Conéctate, julio 2023: Trabajar con Dios

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SUBIRSE AL BOTE

No cerrarse a lo nuevo

Los cachorros

Regalitos divinos

¿Termostato o termómetro?

¿Qué influencia ejerces?

La columna que se desplazaba Sombra y luz

CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA Año 24 • Número 7

A NUESTROS AMIGOS embajadores

Se cuenta una anécdota —no podemos confirmar su veracidad— sobre una señora norteamericana cuyo hijo fue nombrado ministro ante la corte de Saint James, el órgano al que se presentan formalmente todos los embajadores de países extranjeros ante el Reino Unido, y que en aquella época era el cargo más prestigioso y de más alta jerarquía del cuerpo diplomático. Sus amigos le comentaron lo orgullosa que se debía de sentir. Para sorpresa de todos, ella les respondió:

—¡Y pensar que hubiera podido ser ministro del evangelio y embajador del Reino de Dios!

Tal vez ustedes y yo no formemos parte de ningún cuerpo diplomático, pero independientemente de quiénes seamos o de dónde vengamos, si tenemos a Jesús, somos Sus embajadores y Él depende de nosotros para que lo representemos y lo demos a conocer. Jesús dijo: «Como me ha enviado el Padre, así también yo los envío a ustedes» 1 Asimismo el apóstol Pablo escribió: «Somos embajadores de Cristo; Dios hace su llamado por medio de nosotros.2 Dios podría aparecerse como un ente sobrenatural para anunciar el evangelio; sin embargo, generalmente opta por hacerlo a través de nosotros.

El oficio de embajador consta de dos aristas: comunicación y representación. Los primeros cristianos ejercían las dos funciones. Cambiaban la mentalidad de las personas transmitiendo el mensaje de salvación; y transformaban los corazones demostrando con su ejemplo el amor que Dios abriga por cada ser humano, no importaba quién fuera ni de dónde viniera. Hoy el mundo sigue necesitando gente que cumpla esos dos roles. Esa gente somos ustedes y yo.

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Director Gabriel García V.

Diseño Gentian Suçi

Producción Ronan Keane

© Activated, 2023. Es propiedad.

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y de la versión Reina-Varela Actualizada 2015 (RVA-2015), © Casa Bautista de Publicaciones/Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.

1. Juan 20:21 2. 2 Corintios 5:20 NTV
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Año 24, número 7

UNA SÚBITA OPORTUNIDAD

Un sábado por la tarde decidí ir de compras a un centro comercial cercano. Como parte de mi ejercicio diario quería ver si podía llegar a pie. Sin embargo, me perdí y ya se hacía de noche. Las calles se oscurecían, y me empecé a poner nerviosa, pues andaba sola.

Mientras caminaba me di cuenta de que delante de mí había una pila de hojas o basura o algo así.

De repente, ¡la pila se movió!

Primero apareció una rodilla, ¡luego asomó un pie! Me costaba creer que se tratara de un ser humano. Estaba tan lisiado que parecía más bien una araña. Se movía completamente descoordinado, con los brazos y piernas retorcidos. Su columna vertebral había perdido toda funcionalidad.

Al principio, quedé helada. Luego vi una latita a su lado y me di cuenta de que probablemente su familia lo había puesto en la calle para que mendigara plata a los transeúntes. Me compadecí de él.

Mientras caminaba hacia él abrí mi bolso y saqué la billetera. Le puse en la mano un billete bastante grande.

No esperaba mayor respuesta de él, pero para mi sorpresa el joven levantó la vista y me miró con lucidez y claridad, directamente a los ojos. Me di cuenta de que allí había un alma humana. Tan viva y con tantas sensibilidades como yo. Más tarde reflexioné sobre lo sucedido y me alegré de haber decidido ir a pie al centro comercial y hasta de haberme perdido. De haber ido en auto no habría visto a aquel joven en la calle.

Jesús albergó una profunda compasión por los pobres y los oprimidos cuando estuvo en la Tierra. Tanto es así que a veces se desviaba kilómetros de Su camino para atender a alguien. Aunque yo no podría hacer un milagro de curación como Él, sí podía demostrarle compasión y amor a aquel joven. Las compras eran lo de menos; aquello era mucho más importante.

G.L. Ellens fue misionera y docente en el sureste asiático durante más de 25 años. Pese a que se jubiló, aún realiza labores voluntarias, además de dedicarse a escribir. ■

G. L. Ellens
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SUBIRSE AL BOTE

Tal vez hayan oído el cuento del hombre que quedó atrapado en una inundación y tuvo una visión en la que Dios desde el Cielo le extendía la mano y lo levantaba para llevarlo a un lugar seguro.1 A medida que subía el agua en su casa, un vecino lo instó a irse y le ofreció llevarlo en su camioneta para sacarlo de peligro. Cuando el hombre respondió: «Estoy esperando a que Dios me salve», el vecino se marchó en su vehículo.

El hombre se empeñó en rezar y se aferró a la visión que tuvo. Cuando el agua subió y cubrió el primer piso de la casa, el infortunado se encaramó en el techo. Pasó entonces por allí un bote con algunas personas que se dirigían a un terreno seguro. Al acercarse a la casa, los damnificados invitaron a gritos al hombre para que subiera al bote con ellos. Él les gritó que esperaría hasta que Dios lo salvara. Lo miraron incrédulos y se fueron.

El hombre persistió en oración con la firme convicción de que Dios lo salvaría. La crecida continuó hasta que no asomaba sino el techo de la vivienda. Un helicóptero se sostuvo en el aire sobre esta, ya casi totalmente sumergida, y de un altavoz se oyó una voz que le ofrecía bajar una escalera para rescatarlo. El hombre, haciendo un ademán con el brazo, les indicó

que se alejaran y gritó categóricamente que esperaría allí hasta que Dios lo salvara. El helicóptero abandonó el lugar.

Finalmente el agua cubrió el techo de la casa, y arrolló y se llevó al hombre que murió ahogado.

Cuando llegó al Cielo preguntó indignado:

—Señor, ¿por qué no me salvaste? Creí en Ti de todo corazón. ¿Por qué dejaste que me ahogara?

—¡Pero si te extendí Mi mano! —le contestó Dios—. Lo hice cuando mandé una camioneta, un bote y un helicóptero para llevarte a lugar seguro, pero no aceptaste ninguno. ¿Qué más podía hacer por ti?»

¿A cuento de qué viene este descabellado relato? Un segundo, que ya les digo.

Hace años yo estaba de viaje y me dio una tos persistente. Por muchos remedios naturales que tomé, la tos no hizo más que empeorar.

Cuando regresamos a casa mi esposo Peter intentó una y otra vez convencerme de que fuera a ver a un médico y me hiciera un chequeo. Me resistí, pues estaba segura de que el médico me recetaría medicamentos, cuando yo en realidad quería dar a los remedios naturales una oportunidad de actuar, convencida de que funcionarían,. Por fin, Peter insistió en que fuera al médico. La radiografía y el examen confirmaron que tenía bronquitis y que si seguía así, en unos días derivaría en una pulmonía.

María Fontaine
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1. Una versión parecida del relato ya apareció en un número anterior de Conéctate

En definitiva acepté tomar las píldoras que me recetó el médico y, dicho y hecho, en apenas cinco días se me despejó completamente la garganta después de semanas de tomar remedios naturales que se suponía que eran eficaces para eliminar la bronquitis.

Dios quería enseñarme algo por medio de esa experiencia. El Señor no está limitado a un tipo de solución para lograr Su propósito de ayudarnos a crecer, ni siquiera a un solo método para curarnos. Basta con que tengamos una actitud abierta y sigamos Su guía.

Otro incidente parecido ocurrió varios años después, cuando también estaba de viaje.

Una mañana desperté con una grave tortícolis. Luego de unos días seguía sin poder girar la cabeza. Debido al dolor tenía que dormir medio sentada, apoyada en la cabecera de la cama.

Peter me propuso que viera a un quiropráctico, pero me resistí, pues me daba miedo que este me fuera a hacer ajustes en el cuello cuando me dolía tanto.

Pasaron varios días que fueron un suplicio, hasta que finalmente consentí y me atendí de un quiropráctico, que resultó ser un hombre muy simpático y amable. Eso me tranquilizó y me dio confianza en que estaría en buenas manos y que no me lastimaría el cuello.

En realidad dolió muy poco, y después de un solo ajuste el doctor determinó que ya estaba bien. Una

vértebra del cuello se había movido un poco de su sitio y simplemente había que acomodarla.

Luego de haberme negado con vehemencia a ir un quiropráctico, por primera vez en una semana logré acostarme sin sentir dolor.

Todavía estoy aprendiendo que cuando rezo y otros rezan por mi curación, no puedo desdeñar los botes que Dios envía y que pueden ser las soluciones. No puedo decidir basándome en si me gustan, si no son convenientes o si no me parecen buenos.

El principio de tomar decisiones prudentes, con oración, se aplica a todos los aspectos de nuestra vida. Permanentemente estamos obligados a tomar decisiones y no podemos quedarnos sumidos en la rutina de aferrarnos con tenacidad a un solo tipo de solución o modo de pensar solo porque así lo hicimos en el pasado. Es posible que entrañe algún riesgo y que tengamos que proceder con oración y cuidado, pero no podemos cerrarnos a lo nuevo solo porque existe una posibilidad de que no dé buenos resultados. Necesitamos estar abiertos a aceptar la guía divina y a ponernos a Su cuidado.

María Fontaine dirige juntamente con su esposo, Peter Amsterdam, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original. ■

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LA COLUMNA QUE SE DESPLAZABA

De vez en cuando mi marido menciona la posibilidad de volver a mudarnos, y siento que se me tensa el estómago. Dicen que las mujeres somos anidadoras y efectivamente, para mí una mudanza supone normalmente una tremenda cantidad de trabajo, sobre todo cuando siento que apenas logramos instalarnos como para empezar a disfrutar de nuestra casa actual. Ya hacemos algo de jardinería y empezamos a disfrutar del buen tiempo y de algunos asados al aire libre con amigos.

Me puse a pensar en los hebreos que se dirigían a la Tierra Prometida tras su éxodo de Egipto. Deambularon cuarenta años por el desierto del Sinaí,

y contaban con un prodigioso medio para saber cuándo era el momento de recoger sus tiendas, liar bártulos y reemprender viaje por aquellos caminos polvorientos: «El Señor iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que pudieran caminar tanto de día como de noche».1

A pesar de sus desventuras por el desierto, producto de su desobediencia y descontento, aquella columna protectora fue una constante en sus andanzas. Sus pequeños crecieron en el desierto sin haber conocido cómo era la vida sin aquella columna divina. De día les proporcionaba sombra y de noche calor y luz2.

Cuando finalmente cruzaron el río Jordán hacia la Tierra de Promisión, la presencia visible de Dios ya no los guiaría; Él, no obstante, les hizo una promesa: «El Señor es quien va delante de ti. Él estará contigo; no te dejará ni te desamparará. ¡No temas ni te atemorices!»3 Había llegado la hora de «andar por fe, no por vista».4

¿Qué pasó entonces con aquella columna?

Unos 500 años más tarde, el profeta Isaías vuelve a describirla, solo que en aquel recuento aparecía alrededor de todos los que se unían en Su Nombre: «Creará entonces el Señor en todo el ámbito del monte Sión y en los lugares de asamblea una nube para el día y una humareda con brillo llameante para la noche. La gloria del Señor lo cubrirá todo».5

¡Qué alentador me resultó encontrar ese versículo! Puedo invocar el amparo y la orientación que brindan Su presencia. Aunque no la veo fuera de la puerta de mi casa, está allí con la misma certeza que si fuera visible6. Creo que cuando llegue el momento de mudarme percibiré la guía de Dios y estaré preparada.

La próxima vez que mi marido me sugiera una mudanza, ya sé lo que diré: «En cuanto la columna de Dios esté en movimiento, nos moveremos con ella».

Sally García es educadora y misionera. Vive en Chile y está afiliada a la Familia Internacional. ■ 1. Éxodo 13:21 2. V. Salmo 105:39 3. Deuteronomio 31:8 4. 2 Corintios 5:7 5. Isaías 4:5 BLPH
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6. V. Hebreos 11:27

¿TERMOSTATO O TERMÓMETRO?

Oí una vez a una persona decir que los cristianos deberíamos ser termostatos, no termómetros. Al ver mi desconcierto, me lo explicaron.

Un cristiano termómetro es aquel cuya temperatura se ajusta constantemente a las circunstancias en las que se encuentra. Ese tipo de persona es capaz de evaluar el entorno y ajustar su modo de presentarse para llegar mejor a la gente. Por otro lado, un cristiano termostato es aquel que influye en su entorno, marcando la diferencia para bien.

Estuve pensando en esto hace poco mientras realizaba una serie de estudios bíblicos sobre el conocido Sermón de la Montaña pronunciado por Jesús. En una parte Él dice: «Ustedes son la luz del mundo. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el Cielo». Por otra parte, advierte: «Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el Cielo no les dará ninguna recompensa».1

Aunque en primera instancia estas dos afirmaciones pueden parecer contradictorias, creo que es un buen ejemplo de cómo podemos aplicar correctamente el principio de ser cristianos que ejercen una influencia

positiva. Está claro que debemos tener un efecto en nuestro entorno —proyectar la luz y el amor de Dios al mundo—, pero es muy importante que lo hagamos con la motivación de glorificar y enaltecer a Jesús, no con ánimo de demostrar que nuestra fe o religión nos hace mejores que otras personas. No olvidemos tampoco que todos los buenos termostatos incluyen también un termómetro. Es preciso que seamos capaces de evaluar acertadamente las situaciones para ver cómo podemos transmitir mejor la buena nueva a la gente y glorificar a Dios.

Creo que Jesús quiere que los cristianos seamos reflejo de Él: humildes, facilitando Su amor y curación a toda la gente con la que nos topamos en el camino, independientemente de sus defectos, guiándolos y enseñándoles mansamente, llevándolos a un ritmo que puedan mantener. En Filipenses 2:5-7 dice que Jesús se despojó de Su honor y Su grandeza y asumió la identidad de un siervo. Creo que se podría afirmar que Jesús se adaptó radicalmente a Su entorno humano para que quienes lo rodeaban pudieran identificarse con Él. Al mismo tiempo, sin embargo, generó una enorme fuerza para bien al propiciar un cambio en cada circunstancia en la que se encontraba. Ruego a Dios poder seguir Su ejemplo en mi vida.

Simon Bishop
1.
6:1 7
Simon Bishop realiza obras misioneras y humanitarias a plena dedicación en las Filipinas. ■
Mateo 5:14,16;

LOS CACHORROS

Eran las 3 de la madrugada. Estaba afuera bajo un claro cielo estrellado, bien arropada. Llevaba una linterna y dos bolsas plásticas. Me seguían de cerca dos cachorros de pastor alemán de tan solo 8 semanas de vida que tenían que ir al baño... ¡a las 3 de la mañana!

Desperté bruscamente de mi plácido sueño con el lloriqueo de los cachorros. Por mucho que deseaba quedarme en mi cama calentita, sabía que si no me levantaba me encontraría por la mañana con una cucha1 muy sucia y maloliente. Total que me levanté, me abrigué y saqué a los cachorros.

Con mi linterna localicé y encontré ya saben qué y la recogí con las bolsas plásticas, las que luego arrojé al tacho de basura. Luego de unos 15 minutos a la intemperie, llamé a los cachorros para que volvieran a la casa, les di agua y los puse de vuelta en su cucha.

Al rato los cachorros dormían nuevamente, y yo volví a mi cómoda camita. A las 6 de la mañana mi esposo se despertó con el lloriqueo de los cachorros y los volvió a sacar. Luego los entró y les dio de comer. Tenían hambre y batían felices sus colitas mientras se devoraban la comida. A las 6:30, después de su desayuno, le tocó a mi hijo sacar a los cachorros una vez más para que hicieran sus necesidades.

Lo que sucede es que en nuestra familia teníamos muchas ganas de tener perros. Desde que mis hijos tienen memoria nos vienen pidiendo un perro. Mi esposo quería dos; por eso tenemos dos. Los niños no cabían en sí de contentos el día que trajimos los cachorros. Tenían seis semanas y eran adorables. Los varones de la familia le pusieron nombre al machito, y las mujeres a la hembrita (Hoss y Luna, respectivamente).

Pero tenían parásitos y pulgas, orinaban, vomitaban y hacían caca en la casa. A mi hija se le hicieron caca encima

Mara Hodler
1.
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yacija o lecho de perro

una vez cuando los sacaba a pasear. ¡Tenían que haber visto cómo se puso! Durante algunas semanas nuestra casa era un desastre. Digamos que casi a cada rato había que limpiar lo que hacían dentro de la casa. Había que bañarlos, darles de comer y sacarlos a pasear. Hubo que correr algunos muebles para colocar la cucha; se les asignaron unas frazadas (mantas). Gastamos una pequeña fortuna en visitas al veterinario para Hoss y Luna, además de comprarles collares, correas, recipientes para su comida, bocaditos para perros y juguetes. ¡Ay, ni les cuento la zozobra y el alboroto que causaron esos cachorros!

Al cabo de unas semanas de locura por los perritos, nos reunimos en familia para hablar del tema. Como los niños ya sabían lo que era tener perros, mi esposo y yo les explicamos bien que adquirimos a Hoss y a Luna para ellos, no para que nosotros, sus padres, tuviéramos más cosas en qué gastar tiempo. Los chicos estuvieron de acuerdo e hicimos una lluvia de ideas para ver cómo podíamos cuidar mejor a los cachorros.

Todos sabíamos que aunque significara tener menos tiempo libre, menos dinero para otras cosas o mucho más trabajo, levantarse en plena noche (¡gracias, mamá!) y peor todavía, tener que hacer cosas asquerosas como limpiar caca de perro, y aunque requiriera mucho tiempo adiestrarlos, queríamos esos cachorros.

Los queríamos porque sabíamos que si invertíamos en ellos en ese momento amaestrándolos y cuidándolos, en unos meses crecerían y tendríamos unos hermosos pastores alemanes que serían acompañantes, protectores y compañeros de juego. La inversión valdría la pena.

En Mateo, capítulo 7, Jesús nos enseña sobre la oración y nos propone que no debemos tener miedo de pedirle a Dios que provea para nuestras necesidades. Dice: «¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!»2

Obviamente nuestros hijos no son padres; sin embargo, al cuidar de Hoss y Luna han adoptado el rol de padres. Por más que eso suponga mucho trabajo y a veces resulte un poco fastidioso, ellos aman a Hoss y a Luna y siempre están pendientes de ellos. Si los niños creen que los cachorros necesitan algo, hacen todo lo posible por conseguirlo.

Hoss y Luna no solo nos proporcionan compañía; también son una ilustración de cuánto desea Dios ayudarnos, cuidarnos y satisfacer nuestras necesidades. Él desea lo mejor para nosotros, así como nosotros deseamos que nuestros cachorros puedan llevar la mejor vida perruna posible. Queremos que hagan progresos, que crezcan sanos, que se sientan seguros, que aprendan cosas y que se diviertan. ¡Dios desea todas esas cosas para nosotros también!

«¡Cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!»

Si tienes alguna necesidad, pídesela a Dios. O aunque solo se trate de un deseo, pídeselo igualmente a Dios. Recuerda que tú eres aún más entrañable para Él de lo que un hijo puede ser para su madre o padre. Pide, y si es algo que te conviene y cabe en Su designio para tu vida, Dios te lo concederá. ■

1. Mateo 7:9–11 NVI
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DEL OTRO LADO DEL ESCRITORIO

Estaba por hacer unos trámites legales cuando, al revisar la documentación, me quedé pasmada por las discrepancias que había entre varios papeles. Lo que inicialmente parecía fácil de rectificar terminó tomándome varias semanas y requirió numerosas gestiones.

En una de las dependencias administrativas donde me mandaron me encontré cara a cara con Olga. Me dio la impresión de que era una funcionaria muy eficiente, pero un poco cortante. Nuestro primer intercambio fue áspero. La mía probablemente era una de las muchísimas complicaciones con las que había tenido que lidiar aquel día, y no parecía que fuera a tener contemplaciones conmigo. Para colmo, su computadora se quedó atascada, así que tuvo que reiniciarla. Murmuró que iba a tomarse una aspirina y volvería en un momento.

En su ausencia pedí a Dios que me diera buen criterio para abordar la situación. De golpe lo vi todo desde otra perspectiva. Por un momento procuré no pensar en lo irritada que me sentía con todo aquel papeleo y traté de imaginarme cómo sería estar del otro lado de aquel escritorio.

Mientras esperábamos que se reiniciara la computadora, le pregunté a Olga si alguna vez se había topado con una complicación como la mía. Aquello dio comienzo a un diálogo entre dos mujeres agotadas y hastiadas de la situación.

Olga me explicó que apenas llevaba unos meses trabajando en ese puesto. El año anterior se había divorciado y le había costado mucho adaptarse a su nueva realidad como madre soltera. Me mostré comprensiva y le conté que era misionera y que estaba allí para comunicar el amor de Dios a la gente de su país, a la que le había tomado mucho cariño.

Al cabo de un rato pudo volver a entrar en el sistema e ingresar los datos correctamente.

En los días que siguieron hablamos varias veces por teléfono, pues tenía que verificar cómo iba el trámite. Cada vez que lo hacíamos nuestra comunicación se tornaba más amistosa y menos tensa. Cuando pasé finalmente a retirar la documentación, Olga se tomó la molestia de comprobar que estuviera todo en orden. Nos despedimos como buenas amigas.

Cuando salí sonriendo a la calle, el viento de la tarde me golpeó el rostro. El haberme interesado en los problemas de una persona había transformado una situación conflictiva para ambas en una experiencia positiva.

Natalia Nazarova es profesora de inglés en Ucrania. Durante diez años se dedicó a labores sin fines de lucro en Europa Oriental y Suramérica. ■

EL PUNTO DE PARTIDA

Aunque tú puedes influir positivamente en la vida de los demás, la influencia que Jesús puede ejercer es mucho más grande. Si aún no lo has hecho, recibe a Jesús. Puedes hacerlo en este instante rezando una breve oración como la que aparece enseguida:

Amado Jesús, te ruego que me perdones todos mis pecados. Creo realmente que Tú moriste por mí. Te invito a entrar en mi corazón y en mi vida. Lléname de Tu amor y de Tu Espíritu Santo. Quiero conocerte. Enséñame a vivir las palabas de Tu libro, la Biblia. Amén.

Natalia Nazarova
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La mayor victoria

Mucho se habla hoy en día sobre aprender de los fracasos y decepciones. Los reveses son buenos, pues nos llevan a reflexionar sobre la vida que llevamos y los cambios que precisamos. Más importante aún, nos impulsan a buscar a Dios, refugiarnos en Él y hacer lo que sea para hallar sabiduría y fuerzas en Él. Además, nos devuelven a la realidad de que sin Él nada somos. Pero claro, por otra parte, los seres humanos llevamos incorporado ese deseo de sobreponernos y superar reveses.

La extraordinaria verdad de la Biblia es que la victoria ya se nos ha concedido por medio de Cristo: «Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo». 1 Exploremos el concepto de victoria desde el albor de los tiempos.

En el Antiguo Testamento se solía equiparar victoria con éxitos militares. Los hebreos tenían conciencia de que era Dios quien peleaba por ellos y los llevaba a triunfar en batalla. Siempre que obedecieran y anduvieran cerca de Él, Dios sería su invencible aliado.

Los profetas, sin embargo, les ofrecieron vislumbres, atisbos, de una batalla mucho más importante que tenía lugar, no por países o territorios, sino por las almas de los hombres, y previeron que la postrera y definitiva victoria en esa batalla la obtendría el Mesías mismo. Dicha

victoria sobrepasaría con creces todas las conquistas del pasado. Sería una victoria espiritual labrada con armas de otro calibre: el amor, la oración y la fe.

Con la venida de Jesús al mundo el concepto de victoria adquirió su pleno sentido espiritual. Ya la victoria no se produce sobre ejércitos enemigos o vecinos hostiles, sino como lo expresó el apóstol: «Nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales». 2

La victoria que de verdad cuenta es la divina, que se gesta en un terreno completamente distinto. Con Cristo podemos remontarnos permanentemente sobre las escaramuzas circunstanciales. Él nos garantiza que por más que tengamos sinsabores y adversidades, siempre hallaremos paz en Él, por la sencilla razón de que ya triunfó.3 Su victoria sobre el pecado y la muerte ya se alcanzó.4

Gracias al poder del Espíritu de Dios podemos superar cualquier situación que enfrentemos, entre ellas las actitudes con las que lidiamos día a día, como nuestro orgullo, ansiedad, depresión, etc. Tenemos la victoria ya, en este mismo momento, y podemos reclamarla. Luzcamos, pues, una sonrisa y luchemos con alegría, sabiendo que tenemos la victoria, gracias al sacrificio de Jesús en la cruz.

gabriel García Gabriel García Valdivieso es director de la revista «Conéctate». Vive en Chile y está afiliado a La Familia Internacional. ■ 1. 1 Corintios 15:57 2. Efesios 6:12 NVI 3. V. Juan 16:33.
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4. V. 1 Corintios 15:55-57

DE POLVO, NIEBLA Y LUZ

Hay momentos en los que la belleza de la Tierra se asemeja a las glorias del Cielo, en los que miras a tu alrededor con asombro y sabes que hay un Dios que te ama y se interesa por ti. Habiendo crecido en una granja, con una vista de 360 grados del cielo, siempre estuve muy en sintonía con la naturaleza. Cuando miro el cielo despejado del amanecer después de una noche de lluvia y observo el singular efecto óptico creado por el conjunto de niebla y polvo, me acuerdo de las últimas palabras del rey David: «Será como la luz de la aurora en un amanecer sin nubes, que tras la lluvia resplandece para que brote la hierba en la tierra».1

También me fascinan los rayos crepusculares que brillan con una luz etérea. Consisten en rayos de sol separados por zonas más oscuras ensombrecidas por las nubes, y aunque son casi paralelos, parecen irradiar desde un único punto. Emanan desde atrás de montañas o nubes y desparraman la luz solar a través de partículas de polvo. A ese fenómeno se lo denomina a veces rayos de Dios.

Cada vez que los veo me detengo y doy gracias a Dios por manifestar Su gloria en Su creación y demostrar principios espirituales a través de fenómenos visuales. Sin las partículas de polvo o vapor de agua que opacan la luz solar pura, nunca podríamos ver esa belleza con tanta claridad. Sin las nubes que por momentos ocultan el sol, nos perderíamos algunas de las facetas de su esplendor.

En nuestra vida las molestias, como el polvo, que nublan nuestra luz y pretenden recargar nuestros días con pequeñas distracciones, en realidad pueden colaborar para que surja una belleza más profunda. Si nos tomamos un momento para contemplar las hermosuras de la creación, los primeros rayos del alba o el crepúsculo, nuestra existencia se llena de una belleza majestuosa que proclama con orgullo el amor de Dios que brilla sobre nosotros, puro, inagotable y eterno.

Joyce Suttin es docente jubilada y escritora. Vive en San Antonio, EE.UU. Su blog se encuentra en https://joy4dailydevotionals.blogspot.com/.

■ 1. 2 Samuel 23:4 NVI 12

VISIONES DEL CIELO

Todo empezó cuando mi hermano me llamó por la mañana temprano para decirme que habían llevado a mi madre de urgencia al hospital. Más tarde me llamó para decirme que mi madre había fallecido. Al enterarme, me puse a llorar y me quedé en shock.

Entonces empecé a orar y tuve una visión maravillosa. Vi a mi madre esbozando la más bella y celestial de las sonrisas. Rebosaba de alegría. Era como si me dijera: «No te preocupes, Alfredo. Ahora estoy en el Cielo y feliz de conocer a mis hijos que están aquí». Después de ver aquella visión de mi madre en el Cielo irradiando alegría, me sentí en paz y no lloré más.

Sus exequias resultaron ser un testimonio extraordinario. Pudimos reencontrarnos con varios familiares y amigos que hacía tiempo que no veíamos. Tuve ocasión de hablar y entregar algunas reflexiones sobre mi madre. Hablé a los asistentes al servicio sobre el Cielo y la vida eterna. Hice hincapié en que Jesús resucitó de entre los muertos al tercer día y que nosotros también resucitaremos cuando Él regrese, explicando que los muertos en Cristo resucitarán primero.

También hablé de la realidad de la vida después de la muerte tal como se describe en la Biblia y en muchas experiencias y libros sobre el tema. Al final invité a todos a rezar para recibir a Jesús, y unas 50 personas lo aceptaron en su corazón.

Pero la historia no termina ahí. Después del servicio y de mi charla, una señora de otra capilla donde se estaba celebrando el velatorio de otra persona, se me acercó y me preguntó si podía ir a hablar y orar en el servicio fúnebre de su hermana, ya que no contaban con nadie para hacerlo.

Acepté y mi esposa Lorena y yo entramos en la otra capilla. Allí también di una charla sobre el Cielo y recé por la familia del difunto. Unas 40 personas aceptaron a Jesús en su corazón. Estaban muy agradecidas de que hubiéramos venido a orar por ellas. Al final se abrazaban y lloraban de emoción tras rezar aquella plegaria. También me agradecieron efusivamente.

En suma, la partida de mi mamá al Cielo se tradujo en un gran testimonio para mis familiares, amigos y esas otras personas que eran desconocidas para mí, pero no para el Señor, que quería que les diésemos a conocer Su amor.

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Alfredo Carrasco vive en Venezuela, donde realiza labores misioneras. ■

LAS LLAVES PERDIDAS

Una mañana, no hace mucho, todo salió mal. Teníamos un día entero programado desde el amanecer hasta el anochecer. Lo primero en la lista era ayudar a nuestro vecino a levantar un toldo. Me levanté temprano y ya estaba un poco estresado de solo de pensar en la larga jornada que nos esperaba. Y entonces ocurrió. Entre nuestra casa y la de nuestros vecinos hay un pequeño campo, y no sé cómo, pero al cruzarlo, las llaves del auto desaparecieron. Las teníamos y de golpe habían desaparecido.

Cundió el pánico. Volvimos sobre nuestros pasos y peinamos el campo sección por sección. Nos arrodillamos y palpamos la hierba. Hasta tomamos el detector de metales de mi padre y lo pasamos por todas partes, comprobando una y otra vez. La tensión me subía cuanto más buscábamos y no encontrábamos nada. Pasó una hora y las llaves seguían sin aparecer. Estaba totalmente desalentado y disgustado.

Finalmente nos detuvimos, rezamos y nos pareció que debíamos seguir adelante con el montaje del toldo, como habíamos planeado. Algunos de mis amigos siguieron buscando las llaves perdidas, aunque sin éxito. Por fin se suspendió la búsqueda. El día continuaba, pero un nubarrón se cernía sobre él.

Aquella noche me tumbé en la cama, todavía molesto por toda la situación. No entendía por qué había sucedido eso, sobre todo cuando ya teníamos tanto que hacer. Seguidamente necesitaríamos una costosa llave de repuesto y mientras tanto no podíamos usar el auto. No veía ningún resquicio de esperanza.

Unos días más tarde una de mis amigas irrumpió de repente por la puerta.

—¡Las llaves, las llaves! Las encontré! —gritó.

Estupefacto, la vi dejarlas en el suelo y le pregunté desconcertado:

—Pero... ¿dónde?... ¿cómo?

Con una enorme sonrisa me explicó que atravesando el campo decidió volver a buscar un poco más. Oró y se puso a buscar. ¡De repente, ahí mismo, delante de ella, estaban las llaves perdidas!

Admito que todavía no sé cómo ni por qué sucedió. Pero tengo un indicio de cómo Dios obró aquello en mi beneficio, enseñándome paciencia. Me recordó además que aun cuando mis planes se desbaratan, nuestra vida nunca escapa de Sus manos.

Chris Mizrany es diseñador de páginas web, fotógrafo y misionero. Colabora con la fundación Helping Hand en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. ■

Chris Mizrany
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La epístola a los Hebreos augura a la iglesia de Jerusalén que «queda todavía un reposo sabático para el pueblo de Dios».1 ¿Qué es el reposo sabático? Puede que yo no sepa a ciencia cierta qué es, pero puedo decirte lo que no es. No es algo que disfrute la mayoría de la gente que conozco. Parece que cada año nuestro ritmo se acelera, nos esforzamos y empeñamos más y cada vez andamos más con el tanque vacío. Esto probablemente les suena a muchos de ustedes.

Dios debe de haber sabido que después que el pecado nos separó de Él, nos esforzaríamos por controlar, ganar, crear y dominar, y así terminaríamos perdiendo Su paz. Por eso ordenó a Su pueblo que observara el sabbat o sábado, un día en que se dejaba de trabajar, de ganar, de crear, de servir y de dominar, y la gente descansaba y recordaba que su relación con Dios era más importante que cualquier cosa que pudiera lograr. Mientras el corazón del pueblo estuviera bien con Dios, el sabbat sería un bálsamo. En cambio, si sus prioridades estaban equivocadas, probablemente percibirían el sábado como un obstáculo que les impedía ser tan productivos como otros pueblos, o como una carga de reglas y normas.

Hoy no se nos pide que observemos el sabbat según las tradiciones del Antiguo Testamento. No obstante, la

REPOSO

llamada de Dios al descanso es igual de necesaria. «El que ha entrado en Su reposo, también ha reposado de sus obras, así como Dios de las Suyas. Hagamos, pues, todo esfuerzo para entrar en aquel reposo.»2

Tal vez tú, como yo, estés en un punto en que tu alma necesita descanso. Yo sí que lo necesito. Tengo que dejar que Jesús me lleve a pastos verdes y reponga mi alma, pero ¿cómo puede darse eso cuando siempre estoy corriendo, preocupándome, ocupada y estresada? Si tuviera que describir la cultura moderna en una palabra sería estrés. Mucho de lo que tenemos por preciado es lo opuesto a la serenidad, la paz y la quietud. Y pagamos por ello con agotamiento, adicciones, soledad y quebrantos. Los que hemos asimilado esa cultura se la transmitimos a nuestros hijos.

Pero Dios nos dice que hay otra forma: queda un reposo sabático para el pueblo de Dios. ¿Cómo se consigue ese reposo? Jesús nos dice: «Vengan a Mí los que estén cansados y agobiados, que Yo los haré descansar. Acepten Mi enseñanza y aprendan de Mí que soy paciente y humilde. Conmigo encontrarán descanso».3 Cuando nos acercamos a Él y aprendemos de Él, nos promete ese reposo sabático.

Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE.UU. ■

Marie Alvero 1. Hebreos 4:9 2. Hebreos 4:10,11
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3. Mateo 11:28,29 PDT

De Jesús, con cariño

GOZO HASTA REBOSAR

«Les he dicho estas cosas para que se llenen de Mi gozo; así es, desbordarán de gozo». Juan 15:11 1

No temas cuando las pruebas y problemas que enfrentes parezcan monumentales. Tal vez se vean demasiado grandes en comparación con las fuerzas y la inteligencia que tienes para enfrentarlos, pero recuerda que ¡conmigo todo es posible!

Sustituiré tu pesar por dicha, si lo pides. He prometido dar sabiduría al que pide y darla con liberalidad y sin reproche.2 Pide, pues, y confía en que no dejaré de proveer.

Soy el Buen Pastor que muestra bondad, paciencia, compasión y misericordia. Te he protegido y guardado todos estos años, aun cuando tropezabas y caías. He pasado por alto tus faltas, defectos y fracasos, y te he recogido y te he indicado el camino para seguir avanzando.

¡Da y se te dará! Da de ti, comparte tu tiempo. Confía en que todo lo que gastes por amor a los demás Yo te lo devolveré.3 Aun cuando te sientas agotado, incapaz y que no puedes dar más, confía en que recibirás Mi gracia en medida buena, apretada, remecida y rebosando.4

1. NTV 2. V.Santiago 1:5 3. V. Lucas 10:35 4. V.Lucas 6:38
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