La hermosa Sana´a

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YEMEN, LA ARABIA FELIX

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La antigua Sana´a, su mercado y sus gentes. "Viajar no es tan sólo moverse en el espacio. Más que eso, es acomodar el espíritu, predisponer el alma y aprender de nuevo". Ortega y Gasset. Diez meses de incansable búsqueda, tomando notas, hablando con viajeros de todo el mundo y recopilando información sobre un país que me fascinaba de una forma casi obsesiva. Pero todo se desvanece en el instante en que se abre la puerta del avión de las líneas aéreas Yemenitas, y el primer soplo de aire llena tus pulmones. Ahora estoy en La Arabia Feliz, como bien bautizaron los romanos a ese trozo de tierra en la franja más meridional de la península arábiga. Sana`a, la esperada, la soñada, la ciudad donde reposa el espíritu de los que formaron el antiguo reino Himyarí. Entre en la ciudad vieja, casi de puntillas, sin hacer ruido, era como si temiera despertar de un sueño y que todo a mi alrededor se desvaneciera. Atravesé sus murallas que bordean el cauce del rió. Wadi as Saila y me encontré rodeado de una arquitectura que más que maravillar te envuelve en un alo de magia y fantasía, como si hubiese sido creada para fascinar al mundo entero. Toda la estructura en ladrillo rojo y las puertas y ventanas enmarcadas en yeseria estucada, blanca como la nieve, con caprichosos dibujos que culminan en los ventanales llenos de vidrieras de colores.

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Los niños salían a mi encuentro, pidiéndome en tropel, una shura, shura, shura, todos se juntaban para salir en la foto e iluminaban sus rostros con las más hermosas de las sonrisas. Los mayores se unen a la fiesta de ser fotografiados y demuestran una ternura y una alegría que de forma inmediata es trasmitida al viajero, haciéndote sentir como en casa. Ellos no esperan nada de ti, sonrieles, adelanta tú mano abierta y comenzaras ese anhelado viaje interior.

Desde Suq al-Baqr, una pequeña y hermosa plaza, me dirijo hacia la gran mezquita, Al Jama Al Kabir, no voy solo, me acompaña la voz del almuédano que desde los alminares llama a la oración, las calles son tortuosas, de formas casi laberínticas, no solo atravieso una calle, sino que el tiempo acaba de retroceder casi dos siglos y me encuentro justo en la fachada norte de la gran mezquita. Frente a mi se extiende el más maravillosos de los sonidos, estoy inmerso en Suq al Milh, el mercado de la sal, el bullicio es como música para mis oídos. Me mezclo entre la gente y me dejo seducir por sus miradas de complicidad, todos quieren ofrecerme sus productos, y todos me dan a probar, unos almendras, otros pistachos, pasas, higos, y poco a poco voy deambulando desde el mercado de las frutas, al mercado de los artesanos de la madera, hasta que un sonido familiar se hace dueño de mi corazón y dirige de forma casi mecánica mis pasos. Y de pronto me encuentro rodeados de herreros, todos haciendo golpear sus martillos sobre sus pequeños tas cuadrados y sus fraguas

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encendidas desde tiempos ancestrales. No me cuesta nada hacerles entender, que de donde vengo, también la fragua forma parte de mi vida y que el sonido del martillo golpeando sobre el hierro al rojo, sirve de nexo de unión con su pasado y mi presente. Las risas y los abrazos no se dejan esperar al reconocerme uno de ellos, y cojo el martillo que me ofrecen con orgullo no disimulado y golpeo una vez más sobre el yunque y el sonido nos envuelve, es entonces cuando dejo de ser un extraño. Dejo el mercado de los herreros con saludos provenientes desde todos los lugares, gestos efusivos y llenos de cordialidad, los más tímidos se limitan a sonreír. Mi corazón se llena de gozo al saberme admitido en un lugar tan soñado como alejado en la historia, y yo formando parte de sus vidas por unos instantes.

La singular arquitectura de Sana`a, es comparable con la vestimenta de los hombre yemeníes, la mayoría de ellos calzan sandalias de cuero, camisa blanca, chaqueta de color oscuro, sobre el cuello o sobre la cabeza el pañuelo, y cubriendo sus piernas la famosa falda yemení. Sobre la cintura, un cinturón de cuero con bordados sirve para sustentar la Jambia, una especie de cuchillo de hoja curva con mango de cuerno o ámbar. Dependiendo del estatus social la Jambia esta más o menos decorada con verdaderas joyas en plata de primera calidad, llegando algunas a alcanzar el valor de obra de arte, no solo por su ornamentación, si no por la antigüedad 4


ya que pasan de generación en generación. La edad adecuada para lucir la Jambia son los catorce años, y los chicos la lucen con orgullo, ya que significa el salto de la infancia o juventud a la madurez. Desde el mercado de los herreros, solo separados por una pequeña callejuela, se llega al mercado de las telas, maravillosas sedas y deslumbrantes bordados hacen que las mujeres no dejen de tocar la mercancía, hablándose entre ellas casi en susurros, el velo que luce la mujer solo deja ver la franja de los ojos, unos ojos expresivos que hablan un lenguaje universal. Tras el velo se adivina la sonrisa, y las miradas de complicidad vuelan de unas a otras de forma casi cómica, la forma de comunicación entre ellas es solo comprensible en el mundo islámico. Aunque parezca mentira, la mujer yemeni goza de la opción de llevar o no el velo, aunque las de mayor edad optan por llevarlo siempre.

Si en algún momento de la historia Yemen brilla con luz propia, fue durante el reinado de la mítica reina de Saba, Yemen era conocida en el mundo entero por sus caravanas de incienso, y desde el siglo X a.C. fue uno de los estados más poderosos del sur de la península arábiga. Y ese precisamente era el aroma que inundaba por completo cada una de las callejuelas por donde pasaba, el famoso mercado de incienso. Es una experiencia para los sentidos el cruzar por los puestos y comprobar como te ofrecen toda clase de inciensos, en barras, cortados de forma cuadrangular y en piezas grandes para picar en casa, al gusto del comprador, los preparan de mil formas y cada cual tiene su particular aroma. Después de comprar algunas piezas por unos cuantos riales, nos adentramos en el maravillosos mundo de las especias. Aquí la distribución del mercado cambia, las calles

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se hacen más estrechas ya que la mercancía se expone en enormes sacos abiertos, puedes tocar y oler todos los productos hasta tal punto, que el mercader se sentirá ofendido si pasas de largo por su puesto, el mismo te ofrecerá sin ningún tipo de coacción una pequeña muestra de su producto sin cobrarte nada, solo un gesto de agradecimiento bastara para que se sienta satisfecho. El cardamomo, la pimienta, el pimentón, la canela, el apreciado curry, y la reina de las especias, la valorada desde la antigüedad, la sal. ¡ Cuanto hay escrito en el mundo árabe sobre la sal, cuanto sacrificio los de aquellas caravanas que cruzaron desiertos para buscar el tan preciado mineral ¡. Aun hoy en algunos mercados del interior de Yemen en los Wady he podido comprobar como el vendedor de sal la utiliza como moneda de cambio. El bullicio comienza a ser ensordecedor, de pronto se oyen voces como si se tratara de una puja, son racimos de hombres que rodean a otros que sentados en el suelo con un enorme saco, va sacando bolsitas llenas de una especie de hierba, que cambia por manojos de billetes, al instante me doy cuenta, acabo de entrar en el mercado del Qat. El Qat es un alcaloide, un tipo de droga suave que toman la mayoría de los yemeníes. Es un arbusto de unos dos metros de altura y hay que comprarlo todos los días ya que debe de ser tomado fresco, limpian sus hojitas con un poco de agua y se van metiendo en la boca, se mastica y se corre hacia uno de los carrillos a las pocas horas se puede ver a todos los hombres con enormes bolas que deforman su cara de una forma exagerada. Las mujeres también suelen tomar el Qat, pero estas no lo hacen en público.

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Casi sin darme cuenta llego al mercado de las Jambia, es el mayor de todos, aquí los artesanos permanecen en el interior de sus puestos dedicados a la labor de los cuchillos, unos con las fundas, las empuñaduras, las hojas y los cinturones.

El bullicio se torna casi calma en esta parte del mercado y a unos doscientos metro puedo vislumbrar la tan esperada Bab Al Yemen, la puerta principal de la ciudad vieja, que a mi me serviría de salida, ya que comencé este paseo por la parte norte de la ciudad. Bab Al Yemen es el centro neurálgico de Sana´a, aquí la vida es efervescente todo tipo de gente se concentra en esta plaza para charlar, toma té, los hombres pasean cogidos de la mano, los niños juegan en enormes tableros cuadrados con fichas redondas, intentando llevar las fichas a los agujeros abiertos en cada vértice. Es el mayor espectáculo del mundo, ver pasar la vida convertida en historia. El sol empezó su declive y las vidrieras empezaron a tomar vida con la luz interior de las casas, era como estar en el interior de un cuento de las mil y una noches. Deje la ciudad vieja pasando por debajo de su arco y una voz susurro en mis oídos “As-Salaam Alaykun” (“Que la paz sea contigo”),

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volví mi rostro y pronuncie también”).

“Wa-Alaykun as –Salaam” (“Y contigo

Manuel Vilches. 2005. info@mvilches.es

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