ­a, entre otros)

Gregg & Gemma Dayton 83


Los “Bluesfalos”, con “peña” del local, en la puerta del mismo

Javi (Keympa, entre otras bandas) 84


Ă lbum de fotos - Los Pasajeros

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A la izquierda, Zipi y Pepe, dos de los fundadores del local

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“El Gran Alex” (actual culpable del “Txiringuitu” musical de Ripollet, entre Susana y - a la derecha- Ana León, dos de las “revisoras” del Tren 91


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Repertorios de bandas que pasaban por el local

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Ă lbum de fotos - El Maquinista

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Ángel, con los componentes de “Oh! Well” 96


Santiago Campillo, , Miguel Bañón y Ángel Martínez. El segundo por la izquierda es Javier Velasco. “Otro de los puntales de la sala durante muchos años”, dice Ángel

“Soulid”, con Ángel Martínez 97


Con “Synchronicity”, tributo a The Police

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Ramon Montardit, Laura Rubio y Ă ngel

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Con Laura Rubio, la espectacular voz de Garage Jack

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Buscamos información de “El Último Tren”

Si tienes recuerdos, anécdotas, información o material de cualquier tipo que quieras compartir, para la edición definitiva e impresa del libro, por favor escribe un correo electrónico a.

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